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La vida en rosa. por Dashi Schwarzung

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Notas del fanfic:

Este fanfic está dedicado para Yuki Tetsuya (en facebook) para la convocatoria que se realizó en un grupo de Facebook sobre AoKaga.
Espero haber cumplido con todas las expectativas que ella tenía sobre el fanfic.
Así que aquí dejo la imágen que Yuki Tetsuya me pasó para escribir sobre ella.
También hago la mención de que este one-shot tiene algunas menciones de mi fanfic "Cosas que aprendí de tí" por si quisieran entender a dichas menciones ;)
Y que también tiene una secuela, llamada "La vida con un bebé" 

No sé por qué, pero este fanfic se me hizo en extremo difícil, tanto de pensar en una trama como de escribir la narración, por eso agradezco bastante a las personitas que me dieron una mano con esta historia, a Ari-nee, a mi Beta Ina Escalante, a Ale Abrignani y a Hiroshi Hayato.

Después de ésto, créanme que tengo el cerebro muerto y sin ánimos ni inspiración de nada.... así que espero que les guste al menos tantito. Traté de llevar a cabo la petición de yuki Tetsuya acerca de hacer el fic con 'humor' pero soy muy mala para ésto, de igual forma espero que no les desagrade :v

Notas del capitulo:

Pongo a continuación las advertencias porque muchos sólo dan click en un link directo al fanfic y no se dan cuenta de dichas advertencias. <3


Advertencias:

-Personajes muy OC

-Personajes originales

-Mención de MidoTaka.

-Mención de Mpreg.

-Fluff.

-Lemmon.

…:::La vida en rosa:::…

..::::..

.::.

.

 

 

Abrió lentamente los ojos y suspiró hondamente; aún sin levantarse de la cama estiró sus brazos. Un olor muy atractivo lo había despertado, ese olor llenaba todo el departamento con un aroma exquisito que nunca se cansaría de percibir, y más cuando su estómago le pedía comida.  Talló sus dos ojos y formó una sonrisa en su rostro tras saberse totalmente descansado, después tomó el celular que descansaba sobre el estante de noche y se dispuso a ver la hora… 6:35, aún era temprano para ir al trabajo, una alegría recorrió su pecho al saber que sólo trabajaría por media jornada.


Se levantó pesadamente, maravillado por el olor de la comida y sus pasos lo dirigieron hacia afuera de la recámara, siguiendo el camino del aroma que llegaba hasta su nariz.
Y allí lo encontró: cabellos rojos carmesí, esa espalda de músculos pronunciados,  esa cintura atractiva… ese trasero de infarto, y la lista podía seguir.

Cabía decir que se ensimismó un poco mirando a su esposo allí parado frente a la estufa, preparando algo de desayunar como ya era costumbre.

 

—Buen día.— Por fin musitó sin moverse de su lugar, rascando su cabeza y tratando de acomodar su cabellos azules un poco enmarañados.

El pelirrojo apagó la estufa, quitándose inmediatamente el mandil negro que portaba, con movimientos rápidos.

—Daiki no puedo quedarme mucho tiempo.— No respondió al saludo, sin en cambio avanzó con pasos lentos hacia el moreno, para darle un beso fugaz.

—¿De qué demonios hablas?— Frunció el ceño, ya que tenía bien sabido que Kagami se quedaba con él al menos en el desayuno antes de salir apresuradamente hacia su trabajo.

—Mi jefe llamó hace media hora — Pasó de largo junto al moreno para  entrar  a la recámara, trataba de levantar la voz para que el moreno pudiera escucharlo. —Hay un percance en el parque central de Shinjuku… parece que hay escasez de bomberos en la zona.— Tomó una maleta y en ésta comenzó a meter un par de camisetas y un pantalón limpio.

El peliazul quedó en silencio por varios segundos, no le agradaba la idea de desayunar solo, y menos teniendo en mente que Kagami iría a apoyar en un incendio que sonaba importante. Siempre había estado ese miedo dentro de él, ese miedo que no lo dejaba estar tranquilo y lo hacía pensar en el bienestar de su esposo. El ser bombero era muy arriesgado, aunque si lo pensaba dos veces, su propio trabajo de policía no era muy diferente al trabajo de su esposo pelirrojo. En realidad en ambos empleos  tenían que arriesgar sus vidas.

 

Suspiró derrotado, mirando cómo Kagami salía de la alcoba y colocaba su maleta al brazo, con su típica mirada de disculpa

—Creo que hoy será un día muy largo… no sé a qué hora regresaré.—Trató de sonar tranquilo, pues sabía que el moreno estaba un tanto molesto, y lo supo al ver la mueca de Aomine.

—Entiendo.— No dijo nada más, pasaría por alto el hecho de quedarse solo al menos por esa mañana.

El pelirrojo mostró una pequeña sonrisa melancólica y caminó un par de pasos hasta su esposo, colocando una mano sobre la nuca de éste y atrayéndolo para besarlo tiernamente. Por supuesto que Aomine correspondió al instante, sintiendo cómo la lengua del pelirrojo se deslizaba sobre la suya en movimientos lentos.

El beso no duró mucho, pues el pelirrojo fue el primero en separarse.

—Lo siento, Daiki.— Musitó cerca de los labios del moreno, vislumbrando un poco de decepción en los ojos zafiro de éste. Aomine no tuvo otra opción más que asentir a las palabras, dejando un beso fugaz en los labios del pelirrojo.

Kagami trató de sonreír dulcemente para luego caminar con pasos apresurados hacia la puerta.

 

—Es cierto… ¿Te encontrarás con Kise y Kuroko? — Cuestionó después de abrir la puerta, recordando repentinamente los planes que su esposo le había comentado un par de días antes.

—Supongo… esos tontos solo buscan molestar.—

—Bien…— Le daba gusto saber que además del trabajo, su esposo disfrutaba de la compañía de sus amigos, y aún más en momentos en los que él no podía estar junto a Aomine.

Un pequeño silencio surgió entre ambos, Aomine permaneció de pie, mirando a Kagami a lo lejos, mientras que el pelirrojo no dejaba de mirarlo con la disculpa en sus ojos, no pudo pasar por alto el suspirar resignado al tener que irse de esa forma —Te amo, Daiki.—

Aomine denotó una sonrisa sincera, provocando esas extrañas mariposas en el estómago de Kagami, ese sentimiento extraño que sólo su esposo podía provocarle.

—También te amo…— Musitó, mirando salir lentamente a Kagami del lugar —Ten cuidado por favor.— Aquella última oración ya se había convertido en algo rutinario, era una petición que Aomine no podía evitar pronunciar cada mañana antes de que su esposo saliera de casa.

Kagami contestó con su típica frase en inglés —Yeah— antes de desaparecer a la vista de su esposo.

 

Y el moreno quedó completamente solo en el departamento…. Pensó que no todo podía ser tan malo… al menos podía hacer algo que Kagami no lo dejaba hacer:

—¡Comer en el sillón mirando televisión!—

Se dijo y sonrió para sí mismo mientras se dirigía a la mesa, donde Kagami había puesto la comida recién hecha, para servirla en un plato y sentarse tranquilamente en el sillón a degustarla.

..::.

.:.

.

Su trabajo había pasado muy rápido, por fortuna solo había laborado media jornada…

Cuando la hora de salir del cuartel de policía llegó, sin pensarlo dos veces, tomó sus cosas y las guardó en su locker, para luego ir hasta el estacionamiento y tomar su vehículo; una motocicleta Chopper Avenger que cualquiera babearía con solo verla… Uno de los pocos lujos que Aomine se había dado; había sido difícil dar el enganche para un vehículo nuevo y de agencia, pero ante sus ojos había valido la pena, aunque podía quejarse por las mensualidades que aún seguía pagando… pero hasta ese momento aquello no había sido un problema, pues al saber que Kagami también estaba trabajando, el dinero no había hecho mucha falta.

Hasta ese entonces no sabía cómo le había hecho para persuadir a Kagami de comprar una moto, y más si se trataba de un vehículo tan lujoso como ese, por suerte su pelirrojo esposo no había puesto muchos peros en cuanto a esa adquisición.

 

Subió a la moto después de haberse puesto su casco y la encendió, acaparando varias miradas de las personas que pasaban por el lugar, ante el fuerte sonido del motor.

—El único que puede tener una moto así soy yo.— Musitó con aires de grandeza poniendo en marcha su lujoso vehículo. Condujo por la avenida principal, teniendo un rumbo determinado, pasó entre autos, notando sobre él muchas miradas de personas que transitaban tranquilamente en la acera; un poco de atención nunca le caía mal.

 

Tardó cerca de 7 minutos en llegar a Maji Burger, debía confesar que pasar un rato con Kise y Kuroko le atraía buenos recuerdos, y aunque no lo quisiera admitir… le agradaban esos momentos con sus viejos amigos.

Ya había perdido la cuenta de cuántos años los conocía a ambos… sin embargo, recordaba cómo el chico rubio y el peliceleste siempre lo habían apoyado a él y a Kagami en su relación. Ellos habían sido los primeros en enterarse del secreto noviazgo de (en ese entonces)  la estrella del equipo de basquetbol de la preparatoria Tōō y el de Seirin, y extrañamente habían tenido la boca cerrada por mucho tiempo, hasta que Kagami y él habían decidido sacar a la luz aquella relación.

 

El moreno también había tenido la aprobación de su equipo de basquetbol de la secundaria Teiko, para ser más precisos, de la entonces llama Generación Milagrosa.  La única que no había estado de acuerdo con esa relación era Momoi, quien no podía creer cómo es que su amigo de la infancia se había fijado en su rival, pero después de todo, la chica pelirrosada había aprendido a aceptar el amor que se tenían Aomine y Kagami.

Por su parte Kagami no tuvo ningún problema con su equipo al confesar sus sentimientos ante su rival de juego; incluso Riko Aida se había emocionado por ambos chicos.

 

Aquellos recuerdos hicieron que Aomine formara una sonrisa en su rostro, al momento en el que se quitaba el casco y lo dejaba sobre la motocicleta, para dirigirse a la entrada del establecimiento de comida, no pudo evitar notar a través de la ventana de grandes vidrios a cierto rubio con gafas oscuras y un sombrero extraño que alzaba la mano y la agitaba animadamente, y a Kuroko sentado junto a éste.

Tch…. Ese tipo molesto” Pensó para sí mismo llegando hasta la puerta del local y entrando lentamente, luego dirigiéndose hacia donde sus amigos.

 

—¡Aominecchi! —Saludó Kise, simplemente con una sonrisa; hacía muchos años que había aprendido la lección de acercarse demasiado a Aomine; pues aquello desencadenaría muchos problemas entre Kagami y el moreno.

—Hola Aomine-kun — El peliceleste saludó como era su costumbre, sin ninguna emoción en su rostro ni en su voz, para luego tomar un sorbo de su malteada de vainilla.

—Hey— Por supuesto que las formalidades no eran su tipo. Se sentó en una silla enfrente de sus amigos e intercambió algunas miradas con ellos. —Tetsu ¿Cómo va tu trabajo?— Cuestionó, no tratando de ser entrometido, sino más bien de romper el silencio.

—Muy bien. Trabajar con niños de preescolar es muy difícil, pero tiene sus recompensas.— Mostró una muy pequeña sonrisa al recordar todas las cosas buenas que pasaba a diario con sus alumnos. Kuroko era una persona muy paciente y tolerante, por eso era una de las personas perfectas para un trabajo como maestro.

—¡Oh! Yo he tenido mucho trabajo ¡Mi rostro está en muchos anuncios de la ciudad! — Kise habló con voz alta y totalmente emocionado.

—Pff… Kise a ti no te pregunté.—

—Eres muy cruel, Aominecchi.— Formó un puchero y cruzó los brazos. Kise había seguido su trabajo como modelo, su nombre ya era conocido por todas partes de Japón; era un modelo con renombre y muy asediado por las chicas.  Si el rubio pudiera quejarse de algo en su trabajo, sería el ser acechado por muchas fanáticas, y por eso es que siempre trataba de ocultarse tras unas gafas oscuras y un sombrero, tratando de pasar desapercibido a todos lugares que iba.

—¿Cómo va tu trabajo, Aomine-kun?— El peliceleste era el que estaba más en contacto con Kagami y con Aomine, y aunque sabía incluso el lugar de trabajo de ambos chicos, no podía evitar preguntar.

—Mi tonto jefe me hizo trabajar hoy en el tráfico… con los malditos señalamientos y dando el paso a los niños y mujeres… — Chasqueó la lengua, molesto por el nada interesante trabajo que había realizado ese día, ahora prosiguió a levantarse  de su asiento —Tengo hambre… iré por algo de comer.—

 

Ambos chicos miraron cómo el moreno se levantaba de su asiento y se dirigía hacia la encargada para pedir algo de comer, sin demora Kise hizo lo mismo y alcanzó a su moreno amigo para pedir algo de comer, Kuroko por su parte estaba bien sólo con su malteada.

 

Después de varios minutos, Kise y Aomine se sentaron a comer algo mientras Kuroko seguía entretenido con su bebida. Conversaban sobre los días de preparatoria y esos torneos que terminaban con las victorias de los equipos menos pensados.

Pero Kise y Kuroko pronto cambiaron el tema de conversación a uno más serio, y que seguramente Aomine no imaginaba.

 

—Aomine-kun, te citamos hoy porque seguramente tú no lo recuerdas.— Kuroko empezó el tema, mirando fijamente a su amigo moreno.

—Es cierto… Aominecchi es tan tonto que seguro lo olvidó.—

—¿A quién le llamas tonto?— Y su agresividad apareció justo en ese momento al sentirse ofendido.

—¿Sabes qué día es mañana?— El peliceleste interrumpió una pelea innecesaria que estaba surgiendo entre sus dos amigos. Aomine enfocó sus orbes zafiro en los ojos celestes de su amigo, sin entender realmente la pregunta.

—¿Viernes?— Contestó con atisbos de inseguridad.

 

El rubio y el peliceleste suspiraron derrotados a la respuesta de su amigo, en verdad estaban felices de estar allí, frente al moreno para recordarle la fecha importante que se suscitaría el día siguiente.

—¡Mañana es tu Aniversario de Bodas, tonto Aominecchi!—

Abrió los ojos en sorpresa al escuchar las palabras de Kise. ¿Cómo demonios se le había olvidado su propio aniversario de bodas? ¿Cómo era posible que sus dos mejores amigos recordaran esa fecha y él no? A su pecho empezaron a llegar los sentimientos de culpa, bajó el rostro y mantuvo la mirada perdida en algún lugar del piso.

—No te desanimes, Aomine-kun… tu trabajo te ha tenido con muchas cosas en tu cabeza. Es normal que olvidaras algo así.—

Tenía bien claro que Kuroko estaba tratando de hacerlo sentir bien, pero él sabía que era en vano. Nadie, por muchas cosas que tuviera en la cabeza olvidaría su aniversario de bodas; por suerte él tenía a sus dos amigos que le habían recordado esa importante fecha.

 

—Seguro que has estado pensando por mucho tiempo en el regalo de aniversario. ¿Verdad Aominecchi?— El rubio denotó una gran sonrisa y su emoción era muy visible.

El peliazul trató de ocultar nuevamente su culpa al saber que ni siquiera había pensado en un buen obsequio para ese día… Tomó su hamburguesa y le dio una mordida, tratando de sonar lo más tranquilo posible.

—Si, por supuesto.— Mencionó con la boca llena de comida, sin saber si Kuroko estaba tratando de leer cada una de sus expresiones para averiguar si estaba mintiendo.

 

—¡¡Es Kise Ryota!! —

La reunión de los tres amigos tuvo que terminar en ese momento, ya que una chica que se encontraba en el lugar había reconocido al rubio y había gritado su nombre.

Lo siguiente que vio Aomine fue como una horda de chicas adolescentes se acercaban a sus dos amigos, y sin querer estar atrapado entre la multitud de niñas precoces, tomó su comida y se escabulló de ese lugar, dejando a Kise lidiando con las chicas y al pobre de Kuroko tratando de escapar de la multitud.

 

No sabía cómo había escapado y salido del lugar, y sin demora se dirigió hacia su vehículo y se montó sobre él. Suspiró resignado con el casco en una mano y el resto de su hamburguesa en la otra.

Quedó pensativo por unos momentos: la culpa en su mente seguía creciendo, no solo al saber que había olvidado la fecha más importante de todo el año, sino también porque no tenía nada preparado, ni mucho menos un regalo pensado. Aquello era un desastre.

 

—¡¡¡Demonios!!!— Gritó ante todos sus pensamientos, aventando la hamburguesa a un contenedor de basura a unos cuantos metros, y obviamente  depositándola correctamente como ya era costumbre; el moreno no solo era bueno encestando canastas, pues parecía que también lo era con las hamburguesas.

Se recargó en el manubrio de la motocicleta y trató de pensar un poco. ¿Qué era lo que podía regalarle a Kagami con tan poco dinero? Su situación financiera no era la mejor, la mayor parte de su dinero iba destinada a pagar las mensualidades del lujoso vehículo en el que estaba montado… claro que tenía un poco de dinero guardado, pero aquello era para una emergencia.

¡Pero esto es una emergencia!” Pensó, pasando una mano por su cabello azulado, queriendo dispersar todos los pensamientos que habían asaltado su mente.

 

Miró desde su lugar, a través del vidrio del establecimiento,  cómo Kise y Kuroko aún lidiaban con las adolescentes con hormonas alborotadas, soltó una pequeña risa y por fin encendió su motocicleta y se retiró de allí.

Una interesante idea había llegado a su mente, decidió ir a Shinjuku, un barrio que tenía muchas tiendas de todo tipo, y buscar allí algún regalo interesante para su esposo. Era una muy buena idea ¿Qué podía salir mal?

No tardó mucho tiempo en llegar, dejó nuevamente su motocicleta en un estacionamiento y se dedicó a caminar por todo el barrio, entre calles concurridas y personas apresuradas por comprar diversas cosas. No era la primera vez que vagaba por ese lugar, en realidad el barrio de Shinjuku era muy popular cuando de comprar cosas se trataba.

 

De repente escuchó el timbre de su celular, y sin perder tiempo sacó el aparato que se encontraba dentro del bolsillo de su pantalón, inevitablemente sonriendo al leer el nombre que aparecía en la pantalla.

—Taiga…— Habló por la bocina del teléfono, aún con la sonrisa en sus labios.

—Daiki. ¿Dónde estás? Se escucha mucho ruido.—

Era obvio que por las calles donde deambulaba Aomine se escuchaba mucho ruido: música, bullicio, gritos…

—Sí… eso es lo que pasa cuando las adolescentes se dan cuenta de que el gran modelo Kise Ryota está comiendo en un restaurante de baja categoría.—

Un par de risas por parte de Kagami se hicieron escuchar, y es que el imaginarse a su esposo tratando de ser paciente ante una multitud de niñas era gracioso.

Parecía que Aomine había tenido éxito en buscar una excusa convincente.

—¿Cómo van los intentos de rescatar a los gatos de los árboles? — Sabía de antemano que Kagami se molestaba bastante cuando el moreno decía esa clase de comentarios; pues el trabajo de bombero no solo consistía en bajar a los gatos de los árboles.

—Idiota…  estoy a punto de colgar a la estúpida llamada.— Claro que su voz denotaba enojo, y más cuando sabía que su esposo estaba haciendo ese tipo de comentarios a propósito, y eso se lo dejó saber Aomine con sus risas audibles

—Lo siento… es solo que eres tan lindo cuando te enojas.—

Kagami se sonrojó ante el comentario, no sabía si su esposo había dicho esas palabras en sarcasmo o eran sinceras, pero no pudo evitar denotar una pequeña sonrisa.

—Daiki… no estoy seguro a qué hora podré regresar a casa.— Y es que durante todo el día se habían suscitado varios incendios de todo tipo: urbanos, rurales e incluso forestales. También había tenido que acudir a un rescate en un accidente de tráfico y para colmo su jefe le había asignado una tarea que a él le gustaba hacer pero que le tomaba mucho tiempo: cursos contra incendios. Así que su día iba a ser más largo. —Tal vez no deberías esperarme despierto.—

Aomine frunció la boca en señal de derrota, odiaba los días en los que Kagami se tenía que quedar hasta tarde en su trabajo, pero no podía hacer nada… su esposo tenía un gran corazón y nobleza como para apoyar a otros.

—Entiendo… no te preocupes, trataré de cocinar algo para la cena.—

—¡Perfecto! Sólo trata de no quemar nada… no quiero acudir a un incendio en mi propio departamento.— Mencionó gracioso, soltando un par de risas, sabiendo que su moreno esposo podía molestarse con ese comentario.

—Bastardo…— Respondió con enojo. Por supuesto que Aomine podía cocinar y no morir en el intento… lo había hecho ya un par de veces, y aunque la comida que había preparado no era del todo agradable, no había pasado a mayores.

—Te amo, Daiki… te veré en la noche.— Y Kagami colgó a la llamada después de despedirse, sin darle tiempo al moreno de responder.

 

Genial” Pensó, guardando el celular en su pantalón y retomando su camino.

Caminó por las calles concurridas, mirando los aparadores de las tiendas, sintiéndose cada vez más decepcionado por no encontrar algo que pudiera regalarle a su esposo. No es que Kagami fuera una persona exigente en cuanto a regalos… era el hecho de que Aomine quería regalar algo diferente, algo especial y que hiciera a Kagami feliz.

 

Había estado más de 40 minutos en Shinjuku, recorriendo las calles sin éxito. No había pensado en lo difícil que era regalarle algo a su esposo, es decir… él no quería un típico regalo de esos que se dan en navidad; pero parecía que la suerte no le estaba favoreciendo en nada.

Caminó resignado por la calle, detrás de un par de chicas cuya plática acaparó de repente su atención.

 

—¿Estuviste presente en el incendio del parque? — Preguntaba una de las chicas de cabello negro y baja altura, caminando con una bolsa en sus manos.

—Sí. Por lo que supe a alguien se le ocurrió la grandiosa idea de hacer una fogata en el lugar.— Su compañera rubia hablaba acomodando su cabello.

Aomine entrecerró los ojos al escuchar esa conversación, pues era el mismo incendio al que su esposo había acudido temprano ese día; caminó más de cerca a esas chicas, tratando de averiguar si ese incendio había sido importante o peligroso.

—¡Qué tontos! Pero al menos no todo fue tan malo.— La pelinegra miró a su compañera con una sonrisa en su rostro.

—¡Tienes razón! ¡Ese bombero pelirrojo estaba que ardía!—

¡¡¡¿Qué?!!!” Gritaron los pensamientos del moreno dentro de su mente, estaba totalmente seguro de que estaban hablando de su esposo. ¿Pero qué se habían creído esas niñitas con las hormonas alborotadas al hablar así de su esposo?

—¡Sí! Es justo como los hombres que me gustan… alto, dedicado, con una sonrisa hermosa.— A la rubia parecía que le brillaban los ojitos.

—Ese bombero  tenía un divino cuerpo…. Mejor que todo el cuerpo de bomberos— Ambas chicas empezaron a reír con el comentario de la pelinegra.

—Ese bombero lejos de apagar mi incendio, lo estaba avivando.— Nuevamente rieron.

Y Aomine no pudo soportar más la conversación, con pasos rápidos caminó y pasó en medio de ambas chicas, su mano por instinto reaccionó, empujando a la rubia a un lado, con una clara actitud de ‘bitch, deja de hablar de mi hombre’

La rubia gruñó de molestia y la pelinegra le gritó a Aomine, quien simplemente se dedicó a caminar lejos de ellas.

 

Estaba muy molesto, pero más que molesto celoso… por saber que otros ponían los ojos en Kagami. ¿Qué se habían creído? Kagami era solo de él ¡De él! Nadie tenía permitido mirar con otros ojos a su esposo pelirrojo.

Había caminado cerca de tres cuadras y su molestia aún no desaparecía.

 

—¡Mine-chin!—

Giró el rostro apresuradamente al escuchar su nombre de una forma en la que sólo una persona lo llamaba, y no se equivocó. A poca distancia de él estaba un tipo de dos metros de altura, con un traje blanco de chef, comiendo alegremente unos cupcakes  de fresa

—Murasakibara… ¿Qué rayos haces aquí?— Su voz se escuchó curiosa, hacía muchos meses que no sabía nada de su amigo pelimorado, y verlo allí le había sorprendido un poco, pues tenía claro que el chico trabajaba en Shibuya, un barrio más alejado de ese lugar.

—Mi jefe me pidió promocionar su nuevo hotel en Chiba.— siguió comiendo, pausando sus palabras para degustar el sabor del cupcake. —Promociono con cupcakes. Qué emoción —Murasakibara era un excelente chef de un restaurante de cinco estrellas en la ciudad de Shibuya; un hotel al que diario llegaban cientos de huéspedes. —Tuvo la grandiosa idea de que preparáramos cupcakes con el logo del hotel y saliéramos a distribuirlos — Denotó su típica voz de ‘no me importa nada’ —Es una tontería… estoy cansado, quiero comer Maiubo, además hace mucho calor… si sigo así los aplastaré a todos.—

Aomine trató de no reír ante el infantil Murasakibara que no había cambiado nada desde la secundaria.

 

—Mine-chin. ¿Tú que haces aquí? ¿Dónde está Kaga-chin?— El pelimorado enfocó sus orbes en los de su antiguo compañero de secundaria, con una mirada sospechosa, como si quisiera culpar al moreno de algo insinuante.

—Está trabajando.— Se apresuró a decir, antes de que el chico alto sacara conclusiones apresuradas. —Mañana es nuestro aniversario y no he encontrado un maldito obsequio para él.—

La actitud tan desesperada del moreno dejó pensando al más alto… entrecerró los ojos y sacó de entre su ropa de chef un volante.

—Toma esto… — Le ofreció a Aomine el volante y éste dudó en tomarlo.

—No soy tu basurero, tira tu propia basura en el contenedor.—

—Tonto Mine-chin… esto te ayudará.—

Con un gruñido de molestia el moreno tomó el volante que el otro le ofrecía.

—Supongo que… ¿gracias?— Habló sin siquiera ver el objeto de papel en su mano.

—Vete ya, Mine-chin… espantas a mis posibles clientes.— Le hizo un ademán para que se fuera y Aomine, con cara de pocos amigos se fue alejando del más alto —¡Por cierto! —Gritó para que el moreno pudiera escucharlo —Si no llevas ese volante no podrás participar.—

 

Enarcó una ceja al comentario, siguió caminando y ahora con curiosidad enfocó sus ojos en el papel que Murasakibara le había dado, sin mucho interés comenzó a leerlo.

El Hotel New Otani un lugar de cinco estrellas, ubicado en la costa de Chiba, abre sus puertas a todos los turistas.

Y con motivo de la gran inauguración se estará sorteando una reservación en la mejor suite del hotel.

¿Eres bueno jugando basquetbol? ¿Sabes tirar a la canasta? ¿Tus tiros son muy certeros? Entonces ven a participar por la reservación y hospédate en la suite imperial por dos días con todos los gastos pagados’

 

No sabía por qué… pero tenía el presentimiento de que Murasakibara había tenido que ver algo en esa ‘competencia’. Pero no podía negar que eso era justamente lo que quería, ese volante era como algo caído del cielo y que lo salvaría de todos sus problemas. Era como si ese pedazo de papel tuviera escrito con letras grandes ‘Aomine, esta oportunidad es para tí’, y por supuesto que el moreno no lo desaprovecharía.

Por el momento ya sabía cuál iba a ser el regalo de su esposo, ahora lo que tenía que hacer era acudir a la dirección y la hora señalada en el papel, para ganarlo. Ya se sabía el ganador, pues después de todo el único que podía vencerlo era él.

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Eran las 6 de la tarde, y Aomine conducía hasta Shibuya a bordo de su motocicleta, teniendo como destino el hotel en el que trabajaba Murasakibara. al menos el volante que le había dado el pelimorado especificaba la dirección en donde debía ir para participar en la pequeña competencia de tiros.

No le importaba mucho la hora, pues Kagami le había confirmado que llegaría tarde, eso lo hacía sentirse más confiado y que su regalo quedara como una gran sorpresa.

 

Dejó su motocicleta estacionada y sin demora entró al enorme hotel de 20 pisos; justo al entrar notó a muchos huéspedes. Vaya que el hotel era muy importante en la zona. Se dirigió  de inmediato hacia la recepcionista, quien lo recibió con una sonrisa, pero al ver la mirada extraña de la chica, supo de inmediato que ella trataba de coquetearle, y sólo le bastó unos segundos para saberlo.

La chica lo saludó y por cortesía el moreno contestó de la misma forma, sacando el papel de entre su pantalón.

—Un amigo me dio esto. Vengo a participar.— Sus palabras tan directas como siempre se dejaron escuchar y dejó mostrar el papel en su mano.

—Entiendo.— La chica lo miró sugestivamente, con una pequeña sonrisa coqueta —Seguro que usted es muy bueno con los tiros libres.—

El peliazul frunció el ceño ante las palabras, tratando de no darle importancia a ninguna de las palabras de la chica.

—Lo que sea…  ¿con quién tengo que dirigirme?—

Ella se levantó de su asiento y con un dedo le hizo una señal al moreno para seguirla, y Aomine, mostrándose desinteresado a la chica, la siguió  por un largo pasillo, caminando al lado de muchas personas que parecían importantes. Muchos de ellos ni siquiera hablaban japonés, podía decir claramente que hablaban inglés, y eso lo sabía muy bien, pues Kagami muchas veces hablaba ese lenguaje tan desconocido para él.

La chica lo condujo por otro pasillo que daba hacia el enorme patio trasero del hotel; un lugar realmente grande, con muchos árboles y flores por todas partes.

 

—Espere aquí, el organizador del evento llegará en unos minutos.— Ella señaló las cancha de basquetbol que se encontraba al aire libre, y se retiró, no sin antes guiñarle el ojo a Aomine, quien chasqueó la lengua en molestia.

El moreno miró el lugar, en verdad era muy grande ese sitio, porque a pesar de que había árboles y flores, también habían tres canchas: una de basquetbol, una de voleibol y otra de tenis; ideal para las personas que quisieran hacer deporte al aire libre.

Sus ojos se fijaron en varias personas que estaban esperando al organizador; cabía decir que no eran muchos presentes, podía calcular un estimado de 20 personas en el lugar: había niños, adolescentes, incluso varias personas mayores a él… no podía evitar pensar en que todos ellos habían hecho el viaje hasta ese hotel en balde, pues en cuestión de tiros a la canasta nadie podía igualarlo. “Pff… novatos”

 

Decidió esperar al organizador del evento bajo la sombra de un árbol, pero no tuvo que esperar mucho, pues unos minutos después notó cómo una figura muy conocida se acercaba a ellos, con una típica sonrisa de niño tonto.

—Bienvenidos todos al hotel Sunroute Plaza… — Habló el recién llegado, acaparando las miradas de todos los presentes, que empezaron a reunirse alrededor del organizador —Como sabrán sólo tenemos la posibilidad de darle a uno de ustedes el premio de la reservación en la suite imperial del nuevo hotel que abrirá mañana… — Hizo una pausa y sus ojos enfocaron a cierto chico moreno que tenía cara de pocos amigos y simplemente le sonrió, para seguir con sus palabras —No es difícil entender las reglas, simplemente deben encestar la mayor cantidad de canastas que su oponente. La recepcionista llegará en unos minutos con algunos balones de basquetbol para que puedan calentar.— Terminó de hablar y las demás personas empezaron a regresar a sus lugares iniciales a esperar a la chica mencionada.

 

El organizador de la competencia permaneció en su lugar por algunos segundos, notando cómo el moreno no se había movido tampoco de su sitio.

—Atsushi no me dijo que vendrías a participar.— Habló el pelinegro.

—Tampoco me dijo que tú eras el organizador de este evento, niño emo.—

Así es, frente a Aomine estaba Himuro Tatsuya, el hermano de Kagami, que trabajaba en el mismo hotel que Murasakibara, pero él se desempeñaba como uno de los gerentes, gracias a sus habilidades de Administración de empresas.

—No debo tratar de adivinar que estás aquí por el aniversario de bodas.— No. Por supuesto que no lo había adivinado, pues Murasakibara se lo había comentado. Además… ¿Por qué otra cosa estaría Aomine Daiki en un evento extraño como ese?

—No es de tu incumbencia.— No se necesitaba ser genio para saber que aquellos dos chicos no se llevaban tan bien que digamos.

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La competencia estaba a punto de empezar, cada uno de los participantes tomó un balón y se situó en la cancha de basquetbol.

—Daremos inicio al evento.— Habló Himuro con voz potente, pero unos pasos apresurados se escucharon, cuando giró el rostro notó a dos chicos: uno pelinegro y el otro peliverde, que corrían hacia ellos.

—Perdón por la interrupción… pero parece que llegamos a tiempo.— Habló el pelinegro recién llegado.

—Lo siento, pero llegaron tarde.— Himuro rápidamente reconoció a los dos chicos y miró al peliverde.

—¡Todo es culpa de Shin-chan y su deseo por encontrar su artículo de la suerte!—

—Basta Takao ~nanodayo~— Habló Midorima, tratando de recomponer su respiración, teniendo un cd de un artista de k-pop en sus manos.

 

Midorima y Takao habían llegado a último minuto al evento. Ellos dos se habían casado hacía unos cuantos años y también deseaban pasar unos días en la playa de Chiba, en una suite de lujo con todo pagado… no era una mala idea.

Himuro formó en su rostro una sonrisa siniestra, una idea muy interesante había llegado a su mente, y esa macabra idea envolvía a Midorima y a Aomine.

 

—Bueno, creo que llegaron a tiempo después de todo.— Himuro tomó un balón del piso y se lo ofreció a Midorima, quien lo tomó sin pensarlo dos veces. —Aunque parece que no te será tan fácil ganar. — Su comentario era para el peliverde, quien enarcó una ceja un poco confundido por las palabras.

Pero todo tuvo sentido cuando miró entre los competidores a Aomine, quien sonreía con aires de grandeza como ya era costumbre.

—Parece que esto será interesante.— El peliverde acomodó sus lentes mirando fijamente a su antiguo compañero de secundaria.

—Como en los viejos tiempos.— Aomine rodó el balón en su dedo, sintiendo la mirada de Takao sobre él.

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El tiempo transcurría lentamente… media hora, una hora… hora y media, uno a uno los competidores fueron yéndose del lugar al saberse derrotados.

Adolescentes que creían ser buenos con los tiros desde diferentes ángulos de la cancha de basquetbol habían aprendido que tenían mucho que practicar todavía. Y hombres mayores que en su juventud fueron buenos en el deporte, habían entendido que su momento había pasado… pero nunca era tarde para seguirlo intentando.

Muchos de los presentes se sorprendieron con demasía al ver los tiros de los dos ex-miembros de la Generación Milagrosa.

No podían evitar asombrarse con los tiros sin forma de Aomine, el moreno simplemente aventaba el balón hacia el aro, incluso sin ánimos, y la pelota era encestada sin mucho esfuerzo.

Los tiros de Mirodima eran altos… como siempre, pero siempre atravesaban el aro sin ningún problema, aquellos dos chicos eran unos monstruos. Todos sabían que no podían hacerles frente a dos miembros de la siempre única Generación Milagrosa.

 

Y por fin se habían decidido a los dos finalistas del extraño concurso, no era de extrañarse que esos dos finalistas fueran Aomine y Midorima.

Aquello era un espectáculo para Himuro, pues después de tantos años nuevamente volvería a ver a dos miembros de la Kiseki enfrentarse, no en un partido normal, pero sí en uno de tiros, cosa que a ambos chicos se les daba muy bien.

 

—¡Vamos, Shin-chan! Gana esa reservación en el hotel, u hoy dormirás en el sofá.— gritaba Takao, pero más que animar a su esposo, lo estaba poniendo nervioso.

—No diga tonterías ~nanodayo~—

—Pfff… parece que alguien dormirá en el sofá.— Bromeó Aomine, tomando el balón entre sus manos y rebotándolo un par de veces.

Hizo su tiro y no falló, pues el sonido de la red se lo confirmó.

Fue el turno de Midorima para tirar, suspiró profundamente y se preparó para tirar; él tampoco falló.

 

Takao estaba muy emocionado, pues sabía de las habilidades de tiro de su esposo, y podía jurar que no fallaría ni uno de sus tiros. El único que podía pararlo, sin duda, era Akashi, para su suerte… no era Akashi su oponente, pero tampoco podía desmeritar al as del antiguo equipo de Teiko: Aomine Daiki.

 

—Oi Midorima…..¿Qué es lo que predijo Oha-Asa sobre tu signo para hoy?— Nuevamente mostró esa sonrisa de superioridad, tomando el balón en sus manos para luego encestarlo sin ningún esfuerzo.

—Hoy hay mucho éxito para los signos cáncer.— Rebotó el balón un par de veces antes de encestar.

—Hasta ahora van empatados.— Himuro interrumpió la pequeña plática que ambos chicos estaban teniendo. Si esto seguía así, la competencia no acabaría tan pronto, y  eso no era bueno para él y su poco tiempo libre.

—No perderé, Aomine.— Midorima volvió a retomar el tema después de haber escuchado al chico del lunar cerca del ojo, mirando fijamente los ojos azules de su antiguo compañero.

 

La noche lentamente estaba cayendo. Aomine no sabía cuánto tiempo había estado en ese lugar… si no se daba prisa, seguramente Kagami llegaría a casa y no lo encontraría… incluso el moreno se imaginaba la escena si eso llegaba a pasar: Kagami preguntaría en donde estuvo Aomine, el moreno trataría de dar una excusa nada convincente, Kagami no lo creería y le pediría la verdad, Aomine obviamente no diría nada más, y se suscitaría una pelea en vísperas de su aniversario de bodas… para nada era una buena idea. Así que trataría de terminar esa competencia lo más rápido posible.

 

—Sabes… me siento muy afortunado hoy, seguro que Oha-Asa predijo éxitos para Virgo el día de hoy.— No… por supuesto que no sabía si su signo tenía suerte ese día, y ni siquiera le importaba, pues su comentario sólo lo había hecho para molestar a Midorima, ya que sabía que el peliverde llevaba esas cosas del horóscopo a otro nivel.

El peliverde no dijo nada al momento, simplemente miró cómo Aomine hacía su tiro a la canasta y la pelota era encestada.

Repentinamente sintió esa enorme necesidad de mirar de nuevo su horóscopo y desmentir las palabras del peliazul, y confirmar que los nacidos bajo el signo virgo no tenían éxito ni suerte durante ese día.

 

—Tranquilo, Shin-chan. Sólo lo hace para provocarte.—Takao frunció el ceño al ver a su esposo comportarse un poco nervioso. Vaya que Aomine sabía cómo jugar sucio.

Himuro permaneció en silencio, simplemente mirando a ambos chicos encestar una tras otra canasta. Si le preguntaban en ese momento si le gustaría ver el mundo arder… definitivamente respondería con un ‘Sí.’

—No busco provocarlo. —Se quejó el moreno, encestando otra canasta para luego mirar a Takao —¿Por qué no sacas tu celular y lo confirmas tú mismo? —

Takao sacó su celular, dispuesto a terminar de una vez por todas con el tema que había sacado Aomine sólo para molestar, y se dispuso a entrar a la página oficial de Oha-Asa, con Himuro a su lado, mirando de reojo el celular del otro pelinegro.

 

Virgo: Eres uno de los signos que destacarán hoy en cuanto a suerte. Tendrás tanta suerte que incluso podrías sacarte la lotería. Así que aprovecha para hacer las cosas que comúnmente no haces para destacar. Tu objeto de la suerte: tu camiseta en color azul marino”

 

Esas predicciones sobre el signo de Aomine no eran buenas, y más cuando efectivamente el moreno usaba una camiseta en color azul marino, pero no todo era tan malo, pues su esposo Midorima llevaba su artículo de la suerte, ese cd de música k-pop que habían estado buscando. Con eso el balance de suerte estaría nivelado, aun así, decidió dar un segundo vistazo al horóscopo de cáncer.

 

Cáncer: Tu suerte para el día de hoy será buena. Eres uno de los pocos signos que tendrá éxitos en todo lo que haga el día de hoy. Pero debes cuidarte de toparte con un Virgo, pues tu suerte decaerá ante la basta suerte de Virgo. Tu objeto de la suerte: un disco o cd de música k-pop’

 

—Rayos…— Mencionó con voz baja, sin saber que Midorima lo había escuchado. ¿Es que acaso su esposo peliverde no había leído su horóscopo completo? ¿O tal vez no recordaba que su signo rival del día era Virgo?

Rápidamente guardó el teléfono entre sus ropas, regalándole a su esposo una sonrisa que decía ‘todo está bien’, pero Midorima no era tan tonto como para no entender los pensamientos de Takao en ese momento.

 

Aomine había sido testigo del cambio de ánimos repentino en Takao, después de todo parecía que la suerte estaba de su lado, y por supuesto que aprovecharía aquel hecho con creces.

—Te lo dije, Midorima.— Encestaba otra canasta, incluso ya había perdido la cuenta de cuántas canastas ya había tirado correctamente.

El peliverde chasqueó la lengua, sintiéndose cada vez más nervioso, pues aunque Takao no se lo había dicho, sus expresiones le dejaron saber que Aomine era el de la suerte.

Midorima encestó otra canasta, pero a los ojos de Aomine, su tiro había sido diferente, parecía que sus trucos bajos habían surtido efecto en el peliverde.

—¡Ánimo, Shin-chan! — Takao no dejaba de animar a su esposo, a pesar de que sabía que en algún momento fallaría el tiro por su nerviosismo. Midorima no era un chico que denotara nerviosismo, sin embargo, también había que mencionar que creía fielmente en las predicciones de Oha-Asa, y eso era lo que lo hacía ponerse de ese modo.

 

Ambos encestaban canasta tras canasta, Aomine con la seguridad que lo caracterizaba, teniendo en mente su dicho famoso “El único que puede vencerme soy yo”, mientras que Midorima a cada tiro se sentía cada vez más inseguro, y eso no pasaba desapercibido por las personas que estaban presentes.

Fue en un tiro de Midorima, que rebotó en el aro, pero que entró después de todo, en el que Aomine supo que no faltaba mucho para que el peliverde perdiera aquella competencia.

—Parece que ya no estás tan certero. ¿Eh, Midorima?— A Aomine no le gustaba jugar tan ‘bajo’ pero a toda costa tenía que conseguir esas reservaciones. No iba a permitir que la otra pareja de esposos se quedara con el premio de esa competencia tan fácil.

El de lentes trató de hacer oídos sordos a todas las palabras de su compañero de secundaria, trató de concentrarse, ni siquiera miró el tiro de Aomine, simplemente escuchó el sonido de la red, confirmándole el éxito de dicho tiro.

—Tu turno, Midorima.— Himuro sacó de su concentración al chico de lentes y le entregó el balón, para que éste se apresurara a tirar.

 

El peliverde atrapó el balón, cerró los ojos por un momento, intentando calmarse, y parecía que lo había logrado después de todo. Suspiró aliviado y calmado, prosiguió a abrir  sus ojos verdes y se enfocó en el aro y luego de unos segundos tiró, con mucha seguridad y  totalmente decidido, sabiendo que su tiro entraría…

—¡¡¡Fallaste, Shin-chan!!!— Takao gritó fuertemente —No dormirás en el sillón ¡Dormirás en la bañera!—  El pelinegro sonaba muy enojado, mientras agitaba las manos como loco, queriéndose arrancar el cabello por el tiro equivocado de su esposo.

Himuro se tapó la boca, intentando no reír ante la visión de Takao actuando como niño y Midorima parado allí, con un aura de decepción rodeándolo. A Aomine le brillaron los ojos al saber que con una simple canasta podría darle el mejor de los aniversarios de boda a Kagami.

 

—Aomine, si encestas la siguiente canasta ganarás el premio.— Himuro tomó uno de los balones del piso y demostrando sus buenas cualidades para los pases lo aventó en dirección del moreno.

—Pan comido.— Recibió el balón y sin siquiera tomar posición de tiro, aventó el balón hacia el aro, con uno de sus típicos tiros sin forma, y el balón atravesó la red.

—¡Aomine Daiki es el ganador!— Gritó Himuro, después escuchó un suspiro de resignación del peliverde y su esposo.

Alrededor de Aomine se formaron brillitos y arcoíris, ya que estaba seguro que con esa reservación en uno de los hoteles de cinco estrellas su esposo estaría feliz.

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Por fin había llegado a casa… eran las 9 de la noche y al abrir la puerta notó que Kagami aún no llegaba a casa… su rostro se tornó triste al saber que su esposo seguía trabajando, pero el alivio también se apoderó de él, al tener en cuenta que Kagami no sospechaba nada sobre su regalo de aniversario.

Había tenido un largo día… estaba muy cansado, pero aun así decidió pasar por alto el descansar y dirigirse hacia la cocina, para preparar algo de cenar; seguramente Kagami llegaría con mucha hambre y lo menos que podía hacer por él era cocinar.

Sacó del refrigerador algunos ingredientes y encendió la estufa. Picó algunos vegetales y los puso a freír. Había visto muchas veces a Kagami hacer eso... ¿Qué tan difícil podía ser?

 

Después de 30 minutos la cena había quedado preparada; se había quemado la mano un par de veces y algunos vegetales se habían cocido de más… pero después de todo lo había logrado.

Ahora sí podía descansar un poco hasta la llegada de su esposo, fue hasta el sillón y se dejó caer en éste, soltando un gran suspiro, prosiguió a tomar el control remoto y encender el televisor, sólo para matar el tiempo en lo que su pelirrojo esposo llegaba a casa.

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Se sentía demasiado cansado, casi muerto por haber trabajado demasiado. Ese día había sido uno de los más pesados que recordara, sin embargo, por fin estaba en casa. Por fin podría ver a su esposo y besarlo después de muchas horas de haber estado lejos de él.

 

Abrió la puerta del departamento y lo primero que notó fue el resplandor del televisor dando de lleno en la sala, sus ojos prosiguieron a ver a su esposo en el sillón, totalmente dormido. No evitó sonreír ante tal visión… siempre le había parecido que Aomine era demasiado lindo durmiendo profundamente.

A su nariz llegó un olor singular, y antes de dirigirse hacia su esposo  fue hacia la cocina, sonriendo ampliamente al ver el intento de comida que había preparado Aomine. Eran esos pequeños detalles los que hacían latir frenéticamente el corazón de Kagami de amor hacia el moreno.

Nuevamente se dirigió hacia la sala, acercándose al moreno, quien yacía recostado sobre el sillón, y dejó un beso tierno sobre su frente, luego en su nariz, y por último en sus labios.

 

Los labios de Kagami sobre los suyos, hizo que pesadamente abriera los ojos, y rápido rodeara al pelirrojo con sus brazos, atrayéndolo hasta que Kagami se encontrara sobre el moreno, sosteniéndose sólo con sus brazos para no dejar caer todo su peso sobre el cuerpo de éste.

 

—Lamento llegar tan tarde. — Se disculpó, susurrando al oído de su esposo.

Aomine miró el reloj, sintiendo sus ojos pesados; las 11 de la noche… y lo único que quería en ese momento era ir a la cama y abrazar a su esposo hasta quedarse dormido junto a él.

Con pesadez se levantó del sillón y Kagami tomó su mano para ayudarlo a levantarse.

—Pasemos por ésta noche la cena ¿Quieres? — No le importaba en ese momento la comida que había preparado para Kagami, necesitaba ir a la cama y descansar. Y fue correspondido por Kagami, quien tomó su mano tiernamente y ambos se dirigieron hacia la alcoba.

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El ruido del tráfico de la calle lo hizo despertar… un tipo no dejaba de tocar el claxon de su auto y eso lo había puesto de muy mal humor. Con un gruñido de frustración abrió los ojos, pero su sorpresa fue inevitable al notar que su esposo pelirrojo no se encontraba en la cama con él.

 

—¿Qué hora es?— Se preguntó a sí mismo tomando el celular que estaba sobre el estante de noche —Las 9 de la mañana…— Bostezó incorporándose un poco de la cama, sintiéndose feliz al recordar que su jefe le había dado el día libre por su aniversario de bodas. Pero también tenía un sentimiento de tristeza al adivinar que Kagami se había ido temprano al cuartel de bomberos, y nuevamente no había podido pasar mucho tiempo con él.

 

Se levantó de la cama y se dirigió hacia la cocina, el día de ayer no había cenado nada y ahora su estómago rugía como desesperado.  Inmediatamente notó la pequeña nota escrita que se encontraba sobre la mesa, y con curiosidad la tomó en su mano.

 

Daiki, esperé a que despertaras, pero parecías estar muy cansado por el día de ayer, así que tuve que irme a cuartel. Te tengo una gran sorpresa, trataré de salir temprano del trabajo.

Te amo.

PD. Me encantó la comida que preparaste anoche.’

 

Una amplia sonrisa se formó en su rostro con esa simple nota escrita a mano. Definitivamente Kagami sabía cómo hacerlo  sonreír tontamente.

Dejó la nota sobre la mesa y se dirigió hacia el refrigerador para sacar la comida que había hecho la noche anterior y comer algo.

Durante la noche a su mente habían llegado varias ideas interesantes para ese día tan importante, así que lo primero que hizo fue calmar a su estómago con comida, luego se dedicaría a hacer algunas llamadas y por último conseguir un medio de transporte, pues su motocicleta no ayudaba para todos sus planes.

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Había tenido que tomar el autobús, pues no iba a caminar por casi 40 minutos hasta su destino, cargando dos maletas grandes en sus hombros, además de que llevar su ‘Chopper’ no era una buena idea.

Después de bajar de dicho autobús, caminó dos cuadras, y atravesó la entrada de una Agencia de autos. Observó todos los distintos tipos de vehículos que había: automóviles, camionetas, autobuses incluso limusinas. Pero entre los gustos del moreno se encontraba algo en particular, y eso era algún automóvil clásico.

 

—¿Puedo ayudarle?—

Pudo escuchar la voz del dependiente, quien lo miraba con una muy pequeña sonrisa en sus labios.

—Quiero rentar un auto.—  Miró fugazmente al señor de mayor edad, para luego dirigir sus ojos nuevamente a  los autos que estaban de exhibición.

—Claro. Puede elegir entre cualquiera de estos autos—

Aomine seguía dando un vistazo, sin embargo, no había algo que le interesara, los coches de exhibición eran tan comunes y corrientes… autos Audi, Honda, y hasta Pontiac, pero ninguno clásico que acaparara su atención como para decir ‘lo rento’.

—Esos autos son muy comunes.— Afirmó, con la típica franqueza que lo caracterizaba —Quiero un auto clásico.— Sí, por supuesto que aquellas palabras sonaban más como un capricho, pero si iba a rentar un auto de lujo, iba a ser el que más le gustara.

El dependiente lo miró fijamente, luego formó de nuevo una sonrisa

—Eres como pocos. Sígueme—

El moreno enarcó una ceja sin entender el reciente comentario de aquel señor, pero hizo lo que éste le pidió. Ambos caminaron por un pequeño pasillo, hasta que llegaron a la parte trasera de la agencia, donde el dependiente tenía más autos para rentar.

 

—Seguro que te gustarán éstos automóviles.—

Aomine abrió la boca totalmente asombrado por tanta belleza de los autos que yacían frente a sus ojos. Y ahora es cuando empezaba a cuestionar su amor desbordante por su motocicleta Chopper Avenger. Dejó ambas maletas en el piso y se dispuso a ver los modelos más de cerca.

—¡¡Es… es hermoso!! —Musitó con muchos ánimos al ver tantos modelos de su talla en un solo lugar. Como demente empezó a correr hacia los autos, subiendo a cada uno de ellos, simulando manejar… y para el dependiente fue extraño ver a un adulto comportarse de esa manera.

—Déjeme mostrarle varios autos.— Habló el señor, a lo que Aomine asintió  y bajó del auto, dispuesto a seguir al dependiente.

—Tengo este Renault Torino — Habló el hombre mostrando el automóvil café. —También este Ford Maverik.—

 

Aomine casi babeaba con los modelos que el dependiente le mostraba. Por su mente pasaron un par de recuerdos de su infancia, en el que su madre manejaba un auto clásico hermoso, y se juró que algún día manejaría ese mismo auto. Podría tener suerte y que tal vez en aquella agencia tuvieran ese modelo.

—Siempre he querido conducir un ‘Alpha Romeo Spider’.— Habló aún con emoción aún en su voz. Recordando que su madre tenía ese mismo modelo de auto y jamás se lo había querido prestar.

—¿Ese auto convertible?—

—¡Sí!— El rostro de Aomine se iluminó.

—No lo tengo.—

El moreno soltó un refunfuño de molestia al escuchar las palabras del dependiente. Parecía que sus deseos de subirse a ese auto clásico debían esperar.

—Bueno, para ser honesto sí tengo uno de ese modelo — Confesó, mirando otra vez cómo el rostro del moreno se iluminaba —Pero no creo que usted lo quiera rentar.—

—¿Eh?— Cuestionó, tratando de adivinar qué era lo que estaba mal en el auto…tal vez le faltaba alguna llanta,  tal vez no tenía un algún espejo retrovisor, o incluso el parabrisas estaba dañado…

—Sígame.— El señor podía claramente adivinar las preguntas en la mente del peliazul, y sin rodeos empezó a caminar hacia donde se encontraba el auto que Aomine, a como diera lugar, quería.

 

Llegaron ante el susodicho vehículo y Aomine no pudo evitar dejar salir de su boca un sonido de sorpresa, combinado con decepción.

El dependiente pensó que tal vez no había sido una buena idea mostrarle el ‘Alpha Romeo Spider’ a su posible cliente, seguramente el haberlo hecho sería el detonante para que el moreno cambiara de parecer y saliera corriendo de ese lugar.

 

—¡¡¡Es rosa!!!— Gritó fuertemente, con un rostro de desagrado al ver el asombroso auto en un color de ‘niña’. Sin contener sus emociones tomó al señor de la camiseta, sin agresividad pero sí con muchas emociones encontradas —¿Por qué demonios  no lo ha pintado de otro color?—

El dependiente no se asustó por las acciones del más alto, pero sí le dio mucha gracia; no es que tratara de burlarse de la desgracia de Aomine, era solo que el moreno se hacía ver de una forma muy graciosa.

—Lo siento… no me atrevería a pintarlo de otro color… ese auto perteneció a mi esposa.—

 

Aomine bajó la cabeza en decepción… por supuesto que no se imaginaba manejando un auto rosa, el modelo era perfecto… pero el color era todo lo contrario.

Suspiró en derrota y miró con una disculpa en los ojos al dependiente.

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Después de todo no había logrado su cometido, había salido de aquella agencia de autos a pie, cuando debería haber estado manejando un lujoso auto clásico. Pensó que no era mala idea intentar persuadir a su madre para que ella le prestara el auto ‘Alpha Romeo Spider’ que estaba en su poder.

Además también estaba el punto a favor de que si su madre accedía a prestarlo sería gratis, y no tendría que gastar en nada más que la gasolina que el vehículo pudiera consumir.

 

Tomó nuevamente el autobús, cargando las dos maletas, ésta vez en dirección hacia su anterior casa, pidiendo a todos los cielos porque su madre estuviera de buen humor para llegar a una ‘negociación’.

Por suerte el transporte colectivo no tardó mucho tiempo en llegar a su destino. Bajó del bus, sólo tenía que caminar dos cuadras y estaría en el lugar indicado.

Varias personas que pasaban, lo reconocían y lo saludaban cortésmente. Podía recordar cada árbol a su paso, cada arbusto, incluso había varias casas que no habían cambiado desde su partida. Era un barrio tranquilo y amistoso, el mejor lugar en el que pudo haber pasado su infancia.

 

Una sonrisa se formó en su rostro al reconocer la casa de dos pisos, y esa ventana por la que muchas veces había salido para escapar de su madre e ir a jugar basquetbol. Rió ante el recuerdo y sin demora se dispuso a caminar hasta el pórtico de la casa y tocar el timbre sin titubeos.

Esperó un par de minutos, hasta que una señora que sobrepasaba los 50 años, con cabello azul, ojos como la medianoche y piel más clara que la de Aomine abrió la puerta lentamente.

 

—¡Daiki!— La mujer gritó emocionada, lanzándose a los brazos del moreno, quien la recibió feliz y correspondió el abrazo.

—Mamá, no has cambiado nada… sigues igual de guapa que siempre.— Hacía un par de meses que Aomine no veía a su madre. Nadie podía quejarse de que él fuera un ‘mal hijo’ pues siempre estaba al pendiente de su madre; por cuestiones del trabajo no siempre tenía la oportunidad de visitarla, pero jamás faltaban esas llamadas que duraban casi una hora.

—¡Mírate! Sigues siendo un bombón.— La señora rió, deshaciendo el abrazo y mirando de arriba abajo a su hijo, y lo bien vestido que estaba. —Espera. — Musitó, atravesando el umbral de la puerta y mirando hacia afuera, a ambos lados de la casa —¿Dónde está Taiga? ¿Dónde está mi niño lindo Taiga? —

Aomine dejó escapar un suspiro de derrota de su boca; no, claro que no podía olvidar el hecho de que su madre amaba a su esposo, ante los ojos de su madre, Kagami era un segundo hijo, claro que tenía preferencia hacia el pelirrojo. Aquello no le molestaba a Aomine, pero de alguna forma sí lo ponía celoso.

—Él no vino conmigo, está trabajando…— Su tono frío no se hizo esperar.

—Daiki desconsiderado. Y yo tanto que quería ver a Taiga.—

—Oi ¡Tu hijo soy yo! Además… te recuerdo que … ¡Él es MI Taiga!— Cruzó los brazos y desvió la mirada, de nuevo sus celos se apoderaban de su ser, como en cada ocasión que él y su esposo visitaban a su madre.

 

La señora permaneció un par de segundos en silencio, luego empezó a reír al ver a su hijo de esa forma. Le parecía linda esa actitud repentina del chico, y en esos momentos daba gracias a Kagami Taiga por haberlo cambiado desde la preparatoria, pues olvidado había quedado el hecho de que su hijo era egoísta, egocéntrico e invencible. Ese Daiki de antes de verdad le hacía perder los estribos, por suerte había llegado alguien para hacerlo cambiar en todos los sentidos.

 

Como flashes, a su mente empezaron a llegar los recuerdos de cuando Daiki estaba justo por entrar a la Universidad, esas memorias en las que el moreno le había confesado que no era gay, pero, muy extrañamente estaba enamorado del chico que ella y el padre de Daiki creían como su mejor amigo.

Aquella confesión había sido un shock emocional muy grande, recordó que incluso había tenido muchos problemas con Daiki y con su padre por eso… Pero todo se había arreglado… ella, y el padre del chico habían entendido que no podían cambiar a su hijo, y que su felicidad era primordial. Si Daiki era feliz, ellos también, y ante los ojos de ambos padres Daiki era más feliz que nunca.

 

—¿Dónde está papá?— Cuestionó el moreno; notó como su madre le hacía una seña para que entrara a la casa y tomara asiento, y él hizo caso a esas señas.

—Está de viaje, cubriendo una noticia importante en Okinawa, tal vez regrese mañana.—La señora dijo por último, antes de dejar solo a Aomine por unos minutos mientras ella iba hacia la cocina.

El padre de Aomine trabajaba como periodista para una importante cadena televisiva de Tokio, por lo que tenía que viajar muy seguido a otras prefecturas lejanas.

 

El moreno se sentó en el sillón, dejando las estorbosas maletas en el piso y recargó su cuerpo sobre el respaldo del mueble,  enfocó sus orbes azules en el reloj que estaba colgado sobre la pared.

Las 11:35” No debía preocuparse mucho, pues aún tenía tiempo de sobra para todos sus planes del día.

 

—¿Hoy no trabajaste, Daiki?— La pregunta se escuchó, ya que la señora peliazul regresaba de la cocina con una bebida en mano.

—No,  bueno… me dieron el día.— Tomó la bebida que su madre le ofrecía y dio un sorbo —Hoy es un día especial.—

La mujer se sentó frente a su hijo, en un sofá, notando el cambio de tono en la voz del moreno. Sonrió tiernamente y fijó su mirada en el chico.

—Puedo imaginarme de qué se trata.— Ahora entendía el asunto al ver a su hijo bien vestido, bien peinado, y ella, como madre, podía decir que se veía muy guapo —¿Necesitas ayuda con tus planes?— Preguntó, sabiendo de antemano que Daiki no estaría ahí sin una razón… aquello le hacía sentirse importante y querida por el chico.

—En realidad… ahora que lo mencionas…— Dio otro sorbo a su bebida; al menos su madre estaba tranquila y dispuesta a ayudar… tal vez no era tan mala idea pedir el favor. —Quiero saber si podrías prestarme tu ‘Alpha Romeo Spider’—

 

La mujer tosió un par de veces ante la petición tan osada de su hijo.

—Daiki, sabes que ese auto es mi tesoro.— Habló vislumbrando cómo su hijo rodaba los ojos —No dejaría a cualquiera manejarlo.— Quedó pensativa mientras Aomine chasqueaba la lengua en molestia. —Pero ya que ésta es una ocasión especial… y le darás a mi lindo Taiga una sorpresa…—

Y ahí estaban otra vez los comentarios al aire de su madre que hacía lo posible por poner de mal humor al moreno.

—¿Entonces me lo prestarás? — Trató de pasar por alto sus celos y mencionó tranquilo, con una sonrisa que decía a gritos ‘Anda mami, sólo por ésta vez’

—Bueno… lleguemos a una negociación…— Comentó para luego escuchar un ‘Ay no’ casi inaudible de parte de su hijo. —Te lo prestaré con la condición de que en fin de semana vengas a pintar los cuartos del segundo piso. Ya necesitan pintura nueva.— Era un trato justo: su lujoso y bello auto a cambio de un poco de trabajo duro por parte de su hijo —Ah, pero traerás a Taiga. Así mientras tú pintas la casa, yo estaré con él platicando a gusto.— Y rió ante su comentario y al saber a su hijo más celoso.

 

El moreno estaba que echaba humo, ya no sabía si su molestia era por los celos que su madre causaba en él o porque tenía que pasarse sus fines de semana pintando la casa en la que ya no vivía. Pero todo era por una buena causa… así que no tenía otra opción… era eso o regresar a la  agencia de autos y pagar varios miles de yenes para rentar un auto que no era muy de su gusto.

—De acuerdo… tu ganas, mamá… —

La mujer sonrió plenamente y se levantó de su asiento, haciéndole a su hijo una seña para que la siguiera, a lo que el chico no se hizo de rogar y caminó detrás de ella.

 

—Debo decirte que le hice unas ligeras modificaciones a mi auto, seguro que te gustará.— Musitó la señora deteniéndose justo en la puerta que daba hacia el garaje.

El moreno no dijo nada, solo espero a que su madre abriera la puerta y encendiera la luz del oscuro lugar.

—¡¡¡¡Es rosa!!!! —Gritó aterrado al ver el color del auto. En realidad aquél vehículo no era nada diferente del que había visto en la Agencia de autos.-¿¿¡¡Qué le hiciste al auto!!??— Pues su memoria no lo engañaba; recordaba que ese vehículo era negro y muy envidiable.

—¿Te gusta? ¿Verdad que es hermoso? — La señora empezó a aplaudir animosamente.

El moreno recargó su cabeza en el marco de la puerta, y comenzó a quejarse sin que la mujer pudiera entender realmente lo que decía.

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—¡Adios cariño! Pasa un buen día. Salúdame a Taiga— La madre de Daiki gritaba desde el pórtico, agitando la mano en despedida.

Aomine no contestó, simplemente movió su mano de la misma forma y asintió con la cabeza a la oración escuchada.

El gran Aomine Daiki conduciendo un auto rosa… eso no se lo había imaginado ni en sus más remotos sueños; pero, no todo era tan malo, al menos no había tenido que gastar dinero en el proceso; solo lo obvio, como que tenía que ir el siguiente fin de semana a pintar la casa de su madre… pero era menos de lo que él esperaba.

 

Y allí estaba él… manejando un auto descapotado: el ‘Alpha Romeo Spider’ rosa de su madre, siendo mirado por muchas personas… “Al diablo con eso”, pensó de repente, ya que, después de todo, sus planes estaban yendo muy bien.

De pronto se estacionó junto a la acera de la calle y sacó de su maleta unos lentes oscuros, ideales para ese día de mucho sol.

—Si voy a hacer esto, será con estilo…— Se dijo, poniéndose los lentes de sol y tomando frente al  volante una actitud de ‘conduzco un auto genial en rosa, baby’. Puso nuevamente el auto en marcha, ésta vez hacia un destino en particular, sabiendo que casi culminaban sus maravillosos planes para sorprender a su esposo.

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Kagami había tenido un día tranquilo: un muy pequeño incendio se había suscitado en un departamento en el barrio de Minato, y había tenido que ayudar  a una pequeña niña a bajar a su gato llamado ‘señor quesito’ de un árbol. Y obviamente si Aomine preguntaba ‘¿Qué tal estuvo tu día’ ni de loco confesaría que había bajado a un gato de un árbol… aquello seguramente desencadenaría en más bromas de mal gusto por parte de su esposo.

 

Estaba a punto de acudir a un llamado para apoyar en un accidente automovilístico, cuando la secretaria del cuartel intervino.

 

—Kagami-san ¿A dónde va?— La chica trigueña pronunció una estúpida pregunta, o al menos eso fue como lo tomó el pelirrojo. ¿A dónde iba? Obvio que a seguir haciendo su trabajo.

—Iré a apoyar en el accidente — Alcanzó su chaqueta inflamable, pero la mano de la chica sobre la suya se lo impidió.

—Estoy segura de que usted no es requerido en ese lugar.— La chica rápidamente quitó su mano, pues su intención no era invadir el espacio personal del bombero, ni mucho menos que éste pensara que estaba coqueteando.

—¿De qué hablas, Asaka? Por supuesto que tengo que ir…—

—Verá… el jefe le dio el día libre desde este momento… — Sonrió, y recibió la mirada de extrañeza por parte de Kagami —Parece que usted tiene cosas más importantes para el día de hoy.— Musitó, notando cómo el pelirrojo nuevamente colgaba su chaqueta en el perchero sin comprender aún sus palabras. —Por cierto… alguien lo está esperando en la entrada.— La chica no esperó ningún comentario de respuesta y rápidamente fue hacia su escritorio.

 

Kagami permaneció en su lugar, tratando de entender lo que la trigueña había dicho. Con curiosidad empezó a caminar hacia la puerta de entrada, para saber quién era esa persona que lo estaba esperando, tal y como había dicho la chica.

 

—Hola cariño.— El comentario de Aomine en sarcasmo se hizo escuchar justo cuando el pelirrojo abrió la puerta de entrada del cuartel.

—¡Daiki! ¿Qué haces aquí? ¿Pasó algo? — Su voz denotó preocupación, pero estaba feliz por ver a su esposo justo frente a él —Además… ¿ese no es el auto de tu mamá?—

—Tch… pequeños detalles… — Se quitó los lentes de sol y notó la sonrisa enorme de su esposo pelirrojo —¿Qué te parece si subes al auto ese hermoso trasero tuyo y nos vamos de éste lugar?—

—Idiota…— Insultó al escuchar la pregunta del moreno, y entonces todas las palabras de la secretaria habían tenido concordancia. No sabía si Aomine había tenido algo que ver en el hecho de que le dieran el resto del día libre, pero fugarse de ese lugar no era una mala idea.

Aomine notó a su novio tan pensativo, y no perdió la oportunidad de recorrer sus ojos de arriba debajo de su cuerpo, esa visión de Kagami un poco sucio, con el traje de bombero… era algo de repente excitante… Hizo la nota mental de pedirle al pelirrojo que algún día llevara su traje de bombero a casa e hiciera un show ‘sólo para él’.

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Kagami se había dado una ducha rápida en el cuartel y se había puesto la ropa limpia que tenía guardada en su locker, y sin hacer esperar más a su esposo salió de ese lugar, cargando una maleta pequeña y  abordando rápido el auto.

Inmediatamente sus ojos se fijaron en las otras dos maletas que se encontraban en el asiento trasero del auto. No sabía qué era lo que su esposo estaba tramando.

 

—¿A dónde iremos, Daiki?— No evitó el preguntar, ya que el moreno prácticamente lo estaba raptando.

—Shhhh. Es de mala educación hablar mientras conduzco.—

—Pfff, claro que no idiota…— Se quejó, entendiendo que Aomine no le diría nada.

—Ya lo verás, Bakagami.—

Ni siquiera respondió al insulto que había dejado escuchar el peliazul, cabía mencionar que al pelirrojo siempre le habían gustado las sorpresas, y más cuando venían de parte de Aomine, ya que el moreno sabía sorprenderlo mejor que nadie.

 

Detuvo el auto ante la luz en rojo y Kagami miró a dos personas muy conocidas caminar por la acera.

—¡¡Kise, Kuroko!!—El pelirrojo alzó la mano y los nombrados los miraron sin espera.

—¡Kagamicchi! ¿A dónde van?— El rubio parecía intrigado, pues no sabía sobre los planes del moreno para ese día.

—Te ves muy bien manejando un auto rosa, Aomine-kun.— Y por supuesto que Kuroko no pudo evitar sus palabras en broma.

—Tch… aléjense de este lujoso auto… —

—No sé a dónde iremos… Daiki no quiere decirme.—Kagami respondió a la pregunta hecha por su amigo rubio.

—Yo sé a dónde irán.— El peliceleste se apresuró a decir, por suerte para Aomine la luz ya había cambiado a verde.

—Aléjense, proletariados… hoy no están a nuestra altura.— El moreno mencionó para arrancar el auto y dejar atrás a sus dos amigos.

Kagami trató de no reír ante el comentario de Aomine hacia sus dos amigos.

 

Condujo el auto por las afueras de la ciudad, y Kagami no tenía ni una pista de a dónde lo llevaba el moreno, así que decidió esperar más tiempo.  A su mente llegaban muchas posibilidades: el ir a un restaurante, a un típico templo, a un parque… incluso ¿por qué no? a un hotel.

Su rostro se tiñó de rojo ante el pensamiento de la última posibilidad.

—¿Qué demonios estás pensando, Taiga?—Cuestionó al haber notado el sonrojo en el rostro de su esposo.

—N-nada… Así que mejor dime a dónde vamos.— Pidió para cambiar el tema de conversación, pero lo que obtuvo como respuesta fueron un par de risas.

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El sol estaba en todo su esplendor, habían estado casi por una hora a bordo del auto rosa; Aomine conduciendo con los lentes de sol puestos y Kagami solo  mirando  el pasar de las personas.

Empezaron a adentrarse a una zona que Kagami empezó a reconocer. Hacía muchos años había pasado por ese mismo lugar, de eso estaba seguro. Y la brisa cálida y húmeda que empezó a sentir sobre su rostro le dio la respuesta.

 

—¿Chiba?— cuestionó sin siquiera hacer correctamente una pregunta, miró al moreno, y gracias a esos lentes de sol no supo la verdadera reacción de su esposo. Aomine no dijo nada, pero Kagami, al ver la pequeña sonrisa que adornaba el rostro moreno, supo la respuesta a su pregunta.

Ahora estaba seguro de que se dirigían a Chiba.

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Después de otros 10 minutos de viaje, Kagami por fin pudo vislumbrar el hermoso mar, un espectáculo que le encantaba. Lo único que lo separaba del mar era esa la típica valla de contención de la carretera.

Aún no sabía qué era lo que tenía en mente su esposo, pero por el momento podría disfrutar del paisaje.

Un auto convertible clásico en color rosa, su esposo conduciendo con unas gafas oscuras de sol, a lo lejos las montañas, y a un lado el mar azul… aquello era digno de una postal del recuerdo.

 

 No tardaron mucho en entrar al área de turistas, en donde había mucha gente por todos lados, muchas tiendas de surf y en las playas se podía ver a muchas familias disfrutar del agua del mar.

Pero Aomine obviamente no esperaba pasar ese día en la playa, porque tenía mejores y más interesantes ideas.

 

Por fin el auto poco a poco fue deteniéndose frente a un hotel. Kagami miró el enorme edificio con las letras en grande ‘New Otani Hotel’ y las cinco estrellas que adornaban las letras. No podía creer que Aomine hubiera hecho reservaciones en un hotel de cinco estrellas, pero más que eso, trataba de saber de dónde había sacado su esposo el dinero suficiente para el hospedaje.

—Daiki… ¿Estás vendiendo drogas?—

—¡¡¡¿Qué?!!! — Subió la voz ante la pregunta, entendiendo a lo que su esposo se refería. —¡¡No!! ¡Por supuesto que no! Ya te lo explicaré más tarde.—

El chico del valet parking se encargó de recibirlos, Aomine cargó ambas maletas y tomó la mano de su esposo entre la suya, entrando al hotel y caminando hasta la recepcionista quien los recibió con una sonrisa, como cualquier encargada debía hacerlo.

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Se registraron rápidamente y el botones los dirigió hacia su suite. No debía decir que Kagami estaba totalmente emocionado por esa experiencia, es decir…. ¿Quién no se emocionaría al estar en la suite imperial de un hotel de 5 estrellas? Y claro que su rostro en total felicidad no pasó desapercibido por su esposo moreno.

 

Por fin llegaron ante la dichosa suite, Aomine abrió la puerta del cuarto, y lo que ambos encontraron los dejó con la boca abierta: Un enorme cuarto en color café y beige, con una enorme cama King size, una pantalla gigante de plasma junto a un reproductor de música de dos bocinas, un par de mesas pequeñas con sus respectivas sillas, un par de sillones al mismo color del cuarto, un pequeño bar en donde podían tomar cualquier bebida que quisieran… y alcanzaban a ver una puerta, lo que suponían que era el baño, y si miraban más al fondo del cuarto… podían encontrar un enorme jacuzzi de hidromasaje instalado en una plataforma de mármol verde a la que se podía subir por unos cuantos escalones.

Y eso no era todo… se podía también mencionar que el cuarto tenía una terraza enorme con vista al mar, en donde se podía observar otro jacuzzi, de un menor tamaño y una pequeña piscina junto a  éste…  Ese cuarto era como un sueño para ambos.

 

Ambos entraron al gran cuarto y el botones desapareció de la escena, Kagami se dirigió hacia la enorme cama y encendió la televisión gigante, pasando los canales con curiosidad.

Aomine por su parte fue hacia la plataforma y miró más de cerca el jacuzzi, sin poder evitarlo empezó a llenarlo con agua tibia.

 

—Aun no entiendo cómo hiciste para reservar este cuarto.— Mencionó un Kagami totalmente emocionado, sin poder borrar la sonrisa de su rostro.

—Eso no importa en estos momentos.— Se sentó junto al pelirrojo y tomó su rostro gentilmente, para luego besarlo. Vaya que necesitaba ese beso, pues sentía que por culpa de sus trabajos se estaban distanciando un poco. No era la culpa de ninguno de los dos, pero ya era justo un descanso y unos días juntos, y no había mejor ocasión que aprovechar su aniversario de bodas.

Aomine deshizo el beso y tomó la mano del pelirrojo para que se pusiera de pie.

—¿Qué te parece si aprovechamos el jacuzzi?— Su sonrisa coqueta no se hizo esperar, provocando un ligero sonrojo en las mejillas de Kagami.

 

Aomine rápidamente se deshizo de toda su ropa, quedando como Dios lo trajo al mundo y subió a la plataforma, entrando lentamente al jacuzzi y bajando por los pequeños escalones de éste, sintiendo cómo su piel se mojaba a cada escalón que bajaba.

Kagami tampoco perdió el tiempo, tomó su pequeña maleta y de ésta sacó una prenda muy inusual en color negro; una prenda que creía que no vería más… Sacó su iPod de esa misma maleta y se dirigió hacia el reproductor de música, para conectarlo al otro aparato y poner una lista de reproducción que seguramente a Aomine le resultaría bastante interesante.

 

El moreno se había adentrado de lleno en el agua tibia del jacuzzi, cuando escuchó la música de saxofón llenar el cuarto. Desde su lugar no podía alcanzar a observar a Kagami, así que solo esperó a que éste se le uniera en el jacuzzi.

No pasó mucho tiempo cuando Kagami se dejó mostrar, pero un detalle acaparó por completo su atención, y es que Kagami subía a la plataforma usando el jersey negro número 5 de Tōō. Aomine pocas veces había visto a su esposo usar ese jersey, que prácticamente ya estaba olvidado, pero siempre que lo hacía algo dentro de él se encendía rápidamente.

 

—¿Qué… qué demonios estás haciendo?— El moreno pudo pronunciar sin dejar de ver de arriba abajo a su esposo.

—Bueno... ésta cosa estaba polveándose en el armario… así que quise darle un mejor uso.—

Sus orbes azules no podían despegarse del cuerpo de su esposo, y aunque Kagami estuviera usando su ropa normal (a excepción de la camiseta) ante sus ojos el pelirrojo era excitante, aún con toda su ropa puesta.

Por fin pudo reaccionar y desvió la mirada, no sin antes chasquear la lengua en derrota.

—¿Acaso no te gusta que lo use?— Habló en un tono insinuante, mirando desde arriba al moreno.

El peliazul tragó saliva ante la pregunta ¡Por supuesto que le encantaba ver a Kagami usar su jersey!  Y más cuando empezaba a mover su cuerpo al movimiento de la música de jazz.

—Taiga… quieres matarme ¿Cierto?—

—Si matarte de placer es una opción… entonces sí.— Respondió bromista, moviendo sus caderas al compás de la música.

 

Debía admitirlo…. Estaba seguro que el sexo en el día de aniversario de bodas no haría falta, sin embargo, el que Kagami dejara la vergüenza que lo caracterizaba, y empezara con un show más ‘atrevido’ no estaba para nada en sus planes, y eso era lo mejor.

 

Los movimientos lentos de Kagami seguían fluyendo, sus manos se dirigieron hacia su cinturón y sin problemas se deshizo de ese artículo, botándolo a unos metros de distancia. Ahora prosiguió a desabrochar su pantalón, sin dejar de mover sus caderas ante la música.

—¡Dios, Taiga!— Musitó el moreno, sintiendo cómo su miembro estaba empezando a despertar simplemente con la silueta de Kagami bailando sensualmente ante sus ojos.

Lentamente el pelirrojo se deshizo de su pantalón, dejando al descubierto sus piernas bien torneadas y esos músculos de sus pantorrillas.

 

Aomine tuvo que morder su propio labio al notar cuál es la prenda que seguía: la ropa interior de su esposo…

Sonrió divertido al ver la impaciencia del moreno, tenerlo así era una de las cosas que más le encantaban, así que siguió bailando sensualmente, mientras posaba sus manos sobre la prenda que cubría sus partes íntimas.

—No me tortures, Taiga.—

Rió ante la advertencia de Aomine. Claro que planeaba torturarlo y saber hasta qué punto ambos podían resistir el deseo sin tocarse; pero parecía que su esposo tenía otras ideas, ya que Kagami notó cómo el peliazul llevaba una mano hacia su entrepierna.

—¡No!... No te toques… —

—Bastardo.— insultó, haciendo lo que su esposo le había pedido y retirando su mano de inmediato.

 

Sonrió al saber a su esposo tan obediente, sin demora se despojó de su ropa interior, y sus partes fueron tapadas solamente por el largo jersey negro; no dejó de moverse al compás de la música, siguió con sus movimientos sugestivos y sensuales que hicieron suspirar un par de veces al moreno.

Creyó que era tiempo de unirse a Aomine dentro del agua, y lentamente fue bajando por los escalones del jacuzzi, hasta que el agua llegó hasta su cintura, mojando también la prenda de Tōō.

 

El moreno se acercó a Kagami y trató de rodearlo con sus brazos, sin embargo, fue detenido por el mismo pelirrojo.

—Tienes prohibido tocarme.— Uno de sus dedos se posó sobre los labios del peliazul, evitando así que pudiera quejarse de lo que acaba de decir.

El corazón de Aomine latía frenéticamente ante las acciones del pelirrojo, y su deseo se había encendido; bastaba con ver su miembro totalmente erecto sin siquiera haberlo tocado para saber que estaba ardiendo en deseo.

Kagami juntó su cuerpo al de su esposo y tomó ambas manos de éste entre las suyas, evitando así que pudiera ser tocado. Siguió bailando frente a él, rozando varias veces su miembro con el de Aomine, sintiendo cuán duro estaba éste.

 

Con movimientos lentos, hizo que el más alto se sentara en una escalinata del jacuzzi, con el agua llegándole hasta el pecho,  y se montó sobre él, aun bailando al ritmo de la música, sin dejar libres las manos morenas.

La respiración del moreno poco a poco iba haciéndose más apresurada, y es que los movimientos de Kagami debajo del agua lo hacían querer tomarlo por la mala y de una forma fuerte.

Kagami había atrapado las manos del moreno, pero su boca aún estaba libre, y sin pensarlo dos veces, Aomine dirigió sus labios hacia el pecho de piel bronceada que tenía frente a él; el de orbes rubíes lo permitió… pues esos labios suaves se sentían tan bien sobre su piel.

 

—Contrólate un poco, amor… no quiero que termines sin haberme hecho el amor.—Bromeó Kagami, sintiendo debajo de él cómo la virilidad de su esposo palpitaba de placer.

—Será tu culpa por torturarme de ésta forma.—

—Entonces no te haré esperar más…—Rió un par de veces antes de dirigir la mano derecha de su esposo hacia su trasero, en específico hacia su entrada.

Tratando de terminar con ese martirio, adentró un dedo en aquella cavidad estrecha y  su otra mano se dirigió hacia el miembro de Kagami, tratando de despertarlo. Un gemido no muy audible se confundió con la música de jazz, después Kagami dirigió sus labios hacia los de su esposo, para tomarlos tiernamente, encontrándose con la lengua contraria y empezando una especie de lucha con sus lenguas.

 

Despegó sus de los del moreno al sentir cómo dos dedos se adentraban en él, tratando de expandir más esa entrada. La respiración de Kagami también empezaba a acelerarse; sentía cómo la diestra mano de su esposo bombeaba lentamente su miembro, sintiendo toda la longitud de su erección.

Sin demora, Aomine adentró tres dedos, recibiendo otro gemido ante sus acciones.

—Nngh… Daiki…— Musitó en el oído del otro, empezando a moverse lentamente ante el compás de los movimientos de la mano morena. —Let me ride you.— Volvió a hablar, ésta vez en inglés, cosa que Aomine no entendió del todo… y a pesar de que tenía una relación de años con el pelirrojo aún no podía entender todas sus oraciones en inglés.

 

Kagami tomó entre su mano el pene del moreno y lo puso en su entrada; Aomine, expectante, puso ambas manos en las caderas de su esposo, y cerró los ojos al sentir cómo se abría paso lentamente en el cuerpo tan estrecho de Kagami. No era necesario el lubricante, pues el agua del jacuzzi hacía el trabajo perfectamente.

—Nnngh… oh sí…— Gimió al sentir el cuerpo estrecho de Kagami envolver su virilidad.

Sin tardanza, el pelirrojo empezó una serie de movimientos lentos, dejando entrar y meter el sexo de Aomine en él, escuchando el chapoteo de sus cuerpos en el agua, era un sonido por demás erótico y sensual.

—Feliz séptimo aniversario, Daiki.—Sonrió, pausando por unos segundos sus movimientos y adueñándose nuevamente de los labios morenos, sintiéndose correspondido al instante.

—Te amo, Taiga.— Respondió entre el beso, para empezarse a mover debajo del pelirrojo, con movimientos lentos pero hondos, haciéndolo gemir y moverse al mismo ritmo de las estocadas.

 

Los movimientos de ambos estaban perfectamente sincronizados, hasta que Aomine quiso una posición más dominante. Se levantó y tomó del brazo al pelirrojo, hasta girarlo un poco y que su espalda de piel bronceada se encontrara frente a él.  Kagami le hizo las cosas un poco más fáciles agachándose un poco, sobre el borde del jacuzzi y dándole total acceso al moreno.

Dejó escapar otro gemido de su boca al sentir cómo el moreno nuevamente lo penetraba, muy lento y casi tortuoso; tomó una de las piernas de Kagami y la subió hasta el borde del jacuzzi, dándole una mejor opción al penetrar a su esposo más hondamente.

—Daiki… fuck me… ¡yes!—

Y ahí estaba una de las cosas que Aomine más amaba de Kagami al momento del sexo, y eso era el escuchar aquellas palabras extranjeras. La mayoría de ellas las había memorizado y sabía lo que significaba;  aquel lenguaje era como música para sus oídos.

 

Las suaves embestidas empezaron a subir de intensidad, haciendo los gemidos de Kagami más sonoros que la música que aún se escuchaba.

El pelirrojo llevaba una mano hacia su miembro, estimulándolo mientras Aomine lo tomaba de una forma salvaje, justo como a él le gustaba.

 

Kagami se separó lo suficiente, sólo para quitarse el jersey mojado y dejarlo a un lado, para luego sentarse sobre la orilla del jacuzzi, atrayendo nuevamente a Aomine a él y seguir con la muestra de su amor.

Aomine besó la piel bronceada, empezando desde el cuello, bajando lentamente hasta los pezones de su esposo, estimulando cada uno de ellos con su lengua, recibiendo varios suspiros de placer ante sus acciones. Luego volvió a adentrarse en el cuerpo de su amado, pero ésta vez podía besarlo y no dudó en hacerlo, uniendo sus labios en un baile sensual de movimientos de sus lenguas; después pasó sus labios por la barbilla del pelirrojo, degustando la piel bronceada, y sin cesar sus movimientos de cadera bajó nuevamente por el cuello de Kagami, mordiendo levemente la piel expuesta, mientras sus manos se colocaban en las caderas ajenas.

 

—Daiki… estos 7 años han sido lo mejor de mi vida.— Se enfocó con los ojos azules que tenía frente a él, hablando tiernamente al momento en el que las embestidas bajaban de intensidad.

Aomine no respondió inmediatamente, pero su rostro cambió y en su mirada se podía denotar ternura y felicidad. Podía sentir su corazón palpitar fuertemente ante las palabras dichas por el pelirrojo.

—No digas esas cosas tan vergonzosas, Bakagami.—

El de piel bronceada sonrió a las palabras, en esos 7 años de matrimonio con Aomine había aprendido que el moreno prefería demostrar sus sentimientos que decirlo con palabras, justo como lo estaba haciendo en ese preciso momento.

 

Fue recostándose en el piso frio de mármol a medida que sus brazos empezaron a cansarse, fue el momento en el que Aomine aprovechó para estimular la virilidad de Kagami con su mano., notando el líquido pre-seminal que escapaba del cuerpo bronceado, producto de la pasión desbordante que estaba sintiendo.

 

—Ahh… Daiki.. ahí… justo ahí…— Gimió el pelirrojo al sentir cómo el miembro de Aomine había golpeado su próstata. El moreno sonrió triunfante y nuevamente arremetió contra el cuerpo de su esposo, golpeando una y otra vez esa zona que hacía gritar y pedir por más al pelirrojo. —Así… sigue, dame más… más fuerte…—

Y Aomine simplemente cumplió las peticiones que su esposo le hacía, dándole embestidas cada vez más fuertes y rápidas, sintiendo el cuerpo estrecho de Kagami envolver deliciosamente su virilidad.

—Daiki… estoy a punto de…— Trató de terminar su frase, pero los gemidos ante el placer que su esposo le hacía sentir no lo dejaron.

—Termina… termina para mí…— Sabía que él tampoco iba a durar mucho, y más por las repentinas contracciones que estaba teniendo Kagami.

 

El pelirrojo terminó acompañado de un gemido audible aferrándose a las manos de Aomine que yacían en la cintura de piel bronceada, sintiendo las últimas embestidas poderosas antes de que el moreno también se entregara al placer, pronunciando el nombre de su esposo en un gemido.

Tras haber pasado la ola de placer, Kagami se incorporó lo suficiente para encontrarse con el rostro del moreno y besarlo tiernamente.  

—Perfecto… ahora no podremos disfrutar del jacuzzi.— El moreno habló, mirando los restos de semen colarse por el agua que rodeaba sus cuerpos.

—Tomemos una ducha.— Propuso, tomando la mano morena entre la suya y acercándose al rostro contrario para dejar un beso fugaz.

—Buena idea.—

 

El resto del día pasó similar: aprovecharon cada rincón del cuarto lujoso… haciendo el amor en la ducha, en la cama, incluso en la terraza, sin importarles un bledo si alguien llegaba a verlos o no…

 

Después de aquellas sesiones interesantes de ‘demuestra tu amor’, se fueron a la cama, exhaustos y felices. Se dedicarían a disfrutar el día siguiente en la playa. Esta vez Aomine no tenía más planes, pero un día en la playa no sonaba tan mal.

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Unos cabellos en su rostro lo despertaron, lentamente abrió los ojos y de inmediato reconoció la melena roja de su esposo frente a él. Suspiró aliviado al saber que ésta vez había despertado junto al pelirrojo y no tenían que preocuparse por levantarse y correr al trabajo.

Movió un poco los cabellos rojizos y rodeó el cuerpo ajeno con su brazo, sintiendo el contacto de la piel cálida de su esposo. Trató de cerrar los ojos y dormir un poco más, pero no pudo; el sueño se había desvanecido y se dio por vencido con la idea de volver a dormir.

 

Después de casi una hora, Kagami despertó y abrió sus ojos, encontrándose con un par de zafiros que lo miraban tiernamente.

—Buen día.— Se apresuró a decir, llevando una mano hacia su rostro y tallando uno de sus ojos.

No recibió un saludo, más bien, como respuesta, recibió varios besos fugaces sobre todo su rostro.

—¿Qué quieres hacer hoy?— Cuestionó el más alto, recostándose correctamente junto a su esposo pelirrojo y tomando su mano entre la suya, para jugar con sus dedos, como solía hacerlo al despertar.

—Vayamos a la playa… — La respuesta no fue nada sorpresiva, y hasta cierto punto fue lógica. ¿Para qué otra razón habían ido a Chiba?

El moreno asintió a las palabras, sin dejar de recorrer los dedos de Kagami con sus manos, notando las pocas heridas y muy leves quemaduras que había en su piel.

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Pasaron otra hora en el cuarto del hotel, pues Kagami había decidido dormir más tiempo y Aomine no tuvo ninguna objeción, después de todo su esposo había estado trabajando bastante y necesitaba descanso.

Otra hora pasó con ellos en el restaurante, comiendo el típico buffet que el hotel les ofrecía; no valía la pena mencionar que Kagami obviamente había arrasado con  prácticamente todo el buffet. Aomine había pasado casi 10 años de relación con el pelirrojo y nunca le había dejado de impactar aquel hoyo negro que Kagami llamaba ‘estómago’.

 

Por fin…¡Por fin! Pudieron ir a la playa, sintieron la arena caliente colarse entre los dedos de sus pies. Kagami colocó dos toallas sobre la arena y se dispusieron a sentarse sobre éstas, a observar un poco el ambiente, antes de entrar al mar.

Los recuerdos en la cabeza del pelirrojo empezaron a llegar; en esos recuerdos aparecía él y su ahora esposo, habían ido a ese mismo lugar en las vacaciones de fin de cursos. Recordó cómo él y Aomine habían rentado unas tablas de surf y se habían deslizado entre las olas del mar, y aunque el moreno no sabía nada sobre el tema del surf lo había hecho bien.

Kagami no había podido callar al moreno en toda la semana y había tenido que escuchar una y otra vez esa estúpida oración ‘El único que puede vencerme soy yo, incluso en el surf’, aquello había sido un sufrimiento grande.

 

—Deja de poner una cara de tonto, Taiga.— El moreno sacó de sus pensamientos al otro.

—Idiota, estaba recordando cosas interesantes.—

—¿Huh? ¿Qué tipo de cosas? — Su curiosidad se mostró en ese momento.

—A cierto tipo surfeando como vil tonto en las olas— Mostró una sonrisa, sin mirar al otro.

—¡Claro! Esa ocasión… el único que puede vencerme soy yo, incluso en el surf.—

Kagami chasqueó la lengua al escuchar aquella estúpida frase que hacía 10 años no escuchaba.

Por supuesto que Aomine recordaba aquél día, y lo recordaba como si hubiese sido ayer, era demasiado excitante recordar al Kagami de preparatoria usando el típico traje de neopreno de surfista, una visión que jamás podría olvidar.

 

Kagami adoraba estar allí sentado junto al moreno, dejando que su piel se bronceara un poco más, sintiendo la brisa húmeda del viento; pero no todo era tan lindo… había una cosa en especial que no le agradaba de ese lugar, y aquello eran… las chicas de busto grande usando bikini, pues su esposo muy a menudo se perdía mirando a las chicas de grandes pechos deambular por la playa.

Tenía bien entendido que su esposo no era gay… pues siempre le había gustado una parte especial en el cuerpo de las chicas, y aquello era realmente extraño. Aún no se explicaba el misterio de que Aomine no era gay, sin embargo amaba con demasía al pelirrojo… era algo que no podía explicarse tan fácilmente, sin embargo Kagami se sabía el dueño del gran Aomine Daiki, y eso era lo que importaba.

 

—Hey Taiga, deja de pensar y vamos al mar.— El moreno se levantó y le ofreció su mano a Kagami, para que éste la tomara y ambos fueran a nadar; el pelirrojo tomó la mano morena y se levantó también, y ambos se dirigieron hacia el mar.

Se adentraron en el agua hasta que ésta llegó hasta la cintura de ambos, el más alto rodeó al otro de la cintura y lo atrajo a su cuerpo, sin previo aviso juntó sus labios en un beso tierno.

Kagami posó su mano sobre la melena azulada y profundizó el beso, pasando por alto el bullicio de las personas que transitaban por el lugar y miraban a ambos chicos besarse.

—Deja de besarme así… a menos que quieras que te haga el amor justo aquí.— Miró de reojo cómo varias personas se habían detenido a mirarlos, aquello no era extraño, incluso ya se habían acostumbrado.

—No sería mala idea… podríamos darles un show.— Dejó un beso fugaz en los labios del moreno.

—Por supuesto, y seríamos arrestados por indecencia y llevados a la cárcel después de celebrar nuestro aniversario de bodas… Suena bien para mí.—

Trató de no reír ante el comentario.

—Tienes razón… no es buena idea.— Se alejó un par de pasos del moreno —Entonces… ¿Qué te parece esto?— Tomó desprevenido al moreno y le arrojó agua justo en la cara.

—¡Bakagami!— Miró como el pelirrojo se alejaba corriendo entre el agua y sin demora lo siguió, para darle su merecido de la misma forma.

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Regresaron al hotel para comer algo, habían paseado por las calles del lugar y habían ido nuevamente a la playa a ver la puesta de sol.

Ambos se sentían tan tranquilos y relajados, era justo lo que necesitaban después de tanto trabajo y tanto estrés.

La noche rápidamente había caído, y otro día habían pasado juntos, disfrutando de la playa de Chiba.

Nuevamente estaban sentados sobre la arena sin importarles el hecho de que sus ropas se ensuciaran, el clima era cálido y húmedo y se podía alcanzar a ver mucha gente aún en el lugar.

 

—Así que… es nuestra última noche en éste lugar…— Kagami sacaba un paquete de entre su ropa y se lo entregaba a Aomine.

—Sabes que pagaría otra noche para quedarnos en esa suite, pero—

—Lo sé… — Interrumpió, sabiendo la situación económica en la que se encontraban. —En realidad… fue el mejor regalo de aniversario.—

Se sentía feliz al saber que Kagami estaba realmente contento con el regalo improvisado.

Sacó del paquete que previamente le había entregado el pelirrojo, un par de luces de bengala, y buscó el encendedor que por suerte no se le había olvidado llevar.

 

—Fue Murasakibara quien me dio un volante para participar en una extraña competencia de tiros— Empezó a hablar, encendiendo ambas luces y dándole una a Kagami, quien enarcó una ceja y lo miró con un poco de extrañeza ante las recientes palabras escuchadas. —El premio de esa competencia era una reservación en la suite de lujo del nuevo hotel—

Kagami permaneció en silencio, observando las luces de bengala que parecían hipnotizar.

—Sabía que tenía que ganar esa competencia para darte el mejor regalo de aniversario de bodas.— Siguió hablando, sin ser interrumpido —Pero jamás imaginé que  esa competencia estaba organizada por el tipo emo—

Kagami no preguntó, pero sabía perfectamente que el moreno se refería a su hermano Himuro.

—Tampoco me imaginé que aparecería Midorima y su molesto esposo.—

Una sonrisa se formó en el rostro del pelirrojo al imaginar  que no había resultado nada fácil el que su esposo ganara una competencia de tiros contra el tirador de la Generación Milagrosa.

—Pero la suerte estuvo de mi lado, y Himuro hizo la reservación a mi nombre.— Gracias a la luz que despedían las pequeñas bengalas notó la sonrisa de dientes blancos de Kagami, y cuando se dio cuenta, estaba correspondiendo a ese gesto también con una sonrisa. —Luego fui a una Agencia de autos a rentar el vehículo  que siempre quise conducir y presumir. Lo malo fue que el dependiente tenía ese auto en un color rosa.— Habló, escuchando el fallido intento de su esposo por no reír —¡No podía imaginarme a mí mismo conduciendo un auto rosa! Entonces decidí tratar de persuadir a mi madre para prestarme su auto… el cual, la última vez que lo vi era negro… ¡negro!— Se rió de sus propias palabras —Qué decepción cuando noté que mi madre había cambiado el color del auto a uno rosa.— Ambos chicos empezaron a reír.

 

Claro que Aomine no había mencionado ciertas cosas, como que Kise y Kuroko fueron los encargados de recordarle sobre la fecha tan importante, o el hecho de que el moreno tuvo que llamar al jefe del cuartel de bomberos para pedirle el dejar salir a Kagami un par de horas antes para celebrar su aniversario de bodas. Creyó que esas cosas podían quedarse como secretas.

 

El corazón de Kagami comenzó a latir rápidamente. Sabía que su esposo cuando se lo proponía era romántico, pero no se imaginaba las cosas por las que había pasado el día anterior solo para darle el mejor regalo de aniversario de bodas.

 

—Daiki… tengo que decirte algo importante…— Musitó acaparando de inmediato la atención de su esposo, éste esperó a que el pelirrojo empezara a hablar. Kagami suspiró hondamente y se dispuso a dar la noticia. —Yo… bueno.. yo… estoy…— Pausó sus palabras, dejando sobre la arena la luz de bengala que tenía en la mano y mirar fijamente los orbes azules de su esposo —Daiki… yo… estoy… estoy embarazado.—

No se hizo esperar el rostro de suma sorpresa del moreno, por un momento permaneció en estado de shock, tratando de hacer fluir en su cerebro las palabras que había escuchado del pelirrojo.

—¿Cómo?— Preguntó de nuevo, tratando de saber si acaso no había escuchado mal.

—Dije que estoy embarazado.—

—Ah…— Fue lo único que pudo responder en ese momento, mientras intentaba formular una respuesta más coherente —Significa… que… ¿Tendremos un hijo?—

—Supongo que sí, ‘genio’.—

Por fin su cerebro asimiló el asunto y sin pensarlo, se abalanzo hacia su esposo, abrazándolo fuertemente ante la emoción que sentía. No tenía palabras para describir cómo se sentía, pero sabía que con ese simple abrazo Kagami había entendido su sentir.

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Una semana después…

 

—Ahora que serán padres, Daiki debe cuidarte mucho.— Hablaba la madre de Aomine, sentada en un sofá del lugar, con Kagami frente a él, sonriéndole.

—Oh sí, en realidad él ayuda más en casa… debería estar embarazado toda mi vida.— El pelirrojo y la señora rieron ante el comentario.

—Ya no puedo esperar a conocer al mini-Taiga que andará corriendo por todas partes de esta casa.— La mujer mostró un brillo en sus ojos. —Yo me apunto para elegir el nombre si es niña.—

—Oi, mamá… ese es asunto de Taiga y mío— Gruñó de molestia Aomine, con un rodillo en su mano, pintando de beige la pared de un enorme cuarto.

—Daiki, tu deberías apresurarte y terminar de pintar, o se hará noche.— La señora no tardó en responder, vislumbró cómo su hijo rodaba los ojos y seguía con su trabajo. —Taiga ¿Qué te parece si vamos a la cocina y te preparo algo delicioso? Te enseñaré una nueva receta que aprendí durante la semana.—

—¡Eso suena genial!— Kagami y su suegra se levantaron de su asiento y se dispusieron a salir del cuarto. —Daiki, no tardes mucho.— Le guiñó el ojo a su esposo y se perdió a la vista de éste.

—Ese bastardo…— Chasqueó la boca en enojo.

 

Justo en ese momento pensó que pagarle a un completo extraño por rentar un auto durante tres días no era tan malo comparado con el trabajo de estar pintando la casa de su madre.

¿Cómo había sido tan tonto como para ser persuadido por la mujer que le dio la vida?

Bueno, al menos esa experiencia quedaría como una nota mental para no volverlo a hacer, y menos cuando el coche que había manejado era de un color rosa.

 

 

Notas finales:

Me dormí el día de ayer a las 3 de la mañana por terminar el fic... era eso o seguirme sintiendo estresada :v 
Espero que les haya gustado, sus comentarios son muy importantes para mí.


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