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Amor adolescente por Rikotan

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Notas del fanfic:

¡Hola!

Aquí me tienen de nuevo xD esta vez con otro fanfic de convocatoria AoKaga <3

Lo primero que debo decirles al respecto es que esta es la primera vez que escribo algo tan romántico y lleno de arcoíris por todos lados.
También debo ser sincera que disfruté al cien por ciento escribir esta historia de principio a fin a diferencia de la otra en la que casi muero x-x -todo es su culpa porque aquella vez la dejó totalmente para última hora-

También debo disculparme por cualquier horror ortográfico o gramatical en el transcurso de la lectura.

Debo decir que habrá algunos hipervínculos de canciones colocados estratégicamente para no afectar en la lectura.

Y tengo aclarar que este fanfic va dedicado totalmente a Ela Taiga. Mujer, espero que te guste tanto como a mí que lo disfruté hasta el final.

Los personajes de Kuroko no basuke no me pertenecen, son propiedad de Tadatoshi Fujimaki, si fueran míos hace mucho tiempo hubiera hecho la serie totalmente dedicada al AoKaga y al sexo salvaje entre ellos x3

En las notas finales estarán los agradecimientos, aclaraciones y créditos <3

Bueno, ya no les retengo más. ¡A leer se ha dicho! 

Se quedaba sentado sin decir palabra, fingía que estaba pensando un buen consejo, mas no era eso lo que pasaba por su mente; dolía, eso pensaba, en que el actuar del pelirrojo no había sido con intención, pero eso no hacía que hubiera sido menos doloroso y, por consiguiente, menos cruel.

 Pero es que Taiga no tenía por qué saber lo que sentía por él, después de todo jamás se lo dijo. Qué idiota. Era su culpa entonces, si él no se hubiera guardado las palabras no estaría en esa situación ahora, seguro que su amigo estaría pidiéndole ese consejo a alguien más -porque no se atrevía a imaginarse que fueran pareja, ambos eran chicos y hasta donde él sabía Kagami no era homosexual-. Pero como no le había dicho ahora debía aconsejarlo.

 ¿Qué le decía? Daiki no era tan hijo de puta como para darle un mal consejo, lo amaba, pero no por eso iba a impedirle que amara a alguien más o que estuviera con ella. Lo dudaba por otra cosa, no intentaría hacer que lo rechazaran, quería que todo le saliera bien, ansiaba ver sonreír a Taiga, verlo poner esos estúpidos ojos de enamorado que demostraban lo feliz que se sentía a la gente, aunque no fueran por él. Y era por eso que pensaba, él no era de los que conquistaban a las chicas, las novias que había tenido eran más que nada por el sexo -por no decir que eran sólo por eso-, él sólo había sentido amor por una persona: Kagami Taiga.

 Tal vez Kise sabría algo… Ah, pero éste no sabía mucho sobre el tema, después de todo a él las mujeres se le pegaban como si fuera un maldito imán, su única conquista que le había costado bastante, era con su actual pareja, y no creía que Tetsu contara como una chica. El peliceleste tampoco había tenido novias, sólo había estado con el rubio. ¿Quién más? Murasakibara nunca pareció interesado en algo que no fueran sus dulces, tal vez el básquet, pero tampoco iba a llamarlo para preguntarle eso, si no se había molestado en hablarle tras salir de secundaria; Akashi seguramente lo mandaría a la mierda; Midorima era demasiado “tsundere” como para conquistar chicas. Suspiró, la tarea le tocaría a él, y no quería aconsejarlo, dolía hacerlo y no tenía excusa para rechazarlo. Al final aceptaba la tarea aunque le doliera hacer eso.

—Mmm…—pensó detenidamente mientras se tiraba al suelo de la azotea y miraba el firmamento con interés—Cuando la veas, dile que se ve bonita aunque se vea normal—soltó lo primero que se le vino a la mente, él definitivamente no era bueno en ese tipo de cosas, pero sus consejos en algo ayudarían al pelirrojo ¿no?

Volteó a verlo, le miraba con toda la atención del mundo mientras se llevaba un enorme bocado de su almuerzo a la boca y llenaba sus cachetes de comida como si fuera una ardilla. Todavía no entendía cómo se había enamorado de ‘eso’; comía como un maldito cerdo, parecía un roedor cuando se llenaba la boca de comida y cuando se enojaba, le miraba con aquellos intensos orbes del color de la sangre pareciendo un tigre hambriento. Así que había llegado a la conclusión de que Kagami era un maldito animal, o mejor dicho, una combinación de animales. Pero los animales son fieles y buenos como ángeles -si no los molestas demasiado-, sabían agradecer y dar cariño, y eran estúpidamente inocentes. Kagami Taiga no sólo era un animal, sino que también era un ángel que podía convertirse en el mismo satanás cuando se enojaba, pero a él le gustaba así como era, idiota, inocente, lindo y fiel… Suspiró pesadamente, ese no era el momento para pensar en Kagami como si no estuviera… Dejó salir otro suspiro de frustración y se limitó a pensar en los consejos que debía darle al más bajo. ¿Debería decirle qué debe hacer para llevar a una mujer a la cama? No. Mejor le aconsejo basándome en mis ‘tácticas’ de conquista… ¿Qué hago para conquistar a una mujer? Mierda, nunca he conquistado a una, ellas vienen solitas con sus molestas hormonas… Mmmm… ¿Y yo qué les digo? — Si la invitas a salir, llévala a donde ella quiera, aunque sea el lugar más aburrido y estúpido en el mundo—comentó, haciendo que el pelirrojo le mirara interrogante… ¿no entendía? Es simplemente hacer todo lo que la tipa quiera y por último llevarla a la cama -claro, lo había puesto en palabras bonitas- ¿era tan difícil de entender? Bueno, si no lo comprendía le daría más ejemplos... —Cuando andes con ella, no le mires los pechos a otra chica que pase cerca, aunque los tenga enormes. ¿Entiendes? Se enojará si lo haces…—

— ¿Hablas en serio? —Sabía que el moreno no era un santo, pero con esos ‘consejos’ se daba cuenta de lo desgraciado que podía ser con las mujeres— ¡Tus consejos son fatales, Ahomine! Quiero decir, ¿qué es eso de los pechos? No soy como tú, que sólo anda pensando en tetas y baloncesto…—regañó, Daiki era su rival y mejor amigo, pero a veces se pasaba y parecía no tomarse seriamente lo que le decía, cielos, definitivamente era un idiota que sólo podía pensar en cosas pervertidas y básquet. Aunque él no se quedaba atrás; si se trataba de básquet, por supuesto…

—Que pesado eres, tú me pediste consejos, si no te gustan ve a hablar con Satsuki, ella es una chica y debe dar mejores consejos que yo, Bakagami—Aquel comentario le había ofendido un poco. Sí, hasta cierto punto no era mentira -era un idiota del básquet como el pelirrojo-, y nunca fue el tipo de persona que se torturara demasiado con pensamientos inútiles, lo cierto era que no sólo pensaba en eso, lo que más inundaba su mente todos los días era Kagami, cada una de sus expresiones, su voz, su cara de ángel, su hermoso cuerpo esculpido…

—Tsk… Eso haré. ¡Cualquiera podría darme mejores consejos que tú! A-ho-mi-ne

—¿Ah, sí? ¿Entonces para qué cojones me pediste que te aconsejara?—soltó una pequeña risita para después dedicarle una de sus típicas sonrisas burlonas—Porque soy todo un casanova, ¿no es así?

—Porque…yo…esto…

—¡Ja! ¡Lo sabía! Eres demasiado predecible, Bakagami—se burló, soltando una risotada más audible.

—P-pero me he dado cuenta de que en realidad no es así, y que sólo eres un idiota, Ahomine.

—Bueno, al menos he estado con más mujeres que tú…—la expresión del pelirrojo cambiaba por una de total cabreo, adoraba molestar al más bajo, era tan expresivo que no podía dejarlo tranquilo ni por un segundo…

— ¡¡Maldito!!

***

Y ahí estaban después de una de sus peleas cotidianas, sentados en MagiBurguer junto con Momoi, que contaba divertida cómo le había ido en el día mientras el pelirrojo contestaba atentamente la anécdota de la pelirrosa mientras comía sus quince hamburguesas diarias, por otra parte, el moreno se limitaba a ignorar todo lo que decía su amiga de la infancia y disfrutaba de sus tres hamburguesas Teriyaki mientras miraba entretenido las aceras concurridas por la ventana del local; ya estaba atardeciendo, por lo que la gente caminaba tranquilamente a sus casas o se detenían a cenar en Magi u otros locales cercanos…

—¿¡En serio!?—el grito de la pelirrosa le hizo saltar del asiento, no sabía por qué parte de la conversación iban, ya que ignoró gran parte de ésta -quizás toda-, pero aquel grito de fangirl no le daba buena espina…

—S-Sí…—ese “sí” tímido junto con una expresión de total vergüenza por parte de Kagami, confirmó sus sospechas.
Mierda. Se tapó los oídos al instante, ya sabía lo que venía…

—¡¡Kyaaaaaaa~!!—Aquel chillido fue tan fuerte que asustó a todo el local—Ups. Lo siento—dijo en un susurro, estaba tan emocionada que no se había percatado de que estaba en un lugar público. Y sin tardar un solo mísero minuto en recuperar la compostura, comenzó a inundar al pelirrojo de preguntas— ¿Quién es? ¿Cómo es ella? ¿Es linda? —

No sabía si responderle, él sólo quería consejos, no deseaba dar más declaraciones de las necesarias, debido a que las mujeres podían ser muy chismosas y no dudaba que la pelirrosa estuviera entre ese tipo de chicas con su capacidad de recolectar información… Además, estaba seguro de que la chica no le ayudaría si no revelaba algo.
Suspiró. Qué más daba, Momoi era su amiga, y no sólo suya, también de Daiki, y de alguna forma estaba seguro de que el moreno le mantendría la boca cerrada a la pelirrosa en caso de que se atreviera a decir algo.

—Es Riko Aida, de segundo año…—confesó avergonzado, en serio odiaba hablar de ese tipo de cosas con la gente, pero si deseaba que le ayudaran debía poner de su parte…

—Mmm… Riko Aida…me suena—trató de buscar a la chica en sus recuerdos, pero al parecer su cabeza se negaba a rememorarla—No logro recordarla, pero podría buscar algo de información sobre ella… ¿Cómo es? ¿Es bonita físicamente? ¿Tiene pechos enormes como les gustan a Dai-chan?

Rió por lo bajo. Aquella chica no era para nada su tipo, en realidad a él le gustaban las mujeres como Satsuki, hermosas, femeninas y amables; pero aquella mujer era tan tierna cuando se lo proponía… quizás no resaltaba mucho físicamente como las demás mujeres pero era talentosa e inteligente, también podía ser realmente linda cuando se sonrojaba o sonreía sinceramente—No, ella sólo es hermosa…— ¿qué otra cosa podría pensar de ella? Lo primero que se le vino a la cabeza cuando pensó en Aida fue esa palabra, no podía compararla con las demás mujeres, ella resaltaba su belleza de vez en cuando, no todos los días como lo hacía la pelirrosa o cualquier otra chica, Riko Aida era única y eso era lo que más le gustaba de ella…

Esa pequeña oración fue realmente dolorosa para el moreno, escuchar a Kagami decir ese tipo de cosas con semejante expresión de felicidad hizo que su corazón se estrujara horriblemente, un espantoso dolor llegó a su estómago, como si esas “mariposas” que se supone que se sienten cuando se está enamorado, murieran de a poco…
Suspiró audiblemente, llamando la atención de los presentes que ahora le miraban interrogantes…

— ¿Estás bien, Aomine? —cuestionó el pelirrojo preocupado, por un momento creyó haber visto la mirada azul del moreno apagarse, pero al parecer se equivocó, ya que el moreno le miró por un segundo y después apartó la mirada como si de alguna manera lo evitara ¿qué mosca le había picado ahora?

—Sí, ustedes sigan hablando…—debía soportarlo… No tenía por qué arruinar esa felicidad en la mirada de Kagami por culpa de su egoísmo. Lo amaba y deseaba como a nadie en el mundo, pero no era culpa de Taiga de que él fuera bisexual, que se hubiera enamorado de su mejor amigo y que éste fuera totalmente heterosexual… De todos modos el pelirrojo no tenía ni idea de sus sentimientos y eso lo hacía todavía menos culpable.

Mierda, tenía tantas ganas de gritarle al mundo lo que sentía por él...

—Entonces… ¿En qué puedo ayudar? —preguntó la pelirrosa interesada, en serio le emocionaba la idea de ayudar a alguien que se comportaba como el personaje principal de un manga shoujo.

—Esperaba que me dieras algunos consejos… ya sabes…—comentó avergonzado, se sentía estúpido por pedirle consejos a una chica pero era eso o fracasar.

—Mmm… Heheh. Podrías invitarla a una cita, charlar sobre sus hobbies y las cosas que les gustan para conocerse un poco mejor y cuando creas que se conocen lo suficiente, te declaras—explicó emocionada, mientras por su mente pasaban todo tipo de escenas románticas del pelirrojo y la mujer que no lograba recordar.
Cuando llegue a casa debería buscar un poco de información sobre ella para darle una mano a Kagamin, parece que está muy enamorado… Me pregunto cómo será…

— ¿C-Confesarme? —sólo escuchar esa palabra le aterraba, qué pasaba si Riko lo rechazaba, sin duda entraría en una depresión estúpida de la que no podría salir por un largo tiempo…

—Así es—sonrió—cuando sientas que todo está yendo bien entre ustedes, te confiesas—

— ¿Y qué se supo…?—un fuerte golpe en la mesa lo interrumpió. El moreno se levantó de golpe y le tomó del brazo con fuerza para después arrastrarlo fuera del local a toda velocidad, dejando a la pelirrosa aturdida y sola.

¿Ahora qué mierda le pasa? —pensó mientras era arrastrado cada vez más lejos en dirección a su casa. ¿Qué estaba sucediendo? — ¡Aomine! —el peliazul se detuvo sin soltarlo de aquel fuerte agarre, respiraba de forma irregular mientras miraba a la nada con el ceño fruncido. No tenía ni puta idea de lo que le pasaba, pero si no le soltaba en ese instante, lo golpearía— Oye Aomine. ¿Qué cojo…?—volvía a ser interrumpido, esta vez por la mirada penetrante del más alto…

—Kagami…—habló por primera vez, ahora con la respiración más o menos regularizada. Inspiró un poco de aire y dijo: —Tengamos una cita…

— ¿Hah? —¿había escuchado bien? — ¿¡Qué!?

***

Y ahí se encontraban el fin de semana. En lugar de jugar un one vs one, estaban en un restaurante caro teniendo una cita en una habitación alejada de los clientes, que entre él y Kagami pagaron. Se supone que Daiki la pagaría por haber invitado al pelirrojo, pero éste insistió en dar una parte como paga por darle clases de “cómo tener una cita sin morir en el intento”, así fue como Daiki se salvó de un puñetazo en la cara por parte del pelirrojo por estarle “bromeando”.

Sí, era un idiota, tanto que estuvo a punto de confesarle todo lo que sentía en ese mismo momento, pero gracias a su autocontrol -que pensó haber perdido hace bastante tiempo- se contuvo de gritarle al mundo que él, Aomine Daiki, amaba a Kagami Taiga con todo su maldito ser, así que le agradeció a su lado inteligente por haberlo salvado de cometer un grave error del que seguramente se hubiera arrepentido de por vida, y él no era del tipo que se lamentaba por sus errores, pero con el pelirrojo siempre tenía cuidado de no cagarla, de equivocarse… Era cierto que siempre lo molestaba y se burlaba de él, pero nunca ha querido llevarlo al límite del enojo, porque en el fondo -aunque no lo admitiera- tenía miedo de perderlo, temía que su amada rutina de ir al colegio, comer en MagiBurguer, jugar baloncesto e ir a casa del pelirrojo a quedarse a dormir fuera eliminada totalmente de su vida por culpa de su propia estupidez.

Quedarse solo implicaba muchas cosas, entre ellas el aburrimiento y el mal humor -más que de costumbre-, depresión estúpida y odio hacia sí mismo por haber perdido a la persona que le molestaba, le hacía reír y que siempre estuvo con él en los buenos y malos momentos. Kagami no sólo es la persona de la que se había enamorado, sino que también era su amigo. Quizás no lo conocía lo suficiente como para llamarlo “el mejor” pero sí bastante para considerarlo su amigo.

 

El pelirrojo y él se conocieron en tercer año de escuela media en cierta cancha de básquet, donde el más bajo le retó a un one vs one. Taiga era un retador inmaduro en aquel momento y había escuchado sobre el moreno en todas partes, noticias, revistas y en su escuela, en la cual no paraban de hablar sobre la tal Generación de los Milagros y su as, por esa razón lo reconoció de inmediato, además de que no era muy difícil de confundir gracias a sus característicos orbes azules casi tan oscuros como el mismo cielo nocturno, y que encajaban perfectamente con aquella piel de color exótico, tan oscura como el chocolate más amargo pero con una pizca de dulzura.

La impresión que tuvo Daiki del pelirrojo no fue muy distinta a la que éste tuvo de él, a diferencia de que el moreno nunca había escuchado sobre Taiga a pesar de que la escuela del más bajo fuera bastante famosa por sus jugadores de baloncesto. La realidad era que a Aomine no le interesaba en absoluto la popularidad del equipo, ni que hubiera jugadores ‘fuertes’ que a su parecer no eran más que unos novatos cuando se trataba de jugar contra él, porque el único que podía vencerlo era él mismo. Muchos podían pensar que esas eran las palabras más estúpidas y ególatras del mundo, pero la realidad era que Daiki no mentía cuando las pronunciaba, si bien no era como el capitán de la Generación Milagrosa que siempre fue el rey de la perfección en cualquier cosa, lo cierto era que no existía nadie -hasta ese momento- que lograra ganarle en baloncesto, así que cuando decía ese tipo de palabras egoístas realmente no estaba equivocado del todo. Y eso era lo que más le molestaba, ya que quería encontrar a alguien, una persona que pudiera jugar a su lado, un individuo que tuviera su misma fuerza, que no se rindiera por nada en el mundo, que nunca perdiera el espíritu, que lo hiciera jugar en serio, que lo divirtiera, que pudiera ganarle, y que sobre todo amase el baloncesto igual o más que él. Pero en el fondo, en lo más profundo de su mente, también deseaba ganar, por ello nunca se contenía del todo, además de que odiaba esa expresión de superioridad que usaban sus contrincantes cuando lo hacía, detestaba que creyeran que podían ganarle aunque no tuvieran talento, por eso se encargaba de destrozarlos totalmente hasta el punto de hacerles dejar el baloncesto.

Pero con Kagami había sido diferente, desde el primer momento en el que tuvieron contacto visual, Taiga nunca vaciló ni tuvo miedo, sus palabras fueron claras “juguemos un one vs one”. Sus ojos se encontraron incontables veces mientras jugaban ese pequeño partido que aceptó casi sin dudar por culpa de aquellos ojos tan puros como la misma sangre que corría por las venas de casi todos los seres vivos, retadores, llenos de vida, determinación, sensualidad… Aquellos orbes que mostraban todo sus estados de ánimo, así como los suyos no podían ocultar ese sentimiento de emoción e interés por aquel chico de cabello rojo y por ese partido que se había complicado de a poco. Por cada punto que anotaba, el pelirrojo se esforzaba cada vez más y trataba de regresarlo sin perder ni una sola vez la determinación ni rendirse.
Kagami Taiga sin duda era un chico interesante que quizás le importaba conocer un poco…

El pequeño partido terminó con 25-15 a favor del moreno, una victoria aplastante…

Pero lo que hizo el más bajo no fue echarse a llorar como lo había hecho todos aquellos que perdían contra él. No, se tiró en el suelo de la pequeña cancha callejera y miró al cielo tratando de normalizar su respiración, tras haberlo hecho observó a Aomine por unos segundos, como si tratase de descifrar algo importante de la vida privada del moreno, como si deseara desarmarlo y hacerle confesar todo su odio a ganar y a perder. Pero hizo lo contrario, le dedicó una sonrisa sincera, pura, inocente… Su corazón latió con fuerza por un mili segundo, algo tan pequeño que le costó identificarlo como un latido para después escuchar al más bajo agregar: “Juguemos de nuevo”

En lugar de dedicarle una de sus típicas sonrisas pícaras llenas de sarcasmo y egoísmo, se sentó junto a él a mirar el cielo azul repleto de nubes. Aún se sentía un poco confundido por lo que acababa de pasar, por los extraños saltos que había dado su corazón y ese molesto nerviosismo que estaba empezando a sentir al estar al lado de Kagami…

Después de aquel partido comenzaron a salir más seguido, a conocerse un poco más.
Reían, peleaban, se divertían en sus one vs one que ya eran parte de su rutina diaria, se escapaban de clases de vez en cuando para verse y jugar videojuegos… La vida de ambos dio un giro de 360 grados cuando se conocieron, sus días aburridos se convirtieron en momentos productivos y divertidos para la vida de ambos, llenos de alegrías, situaciones interesantes, bromas sin sentido y aquello que ambos amaban: el baloncesto.

Y entre buenos momentos, pasaron dos años, los mejores de sus vidas…
Una de las etapas más importantes en la vida de Aomine y Kagami estaba a punto de finalizar, se graduarían de la escuela media y pasarían a preparatoria. De ser unos mocosos de catorce años, pasarían a ser lo mismo a la edad de quince pero en un nivel diferente, empezarían esa nueva etapa de sus vidas que vivirían tres años más y después pasarían a la cima de esa montaña que todos los jóvenes desde sus seis años empiezan a escalar con el objetivo de llegar al final: la universidad.

Ambos habían crecido más en estatura que en mentalidad, así que en el fondo todavía continuaban siendo unos niños en el cuerpo de dos hombres enormes de un metro noventa. Así que irían a la misma preparatoria para poder seguir con sus preciadas rutinas de adolescentes que aman el baloncesto, aunque esta vez tendrían la ventaja de que pasarían más tiempo juntos al asistir al mismo instituto.

Era innegable, los dos estaban más emocionados que de costumbre, como si estuvieran jugando un increíble partido en una cancha callejera, aunque a uno se le notaba un poco más que al otro. A Kagami, que era más expresivo que Aomine se le percibía más el sentimiento de felicidad que al moreno, aunque lo verdaderamente cierto era que el peliazul estaba mucho más emocionado que el pelirrojo por todo lo que había pasado en los últimos dos años y lo que estaría a punto de suceder en las próximas temporadas.

Pero al moreno todavía la realidad no lo había golpeado lo suficiente como para que entendiera que no todo duraba para siempre.

Todo en la vida es temporal así que las cosas van y vienen, por eso hay que disfrutarlas hasta el final ya que no durarán para siempre. Las personas cambian y maduran, unas más rápido que otras y en el caso de Aomine Daiki y Kagami Taiga, el último fue el que empezó a madurar primero, ya comenzaba a comportarse como un chico de quince, por fin estaba dejando un poco de lado su miedo a las películas de terror, ya podía verlas -un rato- sin gritar como niña de preescolar, las mujeres le empezaban a interesar -lo cual era nuevo porque nunca se había fijado en ninguna cuando estaban en la escuela media- y ya comenzaba a desarrollar sus gustos, el tipo de cuerpo, la cara, cómo debía ser su personalidad…

Pero a diferencia de Aomine que ya tenía sus gustos desarrollados y que sólo maduró sexualmente -ya que no le interesaba el sentir de la persona ni su personalidad-, el pelirrojo era del tipo romántico, así que cuando se fijaba en alguien lo hacía en serio y nunca jugaba con esa persona como el moreno solía hacer, y por alguna razón aquello molestaba al peliazul de alguna manera, lo hacía sentir un poco… celoso. Por eso cada vez que Taiga le hablaba de alguna chica en especial, en el fondo se aterraba porque por alguna razón temía que Kagami se enamorara de alguien. Al principio pensó que alguna parte de él lo quería proteger por ser su amigo, esa persona que siempre estuvo con él, que llenó aquel vacío en su corazón y que nunca lo dejó solo. Pero al pasar el tiempo se iba dando cuenta de que no era así, trataba de salir con alguna chica pero cada vez que lo hacía pensaba en Kagami, por eso sus relaciones no funcionaban, siempre estaba pendiente del más bajo en todo lo que hacía, trataba de pasar la mayor parte del tiempo con él y nunca dejarlo solo. De alguna manera sentía que si Kagami encontraba a una mujer con la que pudiera estar, todo cambiaría… se volvería a quedar solo y ya no podía imaginarse su maldito mundo sin Kagami Taiga, sin su sonrisa, sus enojos, sus extrañas cejas, sus bromas estúpidas, su cuerpo…

Después de meditar más o menos una semana al respecto -algo que odiaba hacer, por eso le tomó tanto tiempo- llegó a la conclusión de que se había enamorado del pelirrojo. Estuvo otra larga semana preguntándose: Si no tiene pechos entonces… ¿por qué? ¿Qué es lo que le veo? ¡Es un maldito hombre, no hay nada de lindo en eso! ¿Desde hace cuánto tiempo lo miro de otra manera?  ¿Por qué yo tengo que sentir esto? Es tan molesto…

De alguna forma después de odiarse y regañarse a sí mismo mil y una veces logró aceptarlo a medias, pero ahora que lo sabía dolía más escucharlo hablar de otra cosa que no fuera de simples videojuegos o baloncesto, ahora cada cosa que le decía, lograba que temiera más a ese momento que tarde o temprano llegaría, el día en el que Kagami Taiga se enamorara…

Y para su desgracia, más temprano que tarde, el día llegó…

 

Aquella noche Kagami invitó al moreno a su casa a quedarse a dormir, así que naturalmente aceptó e hicieron lo de siempre; divertirse jugando videojuegos y comiendo mucho hasta las dos de la madrugada que se fueron a la cama y empezaron a conversar de simples trivialidades hasta que el pelirrojo se atrevió a preguntar:

—Dime, Aomine…—dijo, mientras el moreno se incorporaba en el futón y él se dirigía a la entrada de la habitación a apagar las luces.

— ¿Qué?

— ¿Alguna vez te has enamorado? —La pregunta del de cabellos rojos no se hizo esperar para el moreno -por lo menos no en aquella noche que había pasado tan bien.-

—Es un secreto…—contestó, arrastrando las palabras. Prefería no decirle nada, que echar a perder aquella amistad que había logrado forjar en todo ese tiempo.

— ¿Ah, sí? Entonces no te diré quién me gusta a mí…—comentó, mirándole divertido.

Y ahí fue, al escuchar esas palabras… cuando su buen día se convirtió en el peor. Nunca se había sentido tan dolido, su corazón latía dolorosamente y comenzaba a percibir un extraño cosquilleo en el estómago, y no se sentía nada bien; era como un horrible vacío, algo realmente doloroso…

— ¿Quién?—preguntó como si nada fingiendo curiosidad. Pero su tono de voz había cambiado, era bajito pero se podía notar que era quebradizo, como si en cualquier momento fuera a llorar y por supuesto que no lo haría, ya no tenía siete años y tampoco era tan débil como para eso, pero en serio dolía. Era una sensación inexplicable…

—No te diré si tú no me dices…—comentó haciendo un puchero, viéndose mucho más infantil de lo normal y para el peliazul, realmente lindo.

Era increíble cómo Kagami podía quitarle todo ese dolor e inquietud con tan solo su hermoso rostro, cuánto hubiera dado por besarle en ese momento y deshacerse de todas esas horrorosas sensaciones…
Pero por ahora lo mantendría en secreto, quería seguir junto a él y ayudarle de alguna manera porque no permitiría que nadie le hiriera ni que eligiera a la persona equivocada, era su trabajo como “mejor amigo” de Kagami.

Soltó un suspiro de resignación y apretó con un poco de fuerza una de las mejillas del pelirrojo—Es mejor que por ahora no lo sepas, hay cosas que es mejor no saber. Pero más adelante te lo contaré, Bakagami—sonrió divertido ante la imagen de aquel puchero que se intensificó por sus palabras.

— Tsk, no te diré nada, Ahomine—le molestaba un poco que el peliazul no confiara en él a esas alturas -al menos eso era lo que se le pasaba por la mente si Daiki no le contaba algo-, pero esperaría a que se sintiera lo suficientemente cómodo como para decirle quién había sido esa persona.

—Si me dices quién es, te ayudaré— propuso, era una oferta tentadora y el moreno parecía tener más experiencia que él con mujeres así que le convenía que le diera algunos consejos para conquistar a aquella chica.

Suspiró resignado, no podría sacarle ni una pista al moreno si se trataba de algo privado, Aomine era como una tumba cuando se trataba de ocultar sus sentimientos…—De acuerdo, mañana te enseñaré quién es…—

El día siguiente llegó en un abrir y cerrar de ojos y el pelirrojo le mostró a Riko Aida, una chica que sin duda no era su tipo, pero era alguien por quien Kagami se emocionaba al respecto, por eso cuando la vio por primera vez, controló su lado burlón y no dio ningún comentario respecto a la chica. Y por culpa de ella, sus últimos tres años en preparatoria no habían sido los mejores, entre preocupaciones, preguntas y momentos de depresión que tenía el pelirrojo, había sido bastante difícil pasarlo bien con él en algún momento…
Ver durante tres años al amor de tu vida enamorado de otra persona es lo más doloroso que se puede sentir jamás. Y él, todo se lo había guardado, sin decírselo por su propia felicidad, contuvo tanto esos impulsos de decirle a todos que estaba enamorado de Kagami Taiga que llegó al punto de preguntarse dónde se ha ido su lado egoísta, ya casi no queda nada de él, estaba a punto de dejar de ser Aomine Daiki y convertirse en otra persona totalmente diferente…

***

Y ahí estaba, teniendo una ‘cita’ con Taiga para “ayudarle a conquistar” a la castaña, aunque en su opinión a Kagami no le hacía falta su ayuda, dudaba bastante que alguien pudiera resistirse a su cara de ángel, sus ojos rojos, su piel ligeramente bronceada -que podría comparar con un caramelo- su cabello tan hermoso como aquellos penetrantes orbes, de un bonito color rojo hasta la mitad, de un rojo vino oscuro tirando a negro depués. Midiendo tan sólo dos centímetros menos que él, aquel chico era la belleza en persona. Y él no podía tocarlo, besarlo, ni decirle cuánto lo ama cada vez que desee, aunque odiara admitirlo sentía cierta envidia por Riko, por tener la oportunidad de hacer todas las cosas que desde hace un tiempo él quiere hacer con el pelirrojo.

Aquello era muy incómodo. Desde que llegaron al restaurante no han hablado de nada en absoluto. ¿Qué pasaría si Daiki fuera Riko? Sin duda sería todavía más penoso ¿qué debía hacer? Aomine le dijo que actuara normal, pero cómo podía hacerlo si el moreno no estaba poniendo de su parte, mirándole fijamente como si tratara de decirle algo y definitivamente... ¡no entendía una mierda lo que le quería decir! Tragó en seco. Estaba sudando, sus manos temblaban y estaba mirando como retrasado a todos los lados, como si tratara de buscar a alguien que lo rescatara de aquella situación en una maldita habitación privada de un restaurante caro. Estaba empezando a arrepentirse de aceptar esa ‘cita de práctica’…

Mierda, mierda, mierda... ¿Qué puedo hacer para romper este momento tan incómodo? Más importante, ¿por qué me importa tanto que esta cita salga bien? Después de todo fue Aomine el de la idea, es su culpa que no sepa qué hacer ahora, se supone que me tiene que ayudar, mierda… Y aún más importante, ¿¡por qué terminamos aquí!?

***

—Kagami…—habló por primera vez, ahora con la respiración más o menos regularizada. Inspiró un poco de aire y dijo: —Tengamos una cita…—

— ¿Hah? —¿había escuchado bien? — ¿¡Qué!?

Mierda. Esta vez la cagó de la peor forma posible. ¿¡Ahora cómo cojones se libraría!? Tenía que pensar en algo rápido o Kagami lo odiaría de por vida.
¡Piensa. Piensa en algo Daiki, no la cagues ahora!
No quería. No deseaba quedarse solo de nuevo; antes le importaba un comino, no tenía ningún amigo en especial, ninguna persona que le importara lo suficiente como para odiarse a sí mismo por cualquier error estúpido. Pero ahora era diferente, Kagami Taiga era muy importante para él, no quería perderlo, estar sin él sería el fin de su mundo. Quería verlo hasta el maldito final de sus días, era demasiado pronto para dejar de ver sus sonrisas, sus expresiones de felicidad, tristeza, enojo, miedo… Necesitaba conocer más sobre él, apenas llevaban tres años juntos, era muy poco…
Pensó en algo rápido, sin procesar demasiado las consecuencias que conllevaría su idea soltó con una sonrisa fingida: —Tengamos una cita… de práctica.

— ¿Cita de práctica? —preguntó curioso, enarcando levemente sus peculiares cejas hacia arriba. Sin duda el comportamiento del moreno era muy extraño, estaba empezando a creer que era una especie de monstruo tsundere bipolar, pero hasta cierto punto era muy gracioso ver esas raras facetas de Daiki que nadie conocía además de él, eso por alguna razón, lo hacía sentir… afortunado.

—Sí. Ya sabes…—Suspiró de alivio. Nunca se había sentido tan feliz de que Kagami fuera un idiota inocente. —Me refiero a que tengamos una especie de ‘cita ensayada’ o algo así, para que cuando la invites a salir, sepas qué hacer y qué no…—Aquella mentirilla lo libró de ser odiado, pero por alguna razón, mientras daba aquella pequeña explicación, algo dentro de él le decía que estaba cavando su propia tumba, y su instinto nunca se equivocaba. Tener una ‘cita’ con Kagami equivalía a estar más cerca de él que nunca, enseñándole cosas nuevas, conteniéndose cada maldito segundo que quisiera besarlo… aquello sería todo un reto…

Abrió los ojos como platos. Estaba realmente sorprendido. ¿Era en serio que Aomine Daiki le estaba ofreciendo su ayuda? ¿No estaba soñando? ¿No era una de sus molestas bromas pesadas?
Lo pensó detenidamente. No era una novedad que Aomine tuviera una fama asquerosa por tratar mal a las mujeres, siempre ha sido una persona de pocas palabras; porque simplemente nunca fue bueno usándolas, normalmente terminaba metiendo la pata con algún comentario estúpido, por ello se convirtió en alguien que lo demostraba todo con hechos. Pero había algo de lo que estaba seguro, el moreno era muy mujeriego, tuvo infinidad de novias en la escuela media, aunque sus relaciones se basaban más en una atracción física que emocional, le serviría ¿no? — ¿No es una broma? —cuestionó antes de aceptar, en ese momento lo que menos quería era escuchar las risas burlonas de Daiki.

— ¿Acaso eres estúpido? —todavía le sorprendía que a esas alturas Kagami no supiera la diferencia entre una broma suya y cuando decía algo en serio.

— ¡Oye! ¿¡Quieres buscar pelea, maldito Ahomine!? —

—De verdad eres Bakagami, claro que te digo la verdad—

Suspiró resignado. Estaba desconfiando demasiado del moreno, pero no podía culparle, Daiki nunca había sido del tipo de persona que ofreciera su ayuda así sin más, pero lo cierto era que ese día se estaba comportando más extraño de lo normal y ahora que lo pensaba un poco más detenidamente… ¿por qué no se aprovechaba un poco de aquella oportunidad que sólo se daba una vez cada cien años?
No es que el pelirrojo creyera en los horóscopos como Midorima, pero podría ser que ese día especialmente, hubiera alguna constelación del lado de Aomine que hiciera que tuviera ese extraño comportamiento… Aunque algo en él le decía que era mejor no saber.
Ya no le daría tantas vueltas ni sacaría conclusiones estúpidas que ciertamente no le servirían nada más que para atormentarlo.
Aceptaría. El moreno normalmente podía ser un imbécil, pero la realidad es que era su amigo y debía confiar en él…

—De acuerdo…— dijo por fin. Tener una ‘cita’ con Daiki sería un poco extraño, pero la verdad era que no le incomodaba, de hecho, hasta cierto punto se sentía un poco emocionado.

—Después de todo será divertido verte nervioso durante toda la cita, tendré toda~ una noche para molestarte— agregó, dedicándole una enorme sonrisa burlona y se dio la media vuelta quedando a espaldas del pelirrojo que ahora le miraba irritado, para después empezar a caminar en la dirección contraria—Nos vemos el sábado, pasaré a buscarte a las tres de la tarde, sobre el tipo de ropa que debes usar… ponte algo casual. —Hizo un gesto de mano en señal de despedida, para después acelerar el paso y dirigirse a su casa, mientras el pelirrojo con una venita bien formada en la sien, observaba a Daiki alejarse hasta que su figura morena desapareció entre la muchedumbre.

—M-Maldito… ¡Maldito Ahomine!

***

Se terminó de vestir con el tipo de ropa que el moreno le dijo y se miró en el espejo, no se veía nada mal; se puso un jersey azul oscuro, una bufanda azul Klein, unos jeans negros y unas zapatillas azul marino para completar el conjunto.
Se dio un último vistazo en el espejo acomodándose un poco el cabello, por un momento pensó en hacerse un peinado distinto pero se retractó al recordar que seguramente el moreno le dedicaría una de sus molestas sonrisas burlonas y lo molestaría con cosas como: “¿Cambiaste tu look por mí? No debiste haberte molestado” o “Nunca pensé que te arreglarías tanto, pareces una chica”
Una venita palpitó en su sien, Aomine a veces podía sacarle de quicio con sus burlas y bromas pesadas. Era tan inmaduro, no es como si él fuera ‘el rey de la madurez’ o ‘el viejo aguafiestas’ pero el peliazul no conocía sus límites cuando se trataba de hacerle enojar, era todo un Ahomine,  por eso algún día le regresará esas bromas multiplicadas por mil…

Dejó salir un pequeño suspiro de resignación—Bueno, tampoco es tan malo— Era cierto que Daiki era un idiota, pero también era una buena persona, podía ser amable, siempre lograba hacerle sonreír aunque estuviera realmente deprimido, o por el contrario, muy enojado. Siempre sabía cómo hacer para divertirlo en sus momentos de aburrimiento, cuando se lo proponía le daba buenos consejos, conocía todo sobre él…
El peliazul a pesar de tener una infinidad de defectos, también tenía grandes virtudes. Si bien el moreno nunca fue alguien transparente, cuando depositaba su confianza en alguien, ya fuera en el pelirrojo o Satsuki, se podía conocer ‘ese lado’ amable y sensible que tenía y sacaba a relucir que Aomine Daiki no era el gran hijo de puta que fingía ser.

El sonido del timbre lo devolvió a la realidad. Le echó un último vistazo a su imagen en el espejo, parecía que todo estaba bien y en su lugar, salió disparado a la entrada de su apartamento para abrirle al moreno como si llevara una hora de atraso, pero un pensamiento pasó por su mente tan rápido como un rayo, algo que hizo que su corazón palpitara con una fuerza descomunal por una milésima de segundo, una cosa que le hizo rememorar algo de su pasado...

Espero poder darle una buena impresión a Aomine… Se detuvo por un momento. ¿Por qué? ¿En serio le importaba lo que pensaba Aomine de él? ¿Por qué se sentía tan ansioso? Sabía que el significado de esa pequeña oración, de ese pensamiento, era muy diferente a “querer darle una buena impresión en un juego de baloncesto” o algo tan simple como “desear impresionarlo con sus notas”. Aquello era algo más sentimental, no tenía nada que ver con su amistad con el moreno. Estaba empezando a pensar que él estaba convirtiendo esa ‘cita de práctica’ en algo más real que eso, una verdadera cita. Y eso no era bueno. No era bueno por tantos motivos que no sabía por cuál empezar a recriminarse. No era bueno porque se suponía que estaba haciendo todo eso porque a él le gustaba Riko. No era bueno porque Aomine era un hombre, no podía estar convirtiendo eso en una ‘cita real’ con un hombre, pero por encima de todas las cosas, no era bueno porque se trataba de su amigo, aquel con el que había convivido prácticamente toda su vida y que lo sabía absolutamente todo de él...

El timbre volvió a sonar sacándole de sus pensamientos. No sabía cuánto tiempo había estado pensando, pero el moreno seguramente se molestó por haberlo hecho esperar ya que su timbre no paraba de sonar una y otra vez.

— ¡Ya voy! — Odiaba cuando Aomine tenía la razón. Estaba muy nervioso. Por culpa de sus pensamientos se sentía inseguro y se preguntaba si había estado bien aceptar la ayuda de Daiki. Sin querer, él mismo estaba malinterpretando la situación y se estaba comportando como una maldita muchachita enamorada de su mejor amigo y no, él no podía pensar en el peliazul de esa manera, era imposible pasar por ‘eso’ otra vez ¿verdad?

Entonces sus pensamientos, dudas y miedos se esfumaron al abrir la puerta de su apartamento. Su corazón latió frenéticamente ante la imagen del moreno, no sabía si era por el nerviosismo o porque se veía realmente… bien. Ver a Aomine con una ropa distinta a la deportiva era algo muy poco frecuente, llevaba un jersey fino de color negro, y una camiseta negra que podía notarse por debajo de la chaqueta, unos vaqueros azul marino y unas botas negras por fuera.
El pelirrojo había visto muy pocas veces a Daiki con otro tipo de ropa, así que nunca le había prestado tanta atención como ahora. Aomine era alto, de piel y cabello extrañamente exóticos, hasta sus ojos eran poco comunes, si Taiga pudiera describirlo con una palabra en ese momento sería: guapo. El moreno parecía un modelo de revista.

— ¿Nos vamos?

Las palabras del más alto le dieron una bofetada en la cara haciéndole volver en sí. ¡Se estaba comiendo a Daiki con la mirada! ¿Acaso estaba loco? — S-Sí —Presentía que aquella cita no iba a ser tan de ayuda como él había pensado en un principio…

***

Y así fue como terminaron en ese restaurante elegante después de una larga pelea en el camino por quién pagaría la comida y la habitación privada, llegando al pequeño acuerdo de que ambos pagarían una mitad.
Aquel incómodo silencio continuaba. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo tenía que comportarse?
Miró al moreno por un segundo, se veía imperturbable, ¿acaso no estaba nervioso? Se encontraba teniendo una cita con un hombre, su amigo para ser exactos y no parecía afectarle, se encontraba leyendo el menú tranquilamente como si no pasara nada, como si él fuera el único que se encontraba en aquella habitación. Por un momento se sintió ignorado, Daiki no le prestaba atención a nada de su alrededor y por alguna razón eso le inquietaba, lo hacía sentirse más nervioso, incómodo y fuera de lugar.
El sonido que causó el moreno al cerrar el menú con un poco de fuerza lo regresó a la realidad, haciéndole pegar un pequeño brinco en la silla para después mirar al moreno un poco sorprendido; se estaba comportando como un idiota, no pensaba con claridad, y no podía encontrar ningún tema interesante de conversación, era un total desastre…

— ¿Ya sabes qué pedir? — cuestionó el moreno, acabando con el engorroso silencio que ya tenía bastante cansado al pelirrojo.

—S-Sí— ¿¡Por qué dijo que sí!? No había pensado en qué le gustaría comer, ni siquiera le había echado un vistazo al menú.

—Entonces llamaré al camarero…—avisó y entonces presionó un botoncito rojo que estaba a un lado de la mesa y a los pocos minutos después apareció el camarero para tomar sus órdenes.

Miró rápidamente el menú mientras Daiki pedía lo que quería comer, y después del moreno él pidió su orden, que fue lo primero que vió en aquella libreta llena de platillos extraños que no estaba muy seguro de si sabían bien o no.

Cuando el camarero se retiró, la tensión en el ambiente regresó.
Aomine se veía bastante cómodo con la situación, como si todos los días tuviera una cita nueva con una chica de pechos grandes. Pero no era así. Se suponía que debía ayudar a Kagami pero sólo se había mantenido callado lo últimos minutos y lo peor de todo es que no se le ocurría nada para pasar el rato, estaban sentados en esa silenciosa habitación sin decir una sola palabra… Comprendía que Kagami estuviera nervioso por la situación, nunca había tenido una cita con alguien y aquello era muy normal, ¿pero, y él?

¿Qué había pasado con todo lo que había planeado en el camino? ¿En serio no podía buscar un simple tema de conversación?
Suspiró derrotado. Soy un idiota. Debería estar aconsejando a Kagami, pero parece que yo también necesito ayuda, no sé cómo actuar en este tipo de escenarios cuando estoy con él, si fuera una chica sería más fácil… Pero no lo es, es un maldito hombre y me gusta. Yo fui el que lo eligió, así que tengo que arreglármelas yo solo.

Él quería que esa ‘cita de práctica’ no se quedara en algo tan simple como ‘una pequeña ayuda a un amigo’, deseaba que Kagami lo disfrutara aunque sea un poco, que se divirtiera y riera como siempre lo solía hacer, que se despejara y dejara de pensar por un rato en aquella mujer de la que estaba enamorado, que aunque sea por un momento pensara sólo en él y en nadie más.

Pero… ¿Qué podría hacer para que aquella cita fuera un éxito?

La música de fondo interrumpió sus pensamientos, haciéndoles proyectar tanto a él como al pelirrojo una mueca de… ¿Desconcierto? ¿Asco?

Todo cambió cuando te vi, de blanco y negro a color me convertí, 
y fue tan fácil quererte tanto, algo que no imaginaba, 

fue entregarte mi amor, con una mirada. 

¿Odio? Quizás. Odiaban la música romántica sólo un poco menos que el reggaetón. Ese ritmo tan molesto y suave, esa letra tan… estúpida, que hacía que todas las personas enamoradas se sintieran identificadas a los pocos segundos de escucharla. Y esa era la principal razón por la que odiaban aquel género. Ambos estaban enamorados.

No, no, no, no, no.
Todo tembló dentro de mí, 
el universo escribió que fueras para mí, 
y fue tan fácil quererte tanto, 
algo que no imaginaba, 
fue perderme en tu amor simplemente pasó 
y todo tuyo ya soy. 

— ¿No te gusta? —cuestionó el pelirrojo, curioso por la reacción del moreno.

—Ja. Lo odio, ¿y tú? —

— Ya somos dos— rió por lo bajo. Ya sabía que él y Daiki eran muy parecidos en casi todos los aspectos, pero nunca pensó que también compartieran ese odio por la música romántica— ¿Por qué? — se animó a preguntar, sus razones eran obvias, estaba enamorado de Riko y se sentía estúpido porque la recordaba cada vez que escuchaba ese tipo de música. Aunque también tenía otras razones además de Riko...

—Me recuerda a alguien— contestó de inmediato sin decir a quién le recordaba por evidentes razones. No sabía si era obra de su mala suerte, de satanás o de algún tipo de espíritu chocarrero, pero esa canción en especial parecía estar hecha para él y eso era algo que realmente detestaba.
Aunque su lado Ahomine lo negara, lo cierto era que él nunca detestó a Kagami desde el primer momento en el que sus caminos se cruzaron.

Siempre pensó que había algo que lo ataba al pelirrojo, no sabía si era ‘obra del destino’ o simplemente era su instinto que no le permitía alejarse de Kagami aunque lo intentara, algo le decía que si se alejaba de Taiga perdería a su otra mitad, su complemento, una parte importante de él.
Ahora que lo pienso… Quizás siempre estuve enamorado de él, desde el primer momento en que lo vi, pero era tan idiota que no me di cuenta… ¿Siempre fui tan estúpido?

Antes que pase más, tiempo contigo amor, 
tengo que decir que eres el amor de mi vida, 
antes que te ame más, escucha por favor, 
déjame decir de que todo te di, 
y no hay como explicar, 
pero menos dudar, 
simplemente así lo sentí, 
cuando te vi. 

— ¿Ah sí? ¿A quién? —la pregunta de Kagami lo sacó de su momento de reflexión. ¿Se lo digo? No. No quiero que huya de mí por culpa de mis sentimientos…

—Los sabrás algún día…—contestó, dedicándole una sonrisa burlona al pelirrojo. Haciendo que éste frunciera el ceño en señal de molestia, hasta cierto punto lo sentía porque no podía decirle cada vez que quisiera cuánto lo amaba, pero era su culpa por enamorarse de un hombre, no, de Kagami. —Además de que prefiero mil veces el rock—agregó, creando una expresión de interés en el pelirrojo. Prefería que olvidara el tema ‘del amor’ y hablar otra cosa que a ambos les interesaran…

— ¿A ti también? — llevaban años juntos, pero nunca se habían dado la oportunidad de hablar de temas diferentes al baloncesto, los videojuegos y Riko. Ese fue el momento en el que se dió cuenta de que en realidad no se conocían lo suficiente, no sabía más allá de la comida favorita y los pasatiempos del moreno y seguramente éste tampoco sabía demasiado sobre él, quizás podrían conocerse un poco más gracias a esa cita.

— Así es—respondió un poco más emocionado, estaba logrando de alguna manera que Kagami olvidara un poco a Riko y eso le alegraba— ¿Cuál es tu grupo favorito? —cuestionó, estaba seguro de que a Kagami le gustaba la misma banda que a él, después de todo se parecían demasiado así que no tenía dudas de que su grupo favorito era…

—Linkin Park— Dio en el blanco, también compartían los mismos gustos de música. ¿En serio Kagami no estaba hecho para él? No sólo sus personalidades eran parecidas, eran casi idénticos físicamente a diferencia de esos dos centímetros que él le llevaba de estatura, estaba seguro que sus cuerpos encajaban como un rompecabezas.

— A mí también, así que…—le dedicó una mirada cómplice— ¿Por qué no le pedimos a esta gente que cambien esa mierda de música un rato?

—Estoy totalmente de acuerdo— rió por lo bajo, no era una mala idea decirle al camarero que cambiara esa molesta música “corta venas” por un rato…

Esta vez el pelirrojo presionó aquel pequeño botón para llamar al camarero y pedirle de favor que pusieran algo de buena música. Y así fue, a los pocos minutos empezó a sonar la canción que ambos pidieron al unísono “Given up

Wake in a sweat again 
Another day's been laid to waste 
In my disgrace 
Stuck in my head again 
Feels like I'll never leave this place 
There's no escape.

—I'm my own worst enemy…—cantaron al unísono. Aquella cita que había comenzado como algo incómodo se convirtió en algo cómodo y divertido, ambos ya habían perdido ese nerviosismo que evitaba que disfrutaran de esa cita al cien por ciento.

I've given up... 
I'm sick of living 
Is there nothing you can say? 
Take this all away 
I'm suffocating! 
Tell me what the fuck is wrong with me!

Entre risas y bromas terminaron de cantar aquella canción a todo pulmón sin importarles que estuvieran en un restaurante elegante y que pudieran ir a regañarlos. A los pocos minutos apareció el camarero con la comida que ordenaron, la cual disfrutaron mientras hablaban y se conocían un poco más. En otras palabras, la cena había sido bastante amena y divertida, pudieron aprender cosas del otro y reírse de muchas estupideces.
Y en ese momento ambos se dieron cuenta de lo mucho que les agradaba pasar el tiempo con el otro.

Salieron del restaurante, pero la cita todavía no terminaba. Daiki llevó a Kagami a una caminata por el parque, apenas eran las seis y media de la tarde, así que todavía faltaba un poco para que oscureciera por completo.
Mientras caminaban por aquel lugar repleto de árboles, niños jugando al lado de sus padres y parejas enamoradas sentadas en algunas bancas del lugar pasando un buen rato besándose y hablando de sus planes futuros, ellos lo pasaban bien conversando y conociéndose mucho más, se contaban anécdotas del pasado antes de conocerse, entre otras cosas cada vez más y más personales…

— ¿Tienes algún pasatiempo además del baloncesto? —preguntó el pelirrojo dedicándole una mirada de sumo interés al moreno.

—Mmmm… Leer revistas de Mai-chan. ¿Y tú? —

—Idiota. Supongo que surfear…— ¿En serio Aomine no podía pensar en algo que no fueran tetas y baloncesto? Bueno, no le quedaba más remedio que aceptarlo así ¿verdad?

— ¿De verdad? ¿Por qué no me lo dijiste antes? Hubiéramos podido salir a la playa en el pasado—comentó ligeramente emocionado, no tenía idea de que el pelirrojo surfeara, aquello era nuevo para él.
La cita estaba resultando mejor de lo que esperaba, había logrado sacar ese nerviosismo de Kagami y estaban aprendiendo cosas nuevas del otro…

—Supongo que es porque nunca me lo preguntaste antes…—

Suspiró resignado, Kagami era un tonto. — Y después yo soy el idiota… ¿Tienes alguna fobia? —esta vez fue Daiki el que preguntó con curiosidad, le llamaba la atención saber el tipo de miedos que podría tener Kagami.

—S-Sí…—apartó la mirada avergonzado. No quería decir cuál era su miedo, Daiki seguramente se burlaría de él, pero estaba seguro que el moreno insistiría y le terminaría diciendo de todas maneras— L-Le temo a los perros…

Abrió los ojos como platos— ¿A…l-los…pe…p-perros? ¡Puff! ¡No puede ser! —Estalló en risas, no podía creer que Kagami le temiera al mejor amigo del hombre, sin dudas era como un pequeño tigre bebé, era tan lindo.

— ¡Maldito Ahomine! —lo miró irritado. Ya se lo esperaba, pero al menos pudo haberse contenido un poco…— ¿Y tú? —lo golpearía si le decía algo como “el gran Aomine Daiki no le teme a nada” así que esperó una respuesta satisfactoria y recibió más que eso…

— ¿Yo? Bueno… Odio a las abejas—apartó la mirada para ocultar el pequeño rubor de sus mejillas, cuando escuchó la carcajada que soltó el pelirrojo.

— ¿Es en serio? ¿Y te burlas de mí? ¡Puff! —

—Tsk. Idiota…—no podía decir nada en su defensa, era verdad, medía un metro noventa y dos, y le temía a las abejas, pero todo era culpa de su maldita amiga de la infancia…

***

Después de caminar un rato por el parque se sentaron en unas bancas frente a una fuente que en unos minutos encenderían para que empezara un espectáculo de luces y agua que hacían todos los días a las siete en punto de la noche. Justo al lado de la fuente había una tarima y en ella se encontraba un hombre tocando piano, una hermosa melodía que describía perfectamente aquella noche con su nombre…

What beautiful stars…—pronunció el pelirrojo por lo bajo, llamando la atención del moreno.

— ¿La conoces? —cuestionó, no sabía que al pelirrojo le gustara el piano.

—Ah, sí. Solía escucharla cuando era niño antes de dormir—miró nostálgico el cielo—Pero… cambiando de tema. He estado pensando que nunca me contaste quién era la persona que te gustaba en aquel entonces…—mencionó, recordando la noche en la que tuvieron aquella pijamada— ¿Aún te gusta?

Pensó detenidamente antes de contestarle, tenía la opción de mentir o de decirle la verdad…—Supongo que sí…—dibujó una pequeña sonrisa en su rostro— A pasado un tiempo desde aquella noche ¿verdad?

—Sí… Dime, Aomine. ¿Puedes decirme quién es? —preguntó sin mirar al moreno a los ojos. ¿Daiki ya confiaba lo suficiente en él?

No podía hacerlo. —Yo…no…—No deseaba perder su valiosa amistad con el pelirrojo en ese momento, era muy importante para él.

— ¿Es Momoi-san? —

Miró al pelirrojo con cierto matiz de asco. ¿De verdad le estaba preguntando si le gustaba su amiga de la infancia? — ¡No! — Negó de inmediato— Ni en sueños—jamás podría ver a esa chica como su novia…

—Lo siento. Pensé que era Momoi y por eso no me lo querías decir. Entonces descríbeme al chico o chica.

Abrió los ojos denotando sorpresa— ¿Por qué piensas que es un hombre? —

—Pensé lo mismo que con Momoi-san, que no me lo querías decir porque era alguien de tu mismo sexo y parece que di en el clavo—sonrió triunfante. Aunque en el fondo estaba un poco molesto con Daiki porque nunca se atrevió a decirle que era bisexual, aunque no lo culpaba… A pesar de que llevaban años hablando y siendo ‘amigos’ nunca supieron lo suficiente del otro como para confiar ciegamente en el contrario— No te preocupes, te entiendo.

— ¿Qué quieres decir? —

—Cuando estaba en la escuela media, me enamoré de un hombre…—Notó la expresión de sorpresa del moreno, pero éste de inmediato se enserió y le miró con mucha atención esperando la explicación del pelirrojo— Cuando lo conocí, nos hicimos amigos rápidamente. Pensé en decírselo muchas veces, pero por respeto de que a él le gustaba otra persona nunca se lo dije…

Un momento. ¿Kagami le está diciendo que es bisexual? ¿Eso significa que tuvo una oportunidad de estar con el pelirrojo en el pasado? Vaya, Daiki eres un idiota. — ¿Por qué nunca me lo dijiste?

—Porque pensé que me odiarías por no tener los mismos gustos que tú. Aunque ya estamos a mano, tú tampoco me contaste nada sobre que eras bisexual…—hizo un puchero fingido, haciendo destacar sus facciones infantiles y tiernas.

—Ya casi es hora…—dijo más para él que para el pelirrojo, dedicándole una pequeña pero bonita sonrisa sincera—Espera aquí— Y dichas aquellas palabras, se puso de pie y se dirigió a la tarima donde estaba el pianista tocando. Taiga observó confundido la interesante escena del moreno conversando con ese hombre que tocaba aquel romántico instrumento y entonces a los pocos segundos vió como el músico se levantaba del pequeño banco donde estaba sentado tocando, para darle espacio al moreno que se acomodó de inmediato y colocó ambas manos en las teclas del instrumento.

— ¿En serio Daiki sabe…? —

Y entonces empezó a tocar. Una melodía relajante, suave, tranquila y hermosa. Llena de sentimientos; afecto, ternura, dolor, amor, felicidad, tristeza… Un sonido que podía expresar montones de cosas, pero su único objetivo era transmitirle a Kagami todo su sentir, todas las cosas que trataba de ocultarle por el bien de ambos, todas las palabras que no se atrevía a decir, todo el nerviosismo que sintió al principio de aquella cita, todo el amor que nunca podrá darle, todos los besos que jamás podrá robarle, todas las caricias que nunca podrá concederle, todas las disculpas que no podrá pedirle, entre otros millones de sentimientos que de ningún modo podría transmitirle.

En ese mismo instante, casi al final de la melodía, la fuente se prendió. El agua comenzó a salir y cientos de luces empezaron a iluminar aquel parque alumbrando y junto con ellas, los ojos azules como la noche de Daiki, mostrando una imagen hermosa de él, un lado que Kagami Taiga no conoció hasta ese momento, algo que hizo que su corazón latiera frenéticamente y sus ojos se encendieran junto con los de él, de ese rojo vivo como el fuego que tanto los identificaba. En un momento Aomine volteó a verle, haciendo contacto visual, mirándole para transmitirle algo importante… Aquella canción iba dedicada a él, entonces le mostró una sonrisa angelical, un gesto que describía perfectamente el nombre de aquella hermosa melodía, Spring Time.

***

Tomaron el tren de regreso a casa del pelirrojo. No hablaron de nada más en el camino, no necesitaban hacerlo, ambos se encontraban totalmente sumergidos en sus pensamientos sobre aquella exitosa ‘cita de práctica’. Los dos estaban callados, pero el silencio que predominaba en el ambiente esta vez no era incómodo, era relajante, tanto que les daba sueño a ambos, Kagami dormía menos que Aomine por lo que reposó la cabeza un rato en el hombro del moreno para descansar un poco los ojos, cuando de pronto el moreno comenzó a hablar…

—Es un idiota…—susurró para que sólo Kagami escuchara en aquel silencioso tren.

— ¿Qué? —lo miró curioso. ¿Qué quería decir con eso?

—A veces me saca de quicio, pero cuando sonríe es realmente... — Aomine se sentía muy cursi diciendo en voz alta la palabra 'hermoso', aunque ésta fuera la primera que se le venía a la mente cada vez que veía esa sonrisa, de modo que rectificó–, bueno, esa sonrisa produce en mí una sensación realmente placentera. Siempre me han llamado la atención sus expresiones, porque cada día tiene una nueva que mostrarme. Yo... creo que lo amo.

—Aomine tú…—lo miró sorprendido. Nunca pensó que existiera alguien en el mundo que pudiera enamorar a Daiki y mucho menos pensó que un hombre lo lograra.

—Me dijiste que te lo describiera ¿no? —le dedicó una pequeña sonrisa. No tenía por qué ocultárselo del todo ¿verdad? Ya sabía que era bisexual y que le gustaba un hombre, mientras no le dijera quién era todo estaría bien ¿cierto?

***

A los pocos minutos salieron de la estación de tren y llegaron a la casa del pelirrojo. En lo que Kagami hacía un poco de café para él y Aomine, el moreno se apoderó del sofá y encendió el televisor para después empezar a buscar entre los canales deportivos algún partido de la NBA…

—Aomine…

— ¿Qué?

— ¿Desde cuándo tocas piano? —cuestionó desde la cocina. Se le notaba interesado y así era, nunca conoció ese pasatiempo del moreno y a juzgar por su forma de tocar deducía que ya llevaba varios años tocando aquel instrumento.

—Desde que tengo diez años. Mi padre era músico y cuando era niño, mi familia, incluyéndolo, querían que fuera como él. Entonces prácticamente me obligaron a aprender, y al poco tiempo después, cuando cumplí once años, descubrí el baloncesto y me fui alejando poco a poco de ese mundo en el que ellos querían que viviera… —

—Un momento… tu padre era…— ¿El papá de Daiki estaba…?

—Así es. Él no sólo era músico, también era alcohólico además de que también consumía otras drogas que le fueron deteriorando la vida hasta provocarle la muerte—

Un silencio se formó en el ambiente. Probablemente Kagami estaba pensando en algo estúpido como “no debí haber preguntado” aunque a él no le incomodaba realmente, su padre nunca fue el mejor, lo único que había logrado ese hombre había sido presionarlo para algo que él nunca quiso hacer.

—Lo sien…

—No digas nada— interrumpió la inútil disculpa. — Ya no me importa… Quiero decir, si no quisiera contártelo simplemente me hubiera quedado callado—

El moreno tenía razón. Si no hubiera deseado contarle seguramente le habría ignorado como de costumbre, lo que significaba que estaba empezando a confiar un poco más en él -o al menos eso creía-, quizás ya lo miraba como su mejor amigo o se sentía más cómodo ahora que ya sabía un poco más de él. No sabía qué era aquella sensación en el estómago, pero se sentía muy feliz…

Cuando terminó de servir el café que preparó, se sentó junto al peliazul y le entregó una taza—Gracias por lo de hoy—agradeció. Estar con el moreno en aquella cita le ayudó a acabar con ese nerviosismo y miedo que sentía a que algo saliera mal. También le hizo experimentar cosas nuevas: como la alegría de que todo salió bien, la gracia de saber un secreto muy profundo del otro: como lo eran sus fobias, la oportunidad de conocer algo nuevo del contrario: que era bisexual, la emoción de ver algo hermoso: sus preciosos ojos azules brillando como dos topacios ante aquel espectáculo de luces en el parque, la felicidad de poder escuchar algo hermoso y relajante: como lo fue la melodía en aquel piano que le dedicó, el sentimiento de sentirse seguro junto a alguien: cuando iban en el tren y apoyó su cabeza en el hombro contrario… Eso, y muchas cosas más fueron las que el moreno le hizo experimentar en aquella inolvidable cita.

Me gustas. Es lo que quería decirle, pero su instinto le decía que no se arriesgara a decir algo innecesario—D-De nada…

—Mañana… Mañana la invitaré a salir…—confesó de inmediato. Gracias a Daiki por fin podría pedirle una cita a la castaña aunque aún se sintiera un poco nervioso al respecto. Creía que por fin vencería todas esas dudas y miedos que tenían todas las personas cuando se enamoraban.

Aquella pequeña oración que pronunció el pelirrojo funcionó como una fuerte puñalada en el pecho. Algo doloroso, triste. Su corazón latió frenéticamente debido al horrible vacío que sintió en el estómago, su respiración aumentó por culpa de aquella taquicardia, se estaba ahogando en su propio dolor y desgracia. ¿Por qué no era él? ¿Por qué siempre tenía que ser tan doloroso? ¿Por qué tuvo que enamorarse de Kagami? —Entiendo…—contestó apenas en un susurro. Su mirada se apagó. Ya estaba cansado de ser rechazado, ya no aguantaba más esos sentimientos, estaba empezando a odiarse a sí mismo por su estupidez. Así que… ¿qué más daba si hacía algo impulsivo? Quizás si experimentaba un verdadero rechazo podría alejarse por completo de Kagami y deshacerse de esos sentimientos ¿verdad?

—Kagami…—pronunció su nombre y le tomó del mentón mirándolo fijamente con sus penetrantes orbes azules a aquellos intensos ojos rojos que mostraban más y más desconcierto cada vez que se acercaba lentamente a su rostro con un único objetivo: sus labios.
No pasaron muchos segundos para que terminara de acortar la poca distancia que quedaba entre sus facciones y que por fin pudiera fusionar sus labios con los del pelirrojo en un movimiento lento y apasionado. Una sensación nueva nació en sus paladares, algo desconocido, íntimo, sensual.
Para Daiki los besos no eran algo nuevo, pero cuando se trataba de Kagami era diferente, los labios del pelirrojo eran suaves y curiosos. A pesar de que trataba de apartarlo, aquel tacto no se lo permitía y lo incitaba a querer un poco más que un beso superficial del moreno, el peliazul en ningún momento cerró los ojos en el transcurso de ese pequeño roce, no podía perderse de ninguna expresión de Taiga, el cual estaba tenso con los ojos abiertos de par en par, pero a medida que el moreno avanzaba con aquel movimiento su vista se fue nublando de a poco, las pestañas comenzaron a pesarle y terminó cerrando los ojos, perdiendo toda esa poca fuerza que le quedaba para apartar al moreno.
Daiki se separó por un momento, observando la expresión relajada del pelirrojo que aún esperaba con los ojos cerrados a que siguiera. Sonrió de forma pícara y le arrebató la taza de café que aún tenía en la mano y que apretaba con fuerza para después tirarlo por completo al sillón—Aún no besas correctamente. Abre la boca. —ordenó de inmediato. Y el pelirrojo frunció el ceño como respuesta, no abrió los ojos ni por un segundo, sentía un poco de miedo de arruinar aquel ambiente que tanta curiosidad le daba. Dudó un momento, pero obedeció y abrió ligeramente la boca, sintiendo cada vez más cerca la caliente respiración del moreno hasta que volvió a apoderarse de sus labios, esta vez explorando su cavidad con movimientos lánguidos y decididos, su lengua jugueteaba con la suya de una forma apasionada, sexy…
La curiosidad mató al gato, pero éste murió sabiendo y por fin se dejó llevar por ella y las sensaciones nuevas que la boca de Daiki le estaba ofreciendo. Se abrazó al cuello del moreno en un intento de acercarlo más a su cuerpo, necesitaba experimentar un poco más de aquel sentimiento nuevo y especial. Los labios de Aomine eran diferentes a los suyos, eran fuertes y agrietados, en serio no había nada delicado en ese hombre. Notó cómo sus manos le rozaban de forma sensual por el extremo de su camiseta, haciéndole sentir un cosquilleo placentero en el estómago. A pesar de la rudeza de Aomine en la mayoría de sus acciones, se estaba comportando de una forma realmente delicada, y ese contraste estaba dejando a Kagami fuera de juego ¿al moreno no le gustaba otra persona? Si era así, ¿por qué se estaba dejando llevar de esa forma?
Cuando la mano de Aomine se terminó de colar por debajo de su camisa y alcanzó uno de sus pezones sacándole un gemido ahogado, supo que debían parar ahí o aquello no terminaría muy bien. Tenía que detenerlo de alguna manera, pero aquellas deliciosas sensaciones no se lo permitían, maldecía a su cuerpo por estar jugando con él justo en ese momento. La palma del moreno fue descendiendo lentamente, sacándole leves suspiros hasta llegar a su entrepierna y ahí fue donde Kagami llegó a su límite de tolerancia…

— ¡Aomine, para! —Lo apartó con todas sus fuerzas, haciendo que el moreno cayera al otro extremo del sofá— ¡Si yo no soy esa persona no me utilices! —pensó para sí mismo, no quería que Daiki lo usara como un maldito juguete, si el peliazul sentía algo por otra persona no tenía por qué andar jugando con él— Vete…—no es lo que quería decir. Deseaba hablar con Daiki sobre el por qué se dejó llevar, pero la ira le estaba ganando…

—Kagami…—frunció el ceño. Había sido un idiota, esta vez la cagó de la forma más estúpida, si el pelirrojo estaba tolerando las caricias tuvo que haberse quedado en eso y después avanzar poco a poco. Su reacción era natural, era obvio que se tenía que sentir utilizado si hacía tan solo media hora que le había dicho que amaba a alguien.

— ¡Que te vayas! —señaló la puerta y le miró dolido, necesitaba pensar… ¿Por qué le dolía tanto si a él le gustaba Riko? ¿No se supone que no debería de importarle eso ya que sólo eran amigos? ¿Entonces por qué le dolía tanto el pecho? ¿Acaso a él…?

—Lo… siento—la disculpa de Aomine lo sacó de sus pensamientos. Le dedicaba una mirada llena de arrepentimiento, dolor, miedo… ¿Por qué le miraba así? Antes que pudiera decir una palabra más el moreno salió y cerró la puerta dejándole solo, con miles de dudas sin poder aclarar…

—Idiota…—

***

Mentiría si dijera que no estaba nervioso, nunca había estado tan angustiado como en ese momento, pero si se había quedado a esperarla hasta que terminara todas sus actividades como presidenta del consejo estudiantil, no podía echarse para atrás ahora.

 La veía en el salón arreglando sus cosas, tragaba saliva e ingresaba al aula torpemente. Su intento de parecer calmado se esfumó rápidamente al momento en que se golpeaba la pierna con una de las mesas, llamando inmediatamente la atención de la castaña, que lo miró enseguida. Entre curiosa y divertida hablaba:

 —Kagami-kun, ¿qué ocurre?

 —N-nada…

 — ¿Seguro? ¿Todo bien?—preguntaba interesada ante la respuesta entrecortada del pelirrojo.

 —S-sí… ¡Sí! Todo bien, claro que sí. —fingió ánimos. Era realmente malo actuando, estaba empezando a creer que aquello no resultaría del todo bien. 

 —De acuerdo…—no sonaba muy convencida—. Entonces, ¿ya te vas?

 —Sí, me voy, ¿tú igual? —

 —Sí. Tengo algo de prisa, ¿sabes? Me quedaría más tiempo hablando pero no puedo…—le dedicó una mirada de disculpa y una pequeña sonrisa para después terminar de guardar sus cosas.

 —Claro…—la veía dirigirse a la puerta, se armaba de valor y hablaba—. Oye, ¡espera!

 —Sí, dime. —volteó a ver al pelirrojo rápidamente y le escuchó atentamente.

 —Bueno… yo… mañana iba a ir al cine con un amigo y él me dijo que… que iba a estar ocupado y no podía y bueno… ya tenía las entradas, me preguntaba si… bueno, para no ir solo ni perder el dinero… tú… ¿me acompañarías? —Se maldijo internamente. Aquello fue patético. No sólo era malo actuando también era un asco mintiendo.

 —No lo sé…—no estaba muy segura de que sería buena idea ir con un chico al cine, pero lo veía tan preocupado que creyó que no sería malo decirle que sí, después de todo no era nada serio o algo por el estilo, sólo una salida de amigos—. De acuerdo, ¿a qué hora?

 —Eh…— ¿lo había aceptado? Sí. Se sentía inmensamente feliz, pero hizo todo lo posible por ocultar el sentimiento para no asustarla— Bueno… a las dos de la tarde, afuera del MagiBurger, ¿lo conoces?

 —Sí, entonces nos vemos—decía saliendo del salón, dejando a Taiga completamente emocionado y eufórico.

 Llegaba a su casa después de pasar al cine a comprar las entradas, porque claro que aquello de ‘su amigo y las entradas’ era sólo una excusa, comía una deliciosa y abundante cena y se iba a dormir… a intentar hacerlo, pues era como un niño emocionado antes de una excursión y casi no logra conciliarlo. Cuando lo hizo durmió sólo un par de horas, sin embargo, eso no le afectó en nada a su ánimo en la mañana.

 Desayunó, se duchó, se vistió y se arregló con el mejor de los ánimos, feliz de la vida. Ni siquiera se daba cuenta de la hora a la que salía, sólo sabía que iba a tiempo. Se paró y esperó, al llegar la chica la saludaba y le decía que hacía poco la esperaba—mentía por supuesto, teniendo en cuenta que no miró el reloj al salir y llegó una hora antes de lo acordado.

 La invitó a comer algo, ya que la película no comenzaba sino hasta una hora después. La pasaban muy bien durante el tiempo que estuvieron en el local -Taiga agradecía el haber comido antes de salir, ahora podía comer una cantidad más o menos normal de hamburguesas y no sorprender a la chica-. Después ambos pasaron al cine, pues si bien era cierto que la película no era tan emocionante y divertida como le parecía a Riko, para el pelirrojo, aquel film era el más aburrido que había visto en su vida, pero no importaba, ¿qué iba a importarle si era Riko Aida quien la veía junto a él? Eso era suficiente para Taiga, que se la pasó todo el rato mirando de reojo a la chica -suerte que para él ésta estuviera tan concentrada en la pantalla que no se daba cuenta de eso-, y casi nada mirando la película.

 Salían de la sala, Aida iba completamente emocionada comentando de la película, mientras que Taiga agradecía el haber comprado las entradas para esa y no la que él quería ver, de seguro que la hubiera aburrido.

 —Muchas gracias por invitarme el día de hoy, Kagami-kun, me gustó mucho la película. —comentó emocionada, dedicándole una bonita sonrisa amistosa.

 —No es nada, no quería verla solo—y, ¡Dios, que hubiera sido horrible verla solo! Era la más aburrida del mundo—Gracias por acompañarme, la pasé realmente bien contigo, seguro que con él hubiera ocurrido algo como una discusión estúpida o eso.

 —Fue un gusto. Aunque me sorprende que a ti y a tu amigo les gusten esta clase de películas si son de la clase de persona con ese humor que los hace discutir a menudo, generalmente no ven esta clase de cosas.

 —Eh… Bueno, le gustan más a él que a mí…—miró hacia otro lado avergonzado, no podía imaginarse a él y al moreno viendo aquello sin discutir y dudaba que al peliazul le gustaran esas cosas…

 —Claro, te tendré que creer—Reía. Una risa que le encantaba oír al pelirrojo—. Bueno, ya es tarde y llevo todo el día fuera, debo irme o mi padre se molestará.

 —Sí, ten cuidado. Gracias nuevamente—hizo un gesto de mano en señal de despedida y le dedicó una bonita sonrisa.

 —Lo tendré. Nos vemos, Kagami-kun.

 —Nos vemos—decía por lo bajo mientras la observaba irse.

 Se marchaba feliz, había salido todo perfecto, ambos la habían pasado bien. Ahora se sentía con más valor para poder decirle lo que sentía; eran más cercanos que antes y tenía claro que le agradaba a la chica. Pensando esas cosas se marchaba a su casa. Su humor era mejor que antes.

***

Miró deprimido el firmamento acostado en el piso de la azotea. Había pasado un mes desde que él y Kagami dejaron de hablarse, nunca se había sentido tan solo en toda su miserable vida. Realmente había sido un mes difícil para él, acostumbrarse a estar sin el pelirrojo era lo más complicado del mundo; extrañaba los uno a uno que solían jugar siempre, sus salidas a MagiBurguer, las noches en las que se quedaba a dormir en casa de Taiga, jugar videojuegos con él, echaba de menos su sonrisa, su infinidad de expresiones, su cara de idiota cuando no entendía algo, molestarlo…

Mientras más le hace falta, más se da cuenta de cuánto lo ama. Por primera vez quiere disculparse y reconciliarse con el pelirrojo de una vez por todas. Sí, había dejado su orgullo de lado desde el comienzo de la segunda semana sin verse. Pero empezaba a pensar que aquella “reconciliación” no podría darse por una razón: volvería a ocurrir lo mismo de aquel día. ¿Por qué estaba tan seguro que pasaría? Simple. Su autocontrol llegó a su fin desde aquella noche, si se acercaba de nuevo a Kagami lo devoraría a besos aunque éste no lo quisiera. Además de que también sería muy doloroso para él verle feliz con otra persona que no fuera él…

— ¡Dai-chan! — el grito de la pelirrosa le dió un puñetazo en la cara, sacándolo de sus deprimentes pensamientos.

— Mm~ ¿Ahora qué quieres, Satsuki? —Maldecía la llegada de la pelirrosa. En ese momento no estaba de humor para escuchar sus estúpidos chismes sobre lo que fuera…

Estabilizó su respiración. Se tomó la molestia de ir hasta allá corriendo para decirle algo importante a su amigo y éste no lo valoraba, era un idiota, pero sin duda se volvería loco cuando escuchara lo que iba a comentarle—Kagami-kun va a confesarse.

Su pecho se retorció de dolor, pero mantuvo una expresión inmutable— ¿Y qué? —contestó cortante. Parecía que Dios le odiaba y cuando menos quería escuchar algo del pelirrojo, le traía a alguien para torturarlo.

Riko… H-Hay… algo importante que quiero decirtela miró determinado, era ahora o nunca.

— ¿Qué pasa, Kagami-kun? —

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— ¡Que ella ya tiene novio! —gritó exaltada. No sabía por qué su amigo de la infancia y Kagami se habían peleado pero estaba segura de que Daiki no permitiría que Taiga sufriera, prefería un millón de veces salir herido él en lugar de Taiga, sabía que le dolería mucho más verlo sufrir.

Rió por lo bajo. ¿De verdad piensa que le creería esa pobre estrategia de reconciliación? —No bromees, Satsuki.

—No bromeo, Ahomine—le miró cabreada, y ahí fue cuando el moreno se dio cuenta de que Momoi no le estaba mintiendo.

Se levantó de golpe del suelo— ¿Cómo lo sabes?

—La última vez que nos vimos, le prometí a Kagamin que recolectaría un poco información sobre la chica que le gusta. —hizo una pausa y miró por un momento a Aomine, el cual la escuchaba atentamente—Su nombre me pareció conocido así que le pregunté a algunas amigas y por fin pude recordar de dónde la conocía. Además de ser la presidenta del consejo estudiantil también hace poco había empezado a salir con Kasamatsu Yukio de tercer año, que además de ser el vicepresidente del consejo estudiantil, también es un conocido jugador de básquet y habló sobre ella en algunas revistas…

—Entiendo…—bajó la vista al suelo por un segundo—Ese idiota debería dejar de ser tan impulsivo. ¿Dónde está? —miró a su amiga decidido, debía llegar a tiempo o sería rechazado por la chica.

—Está detrás del gimnasio—

—Entendido, iré a buscarlo—se puso de pie y de inmediato se dirigió a la salida de la azotea—Gracias Satsuki.

Tú…M-Me gustas. Así que, por favor, ¿saldrías conmigo?

Kagami-kun…

Corrió lo más rápido que pudo entre la multitud de estudiantes con la que chocaba                                                                    constantemente. Malditos recreos…

Estoy con alguien más. Disculpa por no corresponder a tus sentimientos, Kagami-kun.

D-Descuida… La…Lamento haberte incomodado.

No te preocupes…

Cuando por fin llegó a la parte trasera del gimnasio ya era demasiado tarde… Mierda, lo siento… Taiga.
Caminó hacia la clase, ya casi tocarían la campana de entrada a clases y debería ir aunque no quisiera… Cuando llegó al aula se encontró con el pelirrojo mirando seriamente su celular, como si estuviera esperando una llamada muy importante. Terminó de entrar silenciosamente para encararlo:

—Yo…— saludó. Haciendo sobresaltar a Kagami, seguía siendo tan lindo como siempre… Le había echado de menos en aquel mes en el que no se hablaron…

—Hola—saludó cortante. No tenía ganas de hablar con nadie y mucho menos con el moreno.

—Escuché que te rechazaron…

—Así es

—Lo siento…— la disculpa del moreno no se hizo esperar. Volteó a verlo, era un desastre, tenía ojeras como si no hubiera dormido en todo el mes, su cara se veía horriblemente cansada…

—Aomine… N-No tienes por qu-…—

—Sí tengo—interrumpió—Fui un idiota, no consideré tus sentimientos y simplemente te besé, fui un maldito egoísta…—

—Ja. Siempre lo has sido, Ahomine—le dedicó una pequeña sonrisa. Aceptaba las disculpas del moreno, de todos modos si éste no se terminaba disculpando al final él terminaría haciéndolo, pero no se lo diría para que no se burlara de él…

—Taiga…

—Idiota. ¡No me llames por mi nombre así como a-…!

Se quedó mudo con los ojos bien abiertos y las mejillas ligeramente sonrojadas. El moreno le había tomado del rostro para acercarse lentamente a sus facciones, el aire sopló tan fuerte que levantó por completo las cortinas del salón y el aroma de la primavera entró por la ventana. La piel morena de Daiki se tiñó de un leve color rojizo al acortar la poca distancia que quedaba. Sus labios fueron arrebatados de nuevo, pero esta vez sólo fue un pequeño roce desesperado, lleno de ternura, amor… Aomine se separó sólo un poco de su cara, para tomar un poco de aire porque se había quedado sin aliento.

—Te amo…—pronunció en un susurro, dejando al pelirrojo petrificado—Así que... —extendió los brazos y bruscamente abrazó a Kagami—No me vuelvas a dejar solo, idiota.

—No te amo, pero tampoco me disgustas…—fue la respuesta que dio después de pensarlo un poco en silencio.

Su corazón dio un salto de felicidad, miedo, nerviosismo…— ¿Eso quiere decir que…?—Se separó por un momento del pelirrojo y lo miró esperanzado.

— ¿Recuerdas cuando te dije que me había enamorado de un hombre cuando estábamos en la escuela media? —El moreno asintió— Fuiste tú—aspiró un poco de aire— Antes de conocernos en persona leí muchas revistas en las que aparecías. “Lo admiro”. Eso fue lo que pensé, pero después de conocerte me di cuenta de que en realidad eso no era una simple “admiración”; siempre contaba las horas para verte, cada vez que te miraba me decía: “qué guapo”, cada vez que te quedabas en mi casa a jugar videojuegos te inventaba una excusa para que no te fueras—miró por la ventana de la clase entretenido—Esas fueron algunas de las cosas que me ayudaron a darme que cuenta de que estaba enamorado de ti. Nunca te dije lo que sentía porque siempre me hablabas sobre tu “gran heterosexualidad” así que terminé creyendo que eras un amor imposible. —Rió por lo bajo—Es gracioso, si en aquel momento nos hubiéramos dado cuenta de los sentimientos del otro, seguramente en este mismo instante estaríamos juntos—volteó a ver al moreno decidido— Pero no fue así, y esos sentimientos terminaron perdiendo fuerza. Aún me gustas—admitió—me di cuenta cuando nos besamos aquella noche, esas molestas sensaciones habían regresado…—hizo una pequeña pausa, Daiki lo escuchaba atentamente con el mayor interés del mundo—No quiero ilusionarte, pero...

—Suficiente…— interrumpió y volvió a tomar al pelirrojo del mentón, robándole otro rápido y pequeño beso— Está decidido, haré que te vuelvas a enamorar de mí.

—I… ¡I-Idiota…!—apartó la mirada avergonzado. Nunca pensó que Daiki podría decir algo tan vergonzoso como eso.

—Vámonos—ordenó, tomándolo del brazo y empezando a caminar rápidamente para salir de la clase.

— ¿A dónde vamos? —se dejó llevar por el agarre y le siguió el paso.

—A tu casa…—

— ¿Por qué? —preguntó inocente. Pero después de pensarlo un poco se dio cuenta de lo que significaba irse en ese momento después de corresponder a los sentimientos de Daiki— A-Aomine no me digas que vamos a…

***

El camino se le hizo bastante confuso y rápido, por eso ni siquiera tuvo demasiadas oportunidades de dar su opinión al respecto. Sin embargo, y dentro de toda esa bruma de emociones que no lo hacían pensar bien del todo, ese sentimiento de extraña satisfacción era el que más brillaba, se destacaba y casi pedía atención. Se dejó llevar entonces, gustoso. A fin de cuentas, a pesar de todo, ese sentimiento fuerte que alguna vez sintió por Daiki continuaba, tal vez con una menor intensidad, pero estaba. Y sí, era cierto que hasta le había gustado la castaña, mucho, pero el sentimiento por Aomine jamás se fue, sólo se ocultó sabiamente, a la espera de poder surgir nuevamente.

 Se hallaban ya en su casa antes de que se pudiera dar cuenta. Abrió la puerta sin decir palabra alguna, no quería comprometerse a algo ni arruinar todo, iba a dejar que las cosas pasaran. Que pase lo que tenga que pasar, pensó. Exhalando un suspiro pesado ingresó. La puerta fue cerrada tras ellos y los besos por parte del moreno no tardaron en llegar, primero como un simple roce de labios, un abrazo de la cintura que fue suficiente para darse el derecho descaradamente de meter su lengua en la boca ajena. Ese era, sin lugar a dudas, un beso posesivo -pero no por eso falto de amor, muy al contrario, era su forma de demostrarle su cariño, ese que le hacía sentir el deseo que ahora lo guiaba-.

 Su cuerpo se acaloraba de sólo sentir la agitada respiración del pelirrojo sobre sus labios, sus manos aferrarse a su espalda, el deseo que el otro también sentía. Lo sabía, que Kagami ansiaba eso tanto como él; se dejaba llevar y correspondía lascivamente a esos besos mientras sus manos subían a acariciar el pecho del otro. El calor que inundaba su cuerpo iba en ascenso, su mano subía por el pecho hasta llegar a la corbata ajena, la quitaba casi desesperadamente, desabrochándola de manera torpe por culpa de la excitación, junto con los primeros botones de la camisa de Taiga. Observaba su cuello y parte de su pecho, su lengua viajó lentamente por su piel, mordiéndola y marcándola con ahínco.

Soltó un gemido al sentir la boca del moreno succionar la parte descubierta de su pecho, dejándose llevar por aquella nueva sensación. No estaba seguro de si Aomine lo sabía, pero esa era su primera vez experimentando todas esas cosas, desde los besos hasta las suaves caricias que ahora el peliazul le repartía con fervor, desde esos suaves ronroneos que Aomine dejaba salir de su boca hasta sus propios gemidos causados por la excitación que estaba empezando a sentir...

Decidió ayudar un poco al moreno, y empezó a deshacerse de sus prendas mientras lo guiaba a su habitación; empezando por la corbata, desabotonando sensualmente la camisa hasta quitársela para después pasar a los pantalones, desabrochándolos torpemente por el camino mientras chocaba contra las paredes por culpa de los besos y succiones de Daiki.

Una vez llegaron a la habitación, el moreno arrojó al pelirrojo con poca delicadeza en la cama, despojándolo del resto de sus ropas. Ambos quedaron en ropa interior, con Daiki sobre el cuerpo del otro. No perdió ni un segundo y retomó los besos acalorados que le daba, dándose la libertad de tocar toda su piel cuanto quisiera. Sentía sus palmas arder por puro deseo. Sus salivas se mezclaban, de manera deliciosa y placentera, completamente satisfactoria, haciéndoles perderse aún más en esas sensaciones que, en el caso del pelirrojo, las sentía por primera vez. La caliente saliva se escurría de sus bocas sin importarles, estaban demasiado sumidos en el placer como para preocuparse de nimiedades como esa.

 Las hábiles manos contrarias, más que calientes ya, acariciaban su pecho, encontrándose de pronto con los pezones ajenos. Los tomaba entre dos de sus dedos, comenzando a jugar maliciosamente con éstos, aplastándolos y pellizcándolos. Taiga soltaba gemidos directo en la boca del peliazul, su respiración se agitaba y con dificultad respiraba, pero ni eso los hacía separarse. Sus brazos rodeaban el cuello de su contrario, atrayéndolo más a su cuerpo para que su temperatura se elevara aún más.

Un gemido ronco salió de la boca de Aomine al sentir el choque de sus entrepiernas que ya pedían un poco de atención.

Entonces dejó por un momento la boca del pelirrojo para empezar a descender lentamente por toda la piel contraria con movimientos lánguidos, explorando cada rincón de Kagami y bajando por su pecho para nuevamente detenerse en sus pezones, que empezó a chupar y succionar deliciosamente, haciendo que el pelirrojo arqueara la espalda y dejara salir gemidos cada vez más audibles de su boca.

Para él, que era la primera vez que sentía toda esa clase de cosas, la sensación de la boca del moreno en sus pezones lo hacía gemir a alto volumen, casi desesperándose por lo bien que se sentía. Su voz se alzaba más cuando sentía a Daiki morder con algo de fuerza uno de sus botones, el leve dolor mezclado con placer, besos, lamidas y succiones le fascinaban.

 Su erección dolía, entonces mientras jugaba maliciosamente con los pezones ajenos su mano bajaba a la entrepierna del otro, acariciándola con descaro, pero de manera lenta y delicada, quería que se desesperara por sentir más -y lo lograba rápidamente-. Las manos de Taiga sobre su cabello le encendían más, le demostraban qué tanto disfrutaba de eso y lo bien que lo podía hacer sentir. Entonces metía su mano a la ropa interior ajena, liberando el miembro erecto y ya goteando del otro para después comenzarlo a estimular, con mayor ahínco cuando se trataba del glande, haciéndolo gemir su nombre con descaro.

—Mmgghh... A-Aomine— Aquellos gemidos eran música para sus oídos. Incrementaba el movimiento en el miembro ajeno, masturbándolo cada vez más y más rápido mientras continuaba entretenido jugando con aquellos tentadores pezones...

A los pocos minutos se aburrió de lamer el mismo lugar, entonces se animó a descender un poco más, llegando a esa zona que aún no exploraba con su boca y que todavía frotaba con empeño: su miembro

Observó un poco curioso aquel órgano viril. Él era bisexual porque le gustaba Kagami, un hombre. Pero lo cierto es que nunca había estado con uno, lo que significaba que jamás se la había chupado a un tipo.

No creía que fuera tan difícil, pero tampoco era demasiado fácil hacer sentir placer a alguien si no se tenía alguna técnica para eso. Así que decidió experimentar un poco...

Lamió todo el pene desde los testículos hasta el glande, saboreándolo por primera vez. Aquello no tenía el mejor sabor del mundo, era un hecho, pero eso no le detendría. Lamió un poco el glande con movimientos circulares para después introducir el pene por completo en su boca y empezar a succionar lentamente, mientras hacía movimientos muy lentos de arriba hacia abajo lamiendo circularmente todo lo que podía dentro de su boca...

La manera tan desvergonzada con la que Aomine realizaba esa tarea le cohibía, no podía creerlo. Pero se sentía bien, increíblemente bien; la calidez y humedad de la boca del otro envolviendo su miembro de manera deliciosa; la lengua recorriendo por completo toda la extensión, el glande principalmente; las manos que jugaban con sus testículos y lo que la boca de Daiki no alcanzaba a cubrir.
Sus manos bajaban a jalar suavemente los azules cabellos ajenos, guiado por el placer que lo enceguecía.

 Sentir la erección del pelirrojo en su boca llegar tan profundo, se sentía extraño, pero le gustaba, en especial por la reacciones del otro, sus gemidos fuertes y sinceros sumados a sus manos en su cabello, que le jalaban y, de vez en cuando, lo empujaban para que su cavidad bucal acogiera más a su miembro.

—Aomine…—decía su nombre por decir algo, la bruma de placer era muy grande, sentía cómo no aguantaría mucho más—… Oye… m-me voy a…

El moreno no se echó para atrás como el pelirrojo esperó, así que tragó gran parte de aquel líquido blanco y espeso y otro poco lo utilizó para lubricar tres de sus dedos.

Terminó de quitarle la ropa interior a Kagami y separó un poco sus piernas para después acercar uno de sus dedos a la entrada ajena y empezar a hacer pequeños movimientos en círculos por la superficie.

 Introducía el dedo sin pensárselo demasiado, las lindas reacciones del otro lo tentaban bastante y su erección era cada vez más imposible de aguantar. Lo movía dentro, en círculos, metiéndolo y sacándolo. Una vez oyó gemidos introdujo otro, haciendo movimientos de tijera para expandir más aquel lugar.

 La sensación de los dedos de Daiki en su interior le incomodaban, dolía, pero sólo soltaba leves quejidos, no era tanto como para no poder aguantarse. Le costaba acostumbrarse, pero cuando creyó que estaba listo -y cuando se sintió bien-, habló—Y-ya… Aomine…

 Sólo le bastaba oír eso para enderezarse y ubicar bien sus caderas entre las piernas del pelirrojo. Al fin liberaba su miembro, ahora probaría lo que se sentía estar dentro de Kagami. Rozó su miembro contra la entrada ajena y soltó una risita al ver la expresión de molestia del otro por jugar con eso. Entonces hizo presión lentamente hasta ingresar, primero un poquito, intentado controlarse, pero no pudo e ingresó por completo de una sola estocada, arrancándole lágrimas y fuertes quejidos.

Mierda. Eso dolía como mil demonios, era incómodo y caliente.

—A-Ah...D-Duele...mu...cho—trataba de contenerse, pero las lágrimas caían solas. Se abrazó a la espalda del moreno en un impulso por sentir un poco de su calidez y delicadeza, mientras incrustaba sus uñas en la espalda contraria, dejando fuertes marcas de dolorosos arañazos.

Se quedó quieto por unos minutos para que el pelirrojo se acostumbrara y limpió aquellas lágrimas de dolor como pudo mientras repartía muchos besos por todo su hermoso rostro de ángel, cosa que lograba que el cuerpo de Taiga se relajara un poco más y fuera de a poco disminuyendo aquel horrible ardor.

Después de que se acostumbrara bien a la sensación y dejara de doler lo suficiente, comenzó a mover sus caderas ansioso, indicándole así al moreno que se moviera, quien captó enseguida el mensaje y comenzó un lento vaivén, aumentando de apoco la velocidad, golpeando muy profundo en el interior cálido y apretado de Kagami. Soltó algunos gemidos roncos, la sensación que envolvía su miembro era indescriptiblemente deliciosa.

 Gimió de manera audible, escondiendo su rostro en el cuello ajeno y mordiéndolo despacio por el placer, soltando su caliente aliento sobre la piel húmeda con su saliva. Aferrándose como podía a él, se sentía increíblemente bien, demasiado, era lo más placentero que había sentido jamás. Nunca llegó a pensar que ser penetrado por otro hombre se sentiría así de bien, pero ahí estaba, a merced del otro, sumergiéndose cada vez más en el delirante placer que le atrapaba cada vez más.

Aumentó el ritmo de aquel vaivén, gimiendo al ritmo de éste junto con el pelirrojo, embriagándose de aquellas sensaciones nuevas y placenteras que le ofrecía estar unido al otro.

—Taiga...—pronunció su nombre en un ronroneo, arrebatándole los labios otra de las muchas veces que lo había hecho en el día, demostrándole su amor y alegría por estar ahí junto a él, siendo uno...

El peliazul continuó embistiendo a Taiga sin parar. Lo besó con ahínco, cosa que al pelirrojo le encantaba. Gemía a gran volumen cuando el otro daba en un punto en su interior en el que se sentía mucho mejor, su voz era aún más fuerte, le encantaba la sensación. Sus respiraciones agitadas y la voz ronca que tanto le encantaba del moreno, susurrándole todo tipo de cosas hermosas.

 Aumentó la intensidad de las estocadas, aquello se sentía demasiado bien, las expresiones del pelirrojo le encantaban, le hacían recordar ese gran amor que sentía por él. Dejaba unos besos en su frente, amorosos y afirmaba con fuerza sus piernas, levantándolas para poder llegar más profundo, haciéndolo disfrutar aún más.

 Con la última acción de Daiki ya era demasiado, no duraría mucho más, casi nada, porque tras recibir un par de penetraciones sintió una corriente eléctrica sumamente deliciosa en todo su cuerpo, esparciendo su esencia entre sus vientres sin poder avisar. Su cavidad se contraía en deliciosas palpitaciones que apretaban deliciosamente la erección de Aomine.

 —Ah… Da-Daiki… Mm…—se aferró con más fuerza a él.

 El reciente culmine del otro le hizo llegar prontamente al orgasmo, eyaculando en el interior del aún agitado pelirrojo.

 —Taiga… ah… te amo—sacó lentamente su miembro de la entrada contraria, dejando libre al pelirrojo, y pocos segundos después se dejó caer al lado de éste.

Se habían quedado recostados algunos minutos descansando del reciente ejercicio bajo las sábanas. El moreno acostado boca arriba y Taiga de lado abrazado junto a él. Hablaron de un montón de cosas estúpidas mientras trataban de conciliar el sueño y se reían de otras mientras se tomaban de la mano.
Daiki ya estaba cansado, los ojos le pesaban y se sentía algo mareado, por otra parte el pelirrojo se sentía con un poco más de energía, debido a que a diferencia del moreno él sí había podido dormir mucho más…

Esta vez se dejó llevar por el sueño, estaba al lado de su amado. No cabía duda de que aquella noche sería perfecta—Te amo…—volvió repetir en un pequeño susurro, sacándole una pequeña carcajada al pelirrojo. Decir dos veces en un día aquella palabra que transmitía todo su sentir y que había logrado demostrar con hechos, era algo que sólo haría con la persona que realmente amara, y Kagami lo sabía.

Lo has logrado, Daiki. —Puede que todavía no te ame... pero estoy completamente seguro de que te quiero.

–Me esforzaré –respondió Aomine con una dulce sonrisa.

 

—Fin—

Notas finales:

Imagen que me tocó: http://blog-imgs-57.fc2.com/8/0/1/801gazo/18aoka2.jpg

¿Qué les pareció?

Sí, sé que fue bastante largo, 16, 000 palabras no es fácil uwu

Uff Espero que les haya gustado y que no fuera una lectura demasiado tediosa para sus ojos y kokoros.

También les pido con todo mi corazón que si se tomaron el tiempo de leer todo eso, me dejen un review o crítica constructiva que siempre será bienvenida. De nuevo debo confesarles que a diferencia del anterior este lo disfruté mucho más, aunque se me complicara demasiado el Aomine enamorado, que espero al menos haya conservado un poco sus esencia Ahomine.

Espero que les haya agradado el lemon que realmente me costó pero que escribí con mucho amor para todas/os ustedes. Aunque me disculpo si no fue lo que esperaron xc

Créditos:

Chisutcliff :  Que me ayudó muchísimo con parte del lemon. La cita de Kagami y Riko y el primer párrafo del principio. Estos últimos sólo fueron editados para que se amoldaran a mi estilo de narración.

Yukino/Yukinu: Me dio una mano con algunos diálogos, en especial en el del final  ;u; evitando que éste fuera una mierdesilla.

Créditos a las canciones que utilicé:

* Given up –Linkin Park

* Todo cambió –Camila

* What beautiful stars –Yiruma (piano)

* Spring time –Yiruma (piano)

Agradecimientos:

Chisutcliff: Por las ideas y ayudas con la parte hetero y la idea principal que no pude haber pensado sin ella.

Yukino/Yukinu: Mi amore de la vida y mi beta :’’v  que me ayudó montones en todo y que hizo de esta historia algo decente  <3

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Ahora me disculpo de antemano por estas notas tan largas y huyo gaymente asdfgh

Hasta el próximo fic Cx


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