Sábado a media noche. Kagami salió de su departamento cubierto lo más que podía a causa del frío y esperando que nadie lo reconociera, caminado con las manos dentro de los bolsillos del pantalón hacia un parque cercano a su hogar. Ahí, una figura un poco más alta ya lo esperaba. Sus ojos se cristalizaron, sintiendo como de sólo verlo iba a terminar llorando, el nudo en la garganta era grande, pero no hizo nada más que avanzar, con una tímida sonrisa y un rostro incrédulo.
—Esto si es inusual, nunca llegas temprano y quedamos que a media noche, ¿hace cuánto tiempo estas aquí? —Inentó sonar normal.
Pudo ver el sobresalto del mayor ante su llegada y sus ojos iluminarse, con los mismos sentimientos que los suyos: tristeza, afecto, melancolía, necesidad, curiosidad, cariño, soledad, amor.... Amor que nunca dejaron de sentir.
—No hace mucho—. Fue la respuesta del moreno, sin perder de vista cada movimiento del pelirrojo.
Aomine no pudo soportarlo, apenas lo tuvo lo suficientemente cerca, lo primero que hizo fue abrazarlo, tanto tiempo queriendo tener ese cuerpo de nuevo entre sus brazos le había estado volviendo loco, no podía contenerse teniéndolo enfrente, sintió como aquel vacío se iba llenando poco a poco cuando los brazos del pelirrojo rodearon su cuello.
Y entonces, ambos se permitieron llorar. Ocultando sus rostros en el cuello contrario, intentando no hacer ruido, aferrándose al cuerpo de la persona que amaban, aspirando su aroma después de tanto, soltando aquella carga emocional que traían desde hace años. Se extrañaban, se querían cerca… Se amaban.
Lo segundo que ambos buscaron fue un beso, no uno salvaje como al que estaban acostumbrados, fue algo dulce, apenas un roce, que movió mil sentimientos en el interior de los dos, tal vez, incluso ese fue el beso más tierno y lleno de sentimiento del cual solo la luna y la nieve a su alrededor fueron testigos.
Había un sólo amor verdadero en el mundo, uno sólo por el que lo harías cualquier cosa, y ellos dos estaban seguros de que no había nadie en el mundo más enamorado y entregado que ellos en aquel momento.
—Te extrañé, te extrañé tanto... Perdóname, soy un idiota, ¿podrías perdonarme? Dios, no tienes una idea de cuánto te amo—. Daiki no era una persona débil, pero justo frente a él, en aquella situación, poco le importaba como se viera y sabía que Taiga no iba a juzgarlo.
—Te perdoné hace tiempo...
—No quiero estar sin ti Taiga...
—Estoy aquí, justo ahora, frente a ti.
—Pero mañana volverás a ser de él.
El pelirrojo se quedó callado por unos segundos antes de responder. —Hagamos entonces, que el ahora dure... Daiki.
Fue el único intercambio de palabras que tuvieron antes de sentarse sobre la fría nieve, Kagami recargando su espalda en un árbol y Aomine acostado, recargando su cabeza en las piernas del pelirrojo.
No todas las historias tienen un final feliz, no todos los príncipes llegan para quedarse. No hay un culpable, simplemente un destino caprichoso que no les quiere juntos. Porque está celoso, celoso del amor que se profesan, celoso como lo estuvo del Sol y la Luna, teniendo la misma condena que ellos: estar separados.
Aunque sabían que sus caminos se habían vuelto a cruzar, aquel momento no fue para reencontrarse y continuar juntos... Fue para despedirse. Porque cada uno formó un camino, uno separado del otro, habían aprendido a vivir sin estar juntos y a superarse. Habían aprendido querer de nuevo, amar de nuevo, nunca tan pasional y sincero como el amor que tuvieron... Pero de nada servía si quiera mirar al pasado.
Con los primeros rayos de luz, el pelirrojo dejó de acariciar el cabello de aquel a quien le había prometido estar siempre a su lado, el cual se tensó pues sabía que el "ahora" había terminado, que debía dejarlo ir… que ya no era más suyo.
—No te vayas —.Rogó en vano, sabiendo desde antes la respuesta.
—Daiki, siempre es mucho tiempo—. Murmuró recordando las palabras que alguna vez fueron voto de su amor—. Pero si se trata de ti… Te amaré por siempre.