Estaba soñando, claro que era un sueño, estaba seguro de que lo era. Aunque no recordaba en qué momento se quedó dormido ni mucho menos cuando despertó, pero era un sueño y de eso no cabía la menor duda.
¿Cómo lo sabía? En primera porque aquel lugar no era el departamento que compartía con su pareja como recordaba, sino uno más grande y espacioso, en segunda porque estaba seguro que era Martes, lo que significaba que debía estar en la Universidad y no en casa...
Y en tercera, y la más importante claro, es que su pareja había salido de la cocina cargando a un niño de no más de dos años que cuando lo vio gritó "papá".
Aomine Daiki no era padre, no podía serlo, no cuando tenía por pareja a un hombre, mucho menos si era alguien como Kagami Taiga.
Ellos llevaban saliendo casi cuatro años, después de que terminara su primer año de preparatoria y tras múltiples encuentros y peleas, Aomine le había pedido que fueran pareja, acción que la verdad había tomado por sorpresa a ambos, tanto como la respuesta afirmativa del pelirrojo.
Duraron juntos los dos años de preparatoria que les faltaron y, entre risas, más peleas, perversiones, momentos inolvidables y algunos vergonzosos para el pelirrojo, se habían ido a vivir juntos antes de iniciar la Universidad hace ya dos años.
Pero no estaba en sus planes el hacer mas grande esa familia, vamos ¡eran hombres! Aunque no dudaba si quiera un poco de que aquella criatura fuera suya.
De ojos y cabellos azules iguales a los suyos, tal vez un poco más claros, con el color de piel del pelirrojo, las mismas facciones y expresiones. ¡Incluso su sonrisa! Aomine no se había parado del sillón en la sala donde se encontraba, atónito observando cada movimiento de aquellos dos.
-Kaoru, ¿porqué no vas con papá en lo que preparo el desayuno? -El pequeño asintió frenético antes de bajar de los brazos de su padre pelirrojo para dirigirse al moreno que sólo le seguía con la vista.
Extrañado, como si el pequeño fuera a desaparecer en cualquier momento se le quedó viendo hasta que el menor levantó los brazos sonriente para que le cargara. Ahh... Aomine tenía debilidad por esa sonrisa, exactamente igual que la de aquel chico al que amaba.
-Papá, juega -Dijo el menor al estar en brazos de su padre soltando una risa inocente que contagió al mayor.
Un día bastó, un solo día para que Aomine terminara por enamorarse de aquel pequeño que respondía al nombre de Kaoru... Kaoru Aomine, como sentía su pecho inflarse de orgullo con solo pensarlo.
Era una perfecta mezcla de ambos, una copia exacta de sus padres, con el físico de uno y la ingenuidad del otro. Intrépido, travieso, inocente, curioso, orgulloso y posesivo.
Después del desayuno, habían ido los tres a un parque cercano a donde vivían, había sido todo tan natural como si el menor siempre hubiera estado presente, haciendo que Aomine se acostumbrara rápido a su presencia. Corriendo de un lado a otro hasta que obligó a sus padres a jugar con él.
Peleaba con el pequeño cada vez que intentaba besar a su pelirrojo, pues Kaoru, como buen Aomine iba a interponerse entre ambos diciendo que el pelirrojo era suyo y que sólo él podía hacer eso y claro, Daiki como buen padre que era, hacía a un lado a su hijo y abrazaba al pelirrojo de forma posesiva diciendo que él había llegado primero, cosa que no hacía mas que reír al pelirrojo.
Regresaron a casa varias horas después, donde ambos ojiazules tomaron un baño mientras el pelirrojo preparaba la comida, terminando por cubrir todo de agua y llevarse una regañada por el de ojos rubí y entre miradas cómplices y pequeñas risas, así como un moreno diciendo "no me arrepiento de nada" terminaron comiendo.
A la hora de dormir, el pequeño había ido a situarse al lado de sus padres, siguiendo con la guerra que parecía haber entre ambos Aomines por la atención del pelirrojo, quedando el menor sobre su pecho y el mayor a su lado, abrazándolo posesivo por la cintura.
Kagami besó los labios de su pareja de forma dulce, mordiendo su labio inferior intentando quedar lo más cerca al mayor que podía, mientras el menor le miraba curioso, gritando un "Mi quere" al final, robándole un inocente beso al pelirrojo que le hizo reír y al moreno bufar inconforme.
Aomine no quería cerrar los ojos, no quería que aquella cálida sensación de hogar desapareciera, él juraba que no había cerrado los ojos más que para pestañear, pero al abrirlos, pudo ver como siempre a su pelirrojo novio corriendo de un lado para otro arreglándose.
Ahh.. Si no se apresuraba también se le haría tarde para llegar a la Universidad.
-Taiga.. -Se sentó sobre la cama despeinando su cabello, la casa se sentía sola sin aquella diminuta presencia.
-¿Qué pasa? No me digas que quieres quedarte en casa, no es momento para tu holgazanería.
-Tengamos un hijo... -Dijo de manera despreocupada y normal, logrando que el pelirrojo se cayera en su intento de ponerse los pantalones.
-Estas... ¿Q-Qué? Por si n-no te haz dado cuenta somos hombres idiota, no me vengas con eso ahora.
El rostro del pelirrojo estaba tan rojo que se comparaba con el color de su cabello, a medio vestir, tirado en el suelo sin poderse levantar por la impresión de lo que acababa de escuchar, nadie puede culpar a Aomine de saltárle encima ante semejante vista.
-Hnn... Podemos intentarlo.
Bien, tal parecía que por lo menos la Universidad podía esperar por ese día.