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Eres mi única luz. por KuroKagami

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Notas del fanfic:

¡Hola!

Es segunda vez que lo subo, solo que ahora lo intenté arreglar y 'modificar'

Si es que ya lo habías leído -te amo(?)- te darás cuenta que los nombres están cambiados (??????) Pero es lo menos. 

¡Gracias por meterte aquí y espero que te guste!

Graduado de enseñanza media y realmente sin nada qué hacer, así estaba.

Según mi madre necesitaba entrar lo más pronto a una (seguramente) prestigiada universidad. Pero ¿qué estudiaría? Realmente no sabría qué estudiar y el futuro se ve muy lejano para mí ahora. Simplemente quiero por el momento trabajar en algo y luego ver qué hago.

Cuando estaba con recién dieciséis años cumplidos me decidí por irme a vivir solo una vez cumplida la mayoría de edad. Me daría lo mismo; una casa o un departamento, solo tenía que alcanzarme el presupuesto para ese entonces.  Junté el dinero de años (dos años más específicamente) y ahora estoy aquí. En el centro de la ciudad, ahora propietario legítimo de un departamento.

No era demasiado grande, pero era lo suficiente. Una cocina-living-comedor queda perfecta en la sala principal, un baño no pequeño pero no inmenso estaba a un lado de la única habitación principal. Mi madre no estuvo muy acuerdo, primero se quejó por unas horas que parecieron interminables que al cabo terminó cediendo, solo con la condición de que cada mes ella me daría un poco de dinero y estar segura que podía sobrevivir al menos con los gastos.

No me negué por su puesto, después de todo sería dinero que me serviría para muchas otras cosas más.

Juro que tenía un trabajo, y la paga era buena, pero sucedió un problema y me despidieron al mes después. No es mi culpa que al propietario se hubiese enganchado a mí y que al darme cuenta que sus intenciones no eran las más puras le paré los ‘carros’ y un pequeño alboroto se formuló hasta mi despedida.

Es por eso que ahora estoy buscando algún trabajo, uno en el que al menos mi pudor sea respetado. Voy de tienda en tienda, local en local y hasta ahora nada.

 

 

 

Allí estaba, como siempre. Un vago se podía asemejar a mi silueta que estaba mal acomodada encima del sofá que daba frente al televisor. Un programa del canal nacional estaba transmitiendo. Aburrido sería la palabra que lo definiese a la perfección.

Fue entonces, cuando decidí cambiar de canal a las caricaturas cuando mi teléfono celular comenzó a sonar a lo lejos de mi habitación.

Con tal pesadez en mis pies caminé a paso lento no muy lejos, encontrando con asombro el aparato encima de un montón de ropa (probablemente sucia)

Miré el identificador y comprobé que era uno de mis mejores amigos; Nicolás. O como prefería que le dijesen: Nico.

                —¿Qué quieres? —Pregunté mientras volvía al mismo lugar anterior, en exactamente la misma posición que hace más de dos horas poseía.

                —¿Esas son las maneras de saludarme? ¡¿Tu mejor amigo?! —comenzó con su fingido dramatismo. Me alejé un poco de auricular cuando gritó, llegaba a adquirir unos tonos altos totalmente desagradables.  De inmediato pude imaginar su rostro con una sonrisa acomodando sus faltos lentes ópticos.

                —Sí —Le corté la inspiración, recibiendo un suspiro de su parte.

                —Encima que ahora te estoy ayudando —fingió un llanto que pasé por desapercibido, ¿me estaba ayudando? ¡Dios me felicite! Estoy presenciando uno de sus milagros—, pero lo dejaré pasar. Creo haber encontrado un trabajo para ti.

Salté con impulso del sofá, casi cayendo sobre la televisión que tan cara me había costado.

                —¿En serio? ¿No es otra de tus bromas sin gracia?

Reí cuando percibí que había tocado algo dentro de su conciencia.

                —¡La broma de los tomates fue divertida! Es solo que tú eres un aburrido que no sabe comprender mi humor tan chispeante.

                —Está bien, dame la dirección. —Sonreí a pesar de saber que no me vería y entoné mi voz con suavidad, la misma que siempre tenía.

                —Te enviaré un mensaje.

                —Si lo que me envías es la dirección de algún burdel te juro que no vuelvo a dirigirte la palabra.

                —Tranquilo, no lo es. ¡Adiós me debo ir!

                —Adiós y gracias. —Corto cuando, de broma, escucho como Nico me lanza un sonoro chasquido de beso.

Idiota.

 

Caminé hasta el baño y me duché lo más rápido posible. Al rato de salir de la ducha pude escuchar el sonido de notificación de mi celular, seguramente Nico acababa de enviar la dirección.

Una de mis típicas poleras color blanco con un estampado ‘normal’ con un chaleco de algodón azul era mi vestimenta actual, sin mencionar los pantalones ajustados negros junto a las zapatillas vans del mismo tono. Me colgué del hombro la mochila de siempre

Verifiqué la dirección y pude recordar que era la tienda de juegos que se ubicaba en pleno centro comercial. Si no lo recordaba mal, el novio actual de su amigo estaba trabajando allí como el encargado en jefe.

Cuando llegué al lugar no habrán pasado más de quince minutos, y el local aún se encontraba abierto, considerando que la hora de cierre era a las veinte horas y eran aproximadamente las diecisiete.

Entré con parsimonia, encontrándome de frente con un sujeto que parecía medir veinticinco mil metros más que yo. Sus cabellos castaños caían libres hasta quedar cerca de sus ojos grises. ¿Era mi idea o lo conocía de alguna parte?

Su rostro me decía que sí, lo conocía, pero la pequeña barba de chivo me decía que no, ni en mil años.

                —¿Eres tú el amigo de Nicolás? —Preguntó con una gruesa voz que casi me hizo tiritar de los nervios.

Alguna pista me dio al nombrar a Nico. Y por supuesto me hizo recordar, él era el novio. El que era jefe.

                —Sí, he venido por el trabajo. —Dije presentando el currículo que siempre cargaba en mi mochila.

Lo tomó con vehemencia y revisó. Ojeó por unos minutos que me parecieron años y concluyó.

                —El trabajo es de medio tiempo. De las catorce horas hasta las veinte horas. Sin contar el cierre. ¿Estás de acuerdo?

                —Sí.

Un remolino se formó en mi vientre. ¡Tenía trabajo al parecer!

                —Bien entonces, mañana empiezas ¿bien? —asentí casi frenéticamente con la cabeza de arriba a bajo—, el salario es cada quincena. El pie es de cien mil, y puede agregarse dependiendo de si haces horas extra. Por favor ve donde el tipo que está tras la caja y pídele el uniforme. Adiós. No llegues tarde mañana.

 

Miré por donde se iba y me perdí en cuando entró a una sala. Caminé hasta donde el tipo que señaló hace poco y pedí lo que requería. El sujeto de mechas verdes me sonrió, sin cambiar de expresión sus ojos (tipo pescado muerto) y me despedí una vez recibido lo requerido con una sonrisa en la comisura de mis labios, siendo correspondida con amabilidad.

 

Cuando estuve afuera del local estaba un poco oscuro de lo que estaba cuando había llegado, y las calles estaban repletas de estudiantes que seguramente salían apenas de clases.

Un grito acelerado proveniente de un lugar alejado me desconcertó. Con disimulo miré a la dirección, escuchado con claridad.

                —¿Qué te pasa ahora, eh? ¿No eres tan valiente como en clases, ah? ‘Thomas’, respóndenos.

Tres niños altos de probablemente diecisiete años molestaban a otro de su misma edad. El muchacho en ningún momento cambió la imperturbable expresión de su rostro y más bien duro.

                —Cállate.

Un resoplido y ese tono parecía casi demoniaco. Calmo y pulcro estaba el chico, y temí que podía matar a todos, incluyéndome a mí, que no tenía nada que ver.

                —¡Dile eso a tú puto padre! A ver si vuelve a matar a alguien para que te dejen, mierda.

Los inútiles improperios del chico me hicieron estremecer, era estúpido.

Uno de los tres pareció sacar un palo que yacía en el suelo, con la intención de estamparlo en contra el otro. Lo levantó y llevó rápidamente al estómago de éste en un pestañar de ojos, pero que fue retenido al instante por el chico que se suponía que debía estar en esos mismos instantes sangrando en el asqueroso suelo.

                —No quiero que esto acabe mal —soltó con indiferencia que probablemente él estaba en desventaja.

                —¿No quieres ensuciar tus dulces manos? ¡Pelea como un puto hombre! ¿Acaso no te lo enseñó tu papi? —la sonrisa sarcástica fue omitida a mi parecer por el chico solo.

                —Si quieres pelear, golpéame. Adelante.

Abrí los ojos lo más que podía, ¿se dejaría golpear así como así?

Los tres tipos parecieron no desperdiciar la oportunidad y se abalanzaron.

Solo vi un montón de golpes por cualquier lado, por parte de los cuatro. Pero la presencia de un quinto firmó la derrota para ‘Thomas’.

Los ahora cuatro tipos corrieron reafirmando una nueva pelea la próxima semana a más tardar.

 

Esperé dos minutos para acercarme, viendo como estaba tendido de espaldas en el pavimento.

A cada paso que daba me percataba de la altura del chico. ¿Podría hacer competencia con el novio de Nico?

                —Disculpa —mi voz pareció sobresaltarlo, y temí por eso. Su mirada al rato se posó en mí—, ¿Necesitas un poco de ayuda? No soy muy bueno pero–

                —No es nada, gracias.

Su indiferencia me hizo notar su semblante serio que por un momento me hizo temblar. Sus ojos un poco más achicados de lo común tenían pestañas espesas negras, su nariz respingada al igual que sus labios parecían haber sufrido mayormente. Su mejilla en cambio parecía tener un rasguño mínimo.

                —Déjame al menos limpiarte el rostro, puede infectarse.

Asintió con la cabeza a la par que se sentaba en el mismo lugar, esperando a mi acercamiento.

Rebusqué entre mis cosas de la mochila y saqué un pequeño botiquín de bolsillo.

Con un poco de vergüenza me digné a sentarme entre sus largas, esbeltas pero fuertes piernas. Me sentí pequeño al apenas estar allí. Me miró con calma y silencio, ahora esperando mis acciones. Sus penetrantes ojos negros no hacían más que acrecentar mis nervios a flor de piel.

Moví el mechón negro de su larga cabellera que se colaba por su rostro, dificultándome un poco el paso. Pero algo estaba mal. Debajo de este se encontraba un corte a mi parecer profundo y sangraba considerablemente. Decidí no comunicárselo de inmediato, no era como si su vida dependiese de eso.

Tomé un poco de algodón y unté un poco de alcohol líquido. Con suavidad pasé el material por sobre sus heridas, recibiendo de inmediato un gruñido ronco. Sentí como algo extraño se estremecía en mi estómago.

                —Tranquilo, ya pasará.

Pareció que mi voz le calmó, porque luego no volví a escuchar más quejidos hasta una vez terminado mi ‘trabajo’.

Coloqué varias bandas de Bob Esponja por su rostro, destacando en su labio inferior y el arco de su nariz.

Fue cuando empecé a limpiar la herida horrible que estaba en su frente cuando un grito que pudo haberme costado la vida provino de su boca.

Puedo jurar que salté un poco y tirité de terror, y el solo me miró con una sonrisa enmarcada.

                —Era broma. —dijo un instante antes de dar a conocer la risa más hermosa que creí haber escuchado hasta ahora.

                —Eso no se hace —respondí, procurando adquirir el tono de voz para seguirle el juego, pero no lo logré. Soné más serio de lo que quería, y el pareció notarlo.

                —Lo siento. No quise hacerlo con esa intención —su voz comenzó a apagarse, y eso me preocupó.

                —Oh, no es así…

Sentí como mil y una vibraciones recorrían mis músculos cuando pasé la palma de mi mano por sobre su cabello azabache, en imitación a una acaricia mal hecha.

 

La situación se había vuelto un poco más extraña cuando por alguna razón acabé entre los fuertes brazos del chico, pero no me incomodó.

                —¿Quieres que te acompañe cerca de tu casa? —dije quizás a los cinco minutos después.

                —No, gracias —dijo con suavidad grave a la par que se soltaba de mi cuerpo.

                —¿Estás seguro? Es tarde. Puede que sean las ocho de la tarde…

                —En serio, no es necesario. —su voz calmó la llama ardiente que se formuló con rapidez en mi interior.

Se levantó del suelo sin avisar y eso me decepcionó un poco, ¿se iría así sin más? Mi rostro pareció acalorarse cuando vi que me tendía una mano, con intenciones de ayudarme a parar.

                —Si pasa algo, llámame ¿está bien?

Con rapidez volví a rebuscar en mi mochila, y con velocidad arranqué una hoja del cuaderno que extrañamente estaba allí. Anoté mi número (que para mi suerte sabía de memoria)

Mis emociones se juntaron cuando tomó la hoja, rozando suavemente sus dedos contra los míos.

                —¿Me das tu nombre?

Parecía estúpido, pero ninguno de los dos sabía el nombre del otro.

Un estúpido jadeo salió de entre mis labios antes de decir mi nombre

                —Luke ¿El tuyo?

                —Walter. Entonces — una pequeña pausa antes de continuar— ¿Hasta luego?

Sonreí al pensar en verlo otra vez, pero en otra situación.

                —Solo si tú quieres, Adiós Walter.

                —Hasta luego, Luke. 

Notas finales:

¡Y hasta aquí llegamos! Es casi lo mismo que la primera vez, solo ahora modificado y re arreglado. 

¡Una personita muy importante me animó y decidí subirlo ahora! 

Lo tengo hecho hace muuucho tiempo. Espero terminarlo. 

¡Gracias por leer y espero a que te animes a enviar un review! Que alegran la vida. 

 

KuroFuerans. 

 

Walter: Yukiatsu

Thomas: Teru

Luke: Natsu


:)


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