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Una flor de cerezo... por YariSF

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Notas del capitulo:

Soy difícil con los nombres, no sé normbrar capítulo x'D Tan siquiera puedo titular la historia. Y más bien no sé si le quede el nombre xD Pero bueno, los capítulos se quedarán sin nombre. :v y me estoy dando cuenta que repetí mucho las palabras xD

Estaba de pie junto a un árbol de flores de cerezo. Los mechones de sus cabellos que acomodaba detrás de sus orejas, bailaban al compás del viento, camuflándose con el color de las flores.

Su pelo tenía el mismo olor de aquellos pétalos, su tono rosáceo era similar, sólo que el de ella vislumbrada en un rosa más fuerte.

Era hermoso, ella era preciosa.

Miraba al cielo mientras se dejaba acariciar por la brisa. Yo la observaba desde un tronco alejado, me encontraba escondida. Así hacía todas las mañanas. Sólo permanecía discreta y distante, para que no se diera cuenta de mi presencia.

¿Qué iba a pensar de mí? Saber que una chica indigente la espiaba, seguramente le provocaría asco, y me despreciaría, alejándose de mi mirada. No quería perderla aunque ella y yo no fuéramos nada, aunque ni siquiera hayamos intercambiado palabra.

¿Qué iría a pensar de mí si se entera que la sigo? Que siempre estoy pendiente a dónde camina, cuidando sus pasos sin ser vista.

Una chica pobre que observa desde lo desordenado de sus cabellos castaños y rizados. Que con sus ojos cafés aprecian la famosa belleza de otra mujer, una dama que no soy yo, porque hasta yo misma parezco hombre con estos malditos harapos.

Soy una indigente, por eso soy despreciada por la gente. Ellos no me aman, ni tampoco los amo a ellos. Pero una mirada, una piel, unos cabellos que me recuerdan a los cerezos, han hecho cambiar todo mi fundamento.

Algunas veces fantaseo, imaginado que ella y yo intercambiamos palabras sentadas en ese mismo banco, colocado entre los árboles de esas flores que tanto me encantan.

La quiero conocer, saber quién es, por qué transita todos los días el parque, cuál es su nombre. Tan sólo acercarme me da miedo. Huirá de mí, lo sé muy bien.

¿Cómo hago para poder acercarme? ¿Cómo comienzo a hablarle? ¿Digo un ''hola'' solamente y miro la forma en que corre de repente?

 

Una chica tan hermosa como ella, no querrá conocer a una chica tan fea como yo. Una muchacha desarreglada, que no tiene dinero para comprarse ropa ni bragas.

En este día la veo de nuevo, tan radiante y tan preciosa como siempre. Cada vez grabo en mi mente la forma en como se viene vestida al parque, ahora porta un lindo vestido azul que le llega hasta las rodillas, unas sandalias bien cuidadas y sin tacón, la hacen ver reluciente.

Su mirada posiciona hacia el cielo, pero luego, se voltea hacia el árbol que está detrás de ella, mira las ramas del mismo, al parecer buscando algo. 
La chica se acerca más al tronco, y decide subir sus manos para intentar encaramarse en el árbol. ¡¿Pero qué hace?! ¡Se va a caer!

 

Me fui acercando como pude sin ser notada, intentando buscar verla más de cerca, encontrar la manera de advertirle que se bajara sin que me viera, sólo que escuchara mi voz... ¡Eso es!

Hice lo mismo que ella hizo, trepé un árbol que estaba muy cerca del suyo y me escondí entre las ramas. He vivido en este parque más de mil años, ya me he subido un millón de veces a las copas de los árboles, así que ya estoy acostumbrada.

Ella ya estaba en unas cuantas ramas, si no tenía precaución se podía caer, era mejor que se bajara cuanto antes.

 

— ¡Oye! — Le grité desde donde estaba, las hojas me escondían muy bien, desde ahí ella no me podía ver. Aunque tampoco pude saber si volteó al escuchar mi llamado, ya que tampoco la podía ver a ella. — Baja de ahí, es peligroso.

—No, ¡Estoy bien! — Le escuché decir y me sonrojé. Había oído mi advertencia.

— Es en serio, baja por favor, no quiero que te lastimes... — Le supliqué, buscando detallarla entre las hojas que obstruían mi mirar.

— ¿Quién eres? ¿Dónde estás? — Escuché preguntarme, mi corazón se puso nervioso, no sabía qué responder.

 

En eso oigo unas ramas moverse y estremecerse, escucho un grito y despliego con rapidez las hojas que me perturbaban.

— ¡CUIDADO! — Exclamo y extiendo mi mano al cuerpo que caía al suelo.

No sé qué fue lo que pasó o cómo fue que hice para saltar al otro extremo. Un cuerpo yacía tirado encima de mí, yo contenía mis brazos cubriéndolo, y poseía una fuerte migraña combinada con el dolor que sentía mi espalda. 
¿Qué ocurrió? ¿Quién es esta persona que me mira con calidez, apreciando mi rostro sin rechazarlo? ¿Por qué no corre?

 

—¿Te encuentras bien? — Me pregunta con un tono de preocupación en su voz.

Me levanto del suelo para quedar sentada, acariciándome la cabeza, la migraña se intensificaba.

—¿Te duele la cabeza? Perdóname, esto ha sido mi culpa. — Me dijo, su voz era tan hermosa.

Esperen...
Entonces fue ahí cuando agarré conciencia, levanté mi mirada aguantando el dolor, y allí la vi, aquella misma chica que había contemplado todas las mañanas en el parque, me estaba mirando con preocupación, sin sentir asco ante mi presencia.

—Debo darte las gracias por haberme salvado. — Comentó y me sonrió. — Eras tú la que me estaba advirtiendo que me bajara, ¿cierto? Fui tan testaruda, no te hice caso y esto fue lo que sucedió, en serio lo lamento...— Un dejo de tristeza se podía ver en su mirar, no quería que se echara la culpa, cualquiera podía preferir continuar con su camino y omitir lo demás, hasta yo misma lo habría hecho.

Yo la salvé y allí estaba ella agradeciéndome por el gesto que le ofrecí... Esperen un momento, ¿acaso aquello era un sueño? La chica con la que había intentado hablar toda mi vida, estaba conversando conmigo por primera vez.

 

Caí en conciencia y me di cuenta que ella me había tocado, estando yo mugrienta y desordenada. 
Me aparté rápidamente de ella, seguramente sentiría asco al verme así. Me levanté del suelo y ella también lo hizo, en cuanto nuestras miradas se encontraron, yo me encogí bajando la vista.

—M-Me tocaste... — Le dije aterrada.

Ella me miró confundida y extrañada por mi actitud, luego con las manos negó el hecho y se disculpó.

—Perdón, ¿no te gusta el contacto físico?

—No es eso... Es que, ¿acaso no ves cómo estoy? — Intenté acomodar mis harapos mientras le cuestioné. Mi falda estaba toda sucia y maloliente a basura.

Ella me examinó pareciendo curiosa.

—¿Y cómo estás? No entiendo.

No sabía si comenzar a pensar que tal vez la chica era un poco tonta.

—¡Estoy asquerosa!... No quisiera que te acerques y que después pienses que tengo mal olor. — Susurré, avergonzándome de mí misma y de mis propias palabras.

—Hnm... Pues, sí debo confesar, que sí hueles un poquito mal, no te voy a mentir. — Sinceró cubriéndose la nariz y haciendo una pequeña mueca en tono de broma. — Pero realmente no me interesa, todos tenemos malos olores muchas veces, hasta yo. ¿Quieres oler? — Levantó su brazo y me enseñó su axila afeitada.

—¡N-No! — Me negué formando una mueca en mi cara. Esta chica me estaba animado con sus gentiles bromas, y yo preocupada porque me pudiera rechazar.

 

En lo personal, por lo blanca que tenía su piel, dudaba que ella tuviera algún mal olor, pero de igual forma agradecía el ánimo que me quería dar.

—Tú descuida, hay personas con olores peores. Además, sólo porque alguien huela mal, no significa que me iré a alejar, y más si ese alguien me ha salvado la vida. — Confesó.

Realmente eso que dijo me hizo sentir tan feliz, que no pude evitar sonreír y reír ligeramente. Por fin era aceptada por una persona, siendo aquella la misma chica de la cual, desde que la vi, había estado enamorada.

—Tu sonrisa... — La oí decir y la miré confundida. — Tienes una sonrisa muy dulce.

Lo último que me dijo me hizo sonrojar hasta el cerebro, no tanto por el hermoso cumplido que me había dado, sino porque recordé que no tenía algunos dientes y los que todavía estaban, poseían un poco de comida, la cual había conseguida en la basura hace unos días.

—Por favor no te avergüences de tu sonrisa. Es hermosa, tenlo por seguro. —Me volvió a halagar, y yo no pude evitar bajar la mirada nuevamente apenada.

—Está horrible.

—Pero se puede arreglar.

—Con dinero sí, pero yo no tengo.

—Yo puedo ayudarte en ello.

Levanté la mirada en seguida, manteniéndome confusa.

—Si estás en la disposición de cambiar, yo puedo ayudarte, pero tampoco quisiera que cambiaras por los demás, debes amarte a ti misma como eres.

Bajé la mirada después de escucharla.

—No quiero cambiar, pero sí quiero mejorar. — Murmuré, pero en un tono audible para la chica.

—Perfecto, mejorar es lo que harás. — Me dedicó una sonrisa alegre levantando su pulgar.

—Pero... ¿Cómo podrás ayudarme?

—Tú no te preocupes, el resto déjamelo a mí y a mi padre.

—¿Tu padre?

—Sí, te explico luego. — Me arrebató del brazo para jalarme con la intención de seguirle, pero le detuve, aún me faltaba preguntarle dos cosas.

—Espera... ¿Por qué te subiste a ese árbol?

—Ah, buscaba una manzana para mi caballo.

¿Qué dijo? ¿Su caballo?

—¿Tienes un caballo?

—De hecho tengo muchos, tal vez y puedas montar uno.

—¿Qué? — Le expresé incrédula.

—Ven, vamos. — Me volvió a tomar del brazo, arrastrándome lejos de aquel árbol, ¿adónde me quería llevar? ¿a su casa, acaso?

—Espera, aún no sé tu nombre. — Le dije a medida que me movilizaba y yo trataba de seguirle.

—Ah, me llamo Sheli. Es un gusto. — Me miró y me sonrió.

Así que ese era su nombre.

— Es un nombre precioso. — Confesé, sin evitar sonreír.

Ella al escucharlo volteó la mirada hacia delante, observando al frente mientras caminaba, tal vez no debía haber dicho eso, pero para mi sorpresa, cuando pensé que la había estropeado, miré de reojo sus mejillas y me fijé que estaban coloradas. Se había sonrojado...

—Y-Yo... Yo me llamo Lait. — Dije rápido para intentar que ella no se sintiera avergonzada.

Volvió a voltear de nuevo y me miró, sus pómulos rosáceos habían retomado su color.

— Es precioso también. — Comentó con una sonrisa apacible, ahora fui yo la que se sonrojó.

Y sin pensarlo había conocido a la chica que siempre me había gustado, sin concebir el momento, sin esperar que algún día intercambiara palabra con ella, sin imaginar que la conocería y hasta iría a su casa. Decidí que la próxima vez le obsequiaría una manzana. No, mejor dicho dos, una para su caballo, y una para ella.


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