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Una flor de cerezo... por YariSF

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Notas del capitulo:

¿Y qué creen? x'D ¡Decidí seguir la historia! Que en un principio había comenzado como One-Shot. Sí Señores, esto era un One-Shot, sin embargo, leí los comentarios que estaban, diciendo que deseaban más capítulos y sinceramente sí tenía más ideas para continuarla, solo que a veces por la pereza :v no quería seguir, y cuando pensé que no escribía otro capítulo, aquí me ven publicándolo. ¡Para ustedes! El segundo capítulo de esta rídicula historia xD De una pordiosera y una chica rica (?) -Khé- Como podrán ver, en los géneros coloqué parodia, pues el capítulo 1 es que da más risa y es rarísimo, sin embargo, a partir de aquí, ya es todo color de rosa (?) ¡Que lo disfruten! ~ :') Me cuentan qué les pareció <3. 

Después de todo, ella me había encaminado hasta su casa. El parque estaba cerca, así que llegamos rápido a pie. Pude sentir el calor de su mano durante el trayecto, sostenía la mía.
¿Cómo esa chica, podía tocar con aquellas manos tan limpias, las mías? Que estaban demasiado sucias.

Era cálida, realmente se sentía bien. No era la primera vez que me tocaba, cuando la salvé y su cuerpo amortiguó con el mío, allí pude percibir el aroma que ella emanaba. Un aroma a cerezos, igual que las flores que tanto me encantaban. Igual que el color de su cabello, el cual, olía a un delicioso shampoo con fragancia a miel.

Nos detuvimos en frente de una puerta inmensa de rejas verdes, pude asomar mi vista, y más allá, casi a lo lejos, se detallaba una casa bastante grande.

Ella llamó al timbre que estaba posicionado al lado de la puerta, mencionó en un altavoz su nombre, diciendo que era la hija del mercenario, quien era el dueño de la casa al parecer. Yo ya había oído hablar de ese hombre por las calles, un hombre conocido por sus riquezas, alguien famoso por contener un sinfín de mansiones en la zona, la que estaba viendo en ese momento, no era la única perteneciente de él, existían otras.

En el parque, las personas que transitaban, siempre solían hablar de él, de la alta aristocracia que el hombre poseía, que había conseguido ganando en las apuestas, el hombre era apostador.

Hoy en día se desarrollaba como un esplendido empresario en mercadotecnia, vendiendo productos de alta calidad. Después de haberse graduado como licenciado matemático, decidió que su trabajo estaría puesto en las ventas, el dinero y en los números. Ese hombre era un completo empedernido en las matemáticas.

¿Y cómo era que yo sabía todo eso? Pues, cuando prestas tu oído a escuchar  la conversación de la gente, puedes enterarte de muchas cosas ocultas en el mundo, hasta cosas que nadie más sabe.

Por otro lado, también oí que el hombre, con el dinero que está ejerciendo en su trabajo, una parte la aporta en su familia, y la otra la utiliza para ofrecer una mano amiga hacia los pobres o hacia los que en verdad la necesitan. Realmente nunca escuché malas críticas con respecto a ese sujeto, todas eran buenas, la gente hablaba muy bien de él. Y pensar que yo lo iría a conocer, hablaría con él frente a frente, sólo pensar en eso, ya me hacía poner nerviosa.

Una voz masculina se oyó en la grabadora y las puertas se abrieron, dándonos paso. La chica que tenía por nombre Sheli, me extendió la mano y me dijo que la siguiera. Yo volví a tomarla con timidez pero esta vez algo más confiada. Nuestros pies se movieron y así entramos, a continuación se pudo contemplar la magnificencia de un enorme jardín.

—¡Wow! — Me quedé anonadada. Debía detenerme a contar la infinidad de flores que habitaban en ese huerto.

La puerta de rejas se cerró detrás de nosotros, yo me volteé al instante en que cerró, y luego regresé nuevamente mi mirada a ese jardín. En serio, ¿a dónde habían ido a dar mis pies? Y pensar que algún día presenciaría algo como esto, definitivamente no lo podía creer, no era digna de contemplar tal belleza, ni siquiera la mismísima perfección de aquella princesa que a mi lado estaba.

—¿Te gusta? — Me preguntó ella, mirándome con una sonrisa, seguramente se daría cuenta de mi expresión asombrada.

—Me encanta. — Contesté sin dudar, es que simplemente era maravilloso.

Había flores amarillas, blancas y rojas, como también moradas; de toda clase de colores. Estaban cuidadas y bien podadas, algunas hacían formas muy esplendidas, figuras en espirales, círculos, estando cada una detrás de otra con su color respectivo, o hacían un hermoso arcoíris con los diferentes tonos que se unían con las demás. ¿Acaso había algo más precioso que eso? A parte de la lindura de mujer que tenía de compañía. No lo creo. No creía que otra cosa pudiera superar su excelsitud.

Seguimos caminado para así poder adentrarnos a la mansión, mientras que nos alejábamos de aquel jardín, mi mirada iba siguiendo el camino de flores.

—¿Te gustan las flores? — En cuanto oí esa pregunta provenir de la chica, volteé mi vista hacia ella, quien me miraba sonriente sin apartar sus ojos de mí, lo cual me puso notoriamente nerviosa.

—Sí, las adoro. — Yo respondí, algo tímida, mientras mantenía mi mirada hacia otro lugar. Una pequeña sonrisa se disponía a posarse entre las comisuras de mis labios.

—¿Cuál es tu flor favorita? —Volvió a preguntarme, pareciendo expectante y curiosa por mi respuesta.

—Las flores de cerezo. — Interpelé casi susurrando.

A lo que ella se detuvo, me miró sorprendida, y dibujó una sonrisa animada en su boca.

—¿Te gustaría ir a un lugar antes de entrar a la casa?

Yo parpadeé unas veces y luego asentí. ¿Volveríamos a irnos de aquel lugar? ¿Regresando por la pradera de flores hasta salir a través de las enormes rejas verdes? Sólo para encontrar aquel espacio que ella me quería mostrar. Pensé que sería así, pero no, más bien le dimos la vuelta a la mansión.

Al llegar, nunca esperé ver lo que mis ojos presenciarían, mi corazón saltó en regocijo, mis pupilas dilataron por la emoción.

Del otro lado de aquella vivienda, cuidaban y regaban dos preciosos e inmensos árboles de cerezo. Estaban realmente frondosos, aquellas flores crecían sanas y vivitas, enseñando su rosáceo color, esparcían su exquisito aroma al ambiente, podía sentirlo.

—Esto era lo que quería que vieras. ¿Qué opinas? ¿Te gusta? — Me preguntó Sheli, mirándome por unos segundos, para luego devolver su vista hacia el árbol, colocando sus manos sobre su cintura.

Yo, al ver una vez más aquel tronco alto, observándola a ella junto a la planta, yaciendo sonriente ante la misma, con el suave y abrazador viento que acariciaba sus rosáceos cabellos, que hacían una perfecta combinación con los cerezos, no pude evitar sentirme agradecida. Reconfortada por haber conocido a aquella persona tan gentil, que con un humilde corazón, le habló a una sucia pordiosera, gracias a que la misma le salvó la vida. Cualquier persona hubiera huido de mí, olvidando el hecho de que fui una heroína para ellos. Pero ella no, ella era diferente, era esplendida, y era la chica que me gustaba. Estaba agradecida con lo que el azulado cielo me otorgó, la oportunidad de conocer a esta persona tan maravillosa, de contemplar estas cosas bellas, que alguna vez dudé que iba a ver. Y era apenas que estaba comenzando a presenciarlas, todavía me faltaba por ver más y descubrir lo que para mí era imposible mirar.

Quería ver más, deseaba observar más, ¿cuánta hermosura podía tener escondido este mundo? Tenía miedo de que esta pintura sólo fuera un producto de mi imaginación, que al día siguiente al despertar, me diera cuenta que había sido un simple sueño, una ilusión que deseaba hacer estragos a mi corazón. Tenía miedo, que con tan solo cerrar los ojos, toda aquella belleza se fuera de mi lado y me abandonara, no la quería perder, y ahora más que tenía la oportunidad de conocerla.

En eso, no pude obstruir las ganas que tenía de llorar, mis orbes empezaron a emanar lágrimas. La chica se acercó a mí con rapidez, buscando sosegarme, me preguntó qué era lo que me sucedía, pensó que la razón había sido que aquello no me había gustado. Yo le negué suavemente con la cabeza, es que no podía creer todo lo que estaba viviendo en ese preciso momento, que lo estaba presenciando yo, una chica indigente que en toda su vida estuvo perdida en lo podrido del mundo, alguien que jamás fue amada por nadie, una persona que no posee ningún valor, una joven pordiosera que no era digna de tal benevolencia, sólo servía para estar acompañada de las ratas y el mal olor a basura, sólo existía para estar rodeada de las cosas feas. ¿Por qué a mí? ¿Por qué alguien como ella viene hasta mi vida y me enseña todo esto?

—Entonces si no es eso, dime, ¿qué es lo que te hace sentir mal? —Cuestionó la chica, manteniéndome en sus brazos. Ella intentaba limpiar mis lágrimas con la yema de sus dedos, pero, yo apartaba sus manos, quería ser yo quien las limpiara por sí misma.

 

—Nada me hace sentir mal, por lo menos nada de lo que ahora me has mostrado. — Dije sollozando, no estaba llorando de tristeza, sino de felicidad.

—Entonces dime, por favor no te quedes callada. — Me pidió, acariciando mi mejilla derecha, por lo menos no procuraba esta vez desaparecer las gotas que se escurrían por mis pómulos, sino, sólo intentaba lograr hacerme sentir mejor. — Es mejor dejar salir las palabras y no comprimirlas en tu corazón, duele más cuando te las reservas.

Yo la escuché en silencio, haciendo lo posible de tranquilizarme, cuando más me limpiaba las lágrimas, éstas salían por sí solas sin detenerse. Luego de unos segundos batallando con aquellas gotas húmedas, decidí hablar.

—Es que me resulta realmente increíble que esto me esté pasando a mí. A alguien como yo.

—¿Y quién es ese alguien como tú? — Me cuestionó con su voz apacible, y yo levanté mi mirada algo confusa. — Eres una persona normal como todos los demás, como yo, como mi familia, como la gente a tu alrededor. A cualquiera le pueden suceder cosas increíbles, mejores o las mismas, sin embargo, cada quien vive la situación de diferente manera, dependiendo de la perspectiva de la persona. Tú estás viviendo algo hermoso, pero dudas de ello, de que pueda ser verdad, así es cómo tú lo ves, pero otras personas lo verían como un tesoro. Si esto te ocurrió a ti fue porque el destino lo quiso así, que sólo te pasara a ti. — Sus palabras me llegaban al corazón, eran aquellas oraciones que siempre había querido escuchar. —¿Sabes lo que llegué a oír una vez en una película? Fue un dicho que verdaderamente me gustó: Sólo a las personas extraordinarias, le suceden cosas extraordinarias.

Y era ahí cuando me preguntaba, ¿por qué esta chica decía todo lo que yo quería auscultar? ¿Acaso lo decía por complacencia hacia mi persona, sólo porque no quería verme en este estado?

—Yo no soy extraordinaria. — Dije, con mi mirada baja.

Ella tomó mi mentón y alzó mi mirada, acomodó los mechones de mis cabellos castaños, detrás de mis orejas y me susurró:

—Sí eres extraordinaria, sólo que aún no te has dado cuenta.

Yo me sonrojé al tener su mirada tan fija a la mía, y tan cerca. Amaba cuando me halagaba.

Me acercó a su cuerpo y me entrelazó con sus brazos sin sentir ni una pisca de asco ante mi piel, acarició mis desordenados y enredados cabellos con suavidad, yo lloré un poco más. En verdad, ¿quién era esta chica? ¿Por qué me ayudaba? ¿Qué había visto en mí para que lo hiciera?

Luego de unos largos minutos la joven se apartó un poco de mí. ¡Por favor no te vayas! Continúa abrazándome…

Nuestros rostros estaban a una distancia casi cercana, ella veía el mío que se encontraba tímido, con su habitual sonrisa hermosa en sus labios. Se aproximó un poco más, y depositó con su boca, un beso en la húmeda mejilla de mi rostro. Yo me encogí sintiendo cosquillas, era la primera vez que sentía algo como eso, por lo cual, no pude evitar reír al palpar el contacto. Ahora depositaba varios besitos sobre las lágrimas que poco a poco desaparecían con ellos.

—B-Basta, siento cosquillas. — Reía.

Ella se detuvo por un momento y me dijo:

—¿Ves? Haz sonreído de nuevo.

Lo pensé dos veces y era verdad, no me había dado cuenta que mi boca había emanado una sonrisa. Entonces Sheli prosiguió con su acción, acercándose nuevamente a mis mejillas, lentamente depositaba sus labios  sobre ellas, llenándolas con ligeras caricias que me hacían sentir cosquillas, pero poco a poco aquellas, se convertían en un extraño gusto, que ahora me hacían estremecer. ¿Qué era eso?

Ella besaba todo mi rostro suavemente, mis ojos, mis pómulos, mi nariz, mi frente. A estas alturas creo que mis lágrimas ya estaban completamente limpias.

—O-Oye, para… — Le pedí como pude, estaba sintiendo cosas tan extrañas a su contacto.

En uno de los besos pude sentir que depositó su lengua sobre mi piel, imponiendo pequeñas lamidas que hicieron contraerme esta vez y dar un respingo, seguido por el tono de mi voz, que había salido en un precioso quejido.

Tapé mi boca apenada, ¿y eso que había salido de mis labios? Ella rió levemente, observando mi expresión, apartó mis manos de aquel lugar que escondía, y me indicó que nos sentáramos junto al árbol.

De pronto, nos vimos sumidas al pasto verdoso del suelo. Estábamos recostadas sobre el mismo, ella se interpuso en mirar, colocándose casi encima de mí, y acarició mi cabello rizado. Por alguna razón esta vez no me sentía tan nerviosa, podía contemplar su belleza aún mejor, su lacio cabello rosáceo, sus orbes marrones que se acercaban al tono miel, eran casi igual a los míos, sólo que los de ella traslucían un bello brillo.

—E-Eres bella… — Le dije sin pensar, en cuanto me di cuenta que había confesado aquello, cubrí mi mirar.

No pude ver su expresión, hasta que mis manos apartó, en sus labios se había formado una suave sonrisa.

—Tú también lo eres. — Me sonrojé ante su halagado, sin embargo iba a refutar, pero ella volvió a hablar. —Aunque digas lo contrario. — Dijo antes que yo hablara, era como si hubiera sabido lo que yo iba a mencionar.

—¿Por qué hiciste lo anterior? El b-besar mi rostro. — Le pregunté algo nerviosa.

—Quería buscar la manera de limpiar tus lágrimas, no quería que lloraras más.

Yo desvié mi mirada con timidez.

—Creo que limpiaste más que eso. — Confesé, cubriendo mi rostro tímido con las manos. Era porque realmente estaba mugriento, y prácticamente ella lo había limpiado por completo. En verdad esta chica era totalmente diferente.

Ella rió ligeramente y luego volvió a apartar las partes de mi cuerpo que escondían mi semblante.

—Por favor Lait, no escondas tu rostro.

Había mencionado mi nombre, tal sólo escucharlo decir de ella, ya pensaba que era totalmente hermoso. A lo que yo dejé que quitara mis manos, colocando mis ojos sobre los de ella.

—Señorita. Perdone que la interrumpa. —Dijo  la voz de un hombre que había llegado al sitio en donde nosotras nos encontrábamos.

Volteamos hacia él y en seguida aparté a Sheli de mí, me levanté de inmediato demasiado nerviosa. Sheli se puso de pie después. ¡Por Dios! Estábamos en una escena bastante comprometedora, ¿qué iba a pensar aquella persona?

Era un hombre un tanto anciano pero no demasiado, alto, con barba, con tez blanca y limpia, desde ahí podía oler su perfume varonil. Portaba guantes en las manos y mantenía una vestimenta muy peculiar, era tan extraña que no la había visto antes, parecía ser del siglo antiguo. ¡Dígame si era su padre! El famoso hombre rico del que había escuchado hablar en las calles, ¿qué  podría decir él? Algo cómo: ¿Qué iba a pensar la gente cuando se enteraran de que su hija estuvo tan cerca de otra mujer? ¡Y más aún! ¡De una sucia pordiosera!  


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