Capítulo 5: ¿Se acabó?.
Rubén.
Estoy cansado de todos y de todo, en este momento me es imposible sentir algo más que no sea tristeza, desesperanza, enfado o... miedo. Miedo de perderlo a él, de abandonar todo por lo que hemos luchado por casi un año, miedo por haberlo defraudado y haberle dado motivos para que me quiera abandonar, aunque no sepa cuáles son. Tengo miedo, fobia y terror a toda esta situación.
¡¡Y ahora, me sale rima!!.
Suspiré frustrado y caminé a casa, cabizbajo. Solo quería hacer una cosa, entrar en casa y encerrarme en mi habitación, y a diferencia de todas estas noches, durante el tiempo en el que he estado con Mangel, no lo haría con mi mejor amigo, con mi pareja, mi amante.... Esta noche, por primera vez en mucho tiempo, estaría solo. Solo en esa habitación oscura y fría, y ahora sería peor, ya que se me haría muy grande la cama, porque estaba acostumbrado a compartirla con él, y sólo con él.
Entré en esta y me encerré para intentar permanecer un poco más tranquilo. Cuando estaba a punto de meterme en la cama y quedarme mirando por la ventana como un auténtico subnormal, como hacía casi siempre que me encontraba triste o algo decaído, escuché la puerta principal abrirse y, en ese momento, se me olvidó todo, incluso como respirar.
“Mangel”- Pensé.
Fue en el momento en el que escuché la puerta de su habitación cerrarse, mientras una lágrima resbalaba por mi mejilla, que me di cuenta que todo había cambiado, y que estaría solo. Me percaté de que mi historia con Mangel, si no hacía algo, terminaría ahí. Que mi corazón se rompería más y más hasta que no quedara nada de este.
“¿Después de todo esto que hemos vivido, se acaba así?. ¿Sin más?.”- Una gran parte de mi quiere esconderse bajo las sabanas y llorar, llorar como no había hecho en mucho tiempo. Otra quería ir y abrazarlo, pedirle perdón por cualquier cosa que hubiese hecho, y aunque no supiese el motivo, sabía que era grave, ya que en todo ese tiempo de relación nuestras peleas se habían solucionado al segundo, cuando alguno de nosotros empezaba a hacer el gilipollas o algo parecido, y después nos reconciliábamos 'oficialmente' de la mejor manera -aunque, las primeras veces, para mi no era 'muy gratificante'-.
-Mangel- Salió de mis labios. Me estaba replanteando el ir a su habitación. ¿Y si lo hacía, qué era lo peor que podía pasar?, no es como si las cosas pudiesen ir peor. No nos hablamos, su mirada muestra vacío y odio... y yo, por mi parte, me siento demasiado devastado.
Caminé dos pasos hasta estar frente a la puerta. Mi mano temblorosa estaba a punto de agarrar el picaporte, cuando vi que este se movía solo.
Mi cara. La suya. Frente a frente.
…
…
…
Todo muy.. bonito, hasta que la puerta me golpeó en la cara.
-¡Auch!- Me sobé la zona herida, la nariz, mientras me levantaba del suelo. Vale, no he pensado en la parte en la que Mangel ve como me encuentro. Ojos rojos e hinchados, más pálido de lo normal, tiritando y prácticamente sin saber ni tan siquiera hablar.
No escuché nada por su parte, y tampoco me dió tiempo a mirarlo a la cara. Cerró la puerta en dos segundos, tiempo en el que tiró algo a mi cama.
Me acerqué con bastante miedo a ver lo que era.
Mi cara en ese momento no tenía precio alguno, de eso estaba seguro. ¿Por qué Mangel me había tirado toda mi ropa a la cama?. Bueno, esta ropa se encontraba en su habitación y... Ok. Un nuevo suave sollozo salió de mi al darme cuenta que realmente esto había acabado, y como muestra, aquí tenía mi ropa. Supongo que esto demostraba que ahora cada uno vivía por separado, y seguramente como nunca lo habíamos hecho. Cuando éramos solo amigos, parecíamos novios, y bueno... como pareja, éramos realmente pareja; pero esto... verdaderamente no se que va a pasar con nosotros.
Mangel ya no quería saber nada de mi, y yo seguía sin saber que era lo que había hecho.
“¿Todo esto es por qué no quería revelar lo nuestro?- Me sentí tan idiota sabiendo que quizás ahora las cosas podían haber sido distintas si lo hubiese gritado a los cuatro vientos, como tanto deseaba. Pero el miedo al '¿Qué pensarán?' no me dejaba.
En ese momento recordé las palabras de una de las personas más cercanas, la cuál había llegado hace poco a Madrid, y que sabía de mi situación sentimental con Mangel.
“¿Tú lo quieres?- Me había preguntado, a lo que yo claramente y sin dudar contesté que si- Pues entonces a mi me vale, Rubén. Si él te hace feliz... ya no necesitas nada más. Siéntete orgulloso de lo que tienes, por que muchas personas buscan ese amor tan puro que he visto entre Mangel y tú.”
Bueno, y aunque Gema me lo había dicho tan segura y sonriente, me había sentido un poco mal al contárselo a ella, y es que ya tenía suficientes problemas. Había roto con su pareja, con la cuál llevaba casi diez años, y había tenido que venir a España, por que quería alejarse de todo aquello -más concretamente de él- por un tiempo. Recuerdo lo feliz que me puse al enterarme de que iba a pasar aquí una temporada, y es que ella y yo habíamos sido mejores amigos durante toda la época de niños, y aunque ella me había gustado durante bastantes años, había aprendido una gran lección con eso: No-acosar-a-las-mujeres. Además me di cuenta de que cuando analicé la situación, ella era como mi hermanita pequeña, y yo no podía salir con mi hermanita.
Todo lo que estaba pensando se me olvidó cuando escuché un ruido proveniente del salón.
-Mangel- Suspiré de nuevo.
Y sin pensarlo más salí de mi habitación para enfrentar a Mangel. No quería ser un cobarde, si había hecho algo, quería saber que era para así ponerle remedio.
Quería a Mangel, más de lo que alguna vez le podría transmitir, y no lo iba a dejar por nada en el mundo. Eso lo tenía claro, muy claro.