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Más vale solo que mal acompañado. por Riku Cortez

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Notas del capitulo:

Lamento mucho no haber actalizado antes, pero la escuela me está volviendo loco. Si aún hay alguien siguiendo el fic, aquí esta la continuación ¡Felices fiestas! :D

***El primer día en cualquier lugar, ya sea tu nuevo trabajo, tu nueva casa o la escuela siempre es el más difícil ¿no? Todo es totalmente nuevo y te dejas impresionar muy fácilmente por cualquiera ¿no es así? Se necesita mucho más tiempo para que algo así aflore, meses, años y muchos más años ¿verdad? *** El mismo discurso se repetía en su cabeza desde hace varios días y parecía como si no tuvieran ganas de disiparse. No aún, no hasta que pudiera asimilarlas y creerlas en verdad. No aún, solo se irían hasta que después de tantas repeticiones la mentira que estas insinuaban fuera totalmente aceptada por su mente, permitiéndole vivir la seguridad del engaño y proseguir como siempre. Al menos por un rato, claro está.

El chico de negros cabellos, abrió la llave del agua con cuidado de no desperdiciar el agua clara y cristalina que salía de esta. Su madre siempre la había dicho que había que valorar las cosas en el momento en el que uno las posee, para no extrañarlas en futuro sin ellas.

Esa era una sabia lección que él había procurado seguir al pie de la letra, después de todo, una madre te ama y siempre quiere lo mejor para ti. Claro que no puedes valorar lo que no tienes ¿no es así? Sería lógico pensar eso, pero, aparentemente, no aplicaba en este caso. Edward lo apreciaba. Apreciaba todos y cada uno de los fugaces momentos que había tenido la oportunidad de presenciar con él. No habían pasado más de dos semanas desde que las clases había comenzado y cada vez que sentía esos ojos serios y fríos sobre él, cada que escuchaba esa voz tan alegre con algunas personas y tan desinteresada con otras, cada vez que esa esencia tan varonil inundaba sus sentidos, era como si todo entrara en un trance en el que solo existía esa persona. 

Lleno sus manos con el agua fría, llevándola con cuidado hasta su rostro y frotándose  el mismo hasta que el líquido se extendió por completo por su piel. Permaneció en esa posición por unos segundos, meditando, permitiendo que sus ideas se acumularan en un inútil intento por consolarse. Un suspiro de decepción escapo de sus labios para, seguidamente, recargar sus manos en el lavabo y mirarse a espejo. *** Si lo que intentas hacer es consolarte, no creo que usar el típico gesto de perdedor de película que se enjuaga la cara en soledad sea lo mejor ¿no crees Edward? Pedazo de imbécil...***

Una mueca se posó en su rostro justo antes de que uno se sus ahora constantes resoplidos apartaran de manera temporal el mechón de cabello negro de su cara que comenzaba a ser un verdadero fastidio en este tipo de situaciones. Su cabello había crecido mucho en las vacaciones de fin de curso, pasando del corte obligatorio de las secundarias a que el cabello le llegara un poco arriba de los hombros, sin mencionar ese lacio casi impecable del que siempre había sido propietario. Se decidió a salir del baño después de un largo rato y se dejó caer sobre su cama pensando en una manera de pasar la tarde del sábado que no fuera pensar en Sebastián.

Las agujas del reloj de pared de su habitación marcaban el paso el tiempo con un incesante tic-tac que si bien para mucha gente podía resultar molesto, hasta el punto de llevar a la gente al borde de la demencia, para Edward era relajante. El equivalente a la canción de cuna que sus padres seguramente le cantaban cuando era un bebé. De igual manera, Edward nunca había visto la soledad como un enemigo de cuidado, concepto que había escuchado muchas veces de los labios de toda clase de gente con la que se había encontrado es sus catorce (casi quince) años de vida.

Para él, esos momentos de soledad era igual de únicos y especiales que los que pasaba con sus seres queridos. Porque él mismo era alguien apreciado para sí. O al menos eso es el que él creía. Las constantes críticas que recibía de las demás personas con respecto a todo lo que hacía siempre habían formado parte de su vida y siempre lo serían "Eres muy delgado ¿no crees que deberías comer más? Conozco a gente mucho más alta que tú. ¿Por qué siempre tan callado? Seguro que como eres muy estudioso nunca tienes tiempo para socializar ¿a que sí?"

Y eso sin mencionar...

Desde que tiene memoria, Edward siempre ha sentido una especial atracción hacia los hombres. Una clara y sincera muestra de afecto fuera de lo normal para muchos, pero no para él. Alice fue la primera en enterarse. Pasó de manera tan natural en medio de una plática sobre los pretendientes de a chica, que ninguno de los dos vio la necesidad de ir más a fondo en el asunto. Después fue Andy casi de manera similar a la de Alice. Y de la misma manera, se sintió acogido y amado por ambas chicas 

Es una lástima que no todo el mundo pueda manifestar la misma comprensión y respeto hacia los demás. Su padre era un claro ejemplo de ello, siempre lanzándole miradas de odio y repulsión hacia las parejas homosexuales que veía por la calle, sumándole a esto su odio desenfrenado a la idea de que alguien así perteneciera a su familia, habían provocado que Edward nunca se expresara con naturalidad frente a sus padres, que siempre tuviera que pedirle a alguna de sus amigas que fingiera ser su novia frente a ellos, entre muchas otras cosas más.

De pronto sus ojos adormilados se abrieron como platos, reflejando el blanco de las paredes de su cuarto, seguido por la sensación de que el aire se escapaba de sus pulmones y el cómo sus labios se tensaron. ¿Y si el me odiara? ¿Me odiaría por ser así? ¿Por ser yo? Edward estaba acostumbrado a recibir las críticas prejuiciosas de la gente sobre él, incluso los constantes comentarios ofensivos de su padre se habían convertido en algo más en su vida cotidiana pero, ¿qué pasaría si Sebastián lo odiara con la misma intensidad con la que su corazoncito respondía cada vez que estaba cerca de él?

Una gota de sudor frío resbalo por su cara, desde su frente hasta la comisura de sus labios, seguida por espasmos en los músculos de los brazos y las piernas *** ¿Pero qué demonios me pasa? ¡Algo así no es el fin del mundo! ¡Si yo no le gusto, pues bien! ¡Si yo no...! Si yo...***. Mientras más lo intentaba, más se daba cuenta de que intentar engañarse con frases cliché no le serviría de nada. Porque él sabía que si en algún momento llegaba a sentir el rechazo, la cruda realidad del rechazo ante un amor juvenil, simplemente no lo resistiría. Mucho menos tratándose de un primer amor juvenil.

El pelinegro giro su cabeza en dirección a la cómoda junto a su cama, sobre la cual había una lámpara sencilla y una caja roja con cerradura. Metió su mano por el cuello de su playera buscando una cadena de la cuál colgaba una pequeña lave de color dorado con matices de óxido. Se aproximó con lentitud a la cómoda hasta que consiguió alcanzar la caja y traerla hasta él, introduciendo la llave con cuidado. Cuando esta se abrió, Edward degusto del agradable olor del papel viejo, cera y lápices de colores. 

Dentro se encontraban algunas cuantas fotografías de sus años el kínder y la primaría, así también muchos de sus primeros dibujos, los cuales dejaban ver que, desde pequeño, tenía cualidades de artista que a día de hoy lo seguían identificando muy bien entre sus amigos. De entre todos los papeles escogió uno de ellos doblado en cuatro partes y cuyas esquinas empezaban a adoptar un típico color amarillo característico de los papeles y libros viejos. 

Recordaba claramente de que se trataba y de cierta forma, le hacia ilusión el poder recordar que era lo que había escrito en él. En la parte superior tenía escrito su nombre y la fecha con bolígrafo negro mientras que más abajo ponía a modo de título: ¿Cómo definirías "tu mundo"? Era increíble que hasta la fecha, aún recordara a la perfección todo lo que había escrito en esa hoja de papel, y más increíble aún, es que siguiera siendo fiel al texto:

***Para mí, lo que conforma mi mundo son mis seres queridos. Todos y cada uno de ellos tienen la misma importancia, no hay alguien que sea más o menos necesario en mi vida. Si algo llegara a pasarles, o si ellos dejaran de quererme, para mí sería como si una parte del mundo fuera destruida. ¡Es por eso que soy yo quien se encargara de protegerlos!***

Al terminar de leer, de manera instintiva estrujó al papel entre sus brazos como si se tratara de una persona pidiendo un abrazo. Era como si intentara que una parte de su juventud nunca se escapara, de mantener una parte de ese pequeñajo inocente siempre consigo para aconsejarlo, para ser fiel a sí mismo. Porque ¿cómo evitar el cambio en un mundo donde para no ser rechazado hay que ser igual a los demás? Es una desgracia haberlo aprendido por las malas. Poco a poco su visión se hizo más y más borrosa, hasta que finalmente Morfeo decidió apiadarse de su mente confusa y sus emociones a flor de piel con el beneficio del sueño profundo. Una oportunidad de escapar de la realidad, aunque fuera tan solo un momento.

***

Estaba oscuro, demasiado para lo que él podía soportar. Pero no era una oscuridad normal, no era el tipo de oscuridad con la que te sientes seguro al irte a dormir o la oscuridad que sientes al cerrar tus ojos. No, esto era sin duda algo diferente. Intento abrir sus ojos ante la abrazadora luz, pero no pudo ser. Algo se lo impedía, como si alguien no quisiera que observara el predicamento en el que se encontraba, si es que había alguno.

¿Qué era lo que le cubría los ojos? Era algo duro, con un olor bastante distintivo, y con una textura... ¿tersa? No había manera en la que pudiera averiguar qué es lo que lo tenía cautivo en ese abismo oscuro, pero sin duda alguna, no lo quería. No lo quería ni lo necesitaba obstaculizándolo y haciendo que su pulso se acelerara cada vez más. Pero ¿por qué simplemente no lo quitaba y ya? Se sintió estúpido por no haberlo pensado antes, después de todo, es lo que cualquiera en sus cinco sentidos habría hecho en primer lugar.

No obstante, algo en su interior hizo que se detuviera, como si quisiera impedir un desastre a punto de suceder. Dudó. Dudó sobre que debía hacer a continuación, si debía seguir sus impulsos y arrancar esa horrorosa venda de sus ojos, o hacerle caso a ese presentimiento y dejar que todo siguiera su curso. Justo en ese momento sintió un cambio en la atmosfera, sintió como la temperatura aumentaba poco a poco mientras "algo" se hacía presente.

Era imponente. Escalofriante. Rígido. A pesar de que no contaba con su sentido de la vista en ese momento, sabía que algo acababa de llegar al mismo lugar que él. Sentía el aura de esa cosa con propósitos desconocidos acercarse cada vez más a él. Si es que tenía un propósito fijo. No pudo más. Sus manos se movieron velozmente hasta tocar la tela negra que lo mantenía ciego para removerla y poder ver a su atacante.

Con lo que no contaba, es que justo antes de conseguir su propósito, él ya estuviera un paso delante de él, esperando su reacción y dominándola por completo, sometiendo al pelinegro sobre lo que parecía ser el suelo de aquel lugar desconocido, mientras ataba sus brazos y piernas. Quiso gritar, pedir auxilio, llorar, hacer alguna señal pero por más que lo intento, ningún sonido que no fuera gemidos provocados por los bruscos movimientos del atacante, salió de su garganta.

Aquel misterioso atacante soltó una risa burlona justo antes de levantar a Edward por los aires y arrojarlo en un lugar diferente, pero sin hacerle daño. Era blando. Blando y terso. Era... ¿una cama? Su garganta comenzó a cerrarse y el aire faltó en sus pulmones a la par que era forzado a quedar recostado boca arriba. Tenía miedo. 

Intentaba de todas las maneras posibles deshacer las ataduras de sus brazos y piernas, forcejar ¡algo! La risa burlona del atacante sonó más fuerte provocando una mezcla de rabia y miedo en él. No le gustaba que la gente se burlara de él, ya tenía bastante con toda la gente como para que alguien más se sumara al club. Y todo se fue al carajo justo cuando sintió una mano pasar su torso ¿En verdad planeaba hacerlo? Se congeló en el acto. 

Poco a poco las manos de aquel individuo acariciaron más y más el pecho del chico, abriendo los botones de su camisa con lentitud, torturándolo, disfrutando de su expresión de terror y angustia. Cuando la camisa estuvo abierta por completo, aquel par de manos se adentraron tocando si en el menor pudor el pecho del pelinegro, provocando espasmos en su cuerpo.

-¿Te gusta esto Edward?- Esa fue la primera frase que escucho salir de los labios de su atacante y sin embargo, no pudo reconocer el parecido con cierta voz que ya había escuchado antes- No te preocupes, que solo estoy empezando- Y dicho esto, el desconocido tomo el rostro amordazado del chico y lo beso, introduciendo su lengua en la boca del chico y forzándolo a imitar su movimiento. En otras circunstancias, ese beso podría haberle parecido bastante seductor, pero, en el estado en el que se encontraba, lo único que sentía era la necesidad de escapar.

Una vez ambos se separaron, la húmeda lengua del desconocido se dedicó a recorrer su cuello depositando chupetones y mordiscos a lo largo de este hasta  llegar pecho, donde sus pezones fueron víctima de la boca del intruso. La sensación de electricidad recorriendo su cuerpo cada vez su boca rozaba su piel era inexplicable, provocaba hormigueo y temblores en su cuerpo, no obstante, no era para nada desagradable, era más bien ¿placentero? *** No, no puedo. No me... ¡no me puede estar gustando esto! ¡Para nada!***

Mientras su boca recorría su torso, las manos del individuo no se quedaron en su lugar, sino que prefirieron ir acariciando las piernas de Edward, hasta que llegaron a su miembro, el cual estaba empezando a endurecerse. No había mejor oportunidad para dar un paso adelante en el acto que ese, así que el desconocido presiono lo tomo con su mano derecha, presionándolo con excesiva fuerza y haciendo que un gemido, tanto de placer como de dolor, escapara de sus labios.

-Vaya, vaya. Y yo que pensaba que no te estaba gustando- Dijo el individuo para proseguir y apretar por encima de la ropa los testículos del chico, mientras un segundo gemido más sonoro que el anterior saliera a flote -Mierda- fue lo último que aquel hombre dijo antes de que el sonido de tela desgarrándose inundara la estancia, dejando a Edward solamente con la camisa abierta en su cuerpo. Lo siguiente su cuerpo experimento, fue una oleada de calor y placer en el momento en que el individuo introdujo la erección del chico en su boca. Una serie de gemidos estrambóticos se apoderaron de la sala conforme el acto proseguía, lamiendo en toda su extensión, tanto su miembro como sus testículos, mientras presionaba la punta del mismo con su pulgar y una cuantas gotas de pre-semen manchaban su mano.

-Creo que podemos darle un uso mejor a esto ¿no crees?- El individuo levanto las caderas del pelinegro y separo sus glúteos mientras untaba las gotas del líquido en la virgen entrada de Edward. Para estas alturas, este ya no oponía resistencia alguna a que los gemidos y sonidos extraños salieran de su garganta cada vez que su cuerpo era manoseado por el individuo, sabiendo que al contenerlos ahora, más sonoros serían después. Y las cosas prosiguieron, tal y como estaba planeado por el extraño, tomando como siguiente objetivo el ano del chico en el cuál un dedo comenzó a introducirse.

El cuerpo de Edward se tensó al momento al sentir un intruso dentro de su cuerpo y de inmediato, intento rechazar al mismo apretando su interior. -Si no cooperas voy a tener que lastimarte Edward y ninguno de los dos quiere eso ¿verdad?- La voz del individuo paso a escucharse justo en su oído al hacer esa advertencia, además de que una de sus manos se había posicionado estratégicamente en su cuello, dejando al adolescente con la única alternativa de ceder. Aquel dedo en su interior se movía de manera frenética, como si buscara algo con desesperación, que, para desgracia suya, parecía no encontrar.

A la búsqueda se sumaron dos dedos más, provocando que el rostro del chico se tornara rojo de la vergüenza, y de la sensación tan poco agradable que le producían ¿cómo es que había acabado en esta situación? Todos los pensamientos se esfumaron de manera repentina cuando los dedos intrusos tocaron un punto sensible, un punto que hizo que su entrada se estrechara de golpe y que gimiera de placer para el deleite del desconocido. -Con que, es este lugar ¿eh?- dijo el extraño para tocar con más fuerza aún aquel lugar haciendo que el chico se retorciera de placer -Muy bien, ya es hora para la mejor parte-.

Los dedos de aquel extraño abandonaron su interior de golpe, haciendo que una extraña sensación de vacío lo inundara, añadiendo una gran sorpresa cuando las manos que se habían deleitado con su cuerpo removieron la venda de sus ojos. Sus ojos se abrieron con cuidado, buscando adecuarse a la escasa luz del lugar, solo para abrirse como platos al contemplare rostro que estaba frente a él.

Cabello castaño, ojos café claro, piel blanca y una enorme sonrisa de perversión *** ¡Imposible!***


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