---El maniquí---
Tirando en un rincón, ahí lo vi.
No era nada especial, sólo un viejo maniquí. Sin embargo, ahí estaban todos tus sueños. Dime, ¿Acaso no lograste lo que querías?, ¿Acaso olvidaste que siempre estuve yo para ti?
Tantas cosas, había tantas cosas. Yo sé que querías decirme algo. Fuiste incapaz de hacerlo. Sin importar lo que sea te hubiese escuchado, aun si doliera nunca me negaría. Dolía tanto ver como tus ojos perdían brillo y como fingías sonrisas.
Llegaba cansado, después de muchas horas de trabajo. Pero, llegaba para ver tu sonrisa. Llegaba para ver qué era lo nuevo que habías hecho. Siempre te apoyé en todo, especialmente cuando me dijiste que querías ser diseñador. Siempre estuve para ti.
Te di todo mi amor, todo de mí. Odiaba verte triste, odiaba verte llorar. Todos los días me dispuse a sacarte sonrisas. A hacerte simplemente feliz. Te escuchaba decir que te rendirías, que abandonarías todo, que no podías más. Mi impotencia crecía con cada palabra negativa que decías sobre ti.
Y cuando te recuerdo, cuando pienso en todos aquellos momentos de calidez. Cuando estábamos juntos, cuando acariciaba tus mejillas, cuando te abrazaba, cuando hacíamos el amor. Tan sólo recordar esos momentos que en su momento fueron tan felices, hace que mi vista se nuble a causa de las lágrimas y que me hunda en una inmensa tristeza.
Tu pasión siempre fue la moda, querías ser reconocido algún día. Lo dudabas de todas maneras.
¡¿De qué sirvieron todas las palabras de apoyo que te di?!
Me sentía tan idiota de hablarle a la nada. Mi voz quebrándose, haciéndose débil con cada palabra, o en otras tantas gritando con coraje, impotencia, tristeza. Mas, sólo así podía sacarlo. Aunque ya no pudieras escucharme, aunque ya nunca más lo harías.
Todo está tal y como lo dejaste, esperando a que regreses. Esperando a que cruces esa puerta.
Con cada palabra que le digo a la nada, mi voz tiembla más y más.
—¡Ruki, Ruki, Ruki! –A pesar de que sé que no contestarás y que mis intentos son inútiles, vuelvo a probar.-
Aún tengo la esperanza de escuchar tu voz pronunciando mi nombre. O “Aki-chan” como solías decirme. No me gustaba, pero ahora deseo con todas mis fuerzas que vuelvas a decírmelo.
Toda esa ropa, tus proyectos inconclusos y decidiste irte. Sin mirar atrás, sin pensar en mí, ni en las demás personas a las que de igual manera lastimaste con tu partida.
¿Cuánto te lastimaron?, ¿De verdad ya no podías aguantar?
Aquel maniquí… lo vestí con tu ropa, la que más te gustaba. Quería ver en él un poco de ti. Sin embargo, no lo logré. No era posible, no lo era, no lo era.
Me aferré a él, en tu ropa impregnado estaba tu aroma. Era como poder darte un último abrazo, como poder tener ese privilegio, el de poder decirte adiós.
¿Por qué si todo te lo di decidiste abandonarme?
La maldita realidad llegó al separarme y darme cuenta de que sólo era ese maldito viejo maniquí. ¡Sólo un maniquí!
Regresa, regresa por favor.
Te quiero más que a nadie el mundo. Te quiero.
Vuelve a tomar mi mano, una vez más.
La última vez que te vi, descansabas entre sabanas rojas. Tranquilamente, en paz.
De nuevo sin obtener una respuesta me marché agonizante.
Mañana tal vez, aquí estarás.