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The Goddess Test por banglolove25

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Notas del capitulo:

Nuevo capitulo

Espero que este conteste algunas de las dudas que me han comentado.

Disfrutenlo.

Sollozando, empujé mis manos contra el abdomen de Young Jae. Él no podría estar muerto. Dos minutos antes, había estado diciéndome que… ¿para qué? No importaba. Me limpié los ojos con el dorso de mi mano, tomé un profundo y estremecedor suspiro. No. No era posible. Esto no estaba sucediendo.

 – ¡Ayuda! –grité, mirando a mi alrededor salvajemente, con la esperanza de alguna señal de vida. Pero todo lo que vi al lado de nosotros eran árboles, y el único sonido que se oía era el río fluyendo. Si alguien vivía en la propiedad, podrían estar a metros de distancia.

Volví a mirar a Young Jae, mientras su cara flotaba mis ojos se llenaron de lágrimas otra vez. ¿Qué se suponía que debía hacer?

Mis hombros se estremecieron, y mi cuerpo era inútil. Me tambaleé hacia atrás, cayendo en una posición sentado mientras miraba a Young Jae. Sus ojos estaban muy abiertos, sin pestañear y sin vida, y la sangre seguía brotando de su cabeza. Pero fue inútil.

Llevé las rodillas a mi pecho, incapaz de apartar los ojos. ¿Qué pasaría ahora? ¿Quién nos encontraría?

No podía dejarlo. Tenía que quedarme allí hasta que alguien nos encontrara. Oh, Dios, mi pobre madre… ¿qué diría todo el mundo? ¿Pensarían que maté a Young Jae? ¿No lo había hecho, de alguna manera? Si no hubiera estado de acuerdo en ir con él, entonces nunca habría saltado de cabeza al río.

– ¿Puedo ayudarte?

Mi corazón dio un vuelco. ¿A mi lado había un hombre… un niño? No podía decirlo, pues su rostro estaba parcialmente oculto por la oscuridad. Pero lo que pude ver de él hizo que mi aliento se atascara en mi garganta. Su cabello era oscuro, y la chaqueta que llevaba era larga y negra, agitándose con la brisa fría.

No la había imaginado, después de todo.

–Él…  –No pude terminar.

Se arrodilló junto a Young Jae y lo examinó. Él tuvo que ver las mismas cosas que vi, la cabeza ensangrentada, el cuerpo, el ángulo de su cuello. Pero en lugar de entrar en pánico, me miró, y una sacudida recorrió mi espina dorsal. Sus ojos eran tan oscuros como la noche misma.

  Oí crujir algo a unos pocos metros. Sorprendido, me giré, sólo para ver a un Gran Danés negro, moviendo la cola. El perro se sentó junto a él, y él le rascó detrás de las orejas.

– ¿Cuál es tu nombre? –dijo de manera uniforme.

Con manos temblorosas, me metí el pelo mojado detrás de las orejas.

–J-Jun H-Hong.

–Hola, Jun Hong. –Había algo tranquilizador en su voz, casi melódico –. Soy Yong Guk, y éste es Cerberus.

Puede ver su rostro con claridad ahora que estaba más cerca, y algo parecía apagado. Él no parecía ser más que unos pocos años mayor que yo, veinticuatro a lo sumo, pero incluso eso era empujarlo. Y era demasiado hermoso para estar en el medio de un bosque como éste. Debería estar en portadas de revistas, no gastando su tiempo escondido en la Península Superior de Michigan.

Pero sus ojos me llamaron la atención. Incluso en la oscuridad, brillaban intensamente, y me costó mucho alejar la mirada.

–M-mi amigo  –le dije, mi voz temblorosa –. Él está…

–Él está muerto.

Habló en tono tan normal que mi estómago dio vuelco de revés. Vomité la pequeña cena que había comido, el horror de la noche me pegó ten fuerte que sentí como si el viento me hubiese noqueado.

Finalmente, una vez que había terminado, me di la vuelta en una posición sentado y me limpié la boca. Yong Guk había arreglado a Young Jae, por lo que parecía como si estuviera durmiendo, y ahora él me miraba como si yo fuera un extraño animal que no quería asustar. Miré hacia otro lado.

– ¿Así que es tu amigo?

Tosí débilmente, luchando por mantener un burbujeante sollozo dentro de mí. ¿Lo era él? Por supuesto que no.

–Sí logré decir–. ¿Por qué?

Escuché el crujido de la tela y abrí los ojos para ver a Yong Guk poner su chaqueta sobre Young Jae, de la forma en que cubrían los cadáveres.

–No sabía que los amigos trataban a los amigos de esa forma.

–Él… era una broma.

–No creo que fuera muy divertido.

No, no lo era. Pero ya no importaba.

–Le tienes miedo al agua, sin embargo, saltaste detrás de él, a pesar de que te iba a dejar atrás.

Lo miré fijamente. ¿Cómo sabía eso?

– ¿Por qué? –dijo, y yo me encogí de hombros patéticamente. ¿Qué es lo que esperaba que dijera?

–Porque  –le dije–. Él, él no merecía… él no merecía morir.

Yong Guk se quedó en silencio un largo rato, y miró el cuerpo cubierto de Young Jae.

– ¿Qué harías para que él vuelva?

Me esforcé para entender lo que estaba diciendo.

– ¿Volver?

–A la condición que tenía antes de que saltara al agua. Vivo.

En mi pánico, ya sabía mi respuesta. ¿Qué haría yo para que Young Jae volviera? ¿Qué es lo que haría para evitar que la muerte estrechara su agarre sobre los fragmentos de mi vida que todavía no había robado? Había marcado a mi madre y estaba esperando las alas para llevársela de mí, acercándose más cada día. Ella podría haber estado lista para darse por vencida, pero nunca dejaría de luchar por ella. Y maldición no iba a dejar que reclamara otra víctima justo en frente de mí, sobre todo cuando era por mi culpa que Young Jae estaba aquí, en primer lugar.

–Cualquier cosa.

– ¿Cualquier cosa?

–Sí. ¿Puedes ayudarlo? –Una esperanza irracional se encendió dentro de mí. Tal vez era un médico. Tal vez él sabía cómo ayudarlo.

–Jun Hong… ¿alguna vez has oído la historia de Perséfone?

A mi madre le encantaba la mitología griega, y solía leerme las historias cuando era niño. Pero, ¿qué tenía eso que ver con esto?

– ¿Qué? Sí, hace mucho tiempo  –le dije, desconcertado–. ¿Puedes solucionarlo? Está él… ¿puedes? ¿Por favor?

Yong Guk se levantó.

–Sí, si me prometes una cosa.

–Lo que tú quieras. –Estaba de pie, también, con esperanza.

–Lee el mito de Perséfone otra vez, y lo descubrirás. –Dio un paso hacia mí y rozó la punta de los dedos contra mi mejilla. Me aparté, pero mi piel se sentía como si estuviera en llamas, donde me tocó. Puso sus manos en los bolsillos, no le preocupó mi rechazo–. El equinoccio de otoño es en dos semanas. Léelo, y lo entenderá.

Dio un paso atrás, y me quedé allí, confundido. Volteándome a mirar a Young Jae, dije:

– ¿Pero, qué pasa con…?

Levanté la mirada y él se había ido. Tropezando hacia adelante, mis pies entumecidos, miré a mi alrededor salvajemente.

– ¿Yong Guk? ¿Qué hay de…?

– ¿Jun Hong?

Mi corazón dio un brinco en mi garganta. Young Jae. Caí de rodillas junto a él, demasiado asustado como para tocarlo, pero sus ojos estaban abiertos y no sangraba más, y estaba vivo.

– ¿Young Jae? –jadeé.

– ¿Qué pasó? –dijo él, tratando de sentarse y limpiando la sangre de sus ojos.

–Te pegaste en la cabeza y…  –Me calmé. ¿Y qué?

Young Jae tropezó con sus pies y se tambaleó, pero me acerqué para sostenerlo con manos temblorosas.

– ¿Todo bien? –dije, aturdido, y Young Jae asintió con la cabeza. Envolví mis brazos alrededor de su cintura desnuda para ayudarlo a mantenerse en posición vertical. La chaqueta de Yong Guk se había ido–. Vamos a casa.

**************************

En el momento en que metí en la cama esa noche después de lavar la sangre de debajo de mis uñas, casi me había convencido a mí mismo que no era real. Que haberlo visto hoy y desde el coche a principios de la semana había sido mi imaginación. Era la única explicación lógica. Me golpeé la cabeza cuando salté al río, y en el coche había estado agotado. Young Jae había estado bien desde el principio, y Yong Guk…

Yong Guk era sólo sueño.

***************************

Ese fin de semana el teléfono sonó a todas horas, casi todas las horas antes de que lo desconectara. Mi madre necesitaba descansar, y después de lo que había sucedido, todo lo que quería hacer era cortar con el resto del mundo y hacerle compañía. No sabía quién era, y no me importaba.

El río helado no me había hecho ningún favor, y dormí la mayor parte del fin de semana en la mecedora junto a la cama de mi madre. Fue un sueño agitado, lleno de las mismas pesadillas que había tenido casi todas las noches desde mi llegada a Edén, pero ahora había una nueva. Pasó exactamente como la noche pasada, con Young Jae zambulléndose en el río y golpeándose la cabeza, y yo saltando al agua para salvarlo. Pero cuando sacaba el cuerpo fuera del río, no era su rostro el que veía, pálido y sin vida, con el charco de sangre en el suelo. Era el mío.

Tuve que usar una máscara quirúrgica alrededor de mi madre. Me sentía con fiebre y dolor, y con una tos profunda en el pecho que no podía quitarme, pero alguien tenía que cuidar de ella. Eché la medicina por mi garganta, con la esperanza de que me haría sentir mejor, y para cuando el lunes llegó, me sentí lo suficientemente bien como para desafiar la escuela una vez más.

En el momento en que entré en la cafetería a la hora del almuerzo, Him Chan se unió a mi lado, ya con su bandeja llena de papas fritas. Balbuceó alegremente sobre un nuevo CD que había comprado el fin de semana e incluso me lo ofreció para que lo escuchara, pero negué con la cabeza. No estaba de humor para la música.

– ¿Jun Hong? –Habíamos tomado nuestros asientos, y ya había empapado sus papas fritas en salsa de tomate–. Estás muy silencioso hoy. ¿Está tu mamá bien?

Levanté la mirada de mi sándwich sin comer.

–Ella está aguantando.

–Entonces, ¿qué está mal? –La expresión de su rostro dejó en claro que no iba a dejarlo pasar.

–Nada. Estuve enfermo todo el fin de semana, eso es todo.

–Oh, está bien. –Se metió una fritura en la boca–. Faltaste el viernes. Tengo tu tarea.

–Gracias. –Al menos no me presionaba.

– ¿Fuiste a la fiesta con Young Jae?

Me quedé helado. ¿Era tan obvio? ¿Había algo en mi expresión que le dijo? No, era sólo una conversación ociosa.

– ¿Jun Hong?

Estupendo. Ahora sabía que algo andaba mal.

–Lo siento –murmuré, encorvado.

– ¿Pasó algo en la fiesta?

–No hubo ninguna fiesta. –No tenía sentido mentirle sobre eso. Él sería capaz de preguntar y saber de todos modos, si alguna vez se molestaba en hablar con otras personas–. Fue sólo una estúpida broma de Young Jae.

– ¿Qué clase de estúpida broma? –La forma en que su voz descendió y sus ojos se endurecieron debió haber hecho sonar una alarma en mi mente, pero yo estaba demasiado ocupado tratando de llegar a algún tipo de respuesta posible. ¿Cómo iba a describir la imposibilidad de lo que había pasado al lado del río? No había manera de que él me creyera. Yo ni siquiera me creía. Y Young Jae…

Me goleé mentalmente. Todo había sido una broma, ¿verdad? No sólo me dejó allí, sino que él rompió su cabeza contra una roca, y Yong Guk apareció y pretendió hacer… hacer lo que fuera que él estaba haciendo. Probablemente era el hermano mayor de alguien. Tal vez incluso el de Young Jae.

Pero, ¿y su cráneo? ¿La forma en que había dejado de respirar? ¿El ángulo de su cuello? ¿Podría realmente haberlo fingido?

–Hablando del diablo –dijo Him Chan, levantando las cejas mientras miraba por encima del hombro. Yo no tenía necesidad de darme vuelta para saber quién era.

– ¡Jun Hong! –chilló Young Jae, y se sentó a mi lado sin esperar una invitación. Yo me tensé, agarrando mi manzana tan fuerte que podía sentir el fruto magullarse debajo de la piel.

–Er, hola. – ¿Qué le podía decir a él? –. ¿Cómo… cómo estuvo tu fin de semana?

Él pasó las piernas por debajo de la mesa y dejó su bandeja de comida. A diferencia de Him Chan, él tenía un sándwich de pollo y un montón de Tater Tots4. No había manera posible de que los comiera todos los días en el almuerzo y lograr mantenerse tan delgado.

–Fue bueno. Ya sabe, descansar y nada y esas cosas. –Él tomó un bocado de su sándwich y no se molestó en tragar antes de continuar–. Traté de llamarte, pero nunca me contestaste. ¿Mi papá me dio un número equivocado?

Casi me atraganté. ¿Había sido Young Jae?

–N-no, esa era mi casa. –Miré a Him Chan, dispuesto en silencio a que dijera algo, pero parecía estar esforzándose verdaderamente en no mirarnos.

–Estaba enfermo, por eso no contesté.

–Te sientes mejor ahora, ¿verdad?

Dudé.

–Sí, me siento mejor.

–Oh, ¡eso es perfecto entonces! Tenía la esperanza de que vinieras en algún momento esta semana. Tenemos una piscina, y yo estaba pensando que tal vez podría enseñarte a nadar.

Lo miré boquiabierto. Después de todo lo que había pasado. ¿Él quería que yo fuera a nadar con él?

–Yo no… yo no nado. –Y después de lo ocurrido el viernes, yo no quería ir a ninguna parte cerca de un cuerpo de agua nunca más. Parecía inusualmente cruel mantenerse alargando una estúpida broma de esa manera, y yo, en silencio, deseaba que lo dejara ya.

Young Jae frunció los labios, y estaba claro que algo en mi voz o mi expresión debió darle una pista.

–Sin resentimientos acerca de lo que pasó, ¿verdad? –Tal vez me lo estaba imaginando, pero parecía casi nervioso–. Quiero decir… en cierto modo quería hablar contigo sobre…

–Young Jae –lo interrumpí–. ¿Por qué estás sentado conmigo?

Su cara cayó, y él dejó el sándwich.

–Rompí con Jae Bum.

– ¿Qué? ¿Por qué? –Yo miré a Him Chan, pero él ahora estaba concentrado haciendo una fortaleza de papas fritas.

 –Pensé que habías dicho que lo amabas.

– ¡Lo hago! Lo hice.

–Entonces, ¿por qué?

–Porque. –Miró por encima del hombro a la mesa de fútbol americano. Al menos media docena de pares de ojos nos miraban, y bajó la voz hasta un susurro–. Tú me viste, ¿verdad? Me zambullí en el río y me golpeé la cabeza, y lo siguiente que sé es que estoy en el suelo con un dolor de cabeza.

Me obligué a dar un encogimiento de hombros indiferente.

–Así que te golpeaste la cabeza y te saqué antes de que te ahogares. No es gran cosa.

–Sí, lo es. –Bajó la voz–. Había sangre por todas partes. Mi madre me vio cuando llegué a casa, y ella tuvo un ataque. Tuve que decirle que era tuya.

–Pero no era mía.

Nuestros ojos se encontraron. Los suyos estaban rojos y brillantes por las lágrimas.

–Yo sé –murmuró–. Jun Hong, ¿qué me paso?

Sobre la mesa, Him Chan se quedó quieto, y me di cuenta de que ya no llevaba los auriculares. Además de decirle a Young Jae lo que había sucedido, ahora tendría que explicárselo a él una vez que Young Jae se hubiese ido. Él no me creería… nadie en su sano juicio lo haría. Ni siquiera estaba seguro de creerme yo mismo, y todavía no estaba convencido del todo de que fuera una broma muy elaborada.

Young Jae me observaba de cerca, esperando a que hablara, y yo sabía que no había manera de que pudiera mentir para salir de esto. Incluso si lo hiciera pensar que estaba loco, la necesidad de decirle a alguien, para entender lo que había ocurrido, era abrumador. Tomé una respiración profunda, le di un beso de despedida a mi cordura, y les dije todo.

Una vez que lo hice, Young Jae me miró fijamente, con los ojos brillantes.

–Oh, Jun Hong. ¿Tú realmente saltaste al río para salvarme?

Me encogí de hombros y, ante de darme cuenta, él envolvió sus brazos alrededor de mí y hundió su cara en mi cuello. El abrazo se prolongó durante casi medio minuto, las cosas volviéndose cada vez más incómodas con cada segundo que pasaba. Finalmente me dejó ir, aunque sus manos estaban sobre mis hombros.

–Eso es lo más lindo que alguien haya hecho por mí. Cuando traté de decirle a Jae Bum… – Él se mordió el labio–. Se rió de mí y me dijo que dejara de inventar cosas.

En la mesa de fútbol americano, Jae Bum estaba rodeado de sus amigos, riendo a carcajadas. A mi lado, Young Jae parecía aplastado.

–Así que, ¿rompiste con él? –le dije.

–No importa –dijo él, recogiendo su sándwich.

–Él va a estar rogándome que volvamos en una semana. ¿Qué hay de Yong Guk? ¿De verdad le prometiste algo? ¿Qué quería?

Por el rabillo de mi ojo, vi a Him Chan mirar hacia arriba.

–Yo no estoy muy seguro –le dije–. Me preguntó si sabía sobre el mito de Perséfone, y me dijo que el equinoccio de otoño sería en dos semanas. Dijo que una vez que leyera sobre ella, sabría lo que él quería que yo hiciera. Lo he oído antes, pero no sé que tiene que ver con nada…

Sobre la mesa, Him Chan rebuscó en su mochila, lanzando pesados libros y carpetas sobre la mesa. Que aterrizaban con ruido sordo, y la mitad de la cafetería nos miraba. Yo agaché la cabeza, sorprendido, mientras trataba de averiguar cómo todo eso cabía en su mochila, pero finalmente sacó un grueso libro y me di cuenta de que era nuestro texto de historia. Él abrió aparentemente al azar, pero cuando estiré el cuello para ver lo que era, vi que no era al azar del todo.

–Ésta es la historia de Perséfone –dijo, señalando una foto de una chica saliendo de una cueva. Una mujer estaba en el césped, con los brazos abiertos en señal de saludo.

–La Reina del Inframundo.

– ¿El Inframundo? –dijo Young Jae, se inclinó para ver mejor–. ¿Cuál?

Him Chan le dio una mirada que podría haber secado a una planta.

–Al que los muertos van. ¿El Tártaro? ¿Los Campos Elíseos?

–Mitología griega –le dije, pasando la página–. ¿Ves a este tipo? –Señalé a un hombre de pelo negro cubierto medianamente por la sombra–. Él es Hades, Dios del Inframundo. Gobernante de los muertos.

–Al igual que Satanás –dijo Him Chan.

–No, no como Satanás –dijo Young Jae.

Había un dejo de enojo en su voz, pero Him Chan no se dio cuenta o no le importó.

–Satanás es de los Cristianos, y el Inframundo no es el Infierno. Hades no es un demonio. No es más que… un tipo que fue puesto a cargo para tratar con las almas de los muertos. Él les ordena y todo eso. –Lo miré fijamente.

–Pensé que no sabías nada acerca de esto. –Él se encogió de hombros y miró el libro.

–Podría haber escuchado un par de cosas antes.

–Él la secuestró –dijo Him Chan en una voz tan baja que lanzó un escalofrío por mi espalda–. Ella estaba jugando en un campo, y la arrastró hasta el Inframundo con él para ser su esposa. Se negaba a comer, y mientras su madre, Deméter, apelaba a Zeus –rey de los dioses– el mundo se volvió frío. Eventualmente, Zeus hizo a Hades devolver a Perséfone, pero para entonces ya había comido unas pocas semillas, e insistió en que eso significaba que tenía que pasar parte del año con él. Así que cuando no está con él como su esposa, llega el invierno. Es el mito que explica las estaciones del año para los Griegos.

La temperatura parecía haber caído veinte grados. Un horrible pensamiento cruzó por mi mente, y yo miré a Him Chan, tratando de averiguar si las implicaciones de la oferta que había hecho con Yong Guk eran remotamente posibles.

Young Jae, por otro lado, soltó un bufido. En voz alta.

–Así que se sentía solo. Eso no lo convierte en un chico malo… no sabes si ella quería ir allí con él. Ella pudo querer, ya sabes. –Yo no le hice caso y miré a Him Chan.

– ¿Crees que Yong Guk va a intentar hacer lo mismo conmigo?

–Eso es ridículo –dijo Young Jae, volteando los ojos–. Si él fuera a secuestrarte, ya lo hubiera hecho, ¿cierto? No es como si no hubiese tenido una oportunidad cuando estábamos en el bosque.

–No sé –dijo Him Chan–. Es posible. Tal vez esté esperando que el equinoccio de otoño llegue para hacerlo. Está sólo a unas pocas semanas, es a finales de septiembres. –Yo me le quedé mirando, sus ojos azules eran tan grandes que me preguntaba si se iban a caer de su cabeza.

– ¿Y si quiere que te quedes con él durante el invierno?

 –Realmente no puede esperar que yo deje todo y me mude por un tiempo –le dije con incertidumbre–. O para siempre.

–Puede que él no lo pregunte –dijo Him Chan.

– ¿Qué pasaría entonces?

El silencio se estableció entre los tres, con sólo el zumbido de la cafetería rodeándonos. Por último, enderecé los hombros y dije con toda la convicción que pude:

–Entonces le daré una patada en el culo y la policía lo arrestará. Fin de la historia.

Pero no era el fin, porque ninguno de nosotros mencionó lo que había sucedido en la orilla de río. De alguna manera él había traído a Young Jae de entre los muertos, y yo no sabía cómo explicarlo.

Him Chan cerró el libro, y yo salté.

–Tal vez sea así –dijo Him Chan–, pero no cambia el hecho de que accediste a casarte con un completo desconocido.

Notas finales:

Referencias

4Son frituras de papas.

Hasta proxima.


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