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The Goddess Test por banglolove25

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Notas del capitulo:

Nuevo capitulo disfrutenlo n.n

Sobre las siguientes dos semanas, tuve una opción: olvidar el trato que había hecho, cancelarlo por ridículo, y seguir con mi vida. Incluso si hubiera tenido otra opción, la salud de mi madre se cercioraba de que toda mi atención estuviera enfocada en ella.

Pero Him Chan y Young Jae no me dejarían olvidarlo. Con cada día que pasaba, ellos peleaban en susurros al otro lado de la mesa del almuerzo, algunas veces parecía que olvidaban que yo estaba allí. Him Chan parecía determinado a hablarme de eso, señalando lo poco que conocía sobre Yong Guk, y cómo él tenía que estar un par de colores por debajo de un arcoíris5 para incluso pensar en invitarme a quedarme con él por la mitad del resto de mi vida. Pero por cada falla en el trato que Him Chan traía a colación, Young Jae contraatacaba. Él defendía a Yong Guk implacablemente, aunque ninguno de nosotros sabía algo sobre él, pero era lo suficientemente fácil adivinar por qué lo hacía. Sin Yong Guk, él estaría muerto; por supuesto, sentía algo de lealtad hacia él.

Ellos analizaban el mito, ambos apropiándose en gran medida de éste para darle peso a sus argumentos, y me pedían repetidamente que les dijera exactamente lo que había dicho Yong Guk, pero había sólo un poco de información que podía darles. Parte de mi se preocupaba y contaba los días con ellos, pero una mayor parte de mí estaba demasiado enfocado en cuidar a mi madre. Las pesadillas también continuaron, dejándome con sólo unas horas de sueño en la noche, pero nadie comentaba sobre los círculos oscuros bajo mis ojos. Edén era un pueblo pequeño, y todos sabían sobre mi madre.

Unos días antes del inicio del otoño, llegué a casa para encontrarla sentada en medio del jardín ahogado por hierbas, y un nudo de pánico se formó en mi garganta. Salí de mi auto, me apresuré a su lado, arrodillándome cerca de ella para así poder obtener un buen vistazo de su cara.

– ¿Mamá? –dije, mi voz ahogada con preocupación–. Deberías estar adentro descansando. – ¿Cómo tenía la energía para hacer esto? Miré a Hyorin, que estaba sentada en el porche, tejiendo.

Hyorin se encogió de hombros.   

–Ella insistió.

–Estoy bien, dormí todo el día –dijo mamá, ondeando la mano para alejarme, pero no antes de que pudiera tener un buen vistazo de ella. Su piel estaba pálida y fina como el papel, pero había un brillo en sus ojos que no había estado allí en las últimas semanas.

–Vamos –dije, tomándola del codo gentilmente y tratando de hacerla levantarse. Pero permaneció obstinadamente sentada, y yo estaba demasiado asustado de herirla para poner fuerza en esa tarea.

–Sólo otros minutos –dijo, mirándome suplicante–. No he pasado tiempo afuera en años. El sol se siente maravilloso.

Me dejé caer de nuevo sobre mis rodillas. No había razón para pelear con ella.

– ¿Necesitas ayuda? –Hice una cara ante el lecho enredado de hierbas. ¿Cuánto había pasado desde que alguien lo hubiera atendido?

Su expresión se alegró considerablemente ante mi oferta.

–No necesita ninguna, pero me gustaría un poco. Justo empiezo a tirar de ellas.

Era un trabajo sucio, pero juntos continuamos desyerbando el pequeño claro que ella ya había creado. No quería pensar en cuánto tiempo había estado allí afuera. No tenía energía que perder en esta clase de cosas, pero cuando mi madre ponía su mente en algo, no había nada que la sacara de eso.

–Estaré de vuelta en unos minutos –dijo Hyorin desde el porche, y fue hacia el interior, cerrando la puerta detrás de ella, y dejándonos solos. Miré a mi madre por el rabillo del ojo mientras tiraba de una hierba que era casi la mitad de alta de lo que yo era. Ante la primera señal de problemas, la llevaría adentro.

Pero ella no había estado así de energética y lúcida en días. No le había dicho lo que había pasado en la fiesta, esperando no preocuparla, pero con el equinoccio de otoño acercándose, y Him Chan y Young Jae en desacuerdo entre ellos, encontré que quería decirle, si no la historia completa, entonces al menos algo. Nunca le había escondido nada como esto antes, y no habría muchas oportunidades para hablarle sobre ello.

– ¿Mamá? – dije vacilando–. ¿Conoces la Mansión Edén?

–Por supuesto. –La arruga en medio de su frente se profundizó mientras tiraba de una hierba particularmente dura–. ¿Qué hay con ella?

Agarré la base del tallo debajo de su puño y ayudé. Después tiramos juntos, y ésta salió libre con una lluvia de tierra.

– ¿Alguien llamado Yong Guk vive allí?

Ella se enderezó, sin molestarse en tratar de esconder su sorpresa.

– ¿Por qué preguntas?

–Porque. –Me moví inquieto sobre el pasto, mis rodillas ya empezaban a doler. Sabía que debería haberlo dicho y que ella querría saberlo, ¿pero qué si trataba de hacer algo? ¿Qué si yo la asustaba, y eso la hería?

Así que mentí.

–Algunos chicos de mi escuela estuvieron hablando –dije, incapaz de verla mientras la culpa me carcomía. Nunca le mentía a menos que tuviera que hacerlo–. Simplemente me preguntaba si sabias algo de él.

Sus hombros se hundieron, y se inclinó hacia adelante para poner un mechón suelto de cabello detrás de mi oreja.

–Si insistes en hablar de temas difíciles, ¿al menos podemos hablar de lo que va a pasar cuando muera?

Estuve de pie en un instante, todos mis pensamientos sobre Yong Guk se fueron alejándose de mi cabeza.

–Es hora de ir adentro.

Sus ojos se estrecharon.

–Iré adentro cuando hables conmigo.

Estoy hablando contigo –dije–. Por favor, mamá. Te vas a poner peor.

Ella sonrió sin humor.

–No veo cómo. ¿Vas a hablarme sobre eso o no?

Cerré mis ojos, ignorando el escozor de las lágrimas. Esto no era justo. Todavía teníamos que tener algo de tiempo, ¿no? Ella había llegado tan lejos, que seguramente podría hacerlo unos meses más. Navidad, pensé. Sólo una navidad más juntos, y luego podría aceptar decirle adiós. Había hecho el mismo trato por los últimos cuatro años y, hasta el momento, había funcionado.

–No quiero que me extrañes –dijo–. Deberías vivir tu propia vida, cariño, y no ser agobiado por mí, especialmente una vez que me vaya.

Mi garganta se sentía áspera, pero no dije nada. No sabía cómo vivir mi propia vida. Incluso en Nueva York, ella había sido mi mejor amiga… mi única amiga durante los últimos cuatro años. ¿Esperaba que yo empacara y siguiera adelante?

–Y quiero que te enamores y empieces tu propia familia, una que se quede aquí mucho más de lo que yo lo hice. –Tomó mi mano, apretándola gentilmente–. Encuentra a alguien que sea bueno contigo y nunca lo dejes ir, ¿de acuerdo?

Me sentí como si me estuviera ahogando.

–Mamá. –Me atasqué–. No sé cómo hacer algo de eso.

Ella me sonrió tristemente.

–Nadie lo sabe, Jun Hong, no al principio. Pero estás listo para esto, te lo prometo. Yo hice todo lo que pude. –Por un momento su voz se desvaneció y miró hacia nuestras manos unidas–. Estás listo, y serás grandioso, cariño. Vas a hacer lo imposible, puede sentirlo, e incluso si no cree que estoy aquí contigo, siempre lo estaré. Nunca voy a dejarte, recuerda eso, ¿está bien? Algunas veces podría sentir como que me ha ido, pero siempre estaré aquí cuando más me necesites.

Limpié mis ojos con mi mano libre, apretando mi agarre sobre ella. Algo dentro de mí estaba desmoronándose más rápido de lo que podía mantenerlo junto, y tampoco quería hacerlo. Pero era una realidad que estaría enfrentando mucho antes de lo que estaba preparado. La quería, a mi madre… no a un recuerdo.

–Prométeme que serás tú mismo y hagas lo que hagas serás feliz, no importa qué –dijo, tomando mi mano entre las suyas–. Estás destinado a cosas grandes, cariño, pero cuanto más pelees contra quién eres, más difícil será. Cualquier obstáculo que enfrentes, recuerda que puedes conseguir superar cualquier cosa si lo quieres lo suficiente. Y lo harás. –Sonrió, y lo que sea que quedaba de pie dentro de mí se rompió–. Eres mucho más fuerte de lo que crees. ¿Me prometes que tratarás de ser feliz?

Quería decirle que no sabía cómo ser feliz sin ella, que no sabía quién sería cuando ella no estuviera aquí, y que no era lo suficientemente fuerte para hacer esto, pero su mirada suplicante era demasiado para mí. Así que mentí por segunda vez.

–De acuerdo –murmuré–. Lo prometo.

Su sonrisa sólo me hizo sentir más culpable.

–Gracias –dijo–. Será mucho más fácil irme cuando sé que estarás bien.

La ayudé a ponerse de pie, sin confiar en mí mismo para hablar. Dejando las hierbas desarraigadas abandonadas en medio del jardín, limpié la tierra de sus rodillas y medio la cargué hacia la casa, desando con toda mi fuerza que ella nunca tuviera que irse en primer lugar.

***********************

Al día siguiente, mientras la profesora comenzaba a divagar sobre las conjugaciones de los verbos irregulares en francés, la puerta del aula se abrió, y Ha Na de la oficina principal entró. Todas las cabezas, incluida la mía, se volvieron a mirarla, pero la única persona a quien miró fue a mí. Sintiendo que mis entrañas estaban llenas de líquido, me puse de pie, sintiendo las miradas de Him Chan y Young Jae en la parte de atrás de mi cabeza.

Crucé el aula, ignorando los susurros que creaba.

–Jun Hong –dijo Ha Na en un tono amable una vez estuvimos en el pasillo y la puerta del aula estaba detrás de nosotros, cerrada–. La enfermera de tu madre llamó.

Las paredes dieron vueltas y, por un momento, me olvidé de cómo se respiraba.

– ¿Ha muerto?

–No –dijo Ha Na. Y el alivio me inundó–. Está en el hospital.

Sin otra palabra, me volví y corrí pasillo abajo, olvidando la clase. Lo único que quería era llegar al hospital antes de que fuera demasiado tarde.

*********************

– ¿Jun Hong?

Era tarde, y yo estaba sentado en la sala de espera del hospital, agotado. Había pasado las últimas tres horas solo y hojeando unas revistas sin leer una palabra, esperando a que los doctores salieran y me dijeran cómo estaba.

– ¡Him Chan!

Me puse de pie con las piernas temblorosas y lo abracé como si se me fuera la vida en ello. Duró más de lo estrictamente necesario, pero necesitaba sentir su abrazo cálido en mí. Había pasado mucho tiempo sin abrazar a nadie que no fuera frágil.

–Mi madre está mal y nadie me dice…

–Lo sé –dijo–. Ha Na me contó.

– ¿Y si éste es el momento? –dije, ocultando el rostro en su pecho–. Ni siquiera pude despedirme. No pude decirle que la amo.

–Lo sabe –murmuró, acariciando mi pelo–. Te juro que lo sabe.

Pasó las siguientes horas conmigo, sólo desapareciendo para traer algo de comer, y estaba a mi lado cuando el doctor finalmente apareció y dijo lo que me temía: mi madre había caído en coma, y no quedaba mucho tiempo.

Him Chan estuvo a mi lado cuando entré a ver a mi mamá, quien se veía tan pequeña y delicada en la cama del hospital, con su cuerpo conectado a más máquinas y monitores de los que podía contar. Su piel estaba resquebrajada, e incluso si el doctor no me lo había dicho, sabía que no duraría mucho más. Mentalmente repasé todo lo ocurrido el día anterior, odiándome un poco más cada vez que recordaba cómo la había dejado estar en el jardín. Quizás si no se hubiera excitado así, seguiría bien.

Ahora, acostada en ese cuerpo moribundo, no había señales de ella. Así no era cómo quería recordar a mi madre, como una cáscara vacía sin vida, un eco de lo que había sido, pero no podía evitarlo.

Poco antes de las diez, una enfermera entró y me dijo que el horario de visitas había acabado. Muchos minutos más tarde, cuando aún no podía irme, Him Chan se puso de pie detrás de mí.

–Jun Hong. –Sentí su mano en mi espalda, y me tensé–. Cuanto antes consigas dormir algo, más pronto despertarás y vendrás a verla mañana. Vamos, te llevaré a casa.

 –Ya no es casa –dije huecamente, pero lo dejé llevarme.

Miré por la ventana todo el camino a Edén, agradecido de que no quisiera charlar.

Incluso si lo hubiera hecho, no estaba seguro de haber sido capaz de responder. No fue hasta que nos detuvimos en la cerca, con el motor aún encendido, que Him Chan habló. De fondo, había una canción tan suave en la radio que me esforcé en seguir. Estaba haciendo tiempo.  No quería volver a esa casa. Me había preparado para esto por años, pero ahora que estaba llegando, no podía soportar la idea de estar solo.

– ¿Seguro que estás bien?

–Estoy bien –respondí. Him Chan sonrió tristemente.

–Volveré a buscarte mañana en la mañana.

–No iré a la escuela.

–Lo sé.

No quitó sus ojos de los míos.

–Te llevaré al hospital.

–Him Chan… no tienes que hacer eso.

– ¿No es eso lo que los amigos hacen? –Dolía oír la inseguridad en su tono–. Eres mi amigo, Jun Hong, y estás triste. ¿Qué podría ser humanamente más importante que cuidarte?

Mi barbilla tembló, y era sólo cuestión de tiempo antes de que comenzaran las cataratas. Sin saber qué más hacer, me incliné y lo abracé. Nunca había tenido un amigo como él alguien que habría abandonado toda su rutina para acompañarme en el lecho de muerte de mi madre. Había venido a Edén esperando estar solo cuando todo terminara, y en su lugar encontré a Him Chan. Si había alguna vez una razón para considerar quedarme, era él.

–Al menos llévate el auto –dije sobre mi hombro–. No deberías ir a casa caminando a oscuras.

Comenzó a protesta, pero lo empujé y lo miré, y entonces asintió.

–Gracias.

Para cuando me las arreglé para alejarme de él y salir del auto, era un desastre de lágrimas, pero no me importó. Junto a la cera, podía ver la mugre del césped, y la pila de hierbas abandonadas en el césped.

Entré, con las manos temblando, pero sabía que no había razón en temerle a una casa vacía, sin importar cuán fuerte fuera la esencia de mi madre. Estaría viviendo solo por mucho tiempo.

 Vagando sin rumbo, pasé mi mano por cada superficie, mirando en blanco a la oscuridad que enfrentaba. Esta noche marcó el final del único capítulo de mi vida que alguna vez había conocido, y no sabía cómo enfrentar al vacío.

**********************

Cuando la medianoche llegó y sonó el timbre, estaba hecho un ovillo en la cama de mi madre, aún vestido. Tardé dos timbrazos en decidirme a responder, e incluso entonces, me tomé mi tiempo para salir de la cama y hacer mi camino escaleras abajo. Llevando la almohada de mi madre contra mi pecho, abrí la puerta, esperando que fuera Him Chan.

Era Yong Guk.

Mi estómago cayó a mis rodillas, y la niebla que aturdía mi mente se despejó.

–Hola, Jun Hong. –Su voz era como miel, y de repente fui consciente de qué tan mal me veía–. ¿Me recuerdas?

¿Cómo podría olvidarlo?

–Sí –dije bruscamente–. Eres Yong Guk.

–Lo soy.

Había algo triste detrás de su sonrisa, algo que relacioné con todo demasiado bien.

–Éste es mi Valet, Sleepy.

Miré al segundo hombre, con la mano aún en el picaporte. Era mayor, su cabello negro y su piel clara y su pálido rostro estaban elaborados.

–Hola –dije dudando.

–Hola, señorito Choi. –Sonrió cálidamente–. ¿Podemos entrar?

Ya no tenía sentido que me preocupara porque me secuestraran. Young Jae tenía razón; si ese era el plan de Yong Guk, y estaría en la parte trasera de una van con las manos atadas en la espalda. Además, ya no importaba. Con un asentimiento, abrí la puerta lo suficiente para que pasaran.

Nerviosamente los guié a la sala. Después de encender las luces, me senté en la mecedora, dejándoles el sofá. Yong Guk se sentó como si fuera su casa y, en la luz, era más sencillo ver su rostro. Se veía tan joven y hermoso como antes.

– ¿Sabes qué día es?

Ya ni siquiera sabía qué mes era, sólo había una razón para que Yong Guk viniera a mi casa.

–Es el… equinoccio de otoño, ¿cierto?

–Muy bien –respondió–. Leíste acerca de Perséfone, ¿no?

Mi boca se secó, y asentí.

– ¿y estás preparado para cerrar el trato?

Los miré inseguro. Quizás sí me secuestrarían después de todo.

–No estoy seguro de cuál sea nuestro trato.

Esta vez habló Sleepy.

–A cambio de la vida de tu amigo, has accedido a pasar el otoño y el invierno en la Mansión Edén. Todos los otoños e inviernos, si todo marcha bien.

Lo miré.

– ¿Disculpe?

–Como nuestro invitado de honor, por supuesto –añadió–. Serás tratado con el mayor cuidado y respeto, y tendrás todo lo que puedas pedir.

–Espera.

Me puse de pie muy rápido, y me mareé. Me estabilicé, rehusándome a temblar frente a ellos.

– ¿Quieres decir que por el resto de mi vida tendré que pasar seis meses con ustedes? ¿Ese fue el trato?

–Sí –dijo Yong Guk. Alzó la mano para silenciar a Sleepy y él, también, se levantó–. Soy consciente de que no será sencillo, y enfrentarás ciertos… desafíos. Pero te aseguro que haré todo lo posible para asegurar tu seguridad y felicidad. Y los otros seis meses del año, puedes hacer lo que te plazca. Puedes tener una vida totalmente diferente, si quieres… tendrás libertad total. Y mientras estés conmigo, serás tratado como una reina. Haré todo lo que esté en mi poder para hacerte feliz.

Hablaba en serio, de eso me puede dar cuenta. Centrándome en una palabra en particular, recordé el mito, y mi sangre se heló.

–Reina –dije, escupiendo la palabra con amargura–. ¿Significa que quieres que sea tu esposo? –Yong Guk frunció el ceño–. No te estoy proponiendo matrimonio, Jun Hong, Con la muerte de tu madre, pronto no tendrás nada a lo que aferrarte aquí, y te estoy ofreciendo una oportunidad de una vida que posiblemente no puedas imaginar.

Me ericé. ¿Cómo sabía de mí madre?

 – ¿Qué obtienes a cambio? No voy a dormir contigo si eso es lo que piensas. No soy ese tipo de persona.

Él y Sleepy intercambiaron miradas divertidas.

–Te aseguro que todo lo que quiero es el placer de tu compañía. Del tipo platónico.

De alguna manera no creí que eso fuera todo lo que él obtenía, pero no había punto siquiera en fingir que era una opción. No estaba a punto de pasar seis meses del resto de mi vida con un extraño, sin importar lo que me ofreciera.

–No –dije–. Gracias por la oferta, pero estás loco, y no. Ahora si no te importa, tengo que dormir.

No discutieron. Sleepy se levantó para unírsenos a Yong Guk y a mí, y los guié a ambos a la puerta principal, manteniéndola abierta para que no tuvieran excusas para quedarse.

Mientras Yong Guk salía, se detuvo, su cuerpo a menos de treinta centímetros de distancia del mío. Era realmente hermoso y, teniéndolo tan cerca, era difícil recordar porqué pasar seis meses con él era tan malo.

– ¿Entiendes lo que pasará si no respetas el final de nuestro trato?

Ah, claro. Porque no importa lo hermoso que sea, aún seguía estando loco.

–No lo sé, y no me importa –dije firmemente–. Ahora por favor vete.

–Te daré hasta la medianoche –dijo él, uniéndose a Sleepy en el camino del frente–. Pero me temo que ya no puedo esperar. No te apresures en despreciar mi oferta, Jun Hong. Ésta es la única oportunidad que te queda.

En lugar de responder, cerré la puerta, intentando ignorar el fuerte temblor de mis manos.

************************

Him Chan vino a la mañana siguiente, y fue lo suficientemente agradable como para traerme una rosquilla. Lo comí mientras no dirigíamos al hospital, sin tener ningún apetito. Por suerte, no me hizo hablar.

Mientras me sentaba junto a la cama de mi madre, sosteniendo su  mano, un pensamiento traidor se deslizó por mi mente. Si Yong Guk había salvado a Young Jae –si realmente no había sido mi imaginación o alguna broma horrible–, ¿podría salvar a mi madre también?

Alejé el pensamiento. No podía permitirme el lujo de pensar así, no cuando me tenía que prepararme a mí mismo para el final que se avecinaba. Además, lo que Yong Guk había hecho era imposible. Un golpe de suerte, o truco de la luz, o alguna broma horrible que Young Jae aún no había confesado… lo que sea que fuera, mi madre estaba a las puertas de la muerte, y ningún truco mágico iba a salvarla. Había vivido más años de los que podía, y yo sabía que debería estar agradecido por el tiempo con ella, pero verla desaparecer mientras las horas pasaban lo hacía imposible.

No fue sino hasta la noche cuando caminábamos lentamente a través del aparcamiento  del hospital que finalmente le dije a Him Chan lo que había pasado en la mañana. Estuvo en silencio hasta que terminé la historia, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta negra.

– ¿Quieres decir que se aparecieron como si nada, sin advertencia ni nada?

Asentí, demasiado vacío para pensar más en eso.

–No fueron groseros, supongo, pero fue extraño.

Abrió la puerta del carro para mí, y me deslicé en el asiento del pasajero. No fue sino hasta cuando se sentó en el asiento del conductor que habló.

–No puedes ir, Jun Hong.

–No estaba planeando hacerlo. Nunca me dejaría si fuera así.

–Bien –dijo él.

Conducimos a través del aparcamiento y, frente a nosotros, el sol se estaba poniendo. Cerré mis ojos mientras intentaba encontrar valor para decir lo que había querido decir todo el día.

– ¿Qué tal si él puede salvar a mi madre?

Él frunció el ceño.

– ¿Qué más querrá de ti con el fin de lograrlo?

–Lo que sea que pida, valdrá la pena –dije en voz baja–. Si eso significa que estaría viva.

Him Chan se inclinó sobre el asiento para colocar su mano sobre la mía.

–Sé que sería así, pero algunas veces todo lo que podemos hacer es decir adiós.

Mi rostro se calentó y mi visión se volvió borrosa, y me alejé de él para mirar fijamente por la ventana.

– ¿Qué crees que pasara si no me aparezco? ¿Crees que podrá herir a Young Jae? Ése era nuestro trato, si yo hacia lo que él quería, lo salvaría.

–Él no le haría daño –dijo Him Chan, aunque por el rabillo del ojo puede ver que apretó su agarre sobre el volante–. No se es algún tipo de ser humano.

Me limpié los ojos con la manga de mi jersey.

–No estoy tan seguro que lo sea.

************************

Cuando llegué a casa, habían seis mensajes en la maquina contestadora. El primero era de la escuela, llamando para saber dónde estaba, y los otros cinco eran de Young Jae, su tono volviéndose más y más preocupado con cada mensaje.

Aunque estaba exhausto, lo llamé. Fue bueno oír su voz, a pesar de que fuera tan molestamente hablador y animado como siempre. Él habló lo suficiente por los dos, y no pareció importarle el hecho de que apenas y dijera una que otra palabra. Aunque Him Chan parecía seguro de que nada le pasaría, no podía quitarme la preocupación de que algo sucedería. Aunque sólo lo conocía desde hace un par de semanas, después de incidente del río, me sentía responsable por él. No podía hacer nada para ayudar a mi madre, pero si algo le pasaba a Young Jae por mi culpa no podría soportarlo.

– ¿Young Jae? –dije cuando estábamos a punto de colgar.

– ¿Sí? –Él sonó distraído.

–Hazme un favor y cuídate esta noche, ¿de acuerdo? No hagas nada estúpido como escalar una escalera y domesticar un león.

Él se echó a reír.

–Sí, como sea. Te llamaré en la mañana. Saluda a tu madre por mí.

Después de colgar, no podía dormir. En lugar de eso, miré mientras mi reloj pasaba de 11:59 a 12:00, y una enferma sensación de miedo me invadió. ¿Qué tal si algo le pasaba a Young Jae? ¿Qué se suponía que hiciera entonces? Sería mi culpa. Contra todo pronóstico, se había convertido en mi amigo, y se suponía que debía protegerlo de ese tipo de cosas, no antagonizar deliberadamente al hombre al que al parecer pensaba que le debía la vida. O pensaba que le debía la mía.

No quería pensar en Yong Guk. No quería pensar en cómo lo trajo de vuelta esa noche en el río, y no quería pensar en su oferta. Intenté imaginar el rostro de mi madre, pero la única imagen que me vino era de ella yaciendo en la cama de hospital, muriendo. Me volví contra la cama, y enterré la cara en la almohada. Ahora no había nada que pudiera hacer, y sentirme indefenso era desagradable y molesto. Pero ya había tomado una decisión, e iba a mantenerla. Si lo hacía a mi manera, nunca volvería a ver a Yong Guk.

***************

A las siete y media me desperté con un fuerte golpe en la puerta. Gemí, habiendo dormido solamente después de las cuatro, pero no puede ignorarlo. Abriendo la puerta, la cadena de maldiciones que tenía en la punta de la lengua desaparecieron. Era Him Chan, que parecía no haber dormido desde el día anterior. Abría la puerta, pasando mis dedos a través de mi desastroso cabello castaño.

– ¿Him Chan? ¿Qué pasa?

–Es Young Jae.

Me congelé.

–Está muerto.

Notas finales:

Referencia

5Expresión que busca decir que no es tan inteligente de una forma sutil. De ahí viene la relación arcoíris-colores. Si le faltan colores no es precisamente un arcoíris, y si le faltan algunas neuronas no es tan inteligente.

Nos vemos hasta la proxima

:D


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