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The Goddess Test por banglolove25

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Notas del capitulo:

Nuevo capitulo

disfrutenlo :D

El rumor en la cuidad decía que él había tenido un aneurisma cerebral,  pero yo sabía la verdad. Mientras Him Chan dejaba la escuela atrás con su auto en nuestro camino al hospital, vi a todo el cuerpo estudiantil amontonado en el estacionamiento, abrazándose unos a otros y llorando. No puede dejar de mirar.

–Devuélvete.

– ¿Qué?

–Dije que te devuelvas, Him Chan. Por favor.

– ¿E ir adónde?

Miré fuera de la ventanilla, incapaz de quitar mis ojos de sus rostros. Aun los chicos que odiaban a Young Jae estaban llorando. Respiré superficialmente, peleando para no hacer lo mismo.

Era mi culpa. Young Jae tenía veinte años. Tenía toda su vida por delante, y ahora estaba muerto por mi culpa. Si él se iba a llevar a alguien, ¿por qué no me había llevado a mí? Yo fui él que estúpidamente descartó su advertencia, no Young Jae.

Cerré mis ojos con fuerza una vez que pasamos la escuela, la imagen de la multitud en luto quemada en la parte de atrás de mis párpados. ¿Así era como iba a ser mi vida entera? ¿Con todos lo que yo conocía muriéndose? ¿Him Chan sería el próximo o afortunadamente sería yo?

La ira se hinchó dentro de mí, envolviéndome en culpa hasta que me estaba aferrando al apoyabrazos tan fuerte que mis uñas crearon marcas permanentes, con forma de media luna, en el cuero gastado. Young Jae no se merecía esto, y sin importar cuánto le hubiese disgustado a Yong Guk la broma que él hizo, eso no le daba el derecho de hacerle esto, a su familia o a esta ciudad. ¿Y para qué? ¿Por qué yo no le creía? ¿Porque yo no quería desperdiciar la mitad del resto de mi vida atendiendo a los deseos de un lunático? Era eso lo que él hacía cuando no se salía con la suya, ¿hacer un berrinche y matar a alguien?

Ignoré la pequeña voz en la parte trasera de mi mente que me recordaba que Yong Guk era la única razón por la que él había sobrevivido esa noche junto al río.

No podía hacer nada para ayudar a mi madre, pero podía ayudar a Young Jae. Y yo arreglaría esto.

–Jun Hong –dijo Him Chan suavemente, estirándose en su asiento para posar su mano sobre la mía–. No es tu culpa.

–Por supuesto que lo es –estallé, tironeando mi mano–. Él no estaría muerto ahora mismo si no fuera por mí.

–Él hubiera muerto hace semanas si no hubiera sido por ti.

–No, no lo hubiera hecho –dije–. Él nunca hubiera tenido que gastarme esa estúpida broma si yo no hubiera accedido a ir con él. Él no se hubiera golpeado la cabeza si yo no me hubiera mudado a Edén. Nada de esto hubiera pasado si yo no hubiera venido aquí.

–Así que porque tú te mudaste aquí, todo es tu culpa. –Su agarre del volante se apretó con irritación–. Young Jae fue él que saltó de cabeza al río. Tú fuiste él que accedió a entregar la mitad de tu vida para mantenerlo vivo. Le diste más tiempo, Jun Hong, ¿no entiendes?

– ¿Qué bien hacen unas pocas semanas más? –escupí, secando mis mejillas con enojo–. No tiene sentido. Nada de esto debería haber pasado.

–Jun Hong… –Him Chan comenzó a decir, pero me volví en la dirección contraria. Ya habíamos dejado atrás la escuela.

–Sólo conduce, Him Chan. Por favor.

– ¿Adónde vamos?

–Si él lo trajo de vuelta a la vida una vez, puede hacerlo de nuevo.

Him Chan suspiró y dijo en una voz tan suave que no estaba seguro de haberlo oído bien:

–No estoy seguro de que funcione así.

Tragué a duras penas.

–Si alguna vez quieres ver a Young Jae de nuevo, entonces mejor ten esperanzas de que sea así.

************************

Llegamos al portón diez minutos más tarde. Para ese momento yo estaba temblando, atrapado entre la desesperación y la furia. ¿Cómo se atrevía Yong Guk a hacer esto? Tenía que saber que yo no había entendido o creído el tipo de cosas sobre las que hablaba, y él lo había hecho de todos modos.

Tenía que traerlo de vuelta. Sin importar lo que demandara, yo lo haría.

En lugar de estar cerrados como habían estado cuando mi madre y yo habíamos pasado en el auto, los portones estaban abiertos lo suficiente para que entrara a pie. Eché una mirada a Him Chan, sin saber que decir.

–No deberías hacer esto –dijo–. No hay garantía que él pueda traer de vuelta a Young Jae, y una vez que entres ahí, puede que no vuelvas a salir.

–No me importa. Haré que lo arregle.

–Jun Hong, sabes que eso es imposible.

Apreté mis dientes.

–Tengo que intentar. No puedo dejarlo morir, Him Chan. No puedo.

–Él no es tu madre –dijo Him Chan delicadamente–. Sin importar cuán duro pelees por la vida de Young Jae, no cambiará lo que ya ha pasado. No lo salvará, y tampoco salvará a tu madre.

–Lo sé. –Me ahogué, aunque una pequeña parte de mí se preguntó si realmente lo sabía. Pero ya había visto a Yong Guk hacer lo imposible una vez. Podía hacerlo de nuevo, estaba seguro de eso, y quizás si hacia lo que él quisiera, quizás podría salvar a Young Jae esta vez–. Ésta es mi elección, y si hay siquiera una oportunidad de que esto pueda ser cambiado, voy a averiguar cómo. Por favor –dije, mi voz fallando–. Por favor déjame hacer esto.

Him Chan estuvo en silencio por un momento, pero al final asintió, ya sin mirarme.

–Haz lo que sea que tengas que hacer.

Mis manos temblaron mientras intentaba soltar mi cinturón de seguridad. Him Chan se inclinó y lo hizo por mí.

– ¿Pero que pasa si él lo dice en serio? –dijo–. ¿Qué pasa si quiere que te quedes por seis meses?

–Entonces lo haré –dije, mirando hacia arriba, a las puertas gigantes mientras una sensación de aprensión me llenó. Me quedaría todo el año si eso lo salvaba. Los salvaba–. Seis meses no son el fin del mundo. Haré lo que tenga que hacer.

Él asintió una vez, con una expresión distante en sus ojos.

–Estaré aquí esperándote entonces. Pero Jun Hong… –Dudó–. ¿Realmente crees que es lo que es lo que dice ser?

Mi corazón golpeteó.

–No creo que sea lo que dijo que es.

Him Chan suspiró. Estaba lastimándolo al hacer esto, pero tenía elección.

– ¿Qué crees que sea?

Fruncí el ceño, recordando las palabras de Young Jae.

–Un tipo muy solitario. –Lo más probable era que si Yong Guk fuera a matarme, ya lo hubiera hecho. Yo conocía una salida si él realmente intentaba mantenerme cautivo, pero si me iba a forzar a hacerlo, ya lo hubiera hecho el día anterior. Realmente me había dado una elección, y hasta ahora todo lo que yo había hecho era tomar la elección equivocada. O bien podía aceptar la muerte de Young Jae o bien podía hacer algo al respecto y, francamente, había tenido suficiente de gente muriendo. No iba a dejar que sucediera de nuevo.

Recordando todas las promesas que había hecho a mi madre, respiré profundamente, deseando poder hablar con ella. Ella hubiera sabido qué hacer.

–Tú cuidarás de mi mamá, ¿no es cierto?

Aparentemente él sabía que era inútil insistir en que ella estaría allí cuando yo volviera, cuando sea que eso sucediera.

–Lo prometo. También haré saber en la escuela que no volverás.

–Gracias –dije. Una cosa menos de la que preocuparme.

Los pasos desde el auto hasta el portón fueron los más duros que hubiese dado jamás, pero si eso significaba traer de vuelta a Young Jae, entregaría mi libertad a Yong Guk. Él había tenido razón; no tenía nada más en mi vida excepto a mi madre. Una vez que ella se fuera, yo estaría vacío. Pero ahora tenía la oportunidad de intercambiar lo que quedaba de mi vida por alguien que la aprovechara. La vida de Young Jae apenas había comenzado. Todas mis mejores partes estaban ya detrás de mí. Mi madre quería que fuera y encontrara la felicidad, pero yo no podía, no si ella. Al menos de esta manera lo que quedaba de mí no se desperdiciaría.

Caminé a través del portón y hacia el terreno, e inmediatamente la atmósfera cambió. Estaba más tibio aquí, y había una especie de electricidad en el aire que no podía identificar. A la vez que daba más pasos, oí al portón cerrarse detrás de mí, y salté. Volviéndome, vi a Him Chan de pie junto al auto, sus ojos sobre mí. Saludé, y le di una sonrisa dolorido.

El camino estaba alineado con árboles ubicados a intervalos parejos, y se inclinaba hacia arriba. Me llevó unos pocos minutos subir la colina, pero cuando lo hice, me detuve, con la boca abierta. Lo que fuese que había esperado, no era eso.

Una enorme mansión estaba desparramada sobre el terreno, tan grande que no podía ver lo que había detrás aun desde la cima de la colina. El camino en el que estaba se volvía pavimentado, y rodeaba el frente de la mansión, formando un óvalo perfecto.

Yo sólo había visto edificios como estos en las fotos de palacios europeos, y estaba seguro de que en ningún otro lugar de la Península Superior –quizás aun en todo el estado– existía un lugar como éste. Brillaba blanca y dorada, y todo en ella lucía majestuoso.

Mientras estaba parado ahí, me llevó un momento darme cuenta que no estaba solo. Una docena de jardineros y trabajadores me miraban, y de repente me volví consciente de mí mismo. Estaba dentro de las puertas, ¿ahora qué?

En la distancia vi a una mujer apresurándose hacia mí, sosteniendo el borde de su falda mientras trepaba la colina. Más que dar un paso hacia atrás, me mantuve firme, atrapado entre el asombro, el miedo y la determinación. Sin importar cuán hermosa su casa fuera, yo todavía necesitaba ver a Yong Guk y pronto.

– ¡Bienvenido, Jun Hong! –dijo la mujer y, al oír su voz, tuve que mirar dos veces.

– ¿Hyorin?

Cuando se acercó, la reconocí como la enfermera que me había ayudado a cuidar de mi madre las últimas semanas. La miré, sorprendido, pero Hyorin actuó como si nada de eso fuera importante. Cuando ella llegó a mi lado, sus mejillas estaban rosadas y sonreía de oreja a oreja. Ella tomó mi brazo.

–Nos estábamos preguntando si alguna vez vendrías, querido. ¿Cómo esté tu madre?

Me tomó un segundo encontrar mi voz.

–Muriendo –dije–. ¿Qué estás haciendo aquí?

–Vivo aquí. –Ella comenzó a guiarme hacia la casa, y yo la dejé, intentando no mirar demasiado.

– ¿Conoces a Yong Guk?

–Por supuesto –dijo ella–. Todo el mundo conoce a Yong Guk.

– ¿Tú también puedes levantar a los muertos? –murmuré, y Hyorin hizo sonar la lengua.

– ¿Tú puedes?

Apreté mis puños.

–Necesito verlo.

–Lo sé, querido. Allí es hacia donde estamos yendo.

Le eché un vistazo, inseguro de si ella estaba siendo condescendiente o evasiva o ambas a la vez. Ella ignoró mi mirada y me llevó por el camino oval hasta que llegamos a las grandes puertas corredizas, las cuales se abrieron sin ningún tipo de incitación por parte de Hyorin. En lugar de seguirla dentro, me detuve y miré.

La parte externa no era nada comparado con el magnífico salón de entrada. Era simple y de buen gusto, no muy llamativo, pero lejos de ser ordinario.

El piso era mayormente de mármol blanco, y pude ver el indicio de una alfombra de lujo en el otro lado del salón. Los muros y el cielorraso estaban hechos de espejos, y estos hacían al enorme salón lucir aun más grande de lo que ya era.

Pero era el suelo en el centro del cuarto lo que atrapó mi atención. Había un perfecto círculo hecho de cristal, y era de lejos la cosa más increíble en el salón. Brillaba, los colores parecían nadar juntos, mezclándose y dividiéndose mientras yo miraba. Mi boca se abrió, pero no me importó… todo acerca de eso era surrealista, y yo apenas podía creer que todavía estaba en Michigan.

– ¿Jun Hong?

Me aparté y finalmente presté atención a Hyorin. Ella estaba de pie unos centímetros más allá, y me dio una sonrisa dubitativa.

–Lo lamento –dije. Caminé hacia ella, pisando alrededor del círculo de cristal como si fuera agua de verdad. Por todo lo que yo sabía, lo era–. Es sólo que…

–Es hermoso –dijo ella alegremente, tomándome del brazo una vez más y dirigiéndome más allá de una gran escalera en espiral que conducía a una parte de la casa que no podía ver. No me atreví a tratar de mirar, no queriendo perder ni un minuto.

–Sí. –Fue lo mejor a lo que pude llegar, pero por lo demás sin palabras. Lo que sea que había estado esperando, no había sido esto.

Me llevó a través de una serie de habitaciones, cada una con una decoración única y exquisita. Una de las habitaciones era de color rojo y dorado; mientras que otra era de color azul celeste, con murales pintados en las paredes. Habían alas de estar, salas de juegos, estudios e incluso dos bibliotecas. Parecía imposible que todas ellas estuvieran en la misma casa y, al parecer, sólo pertenecía a un muchacho mayor que yo, a menos que sus padres vivieran aquí, también, pero nunca parecía terminar.

Finalmente pasamos otra sala y entramos en una habitación que tenía paredes verdes oscuro y bordes dorados. El mobiliario parecía más viejo y cómodo aquí que en las otras habitaciones, y Hyorin me dirigió hacia un sofá de cuero negro.

–Siéntate, cariño, y llamaré a alguien para que traiga refrescos. Yong Guk debe de estar contigo en breve.

Me senté, no queriendo que me dejara solo, pero podía hacer esto. Tenía que hacerlo. La vida de Young Jae estaba en juego, y ésta era la única oportunidad que tendría para hacerlo razonar. Si Yong Guk quería mantenerme aquí, entonces estaba bien. Mientras que trajera de vuelta a Young Jae, yo haría cualquier cosa que quisiera que hiciera, incluso si eso significa pasar el resto de mi vida detrás de las cercas. Aparté de mi mente lo que Him Chan había dicho en el coche sobre Young Jae no siendo mi madre. Eso no era por lo que estaba aquí.

Pero incluso mientras lo pensaba, sabía que estaba mintiéndome a mí mismo. ¿No era a mera posibilidad de que Yong Guk pudiera salvar a mi madre, o de alguna manera protegerme del dolor de perderla, exactamente el porqué estaba aquí? Haría todo lo posible para salvar a Young Jae, pero él había estado muerto por horas, y todo el pueblo lo sabía. Yong Guk, sin duda, querría un precio más alto para tráelo de nuevo por segunda vez, y no importa la buena cara que pusiera, el pensamiento de estar detrás de esas cerca para el resto de mi vida me aterrorizaba. Yo había querido decir lo que había dicho, acerca de hacer todo lo posibles para tratar de traerlo de vuelta, pero aún si eso era imposible, como Him Chan había dicho, mi madre no había muerto todavía. Todavía había una oportunidad de que Yong Guk pudiera hacer algo para salvarla.

No sé cuánto tiempo me senté allí en silencio, mirando fijamente a una estantería llena de libros encuadernados en piel. Repasé el discurso en mi cabeza, asegurándome de que todo lo que quería decir estaba allí. Tenía que escucharme, ¿cierto? Incluso si no quisiera hacerlo, si hablaba lo suficiente, tenía al menos que escucharme. Tenía que intentarlo.

Por el rabillo de mi ojo, me di cuenta de que Yong Guk estaba en la puerta, sosteniendo una bandeja llena de comida. Mis dedos excavaron en el sofá, y todas las palabras que había practicado salieron volando de mi cabeza.

–Jun Hong –dijo en una voz baja, y agradable. Adentrándose, puso la bandeja sobre la mesa delante de mí y se sentó en el sofá frente a mí.

–Y-Yong G-Guk –dije, odiándome a mí mismo por tartamudear–. Tenemos que hablar.

Inclinó la cabeza, como si en silencio me diera permiso para hablar. Abrí y cerré mi boca, sin saber qué decir. Mientras él esperaba, nos sirvió a ambos una taza de té. Yo nunca había tomado el té en una taza de porcelana antes.

–Lo siento –le dije. Mi garganta estaba seca–. Por no escucharte ayer, quiero decir. No estaba pensando, y yo no pensé que ibas en serio. Mi mamá está muy enferma, y yo sólo… por favor. Estoy aquí. Me quedaré. Voy a hacer lo que quieras. Simplemente trae a Young Jae de vuelta.

Bebió un sorbo de su té y me indicó que tomara del mío. Así lo hice con las manos temblorosas.

–Tiene veinte años –dije, mi voz cada vez más desesperada con cada palabra–. Él no debería tener que perder toda su vida sólo por mi estúpido error.

–No fue tu error. –Dejó la taza sobre la mesa y se centró en mí. Sus ojos seguían del mismo tono oscuro con un abismo, y me retorcí bajo la intensidad de su mirada–. Tu amigo hizo su elección cuando decidió saltar en el río y abandonarte. No te rindo cuentas por la muerte de tu amigo. No deberías hacerlo tú tampoco.

–No entiendes. Yo no sabía que ibas en serio. No lo entendí. No sabía que realmente iba a morir, pensé que estabas bromeando o… no sé. No bromeando, pero algo. No sabía que podías hacer eso, y ahora que lo sé… por favor. Él no se merece morir por cometer algunos errores.

–Y no te mereces renunciar a la mitad del resto de tu vida por él.

Suspiré, tan frustrado que estaba a punto de llorar. ¿Qué quería de mí?

–Tienes razón, no me quiero quedar aquí. Este lugar me da miedo. me asustas. No sé lo que eres o lo que es este lugar, y la última cosa que quiero hacer es pasar el resto de mi vida aquí. Tal vez Young Jae no era lo mejor para mí al principio, pero él es mi amigo ahora. Él no merecía morir, y su muerte… es mi culpa. Debería haber sido yo, no él, y no puedo vivir con eso. No puedo mirarme en el espejo todos los días sabiendo que es mi culpa que su familia tenga que pasar por el dolor de perderlo justo como… –Me detuve. Justo como yo estaba pasando por el dolor de perder a mi madre–. No puedo. Así que si eso significa que Young Jae vuelva, entonces me quedaré aquí todo el tiempo que quieras, te lo prometo. Por favor.

No era exactamente el discurso que había planeado, pero era lo suficientemente cercano. En el momento en que terminé, había lágrimas en mis ojos, y agarraba la taza de té con tanta fuerza que un milagro que no se rompiera.

Delante de mí Yong Guk se quedó en silencio, mirando a su propia taza de té. No tenía ni la menor idea de lo que estaba pensando, y no estaba seguro de querer saberlo. Todo lo que importaba era que estuviera de acuerdo.

– ¿Estarías dispuesto a renunciar a seis meses al año por el resto de tu vida para salvar a tu amigo, incluso después de lo que te hizo? –Había una nota de incredulidad en su voz.

–Lo que hizo no merece la pena de muerte –dije–. Hay un montón de gente ahí fuera que lo amaba, y ellos no tienen que sufrir de esa manera por mi culpa. –Y tal vez sabiendo que lo había salvado ayudaría a que me doliera un poco menos, también.

Tamborileó sus dedos contra el brazo del sofá, con los ojos en mí una vez más.

–Jun Hong, yo no invito a cualquiera a mi casa. ¿Entiendes por qué te ofrezco esto a ti?

¿Debido a que estaba loco? Negué con la cabeza.

–Porque a pesar de que él te abandonó, en vez de sentir rencor o permitir que se muriera, tú hiciste todo lo posible dentro de tu poder… incluso encarar uno de tus mayores temores, para salvarlo.

No sabía qué decir a eso.

– ¿No lo haría cualquiera?

–No. –Su sonrisa era una cansada–. Muy pocas personas lo considerarían. Eres raro, y me intrigas. Cuando declinaste mi oferta ayer, pensé que quizás me había equivocado, pero al venir aquí hoy, sólo has demostrado que eres mucho más digno y capaz de lo que podía haber imaginado.

Parpadeé, alarmado.

– ¿Digno y capaz de qué?

Ignoró mi pregunta.

–Voy a hacer mi oferta una vez más. A cambio, yo no puedo darte la vida de tu amigo de nuevo. Él se ha ido, y me temo que si lo devuelvo a su cuerpo ahora, él sería algo antinatural, y nunca encontraría la felicidad. Pero te prometo que como está ahora, está satisfecho.

Mi pecho se sentía vacío.

– ¿Así que todo esto es para nada entonces?

–No. –Él inclinó su cabeza, sus ojos estrechándose ligeramente–. No puedo deshacer lo que ya se ha hecho, pero puedo evitar.

– ¿Evitar qué?

Me miró, y con una oleada de esperanza, comprendí. Pensaba que iba a ser él que lo mencionara, pero lo había hecho por mí.

Él podía detener a mi madre de la muerte.

–Tú… ¿tú realmente puedes hacer eso?

Dudó.

–Sí, sí puedo. No puedo curar a tu madre, pero puedo mantenerla con vida hasta que estés listo para decir adiós. Te puedo dar la oportunidad de pasar más tiempo con ella, y cuando estés listo, me aseguraré de que sea pacífico.

Sus palabras se apoderaron de mí, envolviéndome en una extraña calidez.

– ¿Cómo? –susurré.

Él negó con la cabeza.

–No te preocupes por eso. Si estás de acuerdo, tienes mi palabra de que haré cumplir mi parte del trato.

Yo siempre había pensado que iba a poder decirle adiós a mi madre. Ninguno de los escenarios que había reproducido en mi cabeza envolvía a ella cayendo en coma y deslizándose sin yo llegar a decirle que la amaba por última vez, y ahora…

–Está bien –dije en voz baja–. Tú… tú la mantendrás con vida. Ella tiene un tipo muy agresivo de cáncer, por lo que podría… podría ser difícil. –De repente era difícil ver con la forma en que mis ojos estaban bañados en lágrimas–. Pero no sentirá ningún tipo de dolor, ¿verdad? Sólo… quiero ser capaz de decir adiós.

–Ella no va a sentir ningún tipo de dolor, me aseguraré de ello. –Sonrió con tristeza–. ¿Hay algo más que te gustaría? Estás dando mucho más que yo, y quiero que estés seguro.

Tragué.

– ¿No puedes mantenerla con vida? No puedes… ¿no puedes sanarla?

–Lo siento –dijo–. Pero las despedidas no son para siempre. El amor que le tienes a tu madre no es del tipo que la muerte puede violar.

Agaché la cabeza y miré hacia mi té, porque no quería que me viera desmoronarme.

–No sé quién soy sin ella.

–Entonces tendrás la oportunidad de descubrirlo antes de que ella se vaya. –Yong Guk dejó su taza–. Y cuando te despidas, ella tendrá la tranquilidad de saber que vas a estar bien.

Asentí, con la garganta demasiado apretada para hablar. Por ella entonces, también. Ella quería que yo estuviera bien, y eso no era algo que podía prometerle todavía. Pero la oportunidad de tener una conversación más, para decirle que la amaba por última vez, y el rayo de esperanza que sería capaz de mirarla a los ojos y prometerle que estaría bien para así poder dejarla ir sin preocupaciones ni culpas, valía la pena.

–Entonces está hecho –dijo Yong Guk con suavidad–. Serás mi invitado para el invierno. Hyorin te acompañará a tu habitación, y nada se te pedirá hasta mañana.

Asentí otra vez. Esto era entonces… estaba atrapado. Éste sería mi hogar durante los próximos seis meses.

De repente, la habitación parecía mucho más pequeña de lo que parecía antes.

– ¿Yong Guk? –dije con un chirrido.

– ¿Sí?

– ¿Hyorin sabía que esto iba a suceder?

Yong Guk me miró durante uno segundos, como si tratara de decidir si le creería o no.

–Nosotros hemos estado observándote, sí.

 No me atreví a preguntar quiénes eran nosotros.

– ¿Qué es este lugar?

Él parecía divertido.

– ¿No lo has descubierto ya?

Sentí que mis mejillas se ruborizaron. Por lo menos había un poco de sangre aún en mi cabeza, lo que significaba que tenía la oportunidad de permanecer en pie sin perder el conocimiento.

–He estado un poco ocupado pensando en otras cosas.

Poniéndose de pie, Yong Guk me ofreció su mano. No la tomé, pero no pareció molestarle.

–Se conoce por muchos nombres. Los Campos Elíseos, Annwn, el Paraíso... algunos incluso lo llaman el Jardín del Edén.

Él sonrió como si hubiera dicho una broma ingeniosa. No lo entendí, y mi confusión debe haberse visto, ya que continuó sin preguntarme.

–Ésta es la puerta entre los vivos y los muertos –dijo–. Todavía estás vivo. Los demás sobre los jardines han muerto hace mucho tiempo.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo.

– ¿Y tú?

– ¿Yo? –La comisura de su boca se alzó–. Yo gobierno a los muertos. No soy uno de ellos.

Notas finales:

nos veremos en el proximo capitulo

las cosas se estan poniendo interesantes

:D


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