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The Goddess Test por banglolove25

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Notas del capitulo:

Disculpen la tardanza :D

pero aqui les dejo un nuevo capitulo disfrutenlo :D

Mi habitación era sorprendentemente cómoda. A diferencia del resto de la casa, no parecían estar demasiado preocupado de que todo el mundo que tratara con ellos supieran que eran parte de una familia muy rica y poderosa. El lugar donde estaba mi habitación era relativamente modesto, el único lujo real era la cama, que era enorme y con dosel y exactamente del tipo que siempre había soñado tener. Una parte de mí se preguntaba si Yong Guk lo había sabido, también.

Todo el mundo parecía saber que yo estaba allí, como si fuera alguien famoso. Había oído susurros y risas de vez en cuando desde el otro lado de mi puerta, y cuando miraba por la ventana a la gran bahía, podía ver algunos de los trabajadores mirándome fijamente, como si ellos supieran que los estaba observando. No me gustaba ser el tema de los chismes, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto, excepto cerrar las cortinas y enterrar mi cabeza en una pila de almohadas.

El día pasó rápidamente, y no pasó mucho tiempo antes de que Hyorin me trajera la cena. Aún me molestaba que ella no me hubiera advertido que era parte de esto antes, así que murmuré mi agradecimiento sin mirarla y me negué a responder a ninguna de sus preguntas. Lo que estaba haciendo no era un secreto de todos modos.

Cuando se fue, tomé la comida, muy preocupado por lo que fuera a pasar por la mañana para comer. Si bien no estaba confinado en mi habitación, no tenía mucho más que hacer, al menos por ahora, no cuando me di cuenta lo fácil que sería para mí perderme.

Pero no importa cuán buena fuera la habitación o lo amable que fuera el personal, o incluso la comida, lo cierto es que yo era esencialmente un prisionero. Pensé en Him Chan y me pregunté cuánto tiempo había esperado en la puerta y si había ido a ver a mi madre después. Los seis meses parecían extenderse para siempre delante de mí, sin final a la vista… ¿él cumpliría su promesa? ¿Estaría allí cuando esto terminara, o habría cambiado? En el fondo, yo sabía que iba a estar allí. No merecía un amigo como él.

¿Pero mi madre todavía estaría al final, también?

¿Mantendría Young Guk su promesa? ¿Incluso era capaz de ello? Quería creerlo, creer que ese tipo de cosas eran posibles, porque si realmente podía mantenerla con vida, entonces tal vez no tendría que decir adiós, sino hasta que fuera mi hora de morir, también. O tal vez sería capaz de mantener su vida el tiempo suficiente para que se encontrara una cura. No pude salvar a Young Jae, pero todavía había esperanza para mi madre, y no importaba lo que me costara, valdría la pena.

No recordaba haberme quedado dormido, pero cuando abría los ojos, ya no estaba en la Mansión Edén. En lugar de eso estaba tumbado en una manta en medio de Central Park, mirando hacia un cielo despejado de verano, el calor del sol en mi cara.

Me senté, confuso, y miré a mí alrededor. Había una cesta de picnic junto a mí, y otras personas estaban esparcidas por el césped disfrutando de sí mismos. Sheep Meadow6. Era mi lugar favorito en todo el parque, a la vista del lago, pero lo suficientemente lejos de lo peor de las trampas para turistas, así no se sentía artificial. Mi madre y yo no habíamos podido venir aquí en años. Empecé a ponerme de pie, decidido a averiguar qué estaba pasando, cuando mi boca cayó abierta.

Mi madre, viéndose más saludable de lo que la veía desde hace diez años, mucho antes de que el cáncer la afectara, caminó hasta la suave pendiente, llevaba una falda larga y una blusa que fluía, que no había visto desde que ella adelgazó demasiado como para usarla.

– ¿Mamá?

Ella sonrió… una sonrisa real, no una débil sonrisa o el tipo de sonrisa que ponía cuando estaba tratando de ocultar la cantidad de dolor que tenía.

–Hola, cariño. –Ella se sentó a mi lado y me besó en la mejilla.

Todavía vacilé un momento, demasiado aturdido para moverme, pero cuando finalmente asimilé que ella estaba allí, sana y brillante y siendo mi madre de nuevo, eché los brazos alrededor de ella, abrazándola con fuerza e inhalando su familiar olor. Manzanas y fresas. Ya no era frágil, y ella se abrazó a mí con la misma fuerza.

– ¿Qué está pasando? –le dije, tratando de mantener mis ojos secos.

–Vamos a tener un picnic. –Ella me soltó y comenzó a desempacar la canasta. Estaba llena de mis comidas favoritas de cuando era niño, sándwiches de mantequilla y mermelada de maní, mandarinas en rodajas, macarrones con queso envasados en recipientes de plástico, y un budín de chocolate suficientemente grande para atender a un pequeño ejército. Lo mejor de todo, sacó una caja de baklava7, tal y como ella siempre lo hacía. Lo observé con asombró, preguntándome lo que había hecho para merecer un sueño increíble, a pesar de que se sentía demasiado real para ser uno. Podía sentir cada brizna de hierba bajo mis manos, y la cálida brisa rozaba las puntas de mis cabellos contra mis brazos desnudos. Era como si estuviéramos realmente aquí.

Y entonces un pensamiento se infiltró a través de mi mente, y la miré con suspicacia.

– ¿Yong Guk te ha traído aquí?

Su sonrisa se ensanchó.

–Es adorable, ¿no?

Tragué una bocanada de aire, y todos los malos pensamientos que había tenido acerca de Yong Guk salieron volando de mi cabeza. Él mantuvo su promesa. Más que eso, realmente podía hacerlo.

– ¿Es un sueño, entonces? ¿O es que… es real?

Ella me dio un envase de macarrones, junto con una mirada que sólo mi madre podría hacer.

– ¿Hay alguna regla que yo no conozca que diga que no puede ser ambas cosas a la vez?

Un sentimiento de esperanza irracional me llenó.

– ¿Es verdad lo que él dice?

– ¿Y qué sería eso? –dijo, desenvolviendo un sándwich.

Solté todo lo que había sucedido desde que llegamos a Edén. El ver a Yong Guk, después de casi chocar contra una vaca imaginaria… la noche en el río y la forma en que aparentemente había resucitado a Young Jae… el trato que había hecho, y la forma en que Him Chan había tratado de pararme, la visita de Yong Guk, y la muerte de Young Jae al día siguiente, mi decisión de ir a la Mansión Edén para tratar de salvarlo, y finalmente el trato que había hecho con Yong Guk. De repente, quedarme con él durante seis meses no parecía tan malo, no, si podía ver a mi madre todas las noches.

–Curioso –dijo, aunque sus ojos brillaban con diversión. Yo no vi nada gracioso acerca de la situación–. Me gustaría que me hubieras contado todo esto desde el principio, Jun Hong.

–Lo siento –le dije, mis mejillas ruborizándose mientras miraba hacia abajo, a mis manos–. Pensé que me estaba volviendo loco o algo así.

–No lo creo. –Ella llegó y me tomó de la barbilla, guiándola hacia arriba hasta que la estaba mirando–. Prométeme que vas a decirme todo lo que suceda a partir de ahora, ¿lo harás? No quiero perderme nada.

Asentí con la cabeza. Más tiempo con ella… era todo lo que podía pedir.

– ¿Mamá? –dije en voz baja–. Te quiero.

Ella sonrió.

–Lo sé, cariño.

**************

Cuando me desperté a la mañana siguiente, al principio no sabía dónde estaba. El calor del sol de mi sueño aún persistía en mi piel, y abrí los ojos, esperando ver a mi madre, de pie junto a mí, pero era sólo el dosel de la cama.

Gimiendo, me senté y parpadeé el sueño de mis ojos. Algo no estaba bien, y yo no podía decir qué. Entonces, después de un largo momento, el día anterior empezó a llegar de nuevo a mí, junto con el trato que había hecho con Yong Guk, y mi corazón dio un vuelco. Por lo tanto, no había sido sólo un sueño después de todo.

– ¿Crees que esté despierto ahora? Él debe estarlo, ¿no?

–Si él no lo estaba, sin duda lo está ahora.

Me quedé helado. Los susurros venían desde el otro lado de las cortinas que colgaban de mi cama, y no eran voces que reconociera. La primera era brillante y burbujeante, y la segunda sonó como a alguien que preferiría estar en cualquier lugar excepto aquí. Yo no podía culparla.

– ¿Cómo crees que es? Mejor que la última, ¿no?

–Cualquiera es mejor que la anterior. Ahora cállate antes de que realmente lo despiertes.

Me senté allí durante un largo rato, tratando de asimilar lo que estaba escuchando. Había cerrado la puerta la noche anterior, estaba seguro de ello, así que ¿cómo habían llegado allí? ¿Y qué querían decir con “la última”?

Antes de que pudiera hablar, mi estómago gruño. En voz alta. El tipo de ruido fuerte que hace que todos a tu alrededor den la vuelta y se rían, mientras que te escondes en tu asiento y tratas de no ponerte rojo. Cualquier oportunidad que hubiese tenido espiando había desaparecido, gracias a mi traidora barriga.

– ¡Está despierto! –Se abrieron las cortinas, y protegí mis ojos de la luz de la mañana–. ¡Oh! ¡Él es bonito!

–Y de hermosa piel blanca. No ha tenido una de ésas en las últimas décadas.

–Gracias, supongo –murmuré, pero con el sol brillando en mis ojos, no pude ver quién me estaba hablando–. ¿Quién eres tú?

– ¡Ji Eun! –Ésta era la que hablaba con signos de exclamación, la que me había llamado bonito. Yo forcé mis párpados abiertos lo suficiente para conseguir una mirada decente en ella. Más pequeña que yo, con el pelo castaño oscuro que colgaba pasando su cintura y una cara redonda sonrosada con felicidad. Ella se veía tan emocionada que tenía miedo de que se cayera.

–Sun Hwa –dijo la segunda chica con voz apagada. Todavía entrecerrado los ojos, tuve una buena mirada en ella y sentí una punzada de celos. Cabellos oscuro, alta, imposiblemente hermosa, y se veía aburrida hasta las lágrimas.

–Y tú eres Jun Hong –dijo Ji Eun–. Hyorin nos contó todo sobre ti, como has venido hasta aquí para ayudar a tu amigo y como estarás con nosotros por seis meses y…

–Ji Eun, para lo estás asustando.

Yo no sabía si asustando era técnicamente la palabra correcta, pero funcionaba por ahora. Mientras Ji Eun rebotaba hacia arriba y hacia abajo, acercándose a mí con cada movimiento que hacía, empecé a inclinarme hacia atrás. Su exuberancia era intimidante.

–Oh. –Ji Eun tomó un paso atrás, sonrojándose de nuevo–. Lo siento. ¿Tienes hambre?

Respira profundamente, pensé. Dentro y fuera, dentro y fuera, y tal vez las cosas empiecen a tener sentido.

–Él tiene que vestirse en primer lugar –dijo Sun Hwa, avanzando hacia un armario–. Señorito Choi, ¿cuál es tu color favorito?

Jun Hong. Me llaman Jun Hong –le dije con los dientes apretados. Era demasiado temprano para esto–. Y yo no tengo uno.

– ¿No tienes un color favorito? –dijo Ji Eun incrédula mientras se movía para ayudar a Sun Hwa. Me levanté y me estiré, incapaz de ver qué era exactamente lo que estaban haciendo. Ambas estaban de pie delante del armario, que parecía como si estuviera lleno de ropa.

–Hoy no –le dije, irritado–. Me puedo vestir, ustedes saben.

Sun Hwa y Ji Eun lucharon con algo largo, azul y suave para sacarlo del armario. Ambas se volvieron hacia a mí, sosteniendo…

Oh, no.

–A menos que tengas algún tipo de habilidad inhumana para atarte tu mismo el obi8, vestirte no es una opción –dijo Sun Hwa, sus ojos brillantes. Yo no sabía si de diversión o de malevolencia. Posiblemente ambas.

Ellas levantaron el hermoso kimono azul que era tan escotado, que ni siquiera Young Jae lo hubiera tocado. Las mangas eran largas y amplias, casi tocaban el suelo.

Mis ojos se abrieron.

–No pueden ir en serio.

– ¿No te gusta? –Ji Eun frunció el ceño y pasó una mano por la suave tela–. ¿Qué tal algo amarillo? Te verías bien en amarillo.

–Yo no me pongo vestidos –le dije a través de una mandíbula apretada–. Jamás.

Sun Hwa soltó un bufido.

–No es un vestido de un kimono y no me importa, porque estoy a cargo del vestuario, y a menos que quieras usar lo que llevas ahora, y sólo el olor ya hace que nadie se acerque a ti, vas a usar esto.

Me quedé mirando la monstruosidad azul.

–No soy tu muñeco. No puedes hacerme jugar a disfrazarme.

–Sí, sí puedo –dijo Sun Hwa–. Y lo haré. Tengo miles de años de moda para elegir, y puedo hacer de tu vida una pesadilla si intentas luchar contra eso. ¿Alguna vez te has sentado con un miriñaque9? –Sun Hwa me dio una mirada fija–. Compórtate, y yo podría considerar darte un día libre de vez en cuando. Pero esta es mi elección, no la tuya. Lo es desde que accediste a quedarte aquí.

–Además, todos llevan vestidos aquí –dijo Ji Eun intensamente–. No puedes decir que no te gusta hasta que les des una oportunidad.

Sun Hwa me ofreció el kimono.

–Tu elección. Kimono caro y cómodos que no notarás en un día o dos, o los jeans que van a ponerse de pie por su cuenta en una semana.

Dejando escapar un gruñido de la parte posterior de mi garganta, se lo arrebaté de las manos y me apresuré al baño. Sun Hwa podía hacer me lo pusiera, pero eso no significaba que tuviera que gustar.

*****************

Atarlo me llevó casi veinte minutos. Ahí es donde tracé la línea, y Sun Hwa no era lo suficientemente estúpida como para tratar de obligarme a eso, también. El kimono me quedaba bien sin asfixiarme, y eso era suficientemente bueno.

Una vez que terminé de vestirme, Ji Eun me sentó y prestó atención a mi pelo enredado por unos minutos. Tarareaba mientras trabajaba, y todas las preguntas que traté de hacer fueron ignoradas o aisladas por explosiones al azar de la canción. Tan pronto como empecé a preguntarme si alguna vez terminaría, anunció que ya había terminado y que el desayuno estaba listo.

Desayuno. Yo estaba tan hambriento que ni siquiera objeté mientras obligaban a mis pies a entrar en un par de zoris10. Hablaríamos eso más tarde, sobre todo si esperaba que bajara escaleras, pero por ahora, mientras hubiera promesa de comida, estaba de acuerdo en eso.

Todavía sintiéndome perdido, las seguí fuera de la habitación, deseando entender más acerca de lo que estaba pasando. ¿Era así como iba a ser todas las mañanas o eventualmente me dejarían vestirme por mi cuenta? ¿Se suponía que iban a ser mis amigas, como parecía serlo Ji Eun o que iban a mantener un ojo sobre mí para que no me escapara?

No eran mis preguntas más urgentes, pero esas respuestas, sospechaba, sólo podía dármelas Yong Guk. Mientras tanto, todavía había una respuesta que Ji Eun y Sun Hwa me debían.

– ¿Ji Eun? –le dije mientras ella y Sun Hwa me llevaban a través del laberinto de habitaciones y pasillos. Supuestamente había una sala de desayuno en la enorme mansión, pero yo no estaba tan seguro de creerles. Se sentía como si hubiera estado dando vueltas durante horas–. ¿Qué quisiste decir cuando preguntaste si yo era mejor que la última?

Ella me dio una mirada en blanco.

– ¿La última?

–Cuando pensaban que yo estaba durmiendo… mencionaste algo de yo siendo mejor que la última. ¿Qué última?

Ji Eun pensó un momento antes de caer en la cuenta.

– ¡Oh! La última. La última chica, quiero decir. La última que Yong Guk tuvo aquí.

¿Había otra?

– ¿cuánto tiempo hace de eso?

Ji Eun intercambió una mirada con Sun Hwa, que permaneció en silencio.

– ¿Veinte años, tal vez?

Así que al parecer Yong Guk había sido niño la última vez.

A menos que él estuviera diciendo la verdad sobre gobernar la muerte, pero yo no estaba dispuesto a aceptar eso.

– ¿Por qué tengo que estar aquí entonces? ¿Por qué no está ella aquí?

–Porque ella…

Sun Hwa golpeó su mano sobre la boca de Ji Eun con tal fuerza que el sonido retumbó en la habitación.

–Porque ella no era la chica –dijo bruscamente–. No es nuestro trabajo explicarte esto, Jun Hong. Si quieres saber por qué estás aquí, pregúntale a Yong Guk. Y tú… –Miró airadamente hacia Ji Eun.

–Oh – dije suavemente mientras otra idea se me ocurrió–. Él… él dijo que todos aquí estaban muertos. ¿Es verdad? ¿Ustedes dos están…?

Ni Sun Hwa ni Ji Eun se mostraron sorprendidas por mi pregunta. En cambio Sun Hwa retiró su mano, dejando que Ji Eun respondiera.

–Todos aquí están muertos, sí –dijo, frotando su mejilla y dándole a Sun Hwa una mirada sucia–. O son como Yong Guk, quien nunca estuvo vivo en el primer lugar.

– ¿Cuándo… uh, naciste?

–Una señorita no revela su edad.

Sun Hwa resopló, y Ji Eun la fulminó con la mirada.

–Sun Hwa es tan vieja que ni siquiera sabe en qué año nació –dijo Ji Eun, como si eso fuera algo de lo cual avergonzarse. Sacudí mi cabeza, estupefacto, sin saber si debía realmente creerme todo esto o no.

 Sun Hwa no dijo nada. En cambió, abrió otra puerta, revelando finalmente una gran habitación con una mea tan grande que podría fácilmente haberse sentado treinta personas. Mi cabeza estaba girando por la historia de Ji Eun, y me tomó un momento darme cuenta que la habitación ya estaba llena de personas.

–Tu jurado –dijo Sun Hwa secamente–. Criados, tutores, cualquier persona con la cual alguna vez tendrás contacto. Todos querían conocerte.

Me detuve en seco en la entrada, sintiendo que la sangre desaparecía de mi rostro. Había docenas de pares de ojos mirándome y, de repente, estuve dolorosamente consciente de mí mismo.

– ¿Se quedarán aquí mientras como? –susurré. No podía pensar en una mejor forma de hacerme perder el apetito.

–Puedo despacharlos, si lo deseas –dijo Ji Eun, y asentí. Saltó hacia adelante y, con dos palmadas de sus manos, la mayor parte de ellos comenzaron a salir en fila. Unos cuantos que manejaban los alimentos permanecieron, junto con dos hombres que estaban a un lado, cada uno equipado con armas formidables. El alto y rubio estaba tan quieto que podría haber sido una estatua, y el moreno estaba inquieto, como si estar quieto y silencioso era algo en lo cual no era muy bueno. Él no podía tener más de veinte años.

–Siempre serás protegido. –dijo Sun Hwa, y yo la miré, sorprendido. Debe haberme visto observando. Sun Hwa siguió adelante con la gracia de un ciervo e hizo un gesto a un lugar al pie de la mesa–. Tu asiento.

La seguí, tratando fuertemente de no tropezar con el dobladillo de mi largo kimono, y me senté. Ahora sólo había una docena de personas en la habitación, pero todos aún estaban mirándome.

–Su desayuno, Su Alteza –dijo un hombre, dando un paso adelante para colocar un plato tapado de mí. Sun Hwa levantó la tapa, sin darme la oportunidad de hacerlo por mí mismo. Lucía tan aburrida como lo había hecho en mi habitación.

–Um, gracias –dije, desconcertado. ¿Su Alteza? Tomé un tenedor, preparado para atravesar en un pedazo de fruta y comerlo, pero una mano pálida arrebató mi muñeca antes de que pudiera hacerlo.

Alcé la vista, sorprendió al ver Ji Eun sobre mí, con sus amplios ojos verdes.

–La probaré primero –insistió–. Es lo que se supone que debo hacer.

Sobresaltado, espeté:

– ¿Pruebas mi comida?

–Cuando decides comer, sí –dijo tímidamente–. Probé tu cena anoche, también. Pero no tienes que comer mientras estás aquí, sabes. Tarde o temprano olvidarás lo que se siente. Sin embargo, si deseas hacerlo, tengo que…

–No –dije, empujando mí silla hacia atrás con tal fuerza que chilló contra el suelo de mármol. El estrés del día anterior y la confusión de aquella mañana cayeron sobre mí, destrozando hasta el último pedazo de auto-control que tenía–. No eso no sucederá. Es ridículo… ¿probadores de comida? ¿Guardias armados? ¿Su Alteza? ¿Por qué? ¿Qué se supone que debo estar haciendo aquí?

Todos parecían sorprendidos por mi arrebato de cólera, y pasó un buen rato antes de que alguien hablara. Cuando lo hicieron, fue Sun Hwa.

–Accediste quedarte aquí seis meses al año, ¿no?

–Sí –dije, frustrado. Ellos no entendían–. Pero no estuve de acuerdo con probadores de comida ni… ni nada de esto.

–Lo hiciste –dije con calma–. Es parte del trato.

– ¿Por qué?

Nadie me contestó. Apreté la tela del kimono con tanta fuerza que pensé que se desgarraría.

–Déjenme ver a Yong Guk –dije–. Quiero hablar con él.

El silencio era ensordecedor, y algo dentro de mí se rompió.

¡Déjenme hablar con él!

–Estoy aquí.

El sonido de su voz, baja y suave, me sobresaltó. Girando alrededor, logré perder el equilibrio, apenas alcanzado sostenerme de la silla. Yong Guk se detuvo frente a mí, mucho más cerca de lo que esperaba. Su joven y perfecto rostro estaba en blanco, y mi corazón dio un vuelco. Cuando logré recuperar mi voz, salió más como un chillido, pero no me importó. Quería respuestas.

– ¿Por qué? –le dije–. ¿Por qué estoy aquí? No soy tu princesa, y no me inscribí para nada de esto, ¿entonces por qué está sucediendo?

Yong Guk me ofreció su mano, y vacilé, pero finalmente la acepté. Su piel se sentía sorprendentemente cálida contra la mía. No sé lo que había esperado… hielo, tal vez. No calor. No alguna prueba de vida.

–Cierra tus ojos –murmuró, y lo hice. Poco después, sentí una brisa en mi mejilla, y mis ojos se abrieron. Estábamos afuera, en medio de un sutil y bien cuidado jardín, con fuentes tranquilas dispersadas por las flores y setos. Un camino de piedra conducía desde donde estábamos hasta la parte posterior de la mansión, el cual se alzaba en la distancia, a unos ochocientos metros de distancia. Cerberus, el gran perro del bosque, trotó hasta saludar a Yong Guk, y él le dio una buena rascada detrás de las orejas.

Mi estómago descendió hasta mis rodillas, y cualquier color que quedaba desapareció de mis mejillas.

– ¿Cómo has…?

–Con tiempo –dijo. Aturdido, me senté en el borde de la fuente–. Dijiste ayer que no querías hacer esto, y no te culpo. Sin embargo, ahora que el trato está hecho, no se puede deshacer. Mostrarte coraje la noche que salvaste la vida de tu amigo, y te pido que lo encuentres dentro de ti una vez más.

Suspiré, tratando de encontrar un poco de aquel supuesto coraje que él estaba convencido que tenía. Todo lo que podía encontrar era miedo.

–En Edén, dijiste… dijiste que si leía el mito de Perséfone, entendería lo que querías –dije con voz temblorosa–. Mi amigo, Him Chan, me dijo que ella era la Reina del Inframundo, y lo leí en un libro cuando yo tenía… –Negué con la cabeza. Eso no era importante–. ¿Es verdad?

Asintió.

–Ella era mi esposa.

– ¿Era? ¿Ella existió?

–Sí –dijo, con voz más suave–. Murió hace muchos años.

– ¿Cómo?

La expresión de Yong Guk estaba en blanco.

–Se enamoró de un mortal, y después de que él murió, decidió unírsele. No la detuve.

Había muchas partes de aquella declaración, que no entendía, y no estaba seguro de por dónde comenzar.

–Pero ella es un mito. No es posible que realmente existiera.

–Tal vez –dijo, con su mirada distante–. Pero si esto está pasando, ¿quién puede decir qué es posible y qué no lo es?

–La lógica –dije–. Las leyes de la naturaleza. La racionalidad. Algunas cosas simplemente no son posibles.

–Entonces dime, Jun Hong… ¿cómo salimos?

Miré a mi alrededor una vez más, medio esperando a que se desvaneciera como una ilusión elaborada.

– ¿Me noqueaste y me trajiste aquí? –ofrecí débilmente.

–O quizás había una trampilla que no pudiste ver. –Él alcanzó a tomar mi mano y me puse rígido. Suspirando, cepilló sus dedos contra los míos y luego se apartó–. Siempre hay una explicación racional, pero a veces las cosas pueden parecer irracionales o imposibles si no conoces todas las reglas.

– ¿Y qué? –dije–. ¿Me estás diciendo que un Dios Griego acaba de construir una mansión en el corazón de los bosques en un país al otro lado del mundo?

–Cuando tienes eones para vivir, el mundo se convierte en un lugar mucho más pequeño –dijo–. Tengo casa en muchos países, incluyendo Grecia, pero prefiero la soledad de aquí. Es tranquilo, y disfruto de las estaciones y del largo invierno.

Me quedé muy quieto, sin saber qué decir a eso.

– ¿Podrías tratar de creerme? –dijo Yong Guk–. Sólo por ahora. Incluso si eso significa apartar todo lo que has aprendido, ¿podrías hacerme el favor de tratar de aceptar lo que te estoy diciendo, sin importar lo improbable que pueda parecer?

Presionando los labios, miró mis manos.

–No. –Podía oír una sonrisa en su voz–. Pero podría hacerlo, si lo deseas. A ver si de esa manera se hace más fácil para ti.

Esto no iba a desaparecer. Incluso si todo era gran truco, si todo estaba planeado desde el principio para hacerme quedar como un tonto o sin importar cuál era su fase final, de modo que todo lo que podía hacer era esperar por la línea final.

Pero la imagen de Young Jae yaciente en un charco de su propia sangre con el cráneo aplastado flotó en mi mente, al igual que la sensación de la brisa fresca contra mi mejilla cuando sólo unos momentos antes, habíamos estado en el corazón de la mansión. Y mi madre, viva y sana en Central Park, sin importar lo que estaba pasando, tarde o temprano tendría que enfrentar el hecho de que era algo que nunca había experimentado antes.

–Bien –dije–. Pretendamos que esto es realmente es el Paraíso y todos están muertos, y Sun Hwa y Ji Eun tienen un millón de años, y que eres realmente quien dices ser…

–No pretendo ser alguien salvo yo –dijo, con la comisura de su boca tirándose hacia arriba.

Hice una mueca.

–Bien, entonces pretendamos que todo esto es real, que la magia es posible y que existe el hada de los dientes. Y en alguna parte debajo de la línea no me golpeé la cabeza y no estás certificadamente demente. ¿Qué tiene que ver tu esposa muerte conmigo?

 Yong Guk se quedó en silencio durante un buen rato.

–Como he dicho, ella eligió morir en vez de quedarse conmigo. Yo era su marido, pero ella simplemente lo amó más.

A juzgar por su expresión de dolor, no había nada de simple en ello, pero no lo presioné.

–Sabes que luces demasiado joven para haber estado casado, ¿verdad? –dije en un intento lamentable por aligerar el ambiente–. ¿Cuántos años tienes de todos modos?

Las comisuras de sus labios se tiraron de nuevo.

–Soy más viejo de lo que parezco. –Después de un momento, agregó–: Ella pudo amarme, pero nunca fue su elección. Mi último regalo para ella fue dejarla ir.

Hubo una nota de tristeza en su voz que entendí muy bien.

–Lo siento –dije–. De verdad. Sólo… sigo sin entender por qué estoy aquí.

–He estado gobernando sólo durante casi mil años, pero hace un siglo, accedí a sólo un centenar de años más antes de que mis hermanos y hermanas me quitaron el reino. No puedo manejarlo sólo, ya no. Hay simplemente muchas cosas para que las haga solo. He estado buscando una compañera o compañero desde entonces, y tú eres él último, Jun Hong. Esta primavera, la decisión final será tomada. Si eres aceptado, gobernarás conmigo como mi reina por seis meses al año. Si no, volverás a tu antigua vida sin recordar estos momentos.

– ¿Es esto lo que le sucedió a las otras? –dije, obligando la pregunta más allá de mis labios secos.

–Las otras… –Él se enfocó en algo a la distancia–. No quiero asustarte, Jun Hong, pero nunca te mentiría. Necesito que confíes en mí, y necesito que entiendas que eres especial. Me había rendido antes de que tú llegaras.

Junté las manos para impedir que temblaran.

– ¿Qué pasó con ellas?

–Algunas de ellas se volvieron locas. Otras fueron saboteadas. Ninguna de ellas llegó al final, y mucho menos superaron las pruebas.

 – ¿Las pruebas? –Lo miré–. ¿Sabotaje?

–Si supiera más, te lo diría, por ello hemos tomado precauciones extremas para protegerte. –Él vaciló–. En cuanto a las pruebas, habrá siete de ellas, y esas serán la base sobre la cual se decidirá si eres digno de gobernar.

–No estuve de acuerdo con ninguna prueba. –Hice una pausa–. ¿Qué sucederá si las paso?

Él miró fijamente sus manos.

–Te convertirás en uno de nosotros.

– ¿Nosotros? ¿En alguien muerto, quieres decir?

–No, eso no es lo que quiero decir. Piensa… sabes el mito, ¿no? ¿Quién era Perséfone? ¿Qué era?

El miedo me apuñaló, cortándome desde el interior. Si lo que decía era verdad, entonces él había secuestrado a Perséfone y la había obligado a casare con él y, sin importar lo que dijera, no puede evitar preguntarme si iba a tratar de hacerme lo mismo. Pero mi parte racional no podía ver más allá de lo obvio.

– ¿De verdad crees que eres un Dios? Sabes que suena loco, ¿verdad?

–Soy consciente de cómo debe sonarte –dijo Yong Guk–. He hecho esto antes, después de todo. Pero sí, soy un Dios… un ser inmortal, si deseas. Una representación física de una aspecto de este mundo y, mientras esto exista, yo también lo haré. Si pasas, también te convertirás en esto.

Sintiéndome mareado, me levanté tan rápido como puede mientras todavía estaba en aquellos condenados tacones.

–Escucha, Yong Guk, todo esto suena genial, pero lo que me está diciendo es de un mito creado por personas hace miles de años. Perséfone nunca existió, e incluso si lo hizo, no era un Dios, porque no hay tal cosa…

– ¿Cómo quieres que te lo demuestre? –levantó conmigo.

–No lo sé –dije, vacilante–. ¿Haciendo algo divino?

–Pensé que ya lo había hecho. –El fuego en sus ojos no se desvaneció–. Puede haber cosas que no –no puedo– te diré, pero no soy un mentiroso, y no te engañaría.

Retrocedí por la intensidad de su voz. Realmente creía lo que estaba diciendo.

–Es imposible –dije en voz baja–. ¿Verdad?

–Pero está sucediendo, de modo que tal vez es hora de reconsiderar lo que es posible y lo que no lo es.

Pensé en sacarme a patadas los tacones, y dirigirme por el camino a la puerta principal y salir, pero la idea del sueño con mi madre me detuvo. Mientras la parte de mí que quería quedarse por ella anulaba mi escepticismo, la temperatura bajó  veinte grados, y temblé.

– ¿Jun Hong?

Me congelé, con mis pies pegados al suelo. Conocía esa voz y, después de ayer, nunca había esperando volver a escucharla.

–Todo es posible si le das una oportunidad –dijo Yong Guk, centrándose en algo sobre mi hombro. Di la vuelta.

A menos de diez metros de nosotros estaba Young Jae.

Notas finales:

Referencias

6Nombre de una muy visitada pradera en Central Park.

7Pastel elaborado con una pasta de nueces trituradas, distribuida en la pasta filo y bañado en almíbar o jarabe de miel. Existen diferentes variedades.

8Faja ancha que sujeta el kimono.

9Consiste en una estructura ligera con aros de metal que mantiene abiertas las faldas de las damas. Fue muy usado a lo largo del siglo XIX.

10Sandalias bajas hechas de algodón y cuero.

Nos vemos luego :D


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