Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

The Goddess Test por banglolove25

[Reviews - 37]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

– ¿También estás en esto? –Mi voz estaba ronca, y miré fijamente a Him Chan con incredulidad. Se veía exactamente como lo recordaba de la escuela: sus ojos felinos, su despeinado y rubio cabello, y sus gruesos auriculares alrededor de su cuello.

–Jun Hong… –comenzó, pero Yong Guk apareció en la puerta, y empujó a un lado a Him Chan. Cuando Yong Guk me ofreció su mano, la tomé; mirando a Him Chan.

– ¿Qué está pasando? –Las palabras salieron ahogadas, y casi no podía ver bien, pero no iba a concederles a ellos una salida–. Dime. Primero Hyorin, luego Ha Na, ahora tú…

–Tal vez será mejor si continuamos esta conversación dentro –dijo Yong Guk con una mueca. Apreté mis dientes y asentí, apoyándome en él cuando me ayudó a entrar en la habitación.

En el interior, me di cuenta de que era un dormitorio. Aunque no estaba lleno de polvo, tenía la sensación de no haberse usado, y cuando Yong Guk me ayudó a moverme alrededor de los cristales rotos en el suelo de madera, vi un cuadro destrozado tirado en el suelo, su imagen rota y doblada. Sonriéndome estaba la fotografía de una chica que no podía ser mucho mayor que yo, con sus blancas mejillas y su cabello castaño claro. Junto a ella estaba Yong Guk, y se veía mucho más feliz de lo que nunca lo había visto, toda la tensión de su cuerpo había desaparecido.

– ¿Quién es? –pregunté, pero sentía dentro de mí, que ya lo sabía.

Yong Guk miro la fotografía y el dolor cruzó su cara. Esperó hasta que me hubiera ayudado a estar en la cama antes de responderme, e incluso cuando lo hizo no me miró a los ojos.

–Perséfone –dijo con una frágil voz que amenazaba con romperse–. Fue hace mucho tiempo.

–No demasiado tiempo –dije, mirando la imagen–. No sí tenían cámaras entonces.

–No es una fotografía –dijo, inclinándose para recogerla–. Es un reflejo. Mira.

Sus manos temblaban cuando me entregó el cuadro, y cuando lo examiné, me di cuenta de que tenía un espesor que las fotografías no tienen. Parecía brillar como si fuera un charco de agua, y Perséfone y Yong Guk estaban moviéndose. Se parecía un poco a una película casera, pero ella parpadeó y yo pude ver los brazos de Yong Guk alrededor de ella.

–Ella es hermosa –dije en voz baja. Parte de mí estaba celoso, sabiendo que nunca podría estar a la altura de su recuerdo, pero estaba tan consumido por la tristeza de lo que Yong Guk debió haber pasado, que la reprimí–. Lo siento.

Él hizo un gesto con desdén, como si no fuera la gran cosa, pero cuando le di la imagen la tomó suavemente y pasó su mano por la superficie. La alisó, como si nunca hubiera sufrido daño.

–Como te dije, fue hace mucho tiempo.

Una leve tos rompió mi atención lejos de él, y miré hacia arriba para ver a Him Chan estando cerca de la puerta. Mis ojos se entrecerraron.

– ¿Qué?

–Me preguntaste por qué estaba aquí. –Cruzó sus brazos y se apoyó contra la puerta, cerrándola con firmeza. Detrás escuché un chillido. Young Jae estaba todavía ahí, pero no era algo que él quisiera oír.

–Y aún no me lo has dicho. –Hice una mueca cuando Yong Guk tocó suavemente mi tobillo.

–Él es mi sucesor –dijo, y lo miré fijamente–. Él asumirá mis deberes si yo desaparezco.

Una ola de terror se apoderó de mí, y miré a Him Chan, disgustado.

– ¿Es por eso que trataste de impedirme venir aquí? Sabías que yo era su última oportunidad, y pensaste que si me detenías tendrías una clara oportunidad entre los ganadores.

–No hay ganadores –dijo Him Chan–. No es ninguna competencia, ¿de acuerdo? Es duro para todos. Hemos estado tratando de encontrar a alguien que ocupe el lugar de Perséfone por un siglo, y si no…

–Si no lo lograbas, entonces tendrías el lugar de Yong Guk –estallé–. Sin embargo, aquí estás, tratando de arruinar esto.

–Porque yo creí que querías salir –dijo, con su mandíbula apretada, tan fuertemente que podía ver una contracción muscular–. Tú dijiste…

–Yong Guk tenía razón. No entendía. Y no voy a marcharme y matarlo si puedo ayudar.

Him Chan movió torpemente sus pies.

–Nunca pensé que lo harías. Pero los términos para el pacto son definitivos, y si quieres irte no hay nada que podamos hacer para detenerte. Si Yong Guk te mantiene aquí contra tu voluntad, entonces nosotros tenemos todo el derecho de intervenir.

–Espera –dije, a medida que entendía lentamente lo que él decía–. ¿Qué quieres decir con nosotros?

Junto a mí, Yong Guk frunció el ceño, lo hacía tan profundamente que por un momento no sé parecía a él mismo.

–Him Chan –dijo, advirtiendo.

–No me importa si ella sabe.

–A los otros sí –dijo, pero no hizo ningún movimiento para detenerlo.

Him Chan dio un paso vacilante, como si quisiera llegar a mí, pero le dirigí una fría mirada y se detuvo.

–Soy un miembro del consejo.

Mi corazón casi se detuvo.

– ¿Estás en el consejo? –escupí–. No puedes. Tú eres… tú.

–Astuta observación –dijo, más para sí mismo que para mí–. Escucha, Jun Hong… no me importa sí me crees o no. Bueno, no, me gustaría que lo hicieras, pero no espero que lo hagas. Puedes odiarme todo lo que quieras, por tratar de mantenerte lejos de Yong Guk, pero sólo estoy tratando de hacer lo mejor para ti.

– ¿Y tú piensas que lo mejor para mí es vivir el resto de mi vida pensando que soy la razón de que Yong Guk muera? –Lágrimas calientes amenazaron con derramarse de mis ojos, pero parpadeé para contenerlas, obligando a mi voz a mantenerse estable–. Por no mencionar lo que le pasaría a mi madre.

–No recordarías nada de esto si decide irte –dijo Him Chan–. Eso también es parte del trato.

Suficiente de ese estúpido trato. –Mi voz se quebró y mis mejillas se ruborizaron–. Ésta es mi decisión, no tuya. No puedes ir detrás de mí y terminar esto sólo porque crees que es lo mejor para mí. Yo decido cuando termina esto, no tú.

Miré hacia atrás y adelante, entre Yong Guk y Him Chan para asegurarme de que me prestaban atención, pero Yong Guk estaba concentrado en mi tobillo, con la cabeza inclinada y sus ojos cerrados. Un espeso calor se extendió desde mi rodilla a los dedos de mis pies, y Yong Guk rodeó con sus manos la articulación, moviéndolo suavemente en círculos.

– ¿Te duele? –preguntó, y negué con la cabeza. Yong Guk bajó mi pierna, y cautelosamente la jale hacia mí, moviendo mis dedos del pie. Ya no dolía.

–Cómo… –comencé, había olvidado momentáneamente mi rabia, y Yong Guk se encogió de hombros.

–No se supone que lo sanes –dijo Him Chan desde el otro lado de la habitación. Yong se enderezó e, incluso desde el costado, podía ver la mirada apagada de sus ojos.

–Parece que estamos rompiendo todo tipo de reglas esta noche. –Se detuvo– Si me disculpas.

Antes de que pudiera protestar, se fue. Dejándonos a Him Chan y a mí solos en la habitación. Me levanté, poniendo a prueba mi tobillo. Estaba fuerte.

–No fue mi elección, sabes –dijo Him Chan calmadamente–. Asumirlo por él, si fallas. Soy el único miembro del consejo que conoce el Inframundo tanto como él.

–Pero aún quieres esto –dije.

Apartó la vista, hacia una oscura ventana. La luna estaba casi llena, y podía ver las copas de los árboles sin hojas susurrando con el viento de noviembre.

–Duramos tanto como lo que representamos lo haga. Los dioses menores desaparecen cuando son olvidados, pero el consejo no es pequeño. Mientras la humanidad exista, siempre estarán el amor y la guerra. Siempre estará la música y el arte, la literatura y la paz, y el matrimonio y los niños, y los viajeros. Pero la humanidad no durará para siempre, y después que desaparezca, nosotros lo haremos también. Sólo la muerte permanecerá.

–Y si controlas el Inframundo, ¿podrás sobrevivir aún después de que todo lo demás se haya ido? –lo dije como una pregunta, pero ya sabía la respuesta. Y se formó un nudo en mi garganta–. ¿Eso es de lo que esto se trata?

–No. Está justo aquí, se trata de asegurar tu supervivencia. No quiero que mueras, Jun Hong… por favor. Ninguno de nosotros lo quiere, y Yong Guk se rindió hace mucho tiempo. Tal vez lo esté intentando por ti, pero no porque quiere seguir… solamente no quiero que mueras, esto es todo.

Me detuve.

– ¿Hay buena probabilidad de que pase?

Him Chan me miró, y yo podía ver el miedo en sus ojos.

–Nadie ha sobrevivido más allá de Navidad. Por favor. Yong Guk no quiere esto. Él siempre estará enamorado de Perséfone, no de ti. Mira a tu alrededor… mira dónde estás. Éste era su habitación.

No había nada inusual en la habitación, sólo la imagen que Yong Guk había lanzado a Him Chan. Pero mientras más estudiaba el entorno, realmente lo vi. Era como la habitación de un niño que su padre no se atrevía a tocar después de la tragedia. Horquillas pasadas de moda en un rincón inutilizado, y las cortinas estaban corridas para dejar entrar la luz del sol. Incluso había un vestido que yacía en la esquina, a la espera de ser usado. Era como si el tiempo se hubiera congelado, descansando intacto por siglos hasta que Perséfone regresara.

–Ese reflejo… –Him Chan hizo un gesto a la imagen de Perséfone y Yong Guk juntos, mirándose muy felices–. No es real. Es un deseo, un sueño, una esperanza; no un recuerdo. Él la amaba tanto que hubiera dividido el mundo si ella se lo hubiera pedido, pero apenas podía soportar mirarlo. Desde que murió, él ha estado rogándole al consejo que lo dejen en libertad y dejen que se desvanezca. ¿En serio crees que puedes competir con eso?

–No es una competencia –dije, más o menos haciendo eco de sus palabras anteriores. Pero incluso mientras las decía, sabía que lo era. Si no podía hacer que Yong Guk se preocupara por mí, no tendría ninguna razón para continuar. Y en su mente siempre estaría debajo de Perséfone. Pero no era un motivo para dejar de luchar por él. Se merecía una oportunidad de ser feliz, al igual que yo, y no estaba listo para decir adiós a otra persona en mi vida.

La expresión de Him Chan se suavizó.

–Nunca te amará, Jun Hong, no de la forma que tú mereces ser amado. Se rindió hace mucho tiempo, y todo lo que haces es prolongar su dolor. Sería más amable dejarlo en paz.

Me acerqué a Him Chan, dividido entre la ira y la urgente necesidad de tocarlo, para asegurarme de que mi Him Chan todavía estaba debajo del astuto Dios en el que de repente se había convertido, diciendo todas las palabras que creía que debía saber para convencerme de irme. Para robar la eternidad a Yong Guk y quedársela él.

– ¿Y crees que debería? –dije. Estaba apenas a un pie de distancia de él–. ¿Crees que debería renunciar y dejarlo, así como Perséfone lo dejó?

–Perséfone tenía sus razones –dijo Him Chan–. La alejó de todo lo que amaba, y la obligó a quedarse con él cuando ella no quería. Tú habrías hecho lo mismo.

Guardé silencio. La diferencia entre Perséfone y yo era que ella había tenido algo que perder. Him Chan se adelantó tímidamente, y lo dejé envolver sus brazos alrededor de mí, hundiendo su cara en mi cabello. Lo escuché inhalar profundamente, y me pregunté si podía oler la lavanda de mi champú, o si era mi miedo y la culpa y la determinación lo que sentía en su lugar. Después de un momento de tensión, le devolví el abrazo.

–Por favor no te hagas esto, Jun Hong –murmuró en mi oído. Cerré mis ojos, y por un momento, fingí que era como el viejo Him Chan otra vez. No el rival de Yong Guk, no el Dios a punto de ganar todo debido a mi fracaso, sino mi Him Chan.

– ¿Harías algo por mí? –dije en su pecho.

–Por supuesto –dijo–. Lo que sea.

Lo solté.

–Aléjate de mí y no vuelvas hasta la primavera.

Sus ojos se abrieron.

–Jun Hong…

–Lo digo en serio. –Mi voz tembló, pero me mantuve firme–. Vete de aquí.

Aturdido, dio un paso hacia atrás y metió las manos en sus bolsillos. Por un momento parecía que iba a decir algo, pero después se dio la vuelta y se marchó, dejándome solo en la habitación de Perséfone.

Había pasado cuatro años rechazando dejar a mi madre rendirse, y no iba a dejar que Yong Guk hiciera lo mismo. Si no quería seguir adelante por sí mismo, entonces tendría que encontrar la manera que siguiera por mí, en su lugar.

********************

Horas más tarde, mucho después de que la luna se hubiera elevado tan alto en el cielo que ya no podía verla desde mi ventana, estaba en la cama y miraba el techo. Quería dormir y contarle a mi madre todo lo que había aprendido, preguntarle qué podía hacer para que Yong Guk lo intentara, pero sabía que ella no podía decirme nada que no supiera ya. No era justo que ella arreglara esto; era yo el que había hecho el trato, y no iba a rendirme tan fácilmente.

En las primeras horas de la mañana, escuché un suave golpe en  mi puerta, y enterré mi cara en la almohada. Young Jae se había ido cuando salí de la habitación de Perséfone, y no estaba de humor para decirle lo que había sucedido. Necesitaba uno o dos días para resolver las cosas por mí mismo antes de que la casa entera lo supiera, si no lo sabían ya.

A pesar de que permanecía en silencio, escuché la puerta abrirse y cerrarse, y pasos suaves contra la alfombra. Permanecí lo más quieto posible, con la espera de quién fuera, saliera.

– ¿Jun Hong?

No tuve que darme vuelta para reconocer la voz de Yong Guk. Algo vibraba en mi interior, una nota familiar que envió una ola de confort a través de mi tenso cuerpo, pero no lo enfrenté.

Se movió tan silenciosamente que no sabía que estaba tan cerca hasta que sentí el colchón ceder. Fue un largo momento antes de que dijera algo.

–Lo siento. –Su voz estaba hueca–. No deberías haber visto eso.

–Me alegro de haberlo hecho.

– ¿Y eso por qué?

Me negué a contestar. ¿Cómo se suponía que le diría que no quería que se rindiera? Qué estaba arriesgando todo por él… y que lo hacía con mucho gusto, pero no dejaría esto por nada. No podía hacerlo luchar, pero encontraría una razón para que no desapareciera.

Oí a Yong Guk suspirar. Forzar el silencio sólo estaba complicando más las cosas, así que finalmente dije desde mi almohada:

– ¿Por qué no me contaste lo de Him Chan antes?

–Porque pensé que podrías reaccionar de esta manera, y quería evitarte sufrir durante el mayor tiempo posible.

–Saber no es lo que me hace daño –dije–. Lo que me duele es que nadie confía en mí.

Sentí su mano en mi brazo, pero sólo duró un momento.

–Entonces haré el esfuerzo de confiar más en ti. Me disculpo.

Sus disculpas eran falsa para mis oídos, tanto si lo decía en verdad o no.

–Si paso, las cosas van a cambiar, ¿cierto? ¿La vida no será un juego de mantener lejos a Jun Hong? Porque si la respuesta a eso es cualquiera excepto un rotundo sí, no creo que pueda hacer esto.

Acarició el dorso de su mano contra mi mejilla, pero también duró sólo un segundo.

–Sí –dijo–. Un rotundo sí. No es que no confíe en ti ahora. Es sólo que algunas cosas simplemente no se pueden saber aún. Tan frustrante como puede parecer, te prometo que es por tu propio bien.

Por mi propio bien. Al parecer, esa es la excusa que tenían cuando hacían algo que no me gustaba.

–Y Perséfone –añadí, contento de que él me diera la espalda, y no pudiera ver el dolor que sabía que habría en sus ojos cuando pronuncié su nombre–. Yo no soy ella, Yong Guk. No puedo ser ella. Y no puedo pasar la eternidad tratando de estar a la altura de tus recuerdos sobre ella. No soy nadie para ti ahora mismo. Entiendo que…

– ¿Tú no eres nadie? –dijo, con una fuerza sorprendente–. No creo eso.

–Déjame terminar. –Abracé mi almohada más fuerte–. Entiendo que no soy ella y nunca lo seré. No quiero ser ella de todos modos, no con lo mucho que te ha herido. Pero si esto funciona… si paso, necesito saber que cuando me mires, vas a verme a , no sólo como su sustituto. Que hay más en ese futuro para mí que permanecer en la sombra mientras tú te auto compadeces de tu existencia. Porque si Him Chan tiene razón, y puedo irme lejos si quiero, y estás haciendo esto sabiendo perfectamente que pasarás la mitad del resto de la eternidad conmigo te hará sentirte miserable no importa lo que haga, entonces dímelo ahora, y nos lo evitaré a ambos.

Los segundos pasaban, y Yong Guk guardaba silencio. Era injusto que estuviera deseando tirar la toalla para siempre cuando había otros allí afuera –incluida mi madre– que querían vivir, pero no podían. Mientras miraba firmemente la ventana, mi ira aumentaba, pero gritarle antes de que él respondiera, no me aliviaría.

–Te he traído un regalo.

Mi cabeza se volvió hacia él, una fracción de centímetro antes de que pudiera detenerme.

–Ésas no es una respuesta.

–Sí lo es –dijo, y podía oír una pequeña sonrisa en su voz–. No hubiera traído algo para ti si no quisiera que te quedaras.

Fruncí el ceño.

– ¿Qué clase de regalo es?

–Si te das la vuelta, lo verás.

Antes de que tuviera la oportunidad, algo me empujó en el hombro. Algo frío, húmedo y muy vivo.

Me giré alrededor, me senté y me quedé mirando la bola de piel blanca y negra sentada junto a mí en mi cama. Lo miré con los ojos húmedos, su pequeña cola se movía. Mi corazón se derritió, toda mi ira y frustración olvidadas temporalmente.

–Si no sintiera que realmente puedes cambiar las cosas, no había arriesgado tu vida, para empezar –dijo Yong Guk–. Lamento que sientas que no eres nadie para mí, Jun Hong; porque la verdad es justamente lo contrario. Y nunca esperaría que fueras Perséfone –agregó con la misma indicación de dolor en su voz–. Tú eres tú, y tan pronto como pueda, te contaré todo. Te lo prometo.

Me quedé mirando al cachorro, demasiado asustado para decir o hacer algo que lo hiciera cambiar de opinión. ¿Estaba igual que Him Chan, diciendo lo que yo quería oír? ¿O realmente quería decirlo?

–Has perdido un amigo hoy por mí, y no quiero que te sientas solo –dijo, mientras acariciaba al cachorro, y su cola golpeaba el colchón–. Es de mi conocimiento que uno no le da una mascota a alguien si no espera… –vaciló–. Si no tiene la esperanza de pasar un poco de tiempo con esa persona en el futuro.

Esperar. Esperanza. ¿Qué quería decir realmente?

Quería decirle exactamente donde podía Him Chan meter nuestra supuesta amistad, pero me tomó un momento recordar cómo hablar. Me había pasado toda la infancia molestando a mi madre con un cachorro, pero siempre se había mantenido firme. Después de que enfermó, me había dado por vencido, incapaz de cuidar de ella y de un perro al mismo tiempo.

¿Cómo sabía Yong Guk eso? ¿O es que simplemente lo había imaginado?

–Es… ¿hembra o macho?

–Macho. –Las comisuras de sus labios temblaron hacia arriba en una sonrisa–. No quiero que Cerberus capte cualquier idea.

Dudé.

– ¿Es mío?

–Todo tuyo. Puedes llevarlo contigo en primavera, si quieres.

Levanté al perrito, sosteniéndole contra mi pecho. De pie sobre mi brazo, me lamió la barbilla, apenas llegando a alcanzarla.

–Gracias –dije en voz baja–. Esto es realmente amable de tu parte.

–Es un placer –dijo Yong Guk de pie–. Los dejaré para permitirles la oportunidad de que se conozcan el uno al otro. Es muy amistoso, te lo aseguro, y muy consciente. Está aprendiendo aún el modo correcto de comportarse, pero es un alumno ansioso.

El cachorro saltó más alto, llegando a alcanzar mi mejilla. Sonreí, y cuando Yong Guk puso una mano en la puerta, dije:

– ¿Yong Guk?

– ¿Si?

Apreté los labios, tratando de llegar a la combinación correcta de palabras para conseguir que quisiera quedarse. Para hacer que quisiera intentarlo por algo más que por mi bien. No se me ocurrió nada, así que en su lugar, después de un momento que parecía extenderse mucho más del punto de cortesía, dije en voz baja:

–Por favor no te des por vencido.

Cuando finalmente contestó, su voz eran tan baja que apenas pude oírlo.

–Lo intentaré.

–Por favor –dije de nuevo, esta vez con urgencia–. Después de todo lo que pasó… no puedes. Sé que la perdiste… pero…

Hubo un silencio entre nosotros.

– ¿Pero que?

–Por favor, sólo… dame una oportunidad.

Él miró a lo lejos, y a través de la oscura luz vi sus hombros encorvado, como si estuviera intentando encogerse a sí mismo tanto como pudiera.

–Por supuesto –dijo, abriendo la puerta–. Que duermas bien.

Acaricié la cabeza de mi cachorro. No quería que se fuera. Quería jugar a las cartas, hablar o leer… cualquier cosa que no le hiciera recordar a Perséfone. Después de la noche que había tenido, merecía mucho más. Ambos lo merecíamos.

–Quédate –solté–. Por favor.

Pero cuando alcé la mirada, él ya se había ido.

Notas finales:

no vemos para lo proxima :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).