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The Goddess Test por banglolove25

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Notas del capitulo:

Nuevo capitulo espero lo disfruten.

Sin más por el momento a leer.

Pasé mi cumpleaños número dieciocho manejando de la ciudad de Nueva York a Edén, Michigan, para que mi madre pudiese morir en la ciudad que nació. Quince mil ciento noventa y nueve kilómetros de asfalto, sabiendo que cada señal que pasábamos me llevaba más cerca, al que sin lugar a duda, sería el peor día de mi vida.

En lo que respecta a los cumpleaños no lo recomendaría.

Manejé todo el camino. Mi madre estaba muy enferma para estarse despierta por mucho tiempo. Manejé solo, pero no me importó. Me tomó dos días, y dos horas después de que cruzamos el puente de la Península Superior de Michigan, ella se veía exhausta y rígida por estar en el coche durante tanto tiempo, y si yo nunca veía un tramo de carretera de nuevo, sería demasiado pronto.

–Jun Hong, detente aquí.

Le di a mi madre una extraña mirada, pero encendí la luz intermitente de todas formas.

–No se supone que tomemos una salida hasta dentro de cinco kilómetros.

–Lo sé. Quiero mostrarte algo.

Suspirando interiormente, hice lo que ella dijo. Ella ya tenía los días contados y las probabilidades de que ella tuviese un día extra eran mínimas.

Había pinos por todo lados, altos y amenazantes. No vi señales, ni marcadores de kilómetros, nada más que árboles y un camino sucio. Ocho kilómetros después comencé a preocuparme.

– ¿Estás segura de que es el camino es correcto?

–Claro que estoy segura. –Ella apoyo su frente contra la ventana, y su voz era tan suave y rota que apenas si podía entender–. Falta sólo un kilómetro y medio más o menos.

– ¿Qué es?

–Ya verás.

Después de un kilómetro y medio, la cerca comenzó, se extendía por un lado del camino, tan alta y gruesa que era imposible ver lo que estaba del otro lado, y debieron ser otros tres kilómetros antes de que saliéramos en un ángulo recto, formando una especie de línea divisora. Todo el tiempo que manejamos mi madre se quedó viendo la ventana, embelesada.

– ¿Esto es todo? –No quise sonar tan cortante, pero mamá no pareció notarlo.

–Claro que no es todo… voltea a la izquierda aquí, cariño.

Hice como me dijo, guiando el coche alrededor de la esquina.

–Es agradable y todo –dije con cuidado no queriendo molestarla–, pero sólo es una cerca, no deberíamos encontrar una casa y…

– ¡Aquí! –El entusiasmo en su voz me sorprendió–. ¡Justo allí!

Estirando el cuello, vi de lo que ella estaba hablando. Situado en el centro de la cerca había una puerta de hierro forjado, y entre más nos acercábamos más parecía crecer. No era sólo yo… la puerta era monstruosa. No estaba allí para verse bonita. Estaba allí para asustar fuertemente a cualquiera que pensara en abrirla.

Yo desaceleré parando frente a ésta, tratando de ver entre las barras, pero todo lo que podía ver eran árboles. La tierra parecía sumergirse en la distancia, pero no importaba cuanto estiraran el cuello, no podía ver más allá.

– ¿No es hermoso? –Su voz era alegre, llena de luz y, por un momento, parecía su vieja yo. Sentí su mano deslizarse junto con la mía y la apreté tanto como me atrevía–. Es la entrada a la Mansión Edén.

–Se ve… grande –dije, con tanto entusiasmo como me fue posible. No tuve mucho éxito–. ¿Has estado alguna vez dentro?

Era una pregunta inocente, pero la mirada que ella me dio me hizo sentir como si la respuesta fuera bastante obvia, que incluso aunque nunca hubiese escuchado de este lugar, debía ser muy obvio.

Un momento después ella parpadeó, y esa mirada desapareció.

–No en mucho tiempo –dijo ella vacíamente, me mordí el labio, arrepintiéndome por lo que sea que hubiese hecho para romper la magia–. Lo siento Jun Hong sólo quería verlo, deberíamos continuar.

Ella soltó mi mano, y de repente estuve muy consciente de cuan fresco estaba el viento contra la palma de mi mano. Cuando presioné el acelerador, deslicé mi mano devuelta a la de ella, no queriendo dejarla ir aún. Ella no dijo nada, y cuando me volví a verla, ella estaba descansando su frente contra el vidrio una vez más.

A ochocientos metros de camino, pasó. En un momento el camino estaba vacío y al otro una vaca estaba a no más de cuatro metros y medio frente a nosotros, bloqueando el camino.

Presioné los frenos y giré el volante, el coche giró en un círculo completo, arrojando mi cuerpo hacia un lado. Mi cabeza se golpeó contra el vidrio mientras luchaba por mantener el control de coche, pero era inútil, puede haber estado intentando volar por lo bien que lo estaba haciendo.

Paramos milagrosamente saltándonos una línea de árboles. Mi pulso se aceleró, y tomé grandes bocanadas de aire, intentando calmarme.

– ¿Mamá? – dije frenéticamente.

A mi lado, ella sacudió la cabeza.

–Estoy bien, ¿qué paso?

–Había una… –Me detuve concentrándome de nuevo en el camino. La vaca se había ido, confundido miré el espejo retrovisor y vi una figura parada en medio del camino, un chico de cabello oscuro alrededor de mi edad usando un abrigo negro que se movía con la brisa. Fruncí el ceño y me volteé para intentar obtener una vista adecuada de la ventana trasera, pero él se había ido.

¿Lo había imaginado entonces? Hice una mueca y me froté la cabeza. No había imaginado esa parte.

–Nada –dije temblando–. Sólo he estado manejando bastante, eso es todo, lo siento. –Mientras encendía con cuidado el coche para avanzar, miré hacia el espejo retrovisor una vez más. La cerca y el camino estaban vacíos. Me aferré al volante con fuerza con una mano y con la otra agarré la de ella, inútilmente intentando olvidar la imagen de ese chico que ahora quemaba en mi cerebro.

************

El techo de mi habitación tenía una fuga. El agente inmobiliario que nos vendió la casa, sin haberla visto, había jurado que no había nada malo con ella, pero aparentemente ese idiota había mentido.

Todo lo que hice cuando llegamos fue desempacar las cosas esenciales que necesitábamos para pasar la noche, incluyendo una olla para recoger el agua que goteaba. No habíamos traído mucho, sólo lo que entrara en el auto, y ya tenía arreglado un conjunto de muebles de segunda mano que serían entregados en la casa.

Incluso si mi madre no estuviese muriendo, estaba seguro de que sería miserable aquí. Los vecinos más cercanos estaban a un kilómetro y medio de camino, todo el lugar olía como a naturaleza, y no había nadie que repartiera pizza en el pequeño pueblo de Edén.

No, llamarlo pequeño había sido generoso. Edén ni siquiera estaba marcado en el mapa que usé para llegar aquí. La calle principal estaba a 800 metros de distancia y cada tienda parecía vender, antigüedades o comestibles. No había tiendas de ropa, o al menos ningún lugar que tuviese algo que valiese la pena usar. No había ni un McDonald’s, Pizza Hut, Taco Bell… nada.

Sólo un restaurante obsoleto y algunas tienda antiguas que vendían toneladas de caramelos.

– ¿Te gusta? –Mamá se sentó acurrucada en la mecedora cerca de su cama, su cabeza descansaba en su almohada favorita, que estaba tan degastada y descolorida que no podía decir de qué color era originalmente, pero había sobrevivido a cuatro años de hospitales y quimioterapia. Y contra todas las posibilidades, también ella lo hizo.

– ¿La casa? Sí – mentí, metiendo las esquinas de la sabana mientras tendía su cama–. Es… bonita.

Ella sonrió y podía sentir sus ojos en mí.

–Te acostumbrarás, tal vez te guste lo suficiente para quedarte aquí después de que me vaya.

Presioné mis labios juntos, negándome a decir algo. Era una regla táctica de que nunca hablaríamos de lo que pasaría después de que ella muriera.

–Jun Hong –dijo ella gentilmente y la mecedora crujió cuando se puso de pie. Miré hacia arriba automáticamente, listo para entrar en acción si ella se caía–. Necesitamos hablar de esto alguna vez.

Seguí mirándola por el rabillo de mi ojo, tire de la sábana y agarré un edredón para ponerlo sobre la cama, las almohadas pronto lo siguieron.

–No ahora. –Aparté el edredón para que ella pudiese acomodarse. Sus movimientos eran lentos y agonizantes, y aparté mi mirada no queriendo verla con tanto dolor–. Todavía no.

Una vez se acomodó me miró, sus ojos estaban rojos y cansados.

–Pronto –dijo ella suavemente–. Por favor.

Tragué saliva, pero no dije nada, la vida sin ella era indeseable y entre menos lo imaginara, mejor.

–La enfermera vendrá en la mañana. –Presioné mis labios en su frente–. Me aseguraré de que esté lista y sepa que hacer antes de irme al colegio.

– ¿Por qué no te quedas aquí esta noche? –dijo ella, dándole palmaditas al espacio vacío–. Hazme compañía.

Dudé.

–Necesitas descansar.

Ella rozo sus dedos fríos contra mi mejilla.

–Descansaré más contigo aquí.

La tención de acurrucarme contra ella como lo hacía cuando era más pequeño era mucha para resistir, sobre todo cuando cada vez que la dejaba me preguntaba si sería la última. Esta noche me dejaría a mí mismo evadir el dolor.

–De acuerdo.

Me metí a la cama junto a ella, asegurándome que tuviese suficiente cobija antes de usar el resto para arropar mis piernas. Una vez estuve seguro de que estaría caliente, envolví mis brazos a su alrededor, inhalando esa esencia familiar. Incluso aunque pasara años saliendo y entrando a hospitales ella aún olía a manzanas y fresas. Ella acarició la parte superior de mi cabeza y cerré mis ojos antes de que se empezaran a aguar.

–Te amo –murmuré, con ganas de abrazarla con fuerza, pero sabiendo que su cuerpo no podría soportarlo.

–Te amo demasiado, Jun Hong –dijo en voz baja–. Voy a estar aquí en la mañana, lo prometo.

Por mucho que lo deseara, sabía que era una promesa que no podía mantener por siempre.

************************

Esa noche, mis pesadillas fueron implacables y llenas de vacas con ojos rojos, ríos de sangre, y agua que se elevaba a mí alrededor hasta que me desperté jadeando. Empujé la manta lejos de mí para secar mi sudorosa frente, temeroso de que hubiera despertado a mi madre, pero ella seguía durmiendo.

A pesar de que no dormí bien, no pude tomarme libre el día siguiente. Era mi primer día en la Preparatoria Edén, que era un edificio de ladrillo que parecía más un granero grande que una escuela. Apenas había suficientes estudiantes lo como para molestarse en construir uno en el primer lugar, y mucho menos para que siga funcionando. Matricularse había sido idea de mi madre, después de que yo había perdido mi último año por estar cuidándola, ella estaba decidida a asegurarse que me graduara.

Conduje mi coche por el estacionamiento dos minutos después que la primera campana sonara. Mamá se había enfermado por la mañana, y yo no confiaba en que la enfermera, una mujer llamada Hyorin, pudiera cuidar de ella correctamente. No es que existiera nada particularmente amenazante sobre ella, pero yo había pasado la mayor parte de estos últimos cuatro años al cuidado de mi madre y, en lo que a mí respecta, nadie más podía hacerlo bien. Casi logré quedarme en casa con ella, pero mi madre insistió en que asistiera. Hasta el momento el día había ido tan difícil que estaba seguro de que se pondría peor.

Por lo menos no estaba solo en la caminata de la vergüenza por el estacionamiento. A medio camino hacia el edificio, me di cuenta de que un chico me seguía. Él no parecía tener edad suficiente para conducir, y su cabello rubio era casi tan largo que tapaba sus oídos. A juzgar por su alegre expresión, no podía importarle meno que se le hubiera hecho tarde.

Se lanzó hacia delante para llegar a la puerta antes que yo y, para mi sorpresa, él la mantuvo abierta para mí. Yo no podía pensar en ningún chico en mi vieja escuela que hubiera hecho eso.

 –Después de usted, cariño.

Cariño. Me quedé mirando el suelo para evitar darle una mirada extraña. No quería ser grosero en mi primer día.

–Gracias –murmuré, dando un paso adentro para caminar más rápido. Era más alto que yo, sin embargo, no me paso en ningún momento. Para mi horror, en lugar de pasarme, desaceleró por lo que fuimos caminando juntos.

– ¿Te conozco?

¡Oh, Dios! ¿Esperaba que le contestara? Afortunadamente, él parecía creer que no lo haría, porque no me dio la oportunidad de responder.

–Yo no te conozco.

Brillante Observación, Einstein.

–Debería conocerte.

Justo fuera de la oficina, él volteó, colocándose entre la entrada y yo. Me extendió su mano, me miró expectante.

–Yo soy Him Chan –dijo, y finalmente conseguí un buen vistazo de su cara. Aun siendo juvenil, se veía mayor de lo que pensaba. Sus facciones se endurecieron, más maduras de lo que esperaba–. Kim Him Chan. Ríete y me veré obligado a odiarte.

Al no tener otra opción, me obligué a darle una pequeña sonrisa y le cogí la mano.

–Choi Jun Hong.

Se me quedó mirando durante más tiempo de lo que era estrictamente necesario, con una sonrisa tonta en la cara. Como los segundos pasaban, me quedé allí, cambiando incómodo de un pie al otro, y finalmente me aclaré la garganta.

–Ehh… ¿podrías tal vez…?

– ¿Qué? Oh. –Him Chan dejó caer mi mano y abrió la puerta, una vez más, manteniéndola abierta para mí–. Después de ti, Choi Jun Hong.

Entré, ubicado mi mochila más cerca. Dentro de la oficina había una mujer vestida de la cabeza a los pies de color azul, con el pelo rubio liso.

­–Hola, soy…

–Choi Jun Hong –interrumpió Him Chan, ubicándose junto a mí–. Yo no lo conozco.

La recepcionista logró suspirar y reír al mismo tiempo.

– ¿Qué es esta vez, Him Chan?

–Un neumático desinflado. –Él sonrió–. He tenido que cambiarlo yo mismo.

Ella se puso a escribir en un bloc de color rosa, luego arrancó la hoja y se la entregó.

–Camina.

– ¿Yo? –Amplió su sonrisa–. Sabes, Ha Na, si sigues dudando así de mí, voy a comenzar a pensar que te gusto más. ¿A la misma hora mañana?

Ella se rió entre dientes, y Him Chan finalmente desapareció. Me negué a mirarlo, en vez de eso miré fijamente un anuncio pegado en el mostrador. Al parecer, el Día de la Fotografía se había sido hace tres semanas.

–Choi Jun Hong –dijo la mujer –Ha Na– una vez que la puerta de la oficina se cerró–. Te hemos estado esperando.

Ella se puso a mirar un archivo, y yo me quedé parado torpemente, deseando que hubiera algo que decir. No era muy hablador, pero al menos podía mantener una conversación. A veces.

–Tiene un bonito nombre.

Ella arqueó las cejas perfectamente depiladas.

– ¿Lo tengo? Me alegro de que creas eso. Me gusta creerlo también. Ah, aquí vamos. –Sacó una hoja de papel y me lo entregó–. Tu horario, un mapa de la escuela. No debería ser demasiado difícil encontrar los pasillos, están codificados por color, y si te pierdes, sólo pregunta. Todos somos lo suficientemente amables por aquí.

Asentí con la cabeza, tomando nota de mi primera clase. Cálculo. Genial.

–Gracias.

–Cuando quieras, querido.

Me volteé para salir, pero cuando mi mano tocó el pomo de la puerta, ella se aclaró la garganta.

– ¿Señorito Choi? Yo sólo quería decir que lo siento. Acerca de su madre, quiero decir. La conocí hace mucho tiempo, y… bien. Lo siento mucho.

Cerré los ojos. Todo el mundo lo sabía. No sabía cómo, pero lo sabían. Mi madre dijo que su familia había vivido en Edén durante generaciones, y había sido una estupidez pensar que podía salirse con la mía y pasar desapercibido.

Parpadeando para contener las lágrimas, le di vuelta al pomo y me apresuré a salir de la oficina, manteniendo la cabeza agachada, con la esperanza de que Him Chan no tratara de hablarme otra vez.

Cuando di una vuelta en la esquina, me encontré directamente con lo que parecía ser una pared. Y me encontré en el suelo, el contenido de mi mochila se derramó por todas partes. Mis mejillas ardían, y traté de recoger mis cosas cuando alguien murmuró una disculpa.

– ¿Estás bien?

Miré hacia arriba. El muro humano me miró y me encontré cara a cara con una chaqueta de fútbol americano. Al parecer, Him Chan y yo no éramos los únicos en llegar tarde esta mañana.

–Soy Jae Bum. –Se arrodilló a mi lado, ofreciéndome una mano. Yo sólo la sostuve el tiempo suficiente para sentarme.

–Jun Hong –le dije. Él me dio mis cuadernos, y yo se los arrebaté, empujándolos dentro de mi mochila. Dos libros de texto y cinco carpetas más tarde, me levanté y sacudí mis jeans. Fue entonces cuando me di cuenta de que él era lindo. No sólo en Edén, sino lindo bajo las normas de Nueva York, también. Aun así, había algo en la forma en que me miraba que me hizo querer alejarme.

Antes de que pudiera hacer precisamente eso un lindo chico azabache se puso a su lado y me miró una y otra vez. Él podría haber estado sonriendo, pero por la forma en que se apoyaba en su costado y agarrando su brazo, bien podría haber orinado sobre él. Estaba claramente marcando territorio.

– ¿Quién es tu amigo, Jae Bum? –dijo él, apretando su agarre.

Jae Bum el miró fijamente, y se tomó un momento antes de poner su abrazo alrededor de él

–Uh, Jun Hong. Él es nuevo.

Su sonrisa falsa creció, y él me tendió su mano.

– ¡Jun Hong! Soy Young Jae. He oído hablar mucho de ti. Mi padre, que es un agente de bienes raíces, me dijo todo acerca de ti y tu mamá.

Por lo menos ahora tenía alguien a quien culpar de la filtración de información.

–Hola, Young Jae –dije, mordiendo la bala1 y tomándole la mano–. Es un placer conocerte.

Por la forma en que me miraba parecía que me gritaría que me fuera al bosque y me enterrara vivo.

–Es un placer conocerte, también.

– ¿Cuál es tu primera clase? – dijo Jae Bum, estirando el cuello para mirar en mi agenda–. Cálculo. Yo… nosotros podemos mostrarte dónde está, si lo deseas.

Abrí la boca para objetar, pensando que no había razón para tentar a la suerte más de lo que ya lo estaba haciendo por continuar la conversación, ahora que Young Jae estaba aquí, pero antes de que pudiera decir una palabra, él me cogió por el codo y me guío por el pasillo. Miré a Young Jae, estaba a punto de pedirle disculpas por secuestrar a su novio, pero cuando vi el color rojo en sus mejillas y como apretaba su delicada mandíbula, las palabras murieron en la punta de mi lengua.

Tal vez mi madre sobreviviría a mí después de todo.

Notas finales:

Referencias

1Se refiere a soportar una situación dolorosa o desagradable que se ve como algo inevitable.

Es importante para mi saber sus opiniones, dudas o sugerencias.

Nos vemos para la proxima.


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