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The Goddess Test por banglolove25

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Notas del capitulo:

Nuevo capitulo :D

Espero le guste.

Yo no era espectacularmente bonito. Deseé poder serlo, pero yo era sólo yo. Nunca modelé nunca tuve a chicos babeando por mí, y nunca fui gran cosa al lado de la alta sociedad, bendecida genéticamente, que asistían a mi preparatoria.

Por eso, no entendía por qué Jae Bum seguía mirándome.

Me estuvo observando en Historia, en Química, y en el almuerzo. Comí solo, al final de una mesa vacía, con mi nariz enterrada en un libro, sin querer molestarme en hacer amigos. De todos modos, no iba a estar aquí por mucho tiempo, así que no tenía muchas razones para hacer amigos. Una vez que esto hubiera terminado, tenía intenciones de volver a la Ciudad de Nueva York y recoger las pocas piezas de mi vida anterior que pudiera encontrar.

Además, casi siempre almorzaba solo. Tampoco tenía muchos amigos en casa, ya que mi madre se había enfermado al principio de mi primer año, y yo pasaba todo mi tiempo fuera de la escuela, acampando al lado de su cama en el hospital, mientras ella pasaba una y otra vez por quimioterapia y radiación. No me quedaba mucho tiempo para pijamadas, ni citas, ni salidas con gente que posiblemente no pudiera entender por lo que estábamos pasando.

– ¿Está ocupado este asiento?

Sorprendido, miré hacia arriba, casi esperando ver a Jae Bum parado allí. Pero, sosteniendo una bandeja de la cafetería llena de papas fritas y usando unos enormes auriculares que escondían sus orejas, Him Chan me miraba, con una sonrisa alegre en su rostro. No sabía si estar horrorizado o aliviado.

Silenciosamente sacudí mi cabeza, pero no importaba de todas maneras. Él ya se había sentado. Miré mi libro, tratando lo mejor posible de ignorarlo para que se fuera. Pero las palabras se borraban frente a mí, y leí la misma oración cuatro veces, demasiado consciente de la presencia de Him Chan como para concentrarme.

–Técnicamente, estás en mi asiento –dijo él. Buscando en su mochila, sacó una botella de Kétchup de tamaño grande, y mis ojos casi se salen de sus cuencas mientras abandonaba toda pretensión de leer. ¿Quién iba por ahí con una botella de Kétchup?

Él debió ver mi mirada, porque mientras lo derramaba sobre la masiva pila de papas fritas, acerco la bandeja hacia mí.

– ¿Quieres un poco?

Sacudí mi cabeza. Yo tenía una manzana y un sándwich, pero la llegada de Him Chan me había mareado un poco. No era que no pensara que él fuera un chico dulce, sólo quería estar solo. Como una excusa para evitar hablarle, mordí mi manzana, tomándome mi tiempo mientras la masticaba. Him Chan comenzó a sumergirse en sus papa fritas y, por unos breves segundos, esperaba que la conversación hubiera terminado.

–Jae Bum te está mirando –dijo él, y antes de que pudiera tragar y dejar claro que no me interesaba para nada Jae Bum, Him Chan asintió a algo detrás de mí–. Viniendo.

Fruncí el ceño y me di vuelta, pero Jae Bum seguí sentado al otro lado de la cafetería. Aunque no me tomó mucho tiempo ver de lo que estaba hablando. Young Jae se dirigía hacia nosotros.

–Genial –murmuré, tirando mi manzana en la servilleta. ¿Era mucho pedir pasar mi último año ileso? Y si eso fuera realmente imposible, ¿no podía tener, por lo menos un día para establecerme antes de que todo el drama comenzara?

– ¿Jun Hong? – La voz de Young Jae era inconfundible. Suspiré interiormente y me forcé a mí mismo a girarme, plasmando una sonrisa inocente en mi rostro.

–Oh, hola… Young Jae, ¿no?

Las esquinas de su boca temblaron. Apuesto que nadie preguntó su nombre dos veces.

– ¡Correcto! –dijo él, su voz escurriendo un falso entusiasmo–. Me alegra mucho que lo recuerdes. Escucha, quería preguntarte… ¿tienes planes para mañana a la noche?

¿Además de fregar calentadores para la cama, cambiar las sábanas de mi madre, y dosificar su medicamento para la próxima semana?

–Tengo algunas cosas planeadas. ¿Por qué?

Inhaló con arrogancia, pero después pareció recordar qué estaba tratando de interpretar el papel de niño bueno.

–Vamos a hacer una fogata en los bosques… es una reunión dinámica, más o menos, excepto que no… bueno, ya sabes. Patrocinada por la escuela. –Él rio y puso un mechón de pelo detrás de su oreja–. De todas formas, me preguntaba si querías venir. Pensé que sería una buena manera de que los conozcas a todos. –Mirando sobre su hombro a una larga mesa llena de atletas, sonrió–. Sé que algunos de ellos están realmente impacientes por conocerte.

¿De eso era lo que se trataba? ¿Él quería encontrarme un novio para que Jae Bum me dejara en paz?

–No salgo.

La boca de Young Jae se abrió.

– ¿En serio?

– En serio.

– ¿Por qué no?

Me encogí de hombros y miré a Him Chan, quien parecía determinado a no mirar a Young Jae mientras construía una elaborada tienda indígena con papa fritas. Él no iba a ser de ninguna ayuda.

–Escucha –dijo Young Jae, olvidándose de su falsa actuación–. Es sólo una fiesta. Una vez que todos te conozcan, dejarán de mirarte. No es gran cosa Sólo una hora o algo así, y luego no lo tendrás que hacer nada de nuevo. Hasta te ayudaré con tu pelo y maquillaje… puedes tomar uno de mis conjuntos, si no son demasiado pequeños.

¿Se dio cuenta de que me había insultado? Traté de negarme, pero él insistía.

–Por favor –dijo él, su voz quebrada por la sinceridad–. No me hagas suplicar. Sé que probablemente no es como en Nueva York, pero será divertido, lo prometo.

Lo miré, mientras me daba una mirada indefensa y suplicante. No iba a tomar un no por respuesta.

–Bien – dije–. Me quedaré una hora. Pero no necesito tu maquillaje o tus ropas, y después de esto, me dejarás en paz, ¿cierto?

Su sonrisa estaba de vuelta, y esta vez no era falsa.

–Trato hecho. Estaré en tu casa a las siete.

Después de que escribí mi dirección en una servilleta, Young Jae se paseó de nuevo hasta su mesa, con sus caderas balanceándose escandalosamente mientras prácticamente todos los ojos de los hombres se giraron hacia él. Miré a Him Chan, quien todavía estaba enfocado en construir esa ridícula choza.

–Vaya ayuda eres.

–Parecía que lo estabas manejando bien.

–Sí, bueno, gracia por tirarme a los lobos. –Cogí una papa frita del plato, asegurándome de tomar la que sostenía toda la estructura. Se derribó, pero a Him Chan pareció no importarle. Si no que cogió otra papa frita, la metió en su boca y masticó pensativamente.

–Bueno –dijo él, una vez que tragó–. Parece que, oficialmente, has hecho una cita con el diablo.

Gemí.

***************

Mientras caminaba hacia mi auto después de que la última campana sonara, Him Chan me alcanzó, con música saliendo de los auriculares que colgaban de su cuello, pero, por lo menos, él estaba en silencio. Seguía molesto porque no me ayudó con Young Jae, así que esperé hasta que llegué a mi auto para acusarlo.

– ¿Se me cayó algo? –dije, incapaz de pensar en cualquier otra manera de aclarar mi punto. No quería hablar con él.

– ¿Qué? No, por supuesto que no. Si lo hicieras, te lo devolvería. –Su desconcierto me confundía. ¿Realmente no había entendido?

Me detuve con la llave en la cerradura, preguntándome cuanto iba a durar esto. ¿Era sólo por hoy, o tenía que esperar que mi status de nueva curiosidad desapareciera? Me habían estado observando durante todo el día, pero nadie más de Him Chan, Jae Bum y Young Jae se habían acercado a mí. No estaba sorprendido. Ellos se conocían entre sí desde que usaban pañales, y habían forjado sus grupos desde el preescolar, más que probable. No pertenecía a ningún lugar aquí. Lo sabían, y eso me parecía perfecto.

–No tengo citas.

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerme, pero ahora que las dije, tenía que seguir.

–Incluso en mi antigua casa, no salía con chicos. Es sólo… no lo hago. No es nada personal. No estoy inventando excusas. Lo digo en serio… no salgo.

En vez de lucir decepcionado o cabizbajo, Him Chan me miró con sus grandes ojos azules y una expresión en blanco. Mientras los segundos pasaban, sentí mis mejillas enrojecer. Al parecer salir conmigo había sido la última cosa en su mente.

–Creo que eres bonito.

Pestañeé. O quizás no.

–Pero eres por lo menos un ocho, y yo soy un cuatro. No se nos permite salir juntos. Lo dice la sociedad.

Mirándolo, traté de averiguar si estaba hablando en serio. No lucía como si estuviera bromeando, y me estaba mirando de nuevo, como si estuviera esperando alguna clase de respuesta además de un bufido.

– ¿Un ocho? –exclamé. Fue la única cosa que pude decir.

–Quizás un nueve, si te maquillas un poco. Pero me gustan los ocho. A los ocho no se les sube a la cabeza. Los nueve lo hacen. Y los diez no saben ser otra cosa que dieses… como Young Jae.

Él estaba hablando en serio. Giré la llave en la cerradura, deseando tener un celular para fingir que alguien me llamaba.

–Bueno… gracias, supongo.

–De nada. –Hizo una pausa–. ¿Jun Hong? ¿Puedo preguntarte algo?

Me mordí el labio para detenerme de señalar que ya lo había hecho.

–Seguro, dispara.

– ¿Qué está mal con tu madre?

Me congelé, y mi estómago se revolvió. No dije nada por varios instantes, pero él aún esperaba una respuesta.

Mi madre. Su enfermedad era la última cosa sobre la que quería hablar. Parecía equivocado difundirlo, como que estaba de alguna manera difundiéndola a ella también. Y egoístamente quería mantenerla para mí mismo, por esos pocos últimos días, semanas, meses… por el tiempo que me quedara con ella, quería que sólo fuera ella y yo. Ella no era una exposición rara a la que pudieran ver o algún chisme que pudieran susurrar una y otra vez, no los dejaría hacerle eso a ella. No los dejaría contaminar su memoria así.

Him Chan se inclinó contra mi auto, y vi un destello de simpatía en sus ojos. Odiaba ser compadecido.

– ¿Cuánto tiempo le queda?

Tragué saliva. Para alguien con cero habilidades sociales, podía leerme como un maldito libro. O tal vez realmente era eso obvio.

–Los doctores le dieron seis meses de vida cuando yo era un estudiante de primer año. –Agarraba las llaves de mi auto tan fuerte que el metal cortaba mi piel. El dolor era una distracción bienvenida, pero no era lo suficiente para hacer al nudo de mi garganta desaparecer–. Ella ha estado esperando por un largo tiempo.

–Y ahora ella está lista.

Asentí aturdido. Mis manos me temblaban.

– ¿Tú lo estás?

El aire alrededor de nosotros parecía sobrenaturalmente pesado para septiembre. Cuando me concentré en Him Chan nuevamente, atormentando mi cerebro por algo que decir que lo hiciera irse antes de que comenzara a llorar, me di cuenta de que casi todos los otros autos se habían ido.

Him Chan llegó a mí alrededor y abrió la puerta.

– ¿Estás bien para manejar a casa?

¿Lo estaba?

–Sí.

Él esperó mientras me subía al auto y, gentilmente, cerró la puerta detrás de mí. Bajé mi ventanilla tan pronto como arranqué el motor.

– ¿Quieres que te lleve?

Él sonrió, inclinando su cabeza como si hubiera dicho algo sorprendente.

–He caminado a casa cada solitario día de la preparatoria hasta ahora, en la lluvia, nieve, aguanieve, granizo, cualquier cosa. Tú eres la primera persona que se ofrece a llevarme a casa.

Me ruboricé.

–No es gran cosa. La oferta sigue en pie, si quieres.

Him Chan me miró por un momento, como si estuviera tomando algún tipo de decisión sobre mí.

–No, está bien, caminaré. Sin embargo, gracias.

No estaba seguro de si estar aliviado o sentirme culpable por querer sentirme aliviado.

–Te veo mañana entonces.

Él asintió, y puse el auto en reversa. Justo antes de que quitara mi pie del acelerador, Him Chan estaba al lado de la ventanilla de nuevo.

– ¿Oye, Jun Hong? Tal vez ella esperará un poco más.

No dije nada, desconfiando de mí para mantener la compostura. Él miró mientras me retiraba del espacio, y cuando giré sobre la calle principal, capturé un vislumbre de él atravesando el estacionamiento. Se había puesto sus auriculares de nuevo.

A mitad de camino a casa, tuve que parar y darme tiempo para llorar.

*************************

Mamá se pasó la mayor parte de la noche agachada sobre un lavabo teniendo arcadas, y pasé la mayor parte de ella tirando su cabello hacia atrás. Para cuando la mañana llegó y Hyorin, la enfermera de día, apareció, mi madre apenas tenía suficiente energía para reportarme enfermo, excusándome de mis clases, y ambos dormimos el día entero.

Después de otra ronda de escalofriantes pesadillas, me desperté bruscamente después de las cuatro, mi corazón latiendo con fuerza y la sangre fría en mis venas. Podía sentir aún al agua llenar mis pulmones mientras luchaba por respirar, podía aún ver lo oscuros remolinos de sangre que me rodeaban mientras que la corriente me derrumbaba, y cuanto más luchaba, más me hundía. Me tomó varios minutos calmarme, y una vez que puede respirar regularmente de nuevo, apliqué un poco de corrector debajo de mi ojos para ocultar las oscuras ojeras. La última cosa que quería era que mi madre se preocupara de mí también.

Cuando fui a verla, Hyorin se sentaba en una silla frente a su puerta, tarareando suavemente para sí misma mientras tejía un suéter morado. Ella se veía tan alegre que nunca habría sabido que mi madre se estaba muriendo en el otro lado de la puerta.

– ¿Está despierta? –dije, Hyorin sacudió su cabeza–. ¿Incluiste su medicación a su VI2?

–Claro, querido –dijo amablemente, y dejé caer mis hombros–. ¿Vas a ir a la fiesta esta noche?

– ¿Cómo sabes acerca de eso?

–Tu madre lo mencionó – dijo–. ¿Es eso lo que vas a usar?

Bajé la mirada hacia mi pijama.

–No voy a ir. –Era una hora con mi madre que nunca recuperaría, y no nos quedaban muchas como esas juntos. Hyorin chasqueó su lengua con desaprobación, y le di una sucia mirada–. ¿No harías lo mismo si ella fuera tu madre? Preferiría pasar esta noche con ella.

– ¿Es eso lo que ella querría que hicieras? –dijo Hyorin mientras depositaba su tejido–. ¿Poner tu vida en suspensión mientras esperas que ella se muera? ¿Crees que eso es lo que la haría feliz?

Miré a lo lejos.

–Ella está enferma.

–Ella estaba enferma ayer, y estará enferma mañana –dijo Hyorin gentilmente. Sentí su cálida mano en la mía, y la aparté, cruzando mis brazos con fuerza sobre mi pecho–. Querría que tú tuvieras una noche para ti mismo.

–No sabes eso –dije bruscamente, mi voz temblando con una emoción que se rehusaba a quedarse enfrascada–. No la conoces, así que deja de actuar como si lo hicieras.

Hyorin se paró y cuidadosamente arregló el tejido en su silla.

–Yo sé que todo sobre lo que habla es acerca de ti. –Ella me dio una triste sonrisa que no puede aguantar ver, así que miré hacia la alfombra en su lugar–. Ella no quiere nada más que saber que tú estarás feliz y bien sin ella. ¿No piensas que una hora o dos de tu tiempo podría valer una pequeña paz y consuelo?

Apreté mis dientes.

–Claro, pero…

–Pero nada. –Cuadró sus hombros, e incluso aunque ella era de mi estatura, de repente la vi mucho más alta–. Ella quiere que seas feliz, y puedes darle mucho de eso saliendo esta noche y haciendo amigos. Me quedaré y me aseguraré de que ella esté cuidada, y no tomaré un no por respuesta.

No dije nada, mirando a Hyorin mientras mi cara ardía con enojo y frustración. Ella miraba de regreso, sin ceder un centímetro, y finalmente tuve que apartar la mirada. Ella no sabía cuán preciado era cada minuto para mí, y no había manera de que lo entendiera, pero estaba en lo cierto sobre mi madre. Si eso la haría feliz, lo haría.

–Bien. –Limpié mis ojos con mi manga–. Pero si algo le ocurre a ella mientras estoy fuera…

–No pasará – dijo Hyorin, la calidez de vuelta en su voz–. Prometo que no pasará. Ella incluso podría no notar que estás fuera, y cuando regreses tendrás una historia que contar, ¿o no?

Si Young Jae se salía con la suya, estaba seguro de que lo haría.

Notas finales:

Referencias

2Vía Intravenosa.

Tratare de subir otro capitulo, pero no prometo nada :D

Espero les este gustando la historia.

Sin más hasta la proxima.

Bye Bye n.n


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