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Reloj. por MitcheKiller117

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Notas del fanfic:

Disclaimer: No formo parte de la SM. No soy Wu YiFan. No soy Tao. Yo solo soy una loca soñadora dispuesta a narrar, en su mayoría, locas historias de amor.

Notas del capitulo:

Aclaraciones:

—Diálogos.

Puntos a remarcar.

Durante este relato los recuerdos pueden materializarse de un momento a otro.

The lights go out and I can’t be saved. Confusion never stops, closing walls and ticking clocks, going to come back and take you home… Am I a part of the cure or am I part of the disease? You are, you are… Home, home, where I wanted to go.

— Clocks, Coldplay

.

 

 

 

 

 

 

 

Los años han transcurrido.

Estando ahí parado, frente a las puertas del metro que seguramente tardaran un par de segundos más en abrirse, porque puede contarlo, Tao sabe que las manecillas del reloj no se han detenido en veinticinco años.

Hay nuevas personas juntándose para salir primero.

Cada día, un nuevo bebé en el país abrió los ojos y más rápido de lo que pudiesen imaginar, las arrugas comenzaron a aparecer en los rostros de sus padres.

Las estaciones siguieron su curso, aunque algunas ya más largas que otras, porque la tierra nunca se detuvo y al igual que en el pasado, los ya conocidos planetas continuaban girando alrededor de un cada vez más ardiente sol.

El calor y el frío, sin embargo, son las únicas temperaturas a las que ahora los humanos están acostumbrados.

Esto y la hambruna, así como a la desesperación y adicción a lo desconocido, son su pan de cada día.

No recuerda cuando fue la última vez que alguien se detuvo a mirarlo con curiosidad, y demasiados años habían transcurrido ya desde que alguien se refirió a él como un ser hermoso

Porque mientras las puertas del metro se abren y la multitud con la vista fija en sus aparatos móviles avanza desesperadamente buscando la salida para continuar con su rutina, Tao recuerda que junto con los años, también habían venido cambios.

Sus pies lo conducen lentamente a alguna parte, porque no lleva ninguna prisa.

No se gana ninguna mirada reprobatoria de parte de nadie, porque ahora eso es considerado una pérdida de tiempo. Y los segundos son lo más valioso que les queda a los humanos, así que se aferran a ellos lo más que pueden, negándose a desaparecer.

Hay una presencia en el viento cuando acaricia suavemente su rostro al salir de la estación. Casi puede sentir la textura de unas manos llamándolo, pero aunque su corazón le dice que va más allá de lo que puede ver, algo en su cabeza le asegura que debe estar alucinando.

El cielo está manchado de colores enfermizos.

Las maquiladoras y grandes corporaciones han contaminado cada rincón sobre las nubes hasta que la luz del sol comenzó a quemar sus pieles sin autorización. La vida sigue siendo la misma, porque los años no pudieron combatir la pobreza, ni los nuevos inventos tecnológicos el hambre. En algunos países las personas luchan diariamente para obtener un poco de agua, en otros, los arrecifes artificiales le dan a los adinerados más productos con lo que blanquear sus pieles.

No hay igualdad porque demasiado atrás, alguien se olvidó de luchar por ella. Porque el día a día consiste ahora en sobrevivir antes de que caiga la noche y no hay ni un instante para pensar en el mañana.

Cuando repara en donde está, ya sus pasos lo han guiado por cuenta propia fuera de una cafetería en la vieja Beijín.

Y Beijín le sabe a tristeza y melancolía. Y aunque no puede estar seguro, sabe que algo tuvo que haber sucedido para que aun con el paso de los años, siga doliendo tanto.

Una campanita suena cuando abre la puerta, pero nadie se gira como en los viejos tiempos y, pese a que ese siempre ha sido su lugar favorito por ser donde el tiempo transcurre más lento, los chinos vuelven a hacer sonar la campanilla una y otra vez, despidiéndose de él con la ausencia de una sonrisa en la espalda.

No hay nadie ahí a quién conozca.

Pero ya nadie se conoce.

El aroma a granos de café inunda sus fosas nasales, llenando lo profundo de su vacío cuerpo y se sienta en la mesa del fondo para observarlos a todos, como acostumbra hacer cada vez que se detiene en la ciudad.

Le gusta mirar, sobre todo, a uno de los meseros que atiende con una sonrisa pero al que casi nadie se dirige.

Las máquinas han reemplazado a los humanos, dejándolos a ellos mismos caer en el abismo. Pero esa y más, son una de las cosas tan peculiares en ese lugar. El dueño todavía debe tener un corazón bajo toda esa capa superficial de tejidos que es su piel.

El mesero se llama LuHan, si mal no recuerda y debe llevar el mismo tiempo desde que sucedió el eclipse trabajando ahí.

Tao lo ha contado.

Al igual que los meses, los días y las horas.

A veces, LuHan se recarga en la ventana ante la ausencia de clientes que prefieran ser atendidos por una persona como ellos, y mira el cielo a través del cristal como si estuviese esperando por algo.

Por supuesto que después de tanto tiempo observándolo, Tao adivinó que no esperaba por algo, sino por alguien. Y cuando estaba completamente seguro de que no había ojos sobre su delgada silueta, LuHan abría lentamente la ventana y dejaba que una ráfaga de viento lo acariciara.

Cualquiera hubiese podido pensar que estaba loco.

Tao al principio pensó, que se sentía asfixiado y necesitaba un poco de la brisa que al mundo entero le parecía desagradable. Pero cuando sus ojos vieron el aire deslizarse sobre su pelo y la sonrisa esbozada en los labios del hombre, supo que él no era el único que podía sentir esa extraña presencia en el viento.

LuHan regresó al trabajo tras cerrar la ventana cuando su jefe pensó que había pasado mucho tiempo ya descansando.

Y Tao miró nuevamente el reloj que guardaba en el bolsillo, rodando los ojos ante lo exagerados que eran algunos con el pasar de los minutos.

Una taza de café tan humeante como el fuego esperaba por él sobre la superficie de la mesa. Y la Luz entera de la cafetería parpadeó, regocijándose con el calor abrazador proveniente de su taza.

No quería pensar que estaba loco, porque en ocasiones sentía como si algunos fenómenos fuesen humanos y sus siluetas se trazaban en el borde inferior de sus ojos, con las líneas formando rostros que su corazón encontraba conocidos, pero su mente nunca podía reconocer.

Las manecillas se movieron y la campanilla de la puerta volvió a sonar.

Un hombre alto con un abrigo enorme y sombrero elegante se adentró en el lugar.

Tao mentiría si dijese que no era él la verdadera razón por la que procuraba estar ahí cada día.

Wu YiFan, como sabía que se llamaba, siempre se sentaba en la mesa frente a la suya y ordenaba un expreso con leche. Bebía tranquilamente de la taza mientras leía el periódico y se marchaba cerca de las once, envolviéndose nuevamente en telas finas y escondiéndose tras su sombrero.

Con los años, los cabellos grisáceos habían comenzado a volverse más y más numerosos en su cabeza. Pero las arrugas no hacían su rostro menos agraciado a los ojos de Tao, como al del resto de los seres humanos.

Tenía unas manos enormes con las que envolvía la preciosa taza de porcelana. Y sus largas uñas ponían de punta cada uno de los vellos en el cuerpo de Tao.

Sus miradas se habían cruzado más de una vez. Pero el brillo extinto en sus ojos le hacía saber a Tao que lo recordaba tan poco como él.

Los segundos continúan transcurriendo como una minuciosa tortura que lo llevará a levantarse antes de las once para seguir sus pasos, aunque no importaba cuantas veces lo intentase y siempre terminaba perdiéndolo de vista.

Tao quería saber quién era ese hombre y por qué le provocaba tantas sensaciones extrañas.

Su estómago volcado cada vez que lo veía aparecer, lo hacía forzarse a recordar sus días de juventud donde todo estaba borroso. Y sabía que había sido él quien eligió abandonarlo todo y quedarse en la Tierra por alguna razón.

Pero la vida injusta le había arrebatado sus recuerdos.

Y aunque la razón permanecía en su corazón, también era ajena a su mente y se negaba a darle una sola pista del por qué estaba ahí.

Y sin embargo, cada día cuando veía al señor Wu, Tao sentía que podía recordar y las imágenes se materializaban a gran velocidad frente a sus ojos. Borrosas y apresuradas.

Dejando que tuviese esperanza pero abandonándolo de todos modos.

Había manos fuertemente entrelazadas y una promesa muda a base de miradas. Eran esos ojos negros que tanto conocía, parpadeando en dirección a un cielo azul que se había extinto. Había labios tímidamente unidos y luego estaba esa vieja sensación de sus pies apartándose del suelo…

Y Tao volaba por los cielos, aunque fuese únicamente por unos segundos. Y llevaba años buscando un por qué, pero nadie le daba una explicación y su sangre siempre terminaba hirviendo, cociéndose ante la impotencia de no poder acercarse a él.

El señor Wu tiene los ojos negros que recuerda y Tao piensa que si tan solo pudiese tocarlo, descubriría que su mano es la misma que siente bajo sus dedos en lo profundo de sus recuerdos.

Sabe que su corazón late tan rápido cuando lo ve porque hubo algún momento en que YiFan también lo miró de ese modo.

Y sus mejillas se ruborizan no solo impotentes, sino también apenadas, cuando los ojos negros ahora brillantes, se fijan en los suyos por un par de segundos más.

Sus pequeños labios se abren como si pretendiese decir algo, pero entonces las suyas vuelven a ser solo oscuras cuencas que caen en el olvido y el corazón de Tao se oprime ante la nueva imagen que se materializa bajo sus parpados...

El cielo es azul y las nubes terriblemente esponjosas.

Hay personas cuyos rostros no puede recordar y se están riendo, pero no se burlan. Las grandes manos que ya se sabe de memoria envuelven las suyas y finalmente, alza la vista, encontrándose nuevamente con sus ojos negros.

YiFan le sonríe tímidamente, aunque es mucho más joven.

Sus dedos se entrelazan con los suyos y su boca se abre ahogando un grito cuando siente su estómago vaciarse al ser privado del suelo. Porque sus pies están flotando y Wu parece divertirse con la expresión que hay en su rostro.

Tao le grita que se detenga, aunque en la actualidad no quiere que pare.

La cabeza del otro se ladea y pronto sus labios están rozando los suyos con vergüenza. YiFan sonríe durante el beso aunque a sus pensamientos solo viene el nombre de Kris...

Los que deben ser sus amigos vitorean y todos los vellos del cuerpo de Tao se erizan, cuando todo se siente increíblemente real y se da cuenta de que realmente está volando por los cielos.

La mano de Kris sujeta la suya con fuerza y de sus labios se escapa un susurro.

El mismo susurro con el que sus ojos se abren siendo abofeteados por la realidad, ese que no deja de resonar en sus oídos.

No me dejes ir.

El susurro que es condena.

Porque Tao tiene ya no solo tiene la sensación, sino que está seguro de que ese es el motivo por el cual está ahí sentado, sintiendo los oscuros ojos de YiFan fijos en él.

Y es ahí cuando luego de veinticinco años el tiempo vuelve a detenerse y las manecillas del reloj ya no avanzan.

Hay una mujer sentada junto a la razón de su existir, junto a lo que ha estado buscando durante tantos años. Y sus manos están juntas sobre la mesa, la de ella presionando firmemente la de él.

Tao sabe que es su esposa y que hace casi quince años que frecuentan juntos la misma cafetería. Sabe también que la mujer está celosa, que lo mira con repulsión y que no soporta cuando YiFan le dedica toda su atención.

Apuesta porque ninguno de los dos sabe quién es, pero se siente importante porque son los únicos humanos que reparan en su impactante presencia.

El tiempo no dejó de transcurrir durante todo ese tiempo, pero Tao, Tao sigue intacto como en sus recuerdos. Poder controlar el tiempo lo dejó estancado en él, esperando hasta que pudiese encontrar a Kris, porque lo había prometido, porque había renunciado a todo para encontrarlo.

Y aunque lo había intentado con todas sus fuerzas, la vida no lo privó de volverse a encontrar con lo que más anhela tener.

Aunque viéndolo de cerca y sintiendo sus pies avanzar hacia él, Tao sabe que no importa qué tan cerca estén, porque YiFan no es la misma persona que lo besa en sus recuerdos y él no es quien está sentado junto a él compartiendo una taza de café.

Y sabe que la vida le arrebató a Kris mucho antes de que tuviese la oportunidad de encontrarlo de nuevo. Y que esa no es la primera vez que se da cuenta de ello.

Sabe que la vida es injusta y se ríe a sus espaldas, así como se ríe de LuHan y la brisa acariciando su rostro cada mañana.

Porque Tao lo abandonó todo porque no era capaz de dejar a YiFan.

La oportunidad de volver a su planeta y buscar un nuevo comienzo.

A sus iguales.

Abandonó la oportunidad de no estar atrapado en los días y ser preso del tiempo que ya no es capaz de controlar.

Y todavía no es capaz de dejar a YiFan.

Porque han pasado veinticinco años y aunque él es consciente de ello, no es consciente de que las manecillas del reloj han estado quedándose quietas todos los días cerca de las once, cuando vuelve a recordar a Kris.

Y se pregunta por qué, mientras sus dedos se deslizan sobre la superficie de la piel de porcelana de YiFan.

Y su corazón duele horrores, porque está atrapado en los días, tanto como Kris en los segundos y no hay nada más que pueda hacer. Los labios de YiFan están fríos cuando se inclina para tocarlos… Su corazón está ausente, no puede sentir.

Pero siguen existiendo en sus recuerdos y Tao daría todo por vivir en ellos. Es por eso que cada día, durante tanto tiempo, ha decidido olvidar.

Privarse de los recuerdos para volver a vivirlos una y otra vez.

Así que deja que las lágrimas fluyan, mojando sus bocas mientras retrocede un poco. Sus dedos se entrelazan y casi puede escuchar la súplica de su piel gritarle que no lo deje ir.

La mirada perdida de Kris está fija en la suya pero no puede verlo, así como sabe que no puede recordarlo por más de unos segundos al día.

Y no es suficiente.

Sabe que nunca lo será mientras vuelca la taza en la mesa, pero lo prefiere a vivir en el olvido.

Su elección los separó y ninguno de los dos puede arrepentirse de lo que ha hecho, porque ninguno de los dos recuerda haberlo hecho.

Eso claro, hasta que el reloj marca las once y ZiTao se da la vuelta.

La taza de café que YiFan había estado bebiendo se desploma sobre el suelo cuando Tao cierra la puerta y la campanilla suena a sus espaldas.

Los ojos del Wu se quedan fijos en ella.

Algo está mal, muy mal. Terriblemente mal. Sus labios están húmedos y su corazón acelerado.

Tao…

El nombre se le escapa desde lo profundo del alma, pero no sabe de quién está hablando. Sus puños se cierran, blanqueando rápidamente sus nudillos y gira la cabeza esperando encontrar desesperadamente a alguien que no conoce.

Su corazón late despacio y se siente preso de los segundos.

Porque efectivamente, las manecillas del reloj siguen moviéndose.

 

Notas finales:

Pensé hacer esto después de que vi el Teaser de Tao para EXOdus. Originalmente se trataba de una viñeta, pero soy de las que empiezan y ya no pueden detenerse. Me quedó muy crack(? Porque siento que no tiene mucho sentido :c

A lo mejor no tiene mucho sentido, ni sienten feo. Pero bueno, es la primera vez que involucro algo fantástico en una de mis historias, como sus poderes…

Si no me di a entender, cuando sucedió "el eclipse" y todo EXO se reunió de nuevo para volver al EXOplanet, Tao eligió quedarse y la vida se lo cobró con sus recuerdos. Así que Tao(que no envejece) vivió durante años intentando encontrar a Kris (cuya elección mucho antes fue abandonar sus poderes), porque lo había prometido y aunque no lo recordaba, vivía con la sensación. Cuando finalmente lo encuentra, ninguno de los dos puede recordarse. No es sino hasta que se miran que lo hacen y es ahí cuando Tao detiene el tiempo, porque Kris no está solo. Y sabe que no puede hacer nada al respecto, por eso es que se marcha y espera al día siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente. Por tener unos segundos con Kris.

Soy una bola de drama <3

Bueno, adiós, si les gustó háganmelo saber. Si no… meh :C –se va rodando, choca contra un muro y se hace bolita-.

 

 


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