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Conóceme Antes por KazumiYagami

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Notas del capitulo:

¡Hola bellezas! :')

Ante todo, muchísimas gracias a aquellas que se animaron a comentar el primer capítulo, espero les agrade el desarrollo del Fic y como se irán dando los problemas de los chicos en sí.

Advertencia: Capítulo con contenido lemonoso.

CAPÍTULO II

El ambiente era confortable, se percibía agradable hasta cierto punto. El canto de los pajarillos a media mañana y la luz del sol que se colaba por los delgados hilos de las cortinas descifraban la llegada de un potente y caluroso día.

No supo si fue por la luminosidad tan incandescente que golpeó de pronto su rostro o el ruido tras las paredes aquellas, pero de un momento a otro comenzó a despertar con una pereza descomunal, hasta con cierta pesadez valdría decir, pues al instante sus bellas y joviales facciones dibujaron una mueca que marcaba, por seguro, un incipiente malestar matutino.

—Ah, nunca más vuelvo a beber…— Susurró cansinamente, repitiendo quizás por cuanta vez en su vida esa frase que, bien sabía, por más que dijera no iba a cumplir.

Su cabeza estaba partida en dos, producto de la resaca infernal que acompañó su primer movimiento entre las ropas de la cama, sí, su siempre placentera y cómoda cama… O ahí creía estar.

Error. Inesperadamente, apenas abrió los ojos se percató que no le eran para nada conocidos aquellos trazados de los tapices en las paredes, y fue entonces cuando se levantó de golpe y recién dio cuenta de la conocida estructura de toda la habitación. Definitivamente era la casa de Elle, definitivamente había terminado inconsciente allí, bien, tampoco es como si fuese la primera vez. Sin embargo, el repentino sobresalto que tensó su espalda pareció no querer dejarlo cuando de la nada, el sonido de una respiración de lo más calmada de cierto chiquillo dormido a su lado llegó como bala a sus oídos.

¡¿Ah?!

Light sudó frío cuando volteó el rostro y lo vio allí, reconociendo de inmediato y sin mucho esfuerzo al muchachito aquel, que inadvertido de todo a su alrededor, seguía dormitando relajadamente.

—¿…Matt?— Balbuceo con un escalofrió recorriéndolo de pies a cabeza y se preocupó, vaya que se preocupó de tan sólo imaginar la paliza que le daría Mello si llegase a verlo allí, en la misma cama junto a su amigo… ¡Maldición, no quería terminar en el hospital!— Demonios, ¿Qué le hice a este chico?

De un momento a otro su mente fue veloz, viajando en una maraña de cientos de posibilidades que pudieron haber pasado, pero por favor, no había que ser un genio para descifrar lo que ocurría allí.

¡¿Acaso se había acostado con él?! Mello lo iba a matar.

El ligero quejido de Mail lo hizo girarse una vez más para contemplar, ahora totalmente despierto, los confines del rostro inocentón que el de cabellos rojos poseía. Se veía completamente indefenso, pero lo que más llamó la atención en Light fueron precisamente las marcas que decoraban su inmaculado cuello. Eran besos, definitivamente, pero más que eso no pudo ver, la camisa a rallas se lo había impedido.

¿Estamos vestidos?

Se cercioró de inmediato, levantando con un poco de nervios las sabanas de terciopelo, y sí, en efecto, sus ropas seguían allí, pegadas a los poros de su piel, lo que ciertamente lo calmó. ¡Pero mierda! Seguía sin recordar cómo demonios había llegado hasta ahí con el pelirrojo aquel.

.

Sus pozos negros recorrían con nulo interés el paisaje desde la ventana del vehículo, evidenciando que sus pensamientos estaban conexos a otro tema, y es que a pesar de que su rostro estuviera en el más grande de los mutismos, Near ya comenzaba a embrollarse en un manojo de emociones y no sabía cuál de todas era la más fuerte que estaba viviendo. Sólo estaba seguro de una cosa, y esa era que estaba ansioso por llegar a casa y ver a su querido hermano mayor.

¿Hace cuánto no le veía, cuántos meses eran ya? Mucho había pasado, y sencillamente estaba feliz por volver a encontrarse con él, impaciente por lanzarse a sus brazos para que acariciara su cabecita blanca como solía hacerlo desde que era un bebé.

Pensando en eso, sonrió de lado por primera vez desde que había arribado, gesto que no pasó por alto para Watari, que como siempre, seguía a su lado. El anciano, contagiado por el sentimiento de placidez del pequeñín, esbozó una sonrisilla silenciosa amoldando su mano al hombro de su protegido más joven.

—Hemos llegado Near.

No dijo más, ni Nate lo necesitaba tampoco, en sus ojos se vislumbró un brillo único cuando reconoció sin demora los grandes muros de concreto que hacían alusión a la entrada de su hogar. Pronto, el elegante automóvil negro se adentró a una hilera de verdes jardines que rebosaban de abundancia y vitalidad, desde donde se divisaba sin problemas la fachada de la llamativa mansión Lawliet, bastante hogareña a pesar de su excentricidad.

El albino la observó con añoranza. Amaba aquel lugar, aunque debía abandonarlo unos cuantos meses al año para así continuar sus estudios en una prestigiosa institución en Winchester. Siempre la extrañaba y si fuese por él, jamás la dejaría atrás, mucho menos a su hermano, pero sabía que tenía que seguir la tradición de la familia y estudiar en su país natal, Inglaterra, como todos los Lawliet lo habían hecho a su debido tiempo. Eso era lo que Watari cada vez que podía le recalcaba.

Diez o quince metros más adentro y ya estaban estacionados frente a la entrada principal. Near fue el primero en bajar, y casi sin soportar las ansias de correr hasta Elle, dejó su equipaje en el recibidor y esperando a Watari ingresaron ambos a la residencia.

Sin embargo, el inocente semblante de felicidad hecho en Nate se desvaneció tan pronto como tocaron el vestíbulo y se encontraron con aquel mísero espectáculo. Las figuras perezosas de algunos jóvenes sobre los sofás o incluso el piso de la sala alteraron de sobremanera a anciano y niño, que por inercia, taparon sus narices ante el fuerte hedor a alcohol, tabaco y quizás qué otras sustancias que inundaron sus fosas nasales de golpe y sin aviso.

—¡¿Qué es todo esto?!

El alarido de Quillish fue monumental, incluso Near se sobresaltó al saber lo extraño que era ver comportarse así al, siempre amable, Watari. Pero también conocía a qué se debía su creciente enojo. Ipso facto, el anciano al ver que nada cercano a como había dejado la casa antes de partir en busca del menor de la familia quedaba, subió las escaleras en dirección a una de las tantas habitaciones, teniendo en mente en todo momento a cierto joven de profundos ojos negros.

¿Qué hiciste esta vez Elle?

.

Justamente, en la habitación del hijo mayor de los Lawliet, Mihael se hallaba contemplando el rostro de su querido compañero de cama que yacía junto a él durmiendo como si nada. El azul de su mirada se perdía con candidez en aquel par de labios que ahora engullían el dedo pulgar de su dueño, tal como un niño caprichoso y mimado. Sí, los mismos que tuvo la suerte de probar y que recorrieron su piel tan expertamente hace sólo unas cuantas horas atrás.

La sonrisa que se hizo en Mello delató por completo su dicha, su absoluta plenitud y regocijo al contacto pasional que había tenido con su compañero de cátedra y amor platónico. Así, albergando esa especie de felicidad que lo embriagaba, acarició con una sutileza rara en él, los azabaches cabellos de un adormilado Elle, que ante el contacto se removió perezoso en su sitio, quitándole así el aturdimiento de un profundo sueño.

—Buenos días, dormilón.

Espetó Mihael, llevando sus labios aún hambrientos hacia la boca del pelinegro como coqueto saludo, sin embargo, ni siquiera alcanzó a llegar a ella. Elle se había sentado de sopetón, viendo espantado todo a su alrededor, la preocupación se sentía palpable en su rostro a medida que inspeccionada cada centímetro de su habitación, hasta que, atolondrado dio con los confusos ojos del rubio.

—¿Mello?— Reaccionó, abriendo sus negras orbes con exagerada fuerza, debido al asombro que le produjo no sólo la presencia de su amigo en su cama, sino que también por la luz del día que se colaba por los ventanales— ¡¿…Qué hora es?!

—Casi es mediodía, ¿Por qué… Qué pasa?

—¡Mierda! Watari está por llegar— Se apresuró en reclamar Lawliet, tratando desesperado de alcanzar sus pantalones y ropa interior, todo ante la mirada de un pasmado Mihael que había quedado allí sentado como estatua— Demonios, vístete y ayúdame a despejar la casa, que todos se vayan antes de que…

¡Click!

Demasiado tarde, el latido de su músculo cardiaco pareció detenerse y apresurarse al mismo tiempo, cuando se oyó la manecilla de la puerta sonar antes de que ésta se abriera por completo y el protector de la familia hiciera ingreso a su habitación. La mirada enfurecida de Quillish en seguida taladró la suya, mirándolo con incredulidad sobre la cama. El silencio que se hizo fue incómodo, y a lo único que atinaron ambos muchachos fue a cubrir con las sábanas su desnudez.

—Watari…

Cualquier palabra más fue interrumpida por los tranquilos pasos que se escucharon acercándose, el corazón de Elle se aceleró conforme avanzaban, y es que supuso sin problemas de quien se trataba. Lo que menos quería era que su pequeño hermano se lo encontrara así, en aquellas condiciones sin siquiera poder defenderse, más no tuvo tiempo de reaccionar o hacer algo para impedirlo, frente a sus pozos negros la expresión, hasta ese entonces soñadora de Nate, se volvió ácida y sorprendida al descubrirlo desnudo y con otro hombre.

Ciertamente, Elle pudo jurar que la decepción que se empezó a apoderar de las facciones del pequeño lo destrozó.

—Near por favor, espérame abajo, tengo que hablar con tu hermano— Dictó con frialdad Watari, posando su mano sobre el hombro del infante, viendo directo y con rudeza los ojos negros del azabache. El albino, aun aprensivo ante lo que veía no dudo en obedecer, sin antes mirar al joven ojeroso con tristeza para terminar desapareciendo en una fugaz carrera rumbo a la planta baja.

Más temprano que tarde, ambas miradas nuevamente se volvieron a cruzar y esta vez Elle tragó grueso amenazando con balbucear cualquier tontería.

—Déjame explicart…

—No— El anciano le cortó seriamente— Tienes edad suficiente para hacer lo que desees, no te reclamaré nada, aunque de verdad lamento que hayas preferido a tus amigos antes que a Near— Dijo apenas, mirando con disimulo al chico tras las espaldas del pelinegro. Mello tembló sin quererlo ante aquel acto— Él de verdad quería que le fueras a buscar y eso tú lo sabes mejor que nadie.

¡Maldición! Lo sé…

Elle agachó la mirada, no sabiendo ni qué cosa decir para resguardarse y calmar las aguas. En el fondo sabía que nada podría remediar lo que había hecho, menos para con su pequeño hermano.

La había cagado.

—Ahora procura despachar a tus amigos, debo asear la casa— Atajó el hombre con su semblante más serio dando por terminada la discusión, antes de salir de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

Ahí recién Mello, que hasta el momento parecía estar en segundo plano, reaccionó apenado por la tensa situación que sin querer había presenciado y sin demora se abrazó a la espalda del ojeroso, tratando sin resultado alguno de buscar la mirada oscura de éste.

—Elle, si puedo ayudarte en alg…

—Vete Mello— Más sin embargo, fue lo único que consiguió. Elle lo alejó casi con brusquedad, todo para acurrucarse como niño pequeño sobre el acolchonado tapándose hasta la altura de los hombros y sin obsequiarle, ni siquiera, una mirada— Déjame solo.

—Pero Elle…

—¡Qué te vayas! ¡Lárgate!

Sin lugar a dudas, esa repentina y altanera actitud del chico sorprendió de sobremanera a Mihael, pero lo que escuchó luego de aquellas palabras no tuvo comparación alguna para él.

.

Una desconocida calidez lo invadía gratamente, llenándolo de un sensación de lo más acogedora, y a pesar de que sus ojos permanecían cerrados podía adivinar que no se hallaba en su cama, en su cuarto, en el apartamento que compartía con Mello. Cuando sintió que ese calorcillo extraño se acercaba cada vez más a su frente, lentamente abrió sus parpados dando un leve bostezo que interrumpió de manera abrupta y repentina.

¿Por qué? Pues grande fue su sorpresa al encontrarse con una mirada miel analizándole el rostro con cuidadosa delicadeza, es decir, el rostro de Light a centímetros del suyo.

¿Qué…?

—¿Light…?— Atinó a balbucear a duras penas, sintiendo el aliento del mayor chocar contra sus finos labios humedecidos, acto que tiñó con insolencia sus mejillas, acompañando también el mismo color sonrosado al rostro del universitario.

Por alguna razón, el castaño no reaccionaba, ni siquiera al darse cuenta que Jeevas había despertado, simplemente se le quedó mirando embobado, sintiendo inexplicablemente el deseo de quedarse así por un raro impulso de su cuerpo. La situación le pareció deja-vú, otra vez estaban cerca, recorriéndose con la mirada, apunto de tocarse piel con piel, más no hacían nada.

—¡Matt!

Ambos se sobresaltaron ante el fuerte grito que sin anestesia los había regresado a la realidad, y aún inconscientes de lo que fuera que estuviese pasando, viraron sus cabezas en noventa grados hacia el causante de su “interrupción”. Allí estaba, parado en la puerta abierta de par en par, el rubio con una mueca de molestia en el rostro, vestido sólo con sus negros pantalones de cuero y el resto de su ropa colgando del brazo.

—¿Mello?, ¿Qué pasó?— Se preocupó de inmediato el pelirrojo, al ver esa expresión emputada y desencajada en la cara de su amigo, sabiendo sin siquiera preguntarle que algo malo le había pasado.

—¡No preguntes y mueve el culo idiota!— Apretó los dientes fuerte, golpeando la pared— ¡Nos largamos de aquí!

.

Lagrimeaba, sin quererlo ni pudiendo controlar las estúpidas reacciones de su cuerpo Near se acurrucaba en un rincón de la biblioteca, tratando con todas sus fuerzas de parar el hipo involuntario en el que había sucumbido.

A esas alturas, seguía negándose lo que había visto, pero conforme los minutos pasaban, menos dudas le quedaban que todo fue verídico. Tantas horas de viaje no parecían valer la pena ya, todo se hubo de haber derrumbado para el pequeño frente a sus ojos cuando entró en el que era su hogar.

Prefirió divertirse antes que ir por mí.

Pensó con angustia, endureciendo su mirada sin advertirlo siquiera. Bajó la vista, topándose de lleno con aquel bello robot de resplandecientes colores que con el tiempo se convirtió en uno de sus más grandes tesoros. Lo tenía desde los cinco años, desde ese día en que Elle se lo había regalado, prometiéndole firmemente que jamás lo olvidaría mientras él estuviera en Inglaterra, que siempre podría contar con él, que lo estaría esperando con los brazos abiertos cada vez que tuviera un descanso de los estudios y lo quisiera ir a pasar con él.

Pff. Dichas promesas parecieron ser sólo palabras vacías ahora. Su hermano, definitivamente, lo había decepcionado.

—¿Por qué tan triste?

El espasmo en el pequeño fue el impulso de escape que buscó su cuerpo al escuchar esa voz grave susurrándole a sus espaldas. Y es que estaba tan ido en su tristeza que parecía sólo existir él y su hermano, claro, hasta que volteó su cabeza para ver con sorpresa el peculiar rostro de su interlocutor. No respondió ni mucho menos, quedó prendido de esos orbes rojizos que hicieron estremecer todo su delicado cuerpo de un escalofrío.

Le resultaron tan intimidantes que sin percibirlo se aferró con desespero a su robótico juguete de metal, envolviéndolo en una imagen asustadiza que a su acompañante le pareció netamente adorable.

—Un niño tan lindo como tú debería sonreír, ¿Sabes?— El recién aparecido pelinegro se acercó lentamente al albino, para acariciar con sutileza aquellos bellos rizos blancos que poseía, ocasionando un respingo involuntario en el pequeñín.

Near, aun pasmado por ese atrevido acto de un completo desconocido, afiló la mirada con desconfianza, decorando su rostro con la frialdad de siempre y al instante, retrocedió con su cuerpo alejándose de aquel. Notó que compartía un parecido admirable con Elle, pero en definitiva, nunca serían iguales.

Sin saber por qué, el hombre aquel le produjo al pequeño Nate un sentimiento de lo más perturbador.

—¿Quién es usted?

El extraño personaje sonrió de lado, maravillándose retorcidamente con esa actitud del menor. Sin más, se agachó a la altura del niño para verle mejor, y de paso, interponerse sin permiso dentro de su espacio personal, antes de responderle:

—Llámame Beyond, angelito.

Aquel comentario y la hermosa sonrisa que recibió de ese insólito joven, hicieron galopar sin percibirlo su corazón. Por un momento, y casi sin quererlo, le hizo olvidar por completo el motivo del por qué se encontraba allí.

.

El estridente sonido de las llaves fuertemente lanzadas a la mesa de centro preocupó a Matt, más todavía si era aquello posible. En todo el camino hacia el apartamento, Mello ni siquiera se había dignado a dirigirle la palabra, al contrario, el de ojos verdes se vio obligado a seguirle el paso, ya que el rubio parecía como alma que llevaba el diablo caminando a toda velocidad. Y a pesar de ya estar acostumbrado a las mañas de su amigo, ciertamente, lo que más le llamaba la atención a Mail era el saber por qué tal desespero por dejar la casa de Elle.

La noche anterior nada más, en plena fiesta, estaba de lo más risueño y agazapado como garrapata a la figura del pelinegro, bastante contento y animado por lo que pudo ver, así que, se preguntaba entonces qué había ocasionado tal cambio de ánimos de la noche a la mañana, pero antes de poder cuestionarle cualquier cosa, el blondo ya se había encerrado en su cuarto dando un portazo de los mil demonios.

Ahora precisamente, Mihael miraba agitado y triste como el agua caía de entre sus cabellos, acariciando cada hebra en su cabeza y siguiendo un caminito revoltoso hasta la punta de sus pies desnudos. Su mirada nublosa se veía y el demacrado aspecto de su expresión daban por hecho que nada bueno podía estar apoderándose de sus pensamientos, mientras se daba una fría ducha.

Por reflejo, rozó con la punta de sus dedos sus propios labios, su mejilla, su cuello marcado por los besos del hombre que le había robado hasta el más mínimo soplo de su aliento la noche anterior. Todas las sensaciones de esa deliciosa boca sobre su piel, los gemidos en su oído y los suyos mezclándose, el contacto de sus pieles desnudas… Todo, absolutamente todo lo vivía su cuerpo todavía, pues eso fue lo que deseó siempre, que Elle lo recorriera con su anatomía completa, que lo hiciera suyo, es más, que le susurrara mil y unas veces su amor.

Así que, cómo era posible que lo olvidara entonces.

Cómo hacerle para olvidar aquello:

La habitación se llenó de jadeos que se esbozaban enloquecedoramente, mientras entre el calor y la necesidad por un mayor contacto se mezclaba la adrenalina absoluta de sus anatomías complaciéndose en un mutuo éxtasis.

El de cabellos negros jugueteaba con travesura en la entrepierna de un muy excitado Mihael, embriagándolo en un placer desbordante y aventurero, recorriendo con caricias salvajes y rasguños descontrolados la suavidad de aquellos blancos muslos que se mantenían al descubierto, listos para ser explorados, no importándole si el dueño de tan apetitosa piel se quejaba de ello, es más, Elle no podía evitar calentarse con los eróticos grititos que su lujurioso amigo emitía con cada roce.

—Estás tan preparado aquí abajo— Sonrió pícaramente, deteniendo el trabajo de sus labios y lengua para abrir más las piernas del rubio, tiñendo sus mejillas de rosado al tener tan maravillosa vista frente a sus ojos— No creo que ésta sea tu primera vez, ¿Verdad?

Lo miró detenidamente, sonriendo de lado y Keehl, idiotizado por aquella profunda mirada negra sobre su ser, se limitó a estremecerse como cual gato, prisionero entre los juguetones dedos de su dueño.

—Claro que no— Aclaró entrecortadamente, atrayendo con su dedo al mayor hasta su hambrienta boca para morderle con provocación el labio inferior— Pero me muero por hacerlo contigo.

Pequeño diablillo.

Lawliet no se esperó aquel comentario, pero tampoco le pareció descabellado, hasta le causó gracia y excitación.

Nuevamente sus bocas se encontraron en un beso bestial, donde sus lenguas se unieron casi desesperadas, lamiendo y disfrutando como locos de la cavidad ajena como si fuese lo último que estuvieran por hacer en sus miserables vidas, no sólo desordenando el cabello del otro en frenesíes violentos sino que también manoseaban sin vergüenza todo a su paso. Elle, en busca de la mirada azul de Mello, se encontró con más y más pasión contenida personificada en un par de ojos felinos y lujuriosos que lo recorrían con deseo, con evidente necesidad.

—Sabes, puedes ser muy persuasivo si te lo propones— Gimoteó completamente frenético de éxtasis en la oreja de su compañero, antes de morder imprudente de tan embriagadora carne correspondiente a Mello— Y vayas formas en las que puedes conseguir lo que quieres.

Mello sonrió, eufórico.

—Pues, ciertamente, no deberías subestimarme Elle.

—No lo esperes entonces, mucho menos compasión de mi parte esta noche.

Qué juego malditamente placentero resultaron tener.

Elle parecía querer provocarlo y el rubio simplemente se dejaba llevar a sus deseos, compartiendo ambos la peligrosidad de sus bajos instintos apunto de hacerles caer en los brazos de sus libidos palpitantes.

—De todas maneras, es lo que menos esperaba. Te quiero salvaje, sólo y completamente para mí— Terminó por imponer Keehl.

Eso, salido de manera tan sensual de los carnosos y cálidos labios del rubio prendieron a mil a Lawliet, que embrutecido por el deseo de arremeter en él se dejó vencer por la locura de su estimado amigo Mihael. Entonces, imposible ya de esperar más, volteó al menor dejándole boca abajo y el camino libre para penetrar aquel estrecho agujero que se veía tan hambriento, tan sucio, tan húmedo, completamente excitante, pero claro, su dueño parecía ser mil veces más provocador y en definitiva, no quería perder el tiempo. Mello, ya más que fascinado subió sus caderas, comenzando así, a frotarse suplicante contra el miembro majestuosamente erguido del ojeroso, esperando tentarle para que entrara de una buena vez por todas en él.

Y lo consiguió, vaya cómo lo consiguió.

En menos segundos de los que esperaba, Elle, inyectado de una potente adrenalina, desenrolló un preservativo en toda la faz de su longitud para masajearla con avidez antes de, finalmente, dirigirla hacia el recto del rubito donde sin piedad alguna atacó, clavándose por completo de una sola estocada en la estrecha entrada que se le ofrecía sin descaro.

El menor, tan sólo al sentir aquella masa de carne en sus entrañas gritó extasiado, contrayéndose deliciosamente entorno a la virilidad de Lawliet, el que de inmediato se apoyó sobre sus redondas caderas, sintiendo por completo la calidez de tan acogedoras paredes que lo recibieron sin complicación alguna.

—Mello…— Jadeó ronco, demasiado sensual a los oídos del mencionado chico— Estás tan caliente y apretado.

—Ah, deja las palabrerías Elle y muévete de una maldita vez.

Demandó corroído por la pasión, con la frente perlada por el sudor y su pecho agitándose fuertemente debido a su respiración, justo antes de sentir como el pelinegro acataba su mandado sin rechistar, comenzando el vaivén como desquiciado, golpeando su pelvis huesuda contra esas perfectas nalgas que se le ofrecían.

Pronto, los jadeos se hicieron más fuertes con cada animal embestida, que comenzaban a subir de intensidad y profundidad. Sin demora, el trasero del de ojos azules se vio atacado por las expertas manos del azabache, que estimulado por aquellos sonoros gemidos de su amigo bajo él, se animó a dar agarrones, rasguños y nalgadas que, para qué negarlo, sólo hacían calentar al de cabellos dorados, incitándolo con querer a que rogara por más, mucho más.

 

Todo era un acto sumamente violento, donde ambos se comían, con miradas o mordidas, daba igual, es más, cualquiera que los hubiera escuchado juraría que se estaban matando, más no era justamente de la manera en que se lo imaginaban.

—¡Maldición Elle, más fuerte!

—Qué hambriento eres Mihael.

Un hilillo de saliva corría por su mentón ante la descomunal fuerza de sus jadeos suplicantes, y es que era un hecho, el blondo estaba disfrutando como loco de aquello, tanto como alguna vez lo había deseado en sus sueños húmedos con el azabache aquel. Por su parte, Elle gimoteaba con voz ronca y erótica tras su oreja, mientras jalaba con violencia de sus cabellos, obligándolo a elevar la mirada al viento y haciéndole esbozar quejidos de neto placer en lo que mordía su cuello también.

Se mordía el labio, se retorcía bajo él, se entregaba a las caricias gimiendo tan fuerte como las embestidas que recibía, el de cabellos azabaches lo estaba llevando al séptimo cielo con aquel sexo tan animal y salvaje y hasta pudo suponer que la carne de su trasero ya estaba roja por los golpes que le daba mientras sus piernas flaqueaban con cada choque de caderas, pero no le importó, le valía mierda. Ese Elle tan violento y brusco en la cama le encantó, al fin conocía ese lado de él, y le fascinó. Sólo deseaba que le penetrara más y más profundo hasta sentir que le partiría en dos.

Toda la noche el sonido de la cama casi deshaciéndose por los desesperados y fuertes movimientos que producían aquellos dos hombres se oyeron por la habitación. Uno tras otro, uno por uno.

Sin embargo…

Olvida lo que pasó anoche.

Aquellas palabras malditamente punzantes dichas por Elle antes de largarse de su casa le dolían como mil puñales en su aventurero corazón, ¿Cómo pudo decirlo tan así, arrebatándole hasta la última esencia de su lujuria para luego desecharlo sin más? ¿Acaso haría cuenta ahora de que nada nunca entre ellos había pasado?

¡No, no debía ser así! Mello lo amaba, lo adoraba, pero el pelinegro ni siquiera había parpadeado para lanzarle con acidez absoluta aquella frase que terminó por arrancarle todo ilusión a Mihael, como si de piel pegada a la carne se tratase.

—Mierda, mierda… ¡Mierda!

Salió desde lo más profundo de su garganta, colérico y rabioso, dando un certero golpe en las losas blancas de la ducha, mientras las gotas de agua acariciaban con rapidez toda la blancura de su marcada y aún caliente piel.

Notas finales:

Ay, maldición, estos chicos me harán salir canas verdes, definitivamente.

Gracias por leer preciosuras, nos estamos leyendo en el siguiente capítulo, que espero, pueda retocar muy pronto. Saludos, se cuidan.


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