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La Sombra de un amor por LawlietTasardur

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes de Kuroko no Basuke son propiedad de Fujimaki Tadatoshi. Esta historia participa del evento ¡Frase de la Semana! Del grupo AokiLovers

Y me percaté de que en vez de una, mi cuerpo tenía dos sombras: la mía y la de tus recuerdos
—Victor De la Hoz—

Ya se había convertido en una rutina desde la entrada de ese famoso modelo a esa prestigiosa secundaria. Del extraño grupo de amigos que parecían un arcoíris andante, el peliverde solía ser la caja de secretos de esos labios rosáceos del rubio quien, en muchas ocasiones se había acercado a contarle, a veces en llanto, otras con risas, todo aquello que su inocente alma cargaba a diario de su moreno amor quien, a su vez, solía sincerarse con aquel que era parte metafórica de sí mismo, su complemento, su mejor amigo, su sombra.

Ambos jóvenes, el peliverde y el peliazul, solían escuchar por horas para, después de analizar una situación que se repetía constantemente, dar un simple y certero consejo que solía ser el mismo cada día tras cada conversación.

"Habla con la verdad, se sincero con él y contigo"

Pero tanto el rubio como el moreno ignoraban este consejo con el miedo a ver desplazada su amistad por un, según ellos, simple sentimiento no correspondido. Temían ver al otro alejarse y perderlo para siempre. Era más fácil y más seguro mantenerlo a su lado al precio de nunca enterarse de sus sentimientos, aunque eso sonara egoísta, preferían serlo a perder al otro.

Así, entre tantas experiencias inconclusas, recuerdos, lágrimas y sonrisas, separaron sus caminos hasta entrar a la preparatoria, hiriéndose y lacerándose solo al estar junto al otro, porque simplemente no podía ser diferente.

Lo que de cierto modo comenzó como la ilusión de un compañero de aventuras y romance, terminó siendo la realidad de un rival despiadado y cruel.

Fue en un partido la mitad de su primer año cuando se encontraron de nuevo, donde el rubio, según la mayoría de sus amigos, más blando que antes solo pudo rozar la victoria contra la bestia en que se había convertido su antiguo gran amor. En ese momento, sintió como una presencia oscura, como una sombra, se cernía sobre su cuerpo, como un recordatorio de todo lo que había vivido con ese hombre al que había entregado su alma sin saberlo.

Derrotado y lastimado, no solo físicamente, terminó el partido, despidiéndose de su antiguo amor, enterrando en sí sus sentimientos, mientras el moreno distinguía en él, dolor y desesperación, una mano impostora alrededor de la cintura que había reclamado suya en su mente y una falsa sonrisa tierna y un par de lágrimas dirigidas a un hombre que no era él.

Cuando el rubio caminó, ayudado de las cuidadosas pero fuertes manos de su superior, pudo distinguir como, al fondo del graderío, un par de orbes verdes lo observaban con dolor. Algo de aquella amistad había quedado grabado en los corazones de ambos y aunque hubieran cambiado, aunque hubieran recubierto su corazón de hielo y piedras, algunas miradas son capaces de hacer palpitar de nuevo ese pequeño pero vital trozo del ser.

Pasaron un par de semanas para que el moreno experimentara un dolor parecido al de su gran amor cuando, en un partido, probó el sabor de la derrota a manos de la nueva luz de su antigua sombra. Creyó que entendía lo que había hecho pasar al rubio, pero lo que a él le faltaba era ese lacerante dolor en el pecho, el del adiós al amor, ese dolor que queda después de largas noches de insomnio, cuando ya no hay lágrimas que llorar y solo quedan sollozos en la garganta, clamando con ahínco el deseo de salir.

En las vacaciones de invierno, después de curar sus monstruos internos, volvieron a verse.

Las mismas sonrisas orgullosas se hicieron presentes, pero esta vez no había enojo, ni envidia, ni deseo de ser superior. Solo permanecía un constante agradecimiento.

Eran ocho jóvenes en total. Hablaron por horas, acompañando las dulces palabras con café, chocolate caliente y algunas malteadas de vainilla. Esa tarde se curaron y cerraron viejas heridas, y se pusieron en orden pensamientos y sentimientos. Dos miradas azules se reencontraron con camaradería y complicidad, mientras una miel y otra verde se cruzaban con esperanza y un extraño y mutuo cariño que remataba en confidencia.

Cuando, rayando las diez de la noche, todos decidieron volver a sus respectivos hogares, no sin antes acordar otra fecha para verse, se retiraron en parejas. Fue el moreno quien, ante la incrédula mirada de sus amigos, se ofreció a llevar al rubio. Tras recibir una mirada de advertencia por parte del pelirrojo más bajo y otra de los inquisidores ojos violetas de su alta pareja, decidieron dejarle el resto al destino.

—Estará bien… no te preocupes más por eso, me gustas cuando eres serio pero no cuando estás preocupado—la voz de un pelinegro se escuchaba dulce en sus oídos, sacándolo de sus pensamientos

—Lo sé, sé que estará bien… pero temo que sufra de nuevo—confesó en un susurro, su pareja pudo asegurar que, de no haber contenido la respiración, no lo habría escuchado.

—Confía en mí, ¿quieres? Estará bien…— dijo, entrelazando solo su dedo meñique con el de su alto compañero. El peliverde sonrió con ternura.

—Te confiaría mi vida… pero eso no me quita el miedo—volvió a susurrar, apretando el dedo contrario. Esa era la forma más cómoda de hacerlo, sutil pero íntima… perfecta.

—Lo compartiré contigo para que sea menos—aseguró el más bajo, uniendo sus labios con ternura. Eran esos detalles los que se pavoneaba de ser el único en ver, cuando ese cuatro ojos se comportaba tierno con él, dejando a un lado su máscara de frialdad y su recubrimiento de piedra y hielo. En un cómodo silencio, se fueron juntos hacia la casa del más alto.

OoOoO

Un suspiro rompió el silencio

—Espero que no eche todo a perder—susurró la inexpresiva voz de un bajo peliazul, haciendo vaho por el frio ambiente a su alrededor, llamando la atención de su pareja, a su lado.

—Vamos, no seas pesimista. Ya lo ayudaste suficiente, es su trabajo hacerlo bien esta vez—su pareja sostenía su mano en su bolsillo para mantenerla en calor. Ambos se miraron y el más bajo asintió, sonriendo casi imperceptiblemente… casi, pues el pelirrojo pudo notarlo.

—Sabemos que ambos son impulsivos, orgullosos, ciegos, necios, un poco idiotas….

—Oye, para… te los estás acabando— ambos rieron, haciendo de nuevo nubes de vaho

—A lo que quiero llegar, es a que ese idiota puede hacerlo sufrir más si no usa las palabras correctas, y como están las cosas, dudo que las use…—susurró, pegando un poco más su cuerpo al de su pareja.

Esos roces lo hacían tranquilizarse y sentirse más seguro.

—Sé que tienes miedo, porque a los dos los quieres… Pero hay algo que hace que digamos lo correcto en este tipo de situaciones—dijo, dejando a su pareja un tanto confundido. Notando esto, soltó un largo suspiro—. Piensa que él y yo somos parecidos… Cuando se trata de la persona a la que amamos, siempre tenemos palabras indicadas—susurró contra sus labios, finalizando con un casto beso. Al final, ambos se miraron y sonrieron.

­—Puedes llegar a ser cursi si te lo propones— dijo con una risa suave, apretando más la mano de su pareja.

— ¡Oye, no te burles!—dijo, con una sonrisa—. Tú también eres cursi a veces.

—Pero en ti se ve más lindo, porque eres mucho más alto que yo, y das una apariencia fiera… asustas—dijo, recargando su cabeza en el brazo contrario, obteniendo un gruñido bajo como respuesta—. Por eso me siento feliz de ser el único que ve ese tipo de reacciones y actitudes tuyas…

El más alto besó su cabeza y bufó.

—Te lo dije… Tú también eres cursi— recibió un golpe en su brazo y, entre risas, caminaron hacia el departamento que, hace poco, compartían.

OoOoO

No decían ni hacían nada, se limitaban a caminar el uno junto al otro en silencio. El más alto solo miraba a su acompañante de vez en cuando, para asegurarse de que seguía a su lado y no había salido corriendo.

El más bajo mantenía su vista al frente. Algo en todo eso lo mantenía expectante. Pensaba que había enterrado sus sentimientos por el moreno en una enorme caja fuerte al fondo de su corazón, pero parecía que estaba luchando por obtener la contraseña y volver a sacarlos. Claro que su orgullo se lo impedía. Aún en su mente sonaban las palabras de su amigo y confidente

Sé, mejor que nadie, que te ha hecho daño, y que trataste de esconder tu sentimientos por él, pero conmigo no tienes por qué fingir… te conozco, y sé que tienes aún el peso de sus recuerdos en tus hombros pero, ¿sabes? Cuando pones limón en una herida, debes seguir poniendo para que se cure… Es lo mejor para ti”

Aunque no lo admitiera, ese cuatro ojos tenía razón, y se preocupaba por él, y eso le hacía sentir menos a la deriva, seguro. Sin darse cuenta, sonrió.

— ¿Qué es tan divertido?—preguntó el moreno con su profunda voz haciendo vaho en el aire, sacándolo de sus pensamientos. La sonrisa fue disminuyendo paulatinamente hasta ser solo un atisbo en la comisura de sus labios.

—El pasado—respondió sin más, volviendo al silencio que reinaba antes.

En moreno estaba nervioso, ¿para qué negarlo si se le notaba a leguas? Una conversación con esa viaja amiga le hizo darse cuenta de cuánto daño había causado en aquel al que había decidido hacer completamente suyo.

“No te das cuenta, ¿cierto? De todo lo que le has hecho, ¿no es así? Él ya ha sufrido por ti, se desvivió por ti, y tú fuiste tan patán que lo único que lograste hacer fue retenerlo con falsas esperanzas para que no se fuera… porque lo necesitas… él es tu fuerza y tu punto más débil. Eres mi amigo y te quiero, por eso te ordeno que hagas las cosas bien, esta vez… solo haz las cosas bien”

¿Y como se suponía que debía hacerlo? Era difícil, no solo se trataba de llegar y reclamar su boca para después terminar con un simple y seco “Te amo, me perteneces” como había planeado hacer muchas veces. Esta vez, después de tanto dolor, debía lograr no solo curar al rubio, sino hacerlo brillar para él de nuevo.

— ¿Sabes?—pero fue el mismo rubio quien rompió el silencio. El más alto no dijo nada, solo se mantuvo en silencio esperando que el otro continuara—. He estado pensando… en muchas cosas que pasaron en la secundaria­— rio suave, como quien no quiere la cosa. El moreno sintió su corazón latir más fuerte.

—También yo he pensado en esos tiempos…

— ¿Qué pensaste tú?—preguntó, desviando el tema de sí mismo, mirando con sus enormes ojos dorados ese impasible rostro que tanto le gustaba.

—Qué extraño jugar contigo… —susurró, dándose cuenta en un segundo de que eso había sonado a confesión. Miró en seguida al rubio, quien mantenía la vista baja, pero a través de su cabello, el moreno pudo distinguir una sonrisa adornada por un leve sonrojo.

—También yo extrañé eso, ¿sabes? Creo que al final es algo que no he podido superar—dijo en un suspiro, haciendo una gran nube de vaho con su cálido aliento, dando esa frase con un doble sentido.

—Tampoco he podido superarlo… creí que sí, pero…—enmudeció antes de soltar lo último. Sabía que aún era un tema delicado el hecho de haberle ganado a ese rayo dorado solo unos meses antes, era una herida que, aunque superficial, aun dolía.

—Pero… ¿qué?—inquirió, tratando sonar tranquilo para saber por qué sus facciones del moreno se habían contraído casi con dolor.

—Me di cuenta de que eres insuperable… por lo menos en ese sentido…—dijo, de nuevo en un débil susurro. El silencio que siguió a esa frase fue tan profundo que temió perderse en él. Al mirar al rubio a su lado, descubrió con horror que tenía finas lágrimas al borde de sus ojos dorados. Su sonrojo aumentó y mordía su labio—. Oye… ¿Qué pasa?— se atrevió a preguntar cuando, al tragar, logró quitar un poco el nudo que se formó en su garganta al ver semejante imagen, cortando su camino, se puso frente a él. Acercó una mano a la mejilla del rubio y quitó un par de lágrimas con su tibia mano.

—Deja de decir esas cosas… En serio… te lo suplico­—esa fue la gota que derramó el vaso, nunca creyó ver a ese orgulloso rubio suplicando, menos al borde de las lágrimas y con una expresión derrotada. El nudo en su garganta se hizo más grande.

—Pero… es verdad… No he podido superar esos días. Los extraño porque extraño estar contigo, compartir clases y el almuerzo, jugar 1 a 1, todo eso lo extraño…—soltó, siempre susurrando, con su rostro casi pegado al contrario. No sonreía, se mantenía al pendiente de las lágrimas que surcaban la suave piel de las mejillas del rubio. Suspiró, cerrando los ojos.

— ¿Sabes? Hubo un momento en el que yo, igual que tú, tenía dos sombras en mi cuerpo… —dijo, acariciando la mejilla del moreno, conectando sus ojos con los contrarios por primera vez desde que quedaron frente a frente. El más alto no entendió a qué se refería—solo que… mis dos sombras eran la mía…— tomó aire, como dándose valor— y… la de tus recuerdos…

Ambos se miraron con intensidad. El moreno trató de digerir esas palabras. No sabía cuánto tiempo estuvo rondando la mente del rubio, pero el hecho de saberse dentro de ella hacía que se sintiera pleno, feliz, realizado… Con una sutil sonrisa juntó sus frentes.

—No quiero sonar cursi… pero esperé este momento desde que te conocí…—admitió, entrecerrando los ojos. El rubio rió bajito, juntando un poco más sus cuerpos.

—Sonaste cursi—dijo entre suaves risitas que hacían estragos en el estómago del más alto.

— ¡Oye, no te burles, yo…!

—También esperé este momento por mucho tiempo—susurró, interrumpiendo la rabieta mal fingida de su acompañante. Sus ojos se cruzaron de nuevo, cerrándose lentamente. Sus rostros se acercaban paulatinamente al tiempo que sus manos impedían que el otro se alejara. El moreno recordó su plan inicial, y decidió retomarlo, claro, cambiando algunas cosas.

En un segundo, sus labios se juntaron, sin prisa, sin presión, solo sintiendo la textura de los labios contrarios. Pasados unos segundos, el moreno los hizo separarse.

—Te amo…—susurró, viendo con intensidad los ojos ajenos— y te pertenezco…—dijo, ladeando la cabeza solo un poco, mostrando una sutil pero sincera sonrisa. Había comprendido que no debía forzar nada… quería escuchar al rubio decirse suyo también, pero solo cuando él estuviera listo.

­—Y-yo… También te amo…—dijo, abrazándose a su cuello. Sabía las intenciones del moreno, y él no se iba a negar porque tiempo atrás se había dado cuenta…—yo te pertenezco a ti…­susurró a su oído, sin valor para dar la cara después de semejante confesión. Súper cliché pensó el rubio con un poco de burla.

—Juguemos… —escuchó en su oído con la grave y profunda voz de su acompañante. Sin poder resistirse a la voz y al tono de orden del moreno, aceptó sin rechistar.

OoOoO

Llevaban cinco minutos de un 1 a 1 y ya se veía una brecha en el puntaje, solo que esta vez no era la misma de siempre… El rubio tenía la delantera, por casi veinte, y ya tenía cansado a su moreno acompañante.

—Es en serio cuando digo que me canso de copiarlos a todos…—exclamó, con una sonrisa radiante en su rostro. Pese al frío, se había quitado la chamarra y la bufanda para jugar de mejor manera, igual que el moreno quien, más atrevido, se quedó solo con su pantalón y una playera de manga corta.

—Pero lo haces muy bien. Aún no me creo que le copies al enano del mal…—dijo con tono burlón, alborotando la rubia melena.

—No le digas así, en el fondo es un dulce andante— respondió con notorio sarcasmo, pero mirando a todos lados por si se aparecía en algún momento. Ambos aún le tenían miedo.

—Basta de charla, a jugar—dijo, tratando de tomar la delantera, pero el rubio fue más rápido y volvió a encestar

Un atisbo de sonrisa se asomó en la comisura de los labios del moreno al ver a ese relámpago dorado que se había cruzado en su camino años atrás y por el que esos imperceptibles gestos se habían hecho más y más frecuentes.

—Sí, esto es lo que quiero—susurró para sí mismo, acercándose al rubio, que sostenía entre sus largas manos el balón de básquetbol, para abrazarlo por la espalda, recibiendo un suave beso en su mejilla como contestación al abrazo—. Esto es lo que quiero para siempre...

Fin

Notas finales:

A tí que leíste esto...

Me costó trabajo adaptar las ideas que tenía dese hace tiempo a la frase de esta semana… Espero que veas la relación que tiene, siento que puse mucha historia de colchón, pero si lo hubiera hecho de otro modo no me habría gustado y no me habrías entendido.

Es complicado escribir un fic sin nombres ¿sabes?, me pareció divertido y bastante recreativo… me gustó porque, no me mientas, sabes de quien se trata pese a que no escribo los nombres de cada personaje…

El final es trillado, pero debía hacerlo, es tan meloso que me dieron ganas de vomitar dulces, pero espero que te haya gustado y que no pienses que fue una perdida de tiempo...

Gracias por leer, nos leemos la semana que entra ;)


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