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The Teacher por MMadivil

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Le pareció que la oscuridad lo consumía, que se sumergía en un abismo sin fondo o que navegaba libremente en un agujero negro. Escuchaba frases que no tenían sentido o llegaba el suave sonido de unas voces, pero nunca lograba llegar hasta ellas, así que no las comprendió en lo absoluto.


Fragmentos de recuerdos se removían y se estrellaban contra su mente, no eran claros y a veces ni siquiera eran entendibles, pero por alguna razón cada uno de ellos le dolía, era como pasar la mano por el filo de miles de agujas sin poder verlas. Por un instante pensó que su cuerpo se había levantado y se había movido por sí mismo, que había sacado fuerzas para decir unas palabras a alguien que no tenía idea si estaba ahí realmente, pero él sabía que en el fondo seguía dormido, aunque a ratos quería aferrarse a algo que le recordara que seguía ahí y ese algo lo reconfortaba.


Cuando creyó que su necesidad de despertar se desvanecía, comenzó a escuchar una melodía que reconoció al instante. Se imaginó siguiendo la música hasta el lugar donde provenía, con el sonido del violín haciéndose más fuerte a medida que avanzaba, sintiendo su cuerpo estremecer a medida que la intensidad de las vibraciones se hacía más fuerte. Sabía que si quería volver a escuchar esa melodía, tenía que despertar, pero qué era más importante ¿Los recuerdos? ¿O la oportunidad de formar unos nuevos? A diferencia de todos los que atesoraba en la tristeza, el de su ángel violinista tenía un poder diferente: Podría volverlo a escuchar.


Y con este sentimiento sincero, obligó a sus sentidos despertar.


Le costaba mucho hacerse consciente nuevamente de todo lo que sentía y escuchaba, lo último que recordaba es que se había desmayado en uno de los pasillos en medio de una fina lluvia. Que estúpido de su parte. Pero en lugar de sentir el frío suelo contra su cara y su cuerpo helándose por la lluvia, solo sabía que se encontraba en un lugar bastante cómodo y que mantenía su temperatura cubierto por una pesada y suave sábana, con un agradable olor a jazmín. Estaba en su propia cama. Escuchaba la insistente lluvia golpear una de las ventanas de la habitación, el zumbido apenas audible del aire acondicionado encendido a una temperatura agradable y el pasar de las hojas de un libro. A Jeremy le gustaba ese sonido, era delicado y no le resultaba molesto, podía volver a dormirse escuchándolo. El único problema es que en su habitación nunca dejaba libros estando abiertos.


No estaba solo en esa habitación.


—Demonios… —masculló mientras se frotaba los ojos— ¿Byron?


—Lamento que no sea así —dijo una voz al otro lado de la habitación, una muy diferente a la que esperaba—. Pero al menos ha despertado.


El rubio se alarmó al escuchar la voz de un desconocido y trató de incorporarse para mirarlo, pero le pareció que su cuerpo era tan pesado como una piedra, así que sus fuerzas flaquearon al instante, volviéndolo a tumbar en la cama, y ahogó un gemido de dolor al sentir las horribles punzadas que recibía su cabeza, era insoportable. Ahora era cien por ciento consciente de que sentía que lo había aplastado un edificio.


—Mejor no intente levantarse, se desmayará otra vez —comentó su acompañante con una voz monótona y fría.


Oh no. No. No. No. No. Y mil veces mierda, no.


—¿Cómo entraste a mi departamento? —inquirió Jeremy con un nuevo tono cargado de rabia.


—Querrá decir cómo lo traje hasta aquí. Usted me dio la llave estando casi inconsciente, no es como si pudiera ignorar las órdenes de un profesor —aclaró el chico, escuchó que se incorporaba y comenzaba a caminar en su dirección.


El rubio bufó con una sonrisa sarcástica.


—Por favor Wayne, ignoras más de la mitad de lo que te digo todos los días, no me vengas con mierda moralista ahora —respondió haciendo un esfuerzo sobrehumano por sentarse en la cama, con la cabeza apoyada contra la cabecera de ésta—. ¿Estás aquí para chantajearme después?


—¿Eso le parece? No lo culpo, podría hacerlo, pero no tengo ningún interés en algo que usted tenga —respondió cortante, igual que Jeremy.


Ese comentario en especial hizo que el rubio se enojase.


—No esperes que crea un genuino interés en mi salud, siendo honestos podría tirarme de una ventana y a ti te importaría tanto como te importan las hormigas en el suelo.


Había una lámpara de pie encendida junto al sofá, probablemente donde había estado sentado leyendo su acompañante, y ahora se encendía una sobre la mesa de noche, iluminando todo el rostro del chico.


Su cabello aún se veía húmedo, su piel normalmente de un color apiñonado casi dorado ahora se veía pálida, probablemente por la exposición a la lluvia y el frío. No llevaba puesto el saco, seguramente se había empapado, pero su camisa no estaba en condiciones distintas, apenas y se había secado un poco. Inconscientemente volteó a ver el reloj que marcaba en números rojos casi las tres y media de la madrugada. El chico… se había quedado ahí hasta que Jeremy despertara…


—En ese sentido se equivoca profesor Wild… —comenzó a decir el chico— No se vería bien que mi profesor hubiese muerto a mitad del pasillo por neumonía, mis clases no estarían completas y necesitaría horas semanales de regularización. Me veo claramente afectado por lo que le suceda.


Olvídenlo, era un maldito idiota.


—Bueno, dado que tu interés en ayudarme es puramente egoísta, no veo la razón para agradecerte. Te hiciste un gran favor —apuntó Jeremy de forma antipática—. Pero considero innecesario que hayas quedado.


Trató de examinar la reacción del chico, pero tenía una perfecta máscara de póquer incrustada en la maldita cara, parecía que el tipo podía estar siendo amenazado y seguiría igual. El moreno solo se ajustó las gafas y le tendió a Jeremy un vaso de agua y unas pastillas, él no dudó en tomarlas.


—Quería comprobar que siguiera vivo al amanecer, además tenía que devolverle la llave de su departamento —especificó Wayne mostrándole la llave y dejándola en la mesa de noche—. No tengo interés en ganarme fama de acosador.


—No es que eso sea de fiar —contestó Jeremy y señaló el armario—. Y tú tampoco lo eres, toma una toalla de ahí y sécate el cabello, estás justo frente al aire acondicionado, también te enfermarás.


—Puede que no sea de fiar pero se ha tomado las pastillas sin preguntarme lo que eran —dijo hábilmente mientras, mostrándose por primera vez algo dudoso, abría el armario y sacaba una de las toallas limpias—. Se contradice usted mismo.


—Es diferente —aclaró Jeremy antes de dar un último trago al vaso—, dijiste que no te convenía que muriese, así que no planeas matarme.


No supo lo que el chico pensaba en ese momento mientras se secaba el cabello, además de que tenía algo oculto el rostro, pero percibió algo de extrañeza en su semblante. O tal vez solo alucinaba, después de todo aún parecía algo adormilado.


—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —inquirió ahora.


—Un par de horas, aunque parecía despertar a ratos, no estoy muy seguro. Debería ir al médico profesor Wild —le aconsejó el chico, terminando de secarse lo suficiente—. Dejé su portafolio junto a la cama, no creo que algo se haya mojado dentro pero no pensaba hurgar en sus cosas, así que le conviene revisarlo —le señaló con un gesto y se dirigió a la cocina, abriendo la puerta de la pequeña bodega de limpieza—. Dejaré esto en la secadora, no vaya a olvidar sacarlo.


Jeremy asintió, sintiéndose afortunado de que las pastillas estuviesen surtiendo efecto tan rápido, el martilleo de su cabeza ahora no era más que un suave zumbido, molesto pero soportable. Vio al chico volver a la pequeña sala para recoger su saco junto al resto de sus cosas, y pensó que quería preguntarle muchas cosas, pero no podía formular bien sus dudas.


—Bueno, ahora si me disculpa, que se mejore.


—Wayne, espera —pidió Jeremy, haciendo que el moreno se detuviera antes de tomar el picaporte para salir—. Mañana tenemos clase a primera hora, así que no vayas.


No pudo ver la expresión de su rostro, la luz era increíblemente escasa, además estaba comenzando a sentir sueño nuevamente.


—¿Por qué debería hacer algo como es-… —comenzó a replicar, pero Jeremy lo cortó al instante.


—Si lo haces me encargaré de reprobarte y te dejaré doble trabajo lo que resta del año. No tengo interés en un alumno que se dormirá en la proyección de una película aburrida sobre el arte en el renacimiento, sería un estúpido porque no voy a tomar en cuenta la asistencia —comentó indiferente, volviéndose a recostar en la cama—. Ahora largo o de verdad voy a pensar que eres un acosador. Y si no quieres que alguien más lo piense, usa las escaleras hasta el tercer piso, después usas el elevador, así todos sabrán que eres un adicto al trabajo que se ha quedado a estudiar con alguien.


Y de nuevo, no supo lo que el chico hacía, pero se ocultó aún más bajo las sábanas cuando terminó de hablar.


—Mejórese pronto, profesor Wild —finalizó el moreno, sin ese tono frío que tanto le molestaba a Jeremy, pero no menos irritante. Solo más relajado. Escuchó la puerta abrirse y cerrarse, así como unos pasos que rápidamente desaparecieron.


—Gracias… —murmuró tan bajo que apenas y pudo escucharse a él mismo.


Y lentamente, cedió al sueño nuevamente, esta vez con menos pesadez y con genuinas ganas de descansar.


Aunque, como ya lo esperaba desde un principio, solo durmió un par de horas antes de que su despertador comenzara a sonar impaciente sobre la mesa de noche, y al despertar al rubio de esa forma, recibió un golpe con más fuerza de la necesaria que lo hizo callar al instante. Ahora el maravilloso efecto de las pastillas había desaparecido y sumado a las pocas horas que había descansado, Jeremy estaba más irritado que nunca. Hizo las sábanas a un lado y se levantó, sintiendo una muy conocida punzada en las caderas, al menos eso era lo único que no había dañado el haberse desmayado. Se dirigió al enorme cuarto de baño que fácilmente tenía el mismo tamaño que su pequeña sala, con una gran bañera blanca que ocupaba una cuarta parte del espacio y en la pared opuesta estaban las puertas corredizas de cristal que separaban el espacio de la ducha. Se lavó la cara y se secó con una toalla para después mirarse accidentalmente al enorme espejo ovalado.


Estuvo a nada de pegar el grito al cielo.


Su cabello era una maraña rubia, parecía un nido de pájaros abandonado a mitad del desierto. Su rostro se veía demacrado, como una mala imitación de Drácula con la piel tan blanca y pálida, oscuras bolsas de ojeras debajo de los ojos y los labios resecos. Era completamente inaceptable. Luego reparó en las manchas de su cuello, algunas rojizas y otras casi violáceas, todas completamente visibles.


—Ese maldito mocoso… —maldijo golpeando con el puño los azulejos de la pared. Armand se las pagaría después por no haber hecho lo que le pidió.


¿Y si Wayne había visto esas marcas? Había que ser muy idiota para ignorarlas, pero si lo hizo, él no mencionó nada. Aunque tampoco parecía tener intensiones de extorsionar a Jeremy, el chico en sí se comportaba de forma extraña.


Pero eso no fue lo único que llamó su atención.


Deslizó los dedos lentamente desde las marcas hasta el primer botón de su camisa y pausadamente miró hacia abajo. Él no… se había desvestido solo… ¿O sí? No recordaba ni siquiera cómo había llegado a su departamento, eso podía admitirlo libremente, pero inconsciente o no, él jamás se hubiese desvestido frente a esa persona.


Al menos aún tenía la ropa interior puesta, eso era una buena señal.


Aunque no hacía falta tratar de sacar otras conclusiones, inclusive si estuviese completamente desnudo él sabía que Wayne no lo habría tocado.


Eso era frustrante para su ego.


Después de ducharse y arreglar su aspecto hasta quedar como si nada hubiese ocurrido la noche anterior, se miró satisfecho en el espejo y le mandó un mensaje a Byron pidiéndole que se fuesen juntos a desayunar después de su primera clase. Recogió su portafolio y recordó lo que le había dicho Wayne, así que revisó si sus pertenencias no se habían arruinado, pero afortunadamente era como él había dicho, estaban intactas. Alzó la vista hacia la mesa de noche y arrugó el entrecejo al ver una bolsa extraña, pero al tomarla se dio cuenta de que era solamente una compresa. ¿Había tenido fiebre? ¿Por qué el chico no le había dicho nada? Y no era lo único que había, ahí estaban las pastillas que había tomado y una toalla pequeña que aún estaba húmeda.


—¿Por qué diablos lo hiciste? —preguntó en un susurro y se pasó una mano por los rizos finamente desenredados.


Le era imposible imaginarse a ese chico cuidando de él, era probablemente la persona que más lo detestaba, aunque Jeremy no sabía exactamente por qué. Y sin embargo lo había cuidado como muy pocos hubiesen hecho, se había ocupado de cada pequeña cosa y no le había echado en cara absolutamente nada. Era hora de aceptarlo, lo había juzgado muy mal desde el principio. Pero si era capaz de comportarse así, ¿por qué se encargaba de que Jeremy lo tratase mal? No quería tener nada en contra del chico, inclusive era bueno en sus clases a pesar de ese detalle con la falta de interés en sus trabajos.


Su celular vibró con una respuesta de Byron y se dispuso a salir, volteando a ver el sofá donde antes había estado su alumno y se sorprendió al ver ahí un libro. Pensó en tomarlo para devolverlo, pero si lo hacía… no habría forma de volver a hablar con él ¿cierto?


Jeremy sonrió y le dio la espalda al libro. Y aunque él no se dio cuenta, ni una vez esa mañana le había dedicado un pensamiento a Vicent.


*//~S~//*


Sebastian procuraba mirar al profesor cada tanto para aparentar que le seguía, pero no había prestado ni un poco de atención desde que llegó a la clase de lengua, inclusive sus apuntes eran únicamente un montón de palabras sin sentido y garabatos malogrados, al menos había descansado un poco más al saltarse la primera clase.


Pero su mente vagaba por culpa de Wild.


La noche anterior había terminado más tarde de lo habitual sus clases, así que se le ocurrió la idea de ir al salón de música para quedar lo suficientemente exhausto. Pero no tuvo la oportunidad de hacerlo.


En uno de los pasillos se sorprendió al encontrar al profesor Wild, la lluvia no era muy fuerte pero tampoco era buena idea andar sin un paraguas, así que se quedó ahí parado por un instante, pensando en regresar a su edificio por si al profesor se le ocurría ir al salón, y por más que le dijo a su cuerpo que tenía que irse, no se movió. Como si tuviese un mal presentimiento.


Y lo era.


Por un momento dudó lo que estaba viendo, pero al ver al profesor apoyarse en una de las columnas y luego desplomarse al suelo, no pudo detenerse a pensar. Sebastian no lo dudó cuando se acercó casi corriendo al profesor, tratando de ver si tenía reacción alguna cuando lo tomó entre sus brazos, pero estaba completamente inconsciente. Dijo su nombre varias veces y el rubio apenas y murmuró algo inaudible, algo parecido a un nombre, pero el moreno no lo comprendió. Inclusive con la escasa luz de los pasillos se veía pálido y le temblaba todo el cuerpo, tenía que refugiarlo del frío. Cuando lo alzó en brazos quedó casi pasmado, era mucho más ligero de lo que debía y tuvo que acomodarlo debidamente contra su pecho para no dejarle caer, sosteniéndolo como si lo estuviese abrazando.


Planeó llevarlo a la enfermería, pero estaba muy lejos de donde ellos se encontraban y primero tenía que despertar a Wild. Alzó la vista para ver la dirección en la que iba ese pasillo y comprendió al instante al lugar al que el profesor se dirigía. Afortunadamente era tarde y la sala común del edificio oeste estaba vacía, al parecer todos los edificios eran iguales, Sebastian hubiese jurado que estaba en el suyo de no ser por la puerta del elevador que estaba del lado opuesto.


Acomodó al profesor en uno de los grandes sofás y trató nuevamente de despertarlo, aunque solo lograba que dijera cosas sin sentido, pero necesitaba hacerlo consciente de una vez por todas.


—Profesor Wild, despierte, estamos en su edificio —repitió tomando el rostro del rubio con ambas manos y él abrió los ojos por un instante, al parecer con mucho esfuerzo—. Necesito que reaccione, está…


—Regresaste… —lo escuchó murmurar de forma casi inaudible.


Se acabó. Tendría que llevarlo a la enfermería, lo único que tenía que hacer ahora era marcar al teléfono de emergencia de la enfermería y ellos se encargarían del profesor.


Pero cuando iba a levantarse nuevamente, divisó una marca extraña en el cuello del rubio. Se acercó aflojando su corbata, abriendo más el cuello de su camisa y divisó marcas rojizas cada vez más visibles a medida que pasaba el tiempo.


Si lo llevaba a la enfermería era imposible que alguien no lo notase. Peor aún, estando con él podrían malinterpretar toda la situación y Sebastian terminaría involucrado porque no había forma de hacer hablar a alguien inconsciente.


La vida era una broma de mal gusto para él.


Sentía compasión por la persona que probablemente detestaba más que nadie en Haverville, lo peor es que ahora sentía la obligación moral de ayudarle y se detestaba a sí mismo por ser tan considerado.


—Wild, ¿dónde está tu llave? —dijo con voz autoritaria mientras lo sacudía con la mayor gentileza que podía, aunque con algo de desesperación. Afortunadamente esta vez cooperó y señaló su portafolio.


Sebastian suspiró y se dijo a sí mismo que se arrepentiría de hacer esto. Presionó el botón del elevador antes de ir nuevamente con el profesor y alzarlo en brazos como había hecho antes, no sin antes asegurarse de haber sacado la llave y favorablemente no tuvo que buscar demasiado, no le gustaba la idea de registrar las pertenencias de su profesor.


Cuando estuvo en el último piso —donde él sabía que solo los profesores podían residir— se sorprendió al ver una única puerta en todo el pasillo, justo en el centro. Sabía que los profesores tenían privilegios, pero toda una planta solo para ellos le parecía más que una exageración. Tuvo que maniobrar para abrir la puerta, pero ésta cedió con facilidad a la llave, así que entró con cautela, tanteando la pared para buscar el interruptor de la luz.


La estancia era increíblemente grande, la sala de estar estaba conformada por tres sofás largos y uno individual con su propia lámpara de pie, había una enorme pantalla empotrada a la pared y la rodeaban estanterías con algunos libros y objetos que parecían de porcelana y cristal, había una mesa de centro enorme y solo había sobre ella los controles de los diferentes aparatos de la habitación.


Como era costumbre en los diseños de Haverville, no dividían el dormitorio con una habitación privada, así que lo único que dividía la sala de estar con la enorme cama tamaño rey era un espacio vacío con una alfombra azul marino.


El moreno no perdió el tiempo y se encargó de dejar al profesor en la cama lo antes posible, la habitación se sentía cada vez más fría.


Sin embargo, su responsabilidad terminaba ahí, él ya no quería involucrarse más en este incidente y si era posible, tampoco quería que el profesor lo supiese. Y aunque mantenía la mentalidad fría, se le hizo un nudo en el estómago al ver al rubio temblar y hacer una mueca de dolor a pesar de estar profundamente aturdido.


—¿Por qué? —se repitió con un gruñido y con eso salió de la habitación nuevamente.


Tenía que recordarse que era culpa del mismo profesor estar tirado a mitad de la lluvia, lo que menos necesitaba eran más problemas, además solo dios sabía cómo iba a reaccionar ese hombre cuando despertase, mejor olvidarlo y aparentar que nunca sucedió. Presionó los botones del elevador con rabia y se dijo que era lo correcto desaparecer lo antes posible.


Diez minutos después Sebastian estaba de regreso, con algunas pastillas en las manos que encontró en el botiquín de la planta baja y una compresa.


—Solo fue porque olvidé regresarle la llave… —se explicó a sí mismo de forma casi estúpida.


Se acercó nuevamente a la cama y tocó el rostro del profesor, comprobando que sus sospechas eran ciertas, tenía una fiebre alta y su rostro empapado no era por la lluvia, era el sudor de su cuerpo tratando de regular la temperatura. Le secó el rostro con una toalla que había tomado prestada del descomunal baño que tenía ese departamento, por un instante se hizo a la idea de que cuidaba de un niño al ver la forma de su rostro.


A Sebastian le pareció que era la primera vez que realmente lo miraba.


Su piel, tan blanca como la porcelana, resaltaba el resto de los rasgos de su pequeño rostro, tenía un espeso arco de pestañas negras y enormes, de esas que solo tendrían las muñecas inglesas. Su nariz pequeña y los rizos rubios esparcidos por sus mejillas ahora sonrojadas por la fiebre parecían irreales, así como sus pronunciados labios algo pálidos por el frío. Era un hombre que le doblaba la edad, y aún así, descansando entre las enormes sábanas aparentaba ser solamente un niño dormido después de tanto jugar. Se había mostrado embelesado mirándole, tal vez más de lo debido, hasta que reparó nuevamente en las marcas rojas y rosadas de su cuello… todas recientes.


Negó con la cabeza y le colocó la compresa en la frente, asegurándose de que se mantuviera en su lugar inclusive si el rubio se movía, para encargarse de quitarle el saco con delicadeza, así como la corbata y los zapatos. Cuando lo hizo supo que tenía que irse, por lo que se incorporó de la cama con suavidad, pero una frágil mano se encerró alrededor de su muñeca y el moreno se detuvo con sorpresa.


—No te vayas… —murmuró el rubio aún sin abrir los ojos—… esta vez quédate Vicent.


Otra vez estaba delirando.


Sebastian se preocupó pensando que lo mejor pudo haber sido llevarlo a la enfermería, pues su fiebre no parecía ceder y él ya no sabía qué más hacer. Al menos hasta que reparó en su ropa húmeda. Su camisa permanecía casi seca al haber sido protegida por el saco, pero no podía decir lo mismo de los pantalones. El moreno puso los ojos en blanco y se repitió “No” casi en un mantra. Eso se vería completamente mal y no tenía ningún interés en hacerlo, pero volver a ver cómo se estremecía lo hizo cambiar de opinión, así que después de casi desvestirlo por completo, lo cubrió con una pesada sábana y volvió a suspirar.


—Vicent… —volvió a murmurar el rubio mientras fruncía el entrecejo en un gesto preocupado. Sebastian rozó su mejilla con el dorso de la mano y el rubio se apoyó contra ella, tranquilizándose hasta volver a tener una respiración pesada.


—¿Quién es Vicent? —preguntó el moreno en un susurro, acariciando esa mejilla antes de retirar la mano para separarse de la cama.


Ahora no podía irse, estaba seguro de ello. Probablemente se vería extraño que él se hubiese quedado, pero le preocupaba que la fiebre volviese a subir, y si lo hacía entonces tendría que recurrir a la enfermería. Apagó todas las luces con excepción de la lámpara que alumbraba a la perfección el sofá individual, donde se puso a estudiar mientras se levantaba cada cierto tiempo a vigilar al profesor. Se sintió aliviado cuando la fiebre desapareció al cabo de un par de horas y le retiró la compresa, así que planeaba quedarse solo un rato más para asegurarse de que no volviera. Pero en ese lapso de tiempo, el profesor Wild despertó.


—¿Señor Wayne, está prestando atención? —dijo el profesor de lengua sacando a Sebastian de sus pensamientos—. Continúe la lectura en el párrafo siguiente.


Sebastian reprimió las ganas de poner los ojos en blanco, pero Ethan llamó su atención al tirar el bolígrafo al suelo y señalar discretamente el párrafo en su libro con la mano libre. Él se lo agradeció con una media sonrisa e hizo lo que el profesor había pedido sin problema alguno, dejándolo sin habla. Al menos no molestaría a Sebastian el resto de la clase y eso ya era ganancia, pero no podía decir lo mismo de Ethan, quien escribió un mensaje en el borde de su libro antes de enseñárselo al moreno, uno de los beneficios de sentarse juntos.


“¿Estás bien? ¿Qué te sucede?”


Sebastian negó con la cabeza para restarle importancia y volvió la vista hacia la clase, sabía que el casi-rubio no se conformaría con eso, pero no tenía ánimos para lidiar con la increíblemente aguda percepción de su amigo, sabía que una palabra en falso bastaba para que Ethan supiese lo que le ocurría.


La clase llegó a su fin y el moreno se permitió suspirar de alivio, pero Ethan ya se encontraba de brazos cruzados frente a él.


Aquí vamos…


—¿Qué es lo que te pasa Sebastian? Apenas y prestabas atención hoy, normalmente es al revés —dijo el de ojos verdes tratando de regañarle, pero tenía un gesto preocupado que tocaba una fibra sensible en Sebastian.


—No dormí muy bien anoche, los exámenes son en un par de semanas y… —el moreno lo pensó dos veces antes de continuar, cambiando de idea al final— no he tenido noticias del estado de mi madre desde hace unos días, quiero saber si el enano ya nació.


Y aunque no era una completa mentira, sabía que su hermano no saldría de ahí hasta el fin de semana, por lo que no era su principal preocupación en estos momentos. Sin embargo, Ethan pareció satisfecho con esa excusa.


—Ya veo… deberías tratar de comunicarte con ellos después de clases —recomendó su amigo con una sonrisa, dándole unas palmadas en el hombro—. Ahora vamos, Simon dijo que nos vería en…


Pero Ethan no pudo terminar de hablar, pues el mismo diablo había venido corriendo por el pasillo y se había tirado casi encima de él, Sebastian solo tuvo que hacerse a un lado para evitar verse incluido en el golpe.


—¡Sebastian! ¿Me podrías hacer un favor? —dijo Simon con una enorme sonrisa mientras seguía colgado de la espalda de Ethan, quien lo maldijo por lo bajo— Ayer me olvidé de tomar notas en el libro de cálculo ¿Me prestarías el tuyo?


—Deberías prestar más atención a esa clase Simon, terminarás suspendiendo a este ritmo —le reprochó Sebastian mientras buscaba entre sus cosas el libro.


—Mira quién habla… —masculló Ethan de forma discreta, provocando que Sebastian lo fulminase con la mirada por un instante.


Pero el moreno no tuvo tiempo de responderle algo, no encontraba el libro que Simon le estaba pidiendo y eso se le hacía extraño, pues apenas ayer había…


—Demonios…—maldijo Sebastian pasándose una mano por el cabello— Lo siento Simon, se lo presté a alguien más.


—Oh bueno, no te preocupes, de todas formas hoy no tenemos clase pero mañana sí, asegúrate de que te lo regresen para entonces —respondió amigablemente Simon, liberando a Ethan del abrazo—. Eso significa que tendré que ir a pedírselo prestado a alguien más… —dijo con un suspiro— Entonces ya me voy, Ethan nos vemos en clase.


Dicho esto se despidió con una sonrisa, dejando a Ethan respirar cuando desapareció al doblar por el pasillo.


—¿Pasó algo con Simon? —inquirió Sebastian antes de que el casi-rubio dijese algo— Cualquiera diría que querías golpearlo.


Y para sorpresa del moreno, Ethan comenzó a… ¿sonrojarse? ¿Esto era enserio?


—¿Ethan…? —preguntó nuevamente ahora alzando una ceja.


—¡No es nada! No es como si yo quisiera… ¡agh! —el de ojos verdes frunció el ceño y sacudió la cabeza, comenzando a caminar nuevamente— ¿Sabes qué? No importa, ni siquiera debería de importarme.


—¿De qué estás hablando?


—N-nada no me hagas caso —respondió sin dejar de fruncir el ceño.


—Estás rojo, pareces un tomate —comentó el moreno comenzando a reírse, gesto que a Ethan le molestó, por lo que le dio un golpe al hombro.


—Ya cállate, no es divertido —le dijo apuntándolo, comenzando a caminar de espaldas—. Y no creas que ya he olvidado lo que me dijiste, deberías ir y llamar a casa antes de…


—¡Ethan, espera, deja de-…! —le advirtió demasiado tarde.


Ethan tropezó con alguien por estar caminando sin fijarse, y para su sorpresa era nada más y nada menos que el profesor Byron. La reacción de su amigo le extrañó a Sebastian, pues se puso aún más rojo y nervioso que antes, aunque el moreno dejó de mirarlo cuando se fijó en el acompañante del profesor. Era Wild, y también veía a Byron con cierta extrañeza, al menos hasta que reparó en Sebastian quedando algo sorprendido.


El moreno en el fondo agradeció verlo como normalmente lo hacía, su imagen estaba tan impecable como siempre y no había señal de lo que había sucedido la noche anterior.


—Profesor Wild, ¿puedo hablar con usted? —dijo Sebastian para sorpresa del rubio, quien solo asintió y se alejó del otro profesor y de Ethan, quienes estaban tan absortos en su conversación que no les habían prestado atención.


—¿Estás bien? —preguntó el rubio descolocando por completo al moreno.


—¿Yo? ¿A qué se refiere? —inquirió a modo de respuesta, la pregunta lo tenía confundido.


—No pareces haber dormido lo suficiente, se nota a millas de aquí —respondió con un gesto que Sebastian no supo interpretar—. Perdona por hacerte sentir con la obligación de ayudarme ayer, fui algo engreído al no agradecerte, independientemente del motivo me ayudaste.


Estaba ahora más confundido. Porque sabía que el profesor le estaba diciendo la verdad y le molestó la forma en la que dijo que había sido una obligación.


Porque fue una obligación, yo mismo lo dije.


Pero aún así le molestaba y no sabía por qué. Y tampoco sabía el motivo por el cual su profesor por primera vez decía algo enserio, porque ese era el problema con el que lidiaba todos los días, ese profesor mentía.


—Esto no tiene nada que ver con usted profesor Wild, tengo mis propios motivos para desvelarme —aseguró tratando de ser indiferente a sus reacciones—. Además es como ya le había dicho, no fue por obligación, prefiero la idea de que usted afecta mis intereses, así que procure no hacerlo nuevamente —le dijo casi en una exigencia, pero el profesor no pareció tomarlo como tal—. Profesor, olvidé algo que necesito cuando me quedé ayer, ¿me lo podría dar en la clase de mañana?


—Claro, lo olvidaba, intereses personales —dijo con una sonrisa sarcástica que por primera vez a Sebastian no le molestó—. Está bien, pero no vayas a dormirte en clases mañana.


En ese momento la molesta campana dio fin a toda conversación para que todo el mundo se encaminara a sus clases, eso incluía a los profesores.


—Wild, ya debo irme —dijo el profesor Byron llamando la atención de ambos, Ethan estaba junto a él—. Recuerda darle el reporte a Rogers, o al menos déjalo encargado con Seller. No vayas a dejarlo para el final del día esta vez —le recriminó el profesor como si tratase con uno de los estudiantes.


El rubio puso los ojos en blanco y arrugó el entrecejo.


—Ya lo sé, lo entregaré mañana —dijo con una mueca.


—Debías entregarlo hoy —le recordó el profesor dándole un golpe suave en la frente con la carpeta que llevaba en las manos—. También debes revisar esto y firmarlo, no pienso ir otra vez.


—Eres horrible… —murmuró el rubio haciendo un gesto con la mano— De acuerdo, ve a tu clase o se te hará tarde, no quiero que recuerdes algún otro trabajo para dejarme.


—Si se me ocurre algo te lo haré saber —respondió el de cabello azabache con afán de molestar—. Collins, si te atrasas no voy a dejarte entrar.


—Lo sé, lo sé —dijo Ethan con una sonrisa antes de dirigirse a Sebastian—. Nos vemos después en el almuerzo.


El moreno solo lo despidió con una media sonrisa y observó con algo de extrañeza la forma en la que su amigo seguía su camino con el profesor, sabía que tenía clase con él pero no podía sacarse la idea de que había algo extraño en su comportamiento.


—¿Tu amigo toma clases con el profesor Byron? —preguntó Wild, quien también miraba a esos dos alejarse.


—Sí, ¿lo dice por algo en especial?


—Sí —respondió el profesor con una tenue sonrisa—. No creí que existiera alguien más que sea capaz de soportar a Byron fuera de clases.


—He escuchado que es una persona difícil, pero es la primera vez que lo escucho de un profesor —admitió Sebastian.


—Y probablemente la única. Byron es… especial en esta universidad —dijo el rubio y miró en dirección contraria— Bueno, es hora de irme, nos vemos mañana Wayne, en clases te daré tu libro.


—Tenga cuidado profesor Wild —respondió mientras se alejaba él también hacia su siguiente clase.


Afortunadamente no estaba muy lejos y su profesor tenía la mala manía de llegar tarde a clases, así que no tenía problema en ir a su propio paso. Pero se detuvo a mitad del pasillo cuando repasó la conversación que tuvo con el profesor.


—¿Y él cómo supo que hablaba de un libro? —se preguntó a sí mismo y volteó a ver a sus espaldas, el profesor ya no estaba ahí. Sebastian sonrió.


Wild era el mentiroso perfecto.

Notas finales:

Lo sé, otra vez me he tardado un siglo en volver a publicar, pero ya estamos en la recta final y con los exámenes no se puede jugar :'D así que lamento mucho no estar publicando tan seguido como me gustaría.


Algo curioso es que este capítulo estaba escrito de forma completamente distinta para ser publicado desde el sábado, pero ya sea por las prisas de publicarlo o por la presión de los trabajos, cuando volví a leerlo me pareció un completo y horrible desastre, por eso los hice esperar tanto. Ahora puedo decir que estoy muy satisfecha con este capítulo.


¡Quiero escuchar más de lo que tengan que decir! Mis reviews favoritos siempre son los que me dicen que parecen pergaminos x'D pero no puedo evitarlo, son encantadores. Muchas gracias a quienes los dejan, me hacen el día<3


Y volviendo al tema principal, mi lindísimo Vicent hizo de las suyas para crear este precioso encuentro, como pueden notar me gusta describir los rostros, supongo que amo escribir sobre las "primeras veces". Lamento dejarlos con la intriga pero se viene un capítulo muy bueno de esta pareja, en el siguiente de Sebas y Jeremy se dirá quién es Vicent, quédense al pendiente.


Por otro lado, que haya salido la segunda parte significa que los siguientes capítulos serán de nuestro amado Byron y de Ethan, específicamente el que sigue (el trece) va a estar ubicado en los mismos días de estos capítulos, eso quiere decir que sabremos lo que Byron hizo con nuestro pequeño Ethan en todo ese día que Vicent atormentaba a Jeremy y en esa conversación que Sebastian no se molestó en escuchar al final ¬¬ 


¡Bueno mis niños, les deseo un hermoso fin de semana, revisé twitter hace como 5min y he visto que el lunes fue el cumpleaños de nuestra Sherlock Holmes, la señora Alejandra Seller! Eso incluye a Gabrielle, por supuesto(?) ¡Feliz cumpleaños Ale! Perdona por no cumplir con tu regalo el lunes, pero ya me encargaré de agregarte una sorpresa.


Bueno, ya no escribo más, ¡Nos vemos en el siguiente cap! No olviden decirme lo que les pareció el capítulo, lo bueno, lo malo, lo que les hace odiarme, todo.


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