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The Teacher por MMadivil

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Ethan había tenido la oportunidad de aprender muchas cosas en sus cortos años de vida, había escuchado cada palabra que cualquier persona tuviese para decirle, siendo paciente y obediente la mayor parte del tiempo porque “eso los hacía felices”. Pero nunca se había dado cuenta que él no había sido plenamente feliz.


De los escasos recuerdos que conservaba de su infancia, él siempre estaba en brazos de su madre, prometiendo que sería un buen niño y que sería tan fuerte como ella. Él solo podía pensar en crecer. Crecer para cuidarla, para así dejar de verla perder la vista cada día por remendar ropa a altas horas de la noche para poder pagar las cuentas y alimentarlos. Él y Nicholas habían crecido viendo a su madre poner una sonrisa mientras escondía las manos en los bolsillos de su falda al estar heridas por la máquina de coser.


Ellos lo único que podían hacer era sonreír.


Nicholas siempre se mostró como el más fuerte y sensato de los dos, aunque Ethan siempre lo atribuía a su papel de hermano mayor, pero sabía que al igual que él, su hermano sentía la impotencia de no poder ayudar a su madre como le gustaría. Ellos solamente eran unos niños. Unos niños que únicamente sabían que su padre era su madre, y eso les bastaba.


Como hermanos compartían el mismo interés, ver feliz a su madre y hacerle la vida lo más sencilla posible. Nicholas se había encargado de desaparecer todo el egoísmo que pudiese existir en Ethan, educándolo más de lo que a un hermano mayor le correspondía. Era duro, tenía una personalidad explosiva y a veces agresiva, pero siempre había sido gentil, Ethan sabía que Nicholas lo quería aunque nunca lo dijese, su fachada de niño rudo lo era todo para él, esto con el fin de proteger a Ethan cuando fuese necesario, y considerando que no tenían una figura paterna en casa, a Nicholas no le importó tomar el rol desde el principio.


Sin embargo, adquirir esa responsabilidad le afectó mucho más de lo que su madre creía, pues cuando Ethan cumplió ocho años, Nicholas decidió que dejaría la escuela.


Esa fue la primera vez que lo había visto pelear con su madre, ellos jamás se habían alzado la voz mutuamente y su madre mucho menos les había levantado una mano. Hasta ese día.


Ethan y Nicholas se encontraban cenando solos en la pequeña mesa del comedor, ya se habían acostumbrado a la ausencia de su madre la mayor parte del tiempo, pero esa vez ella los sorprendió con su llegada justo a mitad de la cena y con un pequeño obsequio entre las manos.


—¡Miren lo que he conseguido! Susane lo ha comprado por mí antes de que se agotaran, son los pastelillos que te habían gustado en la repostería, Ethan —le dijo con una sonrisa tan grande que no le cabía en el rostro—. Sebastian te manda saludos —dijo en un susurro mientras lo miraba— pero ya sabes que Susane lo castigó, así que no puede venir hoy.


—¡Gracias mamá! Mañana le diré a Sebastian lo que me compraste. Espero que su mamá le levante el castigo antes… ¿Te quedarás para que veamos la estrella gigante? —preguntó Ethan con emoción.


Pero el rostro de su madre se crispó de tristeza y solo le acarició la mejilla con cariño.


—Me encantaría mi pequeño marcianito, pero conseguí algo de ropa para remendar y necesito entregarla mañana.


—Pero… creí que con tu nuevo trabajo dejarías de trabajar en la noche —dijo Ethan con más preocupación que tristeza—. Lo prometiste.


—Cariño, la estética no deja tanto dinero… y lo necesitamos para comprarte tus cosas en la escuela, la comida, la luz… —trató de explicar su madre, pero Nicholas la interrumpió.


—¿Y por qué no simplemente dejamos de generar esos gastos? Si tanto dinero gastas en la escuela, apuesto a que tu trabajo podría mantenernos bien si uno de nosotros deja de ir —dijo con cierto enfado.


Su madre se había quedado sin habla por un momento, Ethan jamás la había visto tan estupefacta, pero pronto su expresión cambió.


—¿¡Pero de qué estás hablando Nicholas!? —exigió saber con enfado— ¡Yo no he pedido algo así! No me estoy quejando de mi trabajo, solamente quiero que me entiendan un poco, no siempre se puede tener todo.


—¡Y es por eso que no tenemos nada! Tenemos una casa, comida, las comodidades suficientes, pero no te das cuenta de que cada vez quieres más. ¡Nos estás haciendo a un lado! —alzó aún más la voz.


—¡Eso no es verdad! ¡Ustedes lo son todo para mí, y lo saben! Sabes que los gastos son inevitables Nicholas, y necesitamos el dinero porque no cae del cielo. ¿¡Por qué vienes a reclamarme esto ahora!? —pidió saber su madre, alzando la voz de la misma forma.


—¡Porque estoy cansado de tener que verte trabajar sin parar! Ahora ni siquiera podemos verte en el día. Y en la noche, te encierras con esa maldita máquina de coser —había respondido casi a gritos su hermano—. ¡Si por tener todo eso no vamos a tener a nuestra madre, entonces no lo quiero! ¡Dejaré la escuela y no me importa lo que digas al respecto!


—¿¡Te das cuenta de lo que estás diciendo!? ¡No puedes tomar una decisión así, no pienso permitirlo! —exclamó con cierto dolor, pero al mismo tiempo imponiendo su autoridad— ¡No eres más que un niño de catorce, ni siquiera sabes lo que estás diciendo!


—¡Claro que lo sé! Ethan puede estudiar por los dos, tú tienes que detenerte, a este paso lo único que va a quedar de nuestra madre es su recuerdo —siguió con la lengua afilada Nicholas mientras miraba a Ethan y lo señalaba— ¿Quieres que Ethan crezca cada cumpleaños sin verte? ¡Es la primera vez que te vemos en todo el día y ya le dijiste que tienes trabajo por hacer!


—Ya basta, no permitiré que tengamos esta conversación hoy —desaprobó su madre mientras se masajeaba las sienes.


—¿¡Y cuándo vamos a tenerla!? ¿¡Cuando nos digan que tú también estás muerta!? ¡A este ritmo vas a desaparecer igual que papá! —gritó Nicholas con todas sus fuerzas.


Hasta ahí.


El límite de su madre fue rebasado y su mano atravesó con fuerza la mejilla de Nicholas, dejando a Ethan pasmado en su lugar sin saber lo que realmente acababa de ocurrir.


—Basta Nicholas… —dijo en un tono de voz más bajo— No pienso hablar de esto en el cumpleaños de tu hermano.


Nicholas azotó la mesa sin dirigirle una sola mirada a su madre y salió corriendo por la puerta trasera, ignorando que Ethan lo miraba alejarse por el jardín antes de dejar caer las primeras lágrimas de impresión.


Y ahí terminaba todo.


Tal vez era la intensidad de ese momento lo que no le permitía recordar más allá, pero solo eso era suficiente para saber lo mucho que se preocupaban su madre y su hermano por él.


Siempre era por él.


Siempre era “tenemos que cuidar a Ethan”, “no podemos dejar solo a Ethan”, “no es justo para Ethan”, “Ethan tiene que tener lo mejor”, “Ethan lo necesita”.


Ethan. Ethan. Ethan. Estaba harto.


Todo el mundo quería ver por él, todos tenían la necesidad de cuidarlo, todos pensaban que él no podía valerse por sí mismo siendo tan pequeño. Había nacido con la maldición de hacer a la gente sentir que debía protegerlo, por eso día tras día se empeñó en demostrar lo contrario, estudiando duramente y trabajando en los días de verano. Su madre al final cedió con Nicholas y le permitió dejar la escuela cuando se dio cuenta que no podía pagar su universidad, así que ambos trabajaron para que Ethan pudiese hacerlo, pero él les demostró que no era necesario, que podía hacerlo solo.


Aunque la mayor parte fue gracias al director Rogers.


Y así al entrar a la universidad, se topó con el mayor de sus problemas: Su apellido. El precio a pagar por quitarle un peso de encima a su madre era negarla, y por supuesto, no podía decirle nada al respecto. Él quería rechazar la oferta, pero sabía que eso implicaba abandonar la idea de un internado y no podía darse el lujo de decidir por su hermano y su madre, ahora era su turno de ver por ellos.


Estaba emocionado por tener la responsabilidad de cuidarse a sí mismo, estaba preparado para enfrentar lo que fuese necesario para demostrarles que ya no era el niño al que debían tenderle una mano para levantarlo. Él quería ser útil por una vez en su vida.


Pero poco a poco, en ese mar en el que se sumergía por una mentira que detestaba, se fue hundiendo. Él jamás se lo había dicho a nadie, pero las preguntas sobre su apellido crecían con el paso del tiempo a una velocidad impresionante. Sentía que se ahogaba en ese disfraz de estudioso aristócrata y detestaba la forma en la que lo miraban de manera despectiva al levantar sospechas. Ethan no había medido la dificultad de su supervivencia.


Y justo cuando creía que se daría por vencido y dejaría atrás toda idea de superarse, llegaba el tan esperado final de la semana, ese día en el que un rostro conocido le abría las puertas de su mente para olvidarse de todos sus conflictos existenciales por un infinito instante. Esa persona que deseaba llenarlo hasta morir de conocimiento, alguien que quería hacerlo explotar cualquier límite que se impusiera a sí mismo, esa persona que le daba la espalda fingiendo no estar mirando mientras le enseñaba que para caerse nuevamente, tenía que volverse a levantar.


Él consiguió enseñarle mucho más de lo que Ethan hubiese deseado.


Sin prisa, pero con un espíritu impaciente, comenzaba a luchar con un corazón que latía desbocado cada vez que esa persona le regalaba una sonrisa o le dedicaba una sola mirada. Los roces accidentales, las caricias inevitables o la forma en la que se había acostumbrado a que le revolviera el cabello con esas manos tan suaves. Él no lo miraba como el resto, él no se preocupaba por sobreprotegerlo, la diferencia entre todo el mundo y él radicaba en que esa persona se quedaba esperando, ahí en donde Ethan nunca podía alcanzarlo, él simplemente esperaba a que Ethan lo hiciera por sí mismo. Le daba herramientas, le daba pistas, pero nunca lo hacía por él. Y eso había arrastrado a Ethan a un mar de sentimientos encontrados, porque sin darse cuenta, se había enamorado de la única persona que jamás le había dicho cómo debía vivir.


Lo regañaba, le recordaba sus errores, él era el tipo de persona que no dejaría pasar la oportunidad de fastidiarle, él se encargaba de hacerle ver a Ethan que todo era más complicado de lo que se veía, pero se resolvía más fácil de lo que se pensaba. Al principio creyó estar enamorado de su sabiduría, de la forma en la que a pesar de ser tan joven transmitía tanta experiencia, como si hubiese vivido lo suficiente para mostrarle a Ethan lo que era vivir en plenitud. Tenía sus defectos, como cualquier persona, pero enamorarse de ellos era lo más doloroso que le había sucedido. Su ironía, su sarcasmo, la forma en la que a veces olvidaba que no estaba solo y su ego aplastante salía a la luz. A veces se comportaba infantil, pues su necesidad de ganar siempre lo hacía ver como un niño, así como las veces que escapaba de sus obligaciones. Ethan había sido testigo innumerables veces de la forma en la que esa persona ignoraba el teléfono para no asistir a alguna reunión, inclusive él podía comportarse de esa manera.


Pero Ethan era conformista, que con una cercanía tan simple sentía que era feliz.


Viviendo cada día con la esperanza de encontrarse con esa persona aunque fuese por unos instantes, sonriendo de manera genuina cuando esos intensos ojos lo atravesaban con ese precioso color azul y de sus labios salía alguna ocurrencia que lo molestaba.


Con el paso del tiempo dejaron de ser únicamente sus ojos. Ahora se entretenía mirando la forma perfecta de su perfil que parecía tallado con el más preciso de los cuidados. Luego fueron sus sonrisas, esas que escaseaban tanto como el mar en el desierto, pues ver una curva y una sonrisa para Ethan no era igual. Cuando él sonreía, sus ojos brillaban, sus hombros se relajaban y sus labios reían. Fue ahí donde perdió el control de sí mismo, pues se dio cuenta de que todo este tiempo siempre estuvo perdido mirando sus labios, a veces de forma discreta, a veces de forma importuna. Alguna vez deseó tocarlos.


Pero entonces… sucedió esto.


Esos labios que por tanto tiempo había admirado, ahora presionaban con ternura y delirio los suyos, y esas manos que alguna vez solo tocaron sus cabellos, ahora se deslizaban por las lágrimas de sus mejillas en una delicada caricia. El tiempo no existía.


¿Un sueño? ¿Una mala jugada de su imaginación? No lo sabía, pero esto… esta dicha que sentía… no cabía en su pecho.


No solo había aceptado que lo amaba desde que aprendió por primera vez de él, además estaba siendo correspondido. Quería llorar nuevamente, pero ya no de tristeza, si no de una felicidad tan plena que…


Felicidad.


Por primera vez, en toda su vida, estaba feliz por algo que él mismo eligió. Pues aunque no había escogido a su profesor para enamorarse y había aprendido que la razón no mandaba en el corazón, él eligió ser feliz ese instante a su lado.


Alzó las manos y acarició con lentitud el rostro del amor que creía imposible, llevando los dedos a enredarse en esas hebras de cabello azabache, tirando de ellas con suavidad y algo de rabia, pues lo amaba y lo odiaba al mismo tiempo.


Byron era dueño de todo. De su odio, su frustración, su amor, su cariño y a la vez su miedo. Solo él podía crear esa tormenta y enamorarlo nuevamente una infinidad de veces más. Siempre era más de lo que podía soportar.


El impulso provocado por la necesidad de tenerlo más cerca hizo que Ethan finalmente envolviera los brazos alrededor de su cuello y su cuerpo abandonara la seguridad de su asiento para caer encima de su profesor. Fue un mal cálculo al hacer que Byron perdiese por un momento el equilibrio y su espalda chocase contra el escritorio. Por primera vez agradeció ese diseño tan anticuado, pues la cubierta del frente evitó que ambos continuaran su caída, dejando al de ojos verdes sentado en el regazo del mayor.


Ethan separó su rostro apenas lo suficiente y miró a Byron completamente avergonzado por la posición en la que estaban, mientras sus mejillas trabajaban por su cuenta en lo mejor que sabían hacer: transportar toda la sangre a su rostro.


—L-lo siento… ¿está bi-… —ni siquiera tuvo tiempo de terminar la frase. El de cabello azabache lo cortó cuando volvió a atraerlo y lo hizo callar con sus propios labios.


Ethan ni siquiera pudo reaccionar, cerró los ojos cuando esos labios volvieron a robarle el aliento y se estremeció cuando esas manos abandonaron su rostro para aferrarse a su cintura. Continuó besándolo con la misma dulzura e intensidad hasta que tuvo que obligarse a sí mismo a separarse por la falta de aire, pero se quedó ahí, con la frente apoyada contra la de su profesor y sus labios apenas rozándose, rogando por unirse una vez más. Pero quería saber tantas cosas… que no sabía qué impulso reprimir primero.


Tampoco sabía qué decir, o por dónde comenzar, el lío en su cabeza era tan grande que apenas y podía recordar con coherencia quién era y con quién estaba.


Pero Byron no parecía tener el mismo problema, él alzó una de sus manos nuevamente y acarició con calma la humedad de las mejillas de Ethan. Sí, las lágrimas seguían surgiendo sin que él se diese cuenta, y el de ojos infernalmente azules las acariciaba una y otra vez con la yema de los dedos, luego con el dorso de su mano y después con sus labios.


—¿Por qué lloras? —preguntó suavemente sin separarse de su mejilla, haciendo a Ethan erizarse hasta el último cabello.


—No lo sé… —respondió con la voz ronca, sintiendo los efectos de su llanto en la garganta—. Creo que… estoy tan feliz que no puedo dejar de hacerlo. P-pero a la vez… estoy confundido.


—¿Estás feliz? —inquirió el profesor sin cambiar de posición.


Ethan sentía un cosquilleo en el estómago cada vez que le hablaba porque su voz estaba tan cerca que su corazón podría explotar en cualquier instante.


—¿Usted lo está? —pidió saber con la voz algo temblorosa, ese era uno de los tantos motivos de su confusión.


—Ahora no estoy seguro… —admitió, haciendo que el corazón de Ethan se detuviese—. Te besé, te abracé, tengo unas infernales ganas de volver a hacerlo y probablemente lo haré, pero tú me sigues hablando de “usted”. ¿Qué hice mal?


—¿Cómo puede ser tan sarcástico justo ahora? —exclamó el chico, dándose por vencido y apoyando la cabeza en el hombro del profesor— No puedo, sería muy extraño hablarle de… ¡Eso no es importante ahora! —dijo con frustración mientras las lágrimas y sus ganas de llorar, lejos de irse, crecían.


—¿Y qué es importante ahora? —escuchó a Byron preguntar mientras lo estrechaba aún más entre sus brazos. Como si quisiese que Ethan se pegase a él de forma permanente, y una de sus manos comenzó a acariciarle el cabello al casi-rubio tan suavemente que se olvidó de la pregunta por unos segundos.


—T-tengo muchas preguntas, en primer lugar, no creo que sea normal tener una conversación tan tranquila después de todo esto… y… que usted se vea tan calmado… me inquieta… —reveló con cierta inseguridad.


—¿Y quién dijo que lo estoy? —expuso Byron en un murmullo, cerca de su oído.


El profesor tomó la mano del menor y la colocó en su pecho, justo en el lugar donde su corazón ocupaba un espacio. Ethan se tensó a modo de respuesta mientras sentía su rostro arder. Los latidos del profesor eran tan rápidos y fuertes que parecían la réplica perfecta del suyo latiendo desbocado, pero era increíble sentirlo a través de sus dedos mientras veía la perfecta máscara de indiferencia que tenía su rostro. Era inmutable.


Escuchó una suave risa y sus labios volvieron a besarlo en la mejilla, él se divertía al verle así, eso lo sabía. Pero no podía molestarse, era difícil hacerlo si ahora lo besaba de esa forma.


—Profesor Byron… ¿Por qué me besó…? —inquirió finalmente en voz baja, temiendo la respuesta.


—¿Por qué me correspondiste? —contraatacó el mayor, separándose para poder mirarlo a los ojos.


Ethan volvió a abrir la boca pero ni una palabra salió de ella, ¿por qué le había correspondido? Bueno, estaba claro que era porque lo amab-…


Lo amaba.


—Lo sabes —apremió Byron con una sonrisa.


El casi-rubio frunció el ceño al no poder luchar con el calor de sus mejillas, esas palabras significaban mucho más de lo que podían aparentar para él y no sabía si hablaban en la misma medida.


—¡No trate de confundirme! ¿Cómo sé que hablamos de lo mismo? —dijo con firmeza, aunque principalmente por no querer darle la razón tan fácilmente.


—¿Es necesario que lo diga? —contestó el profesor mientras enarcaba una ceja—. ¿Tratas de insinuar que yo podría besar a cualquiera? Comienzo a sentirme ofendido.


—¡N-no dije algo como eso! —expresó algo culpable, pero el sentimiento se desvaneció enseguida— Yo… pensé que le era indiferente… hasta cierto punto. Es decir, no creí que pudiese interesarse en mí de forma…


—…romántica —completó el de cabello azabache cerrando los ojos con un suspiro—. Lo sé, yo tampoco lo pensé, no es como si hubiese planeado esto.


—¿“Esto”?


—Enamorarme de un mocoso que no puede dejar de llorar —reveló con frustración mientras limpiaba por enésima vez las mejillas de Ethan.


—No es como si pudiese controlarlo —expuso mientras fruncía el ceño y miraba hacia otra parte, ya era bastante vergonzoso no poder lidiar con eso a solas, era peor estando con él—. Además, no tiene ningún derecho a quejarse de estar enamorado de mí —señaló Ethan para sorpresa del profesor—, el único que debería levantar quejas es el que está enamorado del caprichoso, egoísta y ególatra profesor de filosofía, quien además se atreve a imponer su voluntad no solo en clase ¡también en mi cabeza! ¿Tiene idea de lo difícil que es lidiar con esto todos los días mientras me pregunto si realmente enloquecí? —exclamó mientras se limpiaba con rabia el resto de humedad en sus mejillas con el dorso de la mano—. ¡Debe de estar loco si cree que yo planeé enamorarme de alguien así! Y… y aún así lo hice… porque se trata de usted…


En algún punto su voz volvió a quebrarse y detestó esa parte que estaba fuera de su control, pero así era, no es como si alguien realmente pudiese controlarlo cuando se lloraba de verdad. Todo esto eran demasiadas emociones para solo un día.


—¿Por qué nunca me lo dijiste? —pidió saber Byron con una mirada llena de confusión.


—¿Por qué lo haría…? —respondió Ethan en un hilo de voz—. Prefería verlo a lo lejos todos los días antes de afrontar la posibilidad de que usted me prohibiese volver a acercarme. ¡Yo no puedo saber lo que está pensando! Y siempre parecía que para usted todo le era indiferente… yo no iba a… —iba a continuar, quería que supiera lo mucho que lo había estado atormentando todo este tiempo, pero Byron lo calló como solamente él podía hacerlo.


Ethan no pudo poner mucha resistencia al beso a pesar de que sabía que lo merecía, pero simplemente no podía negarle algo que él también deseaba, mucho menos cuando había esperado tanto tiempo para ello.


—Eso fue culpa mía, lo sé —admitió Byron separándose solo lo suficiente de sus labios, pero inclusive se rozaban al hablar—. Pero tú mismo lo dijiste, soy una persona egoísta, y tuve que darme cuenta de que monopolizarte de esa forma ya no era suficiente.


—¿¡Está diciendo que lo hizo a propósito!? —alzó la voz el de ojos verdes mientras fulminaba a Byron con la mirada, algo difícil por la cercanía—. Pasé meses partiéndome el cerebro pensando que solo eran ideas mías y ahora me sale con que realmente estaba tratando de… ¿¡Por qué me hizo eso!? —exigió saber Ethan casi furioso, había sufrido lo suficiente como para enterarse de esto justo ahora.


Comenzó a moverse para tratar de liberarse de sus brazos e incorporarse, pero todo lo que conseguía era que Byron lo ciñera aún más contra su cuerpo.


—Porque yo tampoco lo sabía, simplemente comenzó como el deseo de manipularte, porque tú eres… —Byron suspiró antes de continuar, consiguiendo finalmente inmovilizar a Ethan—. Porque tú eres diferente Ethan, siempre lo has sido… y desde entonces nunca quise que nadie más se diese cuenta. Pero lo que no sabía… es que era porque estaba enamorándome de ti, mocoso.


Ethan dejó de luchar y se quedó quieto, paralizado en su lugar como si alguien le hubiese dado una descarga. Seguía mirando a Byron a los ojos pero al mismo tiempo eso… simplemente era…


—¿Cómo me llamó…? —dijo en un murmullo.


—¿A qué te refieres? —inquirió Byron juntando ligeramente las cejas.


—Dijo Ethan… —señaló abriendo cada vez más los ojos.


El profesor no comprendió hasta después de un instante, antes de sonreír de forma dulce y derretir al chico solo con la mirada.


—De todas las cosas que dije y que pudiste haberme reclamado, eso fue lo único que realmente llamó tu atención —señaló con una suave risa divertida—. Tú simplemente eres único.


—Dígalo otra vez…—pidió el casi rubio de forma dulce, mirando por un momento sus labios.


—¿Qué quieres que diga? —respondió mientras se acercaba lenta y peligrosamente.


—Mi nombre.


—…Ethan —dijo sin rodeos, como si él también estuviese deseoso de decirlo—.Ethan ¿Qué voy a hacer contigo? —preguntó en una especie de suspiro mientras acariciaba suavemente la nariz del chico con la suya—. ¿Estás consciente de que ahora no pienso dejarte ir?


—Nunca pensé en irme —dijo con toda la seguridad que sus palabras podían expresar.


—Entonces haces mal, deberías pensar en todo —lo reprendió el rofesor mientras volvía a besar sus labios, esta vez de forma más atrevida al morderle el labio inferior con suavidad—. Si no haces otra pregunta ahora, me encargaré de que no puedas volver a hablar.


—¿¡Eh!? N-no, espere, eso no es just-…mgh —el de ojos verdes luchó contra los deseos de besarlo, pero Byron… besaba demasiado bien, y él era muy débil en ese sentido— y-yo… está… ¿¡Está consciente de que los dos somos hombres!?


Y de todas las preguntas, Ethan escogió la más estúpida. Como siempre.


Pero si su objetivo era detener a Byron, lo consiguió, pero por el alto precio de tener que soportar su molesta e irónica carcajada que decía “eres un idiota” por sí misma.


—¡Ya entendí, lo dije sin pensar! —se defendió el chico, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado para disimular su vergüenza.


—Es un internado de hombres, te dije que estoy enamorado de ti desde hace tiempo y tú me correspondiste, pero aún así tienes las agallas para decir eso —enumeró entre risas—. Ethan, no olvidaré que preguntaste eso, pero tendré compasión y voy a ignorarlo.


—¡Compa-…! Usted es simplemente detestable —dijo casi en un gruñido, deseando desaparecerle la boca con la mirada—. ¿Sabe qué? Merezco algo a cambio, y como a usted ya le gustó decir mi nombre, tengo derecho a saber el suyo.


—No —respondió rápidamente, con una sonrisa socarrona y molesta—. Tú querías saber por qué ocultaba mi nombre, y mi condición era que tú lo adivinaras solo. Si te lo digo ahora, no volveré a tocar el tema, jamás.


—P-pero… —comenzó a decir Ethan, pero sabía que él tenía razón y quería demostrarle que podía adivinarlo si se lo proponía—. Está… está bien. Pero… —quería agregar algo más, pero se mordió el labio algo indeciso, por primera vez no estaba seguro de decir lo que quería realmente.


—Dímelo —ordenó Byron al darse cuenta de lo que sucedía—. Si no me lo dices te quedarás en la incertidumbre probablemente por siempre.


—Es que… sabe que mi curiosidad me lleva a ser indiscreto la mayor parte del tiempo… pero quería saber… —hizo una pausa, buscando la pregunta en su mente—. Profesor, el problema es… que quiero saberlo todo.


—¿A qué te refieres con “todo”? Sé más específico.


—¡No puedo!... es decir, quiero saber todo lo que se refiera a su persona, pero si no puedo saber algo tan sencillo como su nombre entonces… me hace preguntarme todo lo que realmente me sé…


Por un momento hubo un silencio que no fue incómodo, era más bien como el instante en el que ambos se hacían a sí mismos esa observación, pero Byron fue el primero en romperlo.


—Estoy seguro de que podríamos pasar un semestre entero aquí y jamás terminarías tus preguntas. Pero no eres el único que quiere hacerlas —señaló dejando algo confundido a Ethan—. Yo también quiero saber todo sobre ti Ethan, hasta las cosas más triviales, pero no veas el no saber mi nombre o mi pasado como algo negativo —agregó mientras le acariciaba la mejilla con suavidad— te gusto, ¿cierto?


—No sea engreído… es obvio —respondió sonrojándose lentamente.


—No me refería a eso —murmuró con una sonrisa—. Yo tampoco sabía mucho más que tu nombre y puedo contar con una sola mano las cosas que realmente sé de tu vida fuera de este internado. Estoy enamorado de lo que eres, no de lo que fuiste, y todo lo que sepa de ti a partir de ahora no va a cambiar la forma en la que te miro todos los días.


Ethan enmudeció en ese instante, abrumado por la intensidad y el significado de esas palabras, por darse cuenta de que se había enamorado de una persona cuya historia desconocía, pero él… con toda la razón que tenía siempre, le había vuelto a abrir los ojos. ¿No era esta la forma más honesta de enamorarse?


—Ethan, hagamos un trato —ofreció el profesor al ver que el chico no respondía—. A excepción de mi nombre, prometo responderte lo que pidas, siempre y cuando estemos a solas.


—Entonces… ¿podemos hacerlo ahora?


—Está bien —accedió con una media sonrisa— pero tú has preguntado antes, así que yo empiezo.


~*~


—Entonces tienes un hermano mayor…


—Y mi madre trabajaba para mantenernos a ambos, es por eso que no dudé en entrar a Haverville cuando me dijeron que era un internado —explicó Ethan ahora más calmado, jugando con las manos de Byron mientras se acomodaba mejor entre sus brazos.


Perdieron la cuenta de las horas que habían pasado haciendo lo de siempre, hablar de forma interminable, pero en una atmósfera universalmente distinta a la que tenían en sus reuniones anteriores.


Ambos habían abandonado el suelo y la vergonzosa posición que había provocado esa caída, pero Byron estaba reacio a dejar que Ethan ocupase nuevamente su lugar en el sillón como una persona normal, así que lo obligó a sentarse nuevamente en sus piernas, esta vez en su colosal trono. Y si debía admitirlo, agradecía que ese lugar fuese lo suficientemente grande para ambos y lo suficientemente pequeño para tener que estar juntos de esa forma. Lo único que le molestaba de la posición, era el hecho de darle la espalda y sentirse tan vulnerable, pues el profesor comenzaba a mostrar su mala manía de mordisquearle cada vez que podía y el casi rubio no tenía forma de defenderse.


Byron había preguntado acerca de su familia, su madre, y parecía sorprendido al enterarse de que tenía un hermano, aunque no era extraño si tomaba en cuenta que nunca habían mencionado algo al respecto. Ethan le había hablado de todo lo que pedía, desde cosas como sus aspiraciones y responsabilidades, hasta trivialidades como su comida favorita.


—¿Aún estás enojado por lo que te dije hace un rato? —inquirió el mayor mientras entrelazaba sus dedos con los de Ethan para que éstos no se pudiesen mover.


—Aún tengo ganas de golpearlo, pero no estoy enojado… me dijo la verdad, aunque de una forma muy poco convencional —aclaró, refiriéndose a la discusión que habían tenido cuando llegó.


—Tenías que entenderlo de una u otra forma, esa era la vía más rápida y las otras no iban conmigo. No soy un terapeuta —expuso Byron con cinismo.


El casi-rubio puso los ojos en blanco.


Probablemente habrían tenido la misma conversación tiempo después, con Ethan del otro lado del escritorio y con un libro en su regazo, y la plática habría surgido de forma casual, por algún comentario o por simple curiosidad, y jamás hubiese sido algo relevante para él. Pero el panorama era completamente distinto con Byron besándolo y mordiéndolo en el cuello cada vez que podía, sin embargo, su carismático descaro seguía ahí. Y extrañamente eso lo hacía feliz, porque él jamás había deseado algún cambio en ese aspecto.


—¿Cómo se llama tu hermano? —preguntó Byron para sorpresa de Ethan, quien inconscientemente frunció el ceño.


—¿Por qué quiere saberlo?


—¿Por qué estás a la defensiva?


—Porque no necesita saberlo —masculló de mala gana, mirando hacia otro lado.


—Ethan… dime que no estás celoso —clamó Byron antes de echarse a reír.


—¡No estoy celoso! No es como si pudiese estar celoso, usted ni siquiera lo conoce y estoy seguro de que a Nicholas no le… —Ethan se tensó por un instante y se irguió en su lugar al caer en cuenta de cierto detalle—. Oh…


—¿Enserio? ¿Acabas de decir su nombre de forma inconsciente?


—No, no es eso —contó Ethan volviendo a rodar los ojos—. Es solo que… m-me imaginé lo que pasaría si usted conociese a Nicholas y… —suspiró y negó fuertemente con la cabeza—. No, no, no.


—¿Te importaría explicarme? No es como si pudieses evadir que conozca a tu familia, después de todo soy tu profesor y ahora tu ama-…


—¡No lo diga! —lo cortó Ethan mientras sus mejillas se sonrojaban suavemente—. Aún estoy tratando de procesar la idea, deje de intentar decirlo cada cinco minutos.


—Entonces explícame o seguiré diciendo “amante”.


—¡AGH Usted es horrible! —se quejó llevándose ambas manos a los oídos— Ya sé que lo es, pero no lo diga, por una vez sea paciente —dijo cerrando los ojos con pesadez—. Nicholas tiene un horrible complejo de padre, es capaz de decir cualquier cosa si usted no le agrada… —suspiró.


—¿Por qué no habría de agradarle?


—Porque usted me agrada a mí —señaló con un leve encogimiento de hombros— así funciona su lógica.


—Creo que puedo entender eso… —comentó Byron con un ligero asentimiento.


—¿Usted tiene un hermano mayor? —inquirió Ethan echando la cabeza hacia atrás para poder verle. Byron rió por algún chiste privado que solo él entendía.


—Afortunadamente no, pero puedo entenderlo desde su punto de vista, es normal desconfiar de las personas que le agradan a alguien tan ingenuo —agregó de forma sátira.


—¡Oiga! —se quejó Ethan por lo último, pero al repasar esa frase, una nueva pregunta surgió en su cabeza—. ¿También tiene complejo de padre? ¿Con quién?


—Supongo que puedes llamarlo de esa forma, pero no es precisamente correcto —dijo con una sonrisa, mirando algún punto cerca de la puerta—. No es el rol que tengo con esa persona.


—¿Con quién? —volvió a preguntar.


—El profesor Wild —reveló mientras miraba a Ethan a los ojos, asegurándose de hacerlo justo cuando dijo su nombre.


 El chico se tensó por un instante y desvió la mirada, odiando la reacción natural que le tenía a ese nombre. No es que tuviese algo en su contra, simplemente no le gustaba… la cercanía que tenía con el profesor.


—De acuerdo, basta. No es la primera vez que pones esa cara cuando menciono al profesor Wild y no, no sé lo que estás pensando. ¿Qué sucede? —exigió saber Byron y le mordió la mejilla suavemente. Ethan suspiró.


—Es… es solo que… hasta el día de hoy no puedo comprender cómo es que usted y el profesor Wild se llevan tan bien —trató de explicar, pero sus ideas no se coordinaban con sus palabras—. No tengo la suerte de conocerlo y lo poco que me ha dicho Sebas-… mi amigo, al que no le cae muy bien, solo me confunde más.


—¿Qué dijo tu amigo?


—Que ese profesor… miente. Simplemente miente. No entendí a lo que se refería y aún no lo entiendo, él solo dijo que no lo comprendería.


—“Es cosa de artistas” —dijo Byron con pesadez, e Ethan giró el rostro para poder mirarlo.


—¡Es lo mismo que dijo él! —señaló el chico con los ojos abiertos por la impresión—. ¿Cómo lo supo?


—Jeremy dijo lo mismo… —respondió con cierta indiferencia, pero parecía que el profesor pensaba seriamente sobre el asunto—. Tu amigo es muy astuto.


—¿Eh? ¿Astuto por qué? —repitió confundido.


—Por nada en especial, pero está en todo su derecho de pensar así del profesor —comentó el de cabello azabache—. Yo pensaba lo mismo cuando lo conocí.


—¿De verdad? —dijo Ethan con sorpresa— Nunca pensé en algo como eso… ¿cómo conoció al profesor Wild?


—Lo conocí cuando entré a la universidad, la única persona con la que estaba familiarizado era con el director Rogers, y en ese tiempo… tampoco mantenía una buena relación con él —por alguna razón, dijo eso con una sonrisa—. Por mi edad me metí en problemas y peleas muchas veces, pero en una de esas… conocí a Jeremy —contó con un suspiro antes de reírse—. Supe su nombre en la oficina del director, cuando nos levantaron una suspensión argumentando “comportamiento indebido”. Así que nos agarramos por primera vez a golpes en la oficina, después en la enfermería, y de ahí en adelante… cada vez que nos veíamos.


—¿¡Está hablando enserio!? Oiga, no juegue conmigo, le pregunté con la mejor intención y-…


—Es verdad, Ethan —insistió y acarició una de las manos del chico—. Yo nunca dije que nos llevásemos bien desde el primer momento. De hecho, si me hubiesen dicho en ese tiempo que ahora sería una persona importante para mí, probablemente me hubiese reído.


—¿Es… muy importante para usted? —quiso saber Ethan con cierta cautela.


—Además eres celoso… —comentó riendo por lo bajo—. Sí Ethan, es muy importante para mí…—en ese momento acercó los labios al oído del casi rubio y prácticamente lo acarició con los labios al hablar—. Pero solo somos amigos, a diferencia de cierto dulce enano al que podría comerme justo ahora.


—Y-yo … yo no estoy… —Ethan comenzó a replicar, pero Byron comenzó a morderle la punta de la oreja suavemente y sus labios fueron descendiendo entre besos hasta llegar a la curva de su cuello—. B-basta… si sigue así, va a…. esquivar el tema —reclamó a duras penas, pues con trabajo podía hablar sin suspirar.


—¿Qué? ¿Te distraigo? —dijo el muy presuntuoso.


—A usted le gustan las peleas ¿¡verdad!? —le echó en cara el chico mientras se encogía un poco por la sensación en su nuca—. D-de todas formas… ¿por qué tenía problemas tan seguidos?


—Bueno, yo era un mocoso aún más joven que tú en una universidad donde a duras penas entraba alguien con edad legal, era normal despertar la envidia en los pobres diablos que ni siquiera llegaron a terminar el año…


—Otra vez está idolatrándose a sí mismo… —señaló Ethan poniendo los ojos en blanco—. ¡Oh! Eso me recuerda, una vez le pregunté si usted venía de una familia acomodada, pero nunca me respondió.


—Sí te respondí, te dije que preguntabas mucho —recordó con cierto sarcasmo—. La universidad estaba en su apogeo con la aristocracia y yo ya estaba rompiendo suficientes reglas, ¿tú qué crees?


Ethan había supuesto algo así desde el principio y para ser honesto, no se sorprendió con la respuesta, el profesor no tenía ningún indicio de haber pertenecido alguna vez a la clase media. Sin embargo, algo más lo dejaba algo inquieto, y no sabía de qué se trataba. Le creía, sí, pero faltaba algo.


—Profesor, ¿por qué-…? —comenzó a preguntar, pero el sonido y la vibración del celular del profesor lo hizo detenerse.


Byron se disculpó y sacó el celular de su bolsillo para contestar. Ethan pensó en alejarse, estaba demasiado cerca y no quería escuchar conversaciones ajenas, pero el profesor se dio cuenta de lo que pretendía y se aferró a él con fuerza utilizando el único brazo libre que tenía.


Buenas tardes, busco al profesor Byron —dijo la voz al otro lado de la línea, lo sabía, estaba demasiado cerca para escucharla. Pero era la voz de una…— Mi nombre es Amanda y hablo de la editorial “Aver&Co” 


—Sí, soy yo. ¿Qué sucede? —respondió con familiaridad.


Su editora me pidió que le informara de un cambio de fechas, la compañía cambió el calendario con la imprenta debido a unos problemas de publicación —explicó calmadamente, pero Byron comenzó a tensarse—. Le envié la información por correo pero la dirección fue rebotada. ¿Me podría dar una nueva dirección de contacto?


—¿Por qué no fue Maddie quien me informó sobre esto? —exigió saber educadamente el profesor.


¿Quién es Maddie?


La persona al otro lado de la línea suspiró.


Me pidió que le informara que se encontraba de viaje, pero iría personalmente a recoger el manuscrito en la fecha límite —aclaró e hizo una pausa—. Profesor, le recomiendo hablar con ella si desea entregar el manuscrito por otro medio.


—Amanda, anexa al calendario las fechas de viaje de esa mujer y un número de contacto, necesito impedir esa entrega “personal” —dijo con un nuevo tono de fastidio y molestia—. Sus visitas son de mal augurio.


Como ordene profesor, puede enviar los datos al correo de la compañía y en breve tendrá lo que me pidió. Que tenga un buen día —se despidió la mujer.


—Lo dudo, gracias Amanda… —respondió con un suspiro y cortó la llamada.


—Esa compañía es la que está a cargo de los derechos y la publicación de sus libros, ¿cierto? —preguntó Ethan en la primera oportunidad.


—Así es, Amanda es la secretaria principal del departamento de edición y Maddie… es mi editora —agregó sin mucho ánimo—. Lo siento Ethan, tendré que ir a la oficina de Rogers, necesito contactar a esa mujer lo antes posible —dijo con fastidio mientras lo estrechaba con más fuerza.


—Está bien, de todas formas ya es tarde y tengo un trabajo de filosofía que terminar —lo tranquilizó Ethan a pesar de que también deseaba quedarse con todas sus fuerzas—. No quiero que mi profesor termine sermoneándome —agregó con una sonrisa a la que el profesor correspondió, y alzó el mentón de Ethan para robarle un largo beso.


—No te desveles otra vez mocoso, solo termina ese trabajo y duérmete, los demás no son importantes —recalcó dejando a las otras materias como algo insignificante.


El de ojos verdes se echó a reír y finalmente se incorporó del asiento, tomó sus pertenencias mientras el profesor hacía lo mismo, pero éste pareció recordar algo.


—Ah, por cierto, toma —dijo el de cabello azabache mostrándole una caja cerrada—. Dijiste que te gustaban los dulces y yo no los necesito, solo no se te ocurra comértelos todos de una sola vez.


—¿Enserio? G-gracias… y no prometo nada —avisó Ethan con honestidad.


El profesor le dio un suave golpe con los dedos en la frente para reprenderlo y ambos se encaminaron a la puerta, pero el casi rubio se detuvo justo antes de abrirla.


—Profesor… nosotros… al salir de aquí debemos actuar como siempre… ¿verdad?


—Así es —afirmó en el mismo tono de Ethan, pues a ninguno de los dos les gustaba la idea—. Pero al entrar aquí podemos cambiar eso… siempre.


Ethan sonrió con sus esperanzas renovadas y sus ánimos en la cima, mirando al profesor con cariño antes de abrir la puerta… y volver a la realidad.

Notas finales:

Sí, lo sé, lo siento. Tardé milenios en subir capítulo, pero admítanlo mis niños, valió la pena.

-Wtf Maddie, ¿y el hard?

JAJAJA Saben que esa escena existirá, pero vamos, no llevan ni 24hr de amantes oficiales y ya van a acost-... no. Digo esto por adelantado, ya que sé que mueren por leer otra cosa, pero sean pacientes pequeños hobbits.

FUE-MUY-DIFÍCIL-ESCRIBIR-ESTE-CAPÍTULO. Lo borré. Lo borré. Lo volví a borrar. Lo escribí mil veces, pasaron mil cosas distintas y el resultado final fue la combinación de mis 5 borradores anteriores. Esto debido a que quería hacer muchas cosas, decir muchas cosas, y cuando me di cuenta ya había escrito casi 30 pags. Así que hasta aquí llegó el capítulo de hoy para no hacerlos esperar más.

Ya sé, ya sé, quieren saber más de Byron y hay muchas incógnitas, pero ¿no les parece que se ven felices? a mi me parece que sí, tal vez demasiado, pero bueno... solucionaré eso más adelante.

NICHOLAS: Hermano mayor de Ethan, existe desde el capítulo en el que Ethan quiere hablarle a su familia pero nadie contesta en casa, solo olvidé mencionarlo :) -já-

AMANDA Y MADDIE: Oigan, quería estar en mi propia historia...

¿¡Cómo se llama la suegra de Byron!? B) Diviértanse con eso.

¿Alguien se imagina cómo se conocieron Jeremy y Byron, y por qué peleaban? Dejen su review, si se acercan, tendrán un premio <3

Bueno, no voy a comentar más acerca del capítulo, yo sé que de todas formas me dejarán sus adorables dudas, gracias por los reviews que me alimentan, de verdad me encantan.

Y a esas personitas en twitter a las que me gusta molestar, o que me levantan el ánimo, o me dejan quejas, gracias... me hacen recordar por qué tengo que esforzarme para actualizar. Además es divertido molestarles. Y perdón por hacerles leer mis crisis existenciales... pero eso les pasa por seguirme, gracias por soportarme respondiendo con gifs.

Y si no me siguen y solo me stalkean, al menos dejen una señal de que lo hacen aquí: @MMadivil

¡A las personas que les gusta/tienen/aman wattpad!, The Teacher ha sido actualizado completamente! Por un par de meses estuvo en stand by, pero ahora está 100% al día, dado que comenzaré a actualizar al mismo tiempo, y si no tienen wattpad y quieren saber de lo que hablo, entren al link: https://www.wattpad.com/story/37315565-the-teacher-yaoi-gay?  y podrán ver la sensual novela con portada.

En fin, suficiente spam por hoy, espero que les haya gustado el capítulo, y si no, díganmelo. Voy a ignorarlo porque lo amé, pero tienen derecho a hacerlo ;)


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