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The Teacher por MMadivil

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Byron cerró con más fuerza de la necesaria su laptop y se sostuvo el puente de la nariz mientras inhalaba profundamente. No se estaba sintiendo bien estos últimos días y sabía que no debía tomarse sus dolores de cabeza a la ligera, pero despejar su mente en estos momentos no era posible. Inclusive había dejado de trabajar en su manuscrito por la poca concentración que conseguía, ni siquiera una buena lectura le resultaba tranquilizante.


Había aplazado las últimas “lecciones nocturnas” indefinidamente y ahora no sabía con exactitud lo que debía de hacer. Solo hacía falta una noche para que esos chicos dejasen de tomarlas, una y no tendría que volver a tocarlos, era sencillo imaginar que después de eso no tendría nada que ocultarle a Ethan. ¿Por qué no las cancelaba definitivamente? Fácil, la idea estaba muy lejos de lo que él pretendía, además a estas alturas podría resultar contraproducente cancelar de la nada esas lecciones, los chicos que ahora estaban en la palma de su mano podrían salirse de su zona de confort y comenzar a causarle problemas. Suficiente tenía ahora con Darrell Bloom. No le gustaba la forma en la que ahora lo veía acercarse a Ethan, y tampoco tenía muy en claro lo que pretendía al investigar abiertamente sobre el pasado de Byron, en general le daba igual lo que ese chico tuviese en mente pero ¿qué ganaría con eso? Eran demasiadas preguntas para el peor de los momentos.


Tamborileó los dedos en el descansabrazos, mirando hacia la puerta de salida del salón privado mientras ignoraba la vibración de su celular con una llamada entrante. Ignoraría muchas llamadas estos días, tenía las órdenes de hacerlo.


Miró por última vez la pantalla de su celular, con el simple “Evans” brillando con todas sus letras en la parte superior. Apagó el aparato a la primera oportunidad.


—Deben de estar muy desesperados para llamarme precisamente a mí… —masculló con indiferencia, tirando el móvil al fondo de su portafolio.


Se levantó de su asiento y se acercó a una de las estanterías plagadas de libros que no permitían ver el color de las paredes, tomando uno de los libros más viejos que  había. Maltratado y con las hojas amarillentas, dobladas y algunas rotas, víctimas de sus arrebatos más estúpidos. Había llegado la hora de hacerlo desaparecer, no podía permanecer por más tiempo en la universidad, por su propio bien.


Tomó una hoja en blanco y comenzó a escribir.


~*~


—Señora Seller, necesito que me haga un favor —dijo Byron con una muy leve sonrisa al entrar a la recepción de la oficina del viejo.


—Como siempre profesor, ¿qué es lo que necesita esta vez? —inquirió la secretaria con su amable y marchita sonrisa—. Si quiere evadir al director Rogers no se preocupe, en este momento está con el profesor Wild.


—¿Con Jeremy? ¿Qué hace Jeremy…? —había comenzado a preguntar, pero inmediatamente cerró la boca. Ya lo sabía—. Bien… no, no es eso. Necesito enviar esto por paquetería, vendrán a dejar material la próxima semana ¿cierto? Quiero que desaparezca para entonces —dicho eso, dejó suavemente un paquete sin sello sobre el escritorio.


La secretaria lo miró entrecerrando ligeramente los ojos, afinando notoriamente sus arrugas cerca de los ojos.


—Disculpe la pregunta profesor, pero ¿por qué le urge desaparecer este paquete tan pronto? No falta mucho para permitir los envíos personales.


—Es lo que quiero evitar, mi querida Alejandra. Necesito que lo envíes con tu nombre para pasar desapercibido.


—No estará enviando documentos ilegales ¿cierto profesor? —inquirió señalando el paquete con cierta diversión—. Me temo que por esta vez le ayudaré, pero tendré que cambiar el paquete para ponerle un sello. ¿Le importa si miro el contenido al hacerlo?


—Está muy familiarizada con lo que hay dentro, no se preocupe —dijo en voz baja, mirándole agradecido—. Haga lo que tenga que hacer con él, pero solo usted puede mirarlo, tampoco quiero a Rogers sermoneándome por ello.


—Como diga profesor —accedió tomando el paquete entre sus manos y colocándolo en un lugar seguro bajo llave en su escritorio—. ¿A qué dirección quiere que ponga el envío? ¿El destinatario sabe que el paquete en realidad será de su parte?


Por un momento el profesor no dijo nada, simplemente sacó una hoja perfectamente doblada de su bolsillo y se la tendió a la secretaria, quien la desdobló con cuidado para observar la dirección con los ojos muy abiertos, mostrándose sorprendida por unos segundos.


—Son demasiado inteligentes para saber quién lo envió, no se preocupe —respondió Byron finalmente, sonriéndole por última vez a la mujer—. Es mi hora de clase, si me disculpa, tengo que irme ahor-…


Su despedida se vio interrumpida por la puerta de la oficina del viejo abriéndose, dejando salir a un rubio cuyo aspecto no era el que Byron deseaba.


—Nos vemos después —dijo simplemente sin despegar la mirada de Jeremy, acercándose a él antes de que siguiera su camino—. Jeremy, ¿ocurre algo?


El rubio se mostró sorprendido al verle pero negó inmediatamente con la cabeza, probablemente solo para tranquilizar a Byron, sonriéndole ampliamente como siempre.


—Estoy muy bien, ya sabes, me adoran tanto que quieren darme vacaciones —trató de decir en broma, pero su mirada y ese tono abatido no decían lo mismo—. William se preocupa demasiado, puedo cuidarme solito.


El de cabello azabache mantuvo su perfecta máscara de “fingiré que te creo” y le sonrió a su amigo solo para seguirle la corriente con los ánimos. Por supuesto que no estaba bien, sabía que la propuesta que le había hecho Rogers solo serviría para recordarle lo cerca que estaban… esos días.


—¿Tú? ¿Vacaciones? Eres un maestro estándar, no tienes el privilegio de esas cosas —lo molestó un poco mientras ambos se encaminaban a la salida.


—Oh sí lo olvidaba, tú eres el favorito de la universidad, dices “salten” y hasta el rector rebota —respondió el rubio con una suave risa—. No es tiempo para vacacionar, tengo mucho que hacer. Y tú también, ¿dónde está ese manuscrito?


—Ni siquiera lo menciones, no puedo escribir una sola palabra en este momento —Byron lo detuvo con un suave movimiento de mano y suspiró—. Tengo clase justo ahora, ¿quieres que te vea en algún lugar para almorzar?


—Sí claro, yo… ¡NO, no, no, espera! —se retractó rápidamente, mirando casi en una disculpa al de cabello azabache—. Lo siento Byron, tengo que encargarme de algo en el almuerzo… iré a verte más tarde, tengo que hacer mi visita semanal a esa cueva de la que nunca sales.


Byron puso los ojos en blanco, pero le extrañó un poco el nerviosismo de Jeremy, aunque lo atribuyó inmediatamente a sus intentos por evadir el tema de sus “vacaciones”.


—Olvídalo, si quieres verme estaré en mi celda, no volveré a estar en el privado por hoy. Comienzo a sentirme claustrofóbico de solo recordar el manuscrito —comentó Byron para tranquilizarlo, tampoco necesitaba tener a ricitos sermoneándolo.


—De acuerdo, te veré después —se despidió con una sonrisa, tocando suavemente el hombro de Byron antes de seguir su camino por el pasillo opuesto.


El profesor siguió su propio trayecto apurando el paso para llegar a tiempo a su clase, prefería llegar antes que la mayoría solo para tener el placer de cerrarles la puerta en la cara cuando el tiempo de espera se había terminado. Pero justo al doblar en el pasillo del aula, quien lo esperaba era uno de sus problemas.


—Profesor Byron, ¿tiene un minuto? —dijo el chico con la más forzada de sus sonrisas. Que novedad.


—No Bloom, la clase va a comenzar y si no se apresura no me molestaré en dejarle afuera nuevamente —respondió tajante, aunque su actitud tampoco era una novedad para el chico.


—No se preocupe, no entraré, debo comenzar a pagar mi preciada sanción por ingresar a un sistema bien protegido. Me impresiona profesor, no dejó ni un rastro de su existencia —dijo el rubio en un tono fresco y tranquilo.


El tipo de tono utilizado para la intimidación. ¿Enserio? ¿Con Byron?


Este mocoso se trae algo entre manos…


—No me interesa que alguien sepa de mi existencia, debería importarle pasar el año Bloom, le aseguro que no habrá un examen sobre mi vida privada.


—Entonces no vendrán cosas como… ¿Su nombre? ¿O el por qué solo utiliza un apellido? ¿Qué le parecen los rumores de ser el protegido de la universidad? Profesor no me malinterprete, no quiero saber sobre su vida privada —expuso desapareciendo lentamente su sonrisa—. Quiero saber por qué trata de evadirla. Mis padres jamás permitirían que estudiase en una universidad cuyos profesores son de dudosa procedencia.


—Al igual que la universidad no permite lo mismo con los estudiantes. Por eso tuvo que pagar una buena suma para ingresar a pesar de su rango familiar ¿cierto, señor Bloom? —indicó sin inmutarse, disfrutando de la ahora tensa mandíbula de su estudiante y se acercó un par de pasos solo para enfriar el tono de voz con el que le hablaba— Deberías cuidar con quién te metes cuando usas tu apellido. Sería una lástima que por tu culpa hubiese una mancha en el pulcro expediente de la familia más apegada a la alta sociedad de Averville.


El rubio tensó cada músculo de forma notoria a pesar de sus intentos para disimular su rabia frente al profesor, finalmente sonrió y dio media vuelta justo antes de llegar al aula, dejando a Byron solo cuando hizo su elegante entrada a la clase.


—Señores, espero que hayan tenido un buen día, porque no va a mejorar —saludó con una perversa apatía, escuchando una infinidad de lamentos y suspiros mientras cerraba la puerta a sus espaldas.


Se alimentaba de su sufrimiento.


Y como ahora era costumbre, paseó la mirada entre sus alumnos solo para disimular las ganas de encontrarse con esos ojos verdes que le sonreían con la misma discreción.


Había aprendido a mantener el autocontrol para no quedarse mirando a Ethan por más tiempo del que era considerado correcto, pero como era de esperarse, no siempre conseguía lo que él mismo se proponía. A veces se encontraba mirando al chico de forma inconsciente cuando nadie más lo notaba, y sabía que el de ojos verdes era consciente de ello a pesar de que pudiese aparentar lo contrario, pero Byron estaba tan acostumbrado a él que ya distinguía cuando se ponía nervioso de tanto mirarlo. Sobre todo por esas tercas y adorables mejillas, eran las que gritaban “sí” cuando Ethan decía “no”.


Era difícil verlo casi todos los días sin poder tocarlo, pero era un precio que estaba dispuesto a pagar ahora que Ethan le correspondía.


—Tienen veinte minutos para terminar esta actividad, tenemos más trabajo que tiempo en estas fechas —ordenó al terminar de dar las instrucciones.


Cruzó nuevamente la mirada con su más adorable problema, esta vez recibiendo una de sus dulces sonrisas que se escapaban cuando no podía contenerlas más. Si le pagaran por las horas que se podría quedar mirándole…


Pero gracias a esa sonrisa un nuevo sentimiento se alojó en él, con más molestia de la que esperaba, y una ola de frases se estrelló contra su mente.


“—Piénsalo por un momento Byron. ¿Qué piensas hacer si el chico se entera de tus lecciones noturnas?”


“—… hay personas a las que no deberían acercarse demonios como nosotros.”


Lo sabía. En el fondo siempre lo supo. Pero ahora le ocultaba tantas cosas… que ya no quería decirle la verdad.


Fue paciente y esperó a que la clase llegase a su fin, dándole vueltas una y otra vez al mismo tema en su mente, llegó al punto de preguntarse lo que eran las verdades y si las mentiras no eran más que intentos de maquillar la realidad. Pero la filosofía de lo que era bueno y malo la dejaría para sus clases, ahora necesitaba dejar de pensar.


Cuando todos los alumnos comenzaron a retirarse, le hizo un par de señas a Ethan para que se acercase y el de ojos verdes esperó a que todos se hubiesen retirado para hacerlo.


—Profesor Byron… ¿se encuentra bien? —preguntó con un semblante preocupado, entrecerrando los ojos mientras examinaba el rostro de Byron.


—¿A qué te refieres?


—No… no lo sé, se ve muy… cansado y extraño. ¿Sucedió algo?


Quería creer que lo decía solo por su aspecto, pero como ya había comprobado antes, la percepción de este chico era excepcional.


—No, yo… —Byron suspiró, mirándolo a los ojos con una suave sonrisa para despreocuparlo—. Solo estoy agotado por el manuscrito. Necesito hablar contigo Ethan, pero no aquí.


—¿P-pasa algo…? —inquirió ahora más inquieto— Tengo clase ahora pero… si es muy urgente puedo-…


—No, espera, no quise preocuparte —aclaró inmediatamente el mayor, arrepintiéndose por habérselo dicho en ese tono—. No es urgente, solo necesito comentarte algo. ¿Puedes ir a verme a la biblioteca después de clases?


—P-pero Byron terminaré muy tarde —dijo alarmado, juntando ligeramente las cejas por la preocupación— Profesor, preferiría que descanse, tendrá tiempo de decírmelo el fin de semana —indicó en voz baja, acercándose un par de pasos cuando se cercioró de que no hubiese nadie que pudiese verlos—. Si no es muy urgente, claro…


El de cabello azabache negó con la cabeza en respuesta, pero se preguntó el tipo de aspecto que tendría para que Ethan estuviese tan alerta de su estado.


—No, supongo que puede esperar… es preferible que tengamos más tiempo para hablar.


—Está bien —accedió más relajado, cerrando las manos en puños, probablemente para evitar acercarse. Byron hacía lo mismo—. ¿Me va a prometer que descansará?


—¿Si lo hago dejarás de hablarme de “usted”? —inquirió en el mismo tono bajo.


—No… ya hablamos de eso —negó con una tierna sonrisa—. Descanse profesor, esta noche, solo eso le pido.


—¿Tratas de darme órdenes? Te recordaré tu posición rápidamente, mocoso.


—No trato de ordenarle nada, pero si no lo hace, le prometo que tendrá mucho tiempo para descansar el fin de semana que no iré a verle—amenazó en un murmullo, acercándose un paso más.


—Tratar de amenazar a un profesor es ilegal —le recordó Byron mientras se daba el lujo de perderse en el color de sus ojos, controlando el impulso de acercarse aún más.


—Salir con los estudiantes también lo es —respondió hábilmente, dirigiendo su mirada esmeralda a los labios de Byron justo antes de dar la vuelta y salir del lugar a prisa con una enorme sonrisa.


Byron no pudo contener la leve risa que se escapó de sus labios, mordiéndolos mientras cerraba los ojos. Cuando quería, Ethan podía tenerlo en sus manos, solo esperaba que no se diese cuenta de ello tan pronto.


—Necesito decírtelo… pronto —susurró en la soledad del salón de la culpa.


~*Darrell Bloom*~


—Basura, basura, basura y… —revisó el último libro antes de lanzarlo al suelo con desprecio— ¡Sorpresa! Más basura.


Bruce lo miró por un momento antes de regresar al resto de los anuarios que tenía el deber de revisar, Luke ni se inmutó, simplemente dejó que su indiferencia flotara en el aire frente a Darrell, no despegaba la vista de su laptop.


Su dormitorio era un desastre, era como si un tornado se hubiese pasado en menos de una hora, había libros tirados en el suelo y los sillones, algunos aún sin revisar apilados en la mesa de centro, también había revistas y periódicos con años de antigüedad, algunos arrugados y regados sobre los libros o debajo de ellos. No se podía dar un paso sin aplastar algo.


—Son casi las dos de la madrugada Darrell, deberíamos parar… —sugirió Bruce con un lastimoso gemido de cansancio.


—No tienes nada mejor que hacer Bruce, y tampoco tienes el permiso de largarte, así que quéjate en silencio —advirtió el rubio.


—No es que esté del lado de tu bestia, pero tenemos más de mil quinientos archivos por revisar, sin contar que te trajiste todos los anuarios de la universidad desde el año en el que nuestros padres estudiaron aquí —comentó Luke sin dirigirle la mirada—. Sé que te importa un bledo, pero podría estar haciendo esto mismo en mi habitación o en mi baño sin la amenaza constante de ser mordido por tu perro o que me lances uno de esos libros.


Darrell rodó los ojos y se acercó a la pila de anuarios para agarrar un par y comenzar a revisarlos desde la comodidad de su sofá individual.


—No me interesa Luke, solo dime lo que quiero escuchar. ¿Hablaste con Byron?


—Canceló las lecciones privadas hasta nuevo aviso, por supuesto que no he hablado con él.


—Creen que… ¿sepa algo? —preguntó Bruce con cierta inseguridad—. Ya sabe que lo estabas investigando Darrell, pero que tal si sabe algo más y las canceló a propósito… los de último grado dicen que jamás hizo eso antes.


—No digas estupideces Bruce, si ninguno de ustedes abrió la boca, no tiene cómo enterarse —respondió con tranquilidad el rubio, tirando uno de los anuarios a un lado—. Pero es interesante lo que mencionas… algo lo detuvo y será mejor averiguar lo que fue.


—El rector, probablemente —contestó Luke mientras se incorporaba para estirarse un poco.


—¿A qué te refieres con eso? —inquirió Darrell ahora más interesado.


El de cabello oscuro suspiró y chasqueó la lengua al tener que volver a acomodarse para seguir su trabajo.


—Me enteré de que los miembros del rector hicieron una asamblea hace poco ante la posibilidad de tener a los maestros o estudiantes manteniendo relaciones —comenzó a contarles, captando la genuina atención de ambos. Principalmente de Darrell—. Este año aumentaron las revisiones y las medidas de seguridad, con las cámaras que hay en todas partes no es difícil de imaginar que Byron sabe de los tiempos en los que el rector hace su chequeo.


—¿Pero por qué precisamente ahora? Vamos, es un jodido internado y el profesor lleva haciendo esto por años —expuso Bruce.


—Tal vez escucharon tus gemidos, bestia, apuesto a que se escuchan hasta la mi casa al otro lado de la ciudad —musitó Luke de forma sátira y burlesca.


—Te estás jugando el cuello, rata inadaptada, me puedo olvidar de que le eres útil a Darrell y partirte la cara… —amenazó Bruce con una voz profunda, casi en un gruñido.


El rubio se echó a reír para sorpresa de ambos, alzando el último anuario que ocupaba espacio en su regazo, levantándose solo para enseñarlo triunfal ante la mirada sorprendida de sus perros acompañantes.


—¿Qué es tan gracioso, Darrell? —exigió saber Bruce de muy mal humor.


—No te exaltes perrito, es solo que la reacción del rector a tus gemidos es muy obvia. ¡Vaya forma de conmemorar los diez años de la inmunidad de Haverville! —respondió con una sonrisa burlona tirando todos los libros de la mesa de centro al suelo con un solo movimiento, dejándolos aún más confundidos.


—No era necesaria las violencia si nos harás recoger todo… ¿Te importaría explicarte… un poco? —pidió Luke entrecerrando los ojos y encogiéndose ante el estruendo de los libros cayendo al suelo.


Darrell abrió el anuario que mantenía en sus manos, enseñándoselos a ambos.


—Lo que dices tiene sentido Luke, todo tiene sentido. ¿A qué clase de universidad le importaría si la mitad de sus alumnos son homosexuales y tienen sexo? ¿O si los profesores se revuelcan con ellos? Da igual mientras no existan problemas, quejas o demandas —explicó el rubio, tirando el libro en la mesa de centro para que los otros dos pudiesen acercarse a ver—. Para Byron no era un problema, al menos hasta ahora que se cumplieron diez años desde el caso Lebrant. Es normal que el rector quiera hacer una conmemoración en su honor.


—¿El caso qué? Darrell más despacio, solo tú sabes de lo que estás hablando —expresó con confusión Bruce.


—Concuerdo con la bestia, ¿qué es eso de Lebrant? —señaló Luke, esta vez sin ofender al ya acostumbrado Bruce.


—No es “qué” par de imbéciles, es “quién” —aclaró enseñándoles una fotografía específica en la página que había mantenido abierta. Era la del área de profesores de esa generación—. Había escuchado de este hombre pero creí que solo era un rumor barato.


—De nuevo, de qué mierda hablas —dijo Luke más exhausto que confundido.


—Lo mencionan como el caso del “violinista del diablo”. Supuestamente un profesor de música, de los primeros en Haverville, se “enamoró perdidamente” de un estudiante de la más alta sociedad de todo Averville, estaba destinado a heredar una enorme fortuna y el negocio familiar, igual que nosotros —relató Darrell con una cruda indiferencia ante sus propias palabras—. Se dice que el tipo terminó cayendo a los pies de ese profesor, se hicieron amantes por mucho tiempo, o al menos lo que pudo durar.


»Le enseñó a ese tipo todo lo que pudo, como el mismo diablo enseñándole a tocar el violín a Tartini, los rumores dicen que lo convirtió en un genio, pero no calculó muy bien sus planes. El estudiante se obsesionó con la música y decidió darle la espalda a su fortuna familiar, y naturalmente, la familia se tiró en contra de la universidad. Fue aún peor cuando se descubrió que ese profesor había inventado la mayor parte de su currículum, que había sido más pobre que los granjeros de Averville y que obviamente solo quería la fortuna de ese imbécil. Nadie sabe quién los delató, pero la universidad estuvo a punto de cerrar sus puertas por su culpa, al final tuvieron que echarlo de Haverville. Nadie sabe lo que sucedió con él y poco importa, pero la furia que desató esa familia casi lleva a la quiebra al instituto. Por si fuera poco, se vieron obligados a darles una generosa indemnización para retirar la demanda en su contra, pero desde ese día se levantó la ley en contra de las relaciones de todo tipo en este lugar.


Hubo un silencio inquietante cuando el rubio terminó de contar la historia, dejando a Bruce y Luke concentrados en la fotografía de ese anuario, mirándola con cierta confusión… y desprecio.


—Darrell cómo… ¿cómo sabes todo eso? —inquirió Luke en voz baja.


—Mi familia participó en la demanda —explicó mirando también la fotografía— querían que todos los Bloom habidos y por haber estudiásemos en esta universidad, no podían permitir que el prestigio fuese destruido tan pronto.


—¿Y esto qué tiene que ver con lo que buscamos nosotros? ¿Por qué tiraste todo? —mencionó ahora Bruce, quien no parecía contento con la idea de limpiar todo aquel desastre.


—Idiotas, idiotas, ¿les importaría mirar la generación de ese anuario? No les voy a estar dando todo.


—Ya suenas igual que Byron, cálmate… —comentó Luke de mala gana al cerrar el libro para ver los años en la portada, abriendo los ojos como platos al verla— Me estás jodiendo…


—¡Lo encontraste, hermano! —celebró Bruce con una carcajada de victoria, comenzando a pasar desesperadamente las páginas— ¿Dónde está Darrell? ¿Dónde lo viste? Ese maldito infeliz no me ha dejado dormir por estar buscando entre los putos libros de mierda…


—No está, Bruce —respondió el rubio con una sonrisa, paralizando a su amigo—. Byron se ocultó tan bien… que no aparece en su propio anuario.


Se hizo a un lado para ignorar el estallido de cólera e ira de la bestia, dirigiéndose a la cocina mientras lo escuchaba descargarse con los libros y todo lo que estuviese a su alcance, cualquier cosa que se rompiera se encargaría de cobrársela más tarde, por ello no se sorprendió cuando vio a Luke apoyarse en la barra de la cocina para escabullirse igualmente, en una de esas le daba a Bruce por partirlo a la mitad también.


—Esto… no te va a detener ¿cierto? —dijo el de cabello oscuro con una extraña mueca.


—¿Qué te hace pensar eso Luke? De esta forma la caza es más divertida —respondió volviendo a sonreír, tendiéndole una bebida a su acompañante.


—Lo sé, para ti todo esto es divertido… —reconoció jugando con su lata de forma distraída—. ¿Y si algo sale mal y Byron no es lo que pensamos?


—¿Lo estás defendiendo?


—Por supuesto que no —aclaró rápidamente—, pero creer que oculta algo grande solo porque alguien más lo hizo no tiene ni pies ni cabeza.


—Lebrant no tenía pasado hasta que alguien lo descubrió y tuvo la mala suerte de resultar un pobre diablo —le recordó con una mirada satisfactoria—. Todos tenemos un poco de mala suerte Luke, la de Bruce es haber nacido en una familia esclava de la mía, la tuya es tener un hermano menor, la de Byron es no tener un pasado, y la mía es ser el elegido para hundirlo.


—Yo no estaría tan seguro… —murmuró el chico antes de abrir la lata—. Mi mala suerte no es tener un hermano, Darrell… es haberte conocido —corrigió mientras le daba la espalda para recoger sus cosas—. Me iré ahora, tendrás para mañana toda la información que haya encontrado en las páginas que me diste.


—No vayas a dormir mucho Luke, trabaja duro —lo animó con su habitual y siniestra forma de ser.


El rubio regresó a la sala de estar al ver que Bruce ya se había tranquilizado y estaba tirado bocabajo en el sofá más largo. Se aseguró de que Luke se llevara lo que le correspondía, mirándolo fijamente hasta que desapareció por la puerta.


—¿Qué fue eso? ¿La puer-…? ¡No me digas que ese maldito emo ya se fue! —maldijo Bruce como una verdadera bestia al ver que se había quedado solo— ¿¡Por qué no lo detuviste para ponerlo a limpiar también, Darrell!?


El aludido bostezó, dándole un último trago a su bebida antes de dejar caer la lata vacía al suelo, ignorando las protestas del otro mientras se dirigía al baño.


—No te olvides de sacar también la bolsa de basura, es un estorbo, cuando termines puedes irte… ah, y llévate los libros para regresarlos a su lugar, menos el anuario donde aparece Lebrant —le informó antes de cerrar la puerta para no tener que escucharlo más.


Alguna que otra maldición llegó a sus oídos, pero por esta vez decidió no seguirle la corriente y mejor se desvistió para entrar a la ducha, tenía mucho en qué pensar, debía ser muy cuidadoso con lo que hacía a pesar de actuar de forma tan tranquila y despreocupada. Sabía que el respaldo de su familia tenía un límite y no pensaba traspasarlo, por lo tanto no se permitiría un solo error, su hermano jamás se lo perdonaría.


Se burlaría de ello por el resto de su vida, al igual que Darrell se burló de él.


Aún recordaba la forma en la que se rió en la cara de Michael cuando se enteró de todo, pero nunca pensó que su advertencia fuese tan real.


—¡No es cierto! —le había dicho entre carcajadas— ¿Me estás diciendo que dejaste que un profesor te la jalara y solo así pasaste el semestre?


—¡No tienes ni una maldita idea de lo que estás hablando! —había vociferado con pavor y las manos temblorosas— ¡Y todo es culpa de nuestro padre! Si no hubiese pagado ese maldito soborno…


—De no haberlo hecho ni siquiera hubieses pisado esa universidad Michael, no le tires tanta tierra a quien te salvó el cuello —le recordó aún sonriente y de buen humor—. ¿Ahora también quieres un psicólogo para que recuerdes cómo masturbarte solo?


—¡Maldita sea, cállate! —gritó acercándose a Darrell con una mirada fiera— No falta mucho para que entres a esa universidad, lo harás por los mismos medios que yo y no tendrás salida.


—¿Qué te hace pensar que yo permitiré que un imbécil me toque? Tal vez tú seas marica, pero yo no le tiro a ese lado.


Michael lo tomó con fuerza por los hombros, estampándolo contra la pared de su habitación con tanta violencia que Darrell estuvo a nada de patearle la entrepierna, pero se contuvo solo para regodearse en la —hasta entonces desconocida— ira de su medio hermano.


—Escúchame bien, estúpido infeliz —dijo aplicando más fuerza al agarre de sus hombros—. Si pudiera vengarme, lo haría, y de haber podido detenerlo no estaría aquí contándote esta mierda. Pero yo solo te lo advierto. Si caes en la clase de Byron estás perdido.


—“Byron” —repitió jugando— es un apellido interesante, nunca lo había escuchado, ¿crees que nuestro padre sepa algo de él?


Y por primera vez en años… la risa psicótica de su hermano le causó escalofríos.


—Nadie, nadie, nadie —canturreó con su desquiciada risa—. Nadie sabe nada sobre el profesor Byron, Darrell… creo que ni siquiera sus padres saben que existe —susurró como si hubiese perdido la cabeza—. Pero, pero ¿sabes qué es lo mejor de todo?


El rubio negó con la cabeza en respuesta.


—Cuando sea tu turno… él solo te verá como parte del ganado, pero por llevar mi apellido aunque seas un hermano bastardo, él solo pensará en mí cuando te lo haga.


—Él jamás… me va a tocar.


Su ira alcanzó su límite y estrelló el puño contra el espejo del baño, rompiéndolo en miles de fragmentos que decidieron incrustarse en sus nudillos y parte del dorso, con el color rojo comenzando a correr por todas partes.


Escuchó un par de toques a la puerta y chasqueó la lengua, se había olvidado de que Bruce debía seguir ahí.


—¿Darrell, estás bien? Escuché que algo se rompió —dijo el chico al otro lado de la puerta, probablemente desesperado por abrirla.


—Estoy bien Bruce, solo fue el espejo, da igual. Ya puedes irte, mañana debes venir temprano —respondió mientras comenzaba a sacarse algunas astillas del cristal en su piel.


—Claro… nos vemos mañana, Darrell —se despidió Bruce.


Darrell pudo escuchar sus pasos alejándose hasta que finalmente desapareció con el abrir y cerrar de la puerta principal.


Se miró cada una de las cortadas mientras hacía movimientos con la mano, ninguna era tan profunda para necesitar alguna puntada, así que podía curarse solo. Se metió de una sola vez a la ducha para aprovechar a limpiarse la herida, arrugando la nariz por el escozor que provocaban el agua y el jabón.


Sí, fue una estupidez romper el espejo, pero solamente se había dejado llevar.


Apoyó la frente en los fríos azulejos de la pared del baño y cerró los ojos con fuerza, recordando involuntariamente la primera vez que miró a Byron.


Se había imaginado a un hombre viejo, tal vez descuidado, con ese aire de acosador que tienen los pervertidos, un asqueroso hombre que se relamía los labios al ver carne fresca, esa visión lo había fortalecido y hecho vomitar un par de veces. Tenía todo un plan para manipular al profesor, reunir la información suficiente para hundirlo por acoso sexual y vengar a su hermano.


Vaya que se llevó una sorpresa cuando el pervertido resultó ser un hombre que parecía tallado en mármol, dotado con los movimientos elegantes de alguien que no pierde el tiempo con gestos innecesarios, y se presentó con un aire egocéntrico, prepotente y una superioridad que simplemente asfixiaba.


“—Usted es igual a su hermano…”


Darrell frunció el ceño y estuvo a nada de golpear la pared con el puño nuevamente, pero el simple movimiento le recordó que no estaba en condiciones para golpear cosas y que necesitaba salir de esa ducha pronto.


No importaba cuántas veces se detuviera a pensar en lo que hacía, siempre llegaba a la conclusión de que deseaba hundir a Byron con sus propias manos, sumirlo en la miseria y poder restregarle en la cara que existía alguien mejor que él.


Pero hasta ahora, Byron solo había demostrado estar un paso delante de Darrell en todo. El “reunir información” se había convertido en juntar migajas de su existencia, no sabía más que el año en el que ingresó a la escuela y el año en el que había salido, su apellido, y que era tan manipulador como para tener al director y a los miembros del comité en la palma de su mano. Ni siquiera su hermano sabía más al respecto y por más que interrogase a los de último año ellos no abrían la boca ni siquiera para afirmar que alguna vez les había dado clase. El trabajo que Byron hacía con ellos era impecable.


Darrell resopló, salió de la ducha envuelto en una toalla mientras se secaba con otra el cabello rubio, no le sorprendió que al salir del baño todo estuviese ordenado e impecable, lo único que quedaba como prueba del tornado que había pasado era ese anuario.


Cuando Bruce trabajaba, generalmente lo hacía bien, aunque pareciera un idiota.


Tomó ese libro entre sus manos y se recostó en el sofá, comenzando a pasar las hojas con lentitud, como si pudiese reconocer cada rostro y cada apellido, simplemente pasando la mirada en busca de nada en especial, hasta que se topó nuevamente con la fotografía de Vicent Lebrant.


—“Profesor de música y artes…” —leyó en un murmullo.


El profesor podía ser todo lo muerto de hambre que quisiera, pero entendía el por qué no había levantado sospechas en todos los años que había trabajado ahí. La forma de su rostro, el matiz apenas dorado de su piel, ojos profundamente castaños y un cabello aceptablemente largo que le llegaba a la altura casi de los hombros, solo había que enfundarlo en un uniforme de la edad media y parecía hijo de los príncipes del reino unido.


Se olvidó de Byron por un momento y comenzó a recordar todo lo que le habían mencionado acerca de esa historia. Su… “padre” se las había comentado a él y a Michael justo antes de que éste entrase a la universidad. Michael estudiaba para ser abogado a pesar de que no tenía ni medio cerebro para ello, así que su padre le había obligado a permanecer en todas las lecciones con su hermano estúpido para aprender algo. Darrell terminó por aprenderse más de cuatrocientas leyes sin siquiera quererlo.  Pero en una de ellas recordaba perfectamente la mención del caso Lebrant, fue de las pocas veces en las que logró prestarle genuina atención a su progenitor.


“—Tuvimos un caso en contra de la universidad de Haverville hace años, creo que cuando su hermano mayor estudiaba ahí… Hmmm… sí, él estuvo en esa generación, tuvo que testificar para la demanda pero fue un inútil —había relatado su padre, como si estuviera orgulloso del poder que tenía para enfrentarse a Haverville de aquella forma—. Al final lo sacaron, era natural cuando unimos fuerzas con la familia…”


Darrell entrecerró los ojos y frunció leve el ceño, no recordaba el nombre de la familia. Y ahora que lo pensaba, esa familia era la del chico que había caído en manos de Lebrant.


Trató de hacer memoria con bastante esfuerzo, pero su mente estaba completamente en blanco. Ya fuese porque eran las tres de la madrugada o porque se le estaba enfriando el cerebro al estar prácticamente desnudo con ese frío. Se sentó lo más correcto que pudo en el sofá y con el anuario en su regazo comenzó a pasar las hojas, buscando a alguien nuevo. No tardó en encontrarlo, el anuario estaba en orden alfabético, eran los beneficios de su apellido.


Estefan Bloom.


Darrell comenzó a rechinar los dientes, no había hablado con ese hombre jamás en la vida a pesar de ser su hermano, pero había que ser honesto, no tenía ni la menor idea de cuántos hermanos tenía, cuántos más habría y cuántos llegarían a reclamar la herencia el día en el que su padre muriese. Pero a quién le importaba el viejo, con tener su apellido era suficiente.


De repente contuvo el aliento. Todo el aire se le escapó como si le hubiesen dado un puñetazo en el estómago.


Dios, sí que era estúpido.


Corrió como alma que lleva el diablo hacia el celular y comenzó a marcar desesperadamente el número de Michael, podía sentir su pulso latir al mil por hora. Un par de tonos después, la pastosa voz de su hermano se escuchó al otro lado de la línea.


—¿Hola? ¿Quién habla?


—¡Michael, necesito que me hagas un favor, comienza a despertar! —le pidió de forma demandante y desesperada.


—¿Darrell…? ¿Qué dem-…? —se escucharon un par de cosas cayendo y a su hermano maldiciendo— ¡No me jodas! —reclamó en un susurro— son las tres de la mañana, ¿qué mierda puedes querer a esta hora?


—A Estefan. Necesito el número de Estefan Bloom.


—¿¡Perdiste la cabeza!? —esta vez alzó la voz y Darrell pudo escuchar a la esposa de su estúpido hermano mandándolo a callar—. Espera un momento, por tu culpa despertaré a Sarah.


Un par de puertas abriéndose y cerrándose después, su hermano habló con un tono de voz más natural.


—De nuevo, ¿¡perdiste la cabeza!? ¿Qué puedes querer de Estefan? Yo ni siquiera hablaba con él, tú mucho menos.


—¡No lo entiendes Michael, él es mi pase a la información que necesito! Quiero su número para contactarlo.


—¿Y qué información es esa, animal nocturno? —reclamó mientras reprimía un bostezo—. Además, tú ni siquiera conociste a Estefan, ¿cómo rayos sabes tan siquiera su nombre?


—¡Porque tú eres un imbécil! —aprovechó para decirle, gruñendo por lo bajo— Estefan se graduó el mismo año que Byron, él TUVO que conocerlo.


Hubo un largo silencio al otro lado de la línea que hizo poner al rubio los ojos en blanco, Michael se había dado cuenta de esto años después y él había conocido a Estefan mucho mejor que Darrell.


No, Darrell, no podemos estar seguros de eso… —finalmente habló Michael, en un tono extraño.


—¿¡Qué!? ¿¡Por qué no!?


Porque Estefan no entró con el soborno de nuestro padre, de hecho es el único en toda la familia que le hizo un ultimátum al viejo respecto a eso. Le dijo que si daba un solo peso extra a la universidad, él se saldría de Haverville sin pensarlo —explicó algo aterrado Michael.


—¿…enserio? —inquirió sin ocultar su asombro—. ¿Estás seguro?


Sí, mucho —afirmó rápidamente—. Cuando faltaban un par de años para que entrase a la universidad, el viejo casi me pone una pistola en la cabeza advirtiéndome que jamás entraría sin su ayuda y que si intentaba hacer algo parecido a Estefan, me quitaría el apellido, igual que se lo hizo a él.


—¿¡Le quitó el apellido a Estefan!? —se alarmó Darrell.


Sí… —murmuró Michael con el mismo miedo que ahora invadía a su medio hermano—. ¡Es por eso que te digo que no tengo idea de cómo contactarlo! Cortamos todos los lazos que teníamos con él, por eso es que tú no lo conoces.


—Pero… Pero espera, Michael, entonces ¿cómo es que se graduó de Haverville?


—Para graduarse no necesitó a la familia Darrell, una vez que estuvo fuera no hubo oportunidad de volver a verlo más que un par de veces en los trámites para sacarlo de la herencia familiar.


A Darrell comenzó a correrle un sudor frío por la frente y por accidente decidió secárselo con la mano herida, provocando que el escozor le sacase un gruñido de fastidio.


—Búscalo Michael, usa a tus contactos, contrata a alguien, haz lo que sea. Quiero hablar con Estefan —exigió, recobrando la compostura al menos con su voz.


Imbécil, no dormir te está afectando… —maldijo su hermano chasqueando la lengua— ¿Qué te hace pensar que Estefan va a ayudarnos?


—No tiene que saber que lo hace —respondió con una sonrisa, mirando hacia el anuario que había caído al suelo—. Encuéntralo Michael, lo antes posible.


Cortó la llamada sin esperar respuesta y tiró el celular en el sofá, recogiendo el anuario en el camino para abrirlo en la página en la que se había quedado. Repasó con los dedos el nombre y soltó un suave suspiro, riendo por lo bajo al ver ese cabello rubio luminoso, casi como un sello del apellido Bloom.


—Estefan, eres mi nuevo talismán de la suerte.

Notas finales:

No, ni me recuerden cuánto tiempo ha pasado desde la última actualización, gracias.

Ya mejor ni les digo por qué no actualicé, pero decidí recompensarlos con un capítulo de Darrell (ja-ja) No, en realidad quería despejar ciertas dudas sobre Vicent mientras DEJABA MUCHAS MÁS.

En realidad solo quería destrozar la imagen que tenían de Vicent, para que se retuerzan pensando en todo lo que sufre Jeremy ;D pero los quiero. Como los leones a sus presas, pero los quiero.

Un paquete extraño, un nuevo apellido, un nuevo Bloom, alguien más que pudo haber conocido a Byron y Bruce rompiendo cosas. Es un buen capítulo ¿no creen?

En fin, envíenle coraje a Byron para decirle la verdad a Ethan antes de que descubran la suya, Darrell no es tan estúpido como parece... o eso espero.

¡Estamos en octubre, quiero drama y terror! Ya casi es Halloween~

Dejen sus comentarios, no me espanten dejando telarañas en los reviews ¬¬ </3 Y hablando enserio, enciendan una vela porque el próximo capítulo ya tiene fecha y no es muy lejana.

Pero el final también lo tiene.

¡Que tengan una linda semana!

Twitter: @MMadivil

Wattpad: MMadivil (actualizaciones de "The teacher" al mismo tiempo)


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