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The Teacher por MMadivil

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Silencio. Era todo lo que reinó en el salón de música cuando la mente de ambos comenzó a procesar lo que ocurría.

Jeremy fue el primero en romperlo, con una voz ronca y algo rota.

—T-tu padre… ¿también se llamaba Sebastian…?

—¿Cómo lo sabe…? —inquirió el chico, más sorprendido que confundido—. ¿Usted conoció a mi padre?

—No, conocí a su hermano… —aclaró, tensando la mandíbula. Sentía la humedad de sus lágrimas correr hasta su barbilla—. Él daba clases aquí.

Sebastian se quedó callado por un instante, antes de volver a hablar en un tono más tranquilo y moderado. Tal vez por la expresión que Jeremy había puesto, o porque no había otra forma de razonar con alguien tan afectado.

—¿Recibió clases de mi tío?

—Algo así… —masculló con un doloroso nudo en la garganta. Era lo que más detestaba—. Te dije hace un par de noches… que no volvieras… ¿Por qué lo hiciste?

El chico quedó pasmado por un instante al escucharlo, el rubio solo lo miró con algo de cansancio, esperando que entendiera que no quería jugar más a las escondidas con el violinista.

—¿Usted sabía que se trataba de mí? —dijo tratando de mantenerse estoico— ¿Desde cuándo…?

—Hace como cinco minutos. Esas vendas en los dedos no lucen como un accidente y tu apellido está plagado de violinistas, no podías evitarlo —respondió encogiéndose de hombros—. Si querías burlarte de mí, lo lograste.

—Nunca pretendí algo como eso —vociferó al instante, haciendo que el rubio se sobresaltara ligeramente por el tono—. Pero no tenía un buen motivo para decírselo.

—¿No tenías ninguno…? ¿¡Y por qué tenías que tener uno precisamente ahora!? —alzó la voz y ésta ese quebró en la última pregunta.

—No lo sé… —admitió con algo de trabajo.

Jeremy tuvo que dejar de mirar a Sebastian, no se estaba sintiendo nada bien y la cabeza había comenzado a darle vueltas junto a sus emociones, se sentía como en una montaña rusa: con ganas de vomitar. Se hizo a un lado, juntando lo que le quedaba de fuerzas para acercarse al escritorio y aferrarse disimuladamente al borde de éste.

—Y de todas las personas… de todos los malditos estudiantes… ¡Tú tenías que ser un Lebrant! Precisamente tú… Dime, ¿qué tan divertido fue el haber jugado conmigo?

—¡Nunca me atrevería a hacer algo como eso!

—¡Por supuesto! ¡Y estoy seguro de que mi karma se debe estar riendo a carcajadas! Mi vida no es más que una trágica comedia barata hecha para divertir al diablo.

Jeremy comenzó a reírse, víctima de un arrebato de locura en el que no se decidía entre gritar y entregarse al llanto o reír hasta que el cinismo y el dolor lo consumieran.

—Eras la única persona que me hacía olvidarme de mi existencia… —reveló con sus labios comenzando a temblar por el llanto nuevamente, esta vez encarando a Sebastian—. ¿Sabes lo bien que me sentía al escucharte tocar? ¿Al no saber quién eras? ¿Al no saber que tú también estás marcado con ese apellido…? ¿Por qué haces esto, Wayne? ¿O debo llamarte Lebrant?

—No entiendo de qué hablas, Wild…

El rubio cerró una de sus manos en puños y la estrelló contra la superficie del escritorio con tanta fuerza que su mano comenzó a palpitar de dolor cuando la alzó para señalarlo.

—¡Ese es el problema! ¡Que tú no sabes nada! Y sin embargo sabías perfectamente quién era desde el principio. ¿O me vas a decir que no estuviste aquí cuando apagué las luces? ¡Desde ese día me veías a la cara sin decirme nada!

—Usted no quiso saberlo —se defendió el chico.

—¡Y tampoco quería saberlo ahora, mucho menos viniendo de un Lebrant! —vociferó Jeremy con las manos comenzando a temblar, convirtiéndose en puños frustrados a sus costados—. ¿Por qué… por qué no me hiciste caso?

—Porque sabía que el motivo de ello no era yo, pero creo que me equivoqué —reveló entrecerrando los ojos, en una expresión que el rubio no supo interpretar, y poco le importaba.

—¡Nada te costaba haberte ocultado como siempre!

Sebastian se acercó, extendiendo una de sus manos hacia Jeremy, pero éste la apartó de un manotazo y retrocedió hasta topar con la mesa, consumido por la rabia acumulada en sus lágrimas.

—¡Ni se te ocurra tocarme!

—¡Créame que me importa una mierda lo que quiera o no en este momento! —dijo el moreno con voz autoritaria, acercándose hasta encerrar el cuerpo del rubio entre el suyo y el escritorio, acercando la mano a la frente de Jeremy por la fuerza—. Está ardiendo en fiebre —informó dejando el Stradivarius con delicadeza sobre la mesa sin dejar de mirar al profesor—. Ni siquiera tiene color en… ¿¡Wild!?

Sintió las manos del chico sobre sus hombros y después sobre su rostro, justo en el instante en el que el lugar comenzaba a dar vueltas otra vez. Dejó de tener fuerza para sostenerse por sí mismo y sus piernas cedieron a su propio peso, jalándolo hacia el suelo.

—Suéltame… —alcanzó a exigir en un débil hilo de voz cuando los brazos de ese chico detuvieron su caída.

—Me temo que nunca me ha gustado complacerlo, profesor… —lo escuchó decir antes de que su mente fuese apagada de golpe.

Estúpido Lebrant.

~*~

Ah, de nuevo esa familiar sensación de emerger del fondo del abismo…

Eso fue lo primero que pensó cuando su conciencia decidió regresar lentamente, dejando que sus sentidos despertasen por sí mismos en el momento en el que fuese conveniente. Perder el conocimiento comenzaba a hacerse una mala costumbre, por no decir que era la sensación más horrible que podía experimentar.

La deliciosa sensación de unas suaves sábanas y el olor a jazmín lo hicieron saber inmediatamente dónde se encontraba, sentía frío en todo el cuerpo y quiso taparse hasta la nuca con su enorme y suave colcha, pero al momento de querer tomarla, una insoportable punzada de dolor lo atacó en todo el costado de la mano, y con esa vinieron todas las demás. El estómago, la cabeza, y juraría que también el resto del cuerpo. Por desgracia, eso no fue lo único de lo que fue consciente. La avalancha de recuerdos lo aplastó en un instante.

Pero antes de poder hacerse preguntas por ellos, una nueva punzada en el estómago venció a todos sus malestares, obligándolo a gemir de dolor mientras se abrazaba con dificultad a sí mismo y se obligaba a abrir los ojos.

Su departamento, su dormitorio, su cama y Wayne impidiendo que se golpeara la frente con la mesa de noche.

Esta vez no se sorprendió, al menos no tanto como la última vez, solo estaba confundido. Algo húmedo y suave se cayó de su frente, el chico se aseguró de atraparlo antes de que mojara más las sábanas. Era una compresa, igual que aquella vez.

Pero ahora Sebastian estaba sentado al borde de la cama, casi junto a él, con algo en su regazo que parecía ser un libro largo… o un álbum, sin esa mirada fría y distante. Ah, y ahora también era el ángel con el que Jeremy se había obsesionado. Y un Lebrant.

En resumen, un nuevo dolor de estómago apareció de solo recordarlo, obligando a Jeremy a dejar de fingir que deliraba en la inconsciencia.

—¿Por fin está despierto? —inquirió dejando el libro sobre la mesa de noche.

—No —murmuró el rubio, aún abrazándose el estómago.

—No va a conseguir que me vaya, así que puede ahorrarse los intentos de fingir.

—Igual y nunca consigo que hagas nada —musitó tensando la mandíbula—. Pero esta vez no está tan mal, al menos sigo vestido.

—Olvídelo, sigue delirando, vuelva a dormir… —masculló el moreno.

—No creo que las puñaladas en mi estómago lo permitan… —confesó cerrando con fuerza los ojos al sentir un dolor más intenso.

—¿Tan siquiera comió algo por la tarde?

—Ni en la tarde, ni en todo el día… ni en la cena de ayer… bebí algo de vodka antes ¿eso cuenta?

Estaba casi seguro de que escuchó a Sebastian gruñir, pero no sabía si había sido su imaginación, solo supo que el chico abandonó su lugar en la cama.

—¿Por qué te quedaste? ¿De nuevo el pretexto de ser a tu conveniencia? —preguntó a pesar de que lo que menos podía hacer era hablar.

—Me disculpo de antemano, porque tengo muchas preguntas que creo que tienen derecho a una respuesta si mi supuesto apellido se ve involucrado.

—¿Me mantuviste con vida para responder a tus preguntas? Que sádico…

—Wild…

—Ya puedes trabajar para la mafia, serías muy útil…

—Basta, profesor Wild.

—Deja que yo haga las preguntas primero, aprovechando que aún no he perdido la cordura —le ordenó con algo de dificultad para respirar, comprendiendo que el frío que sentía se debía a la fiebre.

—Yo no estaría tan seguro de eso. Y no debería hablar demasiado, no le hará bien… —recomendó el moreno en un tono ligeramente preocupado.

—Y tú no deberías haber ido al salón de música, haberme traído a mi departamento y haberte quedado, pero aquí estamos… —le recordó, cerrando los ojos para amortiguar el dolor de cabeza.

—¿Puede sentarse? Solo un momento si quiere que deje de dolerle cada órgano en su cuerpo —dijo ignorando la pregunta.

—Eres un experto cambiando de tema… —masculló juntando fuerzas en los brazos para incorporarse, pero el chico lo ayudó y solo tuvo que hacer la mitad del trabajo antes de apoyar la espalda contra la cabecera de la cama.

—Puedo hacerle el mismo cumplido profesor… —respondió con cierto cinismo, tendiéndole una bebida extraña y un buen conjunto de pastillas.

—¿Qué es esto? Cualquier cosa me triturará el estómago ahora, lo sé —rechazó las pastillas al instante, incluso si tenía fiebre no se las imaginaba dentro de su maltratado estómago.

—Es una bebida equivalente al suero, y si quiere respuestas, preocúpese por mantenerse consciente los próximos minutos.

Jeremy torció la boca y se tomó las pastillas de mala gana, el suero no sabía tan mal como se lo imaginaba, solo era un jugo con exceso de agua y olor a hospital. Finalmente se le quedó mirando a la botella de forma distraída.

—¿Por qué siempre me cuidas? Te quedas a esperar a que despierte, vigilas mi fiebre, haces esto… Y sin embargo te he tratado como…

—Solo quiero mis respuestas… —lo cortó Sebastian tratando de mostrarse indiferente.

A Jeremy no le gustó tener que recordar todo lo que le había gritado esa noche… ¿pero qué demonios le había pasado? Era lo último que ese chico se merecía cuando se miraba a sí mismo siendo cuidado por él.

—¿Dónde está el…? —comenzó a preguntar, pero de nuevo el moreno leyó su mente.

—Dejé el estuche en la sala de música, pero esta vez la cerré, espero que tenga la llave —respondió, ganándose una mirada de reproche por parte del rubio—. O lo cargaba a usted o traía el violín, así que deje de mirarme así.

—No puedo decir nada después de haber intentado convertirlo en leña —reconoció el rubio, señalando que volviese a sentarse al borde de la cama para mirarlo de frente—. Pero… considerando que… me cuidaste, y que no quiero ser un malagradecido, quiero que sepas… que lo que pasó hace… ¿Qué hora es?

—Casi las tres, pero cualquier disculpa acerca de lo que me dijo ahí no pienso escucharla —le advirtió—. No suelo hacer caso a las acusaciones de los enfermos de todas formas.

Jeremy tenía ganas de salir con una mordaz respuesta, pero estaba duramente arrepentido por ello, así que solo asintió.

—Estaba muy conmocionado con la noticia… y para ser honesto aún lo estoy —admitió mirando hacia el techo—. Que fueras el violinista que tanto me ha obsesionado solo fue la gota que derramó el vaso. El problema es que eres un Lebrant… —dijo en voz baja lo último, casi para sí mismo.

—Y eso es lo que no entiendo, lo ha estado repitiendo desde que llegamos. ¿Sabía que habla hasta inconsciente? Yo tendría cuidado.

—Disculpa, normalmente suelo elegir frente a quién me desmayo —respondió con sarcasmo—. Y sé que no lo sabes…

—Por lo tanto no puede esperar a que entienda acusaciones de las cuales ni si quiera estoy enterado… —habló esta vez en un tono más bajo, debía afectarle esa incertidumbre.

—Lo sé —respondió rápidamente—. Debiste ser solo un niño cuando tu tío…

La voz de Jeremy se atoró en su garganta y tuvo que disimularlo al dar un trago a esa bebida que ya comenzaba a saberle mal.

—Profesor Wild… —escuchó decir suavemente al chico—. ¿Usted lo odiaba? A mi tío…

—¿Odiarlo? —inquirió con una dolida risa sarcástica— No sabes cuánto daría por odiar a Vicent…

—¿Entonces qué fue… lo que hizo?

Jeremy no lo miró, dejó que sus ojos vagaran hacia otros rincones de la habitación, podía sentirlos arder y volver a hacerse vidriosos.

—Si no quiere decírmelo a mí, dígaselo al único al que no le ha mentido —pidió en un tono suave—. Al violinista.

—¿Quién te asegura que jamás le he mentido?

—A mí jamás me hubiese permitido verle llorar…

El de rizos se mordió el labio cuando éste comenzó a temblar, negando con la cabeza mientras su visión se desvanecía, haciéndose borrosa.

Escuchó al moreno suspirar, antes de comenzar a hablar como si Jeremy le hubiese preguntado algo.

—No tengo muchos recuerdos de mi tío, se puede decir que no lo conocí lo suficiente, él solo venía en las navidades y mi cumpleaños… —comenzó a relatar en un tono suave. Uno que logró tranquilizar al rubio mientras capturaba su atención—. Pero siempre lo tenía presente porque era la única persona que me hacía enojar con facilidad. Y no hay nadie mejor que usted para dar fe de lo difícil que es hacer eso profesor Wild —comentó, robándole una invisible sonrisa cuando por fin volteó a mirarlo—. Me regaló juguetes hasta que se enteró de que había comenzado a tocar el violín, entonces cada año me regaló arcos, cuerdas, estuches… le gustaba llenarme de ellos y contarme historias acerca de sus orquestas, pero a estas alturas no recuerdo ninguna, solo sé que me obligaba a escucharlas.

»Y vaya que detestaba que me obligase a hacerlo… era interesante, pero siempre quería fingir estar enojado con él. La única razón por la que me molestaba era porque solía decir que jamás llegaría a expresar con mi rostro lo que expreso con el violín, y siempre intentaba… obligarme a que fuese lo contrario. Creo que nunca funcionó, pero siempre admiré en secreto el hecho de que nunca se rindiera —hizo una leve pausa antes de cruzar su mirada con la del mayor—. Tal vez no lo conocí lo suficiente, pero estoy seguro de que alguien que se esfuerza por hacer sonreír a los demás jamás le hubiese hecho daño a alguien.

—Él jamás pretendió hacerme daño… de eso también estoy seguro —respondió rápidamente—. Pero me hizo tan dependiente a su presencia… que hasta ahora no sé cómo se supone que…

Sabía que la mirada expectante de Sebastian estaba encima de él, que sus mejillas seguían humedeciéndose a pesar de que se encontraba más tranquilo y que ahora estaba respirando profundo… pero esa noche estaba dispuesto a hacer lo que en diez años jamás había hecho.

—Por favor… dígamelo —pidió Sebastian con sus cejas fruncidas en una expresión preocupada.

¿Qué más podría pasar?

—No eras el único al que Vicent hacía enojar…

~*~

Jeremy le dijo todo.

Sin nada que perder, sin nada que ocultar.

Le contó de principio a fin su historia con Vicent, le dio igual revelarle el hecho de que había sido uno de los peores estudiantes de Haverville, que se metía en problemas todos los días y que su tío era nada más y nada menos que la persona encargada para domarlo. Hubo un respetuoso silencio cuando llegó al final… y el rubio terminó con la vista perdida, con los recuerdos pasando por su mente a medida que los relataba.

Se sorprendió al descubrir… que se sentía liberado del peso de haber cargado con esa historia durante tanto tiempo. Pero eso no hacía que el dolor disminuyera.

Después de un tiempo considerado, Sebastian fue quien rompió el insufrible silencio.

—Por eso sonríe de esa forma… —fue lo único que murmuró.

—Es difícil para mí hacerlo de verdad… —confesó con una leve curva en los labios, limpiándose la comisura de los ojos.

—¿Al final hizo a un lado a su familia? ¿Por la demanda? —inquirió el chico.

—Fue más que solo la demanda… ¿De verdad crees que fue un accidente lo que le ocurrió a Vicent? —sonrió con tristeza, maldiciendo por lo bajo sus lágrimas mientras estrujaba las sábanas con una sola mano— Era un maldito automóvil nuevo, de uso privado para la universidad… y los únicos que habían enviado a Vicent lejos ese día, fueron mis padres.

Sebastian retrocedió de forma instintiva, y Jeremy no pudo culparlo.

—¿Sus padres…?

—Por supuesto que no hay pruebas… pero estoy seguro de que así fue… porque mi padre me lo dijo una vez —confesó alzando la mirada hacia Sebastian—. Lo siento…

—Eso no fue su culpa… —respondió el chico con una ligera negación.

—Lo fue, porque de no haber estado ahí, nada de esto hubiese ocurrido…

—¿De qué está…?

—¡Si Vicent jamás me hubiese conocido… probablemente seguiría con vida!

—¡Ya basta! —alzó la voz el chico, sorprendiendo a Jeremy— ¡Es eso! La maldita cadena que lleva arrastrando diez años Wild. Decir que hubiese preferido estar en su lugar o jamás haberlo conocido es el equivalente a decir que se arrepiente de todo lo que hizo y que es indiferente a los recuerdos que pueda mantener con él —reveló de forma fría y sincera—. Lo que hayan hecho sus padres no fue su culpa, nadie escoge la familia en la que nace, ni lo que ésta hace. Yo tampoco escogí ver morir a mi padre, pero ni una sola vez he pensado en desear estar muerto en su lugar o jamás haber sido su hijo, porque sé que nada le dolería más que eso.

Jeremy se quedó pasmado, abofeteado por la realidad de unas palabras que nunca había escuchado, más duras de lo que hubiese deseado y las necesitaba más de lo que jamás había imaginado.

Se cubrió el rostro en ambas manos, subiendo hasta estrujar sus rizos con miedo entre sus dedos mientras temblaba como un niño. Estaba cansado… siempre había estado cansado de esto.

Una mano se posó gentil en su hombro, atrayéndolo con suavidad a lo que aseguraba ser un alivio para su desahogo. Esta vez dejó de luchar, dejó caer las máscaras de persona perfecta que se había esforzado en crear, dejó de preocuparse por una apariencia inexistente.

—Vicent no murió por haberlo amado, Wild…

Y en el abrazo de Sebastian, todo se hizo pedazos.

Se permitió llorar como el estúpido y joven enamorado que jamás pudo hacerlo. Ese que no pudo gritar frente a sus padres cuando le desgarraron el alma, el día que la muerte de Vicent fue anunciada. Ese que no pudo llorar… cuando fue cruelmente torturado por haber amado.

Y ahora lo hacía en brazos del hijo del hombre por el que alguna vez Vicent también lloró en los suyos.

A Jeremy le dolía que la vida diera tantas vueltas de forma despiadada, arrebatando lo que se quería y negando lo que se necesitaba.

Hundió el rostro en el pecho de Sebastian a pesar de empaparlo de lágrimas, y se aferró en un abrazo a su espalda como su fuese a desmoronarse si no lo sostenía de aquella forma. Y él solo estaba ahí, dejándolo llorar como quien consuela a un niño con la rodilla lastimada, acariciando sus rizos y su espalda como si pudiese prometerle que todo estaría bien. Como si pudiese protegerle de sí mismo.

Él solo sabía que jamás se había sentido tan protegido.

Y amaba esa sensación, porque la necesitaba desesperadamente.

Su abuela decía… que cuando el querer y el necesitar se unían en una misma persona, eso era amor. Pero Jeremy aún no podía verlo, tenía mucho que reparar de sí mismo.

Pudieron haber sido minutos, horas, pudo haber sido la noche entera. Jeremy no era consciente del paso del tiempo al estar encerrado en esos brazos, en algún punto los sollozos se detuvieron y todo lo que quedaban eran silenciosas y solitarias lágrimas.

—No te vayas, Sebastian… —murmuró con la voz ronca, aún sin despegarse de ese cálido abrazo. No se dio cuenta de que era la primera vez que lo llamaba por su nombre.

—No pensaba hacerlo —lo tranquilizó él, siguiendo con ese suave vaivén en la espalda de Jeremy que conseguía confortarlo—. ¿Puedo preguntarte algo?

El de rizos asintió, más cómodo cuando dejó de hablarle con formalidades, le gustaba más así.

—¿Por qué te quedaste? Y me refiero a Haverville, por más que trato de entenderlo, no encuentro un motivo. ¿Por qué quedarse donde no hay más que recuerdos? De igual manera te deshiciste de tu apellido.

—Por tres cosas… —explicó, tomando aire—. La primera era que el trámite de mi apellido no podía consumarse hasta que tuviese un título. La segunda, cuando lo obtuve me di cuenta de que no tenía un lugar al cual regresar, no existía ese “hogar” —se acomodó uno de los rizos tras la oreja, aún apoyado sobre el pecho del moreno—. Y la tercera fue la más importante. Mi mejor amigo se quedaría aquí.

—¿El profesor Byron?

—Ese mismo idiota… —confirmó con un suave asentimiento—. Al final resultó ser lo único que quedaba a lo que podía llamar familia. No iba a abandonarlo también a él.

—¿Y él no se pudo haber ido contigo? No lo sé, a alguna otra universidad —inquirió con curiosidad.

—No —respondió al instante—. A Byron… lo atan muchas cosas a esta universidad, tal vez de por vida.

—¿A qué te refie-…?

—¡Byron! —dijo exaltado Jeremy, volteando a ver al reloj en su mesa de noche que marcaba casi las cinco. ¿Había llorado tanto?— Esa bestia va a matarme…

Con todo el dolor de su alma se separó del abrazo de Sebastian y buscó su portafolio hasta que el chico tuvo que señalárselo en un sofá, donde cogió rápidamente el móvil y lo primero que hizo fue mandarle un mensaje a Byron asegurándole que estaba bien, que seguía con vida y que no necesitaba que viniese a acompañarlo, jurando que no iba a matarse. Además, tuvo que borrar todos esos mensajes de amenazas a muerte por parte de su amigo desde hacía horas, al igual que las casi cincuenta llamadas perdidas. Era peor que una mamá gallina, pero a Jeremy le hacía bien cuando Byron se portaba de aquella forma.

—¿A estas alturas cree que el profesor Byron lo haría? —inquirió Sebastian aún sentado al borde de la cama y a Jeremy le hubiese gustado sonreírle como correspondía.

—Es algo paranoico, es el primer año que me deja solo… en estas fechas.

—Creo que es perfectamente comprensible… —comentó, provocando una mueca en el rostro del rubio.

Suspiró aliviado cuando terminó y pudo dejar el móvil en la mesa de noche, pero se quedó mirando el libro que antes había tenido el moreno en sus manos, era un anuario. Él también lo había estado mirando la noche anterior, no fue extraño que lo tomara si era lo único que había en la mesa de la sala de estar, eso debió estar haciendo mientras esperaba que Jeremy despertase.

—¿Lo viste? —preguntó sentándose a su lado al borde de la cama, con el anuario entre sus manos.

—Sí, creí que era de su generación —confesó Sebastian.

—Oh, en realidad lo es —aclaró el rubio, pasando suavemente las páginas llenas de fotos—. Pero no salgo en él, solo Vicent.

—¿Por qué?

—Porque… tendrían que poner mi apellido —respondió con la boca torcida—. Un Evans estudió aquí y no se hace cargo de la herencia, es una completa vergüenza —explicó de forma burlona, muy indiferente a la mención de su familia.

—Lo lamento… —se disculpó el chico, aunque solo por respeto. Jeremy sabía que también sentía cierta aversión hacia ellos por haberle contado esa historia.

—Está bien, me gusta mi nombre ahora —lo tranquilizó sonriendo a medias—. Es el apellido de la única mujer que me ha tratado como su hijo, mi abuela.

—Tiene mucha suerte —comentó Sebastian, devolviéndole esa suave sonrisa—. Nunca tuve la oportunidad de conocer a mis abuelos, al menos no que yo recuerde.

—Tu madre volvió a casarse… ¿cierto?

—Sí, pero los padres de su… esposo, el señor Wayne, ya estaban muertos —explicó, mirando nuevamente a Jeremy a los ojos—. Y mis padres se casaron a escondidas, no creo que mis abuelos hayan querido verlos, inclusive Lev… Vicent estaba algo exiliado.

Jeremy no pasó por alto esa extraña corrección y entrecerró los ojos.

—¿Qué ibas a decir?

—Eso no importa —dijo quitándole el anuario de las manos al rubio para seguir pasando las hojas, pero éste lo detuvo al no soltarlo.

—Dime, soy el que más ha hablado aquí —exigió saber Jeremy, recuperando lenta e inconscientemente el ánimo mientras miraba de forma sospechosa a Sebastian—. Tú no lo llamabas Vicent…

—Era solo un niño, no sabía pronunciarlo… —se defendió mirando hacia otro lado.

—¿Cómo lo llamabas? —quiso saber, presionándolo un poco al arrebatarle el anuario.

—¿Qué gana con saberlo? —dijo a modo de respuesta, estirando el brazo para tener nuevamente el libro en sus manos, pero Jeremy lo alejó aún más.

—Por algo no quieres decírmelo, temes que eso arruine tu imagen de tipo amargado y frío —expuso mientras seguía luchando por alejar más el anuario y Sebastian también seguía tratando de alcanzarlo.

—¿Perdón? No soy un amargado, frío tal vez, amargado no —corrigió, provocando que el rubio tuviese que retroceder en la cama para alejar más el libro.

—No lo creo, demuestras todo lo contrario. Y mira que conozco personas frías que no son amargadas.

—La presión no funciona, lo sabes. No voy a decírtelo, o al menos no lo conseguirás así.

—Y tú el anuario tampoco —respondió al quedarse sin cartas para jugar en su contra. Sabía que no se acercaría más que eso.

O al menos eso pensó.

Una mano de Sebastian bastó para jalar el tobillo de Jeremy y hacerlo caer de espaldas a la cama, atrayéndolo hasta poder alcanzar el anuario. Ninguno de los dos parecía darse cuenta de la posición que terminaron, con Sebastian casi encima del cuerpo de Jeremy mientras éste solo lo miraba con un brillo de curiosidad que no se apagaría hasta obtener su respuesta.

El moreno soltó un pesado suspiro.

—Levi. Lo llamaba Levi —reveló rodando los ojos y se incorporó, esta vez para sentarse con la espalda apoyada en la cabecera de la cama.

Jeremy se quedó quieto en su lugar, entrecerrando los ojos mientras miraba al techo.

—¿También quieres que te diga por qué? —inquirió Sebastian en un tono engreído.

—Shh no, yo puedo, cállate —demandó el rubio mientras seguía pensando.

Vicent… Lebrant… Lebrant Vicent.

LeVi… las primeras dos sílabas —murmuró Jeremy antes de echarse a reír por lo bajo—. Te odio, inclusive de niño eras inteligente.

—Pero eso no quiere decir que haya sido un amargado.

—¿Te metías en problemas?

—No tantos como tú —indicó solo para molestarle, pero no lo logró—. Sí, bastantes.

Bañado por la única luz débil de su lámpara de noche, el rostro de Sebastian se veía muy diferente. Jeremy miró su perfil con detenimiento y se preguntó por qué jamás había encontrado un parentesco con Vicent, buscando todas las diferencias que había entre ellos, pero solo una cosa lograba distraerlo.

—¿Te importa si hago algo? —anunció mientras se incorporaba con suavidad, aún no había olvidado su dolor de estómago.

El moreno supo que no le había pedido permiso con esa pregunta, pues solo se acercó hasta ponerse frente a él y extendió las manos como si fuese a tocarle el rostro, pero solo lo despojó de sus lentes.

El chico no se lo esperaba y se vio obligado a parpadear un par de veces, confundido por las acciones de su profesor. Tal vez pensaba que Jeremy ya había perdido la cabeza, pero el rubio no dejó de mirar su rostro en cuanto se los quitó.

Sebastian y Vicent eran muy diferentes… y le asustó que ese hecho lo aliviara tanto.

Además… su mirada le provocó una sensación extraña a Jeremy en el estómago, casi como un cosquilleo que también subía hasta su garganta. Parpadeó un par de veces y le devolvió los anteojos de manera casi torpe.

—Lo siento, lo siento, solo quería ver tu rostro sin lentes… —comentó el rubio jugando con el borde de una de las almohadas.

—La curiosidad no es buena, Wild… —lo regañó antes de colocárselos nuevamente.

Jeremy agradeció que se los pusiera, ahora entendía por qué los superhéroes se escondían tras unas simples gafas. Era como ver otro lado de ese chico, y tenía un mal presentimiento acerca de la sensación que tuvo al verlo.

Pero antes de que pudiera seguir deteniéndose a pensar en ello, pudo notar perfectamente la forma en la que se tensaba Sebastian, por más disimulado que hubiese deseado ser. Había llegado a esa página.

—¿Lo encontraste? —preguntó Jeremy, pero era más una afirmación que una pregunta.

El moreno solo asintió. Se mostraba indeciso entre seguir mirando o cerrar el libro, así que el rubio colocó una mano en su hombro y sonrió a medias.

—Está bien, me siento mejor gracias a ti… —le aseguró, sabiendo que quería ver un rato más al tío que no pudo conocer como se merecía— No creo que pueda seguir llorando de todas formas, pude haber llenado la bañera —bromeó encogiéndose de hombros.

—Creo que es mejor que no...

—No te detienes precisamente por la foto ¿no es cierto? —lo cortó Jeremy, mirándolo con un leve suspiro.

—Es solo que soy cada vez más consciente de que… debe de ser muy duro estar hablando precisamente conmigo —le explicó mirando de nuevo hacia el anuario.

Se quedó callado por un instante, pensando en lo que acababa de decir con detenimiento, y si bien había algo de verdad en ello… no era del todo cierto.

—Lo es… pero no por los motivos que te imaginas. Tú no me recuerdas a Vicent, nunca lo has hecho —aclaró el rubio sin dejar de mirarlo, obligando a Sebastian a hacer lo mismo al posar una mano en su mejilla—. Lo que en verdad me afectó fue darme cuenta de que a pesar de que eras diferente, estabas ligado a él. Me gusta tu forma de tocar, me atrevería a decirte en la cara que estoy enamorado de ella, pero me dolió enterarme de que tú también eras uno de ellos… es difícil sentir que solo pueden gustarme las cosas que siempre terminan unidas a él, es casi masoquismo.

Sebastian pareció comprenderlo, pero aún así había algo en su mirada que no se había tranquilizado, algo por lo que Jeremy no pudo preguntar.

—Es bueno saberlo… —agradeció alzando la mano, y por un instante pareció que la posaría sobre la del rubio, pero solo alejó a ésta de él— ¿Seguro de que no importa?

—Mientras estés aquí… estaré bien —accedió siendo honesto, sentándose a su lado abrazando sus rodillas, había visto esa fotografía innumerables veces, lo más que podía pasar… es que llorase hasta dormir otra vez.

—¿Crees que llegaré a tocar como él? —inquirió Sebastian, con la mirada perdida en la fotografía.

Después de pensarlo un momento, Jeremy sonrió, mirando a Sebastian en lugar del anuario.

—No, jamás como él —respondió sincero—. Vicent tenía experiencia, pero él podía expresarse con palabras y gestos. El hecho de que tú solo puedas hacer eso con el violín… te hace aún mejor.

—No creo que le hubiese gustado esa respuesta… —comentó Sebastian con una sonrisa que trató de ocultar, pero que Jeremy no ignoró.

Se sentía bien verlo sonreír, porque siempre evitaba hacerlo, como si no le gustase revelar ese lindo lado humano que conservaba. Además, su sonrisa llegaba hasta sus ojos, era imposible ocultar en ellos ese brillo.

—Lo sé —respondió simplemente.

—Wild… —murmuró, despegando la vista del libro para mirar directamente al mayor.

El rubio solo le devolvió la mirada, se sentía extrañamente cansado, casi adormilado.

—Feliz cumpleaños.

Y lo dijo de la forma más dulce que Jeremy había escuchado. Sonrió y lo abrazó como si fuese el mejor regalo que hubiese recibido, la presencia de Sebastian en sí lo era, a pesar de lo mucho que podía llegar a doler.

La temperatura agradable, la posición que se le hacía cómoda y las sábanas suaves se hicieron más efectivas cuando la mayor parte de los dolores de Jeremy desapareció. Lentamente sus párpados se hicieron pesados y lo único que escuchaba era la respiración de Sebastian junto con el pasar de las hojas del anuario. Agradecía que el moreno no hubiese deshecho el abrazo… porque jamás había dormido tan profundo.

Para él era muy extraño despertarse sin algún sueño, alguna pesadilla, mucho más en este mes que era tan asfixiante para su estabilidad mental. Inclusive tenía miedo de estar despertando dentro de un sueño, pero pronto supo que estaba en el mundo real porque algo lo había sacado de su cómodo descanso, era una extraña y molesta vibración en la mesa de noche.

Fue difícil tratar de despertar, solo deseaba ignorar ese sonido y volver a dormir… pero era insoportable.

Pero no se había dado cuenta de algo.

Tuvo que contener la respiración cuando abrió los ojos y lo primero que vio fue el perfecto rostro de Sebastian Wayne… dormido. Pero aún traía los lentes puestos ese descuidado.

Jeremy se vio tentado a acariciarle el rostro, se veía tan inocente estando dormido… debía estar muy cansado para no despertar por el ruido de esa vibración que al rubio le taladraba la cabeza, y no quería arriesgarse a despertarlo. Extendió el brazo hasta alcanzar el celular solo para encontrarse con una llamada entrante de Byron.

Demonios, eran apenas las siete de la mañana, había dormido tan solo unas dos horas o menos. Ese hombre era la impaciencia hecha persona. Jeremy puso el celular en silencio… solo un momento.

Miró nuevamente a Sebastian, quien mantenía un brazo sobre la cintura del rubio y éste solo pudo sonreír con ternura al verlo dormir así. Las cortinas permitían entrar a la luz sin volverse una molestia, fue extraño tener al chico tan cerca y poder mirarlo sin que tratase de intimidarlo. No recordaba haberse movido para quedar en esa posición, pero sí sabía que había caído nuevamente inconsciente abrazando a ese descuidado violinista.

Con delicadeza le quitó los lentes, el moreno ni se inmutó, tenía unas enormes bolsas debajo de los ojos de las que Jeremy era culpable por no haberlo dejado dormir antes. El rubio extendió la mano para hacer a un lado los mechones caoba que caían en la frente de Sebastian, estaba completamente despeinado en la parte arriba, tenía suerte de tener el cabello muy corto a los costados.

La ansiedad ahora era incontrolable, no podía quedarse así.

Se acercó con toda la decisión que juró que no tendría al principio, pero simplemente acarició su mejilla y besó suavemente su frente antes de tener que separarse de él.

Abandonó la cama con toda la discreción que pudo para evitar el más mínimo ruido y se encerró en el descomunal baño con el celular, devolviéndole la llamada a Byron enseguida.

No pasaron ni tres segundos cuando contestó.

—¿Jeremy? ¿Estás bien?

—Sí, sí, estoy bien, perdona por no haber respondido a tus llamadas, pero debes de ser un monstruo para llamarme desde las seis de la mañana, idiota —reclamó en el tono más bajo y audible que podía.

—¿Por qué demonios no aparecías anoche? —preguntó ignorando las quejas de Jeremy.

—Es una larga historia, te pedí que me dejaras esta vez, no pude ir a tu departamento —dijo con un suspiro—. Sé que debí avisarte pero igual y te envié un mensaje, de verdad no es necesario que vengas hoy… si necesito algo puedo ir a verte por la tarde.

—Lo sé, leí el mensaje. Estuve a nada de ir a tirar la puerta de tu departamento —dijo en un tono autoritario. De verdad estaba enojado—. Pídele a Gabrielle que haga algo para ti o juro que iré a sacarte por la fuerza, no me gusta la idea de dejarte por tu cuenta hoy.

Me doy cuenta. Confía un poco en mí Byron… prometo que estaré bien —pidió en un tono más tranquilo, provocando que su amigo también lo hiciera

—Lo estoy haciendo, así que no hagas que me arrepienta…

—Gracias… te explicaré después, solo sé paciente. Prometo que estaré bien.

—Cuídate Jeremy…

El rubio cortó la llamada con algo de culpa, Byron era el más nervioso de los dos por dejarlo solo esta vez, pero no podía simplemente decirle que no estaba solo.

Y no sabía cómo reaccionaría cuando le dijera con quién se había quedado…

No pudo evitar mirarse al espejo y hacer una mueca de desagrado, era un fiasco, sus ojos estaban terriblemente hinchados de tanto llorar, sus rizos estaban desorientados y apuntaban en todas direcciones, además estaba más pálido de lo que era humanamente razonable. Había pasado de la porcelana al mármol. Y aunque ahora debía ser el momento de arreglarse, volver a su postura de muñeca perfecta y regresar a su máscara llena de sonrisas… no lo hizo. Porque no tenía a nadie para mentirle, no había de quién proteger su reputación hoy, al menos no ahora. Además era su cumpleaños, tenía el derecho.

Su cumpleaños… ¿Cuándo había sido la última vez que había prestado atención a su cumpleaños? No había pasado ninguno en el que no hubiese llorado rodeado de montañas de alcohol… hasta ahora.

Cuánto podía cambiar el rumbo de las cosas… una sola persona.

Sería bueno que Byron también tuviese a alguien que cambiase de esa forma su vida. “Cadenas” había dicho Sebastian… y no podía evitar pensar que su amigo estaba forjado con ellas. Pero su caso era diferente, él había sido tan golpeado por la vida, que había perdido la capacidad para llorar o lamentarse de sí mismo. Jeremy tenía la esperanza de que eso cambiase algún día… aunque temía por la persona que estuviese destinada a cambiarlo. Ninguno saldría intacto con todo lo que Byron ocultaba.

Salió del baño y miró a Sebastian, quien seguía profundamente entregado a los brazos de Morfeo y apenas se había movido para acomodarse un poco.

Que irónica resultaba la vida, siempre había deseado tener en su cama a un violinista, a un Lebrant, o a un buen artista. Y esos tres estaban ahí, hechos uno solo que parecía cortado a la medida, con esa personalidad fuerte y fría pero con un fondo cálido al que le había tomado un gran cariño.

Él era lo que Jeremy siempre había soñado.

Si tan solo no fuese un Lebrant… probablemente la historia hubiese sido diferente.

Notas finales:

Repito, quiero-mi-premio y mucho amor por haber actualizado cada semana por las últimas... ¿tres? Es un récord considerando la vez que desaparecí un mes entero.

Pueden agradecerle al chantaje de Sharky, si no, hubiese subido el lunes.

Y ya que llegan al final del capítulo de una vez les aviso que es el último de Jeremy y Sebastian... por ahora. Es que va a comenzar el drama con los otros dos. Sin embargo, los seguirán viendo en todos los capítulos. En resumen: La espera será algo larga, pero cuando menos se lo esperen ahí estará, a cambio les dediqué tres capítulos seguidos con muchas respuestas.

¡Muchas gracias por los comentarios! No he tenido la oportunidad de leerlos todos pero lo haré ahora que termine de actualizar...

¡Recuerden seguirme en wattpad y twitter con el mismo "@" MMadivil.

Ah y para los que quieran saber de lo que me han estado comentando hace unos días, en twitter subí el trozo de la portada de un nuevo one-shot que está... casi terminado. Les gustará saber de lo que se trata.

Gracias por leer~


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