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The Teacher por MMadivil

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Ethan pareció quedarse sin aire y se levantó de su asiento con lentitud, mirando hacia la nada mientras su visión se tornaba cada vez más borrosa. Le dio la espalda al escritorio y comenzó a dar vueltas como animal enjaulado en el salón privado.

—Esa historia no puede ser cierta… —murmuró en un hilo de voz, pero el grave silencio que había roto le permitió a Byron escucharlo.

—Las historias reales son más crueles que las ficticias —dijo el profesor en un tono de voz suave.

El casi-rubio negó fuertemente con la cabeza y regresó a apoyarse en el respaldo del asiento que había abandonado, estrujando la madera con los dedos.

—¿Por qué…? ¿Por qué me lo dijo para empezar…? —preguntó, temiendo alzar la mirada.

—Porque necesitaba que lo supieras —respondió fríamente—. Tienes que ser consciente de que lo que estamos haciendo jamás ha terminado bien.

—¡Ya era consciente de eso mucho antes de que me lo dijera! —alzó la voz Ethan, con una fiera lágrima resbalando por su mejilla—. Sabía que no estaba bien, que no deberíamos estar juntos en primer lugar, ¡pero nunca me imaginé que podríamos tener consecuencias como esas!

La voz le temblaba, expresando en ella todo su miedo y con las lágrimas corriendo por sí solas.

—¿Estás seguro de que jamás habías escuchado esa historia si conocías el apellido? —inquirió el profesor.

—Y-ya le dije, fue hace muchos años que lo escuché por última vez, solo era un niño… —explicó, aunque no mentía.

Byron le había contado de principio a fin “el caso Lebrant” sin nombres, apellidos, una simple historia de un profesor enamorado de su estudiante, y un final que desgarraba a Ethan solo de imaginarlo.

Ya era difícil escucharlo, era aún peor la posibilidad de estar en su lugar.

—Escucha Ethan, no te imagines el peor de los finales, no sabemos lo que pueda suceder —trató de tranquilizarlo, abandonando su lugar para acercarse al casi-rubio y obligarlo a mirarle—. Pero debía advertírtelo, mucho más ahora que el rector no perderá la oportunidad de castigar otra relación ilícita.

—P-pero yo ni siquiera vengo de una familia importante —razonó el menor, mirando a Byron con cierta esperanza—. No hay nada que heredar, o un apellido que mantener, no hay posibilidad de que nos suceda algo parecido… ¿verdad?

Y al de ojos verdes se le aceleró el pulso cuando Byron solo lo miró, pero ninguna respuesta tranquilizante salió de sus labios.

—¿Byron…? —inquirió, dejando que sus manos se acercaran al rostro del profesor y lo obligaran a mantener su mirada— No… puede sucedernos algo parecido… ¿c-cierto…?

El profesor bajó la mirada y alzó ambas manos para acariciar las de Ethan, estrechándolas con suavidad.

—No puedo asegurarte eso.

Ethan lo miró aterrado.

—¿Quién… es usted…?

—Alguien… que no puede escapar de lo que es.

—Respóndame…

—No puedo Ethan —dijo con el miedo reflejado en su mirada.

Pero Byron… ¿A qué le temía?

El menor retrocedió y se apartó de sus manos, sin dejar de mirar al profesor a los ojos casi de forma suplicante.

—Podría pasarme lo mismo que al profesor Lebrant… ¿no es cierto?

Para su desgracia, el silencio habló por sí mismo.

—No saques conclusiones apresuradas —habló  el de cabello azabache lentamente después de ese instante—. No es un hecho que deba terminar así, aunque no pueda asegurar lo contrario…

—¿Era esto lo que quería decirme antes… profesor Byron? —preguntó, desviando por primera vez la mirada— Porque sé perfectamente a dónde nos llevará esta conversación.

—No, es no es verdad —expresó con disgusto—. Y esto no es precisamente lo que deseaba decirte, probablemente terminé hablando de más, pero era…

—¿…“necesario”? —completó el de ojos verdes— Si quería decirme que era mejor dejarnos, debió comenzar por ahí.

—¡Nunca insinué algo como eso! —alzó la voz el profesor, perdiendo por primera vez la calma— ¡Pero no puedo estarte arriesgando sin que sepas el peligro que corres!

—¡Porque no debería correr ninguno! —respondió Ethan bastante dolido— ¿Es eso lo que me está diciendo? ¿Que el estar con usted tiene un precio?

—Ethan…

—¡No quiero escucharlo! —lo cortó al instante— He sido paciente, he respetado sus secretos y me he callado las veces que ha preferido ocultarme las cosas, pero no puede esperar que me quede tranquilo después de escucharlo hablar así. Si bien pude haberme imaginado algo peligroso, ¡no esperaba que uno de los dos pudiese morir!

—¡Ethan, ya basta! —lo detuvo el profesor antes de que siguiera hablando, acercándose y tomándolo del rostro con ambas manos, el menor solo pudo atinar a mirar esos agresivos ojos azules— ¡Es por esto que lo oculté desde el principio! Porque no pienso obligarte a quedarte conmigo, pero al mismo tiempo no quería darte un motivo para alejarte, y eso te lo advertí… soy lo suficientemente egoísta como para querer que te quedes conmigo.

Ethan tembló bajo las manos de Byron, porque odiaba encarar directamente la idea de que entre él y el profesor había una brecha demasiado grande. Y si algo como eso le había ocultado hasta ahora… ¿de qué se enteraría más tarde?

—Y a pesar de todo… no piensa decírmelo… —murmuró, haciendo que el de cabello azabache tensara la mandíbula.

—No.

El casi-rubio sintió la frente del profesor posarse sobre la suya y eso lo hizo enojarse aún más consigo mismo, pues aún sabiendo que le ocultaría todo, no podía compararse a cuánto había llegado a quererlo.

—Suélteme… —pidió cuando sintió sus labios acariciarle.

—Si lo hago te irás… —respondió en un murmullo.

—¿No es eso lo mejor?

—Jamás hemos hecho lo que es mejor.

—Profesor… ¿quién demonios lo entiende? —masculló cerrando los ojos. Cada vez lo odiaba más… porque lo amaba el doble.

—Espero que solo tú, Ethan —dijo antes de hacerlo callar, como tantas veces le había gustado hacerlo.

Y a Ethan jamás le había dolido tanto un beso.

A pesar de que quería seguir protestando, Byron no se lo permitió. Lo hizo retroceder hasta que sintió su espalda apoyarse en el librero y en ningún momento abandonó sus labios, pero ellos jamás se habían besado así, nunca con esa urgencia por saber que algo no estaba bien.

Sintió las manos del profesor enredarse en sus desordenados cabellos y las lágrimas de sus mejillas humedecer las de éste, pero nada de eso le impidió seguir adueñándose de la respiración de Ethan, que se hacía cada vez más caótica entre su llanto y el beso. Sus mejillas se enrojecieron, el calor que sentía en ellas se lo decía todo, y comenzó a sentirse extraño al darse cuenta de que Byron esta vez no se detenía.

No se trataba de miedo, pero tuvo un ligero ataque de pánico al darse cuenta de que —a pesar de todo lo que pudiese hacerle— siempre había sido Byron quien estableciese el límite entre ellos, y justo ahora… no parecía haber ninguno.

—B-byron… detente —dijo a la primera oportunidad de tomar un respiro, rogando por no tener que abrir los ojos nuevamente—. Dijiste que no me obligarías a quedarme contigo…

—La primera vez que dejas de hablarme de “usted” y es para decirme esto…

—Deja de… —Ethan abrió los ojos irritado por sus comentarios sarcásticos, pero el regaño se apagó en el instante en el que miró al profesor a los ojos.

Esos preciosos y fríos ojos azules tenían miedo otra vez.

—No puedo obligarte, pero no quiero dejarte ir —confesó.

El chico alzó las manos con delicadeza, dándose cuenta de que éstas también temblaban, y colocó ambas sobre las mejillas de Byron sin dejar de mirarlo. Detestaba tanto sentirse de esa forma…

—Me advertiste que a excepción de tu nombre, podría preguntar cualquier cosa siempre y cuando estemos a solas —comenzó a decir para sorpresa del profesor—. También me dijiste que eras egoísta, y a pesar de que solo una de esas advertencias fue verdad, decidí quedarme a tu lado… ¿pero cómo esperas que confíe en alguien que no tiene tan siquiera un nombre para mí?

—Dijiste que tú mismo querías averiguarlo…

—Y sabías… No. Sabes que es imposible con las reglas que impusiste, es por eso que nunca te preocupaste por ello —afirmó, acariciando suavemente su mejilla—. Byron, para mí no era más que un inocente juego entre ambos, no creí que hubiese un motivo dispuesto a acabar con los dos justo detrás de él.

—Te lo dije Ethan… la vida real no es como las historias de ficción. Es más dura —respondió, aun manteniendo la cercanía entre ambos—. Pero debes entender… que no podía decírtelo todo desde el principio.

—Porque no confiabas en mí, lo sé —dijo el de ojos verdes con más calma.

Las lágrimas en algún punto se detuvieron y solo quedaba ese molesto ardor en los ojos, pero no por eso bajó la guardia.

—Lamento que todo tenga que ser así… —se disculpó Byron con cierta dolencia.

—Tengo miedo —confesó Ethan, esta vez sin que su voz se quebrase—, porque sé que si te acercas una vez más como lo hiciste hace un instante, no podré negarme a estar contigo. Pero también me asustas Byron… porque no sé en qué momento vas a dejar de ocultarme las cosas o cubrir unas nuevas —dijo de forma casi tranquila, pero ciertamente en el fondo lo padecía— te advertí que quería saber todo de ti, no puedes venir ahora a decirme que debo dejarte.

—Nunca dije que debías hacerlo.

—Y no quiero hacerlo —le aseguró, frunciendo leve el ceño—. Te quiero… aunque ni siquiera sepa tu nombre, y si me enamoré bajo esas circunstancias, no puedes esperar a que te odie cuando sepa sobre ti después. Es imposible.

—No, no lo es —respondió Byron bajando las manos a su cintura y el de ojos verdes lo abrazó con fuerza por el cuello—. No tienes idea de lo que estás diciendo Ethan…

—Y tampoco la tendré si no me lo dices, pero tú no quieres que me vaya y yo no quiero irme… puedo vivir con eso por ahora.

—Pero jamás estarás conforme —acertó Byron.

—No, en eso tienes razón…

—Siempre tengo razón.

—Eres imposible… —murmuró con una triste sonrisa—. Byron… puedes ocultarme las cosas, pero prométeme… y hablo enserio, prométeme que me lo dirás.

El profesor separó a Ethan suavemente del abrazo y lo miró bastante decidido.

—Entonces hay algo que debes escuchar primero —advirtió el mayor.

—¿D-de qué se trata…?

—Es sobre mis lecciones nocturnas.

~*~

Ethan había vuelto a su lugar en el sillón, estaba callado y de nuevo tenía la mirada perdida en el escritorio. Por otro lado Byron había preferido quedarse frente a él, ligeramente apoyado en la mesa y de brazos cruzados.

—¿Todos los estudiantes de la clase… entraron por medio de un soborno? —preguntó esta vez, algo inquieto con la información que acababa de darle el profesor— Ya de por sí la suma obligatoria es exagerada, lo que usted está diciendo implicaría…

—Millones, lo sé, así funcionan las cosas en Haverville —afirmó Byron mirando hacia otra parte—. Es por eso que todos me fueron asignados, siempre he preferido tenerlos en mis manos.

—¿Por qué? ¿No puede ser otra persona?

—No, además es un pedido especial por parte de… alguien —respondió con una media sonrisa—. Pero ese no es el punto al que quería llegar. El problema está en las lecciones mismas.

—¿A… a qué se refiere? —dijo confundido— ¿En qué consisten?

—En enseñar, por supuesto —señaló antes de bajar la mirada y los brazos para apoyar las manos en el borde del escritorio—. Pero no son el tipo de lecciones que te gustaría tomar, Ethan… están diseñadas específicamente para hacerlos “pagar”. No son agradables.

El de ojos verdes lo miró directo, tratando de descifrar la mirada de Byron en ese momento.

—Usted no… u-usted no los lastima, ¿verdad? —inquirió algo nervioso.

—¿Otra vez hablándome de usted? Creí que ya habías superado eso… —le reclamó antes.

—¡Byron, respóndeme!

—No, por supuesto que no —aclaró, aunque no por eso le devolvió la mirada—. Pero igual no es sencillo soportarlas, ahora puedes comprender mejor por qué la mayoría me detesta.

—C-creí que era por ser un cretino, no por… —la voz de Ethan se apagó cuando se vio obligado a tragar saliva, aún no entendía bien a lo que se refería—. ¿Qué es lo que haces con ellos?

—Lo necesario para que pasen el año —manifestó, apretando de forma apenas perceptible los puños, pero el chico pudo darse cuenta de ello.

El casi-rubio suspiró con resignación y se levantó del asiento, acercándose a Byron para obligarlo a mirarlo a los ojos.

—¿Me lo dijiste porque querías… o porque tienes miedo de que pueda enterarme por otra parte?

—Ambos… —admitió mientras acariciaba suavemente la mejilla del menor—. Nadie sabe que tú eres de los únicos que no han tomado esas lecciones, y que jamás lo harás.

—Es mejor así… si alguien llegase a preguntar solo tendría que decirles que las tomo ¿cierto? —comentó de forma indiferente, pero el semblante de Byron se ensombreció.

—No, no lo hagas.

—¿Por qué? De esa forma tampoco sospecharían de mi beca, Byron —le recordó el de ojos verdes—. Tú solo le das clases a los que tienen el dinero suficiente para un soborno, si al menos saben eso, estoy salvado.

El profesor parecía querer negarse de cualquier forma, pero la lógica de Ethan parecía haber entrado en él y era algo que no podía negar. El casi-rubio lo sabía, así como también era consciente de que Byron le hablaría lo menos posible de esas lecciones.

—No quiero que te involucres en esos temas, prométemelo Ethan, es mejor si te mantienes lo más alejado posible —pidió el de cabello azabache, volviendo a encerrar la cintura del chico en sus brazos—. Además, dejé de impartir esas lecciones hace unos días…

—¿Por qué hizo eso?

—Porque no quería que supieras en lo más mínimo de ellas —reveló, por fin mirándolo a los ojos—. No quería que escucharas sobre lo que sucedía, mucho menos estando en mi clase.

—Byron… no entiendo muy bien en lo que consisten y tampoco pienso imaginarlo, pero si de algo estoy seguro es que llevas haciendo esto por más tiempo del que me quieres hacer creer… —expuso apretando los labios—. ¿No crees que si las detienes abruptamente… alguien podría comenzar a preguntarse el motivo?

Y aunque pensó que el profesor estaría asombrado por esa pregunta, ni siquiera se inmutó, lo cual solo podía significar que esa idea ya había pasado antes por su mente.

—No me gusta la idea de impartir esas lecciones… ahora que te tengo conmigo.

—Pe… pero si te detienes… las sospechas podrían comenzar a surgir, y eso nos pondría en peligro a los dos —dijo tragando saliva y negando con la cabeza—. Sin embargo… no quiero que des esas lecciones… haz lo que quieras, pero no vuelvas a darlas…

—Tienes que ser consciente de que tendré que hacerlo si eso llega a representar una molestia… —explicó.

—La molestia la tendrás conmigo si lo haces —amenazó el menor—. Vengarse por haber entrado con un soborno no está bien, sin importar quién te lo haya pedido, prométeme que no lo harás Byron…

El profesor suspiró y cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás mientras lo pensaba seriamente. Ethan se aferró más a su agarre sin pensarlo, quería que se lo prometiera, pues tenía un muy mal presentimiento sobre esas dichosas lecciones.

—Prometo que haré hasta lo imposible para dejar de impartirlas Ethan… pero no más —dijo finalmente.

—Eso no me tranquiliza, pero… está bien —accedió el menor, hundiendo el rostro en su pecho— Y otra cosa…

—¿Quieres algo más?

—Sí —dijo decidido, alzando el rostro mientras acercaba el de Byron al abrazarlo por el cuello—. Cuando te diga que descanses, hazlo. No me gusta verte como si te fueras a dormir en cualquier instante…

—¿De qué estás…?

—Y entiendo que sea el cumpleaños del profesor Wild, pero también debes de dormir un poco, también deberías comer algo… apuesto a que ni siquiera has desayunado por estar aquí desde tan temprano —siguió reclamando.

—Podría decirte lo mismo pequeño idiota, has estado conmigo todo este tiempo.

—E-es distinto, no soy yo el que tiene apariencia de zombie aquí.

—Bueno, si nos ponemos a discutir el aspecto…

—¡Byron!

El profesor se echó a reír y sorpresivamente abrazó a Ethan hasta el punto en el que parecía querer estrujarlo entre sus brazos y hacerlo desaparecer ahí. Quiso decir algo hasta que escuchó de nuevo su voz a la altura del oído.

—Gracias, Ethan…

El casi-rubio escondió el rostro en el espacio del hombro y el cuello del profesor, sintiendo sus mejillas arder. Agradecía el cabello alborotado que le cubría las orejas, pues éstas también tenían la mala manía de enrojecer, dejándolo en evidencia.

—Te quiero lo suficiente como para soportarte, así que enserio deberías estar agradecido por ello… —masculló, robándole otra dulce risa al profesor—. Pero escúchame bien, Byron —dijo alzando levemente el rostro para ser escuchado con mayor claridad—. Te perdonaré los secretos… no las mentiras.

El de cabello azabache separó el rostro de Ethan solo para que éste lo viera asentir, antes de prometérselo con un beso que a los dos les pareció insuficiente.

—¿Malek? —preguntó de la nada, volviendo a sonreír como normalmente lo hacía— ¿Marlow?

El profesor negó con la cabeza, volviendo a besar a Ethan.

Al menos por ese día, ambos agradecían tenerse mutuamente.

~*~

Como cada vez que esperaba entrar a ese salón privado, odiaba la idea de salir, pero sabía que debía de hacerlo alguna vez ese día y ahora no planeaba quedarse mucho tiempo para obligar a Byron a descansar un poco.

Pero cuando estuvo fuera de éste… palideció al ver que la biblioteca no estaba vacía. Había una sola persona en esa sala, y era la que menos deseaba ver Ethan en ese instante. Una figura mucho más alta que él, con una cabellera perfectamente rubia.

Era quien menos debía de ver a Ethan salir de ese lugar.

—¿Ethan Collins…? —dijo Darrell Bloom mientras dejaba en una de las mesas una especie de libro alargado— Que sorpresa verte por aquí… —dijo con una descarada sonrisa mientras alternaba su mirada entre él y la puerta.

—No lo creo, Luke siempre suele mencionar que estoy en la biblioteca la mayor parte del tiempo —se defendió devolviendo la sonrisa, aunque detestaba sonreír de forma tan… falsa.

—Pero nunca mencionó que tuvieses acceso al salón privado —señaló el rubio.

—No lo tengo, solo me citaron en este lugar —respondió lo más natural que pudo, esa parte se la había aprendido a Sebastian—. Pero me sorprende más que estés aquí, no creí que también vinieses los fines de semana.

Comenzó a dirigirse a pasos lentos hacia la salida, el corazón le latía más rápido de lo que aparentaba y necesitaba salir de ese lugar con urgencia.

—No lo hago, vine a devolver algo —explicó, endureciendo su mirada plateada— ¿Qué hacías en el privado, Ethan?

—Lo que se hace naturalmente en la biblioteca, Darrell —dijo algo divertido—. Estudiar.

Volvió a sonreírle y se despidió con un gesto, pero cuando salió de la biblioteca se dirigió casi disparado al elevador, presionando con impaciencia los botones como si con eso fuese a llegar esa enorme caja más rápido.

¿Cómo demonios se había atrevido a decirle eso… ¡A Darrell Bloom!?

Cuando el elevador llegó, agradeció que éste estuviese vacío para poder abrazarse a sí mismo en una esquina mientras se detenía a pensar seriamente en lo que había sucedido.

Darrell lo había visto salir del salón privado. Pero no era nada del otro mundo… ¿cierto?

—¡Demonios, olvidé decirle!… —maldijo Ethan mientras pateaba una de las paredes metálicas.

Se había prometido contarle a Byron que Luke ya sabía acerca de su beca, pero olvidó por completo hacerlo con todo lo que sucedió, aunque no parecía tener mucho que temer sobre él… solo debía vigilarlo.

Al salir del elevador, vio a Simon a punto de salir de su dormitorio con el peor de los aspectos, ni siquiera había notado la presencia de Ethan y era generalmente el primero en abalanzarse sobre él.

—¡Simon Harvey, es muy tarde! ¿No crees? —vociferó lo suficientemente alto como para que el chico apoyara la cabeza en su propia puerta y gimiera de dolor.

—¡Shhh…! No… no grites Ethan, por lo que más quieras… —dijo en un murmullo.

La resaca de una fiesta en su máximo esplendor.

—Ah lo siento, creí que habías pasado una mala noche de tanto estudiar… —soltó con sarcasmo, divirtiéndose al poder molestar a Simon por lo menos una vez.

—Ja-ja… que gracioso… te costará cuando me recupere Collins, ya verás… —amenazó, dándose la vuelta para mirar a Ethan con un suspiro— ¿Ya desayunaste?

—No, solo iba a dejar mis cosas… —explicó, señalando su dormitorio por si quería seguirle— Por cierto ¿leíste el mensaje que te envié?

—No, olvidé dónde dejé el celular… ¿por qué? —dijo masajeándose suavemente las sienes, acompañando al casi-rubio a su dormitorio— Y por cierto ¿dónde estabas que te fuiste tan temprano?

—Estaba en la biblioteca, como siempre —respondió simplemente—. Solo quería saber si Sebastian estaba contigo, parece que no durmió en su habitación.

Simon se quedó paralizado en el marco de su puerta, pero lo atribuyó a su resaca.

—¿Cómo lo sabes?

—Fui esta mañana, su cama estaba perfectamente ordenada y Sebastian lleva días sin dormir, por más inhumano que sea, él suele dormir bastante —comentó el de ojos verdes.

—No creo que sea tan inhumano como dices… —masculló riendo por lo bajo—. No estuvo en la fiesta, si eso es lo que quieres saber, pero sé en dónde estaba.

Ethan volteó inmediatamente al escuchar eso, y Simon se alejó de la puerta para dejarlo pasar.

—Estuvo en el edificio de residencia sur, cerca de los salones de música y artes —dijo en un ligero encogimiento de hombros—. Tienen un proyecto de artes la semana que viene, había comentado la posibilidad de quedarse con alguien a terminar el grupal pero no creí que fuese a hacerlo realmente, ya sabes, con lo desconfiado que suele ser…

El casi-rubio se relajó notoriamente al escuchar eso y se echó a reír también.

—Te sorprendería lo obstinado que es con los trabajos grupales, los odia, debió pasarse la noche detestando a todo el mundo…

—No lo dudes —aseguró el castaño—. Ahora vamos a desayunar, muero de hambre y ya es casi medio día, no puedo creer que no hayas ido antes…

—No tenía apetito —dijo Ethan dirigiéndose al elevador nuevamente, pero mientras éste llegaba, una idea llegó como un disparo a su frente.

“Todos los estudiantes de mi clase, a excepción de ti, han entrado con un poderoso soborno”.

Volteó a ver de reojo a Simon, y por un momento se quedó sin habla.

¿Él… también tomaba las lecciones de Byron? ¿También había entrado de esa forma a la universidad?

En ese momento el castaño volteó a mirarlo y alzó una ceja con una mueca.

—Deja de verme así, ya sé que la resaca me tiene jodido, pero sé un buen amigo y dime que aún así me veo genial.

—¿Cuándo te has visto así? —inquirió riendo y Simon lo fulminó con la mirada.

—Te estás aprovechando del indefenso, Ethan —se hizo a la víctima y el de ojos verdes solo se echó a reír.

Incluso si las había tomado, aún actuaba tan natural como siempre, por lo que tal vez… y solo tal vez, esas lecciones no eran tan malas como lo suponían.

El elevador llegó, y en él dejó sus preocupaciones para concentrarse en una sola cosa: El desayuno.

Y a partir de ahí, el día pasó en un abrir y cerrar de ojos

Después de que ambos comieran hasta que ya no les entrara nada más, Ethan obligó a Simon a irse a dormir un rato, su aspecto dejaba mucho que desear y estaba seguro de que ese dolor de cabeza lo estaba matando. Ese día estaba mandando a todos a dormir, ¿es que nadie en esa universidad conocía el significado del descanso? Puede que él mismo no lo hiciera a menudo, pero valoraba las preciosas horas de sueño cuando las tenía. Es por eso que no se arrepintió cuando cayó inconsciente mientras leía.

El problema era el lugar en donde había decidido quedarse a dormir: La habitación de Sebastian.

Ni siquiera supo por qué lo había hecho, solo quería esperarlo para saber cómo estaba, sabía que se ponía con un humor de perros cuando terminaba rodeado de gente a la que ni siquiera soportaba. Además, estar con él siempre lo reconfortaba un poco.

Pero su cansancio, la comodidad del sofá y el silencio de la habitación lo noquearon en un instante.

La peor parte llegó al despertar, cuando abrió los ojos y entró ligeramente en pánico al encontrarse sumido en la completa oscuridad.

Le dolía bastante la espalda, era una mala idea haberse dormido en el sofá más pequeño y sentía el increíble deseo de arrancarse el cuello también. La única solitaria luz que había era la de la lámpara de noche, y ni siquiera alcanzaba a iluminar la zona de la pequeña sala de estar.

Estaba seguro de haber escuchado el agua caer en algún momento mientras dormía, pero al parecer eso podía explicarlo el chico que ahora salía de la ducha con el cabello tan mojado como sus hombros desnudos.

—¿Te desperté? —inquirió con una media sonrisa Sebastian mientras se dirigía a la cocina.

—No, pero ya que estás siendo considerado, ¿te importaría arrancarme el cuello? Por favor, es el peor error que he cometido al dormir… —dijo Ethan estirándose en el sofá, haciendo que su libro cayera al suelo.

—Ya te he dicho que uses la cama, tonto —lo regañó el moreno—. Un día de estos ni siquiera podrás moverte.

—Es que no planeaba dormirme… ¿A qué hora llegaste? —preguntó el casi-rubio con un bostezo.

—No hace mucho, estaba con Simon —respondió mientras seguía con lo suyo, había tomado una botella de agua y ahora se dirigía a su clóset—. De haber sabido que estabas aquí venía antes, ¿cuánto tiempo llevas dormido?

—No lo sé, antes de quedar inconsciente aún era de día… ¿Simon estaba despierto?

—Entonces prepárate para que la espalda te duela mañana —le advirtió—. No, cuando llegué seguía dormido, pero tenía que devolverle su celular y tuve que despertarlo. Uno de los superiores lo encontró en el lugar donde fue la fiesta —explicó mientras terminaba de secarse y vestirse—. Creí que seguías en la biblioteca.

—Ah… bueno, no… no es como si fuese a pasar todo el día en la biblioteca —dijo evitando sonrojarse— ¿Cómo es que te quedaste en el dormitorio de alguien más para el trabajo grupal? Siempre regresabas aunque fuese de madrugada… y creí que vendrías de un humor de perros.

—Bendita sea la ducha y mi paciencia… —comentó por lo último y se echó hacia atrás el cabello húmedo—. No tenía muchas opciones, y antes de darme cuenta me quedé dormido, lo siento.

—Está bien, no tienes que disculparte, pero te arrepentirás de no haber visto la resaca de Simon esta mañana… —le contó riendo, incorporándose para encender la luz de la habitación.

—Oh créeme, vi lo que quedó de ella cuando fui a verle y la aproveché tanto como tú —dijo dedicándole una mirada acusadora, provocando que el de ojos verdes pusiera una mueca—. Sí, Simon me dijo que lo estuviste fastidiando, pero nadie te culpa.

—Un poco de su propia medicina no hace daño… por cierto, más te vale haber comido algo en todo el día.

—Creí que era mi papel quejarme de la mala alimentación, no al revés.

—Quería hacerla de madre sobreprotectora esta vez, siempre eres tú —señaló con una sonrisa.

—Eso veo, comienza a ser una mala costumbre que yo siempre lo sea —musitó el moreno con un suspiro antes de dar un largo trago a su botella de agua— ¿Y bien? ¿Conseguiste averiguar algo sobre Luke?

Ethan chasqueó la lengua y resopló, negando con la cabeza mientras se acercaba a tirarse en la cama de Sebastian, sintiendo que su espalda se acomodaba nuevamente al sentir el suave colchón sostenerla.

—Con todo lo que dormí hoy, no pude ni siquiera verlo, así que aún no tengo ni la menor idea. Pero si él quisiera algo a cambio de su silencio, ya me lo hubiese pedido.

—No estés tan seguro de las cosas solo porque tienes un presentimiento —lo reprendió, dándole un suave golpe en la cabeza con la botella casi vacía—. Te dije que debías aclararlo lo antes posible.

—Ya lo sé pero no es tan fácil, se la pasa pegado a Darrell y es a quien menos necesito ver… —se excusó mientras se removía para dejar su cabeza colgar justo al borde de la cama, de esa forma creía que su cuello revertiría el efecto de haber dormido mal.

—Sí, ya lo habías mencionado antes —asintió el moreno mientras se sentaba casi a su lado en el borde—. Pero siempre podríamos intentar atraparlo en algún momento a sol-… —la voz de Sebastian se apagó de repente, inquietando a Ethan lo suficiente como para tratar de incorporarse, pero en ese momento una mano lo detuvo tomándolo por el mentón y regresándolo a la posición en la que estaba.

—¿¡-Q-qué estás-…!?

—¿Qué demonios te pasó en el cuello? —exigió saber su amigo, con una mirada que Ethan no recordaba haber presenciado… jamás.

—¿D-de qué estás hablando? —inquirió apartando su mano, levantándose de la cama para acercarse a prisa al espejo de una de las puertas del clóset.

Ethan contempló su reflejo, al principio solo viendo su propio rostro y el cabello desordenado en decenas de ondas desobedientes, pero justo al momento de ladear el cuello se dio cuenta de lo que Sebastian había visto.

Marcas.

Marcas rosadas y rojizas, llenando la parte alta de su cuello justo antes de llegar a la mandíbula, imposibles de mirar a simple vista gracias a su cabello. Pero sabía perfectamente lo que eran, porque ese era el lugar donde…

—¡Ethan, con un demonio! ¿Qué te sucedió en el cuello? —volvió a preguntar, esta vez más impaciente.

—M-me caí… —fue lo primero que pudo responder, mirando al moreno que ahora estaba parado casi detrás de él.

—¿Ah sí? ¿Y sobre la boca de quién? —señaló con sarcasmo.

—¿Qué…?

—No soy idiota, Ethan. Esas son marcas de besos, y a menos que seas alérgico a tu propio cabello, no pienso tragarme cualquier mentira.

El casi-rubio bajó la mirada, y negó con la cabeza, comenzando a caminar hacia la salida. Por desgracia, Sebastian no iba a dejar pasar el tema tan fácilmente, por lo que con solo uno de sus brazos detuvo el avance de Ethan al tomarlo por la cintura y obligarlo a sentarse al borde de la cama.

—¡Sebastian, suéltame!

—Si vuelves a levantarte, juro que te amarraré a la cabecera de la cama y te sacaré la respuesta por la fuerza —amenazó, soltando su agarre para cruzarse de brazos— ¿Quién fue?

—No quiero hablar sobre-…

—Si no me lo dices adivinaré, y va a irte aún peor —le apostó entrecerrando los ojos.

Ethan tragó saliva mientras miraba a todas partes, no había venido para esto, no era así como pensaba decírselo a Sebastian. Ni siquiera había pensado en una forma de hacerlo.

—No puedo decírtelo… —dijo en un tono de voz suave, finalmente mirando hacia el suelo.

El moreno suspiró y maldijo por lo bajo, inclinándose hasta quedar a la altura del rostro de Ethan y obligarle a mirarlo.

—¿Qué tan difícil puede ser decírmelo? El profesor Byron no va a enterarse.

El de ojos verdes palideció en ese instante, retrocediendo en la cama casi por instinto.

—¿¡Q-qué dijiste!?

—Tú enserio me crees estúpido… —reveló, negando con la cabeza—. ¿De verdad esperabas que te creyera cuando decías que ibas a la biblioteca a estudiar? Por favor Ethan, esas mentiras déjaselas a Simon.

—Pero… pero… —el de ojos verdes trató de encontrar las palabras, pero toda su cabeza estaba dando vueltas.

—Quería pensar que solo eran ideas mías, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver, te gustaba desde el principio —dijo mordiéndose el interior de la mejilla—. Aunque esperaba que me lo dijeras tú y no tener que enterarme de esta forma…

Ethan bajó la mirada nuevamente, sintiéndose algo culpable por no haber pensado en decírselo a su amigo antes.

—No era mi intención ocultártelo…

—Pero lo hiciste Ethan —le recordó de forma fría—. ¿Y al menos puedo saber desde hace cuánto te corresponde ese tipo?

—No quieres saber… —dijo en un murmullo.

Sebastian se pasó una mano por el cabello y tiró un poco de él mientras volvía a suspirar casi resignado.

—No te has acostado con él ¿cierto?

El rostro del chico estalló en color carmín y casi atravesó la cabeza de su amigo con la mirada.

—¡Por supuesto que no!

—¡Al menos! —apremió Sebastian con el sarcasmo de antes— ¿Quién era el que se quejaba antes de no saber nada sobre su profesor? Ahora yo debería hacer lo mismo, no reconozco a mi mejor amigo.

—S-sebastian… no quería mentirte, p-pero debía ocultarlo —trató de defenderse.

—¿Por qué, Ethan? ¿Porque es completamente ilegal? ¿O porque no confías en mí lo suficiente?

Algo en su pecho se estrujó bastante herido. Él sabía mejor que nadie cuánto dolía el pensar que alguien no confiaba en ti lo suficiente, y más cuando te importaba tanto.

—¡No… no es lo que piensas! Confío en ti, p-pero tenía miedo porque no sabía… no sabía si duraría lo suficiente para decírtelo —le confesó, estrujando las sábanas entre sus dedos—. Temía que para Byron… solo fuese un juego.

—Es ilegal, incluso si es un juego, ambos están en medio del fuego. ¿Sabes lo que ocurre cuando se enteran de las relaciones así?

—¿Tú sí? —inquirió encarando a Sebastian, tensando cada vez más la mandíbula— ¡Por supuesto que lo sé, y mejor que nadie! Él mismo me lo dijo, y me dio a elegir si quería correr el riesgo. ¿¡Pero qué demonios esperabas que hiciera!? ¡Si tú mismo lo has dicho, me ha gustado desde el principio!

—¡Pero no esperaba que fuese enserio! ¿Qué sabes sobre ese hombre además de que es tu profesor, el jefe de dormitorios y su vago apellido? —exigió saber con esa mirada tan fría que lo caracterizaba— Aún recuerdo cuánto protestabas por no saber ni siquiera su nombre ¿qué parte de eso ha cambiado?

Ethan se quedó sin habla, mirando a su amigo con el ceño fruncido, cada vez más seguro de que quería levantarse y atravesarle un golpe en la mejilla.

—¿Qué importa lo que sepa? ¿¡Por qué no puede simplemente importar lo que sienta!?

—¡Porque esto es la realidad, Ethan! Y trato de que aterrices en ella antes de que te hagas pedazos —dijo Sebastian particularmente exasperado, más ansioso de lo que el casi-rubio esperaba—. Esas relaciones jamás duran lo suficiente, y quien va a salir perdiendo y herido serás tú.

—¡No puedes estar seguro de eso!

—¡Tienes una maldita beca de la cual preocuparte, un hermano y una madre! —enumeró con rabia— ¿Qué más necesito saber para darme cuenta de que si alguien los descubre, serás el primero en caer? Solo piénsalo Ethan, el profesor trabaja para Haverville desde hace años, inclusive hay rumores de que es el protegido del director ¿Y tú crees que se detendrán a pensar en la suerte del chico que no pagó un solo centavo para entrar?

—Nadie tiene por qué enterarse… —murmuró, cayendo cada vez más en el abismo que Sebastian estaba abriendo.

—Claro, porque nadie aquí tiene algo en su contra ¿no es cierto? No estás seguro de nada —continuó, hablando con una lengua bastante afilada—. Puedes hacer lo que quieras, pero si al final te arriesgas por nada, no quiero que termines llorando.

—¡No tienes ningún derecho a afirmar eso! No tienes nada que lo compruebe —vociferó Ethan con toda la rabia acumulada en su interior—. Y tienes razón, es mi maldito problema, pero por una jodida vez me gustaría que alguien me dijera que esto no tiene por qué terminar mal —dijo con la voz comenzando a quebrarse, cada vez más y más dolido—. Lo único que he escuchado desde que estamos juntos… es que todo es malo, que es imposible, y que uno de los dos terminará herido…

Por primera vez fue Sebastian quien se quedó callado, y el de ojos verdes apartó las despreciables lágrimas que corrían por sus mejillas.

—Byron hizo hasta lo imposible porque lo odiara desde un principio —relató con un nudo molesto en la garganta—. Él piensa lo mismo que tú, aunque la mitad de ello no me lo diga y sé perfectamente que tiene tanto miedo como yo. Pero no debe pasársela mucho mejor, porque al final es él quien tiene que ocultarnos a los dos. ¿Pero a quién demonios le importa…?

—Ni siquiera sabes si de verdad lo amas… —murmuró el moreno.

—¿Y cómo se supone que alguien sabe si lo hace o no? —exigió saber— Si crees que todo lo sabes, dime cómo demonios alejarlo de mi mente y olvidar cuánto me gusta. ¡Yo también quiero saberlo, Sebastian!

—¡No lo sé! —confesó, mirándolo con dureza—, pero es un riesgo muy grande.

—Entonces solo déjame correrlo… —pidió mientras miraba hacia el techo—. Porque si al final esto no funciona… no voy a arrepentirme de haberlo amado como lo hago ahora.

—No quiero que salgas herido, Ethan…

—A veces tienes que caerte para volverte a levantar —respondió con una triste sonrisa—. Tal vez tienes razón y solo amo la curiosidad que siento por él, pero mientras pueda… lo voy a averiguar.

Sebastian continuó mirándolo hasta que se acercó y le extendió las manos para que las tomara, Ethan no dudó en hacerlo y dejar que de un solo jalón llegase a abrazarlo, aunque tuviese que estar de rodillas en la cama para hacerlo.

—No quería hacerte llorar, lo siento…

—Puedes llegar a ser muy frío ¿sabes? —dijo abrazándolo con fuerza, aún temblaba.

—Es la única forma que conozco de decir las cosas —se justificó, acariciando el cabello rebelde de Ethan—. ¿Por qué no solo puedes tener amigos? ¿Por qué tienes que enamorarte de lo que es imposible? —preguntó, genuinamente confundido— ¿Cómo sabes la diferencia entre el cariño que nos tenemos nosotros y el que le tienes a él?

—Tener un amigo y un amante no es lo mismo, Sebastian —explicó después de pensarlo por un rato—. A ti te quiero, pero a él lo amo… y eso significa que probablemente por ti mataría, pero por él moriría.

—¿Y si solo amas la curiosidad, como dices?

—Entonces seré el gato que murió por ella… pero habré sido feliz por lo menos una vez.

—Le estás entregando demasiado… —insistió, provocando que el de ojos verdes tuviese que voltear a mirarlo— ¿Y qué recibes tú, Ethan? ¿Lo suficiente?

—Por ahora… —admitió, sintiendo el dorso de la mano del moreno acariciarle la mejilla para limpiarle el resto de sus lágrimas— Y a ti no puedo mentirte… sé que llegará el día en el que deje de aceptar lo que ahora me ofrece.

—Si no estás seguro no deberías-…

—No me pidas que lo deje —lo cortó Ethan, separándose de él—. No puedo hacerlo.

—No lo entiendes, no me gusta que hables como si fueras capaz de entregar todo lo que tienes, es el error más grande que puedes cometer —le advirtió, esta vez sin levantar la voz—. ¿Qué es lo que está dispuesto a arriesgar él?

—Si lo supiera, ya te habría hecho callar…

—Terminaré cometiendo un homicidio…

—¡Solo estás viendo el lado negativo de las cosas!

—¡Alguien tiene que hacerlo por ti al parecer! —le recordó, pasándose una mano por la cara— Tal vez si lo mato no tengas que preocuparte tanto…

—¡Sebastian!

—No te preocupes, nadie sabe su nombre, en mi expediente no podrán poner  a quién asesiné realmente…

—¡Basta! —lo calló Ethan, utilizando ambas manos para cubrirle la boca—. No vas a matar a nadie, no vas a decir nada y a mí me gusta… ¿por qué tiene que ser tan difícil para ti comprenderlo?

El moreno se soltó de su agarre y lo miró como si el que estuviese completamente equivocado fuese el casi-rubio.

—Discúlpame por no poder concebir la idea de que te hayas enamorado de un hombre al que no conoces. Y no empieces con las cursilerías del amor a primera vista o te mataré a ti…

—No es amor a primera vista, pero me gusta su forma de ser… —admitió con una leve sonrisa.

—¿Frío, sátiro y cretino?

—No te vayas a morder la lengua Sebastian, no sé si te describes a ti o al profesor —dijo de mala gana, mirando hacia otro lado—. Tal vez soy masoquista y por eso termino rodeado de este tipo de personas…

—O eres un idiota, pero es lo mismo —comentó poniendo los ojos en blanco—. No vas a hacer que cambie de opinión, no importa lo que digas, pero al parecer te importa un bledo si estoy de acuerdo o no.

—Algún día te enamorarás y te recordaré todo lo que me has dicho —amenazó Ethan cruzándose de brazos—. Espero de todo corazón que sea alguien a quien no soportes, así entenderás lo difícil que es hacerlo.

Sebastian pareció paralizarse por un instante y frunció el ceño, dándole a Ethan un golpe en la frente con los dedos.

—¡Ouch! ¿Por qué demonios fue eso? —se quejó el de ojos verdes, acariciándose el golpe.

—Porque me fastidias, era eso o ponerte una mordaza —reveló, mirando hacia otra parte.

El casi-rubio rió por lo bajo, sentándose con las piernas cruzadas en la cama. No se podía hacer nada con su mejor amigo, jamás podía enojarse con él cuando solo le decía la verdad, además sabía que lo hacía por su propio bien.

En resumen, era imposible odiar a Sebastian.

Ambos se quedaron callados por un largo rato, y aunque el moreno difícilmente rompía el silencio primero, esta vez lo hizo con un gruñido al sentarse al borde de la cama.

—De verdad voy a enojarme si te hace algo… —masculló, haciendo que el de ojos verdes sonriera.

—¿Estoy perdonado?

—¿Por haberme mentido? No —respondió rápidamente, pero entrecerró los ojos y sonrió levemente—. Aunque… podría perdonarte si haces algo por mí.

Ethan lo miró desconfiado, esa sonrisa en el rostro de Sebastian no significaba nada bueno.

—¿Q-qué quieres…?

—No tienes que preocuparte, no es nada —dijo encogiéndose de hombros, alzando una de sus manos para ladear el cuello del casi-rubio y dejar expuestas las marcas—. Solo dile algo de mi parte al profesor Byron.

—Estás loco si crees que voy a decirle que sabes de lo nuestro… —le advirtió, pensando que su amigo había perdido la cabeza.

—No tienes que hacerlo —señaló sin quitar esa sonrisa—. Al contrario, dile que sea más cuidadoso con sus marcas porque tuviste que inventar una muy tonta mentira cuando las descubrí.

Ethan alzó una ceja, aún sin comprender lo que su amigo quería.

—¿Y… con eso me perdonarás? No te entiendo…

—Solo hazlo, Ethan —le ordenó, tirando suavemente de su mejilla—. Probablemente lo entiendas cuando lo hagas.

Entrecerró los ojos con desconfianza y accedió con un suspiro. La última vez que Sebastian le sonrió de esa manera, no le fue nada bien.

Notas finales:

La magia de las actualizaciones tenía que romperse alguna vez, la racha de cada semana era demasiado buena para ser verdad, hasta para mí.

De acuerdo, en este capítulo fue de un solo día, tardé dos semanas y lo leerán en media hora, pero admitan que pasó lo suficiente. En realidad la semana pasada pensaba subirlo pero no me gustó la primera versión... así que terminé borrándolo y salió esto. Si les hace sentir mejor, este salió más a su beneficio.

Pero dejaré que eso lo digan en los comentarios, luego yo termino diciéndolo todo... Y que conste que Byron no le ha mentido a Ethan... aún(?)

Disfruté mucho de escribir este capítulo... culpa de los dialogos y de Sebastian enojado, se ve lindo.

En fin, saben que me gustan los comentarios ¿verdad? Espero que sí, porque castigarme sin ellos se siente tan feo como que yo no suba capítulo dos semanas(?) Just saying. Pero esta vez tienen suerte porque la novela termina pronto y eso significa actualizar rápido.

¡Por cierto! Para agregar a la lista de malas ideas que he tenido: ¡Tengo una página! Es tan... bueno tiene gatos... here: http://mmadivilwatt.wix.com/mmadivil

¡Espero que les haya gustado el capítulo! Y perdón la demora... he estado viendo game of thrones... 


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