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The Teacher por MMadivil

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—Jeremy… —dijo Byron en un hilo de voz.

El rubio se encontraba en el umbral de la puerta, pasmado ante la escena del profesor acorralando a su estudiante contra el escritorio. Ethan no tardó en empujar suavemente a Byron para deshacerse de su agarre, mirando igual de sorprendido y asustado al profesor Wild. Se incorporó debidamente sin decir una palabra. Probablemente ninguno de los tres sabía que decir, pero el de cabello azabache comenzó.

—Déjame explicarte…

—¿Explicar…? —respondió como si le faltase el aire, sin dejar de mirar a Ethan—. ¿Qué…? ¿Qué se supone que…? ¿¡Qué demonios es esto!? —alzó la voz con cada pregunta, saliendo lentamente de aquel estado de shock.

—Ethan, ¿te importaría dejarnos solos? —pidió el profesor con un gesto preocupado hacia el chico, pero él no tuvo tiempo de responder.

—No, no lo hagas —dijo Jeremy con una voz demandante y dura—. El que no tiene nada que hacer aquí, soy yo.

—¡No te atrevas a irte! —le advirtió Byron, acercándose hacia él pero sin perder de vista a Ethan.

—¡No quiero interrumpir, ya vi suficiente! —expuso con una expresión dolida—. Termina lo que quieras, yo me largo.

—¡Jeremy…!

—¡No necesito explicaciones!

—¡Pero yo necesito que las escuches!

—¿¡Por qué no solo te callas y terminas de-…!?

—¡Ya basta! —los cortó Ethan alzando la voz, sorprendiéndolos a ambos. El más asombrado era Jeremy—. Byron, ya es suficiente con los problemas que tenemos, no necesitas uno más con tu mejor amigo… podemos hablar después —le dijo enojado y preocupado, mirando casi en una disculpa al rubio—. Me iré, pero usted debe quedarse profesor Wild… por favor.

El rubio no le respondió, simplemente se hizo a un lado para dejar pasar a Ethan, con la mirada clavada en los ojos de Byron y la mandíbula tan tensa que su expresión irradiaba desprecio.

Y cuando la puerta se cerró a sus espaldas, prácticamente explotó.

—¿¡Cómo te atreviste a ocultarme algo como esto!? ¿O es que a caso son tus nuevas lecciones? —escupió con rabia— ¿¡Por qué no me lo dijiste!?

—¡Porque no era el momento para hacerlo…! —trató de responder con calma, pero la mirada de Jeremy lo ponía inquieto.

Se veía devastado.

—¿¡Y cuándo iba a ser el momento!? ¿Cuándo ese chico se graduase y todo fuese legal? —inquirió, pasándose una mano por los rizos en una señal de frustración— ¿Cuando en vez de encontrarlos aquí, lo encontrase a él en tu cama?

—¡No, no es así! Estás malinterpretando las cosas —dijo acercándose cada vez más, con Jeremy retrocediendo a cada paso que daba—. Pero no quería decírtelo ahora, no cuando… —trató de seguir, pero no lo hizo— no en estas fechas.

Jeremy lo miró sin comprender, enojado, abatido, decepcionado. Hasta que pareció pensarlo unos instantes y alzó la mirada con desconsuelo.

—¿Me lo ocultaste… porque no sabías si podía manejarlo por lo sucedido con Vicent…? —musitó con la voz destrozada—. ¿Por qué…?

—Tenía miedo, Jeremy.

—¿De qué, Byron…? —murmuró en un hilo de voz antes de gritar— ¿¡De qué!? —negó con la cabeza sin dejar de mirar a su amigo, sus cristalinas lágrimas comenzaron a resbalarse— ¿Creíste que te lo iba a impedir…? ¿Qué me dolería? ¿Qué me enojaría? —se rió por la ironía sin dejar de llorar. Una risa lamentable—. ¿Creíste que iba a recordarte lo que le pasó a Vicent? Eso ya lo sabes, Byron…

—No quería… —trató de aclarar el de cabello azabache, pero no podía encontrar las palabras adecuadas para hacerlo— No quería lastimarte, quería decírtelo todo, pero al mismo tiempo temía por la forma en la que reaccionarías… al saber que nuestro caso es el mismo.

—Y sin embargo me lastimaste, Byron —confesó, provocando una punzada de culpa en el profesor—. Pero no por estar saliendo con ese chico, si no por habérmelo ocultado —Jeremy se limpió las húmedas mejillas con el dorso de la mano, encarando al más alto—. Yo te dije… todo. ¡Te dije todo lo que me había pasado! Todo lo que sentía, lo que pensaba, lo que hacía, toda mi maldita vida la tenías al alcance de tu mano… ¡Y tú no podías decirme que tenías un amante!

Byron se quedó sin palabras, no podía responder cuando la verdad solo salía de los labios de Jeremy, una que él jamás había considerado. Por intentar protegerlo… lo terminó lastimando.

—Y me duele aún más porque… ¡Te conozco! Jamás jugarías con alguien de esa forma, nunca fuiste como yo, nunca quisiste hacer con la vida y cuerpo de los demás lo que te apeteciera —le reprochó con la voz temblorosa—. Y te he estado observando, eres mi mejor amigo, ¿cómo podía pasar por alto que sonreías diez veces más todos los días?

—Jeremy…

—Lo amas —aseguró sin duda alguna—. Pero no pudiste decirme algo como eso…

—Deja de decirlo como si lo hubiese hecho con la intención de lastimarte… —pidió Byron, estaba herido por las palabras de su mejor amigo—. A ti jamás te he ocultado nada.

—Hasta ahora —le recordó de forma fría.

El profesor desvió la mirada, dolido por reconocer que la responsabilidad esta vez era suya. Se había enfrascado tanto en su propia felicidad, que olvidó por completo que no compartirla con Jeremy lo destrozaría.

—Perdóname —fue lo único que pudo decir.

Byron hubiese dado su vida por ver a su amigo dejar de llorar, lo hacía pedazos que ahora lo hiciera por su culpa.

El rubio lo miró con el ceño fruncido y retrocedió hasta apoyar la espalda en la puerta del salón privado, negando suavemente con la cabeza.

—Eso me tomará tiempo… —confesó, volviendo a limpiarse las mejillas—. Pero si quieres que piense en hacerlo, tendrás que decirme quién es él. Y no te acerques más o juro que te golpearé hasta dejarte como Lucian Harvey.

El de cabello azabache bajó la mirada, lejos de ser una broma, él sabía que Jeremy decía cosas hirientes por haber sido engañado desde el principio. Byron suspiró y asintió con un gesto mientras retrocedía y se apoyaba en uno de los libreros.

—Su nombre es Ethan Collins, está en mi clase de filosofía… —comenzó a relatar, mirando a su amigo con una irónica media sonrisa—. Y es el único becado de la universidad este año.

Jeremy dejó de fruncir el ceño y miró a Byron como si hubiese pronunciado algo que no debía.

—¿Qué…?

~*~

—¡Eres un imbécil! —le gritó Jeremy por enésima vez esa noche.

Byron se pasó ambas manos por el rostro y asintió, ahogando un gruñido. Le había contado todo, desde cómo comenzaron sus clases privadas, hasta cuánto le había ocultado a Ethan todo este tiempo. Y aunque su amigo ya se había tranquilizado lo suficiente, seguía bastante colérico al respecto.

—¡Te va a mandar a la mierda si no se lo dices ahora! —repitió, dando vueltas por el salón mientras Byron lo miraba, sentado en el lugar que siempre ocupaba Ethan pero ahora de cara a la puerta para prestarle atención al rubio.

—Ya lo sé, lo mismo dijo William… —masculló.

El de rizos desencajó la mandíbula al escuchar eso.

—Hasta el jodido viejo lo sabía y yo no… —dijo fulminándolo con la mirada—. Si no te he atravesado la cara con un puñetazo es porque tienes que seguir hablando.

—Puedes hacerlo ahora, no hay nada más que decir —respondió con un suspiro.

—¿No lo hay? Estupideces, siempre hay algo que decir, tú siempre tienes algo que decir —le recordó, pasándose una mano por los rizos para echarlos hacia atrás sin éxito—. ¿Y piensas decírselo cuando sepa tu nombre? ¿Qué pasará si nunca lo hace? ¿O si lo hace demasiado tarde? ¡Idiota! Tienes que asegurarte de que lo sepa, de una forma u otra.

—Ya lo sé, ya lo sé…

—¡No me digas “ya lo sé” si no harás nada al respecto! —lo regañó, acercándose a él para tomarlo por los hombros—. Aún estoy enojado, aún te odio, pero odiaría más que fueras miserable por tus propias tonterías.

—¿Crees que es una tontería? —bufó Byron—. “Ethan te amo, pero jamás podré salir de la universidad así que no puedo ofrecerte absolutamente nada en el futuro, y suponiendo que quieras estar conmigo mientras estudias, si llegan a descubrirnos nos matarán a los dos”.

—Suena mucho mejor de lo que en realidad es —apremió el rubio.

—No es gracioso Jeremy…

—Exactamente Byron, no es gracioso, y sin embargo el chico no sabe ni el chiste —el de rizos frunció el ceño nuevamente y soltó al de cabello azabache para masajearse la sien—. ¿Y qué hay de él? ¿Te corresponde tanto como tú?

—Más de lo que me gustaría, es por eso que me siento culpable —admitió el profesor.

—No estás disfrutando nada de tu relación con ese chico… —expuso con una mueca—. Se supone que deberías ser infernalmente feliz, no estarte partiendo la cabeza pensando en qué momento se terminará.

—¿Tú nunca lo hiciste?

—Jamás —admitió con una leve sonrisa que sorprendió al de ojos azules—. Disfruté a Vicent hasta el último de sus días, incluso después de haber sido descubiertos. Y duele, es cierto, pero no me arrepiento de haberlo amado.

Byron lo miró con los ojos muy abiertos y con la boca a punto de abrirse sin darse cuenta, tuvo que parpadear un par de veces para advertir que no estaba soñando.

—Es la primera vez que te escucho hablar así de él… —admitió en un murmullo.

—Tuvieron que pasar diez años para que alguien me recuerde el verdadero motivo por el he estado llorando —confesó, mirando hacia otra parte—. Todo este tiempo olvidé que lo amé porque solo recordaba cuánto me dolía su ausencia —dijo mordiéndose suavemente el labio—. Y ahora que lo recordé… comienzo a sentirme mejor.

—Es por el otro chico, ¿no es cierto? —inquirió Byron, ladeando la cabeza con una media sonrisa.

—Él solo ayudó un poco… —trató de defenderse, cruzándose de brazos—. Pero no estábamos hablando de mí.

—Y yo ya me cansé de hablar de mí, por favor…

—Está bien, está bien —el rubio alzó las manos en señal de paz—. Dejemos ahí el tema, no es como si fueras a solucionar algo…

—Espera, también tienes que saber algo más —recordó Byron, arrugando levemente la nariz.

—¿¡Más!? Al diablo contigo, la próxima vez te inyectaré suero de la verdad, a ver si así me sigues ocultando las cosas… le encargaré a la señora Seller tiopentato de sodio para metértelo por donde más te duela… —maldijo tan rápido que el de cabello azabache no pudo reprimir su sonrisa.

—Hoy hablé con Estefan, te manda saludos —reveló, captando la genuina atención de Jeremy, inclusive le brillaron los ojos—. Aunque no por los motivos que me gustaría…

—¿¡Con Estefan!? ¿Por qué no me lo dijiste? Yo también quiero hablar con ese idiota, no es justo —se quejó echando la cabeza hacia atrás—. ¿Qué motivos? ¿Otra vez tiene problemas con…?

—No, no, esta vez es algo más serio —lo interrumpió Byron, entrecerrando los ojos—. Han estado tratando de contactarlo con mucha insistencia, llegaron al grado de encontrar su número de teléfono.

El rubio se puso pálido, mirando a Byron bastante preocupado.

—¿Lo están buscando…?

—Sí, pero no por lo que crees —dijo incorporándose para rodear el escritorio—. De hecho, es más extraño de lo que piensas. Michael Bloom lo llamó hace unos días, y adivina a quién prometió llamarle esta noche.

—¿Quién? —preguntó confundido.

—Darrell Bloom.

—¿Por qué? —inquirió esta vez, no comprendía nada en lo absoluto—. ¿Por qué precisamente ellos querrían contactar a Estefan? Él ya no es un Bloom.

—Ahí viene lo divertido —dijo sonriendo de forma sátira—. Han estado preguntando por mí.

—¿Crees que quieran sabotearte por haberles dado esas lecciones?

—Probablemente, pero esa no es la parte que me preocupa.

—Te preocupa Ethan…. —acertó el rubio.

—El mocoso de los Bloom ha estado rondándolo desde hace unos días, no solo me preocupa lo que pueda descubrir, también está la beca de ese niño.

—Tienes que tener cuidado, Byron —le advirtió Jeremy—. Si bien tú puedes defenderte ante ellos, no puedes asegurar lo mismo de ese chico, no te confíes demasiado.

—Lo sé, pero dejaré que Estefan me mantenga al tanto de ello, por ahora no puedo hacer nada —reconoció.

De la nada, Jeremy se rió por lo bajo, haciendo que Byron lo mirase extrañado.

—¿De qué te ríes? —inquirió.

—Es solo que me resulta irónico que ellos traten de contactar precisamente a Estefan para vengarse de ti por las lecciones —reveló aún riendo.

Y Byron al pensarlo por un momento, se echó a reír también.

Los Bloom no sabían dónde se estaban metiendo.

—Por cierto, Jeremy… ¿ya me perdonaste?

—Y una mierda, no.

~Darrell Bloom~

Darrell presionó con impaciencia el descansa brazos del sofá con los dedos, produciendo un ruido sordo. Pronto sería la media noche y Michael aún no lo había llamado como prometió.

Solo rogaba porque su estúpido hermano hiciera bien las cosas esta vez.

—Maldita sea Michael… si me duermo te enviaré al carajo —masculló en la soledad de su habitación.

Paseó la mirada por su cómoda sala y la mesa de noche, por primera vez sin libros cayendo por los costados, con su computadora portátil encendida. El celular estaba en su regazo, provocando que la impaciencia aumentara.

Día tras día se había esforzado por encontrar hasta la más mínima información del profesor Byron, quería cualquier cosa, mendigaba por una sola señal de que ese hombre no podía ser intocable. Necesitaba algo para hundirlo, pero hasta ahora nada de lo que quería podía salir como esperaba.

No había estudiante en Haverville que se atreviera a encarar al profesor del A-69.

Darrell había tratado de persuadirlos de cualquier forma, desde los superiores que estaban en su último semestre con Byron, hasta los otros alumnos que había en su misma clase, pero siempre terminaba desistiendo antes de que su búsqueda llegase a los oídos de su odiado profesor.

Solamente Bruce y Luke estaban en la palma de sus manos, o al menos los únicos que creía que harían las cosas al pie de la letra. Los demás podrían cometer una estupidez.

Pero no había pruebas de nada.

No había pruebas de las lecciones, de algún tipo de abuso, de algún tipo de maltrato. Ese hombre no dejaba rastro. Inclusive si en este momento él decidiese levantarse en contra del profesor y revelar lo que ha estado haciendo ante algún miembro del rector, le pedirían las pruebas que él no tenía. Byron no los tocaba, no los dañaba físicamente, y lo único que sus manos recorrían era lo que ningún estudiante en su sano juicio dejaría que alguien se atreviese a revisar.

Era el orgullo lo que los mantenía a todos a raya, lo que los mantenía en las palmas de ese maldito mezquino. Nadie llegaría a admitir que siendo mayor de edad, universitario y hombre, un profesor lo sometió en contra de su voluntad.

Byron había creado el sistema perfecto.

Y en secreto, Darrell admiraba esa osadía.

Por estar perdido en sus pensamientos casi dio un salto cuando el celular comenzó a vibrar y sonar, haciéndolo enojarse consigo mismo de forma tonta. Miró la pantalla del aparato y maldijo satisfecho al leer el nombre de su hermano.

—Michael qué carajo, ¿por qué tardaste tant-…?

Oh pero que falta de respeto de tu parte. Michael, este chico no debería tratarte así… —lo interrumpió una voz grave, masculina, sátira y… desconocida.

—¿Quién habla? —dijo Darrell a la defensiva— ¿Michael está ahí?

Yo debería decir eso, considerando que me estuviste buscando por cielo, mar y tierra. Eres muy descortés —continuó ese hombre—. Michael solo me hace compañía.

—Este es el número de Michael… —insistió el rubio después de verificar dos veces el nombre— ¿Eres Estefan Bloo-…?

Solo Estefan —lo cortó inmediatamente.

Darrell no sabía si festejar o fruncir el ceño, el estúpido de Michael no solo había logrado contactar a Estefan, al parecer ahora también arreglado una cita con él.

—Disculpa Estefan, sé que es muy tarde para estar molestándote pero-…

Puedes dejar a un lado las cortesías Darrell, pones a la ciudad de Averville de cabeza para encontrarme y ahora alargas nuestra conversación… honestamente espero no tardar mucho.

Inconscientemente Darrell comenzó a estrujar entre los dedos el borde del descansa brazos, molesto por el descaro de su “medio hermano” que ahora no compartía ni su apellido.

—Claro… —concordó, esbozando una falsa sonrisa para entrar en su papel—  Quería preguntarte si tuviste problemas cuando entraste a Haverville…

—¿A qué tipo de problemas te refieres? —iquirió el mayor.

—Bueno, nuestro padre ha estado acostumbrado a pagar un generoso soborno para obligarnos a ingresar… quería saber si alguna vez tuviste algún problema con ello —mintió sin dejar de sonreír.

Estoy seguro de que Michael ya debió haberte comentado que soy el único de la familia que ha entrado sin ese soborno —dijo con unos aires de superioridad que irritaron al menor—. No los culpo por haberme quitado el apellido, era demasiado para ellos.

Darrell casi desencaja la mandíbula. ¿Ese era su hermano?

—Me imagino… —masculló molesto—. En ese caso, ¿no sabes de alguien que haya entrado de forma parecida en ese tiempo?

Lo dices como si fuese un viejo —advirtió en un tono algo infantil—. En “mis tiempos” eso era más ilegal que ahora, TÚ padre —remarcó el “tú” con demasiada fuerza— era el único que lo hacía.

—¿Sabes lo que hacen ahora con los que entran de esa forma? —inquirió entrecerrando los ojos.

Digamos que Michael trató de explicarme algo, pero seamos honestos, tú eres mucho más “abierto” que él —expuso en un tono que el rubio no comprendió—. ¿Por qué no me lo cuentas tú?

—¿Has escuchado hablar del aula A-69?

Vaya numerito… —lo escuchó murmurar—. No.

—¿Sobre unas lecciones nocturnas?

—No.

—Pero conoces al profesor Byron, ¿cierto? —afirmó Darrell, sin darle oportunidad a Estefan para negarse.

Por un momento hubo silencio, y por alguna razón pudo imaginarse a Estefan sonriendo. Se lo imaginaba como lo había visto en el anuario, tal vez ya no tan joven, pero al menos tenía un rostro en mente.

—Tal vez —reconoció—. Pero no es precisamente de mi agrado hablar de ese hombre.

A Darrell le brilló la mirada y su sonrisa se volvió genuina.

—¿Por qué habrías de encontrarlo desagradable? Toda la universidad lo conoce como el profesor más inteligente y reconocido…

—Darrell, lo dices con tanto asco que inclusive yo quiero vomitar —indicó el hombre riendo por lo bajo.

—Tal vez —dijo imitando su tono de voz—. ¿Sabes algo de él que yo debería? Verlo todos los días en clase y en las lecciones nocturnas no es suficiente.

—Eso depende…

—¿De qué?

—¿Qué es exactamente lo que quieres saber, Darrell?

—Todo —dijo levantándose del sofá, comenzando a caminar a pasos lentos por su habitación—. ¿Estudiaste con él?

Alto, alto pequeño cerebrito —lo detuvo con cierta ironía—. ¿Qué recibo a cambio de darte esa información?

Darrell se rió. Era mucho mejor de lo que esperaba.

—Lo que quieras.

—Entonces dime en qué consisten las lecciones nocturnas.

En ese instante su buen humor se esfumó.

—¿Qué…? ¿Por qué…? —inquirió más serio.

No me lo tomes a mal, solo quiero el incentivo necesario para revelarte todo acerca de Byron, no soportaría que te hiciese algo a ti también… después de haber visto a Michael… —dijo con la voz apagándose lentamente.

Darrell tragó saliva, no estaba muy dispuesto a hablar al respecto, ni siquiera quería recordarlo. Pero si no lo hacía… perdería la oportunidad perfecta para enterarse de algo que podría ser vital.

Tal vez perdería el único pase a su venganza.

—Creí que Michael ya te lo había contado…

Dije que “había tratado”, pero prefiero escucharlo de ti —demandó de una forma tan autoritaria que el menor no se pudo negar.

Si hubiese tenido la oportunidad de crecer junto a Estefan, probablemente ahora sería al único al que respetaría como un verdadero hermano mayor. Y había llegado a esa conclusión… solo por el tono de su voz.

—Las lecciones… son un método de enseñanza ilegal, nada de lo que sea bueno hablar, Byron nos enseña de la única forma que todo el mundo odiaría… —prefirió explicar a grandes rasgos.

Y por supuesto, Estefan no estaba satisfecho.

Darrell, no quiero el panorama, quiero la versión completa.

—¿A qué te refieres…?

—¿Cómo esperas que te ayude si no tengo idea de lo que ese hombre hace? No me aclaras nada diciendo que odias lo que hace, podrías estar mintiendo.

—¿Y qué quieres escuchar entonces?

Todo.

El rubio hizo una pausa, tomó aire y cerró los ojos, quedándose de pie justo en medio de la habitación.

—Suceden por las noches… una vez a la semana, a veces una vez cada quince días, otras decide que sean dos en menos de tres días… —relató, bajando cada vez más el tono de voz—. Aprendemos una lección por noche, si llegamos a la quinta tenemos la opción de decidir si continuar, y soportar hasta la décima nos exenta de la prueba final… —explicó, haciendo otra pausa inconsciente.

Algo raro estaba sucediendo con su cabeza, los recuerdos de las lecciones comenzaban a llegar con más fuerza de la que normalmente les permitía.

—¿Qué ocurre en esas lecciones, Darrell?

Aborda el tema con el que fallamos esa semana… —continuó, enfrascándose en sus propios recuerdos hasta sentir que abandonaba su propia habitación para sumergirse en ellos—. Cambia su tono de voz, su postura, su actitud… de repente no solo tiene el control de lo que lo rodea, también lo tiene sobre la persona que él decida… siempre se quita el saco para ponerte nervioso, porque él está relajado mientras se arremanga la camisa —detalló mientras retrocedía un par de pasos hasta topar con el borde de su cama y sentarse en él—. Solo te mira a los ojos una vez, cuando se acerca como una especie de bestia a su presa… te rodea mientras habla, te obliga a seguir su voz para obedecer sus instrucciones y…

Darrell quería parar, deseaba detenerse en ese punto antes de llegar a la parte que más detestaba, la que le impedía dormir todas las noches. Sin darse cuenta, su pulso comenzó a acelerarse, un extraño sudor comenzó a cubrirle la frente y su respiración se hizo más fuerte.

Continúa… —ordenó con una voz grave que le recordó de una forma infernal a la de Byron.

Casi se le escapó el aire de solo escucharle y se aferró desesperadamente al borde de la cama con la mano que tenía libre.

—Y… y de un momento a otro sientes sus manos encima, pero nunca le puedes ver el rostro —su voz era casi un murmullo—. Siempre le das la espalda, como una simple marioneta que necesita ser controlada, te susurra al oído y te somete a su voluntad… hace preguntas, pide respuestas… —las palabras comenzaron a entrecortarse por su respiración—. En algún punto terminas cediendo a cada una de sus palabras, porque sus manos están tan adentro que…

Darrell se detuvo, con la mano que sostenía el celular temblando. Todo su cuerpo estaba temblando.

¿Darrell? —escuchó decir a Estefan, pero no pudo más.

Colgó el celular y lo dejó caer al suelo.

De nuevo no podía moverse, estaba tan paralizado como cada vez que acudía a esas lecciones. Ahora podía imaginarse claramente las manos de Byron recorriendo su cuerpo como siempre lo hacían, paseándose con esos suaves dedos sobre cada centímetro su piel. Aquella voz fría y demandante a su oído, con el aliento erizándole el cuello para encender sus más ardientes fantasías. Esa combinación de oído y tacto que lo elevaba al cielo y lo dejaba caer justo antes de tocarlo.

Podía recordar cada palabra, cada lección, cada tema. Y todo por culpa de ese hombre.

¿Cuántas lecciones había recibido ya? La próxima sería la quinta, estaba seguro.

Darrell corrió hacia el baño y abrió de golpe el grifo de agua, lavándose la cara con una terrible desesperación. Jadeó cuando le hizo falta el aire, pero mirarse en el espejo roto fue aún peor. Por un instante vislumbró a Byron a sus espaldas, con el rostro pegado al suyo y las manos bajando lentamente por su estómago para llegar delicadamente al vientre.

El rubio miró lentamente hacia abajo, con miedo, frustración y una ira que comenzaba a acumularse hasta hacerlo gritar con impotencia.

—Maldito seas… Byron —escupió al ver el bulto que se había formado en su entrepierna.

Se metió a la ducha bastante enojado, no se quitó la ropa o se preocupó por el frío, ni siquiera pensó en la venda que cubría la herida de su mano. Simplemente se apoyó de espaldas a la pared y se deslizó lentamente hacia abajo, permitiendo que el agua empapara su ropa y el frío le calara hasta los huesos. Encogió las piernas y abrazó sus rodillas, ocultando la cabeza entre ellas.

Lo odiaba… con todo su ser.

Michael había pasado por lo mismo, cada noche, cada día, a veces lo había visto levantarse a mitad de la noche por culpa de sus húmedas pesadillas. Siempre lo había calificado como idiota, lo llamaba estúpido… pero no lo odiaba. Competían, peleaban, se insultaban, pero Darrell nunca lo odió.

Se arrepentía de haberse burlado de él cuando tuvo la confianza de decirle lo que había ocurrido en Haverville. Se arrepentía de no haberle creído.

Michael había sido la única persona a la que podía llamar “hermano” en una casa en la que todo el mundo lo detestaba. Darrell no había nacido en una cuna de oro como tanto se presumía, no había crecido rodeado de lujos y conociendo a sus mil hermanos.

Él era un bastardo.

El famoso hijo de la amante de Leandro Bloom, la cabeza de la familia y el padre que ni el mismo diablo hubiese deseado tener. Todo el mundo le había dicho que había tenido suerte de ser hombre, pues de otra forma, ahora seguiría en los burdeles con su madre. Y aún así, Michael, quien no debía ni temía nada ante la esposa de Leandro y el odio que ésta le tenía a Darrell por ser el hijo de la “querida amante”, le tendió las manos como si hubiesen sido hermanos desde siempre.

Deseaba vengarse con tanta fuerza de Byron… que estaba dispuesto a dedicarse la vida entera a ello. Por su hermano, y por él mismo.

¿Pero cómo podía derrocar a alguien que parecía inalcanzable?

Todos tenían una debilidad, eso lo sabía, y el que estuviese ocultando tantas cosas solamente alimentaba las teorías de Darrell. ¿Quién podría revelarle tantos secretos? ¿Dónde podría encontrarlos?

O tal vez… no era necesario buscarlos.

El rubio alzó la mirada, perdiéndose en los azulejos de la pared contraria mientras pensaba. ¿Y qué si alguien más descubría las lecciones de Byron? Alguien a quien el comité pudiese tomar como un testigo. Tenía a Bruce y a Luke, sí, pero el rector también tendría que enterarse de que habían sobornado a la universidad para entrar y los echarían a los tres.

Peor aún, no había un solo alumno de Byron que no hubiese entrado por ese medio.

Otro callejón sin salida.

Y de repente un recuerdo voló por su mente. El fin de semana, en la biblioteca, había visto algo interesante.

Ethan Collins saliendo del salón privado de Byron.

¿A caso no las lecciones se limitaban al salón de clases? ¿Y por qué no sucedía por las noches? Era muy extraño. Bruce le había dicho que esa puerta tenía una clave y que el único que tenía acceso era el profesor.

—Ethan Collins… —murmuró, curvando los labios en una sonrisa.

Podía ser alguien útil si conseguía acercarse a él, y aunque lo había intentado durante estos días, la presencia de Simon Harvey se lo impedía.

Cualquier persona con un apellido medianamente poderoso sabía que nadie debía meterse con los Harvey, inclusive el padre de Darrell lo mataría si llegase a enterarse de que a Simon no le agradaba precisamente su hijo. Al principio había intentado por lo menos tener una buena relación con él, pero el chico se mostraba a la defensiva y miraba a Darrell con una indiferencia atronadora.

Y para su mala suerte, Harvey tampoco permitía que se acercase a Ethan más de lo que debía.

Ni siquiera Bruce había conseguido acercarse y Luke… era aún peor, Harvey parecía querer matarlo cada vez que lo miraba.

Pero si lo pensaba bien… él estaba en su misma clase, y eso significaba que también recibía lecciones de Byron. Tenían algo en común, algo que podría utilizar a su favor.

No podía perder más el tiempo. Ahora la ayuda de Estefan quedaba descartada, Darrell no se sentía capaz de hablarle después de lo que había tenido que escuchar, solo esperaba que Michael pudiese sacarle algo de información para que toda esa búsqueda no haya sido en vano.

Estefan Bloom pasó de ser su prioridad a convertirse en su último recurso.

~*~

A la mañana siguiente no perdió ni un solo segundo, a primera hora decidió despertar a Luke directamente en su dormitorio, tocando la puerta de éste con una terrible impaciencia.

Después de varios segundos aporreando el puño sin parar, el perezoso y desaliñado idiota le abrió la puerta.

—¿Tienes idea de la hora que es…? —se quejó mientras se rascaba esa maraña de cabello oscuro.

—Vístete, no quiero retrasos, tienes algo que hacer hoy —le ordenó Darrell mientras entraba sin preguntar a su habitación—. Bruce no debe tardar en llegar, así que tienes que hacer lo que te diga.

—¿Qué? ¿Y ahora qué? —inquirió mientras se desperezaba y señalaba al reloj sobre su mesa de noche—. ¡No jodas Darrell no han dado ni la seis!

—¿Crees que me importa? —respondió con una sonrisa sarcástica—. Antes dime algo, ¿sabes si Simon Harvey toma las lecciones de Byron?

—No te metas con él, Darrell… —advirtió mientras se dirigía al baño a lavarse la cara—. No sé si toma las lecciones y tampoco me importa, eso es problema del profesor.

—Ahí está el punto, Luke —señaló, ocupando un lugar en el sofá más largo—. ¿Qué crees que sucedería si los Harvey se enteran de que un preciado miembro de la familia toma esas horribles lecciones?

Escuchó a Luke suspirar cuando salió y se dirigió al clóset.

—Probablemente matarían a Byron y cerrarían la universidad, con el poder que tienen es posible —resolvió fácilmente con una mueca—. Pero no es la mejor idea que has tenido, porque Simon nos odia y es capaz de testificar a favor del profesor solo por jodernos.

Darrell chasqueó la lengua.

—Esa es la parte que no entiendo, ¿le hemos hecho algo a ese tipo? —preguntó confundido, tratando de hacer memoria.

—No, pero Harvey es tan selectivo como tú a la hora de socializar con alguien —explicó, mirando hacia otra parte—. Probablemente el problema lo tiene conmigo.

El rubio alzó una ceja mientras seguía con la mirada a Luke, éste solo daba vueltas en la habitación mientras se cambiaba de ropa.

—¿Qué le hiciste a Harvey?

—No tengo ni la más remota idea pero me odia —dijo simplemente—. Así que ve descartando cualquier cosa que me incluya con él.

—De todas formas no pensaba dejártelo, era una simple curiosidad —aclaró, pasándose una mano por el cabello—. En realidad quiero a Ethan Collins.

En ese momento hubiese jurado que Luke se había puesto tenso, pero lo dejó pasar por no saber si era solo su imaginación.

—¿Qué quieres de él…? No parece ser importante —dijo mientras se abrochaba la camisa de espaldas a Darrell.

—Eso es precisamente lo que quiero, a alguien que no sea importante… necesito que te acerques más a él hoy, yo me encargo de alejar a Harvey. Parece que Collins se pone a la defensiva cuando estoy cerca.

—¿Y quién no…? —escuchó mascullar a Luke—. ¿Qué quieres que haga? ¿Hacer que también se convierta en uno de tus esclavos?

—No es mala idea —coincidió el rubio—. Pero no, el chantaje no me ayudará en este caso, eso solo funciona contigo. Solo investiga si ha tenido lecciones y hazle saber que tú las tomas.

—¿¡Por qué debería decirle eso!? —se alarmó, volteando a encarar al rubio.

—Porque te lo estoy ordenando, y porque necesito que alguien “justo” testifique en contra de Byron. Además, parece que si lo tenemos a él podemos persuadirlo para tener a Harvey.

—Darrell estás demente, Ethan y yo apenas hablamos…

—Y eso es lo que tienes que cambiar, Luke —aclaró, poniéndose de pie para acercarse al de cabello oscuro—. Acércate a Ethan, gánate su confianza y tráelo ante mí. Logra eso y yo te entrego la seguridad permanente de tu hermano.

Luke juntó las cejas, enojado, preocupado y tentado a la vez. Simplemente bajó la mirada y asintió con la cabeza, provocando que Darrell sonriera mientras le palmeaba el hombro.

—Debemos irnos, más te vale pasar todo el día con Ethan, y yo me divertiré con Harvey…

Notas finales:

¡Ya empezaron los problemas... gracias Darrell!

De acuerdo, parece que Jeremy terminó arreglándose un poco con Byron... pero no es así, después verán que aún está algo sentido con él. Aunque por otro lado, Ethan por primera vez puedo aplaudirle por haberlos callado. 

¿Por qué actualicé jueves? SÉ QUE MAÑANA NO ME MOVERÉ. Así que antes de hibernar, les dejo el cap.

Ahora, Estefan hizo algo interesante, muchos me han preguntado si es bueno o es malo o está en el limbo como Simon, quien por cierto ya está tomando cada vez más interés su existencia. Pero la verdad es que podemos considerarlo... como desconocido.

¿Quién diría que las lecciones con Byron afectarían tanto? Darrell tiene un trauma severo, y para los que decían que el niño nació en cuna de oro... pues no lo hizo, y muchos capítulos atrás Michael ya lo había llamado "bastardo". Y en el primer capítulo una de sus hermanas (Micaela Bloom) había dicho que era su hermanastro por "líos de familia". Así que ahí tienen, por si quieren asegurarse.

Bueno, dejaré esto hasta aquí, es el momento de hacer spam y agradecer los comentarios. Recuerden que si bien no me pagan, los comentarios cuentan como tal, son un amor hobbits.

¡En fin! Les recuerdo que tengo un exceso de cuentas en las que me pueden seguir:

Twitter y wattpad: @MMadivil

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Por cierto, esos del ask abusan del anónimo, pero igual se les quiere.

Hasta el próximo capítulo~


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