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The Teacher por MMadivil

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Ethan prácticamente se lanzó a los brazos del profesor y lo besó con una sonrisa tan grande que hasta las mejillas le dolieron. Por fin, después de tanto tiempo, sus deseos se habían vuelto realidad. Inclusive se rió mientras tomaba el rostro del profesor con la mano libre.

Magnus. Magnus. Magnus.

Eso era todo lo que su mente repetía.

Byron lo abrazó por la cintura y lo atrajo hacia él mientras lo besaba, prácticamente encerrando a Ethan entre su cuerpo y la puerta. Cuando finalmente ambos se quedaron sin aire, el mayor lo miró brillante y sorprendido.

—¿Cómo? ¿Cómo lo supiste? —preguntó mientras examinaba al chico con la mirada, sus ojos iban de un lado a otro desde la frente del casi-rubio hasta sus labios.

Ethan se asustó un poco por la pregunta, alzó el libro que traía en la mano algo apenado y se lo mostró al profesor.

—¡Fue... fue un accidente, lo juro! Me habían pedido que te lo entregara p-pero pasaron los días y no pude verte ni una sola vez... y cuando estaba de salida el paquete cayó... y... yo... bueno... —trató de explicar atropelladamente.

Pero no fue necesario, Byron simplemente lo calló al volverlo a besar de una forma que hizo arder el rostro de Ethan.

—¿Quién te lo entregó?

—L-la señora Seller... —murmuró bajando un poco el rostro.

—¿Ella te dijo mi nombre? —dijo alzando una ceja.

—¿¡Ella lo sabe!? —inquirió el menor algo sorprendido.

Aunque no debería de extrañarle, debía recordar que Byron había estudiado aquí. Simplemente eran sus celos al imaginar que alguien más podía saber el nombre del profesor. A él le había costado bastante descubrirlo.

Magnus no dijo nada, se agachó para tomar las llaves que había dejado caer y no le dirigió la mirada a Ethan mientras abría la puerta.

—¿E-estás...? ¿Estás enojado? —quiso saber angustiado, no le gustaba ese rostro tan serio.

El profesor ni siquiera se dignó a responderle, simplemente abrió la puerta de golpe y empujó a Ethan hacia dentro. La cerró tan abruptamente como antes y sumidos en la oscuridad volvió a tomar al chico por la cintura. Se escucharon un maletín y las llaves volviendo a caer al suelo, pero nada de eso les importó.

Ethan sintió su espalda volver a chocar contra una superficie dura, probablemente la pared. Los labios de Byron impidieron que profiriera queja alguna, simplemente se deslizó en su boca como si fuese el completo dueño de ella. El casi-rubio quedó azorado por el movimiento tan repentino, hasta hace unos segundos creyó que estaba molesto. Pero lo besaba tan dulce, demandante y apasionado que solo podía dejarse llevar por él y por el extraño cosquilleo que sentía en toda su piel.

En ese momento recordó cuánto había añorado esos besos en los últimos días.

Y como si lo hubiese escuchado, Byron mordió su labio inferior al colocar su rodilla entre las piernas de Ethan. Ya sea por mantenerlo de pie o simplemente acorralarlo, el roce en esa zona hizo que el chico temblara y soltara el libro, provocando un ruido seco que los sacó del trance a ambos.

—Ethan, ¿cómo lo supiste? —dijo el profesor con más calma, sin separarse un solo centímetro.

—L-leí la dedicatoria... perdón —se disculpó antes, siendo consciente de que sus mejillas ardían desde hacia un buen rato, por lo que agradecía que las luces estuviesen apagadas—. Es... es solo que... dijeron que eras la combinación de los dos, no fue tan difícil. Solo... solo era juntar Marcus y Megan para formar...

—Magnus —completó él mientras reía.

Esa risa le hizo cosquillas en los oídos, era muy grave y le encantaba.

—¿Esta vez no me equivoqué? —preguntó con una sonrisa, sintiendo los labios del mayor acariciarle mientras hablaba.

—Felicidades, y fue el primer intento del día —respondió divertido, estrechando aún más la cintura de Ethan—. Demonios, no debiste aparecerte así...

—¿P-por qué no...?

—Porque ahora no pienso dejarte salir.

Sintió como si esa amenaza lo derritiera en lugar de congelarle, alzó las manos hasta encontrarse con las mejillas del profesor, y ahí las acarició con suavidad, disfrutando del roce en la oscuridad.

Difícilmente podía verlo, pero sabía que era él. Al igual que los secretos y misterios que lo envolvían, algunos no dejaban a Ethan ver con claridad, pero solo él sabía cuánto lo amaba. Y lo amaba más que todo lo que le pudiese ocultar.

—Te amo... Magnus. Te amo sin importar lo que debas decirme después —declaró en un murmullo antes de dejar un suave e inocente beso en sus labios.

No era un error, y por primera vez estaba seguro de ello. Por que ahora no importaba lo que le dijera, no importaba el pasado que Byron tuviera. Él no dejaría de ser el mismo hombre que había conocido, simplemente tendría una nueva historia.

Magnus lo abrazó y lo separó de la pared, esta vez fue él quien se aferró al cuerpo de Ethan y ocultó el rostro en su hombro. El de ojos verdes lo envolvió entre sus brazos, besó su nuca y se dejó embriagar por ese perfume que siempre llevaba el profesor.

—Te estás condenando a ti mismo, Ethan... —le advirtió.

—Lo sé, pero no encontraré a nadie que me haga tan feliz como tú —confesó, acercándose más a su oído—. Además... quiero un beso por cada intento que no pude exigir estos últimos días...

El profesor se rió y alzó el rostro para dejar su frente sobre la de Ethan, haciendo que éste le rodeara el cuello con los brazos.

—Te los devolveré con intereses, pero bajo una condición.

—¿Cuál?

—Quédate esta noche —le pidió casi suplicante, besando suavemente la comisura de sus labios.

No había forma de decirle que no cuando él también moría por quedarse, y menos cuando lo pedía con esa voz y suplicaba con esos besos.

Ethan se mordió el labio como si lo dudara, pero no lo hacía en absoluto.

—Prometo decirte todo lo que quieras, no hay nada que ocultarte ahora, tendríamos toda la noche para ello... —continuó tratando de persuadir al menor.

—No —dijo Ethan finalmente, acercándose más a los labios de Byron—. Mañana... mañana te preguntaré hasta saber cada segundo de tu vida —indicó mientras subía las manos a enredarse en ese cabello azabache—, esta noche no creo poder pensar en nada... solo quiero estar contigo.

—No tienes ni idea de lo que acabas de pedir —respondió el profesor en un tono tan severo, profundo y excitante que el menor creyó que si no lo estuviese abrazando, ya estaría en el suelo.

Ni siquiera le preguntó, esa había sido la advertencia final para Ethan, probablemente la única oportunidad que tenía de escaparse ahora se había esfumado. Byron prácticamente lo cargó en brazos para arrastrar al chico contra su voluntad, aunque no es que éste pensara en oponerse en primer lugar.

—¡B-basta, puedo caminar! ¡Suéltame, Magnus! —se quejó al ser llevado como un simple muñeco. Estaba seguro de que tenía un peso considerable ¿¡cómo diablos podía cargarlo tan fácilmente!?

Sus quejas murieron en el momento en el que el mayor decidió obedecerle y lo dejó caer de forma desprevenida. Ethan aterrizó en algo suave, agradable, cómodo y, por el espacio que ocupaba, bastante grande. Sus ojos aún no se acostumbraban plenamente a la oscuridad, pero la silueta de Byron ya era visible para él gracias a la débil luz que se colaba por las cortinas. Estaba de pie al borde de la cama, aflojándose la corbata con una mano y quitándose el saco con la otra. Esa sola imagen hizo que las miles de mariposas o insectos en el estómago del casi-rubio se alborotaran hasta crear una tormenta.

El corazón se le aceleró cuando el mayor se acercó lentamente a él, Ethan no había caído plenamente en cuenta de lo que estaba sucediendo en ese instante. Sabía que terminaría de esta forma, sí, pero no estaba mentalmente preparado para ello.

Sin embargo, todo ese pánico repentino desapareció cuando sintió la mano del profesor acariciarle la mejilla. Fue un roce tan suave y cálido que todo en él volvió a tranquilizarse.

—¿Qué se supone que haga contigo ahora? Quiero que sigas diciendo mi nombre y al mismo tiempo quiero callarte a besos —dijo el mayor acariciando lentamente el labio inferior del chico con el pulgar—. Lo que provocas en mí no es normal.

—¿Y qué parte de nosotros lo es? —respondió alzando los brazos, quería acercarlo y jamás separarse de él—. Abrázame... Magnus.

El hombre cedió a sus caprichos, finalmente abrazó a Ethan y se besaron con todo el cariño que estaban cansados de reprimir siempre. Él terminó completamente bajo sus brazos, con el largo cuerpo de Byron entrelazado al suyo y los labios ocupados complaciéndolos a los dos.

Pero reaccionó con un respingo cuando las manos del profesor se deslizaron por debajo de su suéter y levantaron la ropa para tocar directamente su piel. Ahí se desvaneció toda la seguridad que había mostrado antes, pues no había sido un simple cosquilleo. Ardía cada lugar que Byron tocaba, enviaba un escalofrío placentero por toda su espalda, pero todo esto era tan nuevo para el casi-rubio que solo terminaba aferrando más el agarre a la espalda del otro con nerviosismo.

—Relájate Ethan... —murmuró el mayor al darse cuenta, dejando besos por toda su mejilla hasta llegar al oído—. No lo pienses...

Le hubiese encantado protestar, pero esa voz y esas manos controlaban hasta sus palabras, pues de sus labios solo salían suspiros. Él realmente quería esto, pero su timidez mezclada con su excitación le impedía razonar.

Abrió los ojos y se encontró con el cuello expuesto de Byron debido a la posición, la visión de su pálida piel era interrumpida por la camisa que aún traía puesta. Las manos de Ethan se movieron solas, se deslizaron hasta el pecho del profesor y comenzaron a abrir lentamente cada uno de los botones. El nuevo deseo de tocarlo era más fuerte que él, por lo que sus dedos resbalaron de ida y vuelta por todo el torso, hasta que finalmente subió a los hombros y deslizó la prenda hacia abajo.

Magnus fue tan dulce como pudo, pero incluso el chico podía darse cuenta de lo impaciente que estaba y eso solo lo hizo sentir más confiado, por que no era el único que ansiaba una noche como esta. El profesor desnudó al de ojos verdes de la cintura hacia arriba, y si bien aún se sentía avergonzado, estaba lo suficientemente distraído con los labios de Magnus paseando a placer por el largo de su cuello. La humedad de esa lengua dejaba un suave hormigueo en su piel que duraba lo suficiente para hacerle perder la cabeza.

Sus manos ahora no podían estarse quietas, recorrían desde la espalda baja del profesor hasta la nuca para comenzar a enredar los dedos en su cabello. Nunca había prestado especial atención a los cuerpos bien proporcionados, pero el de Byron lo estaba enloqueciendo. Era como si estuviese hecho a la medida, con los hombros anchos y los brazos largos para hundirse en ellos, pero la cintura lo suficientemente estrecha para abrazarlo y aferrarse a él toda la noche.

Ethan volvió a sentirse inquieto cuando sintió los besos en el pecho, pero no porque no los disfrutase, si no porque ahora ansiaba tanto esos labios que los quería de vuelta.

—M-magnus... e-espera... —suspiró de forma entrecortada, deteniendo el avance del mayor al tomarlo por la mejilla.

Antes de que pudiese preguntarle algo, el casi-rubio simplemente se alzó para atrapar nuevamente sus labios, mordiéndolos suavemente cada vez con más deseo. Escuchó un gruñido por parte de Byron que lo hizo jadear a mitad del beso, y la mano de éste se escabulló sin aviso hacia su sensible entrepierna, haciéndolo temblar. Sin darse cuenta, el mayor logró deshacerse con facilidad del cierre de sus pantalones y ahora los hacía deslizarse fuera de las piernas de Ethan.

Aún cuando se encontraba cada vez más expuesto y su rostro parecía tener un permanente sonrojo, Ethan no quería ser el único sometido de esa forma. Con el poco valor que seguramente más adelante le saldría caro, alzó una de sus rodillas para presionar la entrepierna del profesor mientras llevaba la mano hacia ella para liberarla. Sonrió triunfal al sentir al mayor ponerse tenso. Fue algo torpe a la hora de abrir el pantalón, pero su rostro prácticamente estalló en llamas al sentir el miembro ajeno completamente duro.

Estaba en las mismas condiciones, pero de una forma u otra seguía sintiendo esa inocente vergüenza que lo obligaba a cerrar los ojos de forma instintiva.

Poco le duró el gusto y más su timidez cuando la mano de Byron lo tocó directamente y envolvió con cierto descaro el miembro del menor entre sus dedos. Ethan jadeó nuevamente contra su voluntad, obligándose a sí mismo a separarse de los labios del profesor para respirar, pero eso solo resultó peor para él. Unos nuevos lascivos sonidos salían de su boca por cuenta propia y no parecía haber forma de hacerlos callar. Magnus solo parecía querer provocarlo más, le mordió insinuante la punta de la oreja y jadeó justo en el oído de Ethan.

El casi-rubio creyó que llegaría a su límite solo por escucharle.

Sintió los labios del de cabello azabache deslizarse nuevamente hasta su pecho, y cuando creyó que se detendría, el avance siguió hasta alcanzar su torso, después el vientre y bajó hasta...

—¡D-detente, detente! —imploró Ethan al darse cuenta de lo que pretendía, pero no podía moverse con sus caderas temblando por el placer que esa mano aún le otorgaba—. N-no hagas eso...

—¿Estás seguro de que no quieres? —inquirió el profesor con una voz profunda, el chico se estremecía cada vez que le hablaba de esa forma—. Entonces tendré que enseñarte primero...

—¿Q-qué...? ¿Qué estás...? —musitó Ethan de forma apenas audible, con los dedos de Byron acariciándole los labios.

—Abre la boca, Ethan —ordenó volviendo a erguirse para quedar frente a frente.

El de ojos verdes entreabrió los labios y Magnus introdujo un par de dedos suavemente, acariciando su lengua de forma provocativa. La sola insinuación se le hacía demasiado explícita, pero en lugar de detenerse, besó y humedeció esos dedos que comenzaron a entrar y salir, sacándole un par de jadeos.

—¿Por qué demonios tienes que seducirme así? —inquirió el mayor para confusión del chico.

Los dedos desaparecieron de su boca al igual que su ropa interior desapareció de su lugar de un momento a otro. Y justo cuando iba a cuestionar lo que hacía, hubo una extraña intromisión en su entrada. Uno de esos dedos se abría paso dentro de él, dejándole una rara sensación por la humedad y el lugar donde se movían.

—N-... sa-sácalo... se siente extraño... —se quejó, olvidándose por completo de todo lo de antes. Comenzaba a resultarle incómodo.

—Pronto se sentirá bien, lo prometo, solo aguanta un poco —pidió el mayor, tratando de hacerlo sentir más seguro.

Pero eso no era suficiente, no podía simplemente ignorar el movimiento de sus dedos estando en un lugar que no había sido tocado de esa forma antes.

Afortunadamente Byron pareció entenderlo, por lo que lamió la comisura de los labios de Ethan antes de adentrarse en ellos con una pasión fulminante. Ese enredo de lenguas hacía que la cabeza le diera vueltas, se escuchó a sí mismo gemir entre besos, se había dado cuenta de lo mucho que disfrutaba el profesor de morderle los labios, y peor había sido descubrir que esa sensación le encantaba.

Logró ignorar todo el movimiento en su parte trasera hasta que un segundo dedo hizo su aparición, haciendo que Ethan se tensara. Era extraño, húmedo, incómodo y comenzaba a doler.

—M-magnus... no... —intentó protestar otra vez, pero el mayor presionó la sensible punta de su miembro y acarició hasta conseguir un insoportable placer.

El gemido que profirió Ethan lo hizo querer cubrirse la boca para siempre.

Y no sabía qué había hecho, pero sabía que algo había cambiado cuando Byron se detuvo por unas fracciones de segundo.

—Lo lamento Ethan, me prometí complacerte esta noche pero ya no creo ser capaz de conseguirlo —dijo el profesor casi en una amenaza, sacando los dedos e incorporándose ligeramente—. Igual lo disfrutarás.

Magnus acarició las piernas de Ethan antes de separarlas y lamió suavemente su vientre antes de continuar lo que el chico antes había tratado de impedir por todos los medios. El casi-rubio trató de separarse, pero el férreo agarre a sus piernas le impedía hacer cualquier movimiento, y fue una mala idea pensar en discutir justo cuando Byron utilizó su boca para complacer su lujuria.

Ethan se llevó una mano a la boca cuando gimió, mordiéndose el dorso de ésta para callarse. La humedad de la lengua del profesor lo hizo llegar al borde del delirio, se paseaba por todas partes hasta encontrar ese lugar que lo hacía retorcerse con desesperación. Y esos malditos dedos no perdieron el tiempo, esta vez fue Byron quien los volvió a humedecer para introducirlos de una sola estocada que impulsó al menor a arquear la espalda y aferrarse con la mano libre a las sábanas.

—Deja de cubrirte la boca, quiero escucharte... —insistió el de cabello azabache, la excitación en su voz era tan provocativa que el chico jadeó—. Gime solo para mí, Ethan...

El de ojos verdes lo pensó por un instante, pero aún no encontraba la forma de decirle que no. Dejó que su mano cayera a un costado y, al igual que la otra, formase un puño arrugando las sábanas.

—B-bast... Deten... ¡detente, voy a correrme...! —le advirtió el menor con una voz irreconocible para él mismo.

El profesor ignoró sus palabras, por lo que el chico se vio obligado a extender la mano y tirar de ese cabello tan negro como la oscuridad que los envolvía, provocando que Byron presionara en ambos lugares con fuerza.

Ethan no aguantó mucho más. Finalmente se corrió con un largo y placentero gemido en la boca del profesor.

Con la respiración agitada, el cuerpo sensible y la mirada enfocada en el hombre que se incorporaba lentamente, tragó saliva al verlo limpiarse la comisura de los labios con el pulgar antes de lamerlo.

La mirada encendida de Byron le hizo comprender que aquello solo había sido el principio.

—T-te dije... que no hicieras eso —reprochó con la voz entrecortada.

—Gemías tan dulce que escuché todo lo contrario —respondió para sorpresa de Ethan, forzando un inminente sonrojo—. Pero me temo que no fue suficiente...

—¿Q-qué...? —alcanzó a murmurar antes de ser tomado por las caderas.

El chico se tensó al percatarse de que Byron levantaba sutilmente sus piernas y se posicionaba entre ellas. Aún no se había recuperado del clímax anterior y cada roce se sentía mil veces más por la sensibilidad de su cuerpo, era el equivalente a estar narcotizado. El profesor debió notar el momento en el que tembló bajo su cuerpo.

—No voy a lastimarte, lo prometo —le aseguró, acercándose para besar tiernamente la mejilla del casi-rubio.

Ethan lo abrazó y ocultó el rostro en su cuello, asintiendo suavemente.

—S-solo hazlo.

Magnus lo tomó con mayor firmeza, y sin esperar un solo instante más, entró en él tan gentil como había prometido serlo. Ethan tensó la mandíbula y clavó los dedos en la espalda de Byron, dolía como el infierno sentir que entraban en él, inclusive un par de pequeñas lágrimas asomaron por la comisura de sus ojos, pero no permitió que una sola queja de dolor saliera de sus labios.

Si bien la sensación era completamente distinta a los dedos, el solo pensar que era Byron quien estaba dentro de él hacía que todo valiese la pena.

—¿Estás bien? —murmuró esa voz grave y excitada a su oído.

El de ojos verdes no respondió. Se separó de su cuello y tomó el rostro del profesor con ambas manos, miró sus labios y los acarició contra los suyos antes de devorarlos con una sensualidad que no conocía. Volvió a enredar los dedos en su cabello azabache mientras la otra mano se deslizaba a acariciar su cuello, pronto lo cubrió el ardiente deseo de que todo en Byron fuese suyo, besó sus mejillas, su mentón y se deslizó hasta su cuello olvidándose de su propio pudor.

—Ethan... —gruñó el profesor.

Sentía su cuerpo calentándose nuevamente y toda esa pasión se acumulaba otra vez en su entrepierna, haciéndola despertar sin que al menor le importase. Y cuando la sensación de dolor se desvaneció, Ethan hizo algo que de forma consciente jamás hubiese permitido.

Simplemente alzó el rostro y acarició con los labios a Byron mientras le murmuraba al oído.

—Magnus... muévete.

Lo siguiente fue una estocada que le movió los sentidos al casi-rubio, gimió y tiró del cabello del mayor por el dolor que aún le provocaba, pero cada sacudida podía sentirse en todas partes.

Cuando las embestidas tomaron un ritmo constante se volvieron cada vez más profundas, y con ellas la voz de Ethan se tornó más obscena. Ni siquiera él mismo podía asegurar que aquella fuera su voz, los gemidos salían por necesidad, la necesidad de liberar de alguna forma el éxtasis que sentía.

Byron le mordió el cuello entre besos, erizando cada centímetro de su piel cuando el último de sus ataques le dio a un punto en particular que le nubló la vista al menor. Ethan echó la cabeza hacia atrás y ciñó el agarre de sus piernas a los costados del mayor, quien comenzó a exceder el límite de lo que el de ojos verdes creía que podía soportar. Atacaba tortuosamente ese lugar una y otra vez hasta hacer que perdiera la cordura, su voz salía de forma atropellada y en sus ojos solo había lágrimas del deseo más puro de entregarse a él.

Y en la cima del placer, Magnus lo abrazó con una intensa calidez, acariciando con su voz los sentidos de Ethan al murmurar su nombre cuando ambos llegaron al clímax, y la pasión de ambos se desbordó.

El casi-rubio aprisionó entre sus brazos a Byron hasta el último momento, embelesado con la idea de pertenecer en cuerpo y alma a la persona que amaba. Sumido en el sublime placer del momento, le parecía que todo era perfecto, desde sus respiraciones entrecortadas, hasta las caricias inevitables de sus cuerpos entrelazados.

Fueron los besos los que los tranquilizaron, y las risas a oscuras las que los hicieron hablar con la misma honestidad que sus labios.

—Te amo, Ethan —dijo el profesor finalmente.

—Debería creerte hasta que amanezca y me lo digas sin la necesidad de estar desnudos —respondió con una sonrisa—. Pero estoy condenado a creerte desde que admití que también te amaba.

—¿Estás seguro de que me seguirás amando cuando te diga la verdad?

—Incluso si confiesas ser el diablo, lo haría —le aseguró volviendo a besarlo—. Pero eso ya lo sabía.

Byron se rió y tomó la mano de Ethan para besar el dorso de ésta.

—Prometo hacerte feliz siempre.

—Mejor promete que siempre estaremos juntos.

—No, dije que prometo hacerte feliz. Eso ya incluye estar juntos.

~*~

A Ethan no lo despertó ni el sol colándose por las cortinas, ni el despertador sonando estridente a su oído, ni el haber recordado algo importante. Simplemente despertó como toda persona debería de tener el derecho de hacerlo, saliendo de ese pesado sueño lentamente y con los sentidos volviendo uno a uno sin prisa.

Comenzó escuchando el silencioso zumbido del aire acondicionado, sentía todo el cuerpo descansando en una cómoda posición, con las suaves sábanas manteniendo el calor y el aroma de una conocida fragancia envolviéndolo tranquilamente. Se negaba a despertar completamente, quería permanecer de esa forma por un momento más, para siempre si era posible.

Entreabrió los ojos perezosamente, sabiendo que volvería a dormirse si los cerraba una vez más, pero la visión de una cabellera negra lo hizo parpadear para ver con mayor claridad.

Ahora que también podía apreciar parte de la habitación, no comprendía cómo es que este descomunal departamento cabía en el mismo edificio donde vivía. La estancia se veía enorme desde su pequeño lugar en la cama, que también era increíblemente gigante. Por ahora solo podía ver el clóset y parte de la sala debido a la posición, eso le bastaba para decir que era exactamente tres veces su dormitorio.

Eso lo hizo regresar a la cabellera que irrumpía en su panorama.

No sabía en qué momento habían quedado en esa posición, pero justo ahora sabía que podía morirse de ternura.

Y también sabía que si se lo decía al profesor, éste lo mataría.

Pero no había forma de resistir al ver a Byron abrazado a él como un niño, ocultando el rostro en su cuello mientras dormía plácidamente. El casi-rubio se preguntaba si no era algo sofocante esa postura para él, pero imaginaba que de ser así se hubiese separado mucho antes.

No quiso moverse, pues no quería despertarlo o tan siquiera provocar que se apartara, pero logró acomodarse lo suficiente para observar su rostro. La luz era suficiente para notarlo, y aunque las cortinas impedían que la habitación quedase completamente clara, lo único que necesitaba ver estaba ahí.

Con los ojos completamente cerrados y el cabello cayéndole por la frente, el profesor parecía una persona completamente distinta. Esa expresión relajada y tranquila valía cada segundo, Ethan comenzó a compararla con sus miradas frías, su ceño fruncido y su sonrisa sarcástica, era increíble que ese lindo rostro pudiese ser tan mezquino. Extendió la mano y acarició suavemente esas grisáceas ojeras con la yema de los dedos, siguió hasta el puente de su nariz y se posó delicadamente en sus labios. Suspiró en silencio y sonrió, besándole la frente antes de volver a cerrar los ojos, pero Byron se movió y se aferró aún más al cuerpo del menor, haciéndole cosquillas cuando volvió a ocultar el rostro en su cuello.

—Tu rostro está frío —protestó Ethan entre risas, estremeciéndose levemente por un par de besos en su cuello.

—Tú eres demasiado cálido, ¿por qué tienes esta temperatura? ¿Qué eres? ¿Un niño de diez años? —respondió aún adormilado, quedándose quieto cuando no pudo escabullirse más—. Podría dormirme otras diez horas aquí...

—¡Hey, deja burlarte! —se quejó—. Nadie te dijo que despiertes en primer lugar... solo duerme otra vez —le recordó acariciando suavemente su cabello y su espalda.

—Si estás despierto eso es imposible.

—¿Eh? ¿P-por qué? ¿Insinúas que te haría algo? —inquirió indignado.

—No, mocoso. Pero ahora que lo dices, el que no puede quedarse sin hacer nada soy yo... —reveló alzando finalmente el rostro, con su pícara y reluciente sonrisa a punto de posarse en la boca de Ethan.

—Pensándolo bien, debí aprovechar para salir corriendo... —confesó el casi-rubio retrocediendo un poco, permitiendo que esos labios rozaran los suyos suavemente mientras reía.

—Sabes que no te dejaré salir. Es más, podría encerrarte aquí el resto de tus días en la universidad —dijo como si realmente lo estuviese considerando.

—N-no empieces Byron... —murmuró desviando la mirada, la idea era tentadora.

—¿"Byron"? —inquirió el de cabello azabache alzando una ceja, confundiendo a Ethan por un instante—. ¿Es que ya te cansaste de llamarme por mi nombre?

El de ojos verdes abrió la boca para responder, pero se sonrojó ligeramente al recordar ese detalle: Su nombre.

—No es eso... e-es la costumbre. No puedes esperar que lo cambie tan rápido, llevo meses llamándote así —se defendió.

—Anoche no parecías tener problema alguno para repetir mi nombre una y otra vez... —insinuó el mayor, clavando esos preciosos ojos azules en los suyos.

El rostro del casi-rubio se pintó de carmín en cuestión de segundos.

—¡C-cállate! —suplicó tomando una de las almohadas para ponerla sobre su rostro.

—Solo trato de ayudarte a recordar —respondió con un aire divertido y burlón—. ¿Quieres que te diga el momento exacto? Como cuando me pediste que te abrace o cuando metí mis dedos en...

—¡Magnus! —lo calló Ethan lanzándole la almohada a la cara.

Quería que algo lo asfixiase en ese instante, la vergüenza se había apoderado por completo de él.

El profesor se rió a carcajadas ante aquella reacción, esquivando el tiro sin esfuerzo alguno.

—¿Lo ves? Recuerdas mi nombre bajo presión.

—Idiota... —masculló enfurruñado, frunciendo el ceño de forma infantil.

—Que desgracia la mía, también eres adorable enojado —dijo dramáticamente antes de robarle un largo beso a Ethan en los labios.

—No tienes remedio... —suspiró el chico resignado—. ¿Cómo puedes actuar arrogante tan temprano?

—Para tu información ese es mi estado natural, y en segundo lugar... no es tan temprano —señaló con una mueca el reloj sobre la mesa de noche.

Los números rojos marcaban más de las dos de la tarde.

—¿¡Eh!? Pero... cómo... —balbuceó confundido, no recordaba la última vez que despertó a esa hora—. La mitad del día se ha ido sin darme cuenta.

—Increíble... —murmuró el profesor como si fuese algo nuevo incluso para él—. Sería un problema tenerte aquí todos los días, no llegarías a ninguna de tus clases.

Ethan se rió ante esa conclusión y abrazó a Byron con fuerza, el impulso lo llevó a quedar encima de él y aprovechó la posición para robarle un beso más.

—¿Qué? ¿Piensas tomar la iniciativa tan rápido? —inquirió el de cabello azabache con una sonrisa torcida.

—¿¡Por qué siempre tienes que...!? Agh —el casi-rubio gruñó y escondió el rostro por unos segundos, su sonrojo no se iría tan fácilmente, pero lo que tenía que decir era serio—. Yo... en realidad estaba pensando en hacer esto después... pero no quiero retrasarlo de nuevo, siento que evitarás el tema otra vez si no lo hago ahora —explicó, alzando la mirada hasta encontrarse con la suya—. Byr-... Magnus, ¿podrías... decirme por qué ocultabas tu nombre?

El profesor lo miró por un momento sin decir nada, suspiró y se mordió suavemente el labio.

—Por un momento lo había olvidado...

—L-lo siento, pero no puedo dejarlo pasar así —se lamentó Ethan.

—No, es lo correcto —concordó mientras le daba un último beso y lo apartaba con delicadeza para incorporarse—. ¿Recuerdas dónde dejaste el libro?

—Cerca de la puerta... creo —dijo sin saber lo que pretendía y con las mejillas tiñéndose al ver al profesor colocarse únicamente su ropa interior.

—Ese libro es un buen lugar para comenzar... —habló más para sí mismo que como respuesta, y pareció encontrarlo en el lugar que le había dicho Ethan. Lo tomó y regresó a la cama con el casi-rubio—. ¿Solo leíste la dedicatoria?

—Sí... E-es decir, también había una foto, así que fue inevitable... —se retractó al recordar.

Byron se sentó con la espalda apoyada en la cabecera de la cama, señalándole con un gesto a Ethan que regresara junto a él y éste más que feliz se acomodó nuevamente abrazándole, mirando en dirección al viejo libro rojo.

—Ah, esta foto —comprendió al abrirlo y mirarla, envuelto en un aura nostálgica—. Fue un cumpleaños desastroso. Estaba eufórico por tener a mis padres en casa, si bien no tengo en la memoria mucho de mi infancia, recuerdo este día con demasiada claridad. Nunca me gustaron las fiestas de cumpleaños a las que asistía mucha gente, no dudé en decírselo a mis padres apenas tuve la oportunidad. Esta fue la primera vez que me concedieron una fiesta "familiar" —relató con una sonrisa—. Eramos tan pocas personas que la comida duró casi cinco días, y hubiese sido lo mismo con el pastel si mi padre y yo no hubiésemos iniciado una guerra con él —dijo riendo—. Era para cincuenta personas, era un despedicio de todas formas. Cuando creímos que mi madre nos colgaría del techo por haber ensuciado todo el salón, ella se unió y consiguió un golpe directo a la cara de mi padre con un enorme trozo de un solo tiro, jamás la admiré tanto —comentó con orgullo—. Decían que nadie tenía mejor puntería que ella, y pudo demostrármelo la mayoría de las veces que me portaba mal...

—¿Ves? Desde niño eras problemático —dijo Ethan riendo, escuchando cada palabra con especial atención.

—Sí, lo sé. Me defendía diciendo que solo eran travesuras, pero ahora que vengo a recordar esos momentos... muchos de ellos ahora son ilegales —consideró con una ligera mueca, preocupando por un instante al casi-rubio—. Es broma, eso es exagerado. Pero al menos pude disfrutar de ello con mis padres.

Y nuevamente, esa mirada nostálgica y perturbada apareció, con el destello de un posible recuerdo en el que sabía que no debería ahondar.

Pero aún así, lo hizo.

—¿Dónde están ellos ahora, Magnus...?

El de ojos azules bajó la mirada y acarició por un instante la fotografía.

—Tenía catorce años cuando hicieron un viaje de negocios juntos, se irían solo por unos días pero... —su mandíbula se tensó en esa extraña pausa—. Decidieron regresar antes de lo previsto, y el avión en el que iban sufrió un accidente. Era un vuelo ejecutivo en el que no hubo sobrevivientes... solo había seis pasajeros.

Ethan bajó la mirada y apretó más el abrazo hacia el mayor. Lo sabía. La forma en la que había reaccionado aquella vez había sido una intensa señal de alarma respecto al tema, y aunque no comprendía completamente lo doloroso que debió haber sido para un niño perder en un instante a sus padres, sabía que eso había influido en demasía para forjar ese carácter tan duro que ahora lo caracterizaba.

—Lo lamento... no quería hacerte recordar algo así —respondió algo abatido, y juntó todas sus fuerzas para no dejarse arrastrar por su sensibilidad.

—No, no te culpes. Tarde o temprano ibas a enterarte, y no todos los recuerdos son malos —lo tranquilizó besando suavemente su frente—. Tal vez no lo creas, pero ver esta fotografía ahora se siente diferente.

—¿Por qué? —quiso saber alzando la mirada, juntando levemente las cejas.

—No lo sé —confesó mirándolo—. Probablemente porque estoy contigo. Y no pongas esa cara, lo estoy diciendo enserio —dijo apretando la mejilla del casi-rubio al ver una mueca—. Antes evitaba tan siquiera mirar este libro, no era bueno para mí recordar que... no importa cuántas veces regresara a casa, ellos ya no estaban ahí.

—Entonces... ¿por eso querías deshacerte de esto? —señaló el de ojos verdes el libro y la fotografía, algo afectado por esa revelación—. ¿A dónde pensabas enviarlo?

Byron abrió la boca para responder, pero a cambio de eso su mirada se desvió hacia algún lugar en la espalda de Ethan. Se separó un poco de él y se estiró hasta alcanzar una fotografía enmarcada en la mesa de noche a la que Ethan no había prestado atención.

—Pensaba... regresarlo a casa —reveló enseñándole al chico la imagen.

Lobos. Fue la primera palabra que cruzó la mente de Ethan. Eran tres lobos negros, con un abundante pelaje y unos ojos fieros. Dos de ellos parecían simples cachorros y colindaban al más grande, parados en una posición tan parecida que por un momento pasó por su mente la idea de que era un reflejo de la misma mitad, pero la idea se descartaba debido al paisaje de atrás. Por otro lado, el mayor era el que más asustaba, o al menos esa impresión daba para alguien como Ethan.

Eran tan hermosos que no sabía si esa fotografía era real.

—Cuando te dije que debía de sentirse injusto que tú me hablases de tu familia y yo no pudiese hablarte de la mía, estaba hablando enserio —continuó sin esperar respuesta—. Pero ahora que sé que realmente deseas estar junto a mí, quiero hacerlo. Desgraciadamente no podré presentarte a mis padres... pero hay a quienes les encantará conocerte —aseguró con una sonrisa—. Estos tres fueron el dolor de cabeza de mi madre, si crecí como un "lobo solitario" no fue por casualidad —comentó en broma—. Adivina el nombre del más grande.

—No me hagas adivinar nombres otra vez... responderé Magnus a todo —advirtió con un rostro de sufrimiento al recordar todos esos intentos. El profesor se echó a reír.

—Lo irónico es que acertaste.

—¿¡Es enserio!? —dijo sin ocultar su sorpresa.

—Sí, a mi padre le pareció gracioso —respondió indignado, rodando los ojos.

—Lo es —coincidió Ethan riendo un poco—. ¿Y cuál es el nombre de los otros dos?

—Al principio era tan difícil diferenciarlos que cuando llegaron mi madre quiso llamarlos Dom y Dor para hacerlo más interesante. De esa forma no importaba a quien llamases, los dos vendrían corriendo juntos —contó con una media sonrisa.

—No sé por qué suena como algo que tú también harías... —señaló el chico riendo por lo bajo—. ¿Pero por qué lobos? ¿Qué clase de padre le regala como mascota un lobo a su hijo?

—Al parecer solo los míos —concordó divertido—. La verdad es que era duro crecer solo en casa debido a que mis padres viajaban todo el tiempo, no se les ocurrió algo mejor cuando les pedí una mascota. A mi padre le fascinaban esos animales, pero lo cierto es que tampoco estaba loco para dejarme a mi suerte con una "bestia salvaje" como decía mi madre. No son puros, son lobos híbridos. Son el resultado de la cruza de un lobo y un perro.

Aquella le pareció una explicación más creíble, ya era difícil imaginarse que aquellos podían tener algo de perros en alguna parte.

—Entonces... ¿Siguen en tu casa? ¿Quién los cuida ahora?

—Debido a que Magnus llegó cuando era un mocoso que ni siquiera sabía caminar, falleció cuando cumplí los veinte. El veterinario dijo que inclusive había excedido su promedio de vida, y yo ya estaba en la universidad, era difícil verlo de todas formas —reveló con un afligido suspiro—. Pero Dom y Dor siguen esperando, tuve que encargárselos a un amigo.

—Entiendo... —murmuró Ethan mirando hacia ningún lugar en especial, pensando en lo mucho que Byron debería estar deseando tenerlos a su lado—. Te puedo preguntar... ¿qué sucedió contigo cuando murieron tus padres? Eras menor de edad, debió volverse un caos.

—Y lo fue. Tal vez estoy exagerando, pero era como si toda la ciudad supiera lo que me había ocurrido, independientemente de que la noticia haya sido internacional debido a las demandas a la línea aérea. Los empresarios de la sociedad de mi padre, personas en la editorial, todos ellos buscaban hacerme preguntas y gente a la que ni siquiera conocía deseaba mi custodia.

—¿¡Tu custodia!? ¡No eras un objeto en subasta! ¿Por qué harían algo así? —alzó la voz alarmado, indignado y enojado.

—Porque mi padre era el director ejecutivo de la constructora más grande de la ciudad, por lo tanto todas sus acciones pasarían inmediatamente a mi nombre cuando cumpliese la mayoría de edad —explicó frunciendo ligeramente el ceño—. Y mi madre no se quedaba atrás, ella también tenía acciones en la editorial en la que ahora publico los ensayos que has visto. Todos los peces gordos querían mi cabeza y no precisamente para llamarme hijo.

—¿E-entonces... no había nadie en quien pudieras sostenerte? ¿Algún familiar? —preguntó nervioso.

—Hubo alguien que decidió ayudarme a salir de ahí... —declaró sonriendo y acarició la mejilla de Ethan—. Pero no puedo terminar de hablar sobre esto aquí, así que tendrás que venir conmigo.

—¿E-eh? ¿Por qué? ¿A dónde? —quiso saber el chico al mirar a Byron incorporarse nuevamente, por lo que tuvo que hacer lo mismo—. ¡Ni se te ocurra dejarme con la duda otra vez!

El mayor le sonrió y besó con suavidad su hombro desnudo.

—Escucha, quiero demostrarte que todo lo que te dije ahora es verdad. Además, hice una promesa al respecto... tengo que cumplirla —le contó acariciando su mentón—. Y es un buen pretexto para llevarte a la ducha conmigo.

—¿Qué? ¡Hey qué estás-...! ¡Bájame ya! ¿Qué haces? ¿Qué clase de cambio de humor es este? —protestó Ethan inmediatamente, de nuevo estaba siendo cargado como si fuera de trapo—. ¿¡Me estás escuchando!?

—Te estoy haciendo un favor, de otra forma no podrías ni mantenerte de pie —expuso Byron.

—¿¡Por qué diablos no podría!?

—Inténtalo —lo retó con una sonrisa que hizo desconfiar al casi-rubio.

Cuando estuvo en el suelo, trató de demostrarle que no le seguiría el juego, pero con dos pasos hacia el baño...

—¿¡Qué de-...!? —Ethan se mordió la lengua, sus fuerzas flaquearon y se tambaleó hasta apoyarse nuevamente en los brazos de Byron—. ¿Q-qué...? ¿¡Qué me hiciste!?

El dolor que sentía en la espalda baja era indescriptible, sus caderas recibían horribles punzadas a cada paso.

—Te lo dije —señaló Byron intentando no reírse, lo cual hizo enojar más al de ojos verdes—. Tendrás que soportar mi ayuda si quieres acompañarme afuera.

—¡P-pero, pero, ¿por qué sucedió esto?!

—Es normal, Ethan, es la primera vez.

Eso paralizó sus sentidos, encendiendo los irremediables celos que habían comenzado a dominarlo últimamente.

—¿Y tú cómo sabes eso? ¿Acaso antes...?

Y aunque no debería extrañarle que alguien como él se hubiese acostado con innumerables personas a lo largo de su vida, a Ethan no le gustaba la idea de que su experiencia se debiera a lo que había aprendido con otras personas.

Byron presionó sus mejillas de forma dolorosa justo cuando su cabeza maquinaba más pensamientos masoquistas.

—"Antes" no tenía ningún interés en otro ser que piense, se mueva o tan siquiera respire, al menos no el tipo de interés que tengo en ti —explicó obligando a Ethan a mirarle a los ojos—. Si conozco el resultado de esto es gracias a alguien más, y no precisamente por experiencia propia —finalizó presionándole la punta de la nariz.

—N-no puedo estar seguro de eso... —dijo dejándose llevar en brazos esta vez.

—Sí, sí puedes. Pregúntale al profesor Wild.

Ethan se sonrojó por la simple idea, ahora lo entendía.

—¿Alguna otra cosa?

—Sí... ¡Bájame ya!

~*~

—B-byron... ¿por qué venimos aquí? —inquirió Ethan confundido, llevaba un buen rato preguntándole a dónde se dirigían y el profesor únicamente evadía la respuesta.

—Ya lo verás.

Después de la supuesta "ducha" que se llevó más de lo que esperaba por culpa de Byron, y de haber estado a punto de dormirse nuevamente por el masaje que ahora le permitía caminar decentamente, solo se había dedicado a seguir al profesor por incontables pasillos que no los llevaban a ninguna parte. Y por supuesto, debían de caminar a una distancia prudente, no podían olvidar que seguían en la universidad.

Pero de todos los lugares que pasaron por su cabeza, ninguno había sido la oficina principal.

Es por eso que cuando ambos estuvieron a la recepción, Ethan se mostró tan sorprendido como la secretaria al verle.

—Profesor Byron, señorito Ethan... pero que sorpresa, buenas tardes —saludó sin ocultar su asombro. Afortunadamente el lugar estaba completamente vacío—. ¿Qué hacen por aquí este sábado? ¿Tienen asuntos con el director?

—Tenemos más que asuntos con William, mi querida Alejandra —dijo el profesor en un tono de reproche—. Y ya me enteré de lo que hizo con mi pedido, no espere regalos el lunes —advirtió de una forma en la que ciertamente no podía ser tomado enserio, pues inclusive sonreía.

La señora Seller se rió y tecleó un par de números en el viejo teléfono sobre el escritorio. El casi-rubio se avergonzó un poco por haberla delatado, pero a la mujer no pareció importarle.

—Me lo agradecerás más tarde querido —le aseguró al profesor antes de hablar por la línea—. Director Rogers, disculpe la interrupción. El profesor Byron está aquí para verlo.

—Dígale que es importante, y que tiene canceladas todas sus citas esta tarde —advirtió el profesor lo suficientemente alto como para ser escuchado a través de la puerta. La secretaria se puso un dedo entre los labios y lo mandó a callar.

Ethan se rió bajito por esa escena. Siempre era fascinante ver al profesor ser tratado como un niño, aunque ciertamente aún lo era, muy por debajo de esa fachada de insolente mezquino.

—Sí, por supuesto. No, no han entregado esa cotización aún, puede esperar hasta mañana —informó mientras anotaba en una agenda—. Como ordene director, enseguida le aviso —dijo finalizando por fin la llamada—. Profesor Byron, pueden pasar con el director.

—Me hubiese dicho que estaba solo desde el principio, le hubiese ahorrado la llamada, mi Sherlock —se quejó el de cabello azabache posando una mano en el hombro de Ethan para hacerle avanzar con él hasta la puerta—. Gracias señora Seller, no deje que nadie entre o salga de este lugar sin mi consentimiento.

Y está de más decir lo mucho que alarmó esa última petición al menor. Para comenzar, ¿qué hacían aquí? ¿Por qué tenía que ser precisamente este lugar en el que terminasen su conversación?

Byron ni siquiera llamó a la puerta, simplemente hizo pasar a Ethan primero y cerró el lugar a espaldas de ambos. El casi-rubio se sintió sobrecogido por la situación que no entendía y el lugar en el que estaban. William Rogers se encontraba sentado frente a su escritorio, rodeado de papeles y con una especie de agenda entre las manos. Sus ojos entrecerrados, el delgado cabello canoso y sus pesadas gafas le daban ese aire de sabiduría que siempre había logrado cautivar al de ojos verdes.

—Me extraña que decidas venir precisamente hoy, Byron. Sueles evit-... —el hombre no terminó la frase al levantar la vista y percatarse de la presencia de Ethan—. Collins...

—Luego no digas que no cumplo mis promesas —le dijo el profesor sin soltar el agarre al hombro del chico.

¿¡Pero en qué pensaba!? Era un simple gesto que no podía malinterpretarse, eso lo sabía, pero todo contacto físico con él lo ponía nervioso. Además, no tenía ni media idea de lo que estaba hablando. ¿Qué promesa?

—¿Hablas enserio Byron? No soportaré otra de tus bromas, lo sabes, esto es... —trató de decir sorprendido, quitándose las gafas e incorporándose.

—Es real, viejo. Deja a un lado esa desconfianza —el de cabello azabache rodó los ojos y tomó a Ethan por el mentón, paralizando a éste en su lugar cuando le plantó un fugaz beso en los labios—. ¿Lo ves?

El rostro del casi-rubio se pintó de mil colores, abrió los ojos desmesuradamente y tardó un buen par de segundos en salir del estado de shock.

—¡Magnus! —lo reprendió cubriéndose la boca con el dorso de la mano y retrocediendo un par de pasos, mirando bastante asustado al director William.

Y este... se rió. Se rió. ¡El hombre se estaba riendo!

—No tenías que hacer esa clase de demostración, solo querías molestar al chico —acusó el veterano negando con la cabeza, sin dejar de sonreír—. ¡Cuántos años han pasado desde que escuché ese nombre por última vez!

—Y-yo... no... no estoy entendiendo nada... ¿Qué ocurre aquí? —quiso saber el chico, alternando su mirada entre Byron y Rogers.

—Primero tranquilízate Ethan, luces como si te fuera a dar un infarto y aquí el viejo es William —señaló, provocando que el aludido le atravesara la mirada severamente—. Sé que estás pensando que en cualquier segundo van a patearnos fuera de aquí, pero este hombre es más confiable que la CIA para guardar secretos.

El de ojos verdes intentó creerle, pero todo esto lo había tomado con la guardia baja y justo ahora no sabía si hacerle caso o salir corriendo. Fue un alivio que su cuerpo se moviera solo y aceptase la primera opción. Se acercó al director y le tendió la mano con desconfianza.

—Tranquilo hijo, sé que Byron no tiene los mejores métodos para decir las cosas, pero agradezco a los dioses que por lo menos ahora lo esté haciendo. Me han hablado mucho de cómo te ha ido en la universidad, y déjame decirte que estoy orgulloso —habló el veterano con una voz tranquila y una serenidad que relajó las defensas del chico—, no esperaba menos de ti.

—No exageres, no he hablado "tanto" de él... aunque concuerdo con la última parte —masculló Byron, robándole a Ethan una sonrisa.

—Sí, sí lo has hecho —aseguró el director sin mirarle, sentándose e invitando al menor a que hiciera lo mismo—. Ahora, te ves más confundido que yo escuchando a los japoneses. Por lo que veo, el profesor te trajo a la guerra sin armadura —señaló mirando al de ojos azules con un gesto desaprobatorio—. Pero no tienes nada de que preocuparte, no es a mí a quien deben ocultarle las cosas, aunque me imagino que por lo menos sabes los problemas que podrían surgir con el rector.

—S-sí... Byron me advirtió sobre eso hace tiempo —confirmó el chico—. Pero usted no se ve tan... sorprendido por esto. ¿Acaso ya lo sabía?

—Por supuesto, siempre debo de estar informado de lo que ocurre con Byron, por más ilegal que sea. Alguien tiene que recordarle los límites, aunque si ya los conocen, no hay motivo para detenerlos —expuso encogiéndose ligeramente de hombros—. Sin embargo...

—... no es por eso que te he traído hasta aquí —completó la frase el de cabello azabache, sentándose muy informalmente al borde del enorme escritorio, justo como lo hacía en el salón privado—. ¿Recuerdas la conversación que teníamos justo antes de venir?

—¿Te refieres a lo del problema con... tu custodia...? —dijo bajando la voz a cada palabra, no sabía cuánto podía decir y cuánto debía callarse.

—Sí. Te dije que hubo una persona que decidió ayudarme cuando todo el mundo peleaba por mi cabeza, pero no podía decírtelo sin que William estuviera presente. Le prometí presentarlos formalmente cuando supieras mi nombre —reveló mirando al director por un instante, y éste le sonrió en un gesto de aprobación—. Ethan, él es William Byron Rogers. La persona que impidió que mi vida fuese un infierno aún más grande y el único que ha estado dispuesto a soportarme a lo largo de todos estos años. Es el hermano menor de mi padre.

El alma de Ethan se desplomó en ese mismo instante.

Se quedó callado, clavado en su lugar con los labios entreabiertos por la sorpresa y la mente procesando la información palabra por palabra. El hermano de Marcus, el director de la escuela y el tío de Byron.

Comenzó a calcular a la velocidad de la luz, algo no encajaba. Juntó las cejas en un gesto pensativo y el profesor sonrió levemente antes de continuar.

—Déjame explicarte. Cuando mis padres fallecieron, todos pensaron que mi custodia había quedado al aire debido a que no teníamos familiares directos conocidos. Pero la realidad era que mi padre había ocultado el apellido Rogers ante la sociedad de Averville —relató sin dejar de mirarle—. No, no estaba en conflicto con la familia... o al menos ya no lo estaba. Los Rogers han sido únicos dueños de la universidad debido a que ésta siempre ha pasado al primogénito de cada generación, y por supuesto, mi padre se negó a heredar este lugar armando un escándalo familiar. William tuvo que ofrecerse para sustituirlo siendo el hermano menor, y a sus escasos ¿treinta? ¿Menos? —trató de recordar mirando por primera vez hacia el director, quien honestamente se encogió de hombros— Digamos que treinta. El punto es que desde eso ha estado encerrado en este infierno sobre la tierra. El viejo dice que las únicas veces que nos vimos se limitaron a mi nacimiento, navidad cuando aún no cumplía ni los cuatro y el funeral de mis padres. Aunque éste último no lo recuerdo...

—Estabas demasiado conmocionado con todo lo ocurrido, mi presencia fue lo último de lo que pudiste haberte percatado —alegó el hombre—. Además el funeral estaba abarrotado de gente que debió ser completamente extraña para ti.

—Sí, en eso tienes razón... —concordó con un ligero asentimiento antes de continuar—. Agentes de protección para menores se encargaron de que toda esa disputa por mi custodia no terminase en un secuestro. William exigió su derecho a convertirse en mi tutor legal, pero debido a su puesto en la universidad no había forma de que se encargase de mí. Incluso tú conoces las reglas Ethan, en más de cincuenta años no han cambiado, nadie ha podido salir de Haverville durante los primeros seis meses, y por desgracia esa ley también aplica para el director. Los agentes vieron imposible que él pudiese hacerse cargo de mí al dejarme a mi suerte cada año por seis meses, por lo que William tuvo que ingresarme en un internado extranjero, al menos hasta que ingresara a la universidad. Era eso o un orfanato —se encogió ligeramente de hombros—. En el internado se encargaron de instruirme únicamente con maestros privados, de esa forma un mes de clases equivalía a tres debido a los horarios excesivos y la falta de días libres. Eso me llevó a terminar la preparatoria al cumplir los dieciséis años. Es ahí donde entra algo que querías saber mucho tiempo atrás...

—"Si la exclusividad de la universidad estaba en su apogeo... y usted tenía dieciséis años, ¿cómo es que logró entrar?" —recordó claramente el de ojos verdes.

—Solo existen dos formas de ingresar a la universidad siendo menor de edad —intervino Rogers—. La primera es pagando la fuerte suma de la inscripción más un bono para pasar por alto la fecha de nacimiento, y la segunda... bueno, esa la conoces bien Collins. Tú entraste por medio de esa.

—Pero... Magnus aún no podía disponer del dinero de sus padres libremente, por lo que la única forma que quedaba era... —la voz de Ethan se apagó, y miró a Byron con unos ojos increíblemente abiertos y brillantes—. Una beca... entraste por medio de una beca.

—Bingo —respondió sonriéndole con cierto orgullo, aunque más bien se veía feliz cada vez que Ethan acertaba.

—Aunque aún no queda completamente clara mi respuesta... ¿por qué ocultabas tu nombre?

—Porque el nombre de Magnus Byron es y seguirá siendo el más buscado por todos esos estúpidos burócratas que siguen tras las acciones de mi padre. Y si bien mi apellido no es común, existen cientos de Byron solo en Averville. Será difícil dar conmigo si solo soy el profesor de un internado, pero es complicado debido a los estudiantes que tenemos aquí —aclaró con un profundo suspiro—. Pero es esta... la parte que no me gusta... —murmuró antes de continuar.

El director William carraspeó y y cruzó las manos sobre la mesa mirando a Magnus.

—Está bien, déjame ayudarte en esto —ofreció el anciano apretando los labios por un instante antes de dirigirse nuevamente hacia el casi-rubio—. Verás... como ya explicó el profesor, Haverville ha pasado como una propiedad de generación en generación entre la familia Rogers. Desgraciadamente mi hermano Marcus y yo fuimos los últimos en la rama familiar. Yo dediqué la mitad de mi vida a la universidad, por lo que nunca tuve la oportunidad de casarme a diferencia de Marcus —detalló antes de mirar directamente a los ojos a Ethan—. Debido a unos incidentes a lo largo de la carrera de Byron y la preocupación por verse obligado a atender las acciones de su padre, se tomó una decisión muy drástica. El día en el que finalmente se graduó de la universidad, Magnus creó un testamento en mi nombre, irreversible e inquebrantable hasta el día de mi muerte.

La mirada de Ethan se desvió lentamente hacia el profesor, quien ya estrujaba nervioso el borde del escritorio con ambas manos.

—¿Qué fue... lo que declaraste? —inquirió al ver que ninguno de los dos continuaba.

Byron tardó unos eternos segundos en alzar el rostro para responder, pero aún no se atrevía a mirarle directamente.

—Había llegado a la conclusión de que no existía una mejor forma de proteger mis intereses, así como estaba completamente seguro de que jamás tendría la necesidad de salir de este lugar... porque lo que necesitaba tarde o temprano siempre estaría aquí —dijo haciendo una pausa—. El testamento prometía que las acciones de mi padre quedarían de forma permanente bajo mi control y el de William sin la necesidad de hacernos cargo directamente de ellas, la universidad me respaldaría en caso de necesitar protección. A cambio, debía entregarle a Haverville un sucesor definitivo para el día en el que William falleciera.

—Magnus... ¿Qué fue lo que hiciste? —dijo en un hilo de voz, con un mal presentimiento en la boca del estómago.

El profesor finalmente clavó la mirada en la suya, reflejando en el azul de sus ojos la preocupación por la incertidumbre de lo que ocurriría después.

—Firmé un contrato de asociación perpetua y me convertí en ese sucesor —reveló con los nudillos blancos por la fuerza que ejercían—. Trabajaré como profesor para la universidad hasta el día en el que deba convertirme en director. Le vendí mi alma a Haverville, Ethan.

—Eso quiere decir que cuando...

—Quiere decir que cuando termines la universidad, eres el único de los dos que podrá salir de aquí —completó Byron, examinando su rostro en busca de una respuesta—. ¿Qué tan dispuesto estás a mantener una relación en secreto, y además soportar que al final solo puedas verme cada seis meses?

El de ojos verdes palideció en ese instante, era como si el tiempo se hubiese congelado.

—Te dije que te estabas condenando, Ethan.

¿Dónde estaba la promesa de estar juntos ahora?

Notas finales:

Ya lo sé, ya lo sé. "Tardaste un **** en actualizar Mads" Ikr. Pero Año nuevo y las fiestas me consumieron, así que conseguí estar de vuelta mucho antes de lo que pensé. (Por que sí, planeaba dejarlos esperando aún más). 

VOLVIENDO AL CAPÍTULO, ADVERTENCIA: Les recuerdo que esta novela es completamente ficticia. En la vida real NO IMPORTA QUE TAN CALIENTE SE PONGAN, no hay forma de que si eres tan virgen como Ethan la aguantes y te entre toda a la primera sin muucha preparación y paciencia (a menos que el "amigo" de tu pareja no sea tan excepcional o quieras sufrir un desgarre que te impedirá sentarte el resto de tu vida). Saben que trato de ser lo más realista posible, pero preparar al enano me tomaría otros mil capítulos y ustedes, bola de pervertidos, ya querían leer el smut (y yo también).

Al menos hemos llegado a la parte en la que hablamos de mi lindo misterioso... y yo, si quieren que les ayude por primera vez en la vida, les recomiendo que no se conformen con lo que acaba de relatar Byron. Por su propio bien, no lo hagan. Incluso no faltará el que con lupa y notas me diga que hay cosas que no cuadran en la historia, o que se esperaban algo más "uff" impactante. Esto la punta del iceberg que hundió al Titanic.

Intento responder todos los comentarios lo antes posible, pero muchas veces tengo que esperar a tomarme un día exclusivamente para dedicarme a ello. Es que termino escribiendo testamentos... en fin. ¡Gracias por todos esos ánimos y "vaga ponte a escribir" que recibo por la historia! Hablo enserio, hasta los insultos me animan. (Pero es que como no, si me dicen: "Maldita, cómo te atreves a hacerle eso a Luke, maldito Darrell. Lo odio. Te odio. Espero actualización pronto. Te amo, gracias" —Tweet real de alguien leyendo el capítulo anterior)

Los aprecio a todos, HASTA A ESOS LECTORES FANTASMA QUE NI REVIEW DEJAN. SI TÚ, ESE. ESTÁS EN LA MIRA. NO ME HABLAS PERO BIEN QUE ME LEES. También a ellos se les quiere en Haverville.

Y bueno, hasta aquí creo que es todo, solo queda hacerles spam con todas las cuentas que tengo donde pueden acosarme hasta morir si vuelvo a tardarme quince días con un capítulo. Por cierto, actualicé el blog de mi página respondiendo un par de preguntas respecto a la posible secuela de "The Teacher" y eso es una historia muy larga porque lo escribí antes de año nuevo, así que mejor les dejo el link por aquí: http://mmadivilwatt.wix.com/mmadivil#!¡Error-de-cálculo-Y-¿Secuela/desfa/5682b3040cf236d40391bb83

Les recuerdo que tengo twitter, ask (ese que voy a comenzar a responder en un rato porque he dejado que se acumulen las preguntas) y wattpad. En todas partes me pueden buscar con el mismo "MMadivil".

Ahora sí, hasta el siguiente capítulo Hobbits.

 

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