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The Teacher por MMadivil

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—Viernes—

Sebastian no estaba de buen humor desde la noche anterior. Las respuestas evasivas de Ethan le afectaron más de lo que él mismo había creído, e incluso ahora no lo aceptaba.

¿¡Por qué tanto misterio con la conversación que tuvo con el profesor Wild!?

No es que le importara. O al menos no le importaría si el casi-rubio no hubiese mencionado que el profesor habló de él. Por si fuera poco, Ethan aún estaba enojado por lo que hizo respecto a sus marcas. El chico era tan inocente… y Sebastian tan acertado, sabía que no había forma de que al profesor Byron no le invadieran los celos, esas marcas eran difíciles de ver para cualquier persona. El cuidado que tuvo al ponerlas solo revelaba lo posesivo que era, molestarlo un poco no era difícil.

Pero de haber sabido que eso le provocaría la incertidumbre más insoportable de su día, probablemente lo hubiese pensado dos veces.

Y para arreglarlo, estaba haciendo lo que había jurado que jamás haría.

Entró a la sala de artes sin prisa, por más ansioso que estuviese jamás lo demostraría de forma externa. Sabía que el profesor Wild siempre llegaba mucho antes que los alumnos debido a que tenía que verificar el estado de los lienzos y el material que les quedaba para trabajar. Se esperaba encontrarlo retirando las mantas de los caballetes o pintando él mismo.

Pero lo que se encontró no fue precisamente lo que quería. Wild estaba sentado frente a su escritorio con la cabeza apoyada en la superficie de madera, sus rizos le cubrían el rostro creando una montaña rubia y suave que no se movía mientras sostenía lo que parecía ser su celular. El aparato comenzó a sonar en la mano del profesor y éste lo hizo callar antes de dejarlo caer al suelo. Todo sin cambiar de posición.

El moreno suspiró en silencio, al menos el hombre se movía.

Se acercó sigilosamente a él, recogiendo el celular en el camino. Extendió la mano y por un instante acarició esos perfectos rizos, pero Wild se incorporó de golpe al sentir el tacto.

—¿Es muy temprano para usted, profesor Wild? No creí que durmiera en clase.

—W-wayne… —murmuró al reconocerlo, más sorprendido de lo que Sebastian esperaba.

La imagen del rubio en ese momento era graciosa, con algunos rizos pegados a su rostro y sus mejillas claramente pintándose de rosa por la confusión que lo llevó a sentirse avergonzado.

—No estaba… espera, ¿qué haces aquí? Aún no comienzan las… ¡Ni siquiera tienes clase conmigo la primera hora! —alegó cuando comenzó a razonar.

Sebastian torció la boca, no es que le agradara mucho estar aquí en primer lugar. Pero tampoco lo odiaba.

—Digamos que necesito hacerle unas preguntas —dijo a secas.

El rubio entrecerró los ojos mientras regresaba el terco cabello a su lugar.

—¿A mí? No doy entrevistas a esta hora.

—Wild…

—No, hablo enserio. Tú jamás “necesitas” algo de mí, tengo derecho a estar genuinamente confundido —se defendió.

Sebastian alzó el celular que había recogido y lo balanceó frente al rostro del profesor, éste intentó arrebatárselo claramente asustado, pero el moreno lo alejó rápidamente.

—¡Devuélvemelo!

—Para empezar, usted lo lanzó al suelo, pero no voy a preguntar por eso ahora. Quiero saber qué fue lo que le dijo a Ethan —reveló con el rostro indiferente de siempre.

—¿¡Perdón!? —dijo indignado—. Fue una conversación privada, no seas entrometido.

—No lo sería si usted no me hubiese metido en esto. Mi “amigo” no ha perdido oportunidad de molestarme desde entonces, y necesito algo con lo cual defenderme —explicó mientras hacía ademán de guardar el aparato en su bolsillo.

Wild negó con la cabeza y se levantó de su lugar cuando vio que estuvo a punto de esconderlo. Se quedó quieto cuando Sebastian lo dejó simplemente en su mano.

—N-no sé lo que te haya dicho, pero solo hablamos de Byron… —respondió sin dejar de mirar el aparato, rodeando el escritorio—. Wayne, dame eso.

—Usted sabe que no solo hablaron del profesor Byron, y si mi nombre estuvo de por medio, al menos quiero enterarme.

Sebastian alejó aún más el celular, pero en ese momento el aparato comenzó a exigir más atención, vibrando irritante en la mano del moreno. El rubio abrió desmesuradamente los ojos, y con más urgencia que antes, se acercó para intentar arrebatárselo de las manos al otro.

—¡Wayne, dámelo ya! ¿Tan siquiera recuerdas que soy tu profesor?

—Hace un rato no tuvo ningún problema para ignorar la llamada, no lo tendrá ahora. Solo dígamelo y lo dejo en paz —anunció, a punto de voltear a ver por simple curiosidad la pantalla del móvil.

Y las manos del profesor adelantándose para sostener su rostro se lo impidieron.

—¡El violín! ¿¡De acuerdo!? El maldito violín. Solo le pregunté a ese chico desde cuándo tocabas el violín, pero parece que no me equivoqué al pensar que eres egoísta con tu talento —respondió finalmente, evitando a toda costa mirar los ojos de Sebastian—. Solo quería saber un poco más. Quería escucharlo de alguien a quien tú mismo has llamado amigo.

Sebastian no supo qué responder, simplemente parpadeó un par de veces y se deshizo del agarre del profesor suavemente. El rubio se cruzó de brazos y miró hacia un lado, formando un silencio extraño y ligeramente incómodo.

—¿Se refiere a que solo fue…?

—También le pregunté desde cuándo se conocían. Tenía curiosidad, es todo, no creo haber cometido un delito —Wild evadió por completo mirarle y ahora se mordía el labio indeciso.

El moreno tuvo tantas ganas de matar a Ethan que lo mejor sería no verlo en todo el día. ¿Tanto misterio para esto? Si bien estaba sorprendido porque el profesor quiso saber más de él a sus espaldas, no le parecía un secreto tan grande como lo había hecho parecer el casi-rubio. El chico era más rencoroso de lo que aparentaba.

Suspiró y se acarició el puente de la nariz alzando levemente sus lentes. Era un buen momento para disculparse, pero para él era tan difícil hacerlo que aquello no era una opción.

—No fue mi intención interrogarlo. Ethan lo hizo parecer como algo más, pero ahora me doy cuenta de que solo intentaba molestarme —aclaró mientras le devolvía el celular.

—Eres terrible para disculparte, pero te perdono —bromeó tratando de reprimir una sonrisa—. Aunque me pregunto qué le habrás hecho a Ethan…

—¿Qué le hace pensar que le hice algo?

—No creo que ese chico moleste a las personas solo porque sí. Por otro lado tú…

Sebastian alzó una ceja al escuchar el comentario sin terminar y el profesor se echó a reír. Esos bonitos ojos avellana solo lo miraban cuando sonreían, y eso lo asustaba un poco… porque adoraba verlo así.

—De acuerdo, no me mires así, sabes que no eres precisamente dulce —se defendió entre risas—. ¿De verdad solo veniste por lo que te dijo Ethan?

La pregunta lo tomó desprevenido, porque ni siquiera él sabía la respuesta. Si se detenía a pensarlo, vino hasta el salón de artes sin un motivo convincente, esta conversación pudieron tenerla más tarde. Tal vez después de clases. ¿Por qué lo hizo antes? ¿Por qué tenía que ser ahora?

Sabía que su respuesta estaba justo delante de él.

—No, vine a verlo a usted —respondió en un arrebato de sinceridad solo para ver su reacción—. Se ve mejor que antes, profesor Wild.

Las mejillas del rubio se tiñeron de rojo instantáneamente,  sus ojos de muñeca se abrieron sorprendidos y su sonrisa se convirtió en unos labios entreabiertos que no sabían qué responder.

Y algo muy dentro de Sebastian se agitó.

—Gracias… —murmuró el profesor—. También… tienes algo de crédito por ello. Es decir, si no fuera por…

—Está bien, no lo diga —lo cortó negando con la cabeza. Esto se convertiría en un momento embarazoso si continuaban—. Solo quería asegurarme de que estuviera bien.

—¿Por qué? —inquirió con la mirada brillante por la curiosidad.

—No me gusta perder clases.

—Tú sí que sabes matar mi humor…

Wild hizo una mueca de decepción y el moreno alzó la comisura de sus labios en una media sonrisa.

—No suelo decir lo que la gente quiere escuchar —declaró sin dejar de mirarle—. Además tengo que irme, las clases comenzarán pronto y…

Extrañamente el semblante del profesor se entristeció cuando dijo lo último, dejando descolocado a Sebastian y evitando que pudiese terminar la frase. Ese tipo de reacciones que lo dejaban sin habla eran el motivo por el que últimamente había comenzado a preocuparse. Jamás le había sucedido algo parecido antes.

Pero antes de que pudiese agregar algo más, al profesor se le iluminó la mirada y tomó al chico del brazo.

—¡Espera, espera! Dame cinco minutos, necesito darte algo, quédate aquí —pidió rápidamente y se dirigió a su escritorio.

—¿Qué? Comenzarán a llegar los… ¿A dónde se supone que va? ¡Wild! —Sebastian no tuvo tiempo de detenerlo, el rubio simplemente corrió hacia la puerta de salida y la cerró a sus espaldas, dejándolo solo en el salón de artes.

El moreno negó con la cabeza y miró el reloj en la pared. Tenía el tiempo suficiente para llegar a su clase, el problema era que el resto de los estudiantes de Wild comenzarían a llegar, no era conveniente que él estuviese aquí.

Suspiró y se dirigió hacia los caballetes enfilados solo para matar el tiempo. La mitad seguían cubiertos, la otra debería estarlo. Esos cuadros eran horribles, y otros que no eran tan malos, simplemente tenían algo que los hacía ver pésimo. Había unos en el suelo que también estaban cubiertos, la forma en la que estaban apoyados contra la pared le recordó a los que había visto en el dormitorio del profesor. Él le había dicho que no todos eran suyos, por lo que ahora suponía que el resto debían ser de Vicent.

Quería verlos, pero no sabía si era prudente preguntar por ellos.

Se acercó al caballete frente al escritorio que se encontraba en mejor estado que los demás y no dudó en retirar la manta de seda que lo cubría. El narciso se veía impecable, estaba casi completo, solamente le faltaba terminar el fondo. Wild podía ser todo lo que quisiera, pero su habilidad iba más allá del talento. Era aún más sorprendente saber que al principio detestó hacer todo esto.

Sebastian no había olvidado ni un solo detalle de su historia, así como no había olvidado el tiempo que pasó con el rubio.

Simplemente habían llegado a un acuerdo silencioso, ambos sabían que al salir de ese departamento todo sería como antes, de nuevo serían profesor y estudiante. A Sebastian no se le hizo difícil, siempre era más fácil aparentar que nada había ocurrido, pero lo cierto es que haber ahondado en el pasado de Wild lo había complicado todo.

Descubrir de un día a otro que tenían más en común de lo que pensaban había sido abrumador. Sebastian sabía que su tío había dado clases aquí antes de fallecer, esa fue una de las razones por las que su madre le permitió y perdonó que se fuera a un internado, pues se había negado rotundamente en un principio. Pero de ahí a saber la verdad de la muerte de Vicent, era un camino mucho más duro.

Había sido una ruleta de emociones. Por un lado, había odiado a un profesor cuya personalidad era hipócrita y extrovertida, sin saber que la culpa de ello la tenía alguien de su propia familia. Vicent no solo había sido profesor, también fue amante de Wild, y si las cosas hubiesen salido bien para ambos… el rubio probablemente no estaría en este lugar. Tal vez lo hubiese conocido mucho después, cuando volviese a ver a su tío y éste lo presentase como su pareja.

Estaba destinado a conocer a Wild de una forma u otra.

Acarició suavemente uno de los pétalos del narciso, con un roce ligero para no dañar la pintura. Inesperadamente la imagen del profesor quedándose dormido en sus brazos después de llorar fue lo primero que llegó a su mente. Recordar aquello lo hizo cerrar la mano por instinto y alejarse del cuadro.

No le gustaba que solo pudiese pensar en él.

Un sonido extraño llamó su atención, la vibración provenía del escritorio y la paciencia de Sebastian no estaba precisamente para soportarlo, aunque el aparato se calló en un instante. Se acercó solo para darse cuenta de que era el celular del profesor Wild, seguramente lo había olvidado por salir corriendo.

Cuando miró la pantalla, estuvo a punto de estrellarlo contra la pared.

“Pensaré que estás ocupado y no que quieres dejarme con las ganas. Te buscaré esta noche Wild, sé que te gustará repetir conmigo y…

—Armand.”

El mensaje estaba incompleto porque el celular estaba bloqueado, pero no se necesitaba ser listo para comprender su significado. Ese descubrimiento reveló las llamadas perdidas con el mismo nombre y arrastró el humor de Sebastian hasta hacerle hervir la sangre.

El nombre de Armand resonó un instante en su cabeza antes de relacionarlo con un rostro. Lo conocía. Él fue quien había divulgado el cumpleaños del profesor.

Dejó caer el aparato estruendosamente sobre el escritorio y tensó la mandíbula. De todos los alumnos con los que se cruzaba diariamente, ¿cuántos se habrían acostado con Wild? ¿Con cuántos habría pasado cada noche, incluso después de haber estado con Sebastian? Probablemente él era el único con el que no se había acostado aunque habían pasado la noche en el mismo lugar.

Ahora lo invadía una rabia interna por haberse dejado llevar. Sin importar lo que haya pasado, el profesor seguía siendo igual.

Y hablando del diablo, éste abrió la puerta y Sebastian se alejó del escritorio. Con la cabeza echando humos, estuvo a punto de mandar todo al demonio y decirle que debía irse a clase.

Pero Wild le tendió un estuche que hizo desaparecer su ceño fruncido.

—Perdón si tardé un poco, ha estado en el almacén desde que tú lo dejaste en el salón de música y lo guardé tan bien que no lo encontraba —dijo mientras tomaba una de las manos de Sebastian y lo obligaba a tomarlo—. Tuve que reponer la cuerda que rompí pero está igual que antes.

Sebastian miró al profesor incrédulo, su perplejidad lo había hecho dejar a un lado el malhumor y ahora trataba de asimilar lo que ocurría.

—¿Por qué me das esto? —dijo en voz baja, dejando a un lado las formalidades para hablarle directamente—. Wild, no sé lo que crees que estás haciendo pero…

—No, no lo rechaces —pidió, volviendo a empujar el estuche en su dirección. Sus manos se posaron sobre las de Sebastian y le dedicó una preciosa sonrisa—. Tú viste lo que estuve a punto de hacerle, probablemente me he aferrado a él tantos años que por eso nunca he podido avanzar. Es… como devolvérselo a su dueño original, tal vez yo solo debía cuidarlo hasta que llegaras.

—Es lo único que tienes de Vicent…

—No. Nací con una buena memoria, así que tengo todos los recuerdos de él. En cambio esto —dijo señalando el estuche del Stradivarius—, esto solo puede pertencer a los Lebrant, y tú eres el único que queda. Vicent siempre pensó que debía ser tuyo, después de todo era de tu padre.

—¿Por qué me lo das ahora? —inquirió mirándolo a los ojos en busca de respuestas.

—Debí hacerlo la noche que estuve contigo —admitió mientras se aferraba sutilmente a las manos de Sebastian—. Pero no pude. No sabía si estaba listo para desprenderme de él… irónicamente, ya que intenté destrozarlo —recordó con una triste sonrisa—. Yo… yo sé que para ti esto es simplemente un accidente, y que de otra forma nada hubiese cambiado entre nosotros. Pero antes de volver a convertirnos en el profesor molesto y el estudiante que lo odia, quiero saber que está en buenas manos.

El rubio bajó la mirada y soltó sus manos al darse cuenta de que las había tomado, retrocediendo un par de pasos. El moreno miró el oscuro estuche en perfectas condiciones, en su cabeza solo se maquinaba la posibilidad de que esto fuese irreal. El violín de su padre estaba ahí.

Avanzó solo lo suficiente y apoyó el estuche en el pecho del profesor, forzándolo a tomarlo para que éste no cayera.

—¿Por qué…?

—No tengo tiempo para llevarlo a mi dormitorio, tengo clase —aclaró mientras se aseguraba de que no iba a intentar devolvérselo—. Sería extraño pasearme con él por el campus, así que vendré a buscarlo más tarde.

—P-pero no creo que quieras que te lo entregue en clase… —dijo confundido.

—Nunca dije que me lo darías aquí. Si realmente quieres dármelo, lo iré a buscar al salón de música por la noche —reveló y alzó una mano con la intención de acariciar su mejilla, pero en lugar de eso solo acomodó uno de los rebeldes rizos tras su oreja con delicadeza—. Lo has cuidado diez años Wild, unas cuantas horas no harán la diferencia. Nos vemos en clase.

Y dicho esto, finalmente se dirigió a la salida con una mano en sus bolsillos. No vio la reacción del profesor, pero tampoco quería hacerlo, ya era suficiente lo que rondaba en su cabeza los últimos días.

Además, Sebastian sabía que no había citado a Wild en el salón de música por el violín. Lo único que quería era evitar el encuentro con Armand.

Pero lo que aún no encontraba, era una explicación para el extraño cosquilleo que sentía en los dedos después de haber tocado al profesor.

~*~

Después de pasar cada clase evitando a cualquier persona y comportándose más antipático de lo habitual, Sebastian se quedó pensando detenidamente en lo que debería de hacer. Porque lo que quería, cada vez sonaba más descabellado.

Estaba a unos minutos de terminar la última clase y no podía dejar de mirar hacia la ventana. Se puso a repasar mil veces la reacción que tuvo al leer el mensaje y se preguntó otras cien por qué aquello le había afectado tanto. La respuesta más obvia no le gustaba, pues le parecía una locura sentir celos de alguien, ¿y por ese profesor? Era imposible. Tal vez estaba molesto porque Wild jamás cambiaría, y Sebastian conocía esa parte de él que no le mostraba a cualquiera. O al menos eso pensaba. ¿Qué tan diferente era cuando se acostaba con sus otros estudiantes? ¿También tenía esa máscara de seductor sumiso? ¿O llegaba a enseñarles esa sonrisa que siempre trataba de esconder?

No le gustaba la respuesta a ninguna de las preguntas, sin importar la que fuese. Y peor aún, detestaba estarse haciendo ese tipo de cuestionamientos. ¿A él qué le importaba? Se sentía con el deber de ayudarlo, sí, pero no quería involucrarse en su vida personal. Por ejemplo, con Ethan sentía el peso del valor moral por ser casi su hermano, haría cualquier cosa por él. En cambio con Wild no encontraba un verdadero motivo para hacerlo, incluso su presencia debía de ser difícil de afrontar para él.

Otro Lebrant había aparecido en su vida, por accidente y en distintas condiciones. Sebastian podía ponerse en su lugar e imaginar lo que sentía, pero eso no era suficiente. Quería resolver algo y no sabía lo que era.

Desde que dejó su departamento la última vez, había decidido que lo mejor era alejarse, por el bien de Wild. Estaba muy dañado por su pasado, era capaz de recordarlo como si hubiese sucedido ayer y Sebastian no sabía si tenía el poder para reparar algo como eso. Al menos no cuando él era el constante recuerdo de esa herida.

Wild le había dicho que no eran parecidos, pero si Sebastian le hacía recordar a Vicent por lo menos un poco, entonces haría hasta lo imposible por apartarse. No quería ser la sombra de alguien cuyo recuerdo estaba matando al profesor.

El timbre que daba fin a la clase lo asustó, dando un respingo en su lugar cuando escuchó ese aburrido tono. Tendría que re-leer el tema el fin de semana si quería sobrevivir. No era una persona distraída, pero cuando le sucedía, era imposible que recordara una sola palabra.

—Sebastian, ¿tienes un momento? —lo sorprendió una voz cuando se asomó al pasillo.

—¿Simon? Creí que a esta hora ya estabas en la fiesta del edificio oeste —dijo extrañado el moreno al ver al chico, aunque éste se veía cansado.

—Olvídalo, después de arquitectura solo quiero dormir —explicó haciendo un ademán con las manos para restarle importancia—. Quería ponerte al día aprovechando que estamos solos. Ethan trató de revelarme lo de… bueno, ya sabes, su “caso especial” —bajó la voz mirando hacia otra parte, cerciorándose de que nadie los escuchaba—. Le dije que lo sabía desde el principio, no vi el caso en mentirle. Así que si te comenta que ya lo sé, tú sorpréndete o algo…

Sebastian asintió ligeramente, aliviado porque no tuviese que ocultar más esa información.

—¿Y por qué te lo dijo? Es un alivio, pero Ethan no te lo diría a menos que fuese absolutamente necesario.

—Es que lo fue —aseguró pasándose una mano por el cuello—. Darrell Bloom nos está dando problemas otra vez, pero eso es una larga historia y todo está bajo control por ahora. ¿Te importa si te lo digo con detalle mañana? De verdad estoy muriendo de sueño. Solo quería decírtelo por si te encuentras con Ethan esta noche.

—Claro, descansa Simon, y gracias —lo despidió el más alto y le revolvió el cabello con una mano antes de dejarlo ir en camino a los dormitorios.

Sebastian siempre supo que Simon era consciente de la beca de Ethan. De hecho, el chico se lo había preguntado directamente porque no quería asustar al casi-rubio diciéndole que había hecho un poco de investigación, pero confiaba plenamente en él. Simon se había ganado esa confianza lentamente, incluso para ayudarlo a cuidar de Ethan.

Aunque no hay forma de proteger a caperucita si se enamoró del lobo.

Hizo una mueca al recordar la relación de su amigo con un profesor. Se repetía a sí mismo el “no te entrometas” como un mantra, pero a veces solo quería encerrar a Ethan en su habitación para siempre, lo veía como el inocente animalito que sería devorado si daba un solo paso hacia el exterior. Eso podía atribuirse a que lo dejó de ver por tantos años, que para él seguía siendo un niño.

Sin embargo, incluso Sebastian era consciente de que atosigarlo solo provocaría que el de ojos verdes se apartase, por lo que optaba por fingir que no sabía nada y que todo estaba como siempre. Y a pesar de que intentaba no pensar en ello, se preguntaba de dónde había sacado tanta seguridad Ethan para afirmar que amaba a alguien que a penas conocía. Tal vez hubiesen pasado más tiempo juntos del que pensaba (y no le interesaba imaginarlo) pero aún con todo el tiempo del mundo, le inquietaba saber cómo es que la gente podía hablar del amor tan fácil.

Algún día te enamorarás, y espero de todo corazón que sea de alguien a quien no soportes, así entenderás lo difícil que es hacerlo.”

Sebastian tensó la mandíbula sin darse cuenta. ¿Él? ¿Enamorarse? La posibilidad no era nula, pero tampoco era de su agrado. Además, encontrar a alguien que soportase su carácter ya era complicado. No era una persona fácil de manejar.

De alguna forma al pensar en su carácter difícil recordó al profesor Wild y lo que le había contado acerca de sus épocas de estudiante. No podía imaginárselo con claridad, sin los largos rizos y de personalidad agresiva, rebelde e intolerante. ¿Cómo hubiese sido conocerlo en ese estado? ¿Lo hubiese odiado más? ¿O tal vez hubiese sentido más empatía por él?

Preguntas sin respuesta ni sentido, las que más odiaba.

 Cuando llegó al pasillo que revelaba el salón de música, una extraña sensación lo recorrió al ver las luces del salón encendidas y la puerta entreabierta.

Wild había preferido venir.

Apresuró el paso hasta el lugar, por alguna razón su pulso estaba tan inquieto como él y quería ceriorarse de que no era su imaginación que el profesor estuviese en el salón.

Pero justo antes de abrir completamente la puerta, el ruido y las voces que provenían de adentro lo dejaron paralizado.

—¡Suéltame…!

 

[—Jeremy Wild—]

—Minutos antes en el salón de música—

El estallido de una de las cuerdas de la guitarra casi lo mata del susto. Jeremy maldijo en voz alta y se vio obligado a sacar otra del paquete que había llevado consigo. Era la tercera que rompía esa noche.

—Concéntrate Jeremy, pareces idiota… —se dijo a sí mismo.

¡Todo era culpa de Wayne!

Toda la mañana había estado cometiendo errores. Tiraba botes de pintura, fallaba en los bocetos, guiaba mal a la orquesta. Llegó al punto de tener que pedirles a los chicos un descanso y los dejó practicar por su cuenta argumentando que no se sentía bien. La verdad es que su mente no dejaba de repetir una y otra vez la escena de esta mañana, y luego el chico le había dicho que lo vería esta noche. ¿¡Quién podía pensar coherentemente después de escuchar eso!? A simple vista parecía cualquier cosa, pero era Sebastian Wayne, el chico que jamás creyó que tendría la iniciativa de decir algo como eso después de lo que ocurrió entre ellos.

El rubio se sentía increíblemente nervioso, era la primera vez que se encontrarían en este lugar… con las luces encendidas, y siendo conscientes de quién era cada uno. Los pensamientos de Jeremy no trabajaban correctamente cuando recordaba que su ángel violinista y Sebastian eran la misma persona. Al principio se había sentido traicionado, es cierto, pero después de asimilar que el chico jamás lo había hecho con afán de burlarse…

Y luego recordar la vez que había tocado para él a solas… y el momento en el que lo abrazó…

“Sebastian jamás, escuche bien, JAMÁS ha dejado que alguien lo escuche tocar el violín”.

Incluso habían dormido juntos.

Nuevamente la misma maldita cuerda que ajustaba se reventó sobresaltándolo. La cuarta. La cuarta que rompía. A este paso se acabaría la reserva de cuerdas, esto no servía de nada. Se levantó y dejó la guitarra sin arreglar en su respectivo lugar, acariciándose uno de sus mechones rubios y enroscándolo entre sus dedos con nerviosismo.

Sebastian lo hacía sentir extraño. Y tenía la sensación de que ya había vivido algo como esto antes, pero una parte de su cabeza se negaba a revelarle lo que era, tal vez porque no era una buena idea descubrirlo. Su personalidad odiosa quedaba como el menor de sus defectos después de haber visto lo dulce que podía llegar a ser. Ahora no había un solo día en el que Jeremy no recordase la noche que estuvieron juntos, e incluso cuando le dijo “feliz cumpleaños” se había sentido rebosante de dicha.

Pero cuando recordaba que era un Lebrant… algo se detenía. Es como si su apellido fuese el freno para que sucediese algo dentro de él. Enterarse de que estaba relacionado con Vicent lo hacía sentir triste… porque temía que ese fuese el motivo por el que ahora veía a Sebastian de forma distinta.

No quería compararlos. Odiaba hacerlo. Quería que fuesen personas desconocidas, quería que Sebastian no fuese un Lebrant.

“¿Y si él no fuera un Lebrant, qué harías?”

Las palabras de Byron le taladraron el cerebro y se vio obligado a sacudir la cabeza.

Se acercó al estuche de terciopelo sobre el escritorio y lo acarició con lentitud mientras suspiraba. Extrañamente estos días había recordado a Vicent menos de lo habitual, pero cuando lo hacía, no le dolía tanto pensar en ello.

Una noche se había preguntado: Si Vicent estuviese con vida, ¿qué tipo de cariño sentiría hacia Sebastian? ¿Uno fraternal? ¿O el que siente ahora?

Ciertamente ahora le tenía mucho aprecio por todo lo que había hecho por él, sin contar que había estado prácticamente enamorado de su forma de tocar desde el principio.

Enamorado.

—Es gracioso… nunca creí volver a usar esa palabra en mí mismo —murmuró al abrir el estuche y contemplar con un nuevo cariño ese violín.

Ese Stradivarius había pertenecido a muchos Lebrant, y de todos ellos, había amado al último dueño. Mientras que el anterior a ese engendró al que sería el definitivo.

Estaba seguro de que estaba haciendo lo correcto. Nunca creyó conocer a Sebastian en persona, pero recordaba lo mucho que hablaba Vicent sobre él, adoraba con locura a ese niño y de vez en cuando había sentido celos de él.

Era irónico que ahora fuese el único que lo estuviese viendo crecer.

De esa forma llegó a la conclusión de que debería devolvérselo a su dueño, y a pesar de que a una parte de él le dolería ver desaparecer ese violín, sentía que se liberaría de esas cadenas que lo ataban al constante recuerdo de Vicent. Por primera vez quería avanzar.

Y así tal vez algún día…

El ruido de un mensaje entrante en su celular lo interrumpió. Lo miró pensando que probablemente sería Byron, pero solo era otro de Armand.

Ni siquiera lo leyó, simplemente lo borró y se mordió el interior de la mejilla en un gesto de fastidio. Ese chico había estado llamándolo todo el día, estaba a nada de cruzar la línea del acoso y Jeremy ya no lo soportaba. En la mañana tuvo un ataque de pánico cuando Wayne tomó posesión de su celular, todas sus llamadas estaban ahí, no quería que se hiciera a la idea equivocada.

En realidad Jeremy no recordaba cuándo fue la última vez que se acostó con alguien, y hasta hace unos meses lo máximo eran tres días.

Probablemente antes hubiese aprovechado este arranque de necesidad que parecía sufrir Armand, pero desde que Sebastian comenzó a convertirse en una presencia constante en su vida, lo último que pensaba era en tener sexo.

Esa necesidad física había desaparecido, porque la emocional comenzaba a compensarle.

Miró la hora y se dio cuenta de que todas las clases debieron haber terminado hace diez minutos. Se mordió el labio y una sonrisa tonta nació al pensar que Sebastian estaría aquí en cualquier momento.

¿Será que ahora pudiese pedirle que le mostrara una pintura? Aún deseaba verlo pintar con todas sus fuerzas, pero con ver uno de sus verdaderos trabajos se conformaba.

Escuchó la puerta de entrada abrirse y su extraño nerviosismo aumentó tanto que no quiso alzar aún el rostro para mirarlo.

—Creí que llegarías más tarde… —dijo simplemente, a punto de sacar el violín de su lugar.

—No creí que me estuvieses esperando —respondió una voz muy diferente a la que esperaba.

El rubio alzó el rostro de golpe, mirando a Armand con una mezcla de sorpresa e irritación. Frunció el ceño casi por instinto y cerró de golpe el estuche de forma protectora.

—¿Qué haces aquí? —inquirió en un tono más rígido.

—Oh ¿esperabas a alguien más? Que inoportuno soy —respondió sin dejar de avanzar en su dirección—. ¿Tu nuevo juguete está en camino, Wild? No pudiste haberte cansado de mí tan fácilmente.

—Lo hice. No eres lo suficientemente bueno Armand, ni tú ni nadie —declaró el profesor con un aire arrogante—. Deja de arrastrarte con llamadas y mensajes, eres un fastidio. Te dije que no repetiría con nadie, y tú no eres la excepción.

—Que frío eres Wild —manifestó falsamente dolido—. Pero no estoy dispuesto a irme sin algo que me complazca, apuesto a que tú también lo necesitas.

Jeremy se alejó de los instrumentos por miedo a que Armand pudiese dañarlos, el castaño comenzó a acercarse peligrosamente mientras el rubio solo retrocedía tratando de hacerlo entrar en razón.

—Aléjate y vete de aquí, en este lugar puede entrar cualquier persona y ya te dije que no me interesa nada que tenga que ver contigo.

—A esta hora está prohibido entrar a este lugar, pero parece que tú ya esperabas a alguien —alegó ladeando ligeramente la cabeza y acercándose hasta forzar un agarre a la cintura de Jeremy—. ¿Por qué no solo nos divertimos mientras llega? También podría unirse a nosotros si eso es lo que te importa…

—¡Suéltame…! —exigió el de rizos poniendo ambas manos en el pecho del chico en un intento por alejarlo—. ¡Tienes tres malditos segundos para soltarme, Armand!

—¿¡Por qué debería!? Si esto es lo que te gusta, Wild.

—Uno…

Las manos de Armand se pasearon de arriba hacia abajo por la espalda de Jeremy mientras acercaba sus labios y besaba su cuello.

—Dos…

Asqueroso. Jamás había sentido tanta repugnancia por el tacto de alguien, y jamás le había dado tanto asco ser acariciado de esa forma.

—Es la última vez que te lo digo, suéltame… —masculló el rubio apretando los dientes.

—¡Te quejas cuando la primera vez lo disfrutaste! Haz lo que sabes hacer y gime como una cualquiera.

—Tres.

Alzó la rodilla con una fuerza desmedida y golpeó la entrepierna de Armand. El chico aulló de dolor mientras se cubría con una mano, pero Jeremy ni siquiera lo dejó respirar, lo tomó de los hombros y con el puño derecho le golpeó el estómago. No permitió que cayera al suelo, empujándolo hasta hacerlo topar con el escritorio y estampó con fuerza su mejilla en la madera al tomarlo por el cuello. Con la mano libre tomó una de las suyas y la torció tras su espalda, inmovilizándolo por completo mientras el castaño luchaba y se retorcía inútilmente entre quejidos. Jeremy se acercó lentamente a su oído.

—Si vuelves a tocarme, acosarme o buscarme, juro que ni siquiera en el hospital sabrán lo que te sucedió —amenazó de forma sombría—. Una sola palabra de esto o de lo que ocurrió entre nosotros, y no creo que vivas lo suficiente para terminar de contarlo. Lárgate. Ahora.

Él era una persona violenta por naturaleza, que ahora actuase diferente no quería decir que había olvidado por completo quién era.

Cuando lo soltó, el chico asustado se alejó lo más rápido que su cuerpo herido le permitió. Jeremy se llevó una mano al cuello, clavando las uñas en el lugar donde lo habían tocado para quitarse esa sensación. Le daba asco.

Se daba asco a sí mismo.

¿Cómo pudo acostarse alguna vez… con una persona tan repulsiva?

—¡Muévete! —gritó Armand a alguien que estorbaba su camino y finalmente salió del lugar.

Cuando Jeremy vio de quien se trataba, su corazón se detuvo.

Wayne.

Acababa de entrar al salón y miraba a Jeremy horrorizado.

La puerta se cerró lentamente, y ninguno de los dos se movió en ese lapso de tiempo.

¿Por qué? ¿Por qué él tuvo que ver ese lado de Jeremy? Como la vez que Vicent lo miró a mitad de una pelea, pero le dolía más este rostro horrorizado que si hubiese repetido aquel decepcionado.

Jeremy sentía que todo había desaparecido de su cuerpo. No quería que las cosas fuesen así, no cuando parecía que podían llevarse bien. ¡Cuando finalmente se habían acercado tanto!

—W-Wayne no… no es lo que crees… —murmuró con un nudo en la garganta, acercándose lentamente, temeroso de que se alejara—. N-no quise…

Quiso seguir hablando, quiso explicarle, pero las palabras ya no salían de ninguna parte. Ni siquiera pudo seguir avanzando, se quedó a unos escasos pasos de él, pero Sebastian lo seguía mirando tan… frío.

Bajó la mirada y sus manos se convirtieron en puños frustrados. Su silencio decía mucho más de lo que pudieron haber explicado sus palabras, y Jeremy se sentía tan enojado, tan impotente, que un par de lágrimas surcaron sus mejillas y frunció el ceño con frustración.

—¿Por qué lo permitiste…? —preguntó el moreno.

Jeremy lo miró confundido y dolido.

—¿¡Por qué demonios permitiste que alguien así te tocara!? —exclamó tan enojado que Jeremy fue quien se asustó esta vez—. ¿¡Es que no pudiste golpearlo antes!? ¿¡Qué demonios pasaba por tu cabeza, Wild!? ¿¡Donde está tu sentido común!?

—N-no… lo sé…

Sebastian lo tomó del brazo y tiró de él para acercarlo hasta hacerlo chocar contra su cuerpo, tomó su rostro con ambas manos y lo miró con una preocupación que jamás había visto.

—Eres un idiota, Wild.

Los hombros y las manos de Jeremy comenzaron a temblar, no pudo contenerse más y abrazó a Sebastian con fuerza, ocultando el rostro en su pecho para llorar libremente como un niño. Se aferró a él con ímpetu ante el miedo de perderlo, no quería que lo odiara, ahora sabía que no soportaría que lo tratase como lo había hecho al principio. Ya no quería miradas frías ni charlas distantes, quería a Sebastian como no creyó querer a alguien nuevamente.

Lo quería para él, aunque eso fuese imposible. Porque él no lo miraba de la misma manera.

Los brazos de Sebastian lo estrecharon hasta hacerlo sentir seguro, y las manos que habían tomado su rostro ahora acariciaban su cabello, aunque se enredaba con facilidad entre los rizos.

—Voy a enojarme si sigues llorando así por él. Debiste golpearlo mucho antes…

—¡No es por él, idiota! —aclaró alzando el rostro para mirarlo—. Creí… creí que me odiarías por haberme visto así. Me asusté… ante la idea de perder lo que había logrado contigo…

El moreno se mostró sorprendido antes de juntar las cejas en un gesto preocupado.

—¿Por qué… creerías eso?

—¡Porque esto no es lo que quiero que veas de mí! —exclamó alarmado—. Ya sabes demasiado de mis defectos… no quería que vieras uno más…

—¿Por qué te importa tanto lo que piense de ti? —preguntó en voz baja.

—Tú estás ciego, Sebastian… —musitó el profesor sin dejar de mirarlo—. Eres tan importante para mí que duele.

Cerró los ojos con un par de lágrimas cayendo al hacerlo y soltó el abrazo, colocando ambas manos en su pecho.

—Daría mi vida por no haberme enterado de que eres un Lebrant —confesó con la voz rota—. De esa forma podría decirte que acabo de entender que estoy enamorado de ti. Hace un momento sentí que iba a morir al pensar que te alejarías nuevamente… pero tengo miedo de que pienses que todo esto es porque reviviste los recuerdos de Vicent. No tienes idea de cuánto me gustaría decir que te quiero… pero no puedo seguir así.

Sebastian tomó sus muñecas y el rubio creyó que las apartaría como siempre lo había hecho, pero no fue así.

—¿Qué amabas de Vicent?

Jeremy no entendía la pregunta.

—Su paciencia… su dulzura.

—¿Y de mí?

—No lo sé.

—Eso es porque tengo más defectos que él, pero son los mismos que tienes tú —explicó llevando la mano a acariciar la mejilla del rubio suavemente—. Vicent te amó desde el principio, yo te odié. Él vio tus cualidades, yo vi tus defectos. Él te convirtió en lo que eres ahora… y yo prefiero lo que queda bajo esa máscara perfecta. Te odiaba por hipócrita, Wild. Pero si desde el primer día me hubieses insultado o golpeado de esa forma, probablemente ahora no tendría que pensar dos veces en besarte.

—¿De qué estás…? N-no lo hagas… eso no resuelve que seas un Lebrant —pidió suplicante.

—Ahí es donde estás equivocado. Soy Sebastian Wayne —dijo acercándose hasta rozar suavemente sus labios—. Y tú solo eres Jeremy Wild.

Cerró los ojos y la distancia entre ellos se desvaneció lentamente con sus labios. Las manos de Sebastian soltaron las suyas para posarse en su cintura mientras que las de Jeremy subieron a su rostro, acariciando sus mejillas mientras se dejaba llevar por el tiempo.

Los apellidos Evans y Lebrant murieron junto a Vicent. Sebastian tenía razón, tenían defectos en común. Los dos cambiaban la realidad a su conveniencia.

Él ahora solo era Jeremy Wild.

Muchos años habían pasado desde que verdaderamente sintió algo en un beso, pero con Sebastian… todo se sentía como si fuese la primera vez. El cosquilleo en el estómago, el rubor en las mejillas y las ganas de estar así eternamente.

El moreno rompió lentamente el beso y Jeremy lo vio sonreír. Era muy atractivo cuando lo hacía.

—¿Te das cuenta de lo que has hecho? —murmuró el rubio—. Acabas de besar al hipócrita que odiabas.

—Y tú al amargado que no soportabas —contraatacó—. Sé lo que hice, ya no hay vuelta atrás.

—Sigo esperando el momento de despertar para contarte el descabellado sueño en el que nos besamos —respondió antes de recibir otro beso—. Sebastian oficialmente eres gay.

—En tus sueños, Narciso.

Jeremy no pudo evitar reírse y el moreno se encargó de desaparecer la humedad de sus mejillas.

—Creí que no te gustaba… —confesó el de rizos mientras se sumergía en esos profundos ojos chocolate—. Intenté seducirte muchas veces ¿sabes?

—Lo lograste cuando dejaste de intentarlo —afirmó mientras deslizaba suavemente el pulgar por su labio inferior—. En realidad no estaba seguro de lo que quería hacer contigo o de lo que sentía, pero cuando vi… —no terminó la frase y tensó ligeramente la mandíbula—. Jamás había tenido tantas ganas de matar a alguien.

Jeremy bajó la mirada y tragó saliva. Aquello había sido su culpa por no haberle puesto un alto, no era la primera vez que alguien se obsesionaba con él de esa forma y pudo haberlo previsto, pero eso no podía decírselo a Sebastian. Él ya sabía que antes… se acostaba con cualquiera.

—Olvídalo ya, Sebastian… no fue nada —pidió bajando las manos a su pecho y dejándolas así.

Se acomodó apoyado en él y se quedó ahí, solo quería ser abrazado. Cuando recordaba lo repugnante que se habían sentido los besos de Armand, se estremecía. Era tenebroso saber que antes estaba acostumbrado.

—Wild… ¿de verdad tienes miedo de que pudiese convertirme en una sombra de Vicent?

Hubo un largo silencio antes de responder.

—No. Eres frío, arrogante, muy serio… tú eres tú. Nunca serás Vicent. Es por eso que puedo arriesgarme —declaró en voz baja—. Pero… me refería a que temía que pensaras que solamente eres un reemplazo.

Jeremy no sabía si Sebastian sonreía o no, pero sintió un tierno beso en la nuca y eso lo reconfortó. Se gustaban y lo admitían, internamente disfrutaban de los defectos del otro, pero ya tendrían tiempo de enamorarse apropiadamente. Por ahora, haber destruido ese muro que los dividía era suficiente.

—Si quisieras uno, ya lo habrías encontrado, y hubieses sido igual de miserable —dijo el moreno acariciando su espalda—. Es verdad que no quiero ser quien te recuerde a Vicent… pero tú estás preocupado por lo mismo, somos nosotros quienes lo estamos metiendo en el medio, no él.

El rubio suspiró asintiendo, se separó del abrazo y tomó la mano de Sebastian.

—Veniste por tu violín, déjame dártelo —anunció mientras lo llevaba con él hacia el escritorio, donde se encontraba el estuche descansando tranquilamente.

—En realidad… —comenzó a decir Sebastian resistiéndose al avance y Jeremy se vio obligado a voltear a mirarle—. Vine a rechazarlo apropiadamente.

—¿Perdón? —inquirió sin dar crédito a esa respuesta.

—Primero escúchame —le ordenó al ver que estaba a punto de sacar mil argumentos en contra—. ¿Sabes por qué mi padre le dio ese violín a Vicent?

El profesor negó con la cabeza, y Sebastian sonrió.

—Él decía que para ser un buen violinista, debías tener un violín propio. De alguna forma te acostumbras a él y con el paso del tiempo te conviertes en el único que puede tocarlo correctamente —relató retomando el paso—. Mi padre no me dio su violín… porque él hizo el mío con sus propias manos.

Jeremy debió verse increíblemente sorprendido porque Sebastian se rió al ver su expresión. Debía admitir que se ruborizaba cuando sonreía o reía, porque era difícil verlo así. Estaba acostumbrado a esa cara de póker que le decía “me importas tanto como las hormigas en el suelo”.

—P-pero… es un Stradivarius —trató de exponer como si aquello fuese la clave de todo.

—Sí, pero es el que le perteneció a cada generación de los Lebrant, probablemente es más viejo que la universidad —le contó mientras soltaba su mano para abrir el estuche y sacar el violín.

—¡Me estás dando la razón! Debería de ser tuyo.

—Vicent te lo dio a ti.

—Yo te lo quiero dar a ti.

—Entonces que sea de los dos —ofreció llegando al punto medio y el profesor no pudo protestar.

—¿Cómo se supone que va a ser de los dos…?

—A ti te recuerda a Vicent, a mí a mi padre —dijo acariciando las cuerdas con los dedos—. Y estamos juntos. ¿Por qué sería imposible?

—¿Y si llegas a terminar conmigo porque Narciso se ama tanto que no se puede enamorar? —bromeó.

—Pelearemos por su custodia —respondió volviendo a hacer reír a Jeremy.

—No será necesario, Narciso te prefiere a ti —aseguró alzando los brazos para rodear el cuello de Sebastian.

El moreno lo besó despacio, llevándolo a disfrutar cada segundo que pasaba unido a sus labios. Un extraño ruido en la entrada los hizo sobresaltar a ambos, pero solo había sido el aire azotando la puerta. Ahí el rubio se dio cuenta de que en este lugar aún podía venir alguien de improvisto, no quería otro incidente con alguien como Armand.

—No creo que sea buena idea quedarnos aquí mucho tiempo… —comentó el otro como si le hubiese leído la mente.

Jeremy se aferró a él en un posesivo abrazo y habló contra sus labios dejando pequeños besos entre cada palabra.

—Pero no quiero que te vayas… ¿Y si mañana actúas como si nada hubiese pasado? —inquirió asustado por esa idea—. Quédate conmigo, Sebastian.

El chico gruñó al escucharlo suplicar de esa forma, haciéndose el difícil pero a fin de cuentas devolviéndole los besos.

—Supongo que una vez más no me matará… —accedió rodando los ojos, pero consiguió un largo y demandante beso por parte del rubio—. ¿Cómo se supone que explique mi desaparición esta noche?

—Con la verdad —le advirtió Jeremy—. Si no le dices a Ethan sobre esto, no va a perdonarte. Te lo dice alguien que sigue enojado con quien hizo lo mismo.

El moreno se inquetó un poco por esa respuesta, pero Jeremy lo tranquilizo al tomar su rostro con ambas manos.

—Todo estará bien, siempre podemos recurrir al chantaje. Es la ventaja de que tu mejor amigo salga con el mío.

Sebastian se rió ante esa idea tan tentadora, besó la frente de Jeremy y regresó el violín a su lugar, llevando el estuche consigo.

—¿Esta vez vendrá el violín con nosotros? —inquirió el rubio alzando una ceja.

—Es tu turno de tocar para mí.

Notas finales:

Al fin el amargado y Narciso lograron lo que querían (y necesitaban) Ya pueden estar en paz los amantes de este ship. Oficialmente es canon. 

Tardé mucho escribiéndolo porque es muy largo... y cuando digo largo, me refiero a que subiré la segunda parte la próxima semana. Esto es para olvidarnos un poquito de los secretos y esas cosas del diablo, disfruten lo que viene, lo van a necesitar.

Y por otro lado, también tardé por estar trabajando en una nueva historia (sí, les voy a hacer spam) la podrán ver el 14 de febrero, el día de los cursis. (Si me siguen por twitter, ya sabían esto y ya vieron un pedazo de la portada). Quería hacer algo de acuerdo a la época y destrozar una leyenda de San Valentín. Y si eso no es motivo suficiente para leerlo, les daré un premio si descubren quién va a salir en ella, lo arrastré de esta novela a la otra.

Gracias por seguir leyendo, y por comentar (aunque últimamente me castigan y ya no lo hacen como antes (con sus excepciones)... </3 gracias, eh? -sarcasm-)

¡Nos vemos el siguiente capítulo!

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