Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

The Teacher por MMadivil

[Reviews - 157]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Tocó un par de veces a la puerta de la habitación con la que estaba vagamente familiarizado, solo había estado aquí una vez y no hace mucho, cuando la suerte de Luke tambaleó y éste se vio obligado a internarse en este lugar. La unidad médica era mucho más completa de lo que aparetaba la fachada del edificio, pero se comprendía que la universidad solo tenía este lugar por parámetros obligatorios, no necesitaban un hospital completo. Además, tenían muy buenos médicos gracias a los egresados de medicina que deseaban quedarse a terminar su pasantía.

Recordaba haber leído en el reglamento, meses atrás, que en caso de un accidente de gravedad, el alumno sería inmediatamente transferido al TMA, la “Torre Médica de Averville”: El complejo médico más grande, actualizado e irremediablemente costoso con el que contaba la ciudad. El seguro de la universidad cubría todos los gastos, por supuesto. Pero le había parecido decepcionante saber que solo un número limitado de personas tenía ese lugar al alcance, y al mismo tiempo, el afortunado de poder ser una de ellas.

Recuerdos mundanos que aparecían vagamente en momentos como este.

Simon fue quien abrió la puerta, su semblante preocupado fue el primero en recibir a Ethan, pero éste no le dio tiempo a hacer más preguntas de las necesarias.

—¿Ethan? ¿Estás bie-…?

—¿Cómo está Darrell?

Su amigo suspiró pesadamente ante esa evasiva, cerró la puerta a sus espaldas y permaneció con el de ojos verdes en el pasillo. Ethan no comprendió en su totalidad esa expresión.

—¿Simon…?

—Logramos despertarlo cuando llegamos a la enfermería, pero no hubo mucha diferencia a lo que viste en el aula… —habló en voz baja, como si con cierta discreción pudiese mantener algo de respeto por lo ocurrido—. Apenas y pudo articular una palabra, lo único que hizo fue vomitar hasta quedar inconsciente otra vez. El médico lo llamó “estrés”.

—¿“Estrés”? ¿Cómo puede llamarlo solo-…?

—Dije que así lo llamó, no que de eso lo estaban tratando —aclaró antes de que el otro pudiese seguir objetando, apoyándose en la ventana que permitía ver el resto de los edificios de la universidad—. Debes entender una cosa, lo único que tenemos que hacer en este lugar es decir que somos estudiantes de Byron. Es la instrucción que nos dio si algún día ocurría algo como esto, los detalles no nos incumben.

El casi rubio sintió una punzada a la más mínima mención de ese nombre y miró su reflejo en la ventana, tragando saliva al ser golpeado por la naturalidad de Simon al hablar. Patético al saberse ajeno a dicha información por tanto tiempo, feliz a costa de todos los demás de forma inconsciente.

—¿Él los preparó para algo como esto?

—Siempre decía que si hacíamos algo mal, las consecuencias nos traerían aquí, es un hombre muy precavido —explicó de forma desinteresada, echándole una mirada de pies a cabeza al menor de los dos—. ¿Qué sucedió…? En el aula… todos temíamos que te hiciera algo. ¿Estás bien?

—¿“Todos”?

—Sí. Lo primero que hizo Darrell al despertar… fue preguntar por ti.

Esa información rompió el muro de defensa que había levantado al salir de su dormitorio hecho un desastre. Tal vez no por completo, pero sí logró captar su genuina atención.

—¿Por qué…? ¿No fui solo su conejillo de indias? —inquirió inseguro, frunciendo ligeramente el ceño.

Simon tardó, tal vez demasiado, en responder. Como si él mismo no pudiese creer las palabras que saldrían de su boca. Prácticamente tuvo que escupirlas.

—Dijo que le cortaría la cabeza a Luke y Bruce si algo te sucedía por haberte dejado solo con… —tensó la mandíbula y lo miró con un especial y preocupado brillo en la mirada. Ese que le había dedicado desde que salió de la habitación—. ¿Te hizo algo…?

Ethan sabía que no podía escapar de esa pregunta para siempre. ¿Pero qué le diría? ¿Que le había roto el corazón haber descubierto que al amor de su vida abusaba de sus estudiantes? ¡Pero que patético era su dolor! Patético en comparación a los estragos en la mente de cada una de las personas en el aula que ahora tenían que luchar contra los recuerdos de un Byron distinto, de un monstruo. ¿Y él que tenía? Recuerdos preciosos. Opacados ahora, pero fueron preciosos en su momento. O tal vez aún lo eran, pero no había aprendido a procesarlo. Aún no sabía hacia dónde iban dirigidos sus sentimientos, solo se estaba dejando llevar por la rabia y el dolor en ese momento, ignorando el resto de emociones igual de caóticas que le pedían a gritos que les prestase atención. El amor era un ejemplo.

—Supongo que nada… —concluyó en un murmullo, mirando nuevamente hacia la puerta—. ¿Dijo algo más?

—No mucho. Preguntas al par de idiotas que no entendí, pero eso fue todo.

Ethan asintió, abrazándose a sí mismo sin darse cuenta, mirando el pomo de la puerta como si intentar abrirla fuese otro error descomunal.

—¿Por qué nunca nos dijiste nada…? —preguntó de repente, sorprendiendo a Simon—. Tal vez no a mí… eso lo entendería. Tal vez a Sebastian, son amigos desde hace tiempo… —y aunque hablaba de forma confusa, esos apesumbrados ojos verdes miraron a su amigo con bastante dolor—. Tú también tomaste lecciones con Byron… ¿cierto?

El castaño juntó las cejas en un gesto culpable, bajando la mirada para afirmar lo que Ethan había dicho. Llevó las manos a sus bolsillos y se tomó otro infinito minuto para responder.

—No puedo —reveló finalmente, apretando los labios con frustración—. En realidad, nadie puede. Y no es que no lo desee, simplemente… —el castaño sonrió un poco, como si todo este tema fuese una ironía—. Byron nos prohíbe hacerlo. Es… solo no puedes hacer nada que él te haya ordenado que no hicieras. Incluso ahora, se siente como si estuviese cometiendo un delito.

—Creo que no te entiendo…

—N-no sé cómo explicarlo… es más… como las secuelas de un trauma —trató de hacerse entender, pero no encontraba las palabras correctas, ni la forma de expresarlo. Es más, ni siquiera Simon sabía con certeza lo que era—. No puedo ponerlo en palabras. Solo sé que cuando sales de ahí, es como si Byron se quedase con una parte de ti, una de la que ya no tienes control.

El casi-rubio se acercó sin pensarlo, colocando ambas manos en los hombros de Simon mientras lo miraba a los ojos.

—No sabes… cuánto lo siento… y si pudiese haber ocupado tu lugar o haber hecho algo, entonces yo…

—No lo digas. No te atrevas a desear haber estado en mi lugar, Ethan —dijo frunciendo el ceño, tomando sus muñecas para tranquilizarlo antes de apartarlas—. Tú no mereces algo como eso, y no sabes cuánto me alegro de que no te haya elegido.

—¿Y tú sí la mereces? ¿Cuál es la diferencia entre nosotros dos? ¿Una estúpida suma de dinero? Sigues siendo humano, Simon… y eres de las mejores personas que he conocido. Tú también eres mi mejor amigo…

A Simon pareció haberle atravesado el alma con esas palabras, pues en el fondo él había visto su amistad como algo más superficial para Ethan. Nunca tan profundo como la relación que mantenía con Sebastian, y aunque sabía que era porque aún se estaban conociendo, el sentirse parte de ello lo llenó de una calidez a la que no estaba acostumbrado.

—Gracias Ethan… —susurró antes de que el ruido de unos pasos irrumpiese en el eco del pasillo. Simon se frotó los ojos con una mano para recobrar la compostura y le dio la espalda a quien estuviese a punto de encontrarse con ellos.

—Collins… —escuchó decir a Bruce justo cuando se dio la vuelta, al parecer Luke lo había acompañado.

Ambos tenían bebidas de la máquina expendedora en sus manos, y por muy extraña que fuese la escena, Luke le tendió una bebida a Simon y éste la aceptó sin pestañear en cuanto se dignó a mirarles.

—De haber sabido que estarías aquí te traíamos algo —dijo un Bruce irreconocible hasta para Ethan, sereno y sin ese ceño fruncido al que tanto se había acostumbrado.

—Estoy bien… de todas formas no creo que pueda tener algo en el estómago, pero gracias —no quería ser grosero incluso ante extrañas muestras de amabilidad, pero ni así consiguió sonreír—. ¿Ustedes están bien?

Luke se limitó a asentir en silencio, su garganta aun debía dolerle demasiado como para entablar una conversación normal, pero al menos Ethan hacía un esfuerzo para comprenderle. El otro, quien ahora era una bestia muy relajada, se encogió de hombros.

—¿Qué hay de ti? No creímos que te fuera posible salir por tus propios pies de ese lugar. Estábamos preparados para visitarte en una de estas habitaciones.

—Al parecer todos pensaban lo mismo…

—¿Te hizo algo? —inquirió Bruce sin rodeos.

Ethan se limitó a negar con la cabeza, no había necesidad de tantas explicaciones con ellos.

—¿Creen que Darrell se recupere pronto…? Él se veía…

—Quebrado. Lo sabemos —continuó Bruce, mirando su bebida hasta que un gesto de confusión se formó en su rostro—. Pero nunca había visto algo así… ¿Les había hecho algo parecido antes? Byron. En sus lecciones. Lo de… la venda.

—¿Qué quieres decir…?

—A ninguno de nosotros le había vendado los ojos, en ninguna lección —coincidió Simon, mirando pensativo a Luke—. Ni siquiera a ti, ¿cierto? —éste solo negó con la cabeza, igual de confundido que los otros dos.

—Entonces… ¿están diciendo que lo que le hizo a Darrell estuvo fuera de lo normal?

—Sí. Inclusive la lección fue a plena luz del día, no lo entiendo —Bruce miró a Luke y éste concordó inmediatamente—. No sabemos qué hizo, pero fue gracias a eso que pudimos encontrarte a tiempo para llevarte hasta ahí.

Ethan parpadeó un par de veces y la memoria del motivo por el cual había abierto esa puerta, se hizo presente. Se había olvidado de todo lo que había ocurrido antes de eso, y ahora que lo había mencionado, tenía mil preguntas al respecto.

—¿Por qué a mí…? Es decir, de todos los alumnos, ¿tuve que ser precisamente yo? ¿Qué es lo que Darrell esperaba? —preguntó con desconfianza, mirando a esos dos antes de que Simon pusiese una mano en su hombro.

—Darrell siempre te ha visto como parte de su plan, y eso ya lo sabíamos todos —alegó la tranquila bestia antes de dar un largo trago a su bebida—. Pero desconocemos los detalles

—¿Pero entonces por qué tomaría tantas precauciones…?

—Ethan, tranquilízate. No lo sabemos.

—Pero…

—Ya te dijo que no sabemos. Si quieres sigue haciendo preguntas que no podremos responder —soltó con un pesado sarcasmo Bruce, quien también estaba molesto por no saber mucho más del tema—. Iré a ver que Darrell siga con vida, y tú no vayas a escaparte, idiota —le dijo a Luke antes de abrir esa puerta, terminando su bebida. El aludido solo puso los ojos en blanco.

Y aunque el casi-rubio hizo un disimulado esfuerzo por ver en el interior de la habitación, no consiguió divisar a Darrell ni un poco, el lugar estaba sumido en la penumbra y ésta se tragó la figura de Bruce muy rápido. Luke jugueteaba con su bebida entre los dedos, probablemente incómodo por la presencia de Simon, quien siempre fue muy abierto al expresar cuánto le disgustaba.

—¿Duele mucho, Luke? Tu garganta… —preguntó tratando de aliviar esa extraña atmósfera, recibiendo un avergonzado asentimiento en respuesta.

—Estarás así por unos días más… ¿cierto? —comentó Simon para sorpresa de ambos, dándole vueltas a su botella con una mano—. Lo siento, escuché lo que el médico te dijo después de atender a Darrell. La hinchazón en tu garganta debe sentirse peor que tragar clavos —finalmente abrió su bebida y murmuró contra la boquilla de ésta—. Y ese collarín debe estar asfixiándote tanto como ellos lo hicieron…

—Simon —alzó la voz Ethan antes de que el castaño pudiese proseguir. Para nadie era un secreto que Luke había terminado en el hospital por culpa de Darrell, aunque nadie se los hubiese afirmado, pero no era momento de discutir—. Luke… déjame preguntarte algo.

El de cabello oscuro esperó expectante, dándole pie a Ethan a proseguir. Inclusive Simon dejó de lado su actitud de fastidio para prestarles atención.

—Todos sabíamos que Darrell quería hundir a Byron desde el principio… eso no era un secreto. Pero todo lo que ha ocurrido… todo “esto” ¿lo planeó él? Es decir, el tomar esa lección para que yo pudiese encontrarlo… ¿estuvo dispuesto a pagar el precio de recibirla solo para tenerme de testigo?

Eran muchas preguntas a las que Luke no podía responder correctamente, aunque era sencillo decir “sí y no” con asentimientos de cabeza, no podía dar un panorama real. Y cuando estuvo a punto de intentarlo, Bruce abrió la puerta con brusquedad.

—Señoritas, dejen la conversación de lavandería para después. Darrell despertó.

Simon y Luke se miraron entre ellos justo antes de avanzar rápidamente hacia la puerta, olvidándose por completo de Ethan, quien permaneció estático en su lugar por un tiempo prolongado. Avanzó más lento, casi dudoso al atravesar el umbral.

Todo olía a productos químicos y de limpieza, el inconfundible “olor a hospital” se desprendía de cada pared en esa habitación, llenándole los pulmones hasta marearlo. Bruce se las había arreglado para ayudar a Darrell a tomar una mejor postura en esa cama, apoyado en una pila de almohadas que le permitían estar medianamente sentado. Su aspecto no era el mejor, aunque lo imaginó peor. Perlas de sudor frío le cubrían la frente a pesar de estar en una temperatura agradable, incluso más de lo que debería ser considerado ambiental. La sábana que antes lo cubría había caído hasta su cintura, dejando ver su desordenada y semi abierta camisa.

Jamás le había prestado atención a esos detalles, tal vez antes tampoco lo hubiese hecho, pero era como si su mente le ordenase mirar minuciosamente al chico que había sido torturado frente a él. Por instantes lo recordaba con una venda en los ojos, en una silla, con Byron a sus espaldas, su mirada muerta en vida. Esa expresión cuando le había quitado la venda, ese rostro que había perdido la motivación de venganza. Recordó que no había rescatado nada.

Pero en el momento en el que Darrell reconoció la figura de Ethan, relajó los hombros, suspiró de alivio y murmuró para sorpresa de todos.

—Estás bien… ¿verdad?

Un nudo asfixiante se formó en la garganta de Ethan al ver esa expresión, incapaz de creer que aquella misma persona le hubiese causado tantos escalofríos antes. Llegó a tenerle miedo, repulsión, inclusive alcanzó el extremo de odiarlo un poco. Pero se había olvidado de lo que él mismo le había dicho a Simon. Darrell seguía siendo humano. Él también podía poner esas expresiones, demostrar alivio, reflejar preocupación. Por más imposible que fuese para todos aceptarlo.

—¿Collins…? —presionó al no escuchar respuesta por parte del de ojos verdes.

¿Quién era ese chico y qué había hecho con Darrell Bloom?

Ethan escarbó hasta el fondo de sus sentimientos, donde había querido enterrar su persona entera, para encontrarse únicamente con que la empatía seguía ahí… latiendo, al igual que muchas cosas. Sentimientos que él jamás podría borrar de sí mismo, sin importar cuánto aparentase lo contrario. Sin importar cuánto desease su lado egoísta que Darrell siguiera siendo el malo, para odiarlo un poco. Para vengarse. Para remover esas irremediables ganas de llorar por lo que le había sucedido.

Para no odiar a Magnus.

Porque en ese fondo que había tocado, su corazón pedía a gritos que no se atrevieran a seguir matando el amor que había criado por tanto tiempo.

Pero era como un reloj de arena. Se había llenado a tope y ahora, después de ser volcado, se dejaba caer sin parar. Dejándose llevar por impulsos que jamás debieron hacerse presentes.

Fue un movimiento brusco. Uno que ni en sus más remotos sueños o pesadillas se hubiese imaginado, capaz de dejar pasmado a cualquiera. Algunos inclusive dejaron de respirar. Porque Ethan se acercó a Darrell…

Y ahí, sentado al borde de la cama con la velocidad de un parpadeo, alzó los brazos y rodeó al rubio con ellos.

El cabello de Darrell se sintió suave contra su mejilla, sedoso antes de humedecerse con las lágrimas de esos ojos verdes cuyos párpados se cerraron, temblando en su nombre. De alguna forma sabía que él jamás se atrevería a mostrarse débil ante nadie, porque eso era Darrell: El vengador al que todos convirtieron en villano, ese que no podía tener un lado amable. Y aunque era cierto, Ethan sabía… no, tal vez siempre supo, que solo había nacido para perdonar y pedir perdón.

—Lo lamento… —murmuró, abrazando a quien alguna vez llamó demonio—. Lamento no haber llegado antes para impedirlo todo…

No esperaba que articulara una palabra, que reaccionara. Había sido un abrazo que también era egoísta, un abrazo en el que buscaba aliviar su propio dolor al haberlo visto de esa manera. Aún cuando no debía sentirse culpable, sabía que si él no hubiese decidido ignorar las cosas, probablemente todo sería diferente. O tal vez no, pero sabría que hizo todo lo que estuvo en sus manos para impedirlo.

Y precisamente porque no esperaba nada, se estremeció ligeramente al sentir las manos de Darrell posarse con suavidad en su espalda. Sabía que no correspondería completamente, pero aquello era un gesto en el que lo intentaba y para Ethan, eso era suficiente.

—Tú no tuviste la culpa… lo único que importa es que ahora me creas, necesito que me escuches —respondió el rubio después de superar el sorpresivo gesto.

Finalmente el casi-rubio se separó, se limpió las lágrimas molestas de las mejillas y lo miró con incredulidad. Manteniendo los ojos fijos en ese color plata que, aunque seguía con esa sombra de miedo, lentamente recuperaba su brillo. Su fuerza. Tenía miedo, sí, pero ya había ocupado bandos antes y el destino le pagó con otra moneda.

Era su turno de ser imparcial. De recuperarse estando a la deriva.

—Mereces que lo haga después de lo que he visto… pero debes saber que tengo más preguntas que nadie.

—Entonces escucha primero, pregunta después… —pidió el rubio suspirando pesadamente—. Eres el único en la clase de Byron que no ha tomado las lecciones, Ethan. Eso te convierte en el único “limpio”. Apenas y llegaste a presenciar parte de lo que hace, pero puedo asegurarte que no se compara al número de noches que cada uno ha soportado. Para todos es denigrante, sumado a que estamos amenazados si llegamos a hablar de ello, nadie se atreve a levantar una sola mano en contra de ese hombre… —su mandíbula se tensó con rabia, podía ver la cólera subiendo hasta sus ojos—. Y esto no es nuevo, año tras año, es como si recibiera juguetes nuevos… ¿tienes idea de cuántos han pasado por sus manos? Entre ellos está uno de mis hermanos. También Bruce, Luke, incluso Simon… sé que nunca has tenido una buena impresión de mí, ¿pero qué hay de ellos? ¿Crees que alguno se merece algo de lo que ha hecho? ¿En qué momento decidieron que debíamos ser tratados de esta forma? Por si lo sabes o no, lo único que tenemos en común es que pagamos una suma de dinero extra para entrar en esta universidad… pero nadie nos dijo que le pagábamos a Haverville para vendernos a Byron.

Ethan tragó saliva a duras penas, todo eso ya lo sabía. La voz de Magnus se repetía una y otra vez con esas mismas palabras, insistiendo en que debían ser castigados por entrar de esa manera a la universidad.

—¿Cuándo comenzó todo esto…?

—Desde el primer día —continuó sin rodeos Darrell, quien ahora mantenía su mirada fija en la puerta—. Prácticamente había hecho un calendario con las lecciones de cada uno, de esa forma ninguno se cruzaría con otro alumno, ni siquiera por accidente. Pero para él es inevitable que nos demos cuenta… simplemente el miedo está dibujado en la cara de todos, ellos mismos se delatan para saber quién ha estado en sus manos.

—S-simon trató de explicármelo, el por qué no pueden decir nada… pero si ustedes se unieron para esto, entonces los demás…

—Ninguno aceptó —el rubio sonrió apenas, como si en lugar de una curva, ocultase la forma en la que rechinaba los dientes—. Byron nos tiene bien entrenados, como buenos perros. Luke y Bruce son un milagro. Harvey ni siquiera lo considera si tú no estás dentro. Estoy casi por mi cuenta aquí ¿sabes? —ironizó, señalando su patético estado—. Pero no pienso detenerme ahora que he llegado tan lejos…

—Pero tú… tienes que recuperarte primero.

—No me importa. Quiero desfallecer en el intento si con eso logro librar a todos de ese profesor —amenazó con una convicción inquebrantable—. Y para eso te necesito, Ethan… y lo único que quiero, es que digas la verdad.

El chico se sintió palidecer ante la petición, aferrándose a las frías sábanas sin darse cuenta.

—¿La verdad sobre qué…?

—He estado buscando pruebas a lo largo de estos meses, investigué lo suficiente para saber que necesito pruebas contundentes, físicas y gráficas. Con lo que me sucedió hoy y las fotos que consiguió Luke…

—¿¡Fotos!? L-lo vi romper su celular frente a todos.

Darrell por primera vez soltó lo más cercano a una risa en ese momento.

—Al parecer el profesor no está familiarizado con los servicios de almacenamiento en la “nube”. O solo los pasó por alto, pero ese fue un grave error. Todo está a salvo en la computadora de Luke —explicó con tranquilidad, con más confianza de la que le gustaría haber presenciado—. Lo único que me faltaba… era un testigo. Alguien que no fuese ajeno a la existencia del profesor, a sus clases, a su fachada externa. Pero al mismo tiempo, que tomase sus clases sin haber caído en su manipulación. Nadie que haya tomado lecciones se atrevería a hacer algo, incluso después de haber presenciado lo mismo que tú.

—Estás… diciendo que por no haber tomado las lecciones… me elegiste a mí. ¿Eso es lo que querías desde el principio? ¿Qué fuera tu espectador para testificar contra Byron? Pero a quién... ¿A quién piensas enseñarle esas pruebas?

—No creo que el comité se atreva a levantar una mano contra Byron… mucho menos el director Rogers. Al parecer todos sufren de favoritismo —dijo con ligero suspiro, sonriéndole cuando volvió a mirarlo—. El rector universitario. Y una vez que consiga levantar un juicio contra Byron, el resto lo volverá historia.

El pulso de Ethan se disparó hasta que sintió que podría escucharlo cualquiera en esa habitación. Sus manos se convirtieron en puños que aparentaban no temblar, y sus ojos, intentaban ocultar el miedo que se había alojado en su garganta.

—¿Por qué…? ¿P-por qué estás tan seguro de que ganarás…?

—Porque no importa si el rector, el comité o el mismo Rogers están a favor de Byron… nadie podría imponer su palabra contra un tribunal superior. Y el juez no se negará a hundirlo cuando se entere de que el profesor puso sus manos en el más pequeño y precioso de sus hijos… —sentenció, como si recitara algo que había memorizado por la fuerza mil y un veces. Convirtiendo el final en un susurro, tomó el mentón de Ethan con una mano y lo obligó a voltear el rostro, para que ambos mirasen a alguien cuya expresión se había convertido en el miedo más puro—. ¿No es así… Harvey? ¿Cuánto peso crees que le ponga tu padre a las palabras de Ethan, si le dices que es tu mejor amigo?

Finalmente…  llenos de pánico y una cólera que jamás habían sentido, Ethan y Simon se dieron cuenta de que ambos fueron las piezas más importantes del juego desde el principio.

La razón por la que Bloom había peleado tanto con Simon, se había atrevido a desafiarlo tantas veces incluso alejándolo de lo que ellos consideraban su plan, era porque eso lo volvería más cercano a Ethan. Los hizo creer que únicamente le importaba el casi-rubio para que Simon lo defendiese a capa y espada, su relación se fortalecería hasta el grado en el que ambos confiasen ciegamente en el otro. Y entonces, como el rubio bien sabía, Ethan no soportaría enterarse de que su mejor amigo había sufrido lo mismo que él. De esa foma, si decidía que no le importaba lo que ocurriera con Darrell, al menos acabaría con cualquiera que hubiese tocado a uno de los suyos.

Era perfecto.

Y sin importar qué hicieran, de qué lado estuvieran, sabían el futuro de esto.

Porque Darrell había ganado desde el momento en el que decidieron odiarlo juntos.

 

[—BYRON—]

En algún momento creyó que había sido un error pedirle a Jeremy que se marchase. Sentía que se derrumbaría ahí mismo, con el teléfono en la mano. Pero no podía dejar que él se quedase aquí mientras el tiempo pasaba, si alguna relación debía salvarse, era la suya. No tenía por qué ser arrastrado con sus problemas, y después de pelear hasta que el rubio finalmente le soltó un puñetazo, se marchó diciéndole que lo quería con vida cuando regresara.

Byron solo había sonreído a medias, antes de desplomarse en su silla desde el momento en el que se fue. Con el peso del silencio sobre sus hombros, el desastre visual haciendo arder su interior por todos los objetos tirados, su rostro ardiendo por los golpes que había recibido. Inclusive sin aire por momentos ante el golpe que le había dado Sebastian al estómago. Todo comenzaría a pasarle factura en un lapso corto de tiempo, estaba seguro de que algunas manchas violáceas ya estaban ahí.

Y continuó viendo la pantalla de ese teléfono, como muchas veces lo había hecho antes, por la misma persona.

“¿Quién es más importante para ti?”

No era que no supiera priorizar sus sentimientos, o tal vez sí, pero estaba seguro de que esa pregunta no debía de hacerse bajo ninguna circunstancia. Los dos poseían un peso importante para él, de formas distintas. Estaba seguro de que los amaba de forma distinta. Y que Ethan era la persona que había logrado entrar por cada diminuto espacio que quedase en su cariño hasta adueñarse de él. ¿Pero cómo podía Jeremy entenderlo? ¿Tan siquiera alguien lo haría? ¿Acaso se entendía a sí mismo?

Deslizó el dedo por el nombre de Estefan. La pantalla se tornó de ese color negro que aumentaba la ansiedad, porque sabía que en cualquier momento tendría que enfrentarse a la persona al otro lado de la línea, incluso si no podía verlo a la cara.

No tardó mucho en escuchar su voz. Pero sus ojos se abrieron con un nostálgico brillo al escuchar de fondo el ladrido de unos perros.

—Es malo que se te haga costumbre marcarme desde el celular, el teléfono de William es más-…

—No hables… déjame escucharlos —lo calló al instante, prestándole atención a esos ladridos graves y felices, seguidos por la risa de Estefan.

—Dom, Dor, vengan aquí… su estúpido padre quiere escucharlos… ¡Dom no, bájate de ahí, no dije que entraran a la casa! Dios, Dor, no hablaba de ti… ustedes debieron nacer confundidos con esos nombres.

Magnus se rió, como un niño, mordiéndose el labio mientras moría por quebrarse y regresar a casa en ese instante. Abrazar a los perros como había hecho muchas veces antes, dormir con ellos y despertar con los ojos hinchados, hecho pedazos… pero nunca solo. Nunca tan solo.

—¿…Byron? ¿Estás bien?

El profesor miró al techo con un nudo en la garganta, la mandíbula tensa y el ladrido de los perros acunando su dolor.

—Cometí un error, Estefan… un grave error.

—¿…qué ocurrió? ¿Qué te ocurrió?

—Perdóname… pero te odio tanto en este momento… que ni siquiera sé lo que estoy haciendo —confesó.

—…solo dime qué hiciste, Byron.

Sonrió con amargura mientras se pasaba una mano por el cabello, con más fuerza de la necesaria, enterrando sus dedos para tirar de él hasta que doliera lo suficiente para soltarlo.

—Hice pedazos al amor de mi vida por cumplir tu promesa… ¿eso me hace un buen amigo ahora, Estefan?

Hubo silencio por un instante, ni siquiera los perros ladraban. Y estando en presencia de Estefan, podía imaginarse que los estaba acariciando.

—¿Por qué?

—¿Cómo que… por qué…?

—¿Por qué me hiciste caso? Estaba enojado, sí, pero eso nunca te había importado. Cientos de veces has hecho justo lo contrario a lo que te he pedido… no me eches la culpa de lo que tú mismo has provocado.

¡No, no lo entiendes! ¡No puedes decir eso! ¡Ethan entró a mitad de esa maldita lección, la que tú me pediste que le diera a Bloom!

—… ¿Y?

—¡Maldita sea Estefan! —vociferó incorporándose al mismo tiempo, con la rabia hasta el último de sus cabellos.

—Cierra tu linda boca conmigo. No es mi culpa que no le hayas dicho a ese niño lo que ocurría en las lecciones. ¿No se te ocurre pensar que si se lo hubieses dicho antes como se debe, no estaría sucediendo algo como esto?

—¿¡Cómo esperabas que le dijera lo que hacía!? ¿¡Con qué cara iba a confesarle algo así!?

Oh Byron… ¿me estás diciendo que planeabas ocultarle a ese chico toda su vida que has abusado de cada alumno que ha pasado por tus manos? —Estefan se rió de forma dulce, como si estuviese escuchando una tierna ironía—. Jamás ibas a confesarle el más oscuro de tus secretos al “amor de tu vida”. Sería el colmo que tampoco le hubieses dicho la razón por la que soy tan especial para ti…

Magnus permaneció en silencio, con su rabia bajando de golpe y un nuevo vacío formándose en el estómago al escucharlo. No, no lo había hecho. Y ahora gracias a su silencio, Estefan lo sabía.

—Claro que tampoco lo hiciste… si aún eres un niño. Le tienes miedo. Tienes miedo a perderlo todo y por eso decidiste que era mejor si mantenías a tu amante en la universidad ajeno a tu vida aquí. Ya tuve mucho tiempo libre para pensar en ello —expuso sin pausas, sin miedo, como solo el rubio podía hacerlo. Arrancando una a una las capas que Byron tanto se había esforzado por negar—. ¿Tienes miedo de perdernos a ambos, Byron? ¿De que un día llegues y te pida escoger entre nosotros?

—No puedo perder algo que ahora no tengo…

Porque no quieres. Sé muy bien cuánto le temes al rechazo de lo que más te importa, pero también sé que yo no te haría escoger si sé que eso va a lastimarte… —la voz de Estefan se tornó suave y a la vez seria, ese tono dulce que utilizaba cuando estaba apunto de apuñalarlo definitivamente con algo que era cierto—. No vas a perder nada de lo que está aquí. Te lo prometí una vez, y te lo prometo ahora. Cuando regreses a casa, con o sin el estúpido niño, todo estará aquí esperándote… con los brazos abiertos. Pero tienes que ser consciente de una sola cosa, porque detesto que seas tan imbécil frente al espejo —resopló y, sin dejar que la pausa se alargara, añadió—. Ethan no te descubrió por sí mismo. Porque eres cuidadoso, minucioso, y de haber estado en tus cabales estoy seguro de que eso no hubiese sucedido. Tú dejaste que te descubriera, Byron, lo anhelabas con toda tu alma aunque no quieras admitirlo… porque podría apostar lo más preciado que tengo, a que te estabas asfixiando con tus propias mentiras.

No le respondió al instante, cerró los ojos y se apoyó en el escritorio, con una horda de emociones amenazando con abofetearlo, quemarlo, haciéndolo sentir ligeramento vivo otra vez. Entre quitarle un peso de encima, ponerle otro y dejarle la cruda realidad a la cara, sentía que no podía pedir más que eso. Incluso que no lo merecía.

—Yo… en verdad… traté de nunca mentirle… ni a él ni a ti…

—Ocultar las cosas cuenta como mentir, niño listo —le recordó, seguramente con una sonrisa—. Estás muy mal si ese simple chico te hizo quebrarte de esta forma ¿sabes? Pero te diré algo, en mi experiencia profesional, al parecer así son todos los enamorados.

Logró sonreír nuevamente, dolido por recordar que estaba enamorado. Feliz por saber que seguía enamorado.

—No sé si pueda arreglarlo a estas alturas.

—Si no te disculpaste en el momento, no puedes hacerlo ahora. Te verás como un idiota si no tienes argumentos. Primero soluciona la mierda que hiciste y con eso puedes ir a buscarlo.

—¿A qué te refieres…?

—Puede que esté a kilómetros de distancia, pero reconozco una trampa cuando la escucho. Y esta me sabe a Bloom, porque debió ser muy buena para atraparte, y odio decirlo… pero somos buenos siendo los malos —se rió con arrogancia, relajado, Byron envidiaba un poco su forma de ser—. Si no piensas ir tras ese chico hoy, irás mañana, y al siguiente… e insistirás hasta el fin de los tiempos. Pero tienes que estar listo para que intenten sacarte de esa universidad. Y yo tengo toda la noche, estoy estancado con Dom y Dor durmiendo en mis piernas. Probablemente moriré aquí sentado, pero tú vas a mover tu trasero, investigarás todo lo que te diga y dejarás de quejarte como princesa. Si lo amas, que te cueste.

Con un millón de respuestas por darle, miles de comentarios bañados en sarcasmo, burla, molestia, indignación, todos se acumularon y se convirtieron en nada. Una preciosa nada que volvió a dibujar una sonrisa esperanzadora en sus labios. Una real. Una que lo haría más fuerte de lo que realmente era, pero él no lo sabía.

—Estefan…

—No te atrevas a decirme que me quieres en este momento, maldito hipócrita, solo me sentiré utilizado y haré que pagues por mis servicios.

—Iba a decir gracias, pero te quiero, Estefan.

—Nos iremos juntos al infierno, te lo recuerdo. Ahí pagarás por estos pecados.

Ambos se rieron a carcajadas, Byron despejó en ese momento su escritorio de cualquier estrago del desastre. Tomó su portátil de alguna parte y la abrió con el teléfono como su nueva compañía de la noche.

—¿Qué tengo que buscar?

—No es lo que vas a buscar, es lo que vas a aprender. Dime exactamente dónde te quedaste en la lección de Darrell…

—¿Para qué?

—Para saber los efectos secundarios que eso puede acarrear en alguien como él. Esto jamás te había ocurrido, aunque ya te había advertido sobre ello, así que es hora de que aprendas lo que ocurre con los incompletos y qué hacer con ellos.

—Acabo de tener un Deja vú.

Seguro que sí… solo me falta darte la bienvenida a la lección y estarás listo —Estefan volvió a reír y bajó apenas una décima el tono—. Dime exactamente qué y cómo ocurrió ese incidente. No te saltes nada, Byron. Cada paso va a ser importante. No solo si quieres quedarte en Haverville, también si quieres recuperar al chico.

—Lo sé, lo sé… no tienes que repetírmelo. Pero si realmente crees que puede funcionar, no es lo único que debo tener entre manos —tomó aire y comenzó a enfriar su cabeza, despejando uno a uno sus sentimientos, pensamientos, ordenando todo para no dejarse llevar como antes. Con su lado calculador volviendo lentamente a su lugar—. Si Darrell no es imbécil, apuntará a las cabezas que pueden sacarme de aquí por lo que hice.

—El rector de Haverville. Envíame una copia de sus nombres, también de los familiares que pudieron haber estudiado contigo —resolvió rápidamente—. Encárgate de los que están adentro, yo veré qué puedo conseguir con los de afuera. Ahora seamos pesimistas, necesitas un abogado.

—¿Del buffet de los Bloom? Gracioso… ahí ya tenemos un problema.

—De acuerdo, no tan pesimistas. Anótalo en alguna parte, tenemos que cuidar que no se atrevan a ponerte de abogado a un Bloom.

—Este es un buen momento para arrepentirte de no haber sido abogado.

—Vete a la mierda Byron.

—Nos espera una larga noche, así que repetirás eso muy seguido.

—Extrañaba hacerlo…

Magnus dejó lo que estaba haciendo en ese momento, mirando la pantalla por unos largos segundos sin hacer nada. Tratando de imaginarse, sin mucho éxito, el rostro de Estefan en ese momento.

—Lamento estar por arruinarlo todo cuando falta tan poco…

—No lo has arruinado aún, estoy a tiempo de salvarnos el trasero… —trató de bromear, sin la misma naturalidad de hace unos momentos—. No estoy enojado, Byron… y no es el tipo de cosa que me gustaría admitir por teléfono, pero con lo que vivo todos los días en esta casa, soy tan feliz que siento que ocupo un lugar que debería ser tuyo. Y sé que lo envidias, que te gustaría estar aquí.

—Pero a ti también te gustaría estar aquí.

—Sí, pero no es como si no fuese a verlos jamás… —trató de alegar, pero Byron sabía que había más. Que a Estefan solo le había entregado algo que ni siquiera pidió, para arrebatarle otra cosa—. De acuerdo, se acabó la charla terapéutica. Mueve esas manos como si se tratase de la fecha límite de tu manuscrito. Tienes mucho que aprender.

—No te metas mucho en el papel, en cualquier momento me pedirás que te llame profesor Estefan.

—Profesor Byron, si no quiere que lo degrade a “niño bonito” otra vez, cállese. Es hora de una nueva lección.

—¿Vas a ponerle nombre esta vez? —bromeó.

—Será un placer: “Cómo hacer pedazos la estabilidad mental de una persona sin tocarla”.

En ese momento su sonrisa se borró y repitió varias veces esa frase, como un disco rayado o el eco en una cueva.

—¿Estás…?

—Encontré una solución en cuanto me enteré de la existencia de Ethan… no necesitarás volver a tocar a nadie, Byron. Lo prometo.

El profesor regresó lentamente a su asiento, permitiendo que todas esas emociones que se habían acumulado, emergieran de una sola forma. Ahora lo tenía todo. Para no volver a romper una promesa. Para defenderse contra lo que estuviese a punto de enfrentar. Para regresar a la seguridad de antes en la que era intocable.

Para ir por Ethan y luchar por él esta vez. Para perseguirlo como debió de hacerlo y darle la explicación que realmente merecía.

Sería como lanzar una moneda al aire, y a partir de ese momento, nadie podría asegurar con certeza lo que ocurriría. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).