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The Teacher por MMadivil

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—¿Ethan, me estás escuchando?

—No.

Simon soltó un sonoro suspiro de resignación, cerrando al mismo tiempo el libro que descansaba pacíficamente ignorado en la mesa. Ethan ni siquiera sabía si había dicho algo antes de eso, en realidad no le importaba, le daba igual el mundo entero en ese momento. Se pasó ambas manos por la cara, tratando de despejar su propia realidad al ver que su amigo se frustraba cada vez más.

Le dolía la cabeza, tenía sueño, le molestaba la luz, estaba completamente irritable y se sentía mal por el hecho de que Simon tuviese que soportarlo de esa manera cuando lo único que quería era ayudar.

—¿Sabes qué? ¿Por qué no tomas un descanso por hoy? Ve a tu habitación y duerme un poco, no te ves nada bien desde ayer y honestamente, me desespera sentirme tan inútil —trató de persuadirlo el chico—. Yo puedo encargarme de tus notas… o robaré un justificante de la enfermería, no lo sé.

—Sé que lo intentas, pero no quiero encerrarme, no creo poder dormir —dijo de corazón el de ojos verdes, pero ni siquiera una sonrisa logró regalarle.

—Si tú lo dices… —Simon se levantó de su lugar, indicándole que iría a buscar otros libros.

Ethan volvió a hundirse cuando estuvo a solas.

Magnus literalmente terminó con él de la forma más dolorosa posible: diciéndole que lo amaba.

No creyó que fuese a golpearlo tanto volver a escuchar esas palabras en las circunstancias actuales, y fue aún peor ser consciente de que lo que hubo entre ellos probablemente llegó a su fin. No estaba preparado a pesar de que lo sabía. Y después de todo lo ocurrido, de enclaustrarse nuevamente en su habitación para repetir el proceso de depresión nocturna, ahora se encontraba con una nueva cara de su tristeza: la ira.

Desde que abrió los ojos esa mañana, supo que quería golpear a alguien. Probablemente a Magnus.

Era como una nueva etapa, y no sabía si era buena o mala, pero lidiar con ella era mucho más difícil que la anterior. Porque todo podía hacerlo explotar en un segundo, era como una bomba de tiempo que no se detenía a mirar a quién dañaba, simplemente lo hacía. La víctima en ese momento era Simon, antes había sido Sebastian, pero éste se mantuvo callado porque sabía que Ethan estaba fuera de sus casillas en ese momento.

No le había dicho nada respecto a la conversación con Byron, pero no fue necesario porque Simon le dijo que se había quedado a solas con él tras la prueba. Probablemente lo dedujo por sí mismo, y aunque seguramente esperaba a que Ethan le contase algo, no presionó cuando se dio cuenta de que no hablaría.

Todo esto le hacía hervir la cabeza, no se soportaba ni a sí mismo.

Miró incluso con fastidio los libros llenando las paredes de esa biblioteca, le gustaban más los de su edificio, pero habían tenido que moverse a otro porque no estaba dispuesto a encontrarse con el profesor ni siquiera por accidente. Y aún así, tenía que estudiar, porque los exámenes habían llegado para adornar el día.

—¿Quieres algo de la máquina? —preguntó Simon a sus espaldas. Ethan solo negó con la cabeza.

Comenzó a tamborilear los dedos con impaciencia hasta que el castaño regresó y colocó una bebida fría sobre la mano del de ojos verdes para que dejase de hacerlo.

—Enserio Ethan, me estás sacando de quicio.

—No te pedí que me acompañaras a la biblioteca.

—No, pero quise hacerlo para prevenir que mates a alguien más. Llámame héroe o suicida.

Quiso refutar esas palabras con todas sus fuerzas, pero se mordió la lengua al darse cuenta de que se estaba pasando de la raya. Incluso él sabía que había un límite.

—Lo mejor será que me vaya… —resolvió haciendo afán de irse.

—¿Qué? No seas tonto, vamos… hey, siéntate y mírame —exigió su amigo, sonriéndole al tomarlo de los hombros—. Si no quieres irte a tu habitación es porque no quieres quedarte solo, y a no ser que quieras pelearte con Sebastian porque a diferencia de ti él sí nació con un carácter horrible, mejor quédate conmigo.

—No es justo para ti tener que soportarme así…

—No es justo para nadie, pero nosotros somos amigos —Simon se sentó en el borde de la mesa frente a Ethan, apretando suavemente los labios—. ¿El profesor te dijo algo respecto a lo que ocurrió?

—Simon… no quiero hablar de eso.

—Ya sé que no quieres, ni yo quiero hacerlo, pero parece que quieres desquitarte con alguien. Tienes esa cara que pone Bruce cada que quiere golpear a Luke…

Aquello logró robarle una sonrisa, y Simon la señaló acusadoramente con el dedo.

—¿Lo ves? Ethan tú no eres así… solo ocurrió algo de lo que no quieres hablar. Y eso está bien, no soy el mejor ejemplo de honestidad, pero sí sé que no puedes ocultar lo obvio.

—¿Y qué es lo “obvio” para ti?

—Que Byron te afecta mucho más de lo que eres capaz de aceptar.

El casi-rubio tragó saliva y desvió la mirada. No era el momento para que Simon sacase a relucir lo bien que lo conocía hasta ahora, y mucho menos para recordarle que su estabilidad emocional era exclusivamente de Magnus. Lo peor es que esa afirmación desató algo de la cólera que se había acumulado en su estómago.

—¿Afectarme? ¿Cómo demonios no va a afectarme? ¿Está mal que lo haga? —inquirió con un molesto tono sátiro—. ¿¡Se supone que no debo sentir nada por todo lo que vi y lo que ahora sé que también te hizo!?

—Por favor Ethan, no seas hipócrita, antes aborrecías a Darrell y a mí-…

—¡Pero eso no me convierte en un maldito insensible! La única razón por la que lo odiaba, es porque creía que su plan y odio no tenían fundamento, sin embargo consiguió demostrarme lo equivocado que estaba.

—¡Lo estás poniendo en un pedestal! ¡No es un mártir, Ethan! Lo que le pasó a él, le sucedió a muchos otros, la diferencia es que él quiere convertirse en el vengador de Haverville para tener a todos a sus pies. ¿O es que ya se te olvidó lo bien que supo manipularnos para entrar en sus planes sin saberlo?

—Sé que no deja de ser un manipulador, pero eso no quita que tiene razón… no importa cómo lo veas, lo que hace Byron es inhumano.

—¿¡Y lo que hace Darrell no lo es!? —vociferó, dejando caer con fuerza un libro sobre la mesa—. ¿Sabes por qué Luke terminó en el hospital? Porque no quería decirle a Darrell sobre tu beca. ¿Pero sabes por qué tuvo que abrir la boca y mínimo decirle que no tomabas lecciones? No, no fue por salvarse el cuello. Fue porque el imbécil de Bloom amenazó con hacerle algo a su hermano menor si no lo obedecía.

Aquello le bajó los humos de la cabeza al de ojos verdes y permaneció inmóvil por un momento, dejando caer ambas manos a los costados de su asiento.

—¿Qué…? ¿Cómo…. cómo pudo amenazar a Luke con algo así?

—Por favor. Él haría cualquier cosa con tal de conseguir lo que quiere.

—¿C-cómo te enteraste de lo de su hermano…?

—Luke me lo dijo cuando estábamos en la enfermería, si es que escribir cuenta como hablar. Quería que me dijera cómo te habían involucrado, y tú no habías llegado —explicó mirando su bebida antes de abrirla y por fin darle un trago—. ¿Eres capaz de ponerte de parte de alguien así?

—Por eso estabas tan enojado con Darrell ese día… —murmuró mirando hacia todas partes, buscando algún tipo de respuesta en el techo—. No lo sé… es verdad que has cambiado mi forma de verlo… pero el asunto con Byron sigue… sigue igual.

—Bueno, no es como si estuviésemos midiendo quién es peor, en realidad estoy dando una opinión centrada. Esa que al parecer tú no puedes tener ahora.

—P-pero entonces… ¿de qué lado estás? Ya escuchaste a Darrell, y su idea… independientemente de estemos de acuerdo o no, no es tan descabellada. Tiene razón en querer hacer justicia… o vengarse por lo que le hizo —comenzó a alegar sin saber qué rumbo seguir.

—No estoy de lado de nadie. Ninguno de los dos tiene las manos limpias, los dos han hecho cosas que aborrezco, pero irónicamente solo uno de ellos me pidió permiso para ello —escupió de mala gana.

Y todos los sentidos de Ethan vibraron en esa dirección.

—¿Permiso…? ¿Hablas de Darrell?

Su amigo bufó como si le hubiese contado algún chiste de mal gusto.

—Bloom no da ni las gracias. Hablo del profesor Byron —dijo desviando la mirada hacia la estantería más cercana—. Puede ser lo que quieras… pero creo que todos obtuvimos lo que merecíamos por elegir un camino fácil. Es por eso que nunca me han importado esas lecciones… ¿Me avergüenza tomarlas? Sí, pero me basta con recordar que yo fui quien dijo “acepto”. Es por eso que odio que Bloom se las quiera dar de santurrón a estas alturas…

—S-simon, no entiendo… ¿qué quieres decir…? ¿Acaso tú… accediste a esas lecciones?

El chico lo miró extrañado, alzando una de sus cejas.

—¿Nadie te lo dijo, Ethan? —inquirió dejando su bebida a un lado—. Las lecciones son optativas. Byron nos promete es que seremos capaces de aprobar el examen por nosotros mismos a cambio de no faltar a una sola sesión, aunque nunca nos dijo en qué consistían, es cierto, pero fuimos nosotros quienes aceptamos en primer lugar porque parecía “fácil”.

El de ojos verdes fue incapaz de parpadear, sentía que el aire se había escapado de alguna parte y ahora no podía tomarlo de vuelta… ¿pero qué….? ¿¡Qué estaba diciendo!?

—¿¡Cómo demonios accedieron a algo así!? ¿¡Quién lo haría!? Es… es imposible.

—No, no lo es —explicó, algo sofocado por tener que decir algo así—. Todos pagamos una exorbitante cuota para entrar a la universidad con calificaciones de mierda, ¿cómo crees que nos sentimos cuando ese hombre nos aseguró que podríamos pasar su materia sin tanto esfuerzo? Byron solo… lo puso en bandeja de plata y consiguió lo que quería.

—¿Los… los aprueba a cambio de tocarlos?

—¡Já! Como si fuera tan sencillo. ¿Enserio crees que ese tipo tiene un fetiche con los alumnos o algo así? Bueno, tal vez. Eso explicaría por qué tiene que tocarnos. Pero lo cierto es que solo es un sádico, nos hace sufrir mientras nos enseña de verdad. Es decir, son como lecciones eróticas de filosofía. ¿Cómo crees que aprobé la primera prueba?

Ethan se sintió mareado, era demasiada información nueva para procesar. ¿Eso era cierto? ¿Eso cambiaba algo? ¿Cambiaba el hecho de que era una violación? ¿Qué era diferente? ¿Dónde estaba la razón por la que Simon lo defendía?

¿¡Y por qué ni siquiera Byron le había dicho esto antes!?

—¿Por qué me dices esto ahora…?

—Porque te estás yendo del lado de Darrell, puedo verlo. Pero lo haces por los motivos equivocados, no es justo que a él lo veas como un Santo cuando es igual de mierda que nosotros.

—Pero… pero tú mismo estuviste de acuerdo cuando Bruce dijo que había algo mal con su lección, que jamás les había hecho algo parecido.

—Sí, pero a estas alturas, podría apostar a que Darrell hizo algo para provocarlo y conseguir una lección antes de lo que correspondía —reveló mirando al casi-rubio, se veía bastante enojado—. Desde hace tiempo Byron le había puesto un alto a las lecciones nocturnas, nadie supo por qué, pero llegó de la nada a darle la suya a Darrell de forma bastante agresiva… ¿qué puedes deducir tú de eso?

Ethan trató de tomar aire y se giró ligeramente para apoyar su peso en el respaldo del asiento. Él…. se había detenido. Era cierto. Byron no había mentido… se sentía horrible por tener que escucharlo de los labios de Simon para creerlo. ¿Pero Darrell lo había provocado? ¿Sería capaz de provocar su propio sufrimiento?

Sí. A cambio de conseguir lo que quería.

Tuvo ganas de abofetearse. Porque además de todo, como cereza en el pastel, el que Byron estuviese tan enojado con Darrell era culpa suya.

Porque él fue quien le dijo a Magnus de su paranoia el fin de semana que estuvieron juntos, cuando Luke fue ingresado en la enfermería. Lo recordaba bien, el profesor lo había regañado cuando le confesó que se había unido a Darrell al estilo caballo de Troya.

“—No pongas esa cara, sé que quieres ayudarme, pero así como tú te preocupas por mí, yo me preocupo por ti —había dicho Byron para aliviar la inquietud de Ethan—. Y ya te lo he dicho, no es la primera vez que me cruzo con un alumno como Darrell.

—¿Y la última vez, cómo lo resolviste?”

Magnus había sonreído sin mirarlo después de eso. Lo recordaba porque no le había gustado la forma en la que dijo que se libraría de Bloom, y mucho menos después de enterarse de que algo así ya había sucedido.

¿Fue culpa suya…? ¿Fue Ethan quien ayudó al Darrell? ¿O solo fue una mala jugada de la casualidad?

—¿Ethan?

—Es mi culpa… —murmuró con la mirada perdida en el suelo—. Es posible que sea mi culpa.

—¿De qué estás hablando? Creo que nuevo hay algo mal contigo…

—No, no es así yo… ¡Necesito hablar con Darrell! —exclamó de un momento a otro.

—¿¡Estás demente!? ¡No, no, no y no! ¡Ni el diablo sabe lo que ese tipo es capaz de meterte en la cabeza!

—Necesito comprobar algo…

—¿¡Crees que puedes usar a Bloom para hacer pruebas en este momento!? ¡Maldito sea tu delirio!

—¡Sé que estás enojado por lo que quiere obligarte a hacer, pero ya basta! —lo calló incorporándose—. Respeto tus razones para odiarlo tanto como tú deberías respetar las mías para dudar de él y seguir buscando respuestas.

—Es como decirme que si respeto a los grupos étnicos, respete a los racistas.

—¡Simon!

—¡No me importa lo que pienses, Ethan! Darrell no va a agradarme ni ahora ni nunca, no me interesa si quiere salvar a la universidad o al planeta. Y si tú quieres hacerle preguntas, bien. Pero no cuentes conmigo, esta vez estás solo.

Y por primera vez, fue Simon quien abandonó el lugar.

Ethan se sintió tan mal, que segundos después ya había ido a buscarlo.

 

—Darrell Bloom—

—Horas antes—

Asfixia.

Esa era la palabra que podría describir ese instante. La aterradora sensación de un par de frías manos alrededor de su cuello, oprimiendo hasta que la falta de aire lo dejaba caer al pánico más vívido, imaginándose inclusive la forma que tendrían los cardenales en su piel por la fuerza ejercida. Inmóvil y sin fuerzas para seguir peleando por su propia vida, lo siguiente era una aterciopelada risa a la altura de su oído, tan ponzoñosa como dulce, proveniente de los labios del profesor Byron.

Y justo cuando creía que se ahogaría en ese abismo subconsciente, su instinto de supervivencia lo mantenía a flote y despertaba. Jadeando, con perlas de sudor frío brillando en su frente, manos temblorosas, y sensible a todo lo que produjera sombra en su habitación.

Darrell no era el mismo desde la última lección.

Tomó su almohada y ahogó un desgarrador grito en ella, estrujándola con cada vestigio de su fuerza, girando sobre sí mismo para poder abrazar sus rodillas y esperar a que los temblores terminasen o el latido desenfrenado de su corazón disminuyese. Con fragmentos de cientos de imágenes vacías y sensaciones vívidas, porque lo único que recordaba de ese día, era la sensación. El odio. Y el asco. Cada pregunta que Byron le hizo, azotó en su mente como látigos incansables, las recordaba en orden y sin piedad, siendo el sonido su voz y el lugar una completa oscuridad.

Dos días, casi tres, y no parecía disminuir, no como otras veces.

Tenía la impresión de estar enloqueciendo, de que cada día se perdía un grado más de cordura en su interior por un irracional miedo. El miedo de que volviera a ocurrir. De tener que estar un segundo más entre esos brazos, sabía que moriría si suedía algo así, o al menos esa idea alojaba. Las pesadillas no le permitían conciliar el sueño, los ataques de pánico llegaban sin aviso alguno, sin razón aparente.

Solo sabía que daría lo que fuera por detenerlo, de cualquier forma.

Acomodó la almohada bajo su mentón, casi en un ovillo al encoger sus piernas, abrazándola mientras regulaba su respiración y trataba de recordarse que aquello no había sido real. Y no pudo. No podía ver nada.

Desesperado, encendió la lámpara junto a su cama, tranquilizándose solo cuando la oscuridad desapareció. Ya no la soportaba, ni siquiera en sus sueños. La venda en sus ojos la había convertido en su peor enemigo, ni los fantasmas más surreales podrían competir con su temor en ese momento.

Lo habían hecho pedazos, psicológicamente hablando.

No se sentía cómodo en ninguna parte. El médico le había sugerido permanecer en la enfermería un par de días, tres como mínimo, y Darrell solo soportó una noche. A la mañana siguiente ya había exigido que lo dejasen encerrarse en su habitación con un justificante. Pero ahora no sabía si existía alguna diferencia entre ese lugar y su habitación, ambos eran igual al cerrar los ojos. No tenía un lugar seguro. Y por supuesto, hablar sobre ello no era una opción, todos debían saber que seguía tan estable como siempre. ¿Qué sucedería si alguien supiera de estos ataques? Probablemente pondrían en duda su capacidad para juzgar, no quería el más mínimo riesgo en sus planes.

Porque sí, aunque estaba viviendo el calvario más grande, no pensaba detenerse.

Ahora más que nunca es cuando Byron debía pagar por lo que había hecho.

Se levantó con cuidado de la cama, su único objetivo era no marearse, pero la suerte no estuvo de su lado. Corrió hacia el baño y vomitó lo que sea que se hubiese alojado en su estómago las últimas doce horas, no fue mucho porque sabía que esto podría ocurrir. Le había ocurrido desde que salió del aula ese día.

Miró su reloj. Eran las cuatro de la mañana, el sol no saldría hasta dentro de dos horas.

Llenó la bañera poco menos de la mitad, no era tan idiota como para arriesgarse a morir ahogado por culpa de otro ataque, pero tampoco se sentía capaz de permanecer de pie mucho tiempo en la ducha, así que redujo cualquier posibilidad al mínimo.

Aún no estaba lo suficientemente deprimido para pensar en matarse. Y probablemente nunca lo estaría, era más del tipo que saldría a matar a alguien por sentirse así.

Estuvo ahí tanto tiempo que el frío comenzó a molestarlo, pero ni por un segundo se le cruzó la idea de dormirse. Lo único que logró levantarlo de ese lugar fue el tono de una llamada entrante en su celular, algo bastante molesto para alguien que sufría migraña por falta de sueño. ¿Qué imbécil podría exigir su atención tan temprano?

Su hermano, por supuesto.

—¿D-darrell…? ¿Darrell eres tú? —preguntó Michael de forma insegura.

—¿Quién más podría ser? Si vas a hacer preguntas estúpidas entonces no deberías de llamar tan temprano.

—¡No, no es eso! Es que ayer te llamé pero contestó otro chico. Hudson.

¿Bruce había tomado su teléfono? ¿Cuándo? No recordaba mucho, seguramente se lo habría dicho y Darrell simplemente no prestó atención. Eso no le preocupaba. Lo que sí recordaba era haberle pedido al par de idiotas que le enviaran las fotos a su hermano.

—¿Y? ¿Tienes algo para mí o hablaste porque te gustó Bruce?

—¡Te llamé porque estoy preocupado! Recibí tus pruebas, y yo… no sabes cuánto lo-…

—¿Y bien? ¿Son suficientes? ¿Ya tienes lo necesario para movernos contra Byron o solo quieres tirarme primero tu plática de abogado? —lo cortó de mala gana.

El silencio de su hermano fue frustrante, sabía que deseaba hacer preguntas después de haber visto esas fotos, pero era lo último que quería escuchar. No deseaba darle más importancia.

—Michael, responde.

—Sí… pero eso es lo último que interesa ahora. ¿Sabes a qué precio conseguiste lo que querías…? —su medio hermano suspiró, y con un tono más tranquilo trató de convencerlo de hablar—. ¿Cómo estás? ¿Has podido dormir algo? ¿Tan siquiera comes bien?

El rubio convirtió su mano en un puño y cerró los ojos, tensando su mandíbula antes de exhalar pacientemente. No era prudente perder los estribos llegados a este punto.

—¿Cuándo crees que pueda llegar esto a donde queremos?

Michael se resignó de alguna forma y desistió de cualquier intento por mostrarse como el hermano mayor preocupado que en realidad nunca había pedido ser.

Primero tenemos que hacerlo llegar a cada miembro del comité, redactaré el mensaje y lo enviaremos como si lo hubieses escrito tú. A diferencia de ti, sé exactamente lo que esas sanguijuelas no quieren escuchar. Pero escúchame bien —advirtió en un tono casi amenazante—, por ningún motivo, repito, por ningún motivo dejes que llegue a manos del director Rogers primero.

—Entiendo…

Esto es delicado, Darrell. Porque si logras de alguna forma sortear esa barrera, estarás dentro y en menos de veinticuatro horas esas personas deben brincar sobre el cuello de Byron.

Una extraña adrenalina surgió de la nada al escuchar esas palabras, finalmente con la esperanza de convertirse en realidad. Quizás, y solo quizás, todo valdría mucho más de lo que le había costado.

—No puedo creer que por fin vaya a ocurrir esto.

Sí… pero… ¿estás seguro de querer hacerlo? —dijo para sorpresa del rubio, cuya euforia derepente disminuyó. ¿Por qué habiendo llegado tan lejos, lo cuestionaba?—. Solo digo… que tienes que estar consciente de que estamos haciendo esto bajo la suposición de que el rector es imparcial. Pero ¿te has detenido a considerar qué ocurriría si estuviésemos equivocados? ¿Qué sería de ti si Byron sale de esto con las manos limpias?

Un escalofrío recorrió su espalda y un repentino nudo en su garganta apareció. La sola idea lo aterraba mucho más de lo que era capaz de admitir.

—Voy a correr el riesgo… ahora deja de ser tan pesimista y decir estupideces, ponte a redactar el maldito mensaje y envíamelo.

Como digas… —pareció decir sin más, pero antes de que Darrell pudiese cortar la llamada, añadió—. Solo recuerda que no es necesario que actúes como si estuvieras solo. No lo estás.

Y el rubio colgó antes de que pudiese decir una estupidez más.

No necesitaba la compasión de nadie, él estaba mejor solo. Además, si lo que Michael buscaba es que se autocompadeciera de sí mismo, debería saber que le parecía una pérdida de tiempo. Darrell no era como él, no era tan débil como para dejarse pisotear y después huir cual perro apaleado. Se lo demostraría a todo el mundo, incluído el padre que poco le importaba.

Pero para eso debía demostrárselo a sí mismo.

El uniforme que antes hubiese detestado ponerse, ahora añadía cierta seguridad a su reflejo en el espejo. Más fuerza, aunque ligeramente debilitada por el peso de los miedos que cargaba encima, pero no permitiría que nadie más los viera.

Trató de estar lo más presentable posible, su aspecto era además de miserable, patético. En cuarenta y ocho horas el cuerpo podía descomponerse de forma impresionante, no recordaba su cabello tan opaco. ¿Se esperaba ese semblante? Sí, de hecho imaginó lo peor.

Se acarició el cuello al recordar su perturbador y recurrente sueño, buscando marcas que no estaban ahí. ¿Estaba mal mantener la ilusión de que esto era solo temporal? Era lo único a lo que podía aferrarse ahora, al igual que la esperanza de que éste fuera el día perfecto para saldar cuentas y vivir en paz consigo mismo por haber hecho hasta lo imposible por hundir a Byron.

Y extrañamente, en ese momento se apareció el rostro de Ethan Collins en su mente, junto al recuerdo de un inesperado abrazo.

Él era un buen chico, ¿quién era él para negarlo? Era inocente, algo simpático, y tan empático que dolía verlo. Tal vez en otras circunstancias le hubiese gustado conocerlo un poco, o prestarle algo de atención sin pensar en él como una herramienta. Era el tipo de chico que, sin deber ni temer nada, solo nació con la mala suerte de tener algo que Darrell necesitaba. Inclusive una parte de él se sintió ligeramente culpable al ver lo considerado que fue cuando descubrió lo de las lecciones, pero eso nunca duraba demasiado. Y todo valió la pena, incluyendo el rostro de Harvey al enterarse de sus verdaderas intenciones, aquello había sido oro puro.

Aunque cuando se detenía a pensarlo, algo le había molestado en la reacción que tuvo Ethan al enterarse. No sabía lo que era, pero se sentía como una espina constante en ese recuerdo.

Finalmente al cabo de un rato, cuando miraba con fastidio los libros que tendría que cargar a clase, el mensaje de Michael llegó. Y con él, una de las primeras sonrisas de esa mañana. Era perfecto.

Era tan irónico que, tras todo lo que tuvo que pasar para obtener pruebas e información, incluyendo el chantaje al que recurrió con sus herramientas más cercanas, ahora estuviese a un simple “enviar” de alcanzar su objetivo y hacerle la vida miserable a quien probablemente ahora arruinó la suya.

Los nervios y la adrenalina se alojaron en la boca de su estómago cuando deslizó el dedo sobre la pantalla, y una impaciente emoción recorrió su cuerpo entero al hacerlo. Ahí fue cuando supo que cada noche y pesadilla que tuviera a partir de ese día, valdrían la pena.

No le importaba convertirse en el malo de la historia a los ojos de todo el mundo si al final conseguía lo que quería. Después de todo, el mismo Byron lo dijo en su clase una vez.

El fin justifica los medios.

[Mensaje enviado]

 

~*~

—¿Darrell? ¿Qué haces aquí? Tu justificante es por tres días, deberías estar descansando —lo sorprendió Bruce al cruzarse con él en el pasillo hacia su siguiente clase.

—No puedo estar perdiendo el tiempo encerrado, no pienso darle el gusto a nadie —respondió, indicándole al chico con un gesto que lo acompañase— ¿Cómo estuvieron las cosas ayer?

—¿Además de los rumores que ya se esparcieron como pólvora por toda la universidad? No hay muchos cambios, pero los de último año te tienen en un pedestal desde que se enteraron de lo que planeas hacer —resumió, bajando la voz lo suficiente para ser discretos—. Por cierto, ayer sucedió algo extraño…

—Define extraño.

—El profesor Byron aplicó las pruebas de siempre, ya lo conoces, Luke y yo planeábamos robarnos a Ethan para el almuerzo como ordenaste —resopló—. Pero el chico no salió. Es decir, incluso Harvey se quedó afuera del aula esperándolo y prácticamente nos echó a patadas de ahí. No sabemos qué ocurrió.

—Espera. ¿Estás diciendo que Byron lo retuvo hasta quedarse a solas con él? ¿¡Cómo permitieron algo así!? Harvey puede ser un imbécil cuando quiere, ustedes dos no debieron irse —dijo con rabia.

—Lo sé, no lo hemos visto desde ayer.

Darrell chasqueó la lengua, si el profesor le tocaba un solo cabello a Ethan, el rubio se metería en problemas. Porque una vez que comience a manipularlo como a los demás, el chico dejará de serle útil, contra las mañas de Byron no había cura. Es por eso que no podía permitir que le hiciera daño.

—Olvida lo que dije, ahí vienen…

El rubio siguió la mirada de Bruce solo para encontrarse con la de Simon, Luke y… ¿Ethan…?

Demonios. ¿Qué le habían hecho?

—Tengo que irme, tengo una prueba en economía. Nos vemos en el almuerzo, Darrell —se despidió Bruce con prisa.

Ni siquiera le respondió, ignoró la mirada asesina que le dirigía Harvey en ese momento. Algo estaba mal. El semblante de Ethan… su mirada, ¿dónde demonios estaba “eso” que lo hacía ver medianamente vivo? Es como si todo estuviese apagado y se moviese por inercia.

—¿Ethan, estás bien? —quiso saber, tomándolo sorpresivamente por los hombros.

La presencia de Darrell pareció sacarlo del extraño trance en el que se encontraba, le tomó un largo momento responder a tan simple pregunta.

—¿Darrell…? ¿Qué haces aquí? Creí que te habían dado tres días… —preguntó curioso, pero su tono abatido no era tranquilizante—. Fuimos a buscarte a la enfermería.

—Me pareció una pérdida de tiempo, salí por mi cuenta ayer por la mañana. ¿Para qué fuiste a buscarme? ¿Ocurrió algo?

El de ojos verdes negó con la cabeza, como si deseara restarle la importancia que probablemente cargaba la verdadera respuesta. No esperaba que fuera honesto, debía admitirlo, pero temía que esa mentira le ocultara algo importante.

—No, es menos que eso. ¿Y tú? Quizás debiste descansar un poco más, no luces como si hubieses dormido lo suficiente… más bien, luces como si no hubieses dormido en lo absoluto.

—No creo que seas el indicado para decirme eso —señaló las sombras oscuras en los ojos hinchados del chico y éste logró sonreír a medias, encogiéndose de hombros.

—Tienes razón… lo siento. Me alegro de que estés mejor.

El rubio desvió la mirada y trató de esbozar una sonrisa moderada. La innecesaria empatía de ese chico amenazaba con colmarle la paciencia, o matarlo. No era necesaria tanta preocupación por alguien que lo utilizaba como si fuese desechable, era mejor cuando era un desprecio recíproco, de esa forma podía desechar a las personas sin remordimientos. ¿Por qué no lo odiaba?

—Creí que evitarías mi presencia después de lo ocurrido en la enfermería.

—Que no sea de mi agrado la mitad de lo que hay en tu cabeza no me convierte en un insensible —respondió encogiéndose de hombros—. Eres manipulador, pero eso no te hace ni inmune al insomnio ni menos humano.

—Tal vez Ethan no te evite, pero yo sí. Y lo último que quiero es ver tu cara ahora, así que me largo —alzó la voz Simon y, sin darle tiempo a Darrell de preguntar o a Ethan de hablar, se marchó bastante enojado.

—Iré con él… —dijo Luke con la voz ronca, apenas entendible. No se había dado cuenta de que ya ni siquiera traía el collarín.

—¿Desde cuándo puedes hablar? —inquirió el rubio.

Luke simplemente se encogió de hombros y se marchó. No sabía si estar sorprendido por el hecho de que fuese a buscar a Simon o porque éste había dejado por primera vez solo a Ethan con él.

—¿Peleaste con Harvey, Ethan?

—Algo así… —dijo con un pesado suspiro.

¿Qué demonios estaba pasando? De todas las veces que había intentado cazar a Ethan a solas, ahora que lo conseguía prácticamente por arte de magia, era lo que menos necesitaba. Porque él mismo no se sentía con la fuerza suficiente para mantener las apariencias por un tiempo prolongado.

—Darrell… ¿podemos hablar? Después de clase si quieres, yo…

—No, está bien. Sería un desperdicio tener un justificante y no usarlo al menos una clase —accedió mirando hacia los pasillos—. ¿No te meterás en problemas por no asistir, o sí?

—Estaré bien… solo no creo ser capaz de soportar otra clase completa.

—Entonces vayamos al edificio de dormitorios y hablemos ahí.

—¿Eh? ¿Por qué tiene que ser ahí…?

—Porque es el único lugar donde la probabilidad de toparnos con alguien más es mínima. Yo tengo un justificante, pero a ti van a sancionarte si te ven merodeando —explicó con paciencia, mirándolo después de reojo—. No eres un buen rebelde, Collins.

—Ya te dije que no me llames por mi apellido… es extraño.

Darrell sonrió mientras se encaminaba con él al área de residencia. Para ser honesto, una parte de él se sentía aliviada por no tener que lidiar con estar constantemente cuidando su apariencia. Menos en una clase en la que no deseaba prestar atención.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo su acompañante al cabo de un rato en silencio.

—Solo si me dices por qué te peleaste con Harvey.

—Primero dime la verdad. ¿Fuiste tú quien golpeó a Luke hasta dejarlo en ese estado?

—Vaya Ethan, que directo eres. ¿No crees que si tus sospechas son ciertas, estarías en problemas?

—Sí, pero no me harás nada porque soy útil —respondió indiferente—. Y no pierdes nada con responderme, sabes lo que pienso de ti.

—A decir verdad, eso no es cierto… —volteó a verlo por primera vez—. No tengo ni la más mínima idea de qué pasa por tu cabeza para decidir hablar conmigo justo ahora.

—Estoy nostálgico, extraño hablar con mentirosos… —masculló en una broma que Darrell no entendió, pero debió ser cruel por su semblante—.  Ya me dijiste qué quieres de mí, estás haciendo uso de mis debilidades, y me manipulas lo suficiente para hacer lo que quieres sin saberlo. Tengo derecho a pedir algo a cambio.

Darrell estuvo a punto de detener el paso, pero gracias a que se recordaba constantemente que debía mantener la compostura, no lo hizo. En cambio, lo miró con más desconfianza de la habitual.

—¿Tratas de chantajearme? ¿Qué quieres?

—Me gusta hacer preguntas. Solo tienes que responderlas —cuando se adentraron al edificio, el chico no se detuvo y se dirigió a la sala común—. ¿Tú fuiste el que le hizo eso a Luke?

—Sí.

Esa fría respuesta le indicó al Ethan que Darrell accedía a jugar su juego, pero solo mientras aún estuviera en sus manos. Le parecía interesante que se decidiera a poner a prueba su suerte. Para bien o para mal, no parecía sorprendido.

—¿Lo amenazaste?

—Un poco.

—Eres horrible…

El rubio soltó una carcajada antes de dejarse caer en el incómodo sofá de esa sala, la máquina expendedora era lo único que producía algún sonido además de ellos.

—¿Qué esperabas, Ethan? ¿Qué esperas ganar con saberlo a estas alturas? —inquirió de forma genuina—. Byron no juega limpio, así que yo tampoco. Pero si ponemos eso en una balanza, yo fui pura palabrería en comparación a él.

Su acompañante no lo negó y se acomodó en el mismo sofá que Darrell, como si él tampoco supiera lo que hacía ahí en ese momento.

—Solo estoy tratando de comprender… lo que te hace diferente a los demás. Tu convicción para conseguir las cosas a costa de cualquiera es impresionante. A todos les hicieron lo mismo, pero solo tú estás tratando de hacer algo… no lo entiendo.

—Me halagas. ¿Tan mal está querer hacer la diferencia?

—Es que ese es el problema. Eres lo suficientemente egoísta como para hacerlo por el bien de los demás… así que no te creo —admitió finalmente, sosteniendo valiente la mirada del rubio, quien ahora lo miraba de frente—. ¿Qué me hubieses hecho si yo no accedía a ayudarte?

—Creo que lo que en realidad quieres decir es “¿qué me harás si no te ayudo?”. ¿Cierto? Solo dilo —resolvió, apoyando su brazo en el respaldo del sofá— ¿Esto es porque Harvey no quiere estar de mi lado?

—Simon tiene muy buenas razones para no querer estarlo…

—Pero tampoco tiene muchas opciones. Sé que le molesta lo que Byron hace y que está en su berrinche infantil por llevarme la contraria, pero lo cierto es que no puede con la vergüenza de admitirlo públicamente por el peso de su apellido familiar.

—Lo dices como si a ti no te importara tu apellido, cuando muchas veces lo has defendido.

—Mi apellido es una buena herramienta, pero eso no quiere decir que me importe —reveló mirando hacia el elevador distraídamente—. A diferencia de Simon, no es mi apellido lo que me hace “especial”.

—Tienes razón, es la forma en la que amenazas a la gente. Eres bueno extorsionando —se burló Ethan, y para su sorpresa, Darrell solo se rió.

Era extraña la conversación sin rodeos, incluso el de ojos verdes lo sabía. Se podía sentir el ambiente cambiante, se tensaba como un hilo y luego volvía a relajarse. Pero ambos esperaban el momento en el que uno de ellos tirase del otro extremo hasta romperlo.

—¿Por qué te peleaste con Harvey? —preguntó finalmente.

—Porque le dije que hablaría contigo, y él te odia —explicó sin ánimos, mirando al rubio de igual forma—. Todos te odian, en realidad. Luke, Simon…

—No te olvides de Bruce.

—No, no creo que te odie tanto. No parece hacerlo… créeme —el chico le sonrió, de una forma en la que se veía más joven de lo que creía—. A mí me gustaría odiarte más, por involucrarme en todo esto.

—Tuviste la buena y mala suerte de no haber recibido lecciones… —respondió sin pensarlo mucho, aunque eso lo llevó a una pregunta que se hacía desde hace tiempo—. ¿Por qué tú no las recibiste?

Ethan miró hacia la nada por un largo instante y, después de un profundo suspiro, se encogió de hombros.

—No lo sé.

—No tiene sentido… —continuó Darrell entrecerrando ligeramente los ojos—. Todos teníamos lecciones programadas, cada año debería ser lo mismo. ¿Qué tienes tú que pueda excentarte a los ojos de Byron?

Ethan se había puesto ligeramente nervioso e inquieto, lo supo por la forma en la que sus dedos comenzaron a moverse ligeramente impacientes sobre el descansabrazos del sofá que compartían.

—Si tanta curiosidad tienes, ¿por qué no le preguntas y…?

—Escuché que te quedaste a solas con Byron ayer.

Esos ojos verdes pasaron de mostrar indiferencia a querer destrozarlo, podía sentirlo. Miradas parecidas le había dedicado Byron todos los días, casi en un mismo nivel de odio, pero el de Ethan se sentía muy diferente.

—¿Qué fue lo que…?

—No me hizo nada.

—Nunca insinué algo como eso… —con una renovada curiosidad, se inclinó ligeramente hacia adelante, buscando una respuesta—. Pero sí te dijo algo, ¿no es cierto?

—No importa…

—Tienes cara de haber asistido a un funeral, claro que importa.

—¿Y por qué asumes que fue por él?

—Porque lo estás diciendo a gritos, Ethan. Solo pronuncio su nombre y parece que un agujero negro va a consumirte —aseguró, sonriendo ligeramente al saber que tenía razón—. ¿Te dijo que mantuvieras la boca cerrada?

—¿Qu-…? ¡No! —corrigió, tal vez con demasiada prisa.

—¿No? ¿Y por qué hablaría contigo entonces? —cuestionó alzando una ceja. Presionaría hasta obtener lo que quería—. Mientes. Estoy casi seguro de que ese maldito manipulador solo pudo haber abierto la boca para decirte algo así. Eso, o estás a punto de recibir lecciones y no quieres decirlo.

—P-porque… hey, estás diciendo estupideces…

—¿Entonces es eso? ¿Te ha sentenciado a recibir lecciones como todos los demás?

—Basta… —exigió con aspecto enojado.

—¿O es que ya se atrevió a tocarte?

—¡Darrell!

—Solo digo que tal vez perdiste los estribos al reclamarle lo que le hizo a tu amigo y terminaste condenándote con ese bastardo por querer vengarte… no sería extraño.

—¡Cállate ya! ¡No todos somos como tú! —en un arranque de ira, el menor lo tomó del cuello de la camisa en un instante gracias a la cercanía. No se lo esperó, pero su mente no dejó de procesar cada gesto, palabra y acción— ¡Él jamás se atrevería a hacerme algo así!

—¿”Hacerte”? ¿Y por qué demonios serías especial para alguien que nos ve a todos como ganado?

—¿¡Por qué lo critícas como si tú fueras perfecto!? Amenazaste a Luke, utilizaste a Simon aunque sabías que no quería involucrarse, y me arrastraste a mí para obligarme a enterarme de algo que prefería ignorar —vociferó con el enfado cargado en cada palabra—. ¿¡Qué te hace diferente a él!?

Darrell finalmente frunció el ceño. Por más que deseara seguir manteniendo su fachada tranquila, esas últimas palabras fueron un insulto que no pudo soportar. ¿Parecido a Byron? ¿¡Cómo se atrevía!? Si él fuera como Byron, cometería menos errores, y le hubiese dado lecciones a Ethan en primer lugar.

¿Por qué dejar un punto ciego? ¿¡Por qué dejar a Ethan excento del calvario que todos tuvieron que soportar!? ¿Es que acaso no se detuvo a pensar que algún día este chico podría volverse en su contra? ¿Nunca se detuvo a pensar que un día quien armaría una rebelión al descubrirlo, sería él? ¿¡Por qué estaba tan seguro de que Ethan lo defendería a pesar de todo, como parecía hacerlo ahora!?

Como parecía… hacerlo… siempre.

¿Por qué Byron confiaría en él… tanto?

Darrell ladeó ligeramente la cabeza, recordando vagamente cosas que antes parecieron no tener importancia. La única razón por la que creyó que Ethan tomaba lecciones, pero aún así comenzó a interesarse en él, fue porque lo vio salir del salón privado de la biblioteca un par de veces. Y antes de eso, recordaba cuánto le había molestado encontrarlo charlando con Byron en el aula durante los descansos, porque lo creía otra de sus víctimas. Pero el día en el que descubrió todo, se dio cuenta de que algo no encajaba en la reacción de Ethan. Lo notó en la enfermería, justo en ese abrazo que le pareció tan extraño.

Porque cualquiera en esa situación debió mostrarse molesto… no con una tristeza que parecía matarlo.

¿Qué pasaría… si todo este tiempo había estado equivocado respecto a él?

No había forma, ni mente en la tierra, que pudiese explicar por qué Byron no le había hecho nada a este chico después de tantas oportunidades. Primero después de encontrarlo con Darrell, ahora después de una prueba. Momentos perfectos en lugares perfectos y con motivos importantes.

¿Por qué Ethan parecía intocable para Byron?

—La pregunta es… ¿por qué lo defiendes? —dijo finalmente, con su mirada platinada escrutando cada rincón de su rostro.

El pánico se hizo presente en su rostro, en esos curiosos ojos esmeralda que ahora se arrepentían de cada paso que habían dado obedeciendo a sus temerarias emociones.

—N-no lo estoy defendiendo…

—Pero tampoco lo odias… es como si en realidad no quisieras hacerlo…

Podía estar equivocado, y reconocía que deseaba estarlo. Pero lo imposible había llegado a alojarse en su mente, una idea catastrófica que, de ser real, acabaría con el pilar de los planes que tenía hasta el momento.

El anuncio de un elevador llegando llenó el espacio de la sala, y captó la atención del rubio una milésima de segundo. El miedo se apoderó de él de un momento a otro cuando las puertas comenzaron a abrirse, pero la misma adrenalina de antes se encargó de apaciguar su dolor para que lograra su cometido. No sabía si era suerte de condenado, pero estaba a punto de comprobar la teoría que cambiaría por completo su juego.

—Tal vez deberías defenderme a mí también…

Aprovechando el agarre que Ethan aún mantenía en su cuello, lo impulsó hacia adelante, evitando que detuviera el avance al tomar su rostro con ambas manos. Asegurándose a sí mismo que probablemente se arrepentiría más tarde, porque desconocía cuánto iba a costarle.

Hizo lo que ni él imaginó.

Y cuando Ethan menos lo esperó, Darrell lo besó.

Probablemente fue la sorpresa lo que evitó que ese chico se moviera, estaba tan petrificado como sus labios. El rubio se atrevió a encarar a su miedo más grande cuando de reojo, con una sonrisa, y con un inminente deseo de destrozarlo, miró al profesor Byron saliendo del elevador.

Su rostro, oscilando entre la sorpresa y la ira, revelaba con creces la verdad que había tratado de ocultar, probablemente por mucho tiempo.

Y a partir de ahí, todo pasó muy rápido.

No solo fue separado abruptamente de Ethan, quien lo empujó apenas tuvo la oportunidad. En algún momento, parte de su recurrente pesadilla se hizo realidad, pues las manos de Byron se alojaron en el cuello de su camisa y lo levantaron en vilo de su lugar.

Jamás… jamás había sentido tanto odio irradiar de esos ojos. Ni cuando recibió su última lección.

—¿¡Qué demonios crees que estás haciendo, Bloom!?

—¡Byron suéltalo! —pidió Ethan desesperadamente al verlo.

—¿Qué ocurre profesor? Eso fue solo mi forma de expresar gratitud. Además la boca de Ethan es muy tentadora, seguro sabe eso.

El puño del profesor aterrizó perfectamente en la comisura de su boca, probablemente partiéndole el labio, víctima de una rabia que Darrell conocía muy bien. Pero en tiempos de cólera obedecía a su inteligencia, su innata malicia y prepotencia, a su criminal instinto.

Simplemente giró el rostro, y ofreció la otra mejilla. Una burla soberbia que el profesor interpretó a la perfección.

—“Un Lamborghini y un Volvo pueden chocar contra la misma piedra si pisan el acelerador en lugar del freno en la misma curva” —citó Darrell una de las primeras frases con las que Byron lo había humillado la primera clase, esbozando al mismo tiempo la más infantil de sus sonrisas. Su felicidad era real—. El prestigioso profesor Byron perdió los estribos por algo tan mundano como los celos… usted está acabado.

—¿Eso crees? —inquirió tomando con fuerza el mentón de Darrell. Esa posición fue odiosa, se estremeció de pies a cabeza como si lo hubiese partido un rayo—. Te irás al infierno conmigo, Bloom.

Tuvo el instinto de retroceder y trató de colocar las manos como distancia entre ellos, a pesar de todo, los estragos de la lección seguían ahí, y parte de su mente sabía que esto también había sido su propio fin.

—¡Profesor Byron! ¡Suelte a ese estudiante en este mismo instante! —una voz nueva se alzó sobre ellos, y tres figuras desconocidas para Darrell cruzaron la puerta de ese edificio.

Una mujer mayor y dos hombres con traje. Lo único que reconocía, era el escudo de la universidad grabado perfectamente en sus sacos. Y por el rostro de Byron, él sí los reconoció al instante, por lo que se vio obligado a obedecer sus órdenes.

—¿Usted es…? —inquirió Darrell con especial ansiedad.

—Leonor Lawrence, presidenta y miembro del comité del rector universitario de Haverville Rogers —respondió con una autoridad que cortaba el aire—. Profesor Byron, queda detenido por los cargos de abuso sexual, abuso de autoridad, e incumplimiento del reglamento oficial establecido por la universidad y su contrato.

Fin del juego.


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