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The Teacher por MMadivil

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Eran pasadas las siete desde la caída de la tarde, el viento ahora soplaba con fuerza para borrar el calor que invadió a Haverville en el transcurso del día. Era la temperatura perfecta para estar encerrado en su habitación con alguna bebida y los muchachos o simplemente durmiendo. Pero aquí estaba, caminando por segunda vez en el día a la estúpida clase que le habían asignado.


El chico abrió la puerta sin cuidado y bufó cuando vio el aula vacía, encendió las luces para revisar la hora en su reloj de mano y se dio cuenta de que había llegado antes de tiempo por culpa de la descuidada campana. ¿Quién demonios la controlaba? O tenía un retraso o se adelantaba, estúpida campana.


Estúpidos todos.


Luke se había puesto insoportable desde que terminó la clase de filosofía y el responsable era nada más y nada menos que el profesor Byron. Odiaba la prepotencia con la que le había prácticamente exigido que viniese y eso solo era la punta del iceberg. Detestaba que las cosas no salieran como las planeaba, por algo sus padres pagaron una buena suma de dinero a esta universidad, aunque tampoco es que le importase mucho estudiar. Solo quería hacerse con el dinero de su padre, ya tenía algo de ganancia con el apellido.


Se sentó de mala gana en uno de los lugares al frente, no tenía caso irse al suyo cuando sería probablemente la única persona que estaría aquí, comenzaba a envidiar a las personas que no tendrían que someterse a este suplicio. ¿A quién le importaban las clases de todas formas? Aquel solo era un maestro.


Y justo cuando pensaba en el demonio, éste atravesó el umbral de la entrada con la elegancia que lo caracterizaba, tan pulcro como siempre, y cerró la puerta a sus espaldas, dirigiéndole la mirada al chico por un momento.


Luke sonrió con socarronería ante su llegada, su simple presencia era insoportable.


—Seamos honestos desde el principio profesor —comenzó a decir sin importarle la falta de decencia al no saludarle— usted sabe que mis notas están por los suelos y solo está aquí por mantener el mejor promedio de aprobados al final del día. ¿Qué opción tengo cuando usted parece no dar su brazo a torcer? —el chico se cruzó de brazos sin erguirse—, si no estudio, me echan de la universidad. Si me echan, no obtengo la fortuna de mi padre y sin la fortuna… nuestro apellido se va al carajo, así funcionan las cosas. No es que quiera estar aquí, es que tengo que hacerlo, así que será mejor que esto funcione rápido.


Byron ignoró la silla que habitualmente ocupaba en las clases y se apoyó ligeramente en el límite del escritorio, dándole la cara a Luke para que pudiese examinarlo con la mirada mientras hablaba. Estaba en una posición relajada, con las manos a cada lado de su cuerpo aferradas suavemente al borde de aquella mesa y ligeramente inclinado hacia atrás, tomando una postura tan informal que se veía completamente diferente.


Luke se había dado cuenta de que el profesor emitía un aura distinta y había comenzado a ponerse nervioso, por lo que debía tomar una postura a la defensiva.


—A-además… eso de que no acepta dinero no me lo trago, sé que la universidad no de salir de aquí a los profesores antes de exprimirles todo el dinero que les han dado, yo podría encargarme de que deje de dar clases si… —dudó cuando vio que Byron solo lo miraba, ni siquiera le interrumpía como esperaba que lo hiciera— s-si… me pasa la materia, es algo sencillo, son negocios. Yo puedo pedir una buena suma de dinero para que usted no tenga que trabajar si así lo quiere.


Cuando terminó su irresistible oferta, pasaron unos minutos que se le hicieron eternos. No sabía si el profesor lo estaba considerando seriamente o si no había dicho nada porque alguien más los estaba escuchando y ahora se encargarían de sacarlo por tratar de sobornar a su maestro.


Pero todo lo que había en ese momento era un inquietante silencio.


—¿Terminaste? —preguntó Byron, hablando por primera vez esa noche, sin atisbo de enojo o irritación.


El aludido se encogió un poco sobre su asiento y simplemente asintió con la cabeza.


—Al parecer te gusta negociar, así que tomemos ese punto a mi favor —el profesor esbozó una sonrisa que el chico no pudo descifrar, pues nunca la había visto—. Hagamos un trato, pero será a mi manera, el dinero de por medio me parece desagradable.


Luke se irguió como si fuese un resorte, no podía creer lo que estaba escuchando y menos que fuese el mismo profesor el que propusiera un trato, ¿Es que acaso su suerte había decidido por fin acompañarlo?


—Si tomas diez lecciones conmigo y me explicas en lo que consistía cada una, pasarás la materia sin presentar el examen escrito —explicó despacio—. Pero, si fallas una sola de las lecciones, no solo presentaras la prueba, sino que además lo máximo que podrás sacar en ella será un ochenta por ciento del total.


No. Su suerte no lo había acompañado.


—…¿¡Qué clase de trato es ese!? —bufó Luke pasándose una mano por el cabello con desesperación—, no es… no es un mal trato, pero —rió de forma desganada y miró hacia el techo— ¡Ya vio mis notas!, no tengo ninguna oportunidad ni aunque me pida solo el diez por ciento.


Había pasado de la etapa de la agresión, a la negociación y ahora estaba entre la súplica y la desesperación, necesitaba un enorme milagro.


Byron se levantó de su sitio y se acercó a las ventanas, mirando a través de ellas un paisaje completamente oscuro, la universidad estaba a las afueras de la ciudad y solo ofrecía la vista de la negra profundidad del bosque.


—Esa es la parte interesante del trato, señor Avery —el profesor pasó los dedos finamente por el borde de las cortinas y las cerró con la misma delicadeza—, incluso si no acredita la explicación a cada lección, después de la sesión número cinco usted mismo se dará cuenta de que presentar el examen es más viable que aceptar la oferta de sobrevivir a diez lecciones más.


—¿Se refiere… a que podré pasar el examen con esas lecciones?... Entonces, en cualquier caso salgo ganando ¿No? —trató de aclarar.


—Lo único que tiene que hacer es comprometerse a no faltar a una sola sesión, después tendrá la libertad de escoger lo que quiere. El ochenta o el cien.


—Bueno… creo que es razonable.


—Y obedecerme en todo lo que diga, señor Avery. No voy a perdonar el poner mi tiempo libre en enseñarle si usted no está dispuesto a acatar mis órdenes.


Byron volvió a colocarse frente a Luke y, sabiendo que no tenía nada que perder, el chico no lo meditó por mucho tiempo. Extendió la mano para estrechar la del profesor con una sonrisa.


—Acepto.


Pero no pudo evitar pensar, en el momento en el que rozó por primera vez su piel, que estaba haciendo un pacto con el diablo.


Y no estaba muy equivocado. Comenzó a lamentarse cuando Byron se quitó el saco y se arremangó la camisa lentamente.


~*~


El profesor miró el reloj encima de la pizarra, aún no daban las once y se escuchaba el leve silbido del viento a través de las ventanas, la temperatura afuera debía haber descendido considerablemente, pues ahora mismo la del ambiente era agradable.


Aunque no podía decir que Luke opinara lo mismo.


—La respuesta es incorrecta, tendrás que repetirlo desde el principio. Tienes que recordar que el asombro representa algo trivial, como la forma en la que tu rostro se torna cada vez más rojo a medida que me escuchas —dijo Byron con voz grave a la altura de su oído, haciendo estremecer el cuerpo del chico— la extrañeza es relativa a algo completamente inesperado… —su mano bajó del torso del chico hacia su miembro, erecto y expuesto para tocar el punto sensible directamente, robándole un largo gemido— y la reflexión es…


—¿P-por… por qué hace esto? —preguntó el chico con voz débil, la excitación no le permitía pensar de forma coherente, pero tenía que escuchar a Byron.


—Exacto, has comprendido esa parte —apremió subiendo la mano libre y pellizcó uno de sus pezones.


Luke tuvo que morderse el dorso de la mano para callar sus ruidosos gemidos y tratar de concentrarse en lo que hacía. Las manos de Byron recorriendo su cuerpo lo estaban enloqueciendo, él seguía sentado en su lugar mientras el profesor hacía y deshacía todo lo que le apetecía. Pero sobre todas las cosas, era desesperante, porque Byron lo arrastraba al cielo lentamente para dejarlo caer al instante si decía algo mal.


Cuando comenzó la sesión, la distancia entre ellos se fue reduciendo lentamente, las primeras explicaciones el profesor se limitaba a estar frente a él, ni siquiera Luke podía decir con certeza el momento en el que había terminado detrás y hablándole justo al oído, se sentía vulnerable e inseguro cuando no podía verle la cara. Byron ni siquiera había comenzado a tocarlo de forma ruda o desprevenida, Luke ni siquiera tuvo la oportunidad de pedirle que se apartara, era como si simplemente cediera sin rechistar porque era algo que tenía que suceder, pero si no fuera por el innumerable placer que estaba sintiendo en ese momento, ya hubiese salido corriendo.


Las manos recorrían sensualmente la forma de su pecho, se detenían a jugar con sus pezones en el camino y bajaban nuevamente a torturar a su miembro. Cuando había comenzado a deshacerse de los botones de su camisa, recibía descargas embriagantes una y otra vez por la forma en la que lo hacía. Tenía cosquilleos placenteros cuando las yemas de sus dedos se deslizaban más allá de su vientre, Luke era extremadamente sensible y su rostro rojo hasta las orejas daba fe de ello.


El profesor le había dicho que tenía que poner a prueba cuánto podía hacer si su mente era sometida a distintos escenarios, le había dicho que haría llegar a su cerebro al límite en el que ya no pudiese hacer nada más que concentrarse en el sonido de su voz.


Pero el problema era precisamente su voz.


Grave y dominante, lo escuchaba darle órdenes al oído con sus labios cosquilleándole en la oreja, pero Byron nunca tenía la intención de acercarlos más que eso. Era como si sus labios estuviesen diseñados para ser vistos y escuchados, nunca tocados. Luke ocultaba entre gemidos las ganas que tenía de voltearse y que el profesor le robara el aliento con esos bordes tan llamativos de su boca.


Le parecía completamente extraño que a estas alturas estuviese dándose cuenta de lo que emitió la presencia de Byron al entrar, era como si una bestia hubiese llegado a su territorio con una nueva presa, esperando el momento para despedazarla lentamente.


Se dio cuenta demasiado tarde.


No sabía si era hipnosis, si era una forma de someter a alguien, si era un método de manipulación efectivo e ilegal, lo único que Luke sabía es que no podía escuchar más allá de la voz de Byron susurrándole deliciosamente lo que tenía que hacer, en esos momentos ni siquiera podía pensar con certeza acerca de su orientación sexual, pero el imaginarse que en algún instante el profesor se detendría lo hacía estremecer, así como la idea de equivocarse.


—Repite todo lo que hemos visto aquí por lo menos una vez al día por una semana, yo me daré cuenta si me mientes Avery… —le dijo con una melosa y seductora voz— voy a castigarte si en la segunda lección no has aprendido nada y eso no te va a gustar…


El chico asintió sin saber realmente lo que le había dicho, pero lo asustó la palabra “castigo”. Estaba en su límite desde hacía rato y había llegado al punto en el que inclusive era doloroso, pero Byron no le permitía correrse a menos que dijese las respuestas correctas.


Estaba enloqueciendo entre esa delgada línea de placer y dolor.


—Ah… p-profesor… d-déjeme co-… —por más que Luke lo intentase, no podía formular ni una sola frase, tenía la voz temblorosa y la respiración entrecortada, su cuerpo se estremecía y sus manos ahora se aferraban con fuerza al borde de la mesa.


—Solo si prometes que prestarás más atención la próxima vez… de otra forma “esto” —dijo señalando el líquido que luchaba por salir entre sus manos mientras seguía con las tortuosas caricias— no va a salir por su cuenta otra vez.


—Lo… lo prometo, p-pero ya… ah…. N-no…—su mirada comenzaba a nublarse, ¿aquello eran lágrimas?, la lujuria también estaba haciendo estragos con su cuerpo.


Después de torturarlo aplicando más presión en la punta, Byron decidió soltarlo para dejar que ese líquido blanco se esparciera por su mano, haciendo gemir a Luke de placer y los espasmos lo hicieron sacudirse entre sus brazos. Dejó caer la cara en la mesa, ocultándola con ambas manos mientras regulaba su respiración, sentía el cuerpo pesado y cansado, además de que ahora se había manchado parte del uniforme.


Byron estaba radiante, no se había perturbado ni un poco con lo que le acababa de hacer al chico. Simplemente tomó la caja de pañuelos de su escritorio y se limpió las manos, pasándosela después a Luke, quien no se atrevía a mostrar el rostro.


—La siguiente lección es la próxima semana, el mismo día y a la misma hora —el profesor tomó su saco y se abrochó los puños de la camisa debidamente después de acomodarla—. Lo mejor será que no se te ocurra faltar, Avery.


El joven asintió aún sin cambiar de posición y se limitó a escuchar los pasos de Byron alejarse por la puerta, donde los perdió una vez que llegó al final del pasillo.


En ese momento solo quería quedarse ahí y llorar como si fuese un niño.


¿Qué demonios acababa de hacer?


*//~M~//*


Byron se dejó guiar por la luz de la luna y la dirección del viento, se le hacía extraño pensar que a principios de año ya tenía tanto trabajo por hacer, que el clima estuviese chocante y que sus alumnos no lograran sorprenderlo en lo más mínimo.


Después de la sesión de Luke Avery, se había dado cuenta de que todo el tiempo esperaba exactamente lo mismo, sabía la forma en la que reaccionaría a cada uno de sus movimientos, sabía los lugares que debía tocar y cuándo tocarlos, sabía la forma en la que tenía que mover los dedos por su piel para que el chico no se asustara y se separase al instante. También sabía que Luke no pasaría de la lección cinco, podía apostárselo a cualquiera.


En realidad, casi nadie lo hacía. Y los pocos que lo intentaban, Byron se aseguraba de que se arrepintieran, pues la mayoría terminaban enamorados de él y resultaban una verdadera molestia. En ese caso aplicaba lo que había dicho Jeremy, eran unas reinas masoquistas. ¿Quién puede enamorarse de alguien que le hace sufrir todo el tiempo? Era simplemente estúpido. Es por eso que había implementado varias reglas a la hora de poner las lecciones. No los tocaba más de lo que fuese necesario, nunca se acostaba con ellos y limitaba sus lugares de encuentro al aula de clases. Pero sobre todo, él no besaba a nadie.


Cuando se encontró con el elevador del edificio este, le envió un mensaje a Jeremy. Detestaba ser su alarma personal, pero sabía que si no lo hacía él, ricitos de oro podría pasársela de cama en cama toda la noche sin ser consciente de la hora.


Se sentía agotado a pesar de que no había hecho ni la mitad de lo que normalmente trabajaba, él era consciente de que, cuando las cosas cogieran su ritmo natural, entonces ni siquiera podría detenerse a apreciar la intensa oscuridad de la noche.


El elevador se detuvo en la última planta, la única que tenía un pasillo completamente vacío todos los días, a menos que Jeremy estuviese merodeando por el lugar. Su edificio constaba de cinco pisos, la primera planta era una cómoda sala de estudio que tenía varias máquinas expendedoras y sofás en varios grupos, había una “pequeña” biblioteca que dividía el primer piso a la mitad y ahí había una pequeña sala privada que siempre tenía llave. Ese era el santuario de Byron. Del segundo al cuarto piso eran departamentos de estudiantes y solo había tres residentes por cada piso, es por ello que había muchos edificios repartidos por todo el campus, pero todos eran divididos estratégicamente. No era necesario decir que las habitaciones eran descomunalmente enormes a pesar de ser solo un tercio de  piso y que la celda de Byron era un palacio en comparación, porque la planta entera era solo para él.


“Los privilegios de ser un profesor” decía ricitos de oro.


Abrió la puerta de su celda y la cerró con fuerza a sus espaldas sin motivo aparente, desvistiéndose de camino a su recámara. Eran justo esos momentos cuando más se acordaba de que, en el fondo, seguía siendo el mismo mocoso de sus años de estudiante.


Pero entonces no tenía ni idea de que en algún futuro terminaría torturando sexualmente a los hijos de esos grandes empresarios a los que aborrecía, era simplemente irónico.


En ese momento recordó que debió de dar algún tipo de “bienvenida” a los mocosos del edificio, ya que él era el encargado de dormitorios. Puso los ojos en blanco y mandó al diablo la cortesía, esos impertinentes críos ya debían haber leído las reglas y si causaban problemas, se metería con ellos.


Aunque nueve estudiantes no podían causar el problema del año, de eso estaba seguro.


Se tiró en su cama bocabajo y miró hacia la mesa de noche, donde descansaba su muy golpeado despertador y la foto enmarcada de tres lobos negros, el más alto estaba justo en medio de los dos y daba el efecto de una foto-reflejo, pues aquellos que colindaban al mayor eran tan iguales que parecía la misma mitad en sentido contrario.


Byron solo sonrió y luego reparó en el césped donde estaban sentados esos perros, un verde llamativo, vívido a la luz de aquel sol de Marzo y brillante por el rocío. Era tan parecido a…


—Los ojos de ese mocoso…—murmuró sin expresión alguna.


Antes de darse cuenta, Byron ya estaba dormido, extrañando a esos perros y soñando con esos ojos.


*//~E~//*


Ethan se encontraba en el pequeño sofá individual de su habitación con los pies encima de la pequeña mesa de centro y la mirada clavada en un libro, uno de los muchos que tenía tirados a su alrededor. Se había dado a la tarea de estudiar arduamente desde los primeros días y hasta ahora no parecía haber falla alguna en sus planes, así que aunque podía tranquilizarse, era demasiado precavido al respecto.


Unos toques a la puerta hicieron que perdiera la concentración en la información que leía y se levantó apresuradamente a abrirla, esbozando una sonrisa al ver a Sebastian con una bolsa en la mano, el cabello desordenado y los apuntes que le había pedido.


—Deja de ser tan descuidado al abrir la puerta Ethan, pudo haber sido un loco tratando de matarte y tú lo recibirías con una sonrisa y una taza de café —lo regañó el moreno y el de ojos verdes torció la boca.


—Exageras Sebastian, estamos en el campus. El único loco que ha entrado aquí eres tú, no te preocupes por eso —se alejó antes de recibir un golpe y rió— gracias por traerme los apuntes de lengua, los míos no los entiendo nada.


—Eso es porque tus garabatos cuando no prestas atención son terribles —su amigo dejó la bolsa en un espacio de la mesa y miró con reproche los libros esparcidos por el suelo.


—¿Qué pasó con eso de que el señorito era adicto al orden y la perfección?


—Aún lo soy. Pero a la hora de estudiar, el orden de las cosas a mí alrededor me parece insignificante. Podría estallar la siguiente guerra mundial afuera y yo seguiría tratando de entender a Platón.


Sebastian esbozó una media sonrisa y sacó una de las bebidas que había traído, dejándose caer en el sillón doble que estaba justo frente a Ethan.


—¿Filosofía? ¿A esta hora? Hombre, estás completamente loco.


—No lo estoy, de verdad me interesa salir bien en esta asignatura… es algo complicada —el casi-rubio cerró su libro para prestarle más atención a su amigo y ordenó un poco las cosas a su alrededor.


—Si se te hace tan difícil, ¿por qué no le pides a tu profesor una de sus clases particulares? —preguntó el moreno mientras se ajustaba las gafas.


Ethan dejó lo que estaba haciendo en ese instante y miró a su amigo, aquella información le era completamente desconocida.


—¿De qué hablas?


—Bueno, después de que Simon y tú desaparecieron como almas que lleva el diablo, me dio curiosidad por ese profesor, no es normal ver a Simon tan nervioso —dio un sorbo a su bebida y le tendió al rubio una que le había comprado—. Uno de mis superiores me dijo que es uno de sus estudiantes de último año. No me dijo mucho, pero tengo entendido que él solo da clases nocturnas, cuando termina su jornada de trabajo.


—¿Crees que sea verdad? —Ethan había tomado la bebida pero jugaba con ella entre sus manos al estar tan absorto con lo que escuchaba— Es que el profesor… no tiene apariencia de…


No juzgues libros por la portada —se recordó a sí mismo.


—Digo, no creí que diese clases particulares —rectificó con una mirada brillante.


—Bueno, no creo que sea mentira, hace un rato vi salir del edificio “A” al profesor, probablemente estaba saliendo de una de ellas.


Por alguna razón el entusiasmo de Ethan se disparó a las nubes, no solo por el hecho de que ese profesor lo sorprendía cada vez más, también porque tal vez tendría la oportunidad de entablar una conversación con él como se debía. Su euforia no tenía sentido, pero aquel profesor conseguía llevar su curiosidad al máximo.


—Espera, Sebastian —detuvo un momento de su alegría para mirar a su amigo— ¿Tú como sabes que era el profesor? Hasta esta mañana no sabías de su existencia ni de su nombre.


—Tengo contactos —respondió cortante.


—Sebastian… —insistió Ethan cruzándose de brazos.


—De acuerdo, le pedí a Simon que me lo enseñara cuando lo viera, y ya que regresamos al edificio después de clases de cálculo, logró mostrármelo cuando lo vimos entrar a la biblioteca en la mañana. Así que lo pude reconocer hace un rato.


Ethan asintió y por fin abrió su bebida, dando un largo trago para refrescar su garganta. Ya no le parecía tan extraño que Sebastian y Simon se viesen tan seguido, después de todo se enteró de que vivía en el mismo edificio y, de hecho, en el mismo piso. Las tres puertas estaban en fila en el pasillo, la primera era la de Simon, la del medio era la suya y la última era la de Sebastian.


—No sabía que teníamos biblioteca —comentó.


—Dios, sí que eres idiota…


Ethan le lanzó un cojín con fuerza y sonrió a pesar de que Sebastian lo atrapó con una mano.


—Bueno, te perdono solo porque me has dado una muy buena idea.


—¿Ah sí? ¿Y cuál es, pequeño hobbit? —inquirió el moreno.


—Voy a pedirle al profesor Byron que me dé clases particulares —respondió ensanchando aún más su sonrisa.


Nada podía salir mal con esa inocente petición.

Notas finales:

¡Feliz luneees! Sé que los inicios de semana no siempre son bonitos y que algunos ya están de vacaciones, otros no y otros tenemos vacaciones pero nos ponen a trabajar como a Tiana en la princesa y el sapo pero sin el restaurante y sin príncipe (cenicienta ya era muy cliché).

MUCHAS GRACIAS por esos reviews que me hicieron el día, es decir, esta mañana los leí y vi el número de leídos y bueno, mis ganas de seguir escribiendo se aumentaron al cien. Sé que un autor debe de estar satisfecho con lo que escribe pero no es lo mismo a saber si les gusta, así que gracias por tomarse el tiempo para decirme lo que les parece (los amow ;A;) y prometo hacer todo lo que esté en mis manos por dar lo mejor de mi en esta historia.

Cambiando de tema, la emoción de los reviews me hizo escribir el capítulo más largo de lo que pensaba, así que espero que lo disfruten ya que a partir de aquí se pueden dar cuenta más o menos de qué va a ir esta historia.

Recuerden dejar también sus preguntas, estaré encantada de leerlas, también me gustan las teorías, alimentan mi imaginación. ¿A alguien le han llamado atención los perros? espero que sí.

Bueno, dejaré de alargar mis comentarios porque me emociono y eso. Además sé que lo único que les importa es la historia, panda de egoístas </3 (mentira, los adoro aunque de verdad solo les importa la historia).

Duerman temprano sin desparramar libros, amen a los hobbits que hacen del mundo un lugar mejor y recuerden que la siguiente lección es la próxima semana el mismo día y a la misma hora.

Y conste que dije lección y no capítulo. Nos vemos el miércoles~


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