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The Teacher por MMadivil

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Tres días. Tres días habían pasado desde que Sebastian le dijo que el profesor Byron daba clases particulares por las noches y desde entonces había querido pedirle personalmente el poder asistir a una de ellas, pero simplemente era imposible.


La primera vez que había tratado de hablar con él había sido al día siguiente, después de clases, pero un montón de chicos de último año se acercaron acaparando toda su atención y a Ethan se le hacía tarde para sus otras clases, por lo que fue un día perdido. Ayer trató de ir a verlo al aula por la noche, pero sus clases de economía se extendieron y salió tan tarde que estaba cansado y prefirió irse a su dormitorio. Sabía que solo era la primera semana, pero no podía evitar desanimarse.


Se saltó el almuerzo y se dirigió directamente al aula, aún faltaban veinte minutos pero no tenía nada mejor que hacer, Sebastian le había dicho que estaría en la biblioteca y no había visto a Simon en todo el día. Pensó que tener un rato a solas en el aula no estaría tan mal, tendría tiempo de leer lo que no comprendía.


Pero la suerte decidió sonreírle y darle una oportunidad.


Cuando entró al aula, la larga figura del profesor estaba ocupando un lugar en su asiento frente al escritorio, se veía concentrado en su lectura hasta que Ethan lo interrumpió y éste se cohibió un poco por la mirada que posó en él. Byron transmitía muchas cosas solo con la mirada.


—Disculpe profesor, no creí que hubiese alguien tan pronto —se disculpó primero el casi-rubio.


—Bueno, yo no creí que algún alumno se atreviera a pisar este lugar por voluntad propia —aseguró, indicándole con un gesto que pasara.


Ethan sonrió levemente, entró y dejó sus libros en el lugar que le correspondía, pero después de pensarlo un par de veces, se dio la vuelta para mirar a su profesor.


—Profesor Byron, ¿puedo hacerle una pregunta? —dijo con cautela.


Byron desvió la mirada de su lectura sin pensarlo y alzó una ceja en su dirección, provocando que Ethan tomara asiento sin romper el contacto visual.


—Por supuesto, pero si no tiene que ver con la clase entonces absténgase de hacerla, señor Collins.


—Tiene que ver con la clase, se lo aseguro —dijo apresuradamente el chico, no quería que el profesor tuviera una mala idea al respecto—. Es solo que necesito algo de ayuda con el nuevo tema, logro comprenderlo, pero no puedo aplicarlo en los ejercicios.


Ethan se consideraba a sí mismo autodidacta, pero el tipo de enseñanza que ofrecía Byron comenzaba a colocarse por encima de sus capacidades y tenía que hacer algo al respecto. Además, tal vez en el fondo, quería tratar más a su profesor.


Pero éste entrecerró los ojos en sospecha y se inclinó hacia adelante, colocando los codos en el escritorio y apoyando el mentón en sus manos unidas, como si estuviese examinando al chico.


—Miente —dijo finalmente.


—No, no lo hago —respondió Ethan ligeramente a la defensiva.


—Entonces algo esconde. Tal vez necesite ayuda, pero me está ocultando algo —afirmó muy convencido el profesor.


El de ojos verdes abrió la boca para protestar, pero se dio cuenta de que el profesor tenía razón, lo que él verdaderamente quería era tomar sus clases por otra razón. El simple hecho de que Byron pudiese leerlo como si fuese un libro abierto lo intimidó, pero no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad.


—De acuerdo… es solo que me preguntaba si usted podría darme clases particulares a mí también —admitió apenado.


La mirada del profesor se ensombreció por un instante, o al menos eso fue lo que percibió Ethan, pero no estaba muy seguro porque rápidamente recobró la compostura.


—¿Alguien le dijo que yo doy clases particulares? —inquirió alzando una ceja nuevamente.


Por alguna razón, sintió que debía mentirle.


—No, yo estaba saliendo de mis clases ayer y lo vi saliendo de aquí por la noche, así que… perdone si yo estaba en un error —dijo con cautela.


No era totalmente mentira, después de todo eso le había dicho Sebastian y solo alteró un poco la información, pero Ethan dudaba de su propia capacidad para mentir, no es que lo hiciera muy a menudo, sumado a que ese profesor parecía sabérselas todas. Pero por esta vez, pareció creerle, por lo menos un poco.


—Señor Collins, puedo ayudarlo durante las horas de clase, pero fuera de ellas no me parece factible.


—¿Por qué no? —inquirió ahora el chico, frunciendo levemente el entrecejo.


—Porque usted tiene la capacidad de aprender por sí mismo, la ayuda que necesita es mínima. Yo le doy clases privadas a los que más lo requieren.


—Ahora parece que hace un acto de caridad, profesor —le recriminó Ethan.


Byron esbozó una sonrisa molesta, socarrona y engreída.


—Tal vez lo es, no se sabe. Como dije, los que están aquí no durarán mucho tiempo a menos que aprendan a valerse por sí mismos —Byron clavó su afilada mirada en los ojos esmeralda del chico—. Aunque parece que lo juzgué mal desde el principio señor Collins, tal vez usted es exactamente igual a ellos.


Algo dentro de Ethan se estrujó al escuchar esas palabras, él no era una persona que podía irritarse fácilmente, pero ese profesor lo estaba consiguiendo en menos tiempo que cualquiera.


—No veo qué es lo que le da el derecho a decir eso, usted no me conoce, solo conoce mi puntaje en un examen.


—Tiene razón, un examen que mide el coeficiente intelectual no puede servir para calcular la inteligencia —respondió con sarcasmo—. Propondré un examen para calcular la estupidez en su lugar, será más eficiente.


Ethan hizo esfuerzos formidables por mantener la mandíbula en su lugar,  el profesor no solo le había dicho estúpido, además ahora dejaba ver que era un descarado antes y después de las clases, no solo en ellas.


—No es mala idea —respondió Ethan con cierto ápice de socarronería—, es la oportunidad perfecta para reprobar un examen por primera vez.


El de ojos verdes clavó la mirada en su profesor en todo momento, habían llegado al punto en el que sus miradas eran tan intensas que podrían decapitar a cualquiera que se atravesara entre ellas.


—¿Por qué quieres tomar una de mis clases? —preguntó Byron deshaciéndose de los modales hipócritas, gesto que Ethan agradeció.


—Porque quiero —respondió simplemente—. Y no espere que le dé un motivo, no tengo uno.


—Lo sé. La gente no tiene razones para hacer lo que quiere hacer, y como no las tiene, generalmente inventa excusas.


—Usted solo está tratando de alargar la conversación para que no tenga que responderme —acusó Ethan.


—Ya sabe mi respuesta, señor Collins —dijo volviendo al tono de antes—. Decir que estoy falto de tiempo sería una mentira, pero no pienso darle clases privadas si no las necesita. No solo va a hacer que pierda mi tiempo, también perderá el suyo —contestó con frialdad.


Ethan bajó la mirada por un instante, se estaba mostrando bastante caprichoso y no se había detenido a considerar que para el profesor podría implicar una molestia.


Pero para ese hombre todo debía de ser una molestia. Ethan no se iba a quedar atrás.


—Está bien, no le quitaré el tiempo con clases privadas —comenzó a decir, levantándose y acercándose al escritorio del profesor con el libro de la asignatura—. Pero si no es una clase privada, entonces no es una pérdida de tiempo para ninguno de los dos.


Para sorpresa de Byron, Ethan dejó el libro justo bajo sus manos y lo abrió en una página marcada, sonriéndole triunfal al profesor.


—Tú no sabes lo que es darte por vencido, ¿verdad? —apremió Byron en voz baja al ver la sonrisa de Ethan.


—Estoy seguro de que usted tampoco —respondió sin dejar de mirarle.


Byron esbozó una media sonrisa y le indicó al chico que se sentara justo frente a él, comenzando a revisar las cosas que el de ojos verdes no entendía. Tal vez Ethan se salió con la suya, pero presentía que lo pagaría caro.


Los minutos pasaron sin que ambos se diesen cuenta, era como si el tiempo  hubiese corrido un maratón para que el descanso terminase lo antes posible y eso a Ethan no le hizo mucha gracia. Había disfrutado el escaso tiempo que pasó con el profesor, porque era más fácil prestarle atención de esa manera y se alegró de que, aunque fuera muy corta la clase, había comprendido todo lo que le hacía falta.


Pero claro, no fue tan fácil como parecía. Lidiar con el sarcasmo y el descaro del profesor a solas era un infierno, había perdido la cuenta de las veces en las que le dijo estúpido indirectamente y se enfadó cuando tuvo una respuesta incorrecta y el profesor solo esbozó una sonrisa. ¿Es que acaso lo hacía a propósito? Si era así, entonces lo lamentaría, porque Ethan no pensaba desistir tan fácilmente.


Y justo cuando parecía que ambos podrían estar debatiendo por horas enteras, el resto de los alumnos comenzó a llenar el aula, robándole un suspiro desanimado al de ojos verdes.


—Gracias por su tiempo, profesor Byron —concluyó Ethan sonriendo leve, yendo a tomar asiento en su respectivo lugar.


Jamás había detestado tanto que las clases dieran inicio.


Sentía todas las miradas encima, inclusive Simon —quien se sentaba justo detrás de Ethan— se detuvo para preguntarle en voz baja si todo se estaba en orden. El casi-rubio solo le dedicó una sonrisa mientras asentía, articulando con los labios un “no te preocupes”. El resto de sus compañeros decidió dejar de mirarlo cuando el profesor comenzó a hablar, pero un escalofrío le recorrió la espalda cuando volteó y se encontró con la mirada de Darrell Bloom: Era como si estuviese tratando de asesinarlo.


Ethan desvió la mirada de inmediato y decidió concentrarse en lo que decía el profesor, pero le era imposible ignorar ese dolor de cabeza que le provocaba la mirada de Darrell encima.


Y no fue el único que se dio cuenta.


—Señor Bloom, su mirada debería de estar al frente si quiere unas notas aceptables —dijo Byron llamando la atención de todos—. Demuestre que el teléfono no es lo único inteligente que tiene.


Se escucharon algunas risas reprimidas en toda el aula e incluso Ethan no pudo evitar esbozar una media sonrisa, le agradeció con la mirada al profesor y por un instante éste se la devolvió, pero después se dirigió a todos.


—No le veo la gracia señores, si la inteligencia está en el aire entonces algo los está asfixiando a todos —concluyó dándoles la espalda para seguir escribiendo en la pizarra.


En ese momento las risas cesaron y las miradas de odio hacia Byron aumentaron. Ethan lo miró con asombro al darse cuenta de lo que el profesor tenía que soportar todos los días, esas miradas que trataban de taladrarle la cabeza en grupo y él las ignoraba como todo un experto. A veces se preguntaba qué es lo que realmente era ese profesor, pues ofrecía su ayuda indirectamente bajo una pesada capa de sátiro egocentrismo, Ethan quería saber aún más.


Pero antes, se preguntaba por qué Darrell lo había mirado de aquella forma. No había descubierto nada sobre su apellido… ¿verdad?


Cuando menos se dio cuenta, la clase había terminado y no le había quitado la mirada de encima al profesor. Sin embargo, estaba seguro de que no escuchó ni la mitad de la lección.


*//~M~//*


El chico se le fue de las manos en cuestión de minutos esa tarde.


Creyó que bastaría con ignorar sus demandas, dedicarle miradas frías y palabras afiladas, inclusive mientras le enseñaba había sacado su lado más engreído. Pero demonios, ni el mismo diablo podría con ese chico.


Esperen. Byron es el demonio aquí.


¿¡Entonces cómo diantres se las arreglaba para poner esa molesta y linda sonrisa!? Por más que le dijese estúpido de mil formas, que pusiese en duda sus capacidades, Ethan le mostró esa sonrisa angelical una y otra vez con una mirada que decía “sigue intentándolo”. A Byron lo estaba sacando de quicio, principalmente porque no podía evitar el deseo de responderle con un gesto igual. Se había preocupado cuando el chico mencionó lo de sus clases particulares, pero tuvo que mantener la calma y actuar natural, supuso que no sabría nada por el tono en el que se lo había pedido, de otra forma el chico se lo hubiese echado en cara con todos los integrantes del rector detrás de él.


Tenía que encontrar una forma de evitarlo, no podía darse el lujo de pasearse por las noches en el aula con el resto de sus alumnos corriendo el peligro de ser descubiertos, la forma en la que actuaba el chico podía llegar a ser impredecible. Y por otro lado, no podía evitar darle clases a Ethan, él no se tenía la culpa de que su profesor tuviese aquellos métodos de enseñanza. Sin embargo, ese suspiro que dejó salir el chico cuando empezó la clase fue devastador.


Pero podría pensar en el resto cuando estuviese solo.


—Repítelo Bloom, eso está completamente mal —recalcó por enésima vez en el oído del chico.


Darrell Bloom se encontraba entre sus brazos a nada de correrse por segunda vez esa noche y Byron se daba el lujo de dejar su mente vagar muy lejos de ahí. Se estaba desconcentrando fácilmente en la primera lección de Darrell, tenía que enfocarse más en lo que le estaba diciendo y en la forma en la que ahora movía las manos.


Miró al reloj nuevamente y se dio cuenta de que había perdido demasiado el tiempo, solo le quedaban diez minutos. Tocó con precisión los puntos débiles de Darrell sin pensarlo dos veces y empujó la presión psicológica al límite, de manera que tuviese que memorizar de una forma u otra. No le prestaba atención a los gemidos del chico, lo único importante era la reacción de su cuerpo, el cuerpo siempre era más honesto que la boca.


Deslizó sus largos dedos por el miembro y rozó tortuosamente la punta, volviendo la mirada al tema en el que habían quedado para terminar con la lección de una vez por todas.


 —Ngh… de-demonios profesor, ya se lo dije, “la vía de la opinión y la vía de la verdad” según… —trató de terminar Darrell, pero justo cuando lo intentaba, un gemido escapó de su boca.


—¿Según…?


—…Par… Parménides…


Cuando el profesor escuchó lo que quería, dejó en libertad al líquido que luchaba por salir entre sus dedos, separándose de Darrell cuando aún se estremecía.


Se acercó al escritorio y le tendió una caja de pañuelos al chico para que se limpiara, haciendo él lo mismo con sus manos,  sin tomar en cuenta la respiración entrecortada de su alumno.


—Profesor Byron… —comenzó a decir Darrell con pesadez—… esto ha sido por…


—Esto fue una lección señor Bloom —lo cortó Byron—, y espero verlo la próxima semana el mismo día y a la misma hora. Además espero que para entonces ya se haya aprendido de memoria lo que le enseñé hoy.


Se acomodó los puños de la camisa y se colocó el saco, tomando su maletín sin dedicarle una sola mirada a su alumno, sabía que hacerlo sería un error, porque esos mocosos siempre tenían una idea errónea de la situación.


Darrell solo se quedó en silencio cuando el profesor terminó de hablar y Byron salió del aula sin esperar, no deseaba estar más tiempo en ese lugar. Había tenido un largo día entre las clases, el trabajo de su manuscrito y las juntas de academia a las que había asistido de parte de Jeremy.


La brisa de la noche lo recibió en cuanto se dispuso a atravesar los pasillos y respiró el aire frío y fresco, pero justamente ricitos de oro apareció frente a sus ojos, al parecer llevaba algo de prisa.


—¿A dónde vas tan tarde, ricitos? Creí que tus jornadas de la noche empezaban desde hace mucho tiempo —dijo Byron lo suficientemente bajo como para que solo Jeremy lo escuchase.


El rubio se detuvo al escucharlo y colocó un dedo entre sus labios sin dejar de mirar a su amigo.


—¡Shh! Estoy de cacería y no estoy para tus bromas, después te contaré… No, espera, no lo haré, no lo mereces —rectificó Jeremy sacudiendo la cabeza y se dispuso a seguir su camino—. Cena algo esta noche Byron, no te vi en el almuerzo pero hoy no voy a perder al ángel por culpa de nadie, ya me voy.


—¿Al… qué? —preguntó Byron confundido, pero ya era demasiado tarde, su amigo ya se había marchado y su oscura silueta se hacía cada vez más pequeña. Parecía un pequeño faro con esa cabellera tan rubia—. Comienza a preocuparme tu estabilidad mental… —masculló para sí mismo.


Después trató de recordarse que quien hablaba solo era él, pero esos eran detalles insignificantes.


Llegó al edificio de residencia sintiendo cierta pesadez en los hombros, hubiese matado por un masaje en ese mismo instante. Presionó el botón del elevador con poca paciencia y prácticamente suspiró cuando éste marcó su llegada a la planta baja, pero lo que las puertas al abrirse le mostraron, detuvo cada centímetro de su cuerpo.


Ethan lo miraba igual de sorprendido.


El chico ya no traía el uniforme y su cabello estaba completamente desordenado, llevaba un suéter que le quedaba considerablemente grande y tenía leves matices grisáceos por debajo de los ojos, aquello podían explicarlo perfectamente los tres enormes libros que llevaba en las manos.


Demonios. El chico era malditamente adorable. Malditos ojos tan grandes y verdes.


—Bu-buenas noches profesor Byron —saludó el chico algo somnoliento, pero eso no evitó que le dedicara una de sus particularmente dulces sonrisas.


Eran pasadas las doce. Era viernes. El chico seguía estudiando. Esto simplemente debía ser obra del diablo. Su sonrisa también.


—Buenas noches señor Collins, ¿estudiando tan tarde un viernes? —inquirió Byron con genuina curiosidad.


—Sí lo sé, es que yo no… —el chico parecía a punto de decirle, pero de repente abrió los ojos desmesuradamente y el color en sus mejillas comenzó a aumentar, parecía avergonzado—. N-no me preste atención, es que solo iba a devolver unos libros a la biblioteca, quería terminar un trabajo para tener libre el fin de semana.


La forma en la que hablaba atropelladamente era muy linda, sumado a su sonrojo y a su lenguaje corporal que decía claramente que estaba mintiendo, el chico resultaba demasiado dulce por sí mismo.


—Qué extraño, no recuerdo haber dejado ningún trabajo para el lunes —dijo Byron con una tenue sonrisa.


—¿Eh? —Ethan lo miró confundido y Byron señaló el libro que llevaba en sus manos, era uno de los que había recomendado en la clase. Cuando el chico se dio cuenta, solo abrió y cerró la boca sin saber qué decirle—. No es lo que piensa, yo no… Agh es decir, estaba estudiando, es todo.


Finalmente Byron se compadeció un poco de él, no sabía si era por su cansancio, por el rostro de preocupación que tenía el chico o porque por primera vez iba a comportarse como un verdadero profesor, simplemente la propuesta salió de sus labios.


—Señor Collins, si de verdad necesita que lo ayude, lo espero mañana en la biblioteca del edificio —Byron entró al elevador y miró al chico con una suave sonrisa—. Lo veré por la mañana, después del desayuno, no llegue tarde.


Ethan lo miró maravillado, era como si Byron hubiese pronunciado las palabras precisas para hacer aparecer mágicamente una sonrisa enorme en sus labios.


—¡Muchas gracias profesor Byron!


Era la primera vez que veía una mirada como aquella, estaba tan impresionado que, cuando las puertas se cerraron, Byron apoyó la espalda en la pared metálica y fría sin dejar de mirar al mismo punto.


—Ese niño es el diablo… ¿Qué acabo de hacer?


Cuando llegó a su piso y entró a su celda, lo único que rondaba en su cabeza eran esos sonrientes y maléficos ojos verdes que lo habían hipnotizado.

Notas finales:

¡Al fin he llegado a esta parte y es viernes! Espero que hayan tenido una buena semana porque la siguiente van a ser capítulos sin parar de lo que sucede realmente con esos dos.

Roguemos porque Jeremy tenga suerte con su angelito, él también lo va a estar dando todo la semana que viene. Ethan nos salió un poco masoquista ¿no creen? Al chico lo persigue la mala suerte, empezando con que Darrell ya lo odia.

Bueno, nos vemos el lunes de la próxima semana, gracias por cada comentario y ánimo ;) ah y recuerden ejercitar la mente para que el teléfono no sea lo único inteligente que tengamos<3

PD: Si quieren novedades o estar al pendiente de las cosas que digo sobre el resto de los capítulos ya escritos (pero no publicados) síganme en twitter: @MMadivil 


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