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Trilogía por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Otra vez por aquí? ¿Tan pronto?

¡Sí! Es que los capítulos cortitos y las palabras se disparan en mi mente, se escriben, se corrigen y aquí estan... La verdad que estos pequeños fragmentos me dan un especial alegría hacerlos, no sé, tal vez porque no pensaba que pudiera escribir algo por el estilo... Siempre es bueno saber que podemos ir más allá de nuesta "zona de confort"

Espero disfruten la lectura.

Dicen que los golpes te hacen fuerte, que cuentan más las caídas, que sobrevive el valiente, que vive el que concreta, más allá del que sueña.

Dicen que la vida es la que impone los retos, estando en uno superarlos o dejarse vencer... ubicarse justo en medio de lo celestial y lo terrenal. Que la vida es el mediador junto a la razón, de donde irían a parar las almas... todo eso dicen... pero no hablan de personas, de belleza, de dolor, de alegría, de odio y de amor.

No te lo hacen saber, porque justamente, esas son las pruebas a superar... y claro que el amor es la meta, el premio.

 

El amor es la vida misma...

 

Pero hablan de un amor terrenal, de uno impuesto por la creación, hablan del amor como superfluo del universo, que cada quien lo lleva dentro, pero que debe manifestarlo como la naturaleza lo impuso. Ordenan enderezarnos en el camino, bajo sus reglas, sus modos y con su estilo y verdad putrefactos... es la enfermedad del mundo, ordenes, condicionamientos en el sentir...

Amor hay uno solo, se experimenta y se goza. Nada más.

Cambiar lo que ha sido y fue, nunca. ¿Por qué hacerlo? ¿Por qué mortificarse?  Culpas, los humanos se llenan de ellas y se dejan devorar por los recuerdos, por las cosas insignificantes, por las estupideces cometidas. Es esencial arrepentirse, sólo y tan sólo si conlleva al destierro de aquello que nos perturbó en un principio.

 

Kanon estaba seguro de todo ello, de que no valía la pena rememorar las cosas – atrocidades – que pudo cometer en el pasado. Si le valió un arrepentimiento, una redención, pero ya estaba.

Ni siquiera aquel francés, que lo recitaba cual Credo, lo llevaba a cabo, Camus era tan dependiente de sus emociones y recuerdos como todos en ese Santuario…

 

Pero él estaba libre, sin sombras, sin ataduras y sin prejuicios…

 

Entonces, ¿por qué Saga insistía en traerlos al presente? ¿En poner sobre la mesa cada recuerdo de lo que alguna vez hizo?

Era por Aioros, porque todo lo esencial para su gemelo se resumía en ese nombre; Aioros  de Sagitario.

O Aioros Sfakianakis. A veces olvidaba que ellos también poseían apellidos. Tantos años salvaguardando una Constelación, una posición ¡una Diosa! que era fácil olvidar que afuera, en el mundo ajeno a Dioses y guerras, eran humanos, con padres, con apellidos y riquezas… ellos no, pero algunos sí.

 

Saga decía no entenderlo, pero lo entendía sobradamente. El muy maldito…siempre tan misterioso y eternamente triste. Tristeza que le transmitía día a día, entre sus brazos, entre sus besos, mezcla de pasiones y remordimientos. Él no podía arrepentirse de saberse entre sus gemidos, dueño de su orgasmo.

Sufría, claro, es humano, eso ya quedó bastante demostrado. Sufría porque el pecado que cometía no era simplemente follarse a su hermano, que el infierno mismo escupiría su alma asqueado. No, era amarlo, amarlo como no amaba a nadie, a tal punto, incluso… que le gustaba que así lo llamaran; Saga.

 

No veía en Saga a su gemelo, veía al hombre que, debajo de la apariencia espejismo, era.

 

—Y te amo infeliz…—murmuró.

 

Lloró, porque ese amor, al final del camino, jamás le correspondería del todo, no mientras exista un Aioros Sfakianakis a quien adorar.

 

•○•○•○•

 

Quince años atrás, cuando Saga, el Dios encarnado en la Tierra y su inseparable amigo, el bondadoso y perfecto Aioros, decidieron dejarlo de lado para amarse, Kanon sintió que su vida se fragmentó. Por un lado entendía que Saga y ese otro griego, siendo los dos únicos Santos, estuvieran ocupados, pero lo que no entendía era porqué su hermano regresaba sonriente siempre, siempre sonriente. Una sonrisa que él no producía, que él no disfrutaba y que odió con toda su alma.

Claro que él, perspicaz, no tardó en hallar el motivo de esa sonrisa, la estrella por la cual Saga orbitaba… Aioros Sfakianakis… no tardó en hallar la ranura por la que su infranqueable hermano sucumbiría… y destruirla, a través de lo único que realmente le importaba en la vida, el propio Saga. Pero antes, se dio el gusto de disfrutarlo.

 

Fue en ese tiempo, que descubrió el insano placer de follar mientras su amante lo llamaba como su hermano. Llámenle fetiche. Aioros no lo sabía, o pretendía no hacerlo.

 

—Saga…estás distinto… pero no te detengas—gimió—, me gusta.

 

Simplemente estalló, se drenó por completo en un orgasmo demencial, mientras disfrutaba del nombre de Saga en labios de otro, dirigido a él. Demente.

 

Enfermo.

 

Pero ahí estaba Aioros una vez más, plenamente consciente de quién era, de qué quería  con él, y sin más, lo consentía.

Y ambos sufrían, y sus almas lloraban, porque utilizaban la figura del ser más amado por ellos, de la manera más mezquina que existe. Y lo herían, lo herían cada día, mientras sus sexos ardían en sus bocas, en sus anos, donde sea, ardían… estallaban… sobre la imagen de Saga.

 

Enfermos, realmente. El infierno escupiría su degradación.

 

•○•○•○•

 

¿Y por qué él? Justo él.

 

Mocoso insufrible, siempre igual, siempre arrogante. Deseando lo ajeno, metiéndose en medio de lo que no le corresponde… era momento de darle una lección… ya estaba metido hasta la medula si descubrían sus relaciones, una más no haría la diferencia.

 

Había dos puntos débiles en el menor de los castaños. El primordial y adorado por sobre el universo mismo; su hermano. El otro… el quinto griego en las filas Doradas… Milo.

No sería fácil conociendo al rubio, sobre todo con cierto pelirrojo pedante, rondando como buitre en busca de la carroña. Pero a Kanon le gustaban los desafíos y  de sobra conocía todas las manías para hacerse de la victoria.

Estaba seguro que no le quedarían ganas de revolcarse con su hermano (y con Aioros) nuevamente, porque si había algo de lo que Kanon podía vanagloriarse, era su sagacidad… y su belleza, claro está.

 

Tiempo después supo, que había cometido un error… que Milo no era presa fácil, ni mucho menos estúpido, que Camus era mucho más importante en la vida de Aioria… y que el mismo Aioria lo era en la suya…

¡Maldito el día que decidió probarlo! ¡Maldito el día que esos desgraciados hermanos decidieron nacer!

 

Todo sería mucho más fácil, si sólo eran Saga y él…

 

Aunque el infierno les escupiera encima.

Notas finales:

Espero realmente que hayan disfrutado de la lectura.

Será hasta el próximo capítulo. Gracias por leer.


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