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I Almost Do [Frozen] por Sailor Sky

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Notas del capitulo: Hola, gracias por preocuparse por mi resfrío, y por comentarme, saben que es muy importante para mí... Y bueno, dejando las ñoñadas de lado... quiero decirles que he añadido un nuevo personaje, Giselle de la película Enchanted, una princesa de Disney que creo que han dejado muy olvidada, pero que siempre me ha encantado y siempre he pensado que tiene un ligero parecido a Anna… Sin más que decir, les agradezco a mares su apoyo. ¡Disfrutenlo!
Justo frente a aquella amplia y rustica cerca blanca que rodeaba el hogar de la familia Arendelle, se encontraban los jefes de familia, con su hija menor al frente y la mayor entrando con lentitud a un azulado auto que su padre había comprado para Elsa con un único objetivo: ser su medio de transporte en su vida universitaria.
La cajuela de aquel clásico, pero bien conservado vehículo estaba llena por el equipaje de la joven rubia, el asiento trasero incluso estaba ocupado por algunos libros y enciclopedias. Los ojos de la madre estaban algo llorosos, incluso tenía un pañuelo húmedo y ya bastante arrugado en las manos; el padre por el contrario se observaba orgulloso y con la frente en alto. Por otro lado, la hija menor guardaba un gesto de aflicción contenida, tenía las manos hechas un nudo, mirando esos ojos azules, propios de su hermana mayor, que le sugerían resistencia, fuerza y una dulzura oculta que sólo ellas dos podrían entender.
La hija mayor dejó una última sonrisa, dedicada a su madre quien parecía volvería a llorar, a su padre jubiloso y lleno de dicha; y por supuesto a su pequeña hermana quien lucía ansiosa, preocupada y entristecida.
Así… Anna veía como una nueva etapa en la vida de su hermana empezaba, una etapa de la que difícilmente sería parte, y aunque lo había sabido desde el momento en el que Elsa había recibido la carta de aceptación, no fue consciente de ello hasta que el sonido de la puerta del auto cerrarse la hizo despertar de sus pensamientos. El auto rugió, anunciando que el motor estaba despierto y listo para ponerse en marcha.
Tras añadir un movimiento quedó con la mano izquierda tras la ventana, la rubia decidió avanzar y dejar atrás a sus padres y pequeña hermana.
Las agujas en los hospitales, esas extrañas formas que formaban los abrigos en su closet al anochecer, esperar el resultado de las notas después de un duro examen, ver algún insecto andando cerca, películas donde muñecos tienen vida y se vuelven asesinos seriales, mirar hacia abajo estando a alturas muy elevadas; de pronto esas cosas parecían no ser nada… La pelirroja se dio cuenta de que para ese entonces… Jamás había tenido tanto miedo en su vida, la persona que más quería se estaba alejando, lejos, muy lejos, allá donde no podría alcanzarla… ¿Qué iba a hacer?
La pregunta fue respondida por sus piernas, quienes sin si quiera esperar una orden de su sistema motor ya habían actuado. Haciendo a Anna correr con desespero tras aquel clásico y azulado, haciendo brincar de un lado a otro sus aniñadas trenzas, gritando con todas sus fuerzas en nombre de su hermana quien, no tardó en capturar aquella imagen en el espejo retrovisor.
¿Era en serio? ¿Anna corría? ¿Llamándola?
Lo siguiente en escucharse fue el chirrido de las llantas frenar precipitadamente. Elsa se quitó velozmente el cinturón, salió del auto sin preocuparse por cerrar la puerta, y como si fuera la escena de descrita en una novela romántica, las piernas de Elsa reaccionaron también, corriendo precipitada y deseosamente hacía su hermana.
Ambos cuerpos chocaron, enganchándose en seguida uno con otro, tan fácil, tan preciso, como si el cuerpo de cada una hubiera sido creado para unirse con el de la otra.

Las lágrimas que el par de hermanas habían estado evitando, se revelaron, haciéndose presentes en medio del calor de aquel inesperado abrazo.
— No me dejes… Elsa, no me dejes… Por favor no me dejes… — La voz quebrada de la más joven fue la primera en quebrar el silencio, aferrándose con fuerza a la camisa de su hermana, arrugándola en sus puños.
— Anna, no voy a dejarte, nunca podría hacerlo… Anna recuérdalo. — Respondió la mayor, apoyando su sien en la de la pelirroja, con los ojos cerrados, sujetándose con fuerza de los omoplatos ajenos.
— Elsa… Elsa… No sé cómo haré… No sé cómo haré… No podré… No podré si tú no estás… — La menor rompió en llanto, ocultándose en el cuello de su hermana, sin parar de llorar.
— Te llamaré todos los días, nos mensajearemos, te escribiré, podremos tener video llamadas, te enviaré fotos y tú a mí, estaremos conectadas, a pesar de la distancia… Anna, lo haremos… — Insistió la mayor, reafirmando los puntos de los que ya habían hablado la noche anterior.
— ¿L-Lo haremos…? — Preguntó con la voz frágil, entre gimoteos la pelirroja, retrocediendo sólo un poco para poder ver el rostro de su hermana mayor.
— Si Anna… — Respondió la rubia, alzando sus manos al rostro de su hermana y así limpiar con las yemas de sus pulgares las lágrimas de Anna. — Juntas…
— Elsa… Esto… ¿Esto va a funcionar, cierto? Seremos tú y yo… ¿Verdad? — Toda la ilusión del mundo hizo que los cristalinos ojos de Anna pudieran brillar al tiempo de hacer aquellos cuestionamientos.
— Va a funcionar Anna… — Respondió la rubia con un hilo de voz, tragando largo esperando poder deshacerse se aquel poderoso nudo que se había hecho de su garganta. — Lo haremos funcionar…
— ¿Lo prometes? — Preguntó la menor de ambas.
— Lo prometo. — Respondió su hermana.

Aquella despedida fue sellada con un beso dado por la menor, en la comisura de los labios de su hermana mayor. Ahora estaba tranquila, Elsa lo había prometido, su amor no moriría, todo lo descubierto la noche del baile, todo lo dicho, todo lo sentido ahora estaba asegurado en una promesa, una verdadera promesa de amor.

5 A—OS DESPU…S

Con lentes de pasta gruesa negra, una cinta métrica colgando del cuello, alfileres y pinzas sostenidos contra la parte baja de su camisa, con la habitación en ligera penumbra, de no ser por la pequeña luz que alumbra recelosa y únicamente el escritorio donde residían pedazos de tela, de muchos tipos, algunas marcadas con líneas punteadas, en curvas y rectas. Una Anna concentrada en sus recortes y ajustes, esforzándose por mantener la cabeza empeñada en el diseño que tenía bajo sus manos… Pero por mucho que lo deseara… Era otra noche en la que las horas del reloj habían pasado descaradas frente a sus ojos, siendo atrapada por la madrugada, el silencio, y cientos de pensamientos que sólo se remontaban a una persona… Elsa.
— Apuesto que a esta hora de la noche sigues despierta… — Susurró Anna, tras dejarse caer en el respaldo de su silla, quitarse los lentes y tallarse los ojos tratando de aliviar su cansada vista. Suspiró cerrando los ojos y volvió a decir. — Apuesto a que estas sentada en tu silla junto a la ventana… Mirando la ciudad… — Abrió los ojos, se puso de pie y caminó hacía su propio ventanal, tiró de la persiana y miró por debajo las luces de los autos, las farolas, algunos negocios, espectaculares y demás. Entrecerró los ojos y dejó apoyado el puño cerrado contra la ventana. — Y apuesto… Que a veces… Te preguntas por mí… — Tras decir aquello, los ojos de Anna volvieron a cerrarse, dejando caer la frente contra el cristal y empañando el mismo con un segundo suspiro, más denso, profundo y melancólico.

Le parecía difícil creer que habían pasado ya varios años desde que uno de sus más grandes sueños se había vuelto realidad, le costaba mucho creer que hacía poco más de cinco años años había visto a su hermana partir, a un mundo que entonces le parecía completamente inalcanzable y desconocido. Anna ahora era toda una adulta de casi 22 años, esforzándose al máximo pues aunque el ámbito profesional en el que había elegido desenvolverse, no estaba directamente relacionado con el área en el que Elsa se desenvolvía, no quería quedarse atrás, quería estar a la altura de su hermana. Quien antes de graduarse ya había conseguido un buen empleo y había sabido enaltecer el apellido Arendelle. Por lo que Anna tomó la costumbre de usar el apellido de su madre para presentarse, no quería avanzar gracias a la sombra de su padre o Elsa.
— En realidad me encantan, nuestra agencia no suele tomar diseños de independientes pero… — Una pelirroja emocionada, hermosa, de buenas proporciones y posiblemente algunos años mayor a Anna hablaba con las manos juntas mientras miraba una y otra vez los maniquíes adornados con una selección especial de vestidos de colores pastel. — Me encantan… señorita Brander es usted increíble. — Terminó la pelirroja devolviendo la mirada a Anna.
— Ah… Me halaga demasiado… — Respondió Anna llevándose un mechón de cabello tras la oreja. Sonriendo nerviosamente, la visita de dueña de una de las revistas de moda más influyentes, nada más y nada menos que Giselle Di Andalasia, cuya compañía llevaba su mismo apellido, la tenía sorprendida.— Jamás pensé que mis diseños estuvieran a la altura de sus gustos.
— ¿Pero qué dices? Son fabulosos… Lo he decidido… señorita Brander, quiero esto en mi edición de Abril, y no aceptaré un no por respuesta… Llamaré a mi agente ahora mismo él se encargará del papeleo. — Dijo la pelirroja mayor, sacando el móvil de su bolso, entusiasmado.
— E-Espere... ¿Qué? — Anna reaccionó sorprendida.
— ¿No… No está de acuerdo, señorita Brander? — Preguntó Giselle dejando de teclear sobre la pantalla del dispositivo.
— N-no… Es… Es sólo que… Estoy sorprendida… Sería un honor para mí… Y… Puede llamarme Anna solamente…— Terminó diciendo Anna con suma sinceridad.
Giselle sólo sonrió con mayor amplitud a Anna, se giró dándole la espalda mientras realizaba la llamada. A pesar de aún ser sólo una estudiante, una oportunidad grandísima se le presentaba a Anna, y claro que iba a aprovecharla.
— Mi agente vendrá esta tarde, con él podrás arreglar todos los detalles, ya le he dado instrucciones… — Dijo Giselle tras terminar la llamada. — Ya quiero hablarles a todos sobre ti… — La mayor tomó las manos de Anna, y dio un par de saltitos emocionados, mirándola como si fueran amigas de hace años. A lo que Anna sólo respondió con una risa torpe. — Ah, como pude haberlo olvidado… Anna ¿Tienes la noche libre? — Alzó las cejas y se mordió el labio expectante de la respuesta de la más joven.
— ¿Esta noche? Bueno yo… Pensaba en trabajar un poco en… — Dijo Anna acariciándose la nuca incomodidad.
— ¡Vamos! Deja el trabajo por un momento, te mereces un descanso… — Giselle soltó a Anna, miró hacía los lados tomó el primer post it que vio y garabateó en él una dirección y una hora, para luego entregárselo a Anna. — Me gustaría verte ahí, quiero presentarte a algunos colaboradores, que seguro estarán muy interesados en lo que haces. — Asintió segura.
— ¿Qué es esto…? — Preguntó Anna dudosa mirando el papel con confusión.
— Daré una pequeña fiesta… Es exclusiva, así que lleva a una persona máximo ¿Está bien? Tu novio quizá, los espero— Giselle guiñó y tras dejar dos besos en las mejillas de Anna se despidió, saliendo del estudio de la menor, seguida de un par de hombres corpulentos, vestidos de traje, sus guardaespaldas.
Anna quedó ahí de pie unos segundos más después de que Giselle se marchara, le tomó tiempo carburar lo que acababa de pasar, caminó despaciosamente hasta uno de sus sofás, se sentó en este con la cara desencajada, para después cerrar los puños y alzarlos por encima de su cabeza entonando un muy eufórico “¡Yay!” rápidamente corrió hacía su teléfono celular, marcó el número de su hermana, y aunque la llamada no fue respondida, dejó un mensaje en el buzón.
— ¿Sabes quién acaba salir de mi estudio? Elsa, Elsa… ¡Giselle Di Andalasia! — Gritó emocionada contra el teléfono. — Bueno… Quizá no sepas quien es… No, debes saberlo todos conocen Di Andalasia… En el mundo de la moda es como… Como… — Anna tembló en medio de su furor. — Ha dicho que mis diseños estarán en su edición de Abril ¿No es fenomenal? Esto es genial… Sé que no se compara con lo que tú has hecho… Mamá me ha contado y bueno… No hace falta, tu cara esta por todos lados… — Anna rio tratando de ocultar una punzada de dolor que le nacía desde el pecho hasta la garganta. — P-Pero bueno yo… Espero que estés bien… Te extraño mucho… Cuídate ¿Si? — Anna dejó el teléfono sobre el sofá. Cerró los ojos, se pasó las manos por el rostro y suspiró… A pesar de los años, lo que vivía… Aún era demasiado para ella.

Y es que… ¿Cómo iba a saberlo la menor de las hermanas? ¿De qué forma habría sabido? No había ninguna pista, ningún indicio, nada que le dijera, que la previniera, que le avisara, que todo lo dicho, todo lo acordado, lo prometido entre Elsa y ella aquel día en que se despidieron… Todo… No era más que una mentira.
No hubo llamadas, no hubo mensajes, no hubo cartas, no hubo saludos por parte de Elsa, y Anna esperanzada aún después de varios meses, creía tan sólo que la universidad era demasiado pesada para su hermana, que los estudios seguramente la tenían agobiada y apenas tendría tiempo para respirar. Por lo que atender a sus mensajes, sus llamadas, e e-mails sería una absoluta pérdida de tiempo.
Pero después, volviendo del instituto, encontraba a su madre o a su padre colgando el teléfono, quienes le contaban que habían tenido una llamada de horas con Elsa, contándole todo lo que había conseguido su hermana mayor, sus logros académicos, anécdotas universitarias, los amigos que empezaba a hacer, nombres y situaciones que le eran completamente desconocidas a Anna.
Fue entonces, que tras el primer año de Elsa fuera de casa, la pelirroja llena de dudas y dolor decidió viajar, decidió recorrer esas 6 hrs. Y 25 minutos para encontrarse con Elsa, para pedirle respuestas, para poder entender lo que estaba pasando. Y Sí encontró a su hermana, salieron juntas esa noche, como si no hubiera pasado nada entre ellas, Elsa trataba con el cariño de siempre a Anna, eran sólo ellas dos de nuevo en medio de la noche, tomadas de la mano, riendo, hablando, mirándose, siendo felices; sin ocultarse, actuando como una verdadera pareja. Esa noche Anna, se quedó a dormir con Elsa, aunque ninguna de sus dudas había sido aclarada, no le importaba nada; Elsa estaba ahí, mirándola de nuevo, queriéndola, que más daba ese año de silencio.
Segura de que las cosas cambiarían después de aquella visita, Anna volvió, siendo castigada por un par de semanas al ‘fugarse’ así de casa sin ninguna explicación aparente. Pero estaba feliz, porque tenía a Elsa de vuelta… O eso creyó, durante el primer mes, el segundo, el tercero… De nuevo se engañaba bajo la idea de que las ocupaciones de Elsa la absorbían. Se sentía confundida una vez más ¿Qué estaba pasando? El viaje de 6 horas y 25 minutos se repitió, la noche de ensueño volvió a pasar, las dudas seguían vivas, pero eran sedadas por Elsa, sus caricias, sus palabras de amor, sus besos. Como si ya no importara todo el dolor que la incertidumbre hubiese creado antes.
Anna volvía a casa reprendida pero feliz, enamorada, animada, tan ilusionada, pero no habría que ser un genio para decir que la comunicación con Elsa volvía a hacerse nula, sin importar cuanto insistiera Anna, sin importar cuantos mensajes dejara, el teléfono de Elsa siempre estaba indispuesto, apagado, inalcanzable.
— Tienes que acompañarme, no puedo llegar sola, además eres el colaborador de la línea, por favor, Olaf… — Anna, caminaba por las calles de la ciudad, con el teléfono en mano y algunas bolsas de compras colgando de su antebrazo izquierdo. — Ya sé, ya sé… Es de último minuto, cancela tu cita ¿Si? Habrá un montón de diseñadores… si Olaf, modelos también… — Anna rodó los ojos negando mientras sostenía la conversación con su amigo. — ¿En Serio? — Se detuvo de pronto en la acera, sonriendo con emoción. — ¡Es genial! Pasaré por ti a las 8, nos vemos. — Anna culminó la llamada sonriente. Mirando unos segundos la pantalla del teléfono para luego guardarlo complacida. Suspiró sin borrar la sonrisa en sus labios hasta que algo le hizo voltear al escaparate que tenía a un lado suyo. Sintió que el corazón se le encogía, ya sabía a qué se debía…
El libro de Elsa estaba siendo promocionado como el best seller de moda, tras la vitrina podría leerse “La princesa del fuego por Elsa Arendelle”. Desde que había vuelto a la ciudad escaparse del nombre “Elsa Arendelle” había sido imposible, el libro había impresionado a personas de todas edades, se hacía popular entre conversaciones y eventos. Elsa había llegado lejos y eso le complicaba la vida a Anna, debía escuchar el nombre de su hermana por doquier.

Anna había perdido la cuenta de cuantos viajes hizo, cuantas veces se metió en problemas por ir a ver a Elsa, cuando se dio cuenta de que no podía seguir así… De que el amor que tenía por Elsa la estaba destruyendo y que probablemente, no era bien correspondido. El tiempo paso y los viajes clandestinos de Anna se detuvieron… La pelirroja supo que debía parar, por su salud y por su propio bienestar. Debía terminar con el amor que le tenía a Elsa.
Durante vacaciones Elsa pudo visitar sólo un par de veces a la familia, pero Anna dejó de perseguir, pegarse, hostigar a su hermana mayor. La evitaba, salía con sus amigos, casi ignorando la presencia de Elsa en casa, eran los peores días de su vida. Llegar de la escuela y encontrar a Elsa cocinando con su madre, sonriéndole, invitándola a unírseles, teniendo que negarse bajo la excusa de tener muchas tareas o algo más que hacer. Despertar por las mañanas y ver a Elsa con ropa deportiva, invitándole a acompañarle en una corrida matutina, cuantas veces quiso acompañarla y bajo pretextos tontos tuvo que negarse.
El martirió terminó cuando Anna terminó el instituto y cansada del dolor, decidió estudiar en el extranjero… Solicitando una importante escuela de modas en París, así no vería a Elsa, no tendría que preocuparse por encararla y ocultar todo su sufrimiento.

Para cuando Anna volvió al país tuvo que mudarse al centro por trabajo, ya tenía ligera ‘fama’ hecha en Paris, había sido una pionera en el diseño, y su corta edad hacía que muchos de los que llevaban ya mucho tiempo en la industria de la moda se sorprendieran y sintieran gratos por un alma joven tan intrépida como Anna. No le iba mal, pero sin duda no había llegado la fama que su hermana mayor tenía.
Aunque no hablaba con Elsa, había adquirido un pequeño mal habito, cuando algo muy feliz o muy triste le ocurría, en seguida saltaba a llamar a Elsa, nunca oía su voz, sólo escuchaba la voz femenina de la grabación pedir que dejara un mensaje, y Así, Anna llenaba de mensajes el buzón de voz de Elsa, estaba segura de que Elsa ya no usaba ese número, seguro que lo cambió al entrar a la universidad, la había bloqueado, o algo… Pues nunca había respondido una sola llamada suya. Así que… En los momentos de debilidad o suma alegría, Anna dejaba mensajes de 30 segundos, que seguramente nunca serían respondidos.

— ¿Por qué tuviste que usar zapatos altos? Ahora me veo más pequeño. — Reclamaba Olaf tras dejar el auto al valet, caminando con Anna sujeta a su antebrazo, mientras esta se aguataba las risitas.
— Deberían darte un Oscar, esa exageración te sale de lujo… ¡Estamos del mismo tamaño! — Respondió Anna mientras negaba divertida.
La pareja de amigos ingresaron al lugar, la recepción era bastante cómoda, sofisticada, la luz era muy tenue, con luces en el suelo, las plantas iluminadas por luces de colores rosas, violetas y purpuras, música a nivel medio, personas vistiendo lo más chic posible, con un denso y elegante glamour que dejó a los dos pelirrojos sorprendidos, se sentían como en su propio paraíso.
Los dos miraban todo con tal asombro, estaban perdidos, como niños en una dulcería, indecisos porque golosina saborear primero. Para su fortuna el caramelo principal no tardo en acercarse a ellos.
— ¡Anna! — Se escuchó la voz de Giselle llamarle a unos pasos. — ¡Viniste! — Continuó como si le costara creerlo. A pesar de haberla visto apenas esta mañana le dejó un apretado abrazo y dos besos, uno en cada mejilla, al estilo europeo. —
— Gracias por invitarnos… — Respondió al abrazo con un par de palmadas en la espalda ajena. — Ah, este es Olaf Snow… Mi principal colaborador en la línea. — Dijo Anna señalando a Olaf con la mano derecha extendida.
— Es todo un honor, señorita Di Andalasia. — Olaf se inclinó apoyando una mano sobre su abdomen y esconder la otra tras la espalda.
— El gusto es mío Olaf… — Giselle tomó su vestido por los pliegues laterales y se inclinó devolviendo la reverencia al estilo medioevo.
— Es increíble trabajar con alguien que amas ¿No es así? Es decir, ustedes dos… Deben sentirse muy cómodos trabajando juntos. Yo… A veces no puedo ver a mi persona especial por cosas del trabajo… Mi mayor sueño es que podamos trabajar en conjunto alguna vez. — Confesó Giselle tocándose el pecho con el ceño fruncido en ilusión.
— Si bueno… Debe ser… — Olaf iba a comentar, hasta que entendió lo que Giselle pretendía decir. — A-h… Espere… ¿Usted cree que Anna y yo? — Olaf se señaló a su amiga y luego a él mismo incrédulo.
— ¿No son novios? — Giselle parpadeó confundida mirando a uno y luego a otro, buscando respuestas en sus ojos.
— ¿Olaf y yo? — Alzó las cejas sorprendida la menor de las pelirrojas y luego se apresuró a negar con las manos y la cabeza al mismo tiempo. — No, no, no…
— Si… Eso… Es completamente imposible… Anna es lesbiana. — Afirmó Olaf sonriente. Haciendo que una "o” de sorpresa se fijara en los labios de Giselle, y que Anna dejara un disimulado codazo en las costillas de su amigo, quien no se preocupó por ocultar su dolor, encorvándose y quejándose por el golpe. Haciendo que al final Giselle soltara una risa repentina.
— Ustedes dos sí que son un par. — Dijo la mayor entre los pelirrojos, tapándose la boca para atenuar su risa.
Anna y Olaf se miraron y trataron de reír también, algo incomodos. Sin embargo Giselle se esforzó por hacerlos sentir en ambiente. Los presentó entre sus invitados, contó a todos sobre el talento de Anna y lo asombrosa que era su colección, haciendo que la menor de la familia Arendelle se sintiera en confianza, bromeando, haciendo chistes, siendo ella misma junto con Olaf. Ambos habían caído bien entre el grupo de desconocidos. Olaf ya había entablado una pequeña ‘amistad’ con un joven modelo, cuando hablaban de intercambiar números y sentía que hacía mal tercio, además el calor de los tragos bebidos había subido un poco su temperatura, pensó que ir por un poco de aire fresco no le vendría mal.
Salió por lo que parecía la puerta de atrás, ya que imaginaba que la frontal estaría llena de personas fumando, o recién llegando y deseaba más bien un momento a solas. Dio un par de pasos, el aire era fresco, no había otra persona que no fuera ella, parecía un buen sitio hasta que…
Pudo escuchar el sonido de un auto deteniéndose justo frente a la entrada trasera, volteó a ver que se trataba de un simple taxi, pensó que no era importante hasta que vio salir a una persona del vehículo.
Lo que sentía al pasar cerca de escaparates con el libro de Elsa no era nada comparado a lo que su corazón sufrió en ese instante…
¿Hacía cuanto no la veía? ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué en ese preciso instante? ¿Por qué?
Vistiendo una gabardina beige, ropa formal, usando un par de delicadas gafas sin armazón, apenas perceptibles, un modesto flequillo cubriendo la frente y una elegante y bien peinada trenza colgando por el hombro izquierda. Así, Elsa bajaba del vehículo deseando buenas noches al conductor. Para luego sacar el teléfono móvil, por el cual su dedo pulgar empezó a deslizarse, mientras caminaba hacía la entrada, a sólo unos metros de Anna. Quien había quedado congelada, ninguno de sus músculos podía moverse, su corazón parecía que iba a estallar, tenía los labios a medio abrir mirando hacía aquella imagen madura y sofisticada de Elsa, quien al parecer no notó su presencia hasta que estuvo a sólo unos pasos de su hermana.
Aunque Elsa tenía la mirada sobre el celular seguía caminando, pero se detuvo cuando sintió una presencia justo al frente. Alzó la mirada con lentitud para verificar de quien se trataba, pero de entre todas las personas que pudieron haber sido, jamás esperaba que se tratara de…
— ¿Anna…? — La rubia pronunció el nombre de la menor, con un hilo de voz que se rompió en la última vocal.
Claro que era Anna, su pequeña hermana, aquella con quien no había sostenido una conversación decente desde hacía tanto, aquella que ahora la evitaba e ignoraba. Era Anna, vestida hermosamente por un vestido de noche, el cabello recogido, una suave capa de maquillaje en el rostro… Y esa inocencia en los ojos que reconocería en cualquier lado.
— Anna… De verdad eres tú… — Pronunció con la poca voz que parecía quedarle. Guardó el celular en el bolsillo de su gabardina, sintió sus ojos aguarse sin razón aparente. Tragó largo y sin recibir respuesta de su hermana, siguió avanzando, esta vez lenta, insegura y casi robóticamente, no sabía qué clase de reacción tendría Anna si se acercaba demasiado, pero no podía evitar hacerlo. Con cada paso que daba se lo creía más, su hermana era quien estaba frente a ella, más hermosa que nunca, si tuviera que escribir y explicar el mar de sensaciones que le hacía sentir, seguro Elsa terminaría llenando cientos y cientos de páginas.
— Anna… — Repitió el nombre de su hermana para cuando estuvo a sólo un paso de ella, dejó caer sus carpetas, dejando que un par de hojas de papel cayeran al suelo desordenándose, volando por ahí, poco le importaba. — Anna yo… — Las manos temblorosas de Elsa se alzaron con miedo hasta el rostro de su hermana, queriendo tocarla, acariciarle, pero sin atreverse.
— ¿Es… Es otro sueño cierto? — Anna por fin hablo, cualquiera que le hubiera escuchado habría sabido el dolor que existía en su corazón, su voz quebrada fue acompañada por una rauda lagrima que cayó cuando la menor de ambas se atrevió a parpadear para entornar fijamente el rostro de Elsa. — Es otro de esos sueños… En los que vienes… Acaricias mi rostro… Y… Me preguntas… Si quiero intentarlo de nuevo… Contigo… — Dijo Anna, con la lengua al borde del llanto, temblorosa, frágil, sin una sola pizca de fuerza.
— Anna… Yo… — Elsa no podía parar de repetir el nombre de su hermana, sus ojos temblaban en brillo, un parpadeó y al igual que su joven hermana una o más lagrimas se dejarían caer. — A-Anna… — Elsa sintió su barbilla temblar, y entonces se atrevió a rosar con los dedos de su mano derecha una de las mejillas de su hermana.
— Por favor… Si es así… Te suplico que… — Anna tuvo que hacer una pausa, sentía que abusaba demasiado de su voz, le pedía más de lo que podía dar ahora. — Q-que por favor… Me despiertes… Antes… A-Antes de que te diga que si… — Suplicó Anna, cerrando los ojos mientras ladeaba un poco el rostro hacía el taco de Elsa, necesitada de él, queriendo sentirla más de lo que apenas podía sentir.
— Anna… — Elsa afianzó su caricia, sosteniendo el rostro de su hermana con la mano derecha, deshaciéndose de las vagas lágrimas que llegaban a caer por las redondas mejillas de su pequeña hermana. — No es un sueño… Te lo juro… — Pronunció Elsa, buscando con la mano libre tomar una de las de su hermana, apretarla con fuerza y subir aquel agarre para dejarlo apoyado hasta su propio pecho. — Anna… Escúchalo… Escucha mi corazón… Escúchalo… — Insistió Elsa, cerrando los ojos también, apegando su frente con la de Anna. — Siéntelo… Yo realmente estoy aquí… Contigo… — Las palabras de Elsa eran como una rosa sobre el corazón de Anna, sentía la suavidad de sus pétalos acariciarle, pero al mismo tiempo, como con brutalidad sus espinas se hundían en sus tejidos, haciéndole sangrar.
— No juegues… No juegues más… No puedo… No puedo… No quiero… Es muy doloroso… Es tan doloroso… Oírte decir estas cosas… Y luego perderte… No saber de ti… Estar sola y sin ti una vez más… — Anna confesó sus sentimientos, entre sollozos desesperados que morían por no convertirse en llanto puro. — No hables como si me amaras… No me toques como si me amaras… Por favor… No lo hagas… Ya no quiero… ¡Ya no lo hagas! ¡No lo hagas nunca más! — Anna explotó, quiso separase de Elsa pero esta no se lo permitió.
— No, Anna, no. — Elsa la rodeó de pronto con ambos brazos, evitando que la pelirroja pudiera alejarse, la apegó a su cuerpo, la abrazó como nunca, no la quería lejos. — No… Por favor no te alejes de nuevo… Te necesito cerca… No te vayas… Por favor no… — Era ahora la mayor de las hermanas quien entonaba su voz en suplica. Rogando porque ese instante durara para siempre…

Adentro el ambiente seguía muy amigable, incluso quizá, más animado, el alcohol siempre servía para hacer que la gente se sintiera con mayor confianza. Había algunas personas bailando, otras más riendo; pero la anfitriona en especial a diferencia de hace un rato, no parecía estar muy cómoda. No paraba de mirar el reloj, daba vueltas por todo el lugar. Salía una y otra vez, preguntando al personal del valet si a por si una persona había llegado ya. Se sentía un poco inquieta, tanto que Olaf pensó propio pausar un momento su conversación y caminar hasta Giselle.
— Disculpe señorita Di Andalasia, ¿Está todo bien? — Preguntó casi contra su oído como si fuera un secreto. — ¿Puedo ayudarle en algo?
— Esto… — Giselle le siguió el juego, hablando bajo, pero con la misma expresión de preocupación en su rostro. — Quería presentarles a ti a Anna a alguien… Pero esa persona se ha retrasado… — Murmuró aun mirando con esperanza hacía la entrada, creyendo que en cualquier momento podría ver a esa persona cruzar el umbral.
— Ouh… Tranquila… Si esa persona acordó en venir, vendrá… Y si no lo hace… Será porque se le atravesó algún inconveniente… No se tense demasiado… — Sugirió Olaf, ofreciéndole la mejor de sus sonrisas.
— Lo sé… Lo sé… Pero… Elsa siempre avisa cuando se retrasa… Me preocupa… — Suspiró Giselle con las manos hechas un puño sobre el pecho.
— ¿Elsa? — Preguntó Olaf algo sorprendido, el nombre no era muy común, así que sólo una persona le había pasado por la mente. — Perdone… Tal vez mi pregunta vaya a ser muy tonta… Pero… Usted está hablando de…
— ¿Elsa Arendelle? — Entre su preocupación, Giselle logró sonreír de medio lado hacía Olaf. — Su nombre es demasiado reconocible supongo… — Bajó la mirada, sonriendo un poco más, pro ahora con un tinte de timidez que a Olaf le preocupo.
— ¿U-Usted la conoce? — Inquirió el chico pelirrojo. — ¿Es amiga suya?
— Hm… — Giselle dejó salir una avergonzada risa y sólo asintió. — Quizá… Yo diría… Más que amigas…
Notas finales: Espero sus comentarios, no sean crueles conmigo, los amo.

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