Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

I Almost Do [Frozen] por Sailor Sky

[Reviews - 136]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Hola ~ Sé que actualice hace nada, pero un bello lector me pidió capitulo inmediato (?) Y como tenía tiempo y muchas ganas me esforcé por cumplirle el capricho. Hahaha ~

Bueno, este capitulo esta extenso, y estan algunas aclaraciones, no todas, pero creo que las medulares sí. Habrá que hacer memoria de un acontecimiento pequeño en el segundo capitulo para comprenderlo bien, pero bueno... Espero que les guste!
— Lo siento Olaf, de verdad me siento mal… No imaginaba esta noche así. — Se despedía Giselle desde la ventanilla del auto, sujetando las manos del pelirrojo.
— No se preocupe… Espero que encuentre a la señorita Arendelle pronto. — Dijo, frunciendo las cejas en verdadera empatía.
— También espero lo mismo, dile a Anna que lo siento mucho ¿Si? — Giselle soltó las manos de Olaf quien asintió sin decir nada más, dejando marchar a Giselle en busca de su “verdadero amor”
Nada más despidió a la pelirroja, cerciorándose de que el auto que la llevaba avanzara por lo menos algunos metros lejos, para así sacar sumamente apresurado el teléfono celular, marcar a Anna y empezar a caminar de un lado a otro con la mano libre dando golpecitos contra su boca, mientras que susurraba repetidas veces “contesta, por favor, contesta”.
Llamó una vez, llamó dos veces, llamó tres, cuatro, seis, ocho… once… Nada... Sin embargo no dejó de intentarlo, hasta que sintió que timbraban su hombro izquierdo varias veces desde atrás. Volteó con un gesto de molestia, el cual cambió a uno de sorpresa total.
— ¿E-Eugene? — Olaf bajó el teléfono y miró con los ojos bien abiertos al castaño, quien a diferencia de hacía unos años, ahora vestía trajeado y con las sienes completamente descubiertas.
— Sabía que ese cabello no podría pertenecerle a otro hombre. — Dijo Eugene con una sonrisa ladeada y las manos ajustadas dentro de los bolsos de su terno. — ¿Cuánto tiempo ha pasado…? ¿Cuatro…? ¿Cinco años…? — Preguntó el castaño, mirando hacia arriba como haciendo cuentas en el cielo.
— Cinco años… — Asintió el pelirrojo con el semblante serio, y sin darle vueltas al asunto se cruzó de brazos y miró con fijeza al más alto. — Tú sabes donde estan ¿Cierto?
— ¿Eh? — La sonrisa de Eugene se deshizo cuando se encontró con la postura tan sombría del pálido muchacho. — ¿Quiénes? — Sacó la mano derecha del bolsillo para rascarse la mejilla y sonreír nuevamente, pero ahora con incomodidad.
— No soy tonto… Te conozco más de lo que la señorita Di Andalasia, así que no finjas conmigo. — Dijo Olaf severamente, descolocando a Eugene por completo, jamás lo había visto así.
— ¿Qué? Espera… ¿Conoces a Giselle? — El castaño arrugó los ojos tratando de entender lo que el pelirrojo trataba de decirle. — ¿De quienes hablas?
— Elsa y Anna. — Sentenció firme. — Dime ahora, ¿Dónde están?
— Wo, wo, wo… Espera, dijiste ¿Anna? ¿Elsa y Anna? — El hombre trajeado salió completamente de su mal entendimiento y abrió los ojos un poco más de lo normal, colocando ambas manos frente a Olaf como si sostuviera una imaginaria caja. — E-Espera… ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo sabes de Giselle? ¿Dónde está Anna? ¿Esta con Elsa? — Ahora era Eugene el que bombardeaba con preguntas al pelirrojo.
— ¿Qué…? ¿Realmente no sabes? ¿Estás jugando acaso? — Sin embargo Olaf no dejó la actitud seria, si bien no tenía nada en contra de Eugene, imaginarlo como secuaz de Elsa le ponía el humor del peor de los modos.
— Espera viejo, en serio… No estoy captando nada… Debes explicarme que está pasando… — Eugene continuó, negando con las manos, completamente fuera de órbita. Su expresión desentendida hizo que Olaf le diera en beneficio de la duda.
Olaf suspiró, se sentó en la acera y se paso las manos por el cabello sin saber por dónde empezar, así que prefirió responder una a una las preguntas de Eugene, contándole como es que Anna y él estaban en esa fiesta, por obviedad contándole como es que conocían a Giselle, hablándole del trato que habían cerrado con ella y la invitación a la fiesta, también le contó la forma en la que repentinamente Anna había desaparecido y con eso bastó para Eugene enlazara las ideas y el mismo entendiera que si Elsa había desaparecido cuando venía hacía el lugar, es porque seguramente se había encontrado con la pelirroja.

— Joder… ¡Se han ido juntas! — Exclamó Eugene tras haber oído la explicación de Olaf, el castaño conocía tan bien a Elsa que bastaba con haber oído los detalles mínimos de la historia de Olaf para saberlo, y del mismo modo, el pelirrojo conocía demasiado bien a Anna, tanto como para saber que si había desaparecido de pronto es porque se había encontrado con Elsa.
— La señorita Di Andalasia debe estar buscando desesperadamente a Elsa, y esa… — Olaf cerró los puños y apretó los labios evitando decir una mala palabra. — Debe estar aprovechándose de la ingenuidad de Anna… Una vez más… — Murmuró el pelirrojo con molestia, sabía que después de esa noche tendría que pasar los días consolando y cuidando de Anna.
— Maldición no… — Eugene se mordió la uña del pulgar preocupado. — Si Elsa esta con Anna… Joder… Su relación con Giselle se vendrá abajo… No puedo permitir que eso pase… Le ha costado mucho salir con alguien… Como para que Anna venga y lo eche a perder. — El castaño resopló sin saber qué hacer.
— ¡Debemos encontrarlas! — Después de una larga pausa los dos jóvenes dijeron al unísono, asintieron mirándose mutuamente.

El naciente sudor en las sienes y frente de la menor de las hermanas Arendelle hacía que algunos cabellos de su modesto flequillo se adhirieran a su piel, con los ojos cerrados, el ceño fruncido en un dolor inapreciable; las mejillas ardiendo como nunca, una de sus manos sosteniendo con temblor la nuca de su hermana mayor y la otra sirviendo para cubrir su boca, evitando lo más posible que los sonidos “vergonzosos” que resultaban de su boca fueran atenuados.
Anna estaba en una situación completamente nueva, aunque era humana y había pensado en situaciones parecidas antes… Jamás creyó que pudieran convertirse en realidad y menos ahora después de todos estos años. Cada vez que Anna abría los ojos con dificultad, y se encontraba con la imagen de Elsa con el rostro hundido entre sus piernas, entregándole esas caricias electrizantes con la boca… Tenía que cerrar los ojos de nuevo, era demasiado para ella. Pues como flashes llegaban imágenes a su mente, recuerdos de Elsa de niñas, jugando de pequeñas, siendo llevada en la espalda de su hermana, compartiendo golosinas, cubriéndose de papá y mamá, explorando juntas, leyendo un libro… Todas esas cosas que habían hecho amar a su hermana más que nada en el mundo.
Elsa por su parte se esforzaba en su labor, con los ojos cerrados, la parte trasera de las rodillas de Anna por encima de sus hombros y las manos sujetando los muslos de su hermana con firmeza. Había un rubor casi imperceptible en sus mejillas, pero por ninguna circunstancia podría compararse con el de Anna. La lengua de Elsa trazaba suaves y delicadas líneas entre los pliegues de su hermana menor, siendo los gemidos ahogados de la pelirroja la señal de que parecía estar haciendo un buen trabajo, tan sólo lo confirmó cuando las piernas de Anna empezaron a tensarse, apretándose como si quisieran cerrarse, el cuerpo de Anna tembló como si muriera de frío por un instante y pudo escuchar su nombre dicho entre una entonación pausada y desvanecida… De un momento a otro la fuerza que Anna había estado conteniendo fue deshecha, obligándola a dejarse caer de nueva cuenta sobre la cama y respirar como si el aire le faltara.
Elsa se sorprendió un poco, alzó la vista y se encontró con el cuerpo desvanecido de Anna, sonrió de lado con delicadeza y con lentitud fue avanzando hacía su hermana, se colocó sobre de ella una vez más, apoyando las manos sobre la cama, ajustando las alturas para poder mirarla cara a cara.
— Anna… ¿Estas bien? — Preguntó Elsa, dejando un beso corto sobre los labios de su hermana.
— E-Elsa… — Anna abrió los ojos pestañeante, como si le costara, aún con el rubor en su rostro y la voz algo rota.
— ¿Podemos continuar…? Anna… — Preguntó la mayor sobre sus labios, sin esperar realmente una respuesta, comenzando un nuevo lento, pero apasionado beso.
Anna no supo negarse, con esa voz tan suave, ese beso tan despacioso, sólo le quedó corresponderlo, avergonzándose aún más al sentir un sabor diferente en los labios de su hermana, podía sentir su propio sabor… Los labios de Elsa aún tenían residuos de su esencia por encima, era tan penoso para Anna.
Con habilidad Elsa descendió la mano derecha por el torso desnudo de su hermana, bajando de poco en poco, contorneando las curvas vírgenes de la pelirroja, desviándose para cuando llegó a sus caderas, moviéndose un poco al centro de Anna, bajando, bajando… Y por fin, situarse nuevamente en la entrepierna ajena, relevando el lugar de su boca a sus dedos. Apenas Anna sintió el rose de las yemas de Elsa por encima de su zona intima volvió a dar un respingo, quizá Elsa estaba yendo demasiado rápido, quizá aún no estaba lista, o quizá simplemente tenía miedo… Sus piernas volvieron a apretarse con fuerza, por mero instinto.
Elsa bajó la vista al encontrar el paso cerrado, llevó los labios al oído de su hermana y sobre él susurrar. — Anna… Abre las piernas… — Pidió con extrema dulzura, tanta que la congruencia entre la perversa petición y el azucarado tono se rompía.
— P-Pero… Elsa… Yo… — Anna no sabía cómo defenderse, amaba a Elsa y lo sabía, quería complacerla y hacerla feliz, pero ¿Por qué temía tanto?
— Anna… Ábrelas… Sólo un poco… — Volvió a pedir Elsa, acariciando las ingles de su hermana, tratando de persuadirla.
— L-Lo siento… — Anna se disculpó e insegura empezó a aflojar un poco el cuerpo, abriendo apenas un poco las piernas, dejando a Elsa avanzar nuevamente, aunque no duro mucho, apenas Elsa roso los dedos contra aquel botón sonrosado propio de la intimidad de la pelirroja, esta volvió a apretar con fuerza las piernas.
— ¿Anna? Por favor… — Pidió Elsa una vez más. Pero no obtuvo respuesta significativa de su hermana. — ¿No quieres hacerlo…? — Preguntó Elsa entonces, apartando la mano de la entrepierna ajena. Pero tampoco recibió respuesta, Anna estaba muy avergonzada y dudosa. — Debiste… Debiste haberlo dicho antes de venir aquí… — Elsa se apartó del cuerpo de su hermana, removiéndose un poco en la cama hasta sentarse en el borde de esta, dándole la espalda a Anna.
Entonces los miedos de Anna se incrementaron dramáticamente, Elsa se estaba alejando, estaba dándole la espalda ¿Iba a irse? ¿Iba a dejarla de nuevo? No, no podía dejar que eso pasara. Con torpeza, Anna buscó en la cama algo que pudiera servirle para cubrirse un poco, tomó la camisa de Elsa y la sostuvo contra su pecho mientras se sentaba tras ella de rodillas.
— Lo siento… L-Lo siento mucho… — Sintiéndose responsable de la reacción de su hermana, se disculpó apresuradamente. — Podemos… Podemos intentarlo de nuevo… — Sugirió Anna, quien a pesar de no estar segura estaba dispuesta a hacerlo todo por su hermana. — Lo siento… P-Por favor… No te molestes conmigo…
Elsa quien, no había respondido nada desde que se giró, reaccionó cuando escuchó las últimas palabras de Anna.
— Cielos… No, no… Anna no… — La rubia devolvió el cuerpo a su hermana, se aproximó a ella y la estrechó en brazos presurosa. — N-No digas eso por favor… No estoy molesta, en lo absoluto… ¿Cómo podría? — Negó repetidas veces, temiendo que Anna le hubiera malinterpretado.
— ¿Quieres irte o no? ¿Q-Quieres dejarme? Elsa… — Cuestionó Anna dejándose abrazar por su hermana.
— Anna, no, claro que no… Ah, cuanto lo siento… Yo… No es así… — Trató de corregir Elsa. — Sólo que… Me sentí detestable… No, ahora me siento detestable… Casi… Sentí que te forzaba a estar conmigo. — Explicó la rubia con vergüenza. — Perdóname Anna… Nunca… Nunca te haría hacer algo… Algo que no quieres… Lo juro… — Aseguró la rubia para luego dejar un beso sobre la frente de su hermana. — C-Cuando… Ibas a buscarme… Salíamos hasta tarde… Y luego… Visitábamos un lugar como este… Yo… Podía abrazarte, besarte y tocarte… Sin tener que escondernos de nadie… — Elsa tragó largo, recordando aquellos días de universidad. — Me sentí como en una de esas noches… Sólo que… Esta vez no supe controlarme… Por favor… Discúlpame…
— Elsa… — De algún modo, la explicación de Elsa le hacía sentirse en un ambiente ligeramente más confortable, Anna se abrazó más a su hermana, asegurando que no querría soltarla en al menos un rato más.
— Ven aquí… — Propuso la rubia, mejorando la posición de ambas, manteniendo el abrazo, pero ahora recostadas, con Anna sobre su pecho.
Era una postura por mucho más cómoda para Anna, además de que tenía aún la camisa de Elsa encima, cubriendo parcialmente su desnudez o al menos los sitios que más le avergonzaban. Aunque la rubia conservaba la ropa interior, no parecía sentirse con tanta vergüenza como era el caso de Anna, situación que hizo que la pelirroja reviviera su duda sobre ¿Cuándo Elsa se había vuelto menos cohibida? ¿Más… Libre?
— Elsa… — Anna se atrevió a tomar la palabra en medio del silencio y la oscuridad. — ¿C-Cómo es que…? — Se detuvo… ¿Qué iba a preguntarle realmente?
— ¿Uhm? — La rubia alzó las cejas y pauso por un momento las caricias que dejaba sobre la cintura desnuda de su hermana.
— B-Bueno… Tú… A-Ahora… A-Ahora… Eres… E-Es como si… — ¿Cuándo había tartamudeado tanto en su vida? No sabía si quiera como expresar sus ideas.
— Me decidí… — Elsa respondió, aún sin oír la pregunta de Anna, sólo infiriendo lo que trataba de averiguar. — Al terminar la carrera… Les dije a papá y a mamá… Les dije que no podía cambiar… — Continuó con las caricias contra el cuerpo de Anna y trató de seguir su explicación con naturalidad. — Flynn… Fue de mucha ayuda… Pensarás que es un tonto… Pero se esforzó mucho porque me sintiera bien conmigo misma… Me llevó a muchos lugares como al que alguna vez fuimos tú y yo… Me presentó a muchas personas… Papá siempre me pidió que lo mantuviera en secreto… Pero ciertamente ahora soy un adulto… Soy responsable de mi misma… Soy libre… — Terminó por decir Elsa, esperando haber resuelto la duda de Anna, y aunque en cierto modo lo había hecho, muchas otras más preguntas vinieron a su cabeza, pero… Se sentía tan bien… Que no quería arruinarlo preguntando.
— Pensé que estabas fuera del país… — Soltó con más tranquilidad Anna, estrechándose más a su hermana.
— Yo pensé estabas a las afueras de la ciudad… — Dijo Elsa. — Creo que la información que tengo es imprecisa… Sólo pudo saber de ti por lo que papá y mamá me dicen…
— Yo también… Y bueno, quizá… Internet… Noticias… Ahora que eres toda una celebridad… — Río con torpeza la pelirroja. — B-Bueno… Tampoco es como que googlee “Agenda de Elsa Arendelle”, p-pero… De pronto… Enciendo el laptop y wu, ahí está. — De nuevo Anna se evidenciaba entre sus nervios, haciendo tan sólo que Elsa sonriera enternecida.
— Flynn es un pésimo manager si de privacidad se trata. — Corroboró lo dicho por Anna.
— ¿Ah? ¿Flynn? ¿Te refieres…? E-Es decir… ¿Flynn es tu manager? — Anna preguntó completamente sorprendida. Pues no conservaba otra amistad del colegio más que Olaf.
— Pensé que lo sabías, papá y mamá lo saben… Creo que no eres tan buena Google detective como creí. — Bromeó Elsa, dejando un pequeño pellizco en el cuerpo de Anna, haciendo que esta diera un brinquito acompañado de una inofensiva queja.
— H-Hey… No empieces una guerra que seguro vas a perder. — Dijo retadora Anna, alzando la mano derecha y apretar un poco la mejilla de su hermana mayor.
— Jo, pero que acabas de hacer… Apretar las mejillas es un lujo que sólo las hermanas mayores tenemos ¿Sabías? — Contratacó la mayor, pellizcando ahora la mejilla derecha de Anna.
Una expresión desafiante salió del rostro de Anna y Elsa por supuesto estaba lista para recibirla. A pesar de que hacía nada ambas estaban compartiendo apasionados y ardientes besos. Ahora parecían volver a ser ese par de niñas tontas, que sucumbían con facilidad ante los juegos y bromas de la otra. Peleando en aquella extensa cama por quien tenía el derecho de apretar las mejillas de la otra. Riendo, felices, como si el mundo alrededor de ellas no existiera, ni sus empleos, sus amigos, ni Olaf, ni Eugene, ni… ¿Ni Giselle?
El sol alumbraba radiantemente las calles de la ciudad se veían vivas, llenas de gente yendo y viniendo, el ruido de los vehículos, los celulares, la gente hablando, pasos apresurados, todo… La urbe estaba emergiendo en su auge matutino, un nuevo día empezaba, pero no todos estaban listos para recibirlo.
— ¡¿Dónde está?! Iré a buscarla de inmediato, Eugene por favor, dímelo, dime donde está, necesito verla, necesito saber si está bien, por favor. — Habló muy apresurada Giselle contra su teléfono, seguía con la ropa de ayer, el cabello algo desordenado, los ojos llorosos y con el maquillaje algo corrido.
— . . . — Eugene dio un largo suspiro y se acarició las sientes. — Como sabes… Tiene una conferencia hoy fuera de la capital, así que me ha dicho que viajó desde anoche… Y que no tenía señal en el bus… — Explicó Eugene, la versión que había planeado para Giselle.
— ¡¿En bus?! Cómo pudo ir en bus, yo misma la habría llevado… — Giselle dijo angustiada y algo alterada.
— Si… Si… Bueno, pensé lo mismo, pero Elsa dijo que quería disfrutar de un viaje tranquilo… No te aviso por que cuando iba a llamar ya había perdido la señal. — Ahí estaba Eugene, mintiendo para Giselle.
— Bien… Ahora mismo voy a buscarla. — Dijo decidida la pelirroja, limpiándose los ojos.
— No, no, no, no… Es peligroso que salgas así, seguro que no has dormido nada… A-Además Elsa me dijo que iría a buscarte volviendo, así que debes estar fresca y descansada para cuando ella vuelva ¿Esta bien? — Dijo Eugene, tratando de persuadir a la pelirroja no de ir en busca de Elsa. — Lo mejor será que te encuentre bonita y descansada ¿No crees? — Insistió, seguro que Giselle caería con eso.
— Hm… No quiero verme mal para ella… — Suspiró y cerró los ojos, asintiendo como si tuviera al castaño frente a ella. — Voy a… Voy a casa… La llamaré y dormiré un poco… Gracias por todo Eugene… Siento todo esto.
— No, no… Yo lo siento más… — Murmuró el chico. — Descansa y nos vemos más tarde.
Así el castaño terminó la llamada, resopló y se dejó caer sobre el respaldo del asiento del auto. A lado suyo se encontraba Olaf mirándolo expectante, y muy cansado.
— ¿Qué haremos ahora? ¿No deberíamos ir tras ellas? — Preguntó el pelirrojo.
— Muero de sueño… — Respondió Eugene volteando a mirar al chico pálido.
— Si, p-pero… — Antes de que Olaf continuara Eugene volvió a decir.
— Tengo sueño… Y ya sabemos dónde están, además de que están juntas… — Dijo Eugene acomodando el asiento hacía atrás como si pretendiera dormir.
— Hey, knock, knock ¿Hay alguien ahí? ¿Por qué no pareces preocupado? — Preguntó Olaf removiendo a Eugene para evitar que durmiera. — Las vimos salir juntas de este hotel, tomadas de la mano, fuera de la ciudad hacía la conferencia de Elsa… ¿Vas a dejarlo sólo así? — Preguntó incrédulo Olaf.
— En el colegio las amabas juntas… ¿Por qué tan molesto ahora? — Dijo Eugene volviendo a acomodar el asiento del auto, para luego tallarse los ojos.
— Jo… Razones me sobran, además… Elsa está siendo infiel… No quiero que juegue con Anna. — Dijo seguro el pelirrojo.
— ¿Qué tiene de malo? Que disfrute a sus dos mujeres, es lo menos que puede hacer después de todo lo que ha sufrido por Anna… — Dijo malhumorado el castaño.
— ¿Qué…? — Olaf negó resoplando. — Alguien te ha contado mal la historia, mí estimado… La única que ha sufrido aquí ha sido Anna; pero mira… Quién lo diría… Mientras Anna lo pasaba llorando por Elsa, la señorita perfección se lo estaba pasando bien conquistando a la versión Barbie de Anna. — Dijo con sorna Olaf.
— ¿Es que el sueño te está afectando o qué? Realmente pensaba bien de Anna… Pero se olvidó por completo de Elsa, sólo iba a la universidad a buscarla cuando estaba aburrida. — Defendió Eugene a su amiga.
De pronto ambos chicos parecían tener una nueva discusión en puerta, cada uno defendía a capa y espada a Anna y Elsa respectivamente, asegurando que una había sufrido más que la otra y viceversa. Había ligeras incongruencias entre la versión de uno y otro.
Mientras tanto en otro auto, el de Elsa para ser exactos se encontraba el par de hermanas, conversando felices sobre si la ropa de Elsa le había quedado a Elsa o si no, pues… Apenas habían salido del hotel se habían ido a la casa de la rubia desde muy temprano, una ducha, un cambio de ropa y algunas cosas que Elsa necesitaría para la conferencia. Dado que era en una de las zonas turísticas y no tan urbanas del país, Elsa creyó conveniente ir con Anna y pasar el día a su lado. Además había dejado un mensaje en la contestadora de Giselle.

— Gracias, ya le envíe el mensaje a Olaf, espero que no se moleste mucho conmigo… — Dijo Anna a punto de colocar el teléfono de Elsa en uno de los compartimientos debajo del tablero del auto. Le había pedido a su hermana usar su teléfono para enviarle un mensaje al pelirrojo, pues su propio celular había quedado en el auto de Olaf.
— ¿No crees que es grandioso? Tú has estado trabajando con Olaf y yo con Eugene… Y ni si quiera lo sabíamos. — Dijo sin creerlo Elsa mientras mantenía la mirada en el camino.
— Me recuerda a una pelic… — Antes de que Anna pudiera terminar la llamada, el teléfono de Elsa vibro entre sus manos, la pantalla se alumbro bajó la leyenda “Llamada Entrante: Mamá”. — Ah, mamá te llama a estas horas de la mañana… Debe estar loca… — Rio Anna tomando la llamada. — Así que sólo a tu hija mayor le haces una llamada “despertador” eh.
— ¿Eh? ¿Anna? ¿Eres tú? — Se escuchó la voz de su madre del otro lado de la línea.
— Bueno, al menos reconoces la voz de tu hija menor. — Continuó Anna con un tono fingidamente indignado en la voz.
— Ah lo siento cariño, creo que me equivoque… Iba a llamar a tu hermana. — Se disculpó la mujer algo confundida.
— Pero si la has llamado… Pero no vas a creerlo… Anoche nos hemos encontrado… — Confesó Anna con las mejillas repentinamente rosadas.
— ¿Qué…? ¿Q-Quieres decir que estas con Elsa ahora? — Respondió sorprendida la mujer.
— Ehm… Si… — Respondió extrañada la pelirroja. — ¿Te sorprende? — Añadió una risita para deshacer la tensión. — Podría jurar que te escuché decir que Elsa no volvería al país hasta finales del próximo mes… Creo que soy muy despistada con lo que me dices. — Dijo Anna acariciándose la nuca.
— A-Ahm… Si… Hija… Espera… ¿Anoche se encontraron? ¿Has estado con ella desde entonces? ¿Dónde están ahora? — La madre asaltó con preguntas a su hija menor, con un ligero aire de preocupación.
— Uhm… Bueno, anoche… A-anoche… — A Anna le entraron los nervios, no sabía cómo explicarle a su madre lo ocurrido ayer sin que revelara el secreto de ambas. Para su fortuna, en medio de un alto, con el auto detenido Elsa pudo voltear a ver a su hermana, presionar sobre la pantalla del dispositivo la tecla “altavoz” y así intervenir al rescate. — Encontré a Anna muy tarde por la noche… Fuimos a tomar algo y dada la hora, le pedí que se quedara conmigo… Ahora estamos conduciendo, camino a la conferencia de la que les hablé a ti y a papá ¿Recuerdas? — Elsa hablaba segura, sonriente, mirando a Anna con tanto encanto y cariño, dejando una pequeña caricia sobre su mejilla, tratando de calmarla, ya estaban fuera de peligro.
— S-si… Elsa… Recuerdo hija… — La mujer carraspeó y volvió a preguntar. — ¿Después de la conferencia, llevarás a Anna al trabajo?
— He pedido el día mamá, le envíe un mensaje a Olaf hace nada… Elsa me dijo que hay un par de lugares que vale la pena visitar por allá, así que no te preocupes. — Respondió Anna más segura ahora y muy risueña. La luz del semáforo cambió y Elsa volvió a poner en marcha el vehículo.
— Debemos colgar ahora pero… Salúdanos a papá apenas se despierte ¿Si? Nos vemos — Alcanzó a decir Elsa, seguida de la voz de Anna y así terminar la llamada.
Giselle había llegado a casa hecha un desastre, se quitó los tacones altos, se deshizo el elaborado peinado por el que había estado horas en el salón, se pasó las manos por la cara, estaba decidida a tumbarse en la cama, pero entonces miró una pequeña luz encendida y parpadeante en el teléfono de su hogar. Presionó el botón de mensajería y pudo escuchar de la máquina.
“Usted tiene 1 nuevo mensaje… Primer mensaje: Giselle, buenos días… Soy yo, Elsa… Lo siento, anoche sé que me esperabas… No suelo hacer estas cosas, pero fue muy irresponsable de mi parte… Sé que seguro te hice pasar un mal rato a ti a Eugene… Lo siento en verdad. Hoy tengo la conferencia, pero apenas vuelva… Quisiera hablar contigo, tengo… Tengo algo importante que decirte. Pasaré a tu departamento al volver, es todo… Cuídate.”
La pelirroja quedó mirando la maquina contestadora por un momento. Y luego, en medio de su aspecto deplorable y cansado, un brillo, una ilusión, una sonrisa esperanzada salió de sus labios, seguida de un saltito emocionado.
— Lo sabía, lo sabía, lo sabía… — Se repetía así misma tomando entre sus brazos el primer cojín que vio y abrazarlo con fuerza, simulando que se trataba de la rubia. — ¿Sientes lo mismo, no es así? ¿Vas a pedírmelo, no es así? — Subió el cojín a la altura de su rostro como si fuera el rostro de Elsa. — Y yo que te había hecho una fiesta para hacernos formales… Pensé que todo había salido mal, pero… Que tonta… Tú ya estabas pensando… ¡Pensando en pedírmelo! — Volvió a abrazar el cojín, dejándose caer sobre el sofá. Todas sus energías habían vuelto con el mensaje de Elsa, que en realidad, no significaba lo que con ilusión se estaba imaginando.
Apenas habían pasado un rato de la llamada con sus hijas, cuando la madre de ambas recibió a su esposo, quien bajaba adormilado de las escaleras, el hombre dejó un beso sonoro en la mejilla de la mujer y luego elogió con gusto el olor que adornaba la casa proveniente de la cocina. Como siempre, su esposa había preparado algo delicioso para el desayuno.
Aunque ahora ambos compartían la mesa juntos, mientras el hombre le contaba a su esposa algunos asuntos que atendería el día de hoy en la oficina, la mujer se encontraba pensativa y distante, había algo que tenía su cabeza hecha un lío y su esposo no tardó en notarlo.
— Bueno, pensé que no era importante… Pero ya, deja de fingir que atiendes a lo que digo y dime que ocurre. — Preguntó el hombre mientras se limpiaba el residuo de jalea que había quedado sobre sus labios.
— ¿Qué? — La mujer se sobresaltó al haber sido descubierta.
— Vamos… Tenemos más de 20 años de matrimonio… No esperarías que no lo notara no. Dime… Parece ser algo serio. — Insistió el mayor de ambos.
— Es más que grave… — Confesó la mujer sin atreverse a mirar a su esposo.
— Mujer… Realmente… Me estas asustando… Dilo de una vez. — Sugirió el casi rubio mientras apoyaba ambos puños sobre la mesa.
— Elsa… — Trató de iniciar la mujer.
— ¿Elsa? — Preguntó el jefe de familia.
— Y Anna… — Añadió la esposa.
— ¿Qué…? ¿A caso…? — El hombre titubeo y miró a su esposa ahora, verdaderamente preocupado. — No me digas que… — Tragó largo y miró expectante a su esposa.
— Se han encontrado… Pasaron la noche juntas… Y ahora están en camino a la conferencia de Elsa… Piensan pasar el día en compañía de la otra… — Soltó la mujer, con los codos sobre la mesa y los dedos apretando con fuerza las sienes.
— No puede ser… — Negó el hombre, incrédulo, realmente no quería creer lo que su esposa le decía.
¿Qué razón podrían tener los padres para reaccionar de ese modo frente a la noticia de que sus dos hijas se hubiesen encontrado? ¿Qué podría hacer que les hiciera temer tanto un encuentro casual entre ellas? ¿No sería bueno? ¿No debería darles gusto? Que en medio de sus ocupadas vidas, las dos pudieran haber coincidido y ahora pasar un tiempo de calidad entre hermanas. Ah, es que no dejaban de ser eso… Hermanas. Pero ¿Ese era el problema? ¿Qué resultaran ser hermanas? No, claro que ese no era el problema, el problema había surgido hace años, a tan sólo horas de que Elsa hubiese dejado la casa para iniciar su vida universitaria.
Y es que con toda la buena intención de reordenar la habitación de su recién ida hija, la esposa de aquel feliz matrimonio había empezado a ordenar los libros, las estanterías y ropas de su hija. Mientras que el padre llevaba a Anna a dar un pequeño paseo, distraerla, hacerla sentir mejor, estaba aún llorosa por la partida de su hermana, tanto que los dos jefes de familia se pusieron de acuerdo, el hombre distraería a la hija menor, mientras que la mujer se preocuparía por la habitación de su hija mayor.
Una película, un helado e incluso ropa nueva era lo que el hombre había tratado de usar como distractor, para sacarle una sonrisa a su hija pelirroja. Sin embargo esta seguía con el semblante apagado, el helado estaba por derretírsele en la mano y las bolsas de ropa eran cargadas con la mano libre sin ánimo alguno, fue hasta el final de la tarde que su padre había conseguido hecho sonreír apenas y un poco a su hija, haciendo la imitación de un personaje animado que Elsa y Anna solían amar cuando niñas.
La pelirroja y el casi rubio volvieron a casa después de unas horas, Anna estaba muy casada, así que quiso ir a dormir en seguida, el matrimonio se quedó despierto, el esposo contaba todo lo que había hecho con su hija menor y lo difícil que había sido animarla, pero que confiaba que con el paso del tiempo estuviera mejor… Pero la madre no se sentía tan bien como el padre. La mujer colocó en ese entonces la cámara de su hija mayor sobre la mesa, había un vídeo en pantalla, bastaba con clicarlo para que empezara a reproducirse. Sin decir nada la mujer empujó el dispositivo hacía su esposo, quien confuso terminó por darle “play” y de poco en poco, su rostro empezó a tomar un tinte preocupado, incrédulo y muy asustado.
Aquel vídeo que Elsa pretendía dejar a Anna el día que se marchara, aquel en el que confesaba sus sentimientos y se disculpaba por ser una “mala hermana”, ese vídeo que Eugene había visto por andar curioseando las cosas de su amiga, ese vídeo ahora estaba en manos de los dos adultos que menos esperaba Elsa pudiera estar: sus padres.
Si hubiera un manual de padres, si hubiera una guía de cómo ser un buen padre y madre, aún si ese inexistente texto existiera, seguro que no habría un apartado de “¿Qué hacer si tus hijas se enamoran entre sí?” ¿Cuál era la forma correcta de reaccionar? ¿Cómo manejar el asunto? El matrimonio apenas estaba sobrellevando la probable homosexualidad de su hija mayor y de pronto llegaba ese vídeo como una bomba, destruyendo todos y cada uno de los cuadros donde Elsa y Anna sonreían a la cámara, abrazadas, sonrientes, juntas.
Esa noche no durmieron, ni la siguiente, ni la siguiente… Hasta que idearon un plan. El ingreso de Elsa a la universidad venía cayéndoles como anillo al dedo, así sus hijas no estarían físicamente cerca, pero seguro que estaban las llamadas, los e-mails, los mensajes de texto… Tenían que impedirlo, con suerte Anna conseguiría un chico y Elsa quizá una chica. Y toda esa pesadilla terminaría para ellos, sí y sólo sí pudieran mantener a sus dos hijas distantes.
Ambas recibieron un sorpresivo obsequio, nuevos teléfonos celulares, incluidos con un “Yo le daré el número nuevo a tu hermana”, cosa que nunca pasó, pues ni una ni otra sabían que habían cambiado de teléfono, los teléfonos viejos habían sido “confiscados” por sus padres.
¿Y el e-mail? ¿Cómo arreglar algo así? Después de mucho pensarlo, se les ocurrió como persuadir a sus hijas, el padre sugirió a su hija mayor “¿Elsa, no eres un poco mayor como para tener una dirección de correo así? Deberías elegir una más propia de un adulto copito_de_nieve22@hotmail.com es muy aniñado para alguien de tu edad” con Elsa fue fácil, con Anna costó un poco más, ella estaba feliz con su dirección de correo, nada le haría cambiar su sandwich_lover99@hotmail.com así que en un descuido, los adultos tuvieron que cambiar el password de su hija, y que esta de un día para otro no supiera por qué era imposible recuperar su cuenta, por lo que tuvo que crear una cuenta de correo nueva… Y así, volver a usar la frase “No te preocupes hija, le daré la nueva dirección a tu hermana”
Si Elsa llamaba, Anna nunca estaba, aún si fuera mentira y si Anna preguntaba por Elsa, ambos padres coincidían en que estaba ahogada en tareas y trabajos. Todas las cartas que llegaban a casa con remitente en Elsa eran escondidas, los mensajes y recados que ambas hermanas se dejaban nunca llegaban a la otra.
Era doloroso, separar a sus hijas de ese modo… Tan doloroso, pero necesario.
Elsa revisaba cada día su bandeja de correo y cada noche sin falta le escribía a su hermana, le contaba cómo era la vida universitaria, lo duros que eran algunos maestros, la fortuna de tener a Flynn a su lado, las ideas que tenía para el futuro, pero sobre todo… Lo mucho que la extrañaba.
En medio de su soledad incluso llegaba a escribirle poesía, una poesía que por fin podría ser entregada a la musa por la cual había sido creada. Claro que después de cada poema enviado seguía una nota parecida a “Lo siento, me equivoque, eso era para una tarea, no sé cómo llegó aquí, lo envíe por error, lo siento, ignóralo Anna, por favor ignóralo”.
Creía natural que Anna no respondiera aquellos primeros correos desesperados, ansiosos y llenos de cursilerías. Conociéndola se sentiría muy apenada como para responder fácilmente. Así que pensó que debía enviar cosas más normales, se molestaba en grabarse con la cámara frontal un par de minutos por día
“Anna, hola ¿Ves todo esto? Es el estadio de la universidad ¿Es gigantesco, no? ¿Ves al tonto de allá? Es Flynn ¡Flynn saluda! ¡Hooooooola Anna! Me voy, te extraño mucho ¿Sabes? Un beso”,
“Hola, Anna… Es muy tarde y estoy estudiando… Estoy en temporada de exámenes y debo leer mucho, ¿Ves mis ojeras? Espero no morir antes de terminar la carrera… Seguiré, te extraño mucho… Daría lo que fuera por poder abrazarte, cuídate”
“An-nna… Esta… Lloviendo… P-Por eso corro… A-l menos… ya… Ya se para que sirven los teléfonos a prueba de… De agua… Cúbrete bien, el clima se ha vuelto loco, me voy, se me irá el bus si no me doy prisa. ¡Te Extraño!”
“¿Ves esto? Los compré ayer, nunca pensé necesitar lentes pero, el doctor ha dicho que gasto mucho mi vista leyendo, espero que no sean permanentes, me siento como la abuela, haha, debo irme, ¿Sabes que te extraño, cierto? Nos vemos”
No sabía cuántos vídeos diarios grababa, no sabía cuántas veces al día preguntaba por si había llegado correspondencia, cuantas veces miraba con ilusión su correo electrónico, cuantas veces revisaba los mensajes en el buzón de voz, cuantas veces preguntaba por Anna y esta parecía nunca estar en casa y entonces pensaba ¿Me habrá olvidado? ¿Estará saliendo con alguien más? ¿Hans? ¿Kristoff? Sufría tanto en la incertidumbre y Eugene lo podía notar, como buen amigo el castaño la invitaba a salir, le presentaba personas, trataba de hacerla reír, pero el humor de Elsa estaba por los suelos… Parecía que no había nada que le pudiera devolver a la vida, nada excepto Anna… Quien apareció de pronto una tarde a las afueras del campus, con una caja de chocolates en mano y una mirada insistente, buscando entre la multitud esa cabellera rubia que tenía su hermana mayor.
Eugene no pensó en interferir, al ver la escena de ambas hermanas abrazándose con tal furor, sólo sonrió, pensando que las cosas cambiarían y mejorarían para Elsa. El castaño supo cubrir a su amiga durante las clases del día siguiente, y escuchó todas y cada una de las cosas que Elsa tenía que contarle sobre la noche anterior, le hacía feliz ver a la rubia con vida de nuevo… Pero después de la visita, los días pasaban sin noticias de Anna, días que se convertían en semanas, y semanas en meses, la luz en los ojos de Elsa desaparecía, Eugene trataba de encontrarle una explicación al asunto que no deprimiera a su amiga. Y cuando parecía no tener arreglo, Anna aparecía nuevamente, Elsa desaparecía con ella, Eugene volvía a hacer tareas dobles y escuchar al día siguiente lo mágico que había sido para Elsa reencontrarse con Anna, pero una vez más… La pelirroja desaparecía… Y no volvía hasta meses después. Y aunque a Elsa se le olvidaran todos esos meses de ausencia cada vez que su hermana volvía, Eugene no podía verlo bien… Le parecía horrible el comportamiento de Anna ¿Cómo podía ignorar tanto tiempo a Elsa y luego pretender volver como si nada? El castaño hizo su propia teoría, Anna seguramente había encontrado un novio, pero tenía ataques de nostalgia o aburrimiento y era cuando buscaba a Elsa como segunda opción.

Todos tenían una versión equivocada de la historia, Anna, Elsa, Eugene, Olaf, Giselle… Los únicos que conocían la verdad entre todo eran sus padres, y por nada del mundo pensaban confesarlo.
Notas finales: Los amo

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).