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I Almost Do [Frozen] por Sailor Sky

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Notas del capitulo: Hola, sé que acabo de actualizar ayer pero me leí un fanfic de Elsanna que me puso mucho y me dio bastaaaante inspiración. Así que aquí el capitulo siguiente con MUCHO más contacto físico.

Espero que les guste!
El teléfono vibrante en una canción que pronunciaba un coro bastante efusivo “Let it go, let it go” se hacía sonar lo suficientemente persistente como para que al octavo timbre Elsa se removiera de las sabanas y decidiera tomar la llamada. Palpando la cama torpemente en busca del ruidoso aparato, cuando por fin lo tuvo entre los dedos tomó la llamada se acomodó el dispositivo en la oreja y antes de que pudiera decir algo, la voz casi histérica de Eugene se escuchó del otro lado.
— ¡¿Dónde demonios se han metido?! — El grito del joven hizo fruncir el ceño a Elsa, quien separó un poco el teléfono de su rostro, levantándose de poco en poco sobre la cama hasta quedar sentada sobre el borde.
— ¿Eugene? Buenos… Buenos días… — Respondió la rubia tallándose los ojos y dejando salir un vago bostezo.
— Todos, Elsa, TODOS, están preguntando por ustedes, si no fuera porque Rapunzel también las está cubriendo ya habrían llamado a sus padres para verificar. ¿Cómo es que se te ocurre ignorar todas mis llamadas? A veces pienso que soy demasiado buen amigo y tú, tú sólo vas te fugaz por ahí con Anna y haces lo que te plazca. — La voz de Eugene sonaba demasiado eufórica, veloz, preocupada y casi ansiosa.
En realidad nunca había tenido problemas de rebeldía con Elsa, pero esta vez estaba muy preocupado, quizá no tanto por que fueran a reprenderlos, sino porque durante toda la noche él y Rapunzel habían tratado de contactar con ellas sin respuesta alguna. Sin embargo, muy a pesar de los reclamos de Eugene, Elsa aún no comprendía del todo, sentía un mareo nunca antes vivido y la sensación de sueño seguía presente en ella. Se puso de pie con cuidado, sin molestarse por la frialdad que ofrecía el suelo a sus pies descalzos.
— Elsa, estén en donde estén tienen que regresar de inmediato, la ceremonia de fin de curso es a las 2:00 PM ¿Lo recuerdas? ¿LO RECUERDAS ELSA? — Insistía Eugene con la voz cada vez más chillona que antes.
— Si, si, Eugene la ceremonia… — Dijo Elsa dando un par de primeros pasos hacía lo que parecía la ventana de la habitación, la cual mantenía las persianas cerradas, minorizando considerablemente la luz dentro. — Aún… Aún es temprano yo… Llegaré a tiempo. — Respondió Elsa, entreabriendo los ojos por fin un poco.
— Elsa, debemos dar el discurso de despedida ¿LO SABES VERDAD? — Continuó insistente Eugene.
El que Eugene le hiciera aquel importante señalamiento sobre la hora la sobre saltó, abriendo las persianas de inmediato dejando que la radiante luz del sol tropical inundara toda la habitación, haciendo incluso a la rubia fruncir un poco el ceño como reacción. Podía escuchar el sonido de las olas del mar yendo y viniendo y a juzgar de la vista que tenía, estaba por lo menos 10 pisos por encima de la tierra.
Elsa pestañeó y miró a su alrededor detenidamente, como si no recordara nada de anoche y es que cielos ¡Realmente no recordaba nada de anoche! Analizaba el lugar tratando de dar con un hecho, un indicio que le hiciera volver a sus recuerdos nocturnos. Mientras Eugene seguía gritando histérico al otro lado, Elsa trataba de encajar las piezas, pero en lugar de ver cosas que le hicieran recordar, veía cosas que le hacían tratar de inferir lo que estaba pasando.
Una habitación que distaba mucho de parecerse a la habitación del hotel donde se hospedaban con el rostro de la escuela, botellas en el suelo, ropa, ropa suya, ropa de Anna, esperen, esperen… ¿Ropa? ¡¿Ropa en el suelo?!
Los ojos de Elsa se abrieron de sobre manera cuando miró su propio cuerpo cubierto sólo por su ropa interior, devolver la mirada a la cama y mirar a Anna cubierta entre sabanas justo en las mismas condiciones que ella. La rubia tragó largo y sólo pudo decir una cosa a su amigo.
— Eugene tengo que colgar, te veo allá. — Dijo con la voz ida, lanzando el celular a un lado, rodeando la cama para ver mejor a su pequeña hermana, quien dormía en una posición extraña, con los brazos torcidos flexionados hacía su cabeza, la boca ligeramente abierta y un hilo de saliva escapar por la comisura izquierda. Eso parecía normal, pero bastaba con bajar la mirada por el cuerpo de Anna para saber que algo no estaba bien.
Su pequeña hermana tenía manchas de labial sobre su boca, Elsa pasó uno de sus dedos índices por encima de sus propios labios y se dio cuenta de que ese color encajaba exactamente con las ligeras manchas rojizas que tenía Anna, pero eso no era todo, bastaba con bajar un poco la mirada hacía el cuello de la pelirroja para alarmarse aún más. El cuello de Anna tenía un par de rosetones que estaba segura Elsa, no eran generados por el labial, lucían más bien como marcas que se dejaban los enamorados después de… De un buen rato juntos.
La rubia se llevó la mano derecha al rostro, cubriéndose la boca. — Dios… ¿Qué he hecho? — Tragó largo sintiendo que el mundo se venía encima suyo. Aunque no recordaba nada, todo apuntaba a que se había ‘aprovechado’ de su pequeña hermana. — No puede ser, no puede ser, no puede ser, no puede ser… — Murmuró repetidas veces mientras le daba la espalda a su hermana, sentándose en el borde de la cama, cubriéndose ahora el rostro por completo con ambas palmas. — Pero… ¿Y si no fui yo? — Se preguntó así misma tratando de limpiarse de culpa, más de inmediato sintió un ardor terrible en el pecho que la hizo fruncir el ceño y negar efusivamente. — No, no, no, no pudo haber sido alguien más. — Sólo de pensarlo le hervía la sangre. — Pero entonces… Yo… — Elsa volvió a cerrar los ojos, pasándose las manos por el cabello casi en señal de frustración. No tenía idea de lo que había pasado ayer y lo que parecía ser le hacía sentir la peor hermana mayor de todo el mundo.

10 HORAS ANTES
. . .
No paso mucho tiempo para que las hermanas se dieran cuenta apenas empezaran a bailar, que un trago no sería suficiente para mantener el ambiente encendido. Aunque en principio Elsa advirtió a Anna que no beberían más de un vaso, Anna supo arreglárselas para convencer a su hermana, quien con cada bebida perdía un poco más más de juicio, dejando que fuera su pequeña y pecosa hermana la que tomara las decisiones por ambas.
— ¿Cómo que he bebido demasiado? Tú, pedazo de… — Anna parecía empezar a tener una pequeña riñita con el bar tender que había estado atendiéndolas durante la noche. Elsa tomó a Anna por los brazos desde atrás, tratando de tranquilizarla, para que no iniciara un alboroto. Sin embargo la cosa empeoró cuando el empleado atendió la orden de un grupo de chicos que según Anna lucían realmente ebrios.
El asunto se puso intenso cuando Anna empezó a lanzar hielos al empleado y este por su parte, contrarrestaba lanzando botana a la pelirroja. Elsa sólo podía abrazarse a Anna, hablándole al oído, pidiéndole que se detuviera, aunque le costaba mucho trabajo mantenerse en pie ya, no sabía cómo es que esto había pasado. La mayor sabía que ni ella ni su joven hermana estaban en condiciones, por lo que creía que lo mejor era irse.
Una de las encargadas detuvo la al parecer divertida pelea entre el barman y Anna, provocando abucheos por parte de la multitud, que empezó a dispersarse terminado el espectáculo.
— Jake, ¿Pero qué demonios estás haciendo? — Preguntó al empleado quien con las manos en la cintura y un rostro refunfuñante acuso a Anna de haber empezado.
— ¿Qué? ¡Fue ese tonto! — Dijo Anna señalando bravamente al afeminado barman.
— Anna, es… Es suficiente, deberíamos irnos… — Dijo Elsa desde atrás sin soltar la cintura de su hermana, temiendo que esta se lanzará sobre el muchacho.
— Oh, cuanto lo siento por favor… Permítanme pedirles un taxi. — Continuó la encargada del lugar, reprochando a su empleado por semejante trato a su clientela.
Dado que Elsa no confiaba en sus propios sentidos, dejo que la mujer les ayudara. Una vez en el auto, en el asiento trasero se veía una Anna completamente ‘enamorada’, colgada del cuello de su hermana mientras dejaba inocentes besos sobre la mandíbula de su hermana mayor, quien trataba de agradecer a la encargada del club por su atención.
— No es nada chicas, les prometo que les compensaré el mal rato. — Guiñó el ojo y luego se dirigió a la ventana del conductor del taxi, murmurándole un par de cosas que las hermanas no escucharlo, ni creyeron importantes.
El conductor había recibido ‘ordenes’, las usuales cada vez que los empleados de Rainbow Paradise pedían un taxi para alguna pareja que hubiese bebido más de lo debido, tanto como para recordar su nombres o incluso su dirección, como era el caso de Anna y Elsa, quienes no recordaban ni el nombre del hotel donde se hospedaban, sin embargo la encargada las envío a otro hotel.
— No puedo creer que le hayas arrojada todos esos cubos de hielo. — Dijo Elsa riendo un poco desubicada, el alcohol en su sangre la hacía actuar un poco más suelta de lo que usualmente.
— ¡Lo sé! Fue muy gracioso. — Respondió Anna riendo también, por alguna razón, ahora Anna no sólo estaba abrazada al cuello de la rubia, sino que también estaba sentada sobre su regazo, hablando contra la mejilla de la mayor, dejando pequeños besos con cada palabra que pronunciaba.
— Anna… Espera… Esper-a… Me haces cosquillas… — Continuó riendo la mayor de las hermanas, con más nervios que hacía un momento, pues los pequeños e ‘inofensivos’ besos de Anna parecían tomar un rumbo distinto. Dejando torpes roses labiales sobre el cuello de su hermana, quien no definía bien la línea de lo que podían y no hacer.
— ¿No esperaras que me detenga diciéndome eso? — Dijo divertida Anna quien intensificó la tanda de ‘besitos’ sobre el cuello de su hermana.
El chofer sólo sonrió negando, pues por primera vez en mucho tiempo le tocaba llevar a una pareja que no ardiera en deseos de tocarse, a pesar de los besos de Anna, estos parecían más un juego entre ambas, como lo harían dos niñas pequeñas jugando. Una pareja de verdaderos enamorados y no sólo una pareja que le urgía la habitación de un hotel para luego no volver a encontrarse.

Al llegar el conductor las ayudó a salir, aunque la cuenta ya había sido pagada por la encargada del club, Elsa añadió algo más al pago. Pues el chofer había hablado incluso en recepción para pedirles una habitación, cosa que Elsa y Anna ignoraban propiamente, estaban hundidas en sus tontos juegos, risas y abrazos.
Pasados algunos minutos, ambas hermanas ya estaban en la habitación, las risas se habían detenido por un momento, quizá por estar cansadas o quizá porque estaban atravesando la etapa consecuente del estado de ebriedad, donde las carcajadas terminaban y empezaban las preguntas sobre la creación del universo y todo lo existente en él.

Elsa y Anna descansaban ahora sobre los camastros habidos en la terraza de la habitación. Admirando cada una el cielo estrellado que las cubría por encima, con la luna partida a la mitad alumbrando lo suficiente como para enriquecer el brillo habido en aquellas miradas gemelas.
— Elsa. — Anna rompió el silencio, girando su cuerpo sobre el camastro, quedando de costado mirando hacía su hermana, quien le devolvió la mirada sólo girando el rostro.
— ¿Si, Anna? — Respondió con una voz más dulce, más tranquila, menos desequilibrada que como hacía unos minutos.
— ¿Puedo ir ahí, contigo? — Señaló con la mirada hacía el camastro donde reposaba su rubia hermana.
— Anna…— Elsa sonrió con una suavidad increíble, pestañeó con extrema lentitud y asintió haciéndole algo de espacio a su hermana. Quien no dudó en ponerse de pie, algo tambaleante en primer instancia, pero terminando por llegar hasta donde Elsa, mirar el espacio que había hecho su hermana para ella, fruncir el ceño y montarse en el camastro de una forma que dejó a Elsa sin habla.
Anna se sentía atrevida, había bailado con Elsa cuerpo a cuerpo en el club, había podido dar pequeños besos por el rostro de su hermana, sostener su mano, andar abrazada a ella como si realmente fueran pareja. Y ahora, aunque no hubiera más gente con la que pudiera excusarse para “aparentar” tener una relación, no quería detenerse, no quería salir de su fantasía. El aroma a alcohol le recordaba que ambas estaban bajo sus efectos, dándole una esperanza, pues si algo indebido ocurría, bien podría excusarse al día siguiente de haber sido victima de las repercusiones del alcohol en su sistema.
Esa era la razón por la cual la menor no se recostó sobre el espacio que Elsa le había hecho, si no que subió al cuerpo de su hermana, con una pierna de cada lado, encerrando entre sus muslos las caderas de su hermana.
— ¿Puedo… Puedo quedarme así? — Preguntó Anna llevando el dedo índice hacía sus labios, subiendo los hombros un poco como haría una niña al pedir algún capricho.
— Puedes… Anna… — Respondió Elsa, alzando una de sus manos para acariciar la mejilla de su hermana. Y es que realmente la rubia había quedado embelesada con la imagen de Anna encima suyo, con ese background de estrellas y escasas nubes nocturnas detrás de la pelirroja. Era como la escena de cualquiera de sus sueños prohibidos con Anna.
— Elsa… ¿Crees que haya gente mirándonos ahora? — Anna continuó, esta vez bajando las palmas hacía el camastro, apoyándolas justo a los lados de la cabeza de su hermana, inclinando a su vez un poco más el rostro al de su hermana.
— Hm… — Elsa miró de reojo a la izquierda y luego a la derecha. Sonrió y negó. — Lo dudo Anna, estamos en un piso alto. — Explicó la mayor de ambas.
— P-Pero… ¿Y la gente de los aviones? — Insistió la pelirroja acercándose todavía un poco más a la rubia.
— Ellos deben estar todavía mucho más alto que nosotras Anna, no podrían. — Volvió a responder Elsa con extrema serenidad, sin entender del todo el punto al que pretendía llegar su hermana menor. Dejando la mano izquierda sobre la mejilla de su hermana, repartiendo vagas caricias con el dedo pulgar.
— Y… Y… ¿Y si pasara un helicóptero? Uno… Uno que vuele más bajo. — Insistió Anna, cerrando los puños a los costados de Elsa.
— Hm… No creo que puedan vernos, deberían pasar muy de cerca y eso es peligroso. — Explicó Elsa una vez más, con la misma calma, subiendo la mano derecha hacía la mejilla contraria de Anna, imitando las caricias del pulgar izquierdo.
— Y… Y… ¿Qué tal paracaidistas? ¿Los paracaidistas podrían vernos? ¿Verdad que sí Elsa, verdad que sí? — Volvió a preguntar Anna esta vez más efusivamente que las veces anteriores, incluso reduciendo más la distancia entre el rostro suyo con el de Elsa.
— Bueno… — La rubia miró hacia la izquierda algo perturbada por la pregunta de su hermana, no sabía que trataba de comprobar, pero pensó que podría responder afirmativamente esta vez. — Si… Supongo que… Hay una posibilidad. — Asintió esta vez, acunando el rostro de su hermana de forma dulce, pareciéndole tierna la intensidad con la que preguntaba. — Pero… ¿Por qué te preocupa si alguien nos ve, Anna?
— Bueno… — Anna se mordió el labio y aunque estaba muy cerca del rostro de su hermana, prefirió mirar hacía un lado. — Es que… Si alguien nos está viendo… Bueno, tú sabes… No podemos estar seguras, digo… Aunque ya no estemos más dentro del club…Yo creo que… Yo creo que si alguien nos ve… Deberíamos, D-deberíamos seguir con el plan. — Trató de explicar Anna, tropezando con las palabras, hablando rápido, tal y como solía hacer cuando los nervios la superaban.
— ¿Qué plan? — Preguntó Elsa entrecerrando los ojos sin entender.
— E-El plan… Tú… Siendo de Anna y… Anna… Siendo de Elsa. — Respondió Anna con algo de nerviosismo, esperando que Elsa recordara el asunto de ‘aparentar’ y poder seguir con aquel juego suyo.
— Oh… Pero… Anna… — Elsa entrecerró los ojos, bajando el tacto de la mano derecha un poco, lo suficiente como para sostener suavemente el mentón de su hermana menor. — Yo… Había olvidado el plan por completo. — Respondió Elsa sorprendida, acariciando con la yema del dedo pulgar el labio inferior de la pelirroja, delineando una curva de izquierda a derecha sobre la boca de su hermana.
— ¿Qué? P-Pero eso no puede ser… Tú has estado abrazándome, a-acariciándome… M-Me has dejado besarte el rostro… H-Has tomado mi mano… M-Me has tratado como si tú y yo fuéramos… — Anna no comprendía, trataba de convencerse de que lo que decía Elsa no podría ser cierto, como es que se había olvidado de su presunto plan si se había estado comportado de ese modo.
— Lo sé, Anna… — Continuó Elsa sin inmutarse. — Sin embargo, lo había olvidado… — Confeso Elsa, estirando con suavidad el cuello para que sus labios pudieran alcanzar la mejilla de su hermana, sin detener las caricias sobre los labios de Anna.
— ¿Q-Qué…? — Anna quedó estática sin comprenderlo muy bien. — Entonces tú… ¿Elsa…? ¿A-A caso tú…?
Anna miró hacía Elsa, girando el rostro, quedando tan peligrosamente cerca de su hermana, sintiendo nuevamente la punta de su nariz rosar con la propia, y aquella sensación hormigueante que ofrecía la respiración de su hermana sobre esa zona de piel que se encontraba por encima de sus labios. Elsa cerró por instinto los ojos al tener a su hermana tan de cerca, dejó que su pulgar se deslizara hasta la comisura de la boca de la pelirroja y susurró contra sus labios.

— Lo siento, Anna… — Dijo Elsa, pues ahora parecía obvio.
Si Elsa había olvidado el asunto de aparentar en algún punto de la noche, ¿Por qué se había mantenido actuando como si siguiese al pie de la letra el plan? ¿Es que no sólo Anna era la única fantaseando? La pelirroja lo entendió de ese modo, se convenció así misma de que la disculpa de Elsa no era una disculpa, la disculpa de una hermana hacía otra por haberse estado comportado inapropiadamente. No… Para Anna ese “lo siento” había significado algo completamente distinto. La disculpa de Elsa, no era una disculpa, no… Era nada más y nada menos que el momento que Anna sólo había podido vivir en sus sueños más salvajes.
— Elsa… Si esa es tu forma de confesarte… Si así es como tú lo haces… — Anna tragó largo y entrecerró los ojos, terminando por cerrar los ojos completamente y pegar su frente a la de su hermana. — Entonces… Entonces yo… Elsa… — Susurró cada vez más cerca de los labios de su hermana.
— ¿Entonces tú… Anna? — Preguntó Elsa, dejando salir una vaga exhalación sobre la boca de la menor.
— Entonces… Yo… Tendré que decirte que… — Anna inclinó unos grados hacía la derecha la cabeza, lo suficiente como para que su nariz y la de su hermana no chocaran y así poder acercarse todavía un poco más, rosando de forma terriblemente arriesgada con su labio superior el inferior de Elsa. — Que… También lo siento… Lo siento mucho, Elsa… Pero por favor… Siéntelo conmigo…
Esas fueron las últimas palabras que se escucharon en aquel instante, el último verbo pronunciado por ambas hermanas. Pues aunque se esforzaran lo más posible por usar sus labios en pro del sonido de las palabras, no… Sus bocas eligieron un nuevo objetivo… Sentirse.
Los labios de Elsa desesperados se abrazaron a los de Anna, encerrándolos, privándolos del oxígeno, forzándolos a ser humedecidos por su caricia. Una caricia que se deslizo lenta pero ansiosamente, a la que le siguió el ‘contraataque’ de Anna, quien atrapó con desespero el labio inferior de su hermana mayor, sorbiendo este, combinando la humedad que ya tenía con la propia, haciendo que un nuevo sonido saliese de sus labios, algo parecido a un chasquido. Sonido que se repitió tras el siguiente movimiento de Elsa, quien de forma ambiciosa capturaba la boca de su hermana entre la suya, apresurada, temerosa de que si estaba soñando, no despertar hasta que hubiese cumplido sus más íntimos deseos junto con su pequeña hermana. Porque si era un sueño ¿No estaría haciendo nada malo, verdad?
— A-Anna… — Con una respiración cortada y un pecho subiendo y bajando agitado, Elsa quebró el beso. — Esto… Yo… Tengo… Tengo mucho calor… — Confesó la rubia mientras se apartaba de los labios de su hermana, dejándose caer sobre el camastro, bajando las manos hasta los hombros de su hermana, desviando la mirada hasta la derecha. Sintiendo un ardor abrazador sobre sus mejillas, mismo que le generaba un color más que rosáceo sobre las mejillas.
— Esa es buena señal… — Sonrió la menor de ambas, encantada por la escena que tenía justo debajo de ella. Elsa con algunos cabellos adhiriéndose a su piel debido a la escasa y delgada capa de sudor que se formaba sobre la frente de su hermana, ese brillo especial en los ojos, casi como si el llanto estuviera cerca, el rojo en sus mejillas, era tan difícil ver a Elsa avergonzada, estaba segura de que era la única persona sobre la tierra que la había visto así. Pero no era todo… El tirante izquierdo de Elsa se había deslizado por debajo de su hombro, invitando a Anna a prestarle atención a las níveas clavículas de su rubia hermana mayor.
— ¿Buena… Buena señal? — Preguntó Elsa sin comprender muy bien, en medio de su agitación.
— Déjame explicarte… — Anna sonrió un poco tímida, sin embargo tenía ese fulgor decidido en los ojos. Se enderezó un poco sobre el cuerpo de su hermana. Y subió las manos hasta el cuello de su camisa, desabotonando uno a uno los broches de su camisa. Sintiendo como el corazón golpeaba más fuerte contra su pecho, cada vez, tenía la mirada de su hermana mayor encima y aunque podía sentir la brisa marina golpear contra su tibia piel, no era suficiente para bajar su temperatura. El cuerpo de Anna estaba ardiendo, y moría por hacérselo saber a Elsa.
Cuando Anna terminó con todos los botones, dejó que aquella prenda blanca cayera por sus hombros y espalda, estancándose en sus antebrazos, dejando a la vista de su hermana mayor aquel torso semi-desnudo, del que relucían aquel puberto e inocente busto, cubiertos por una pieza sonrosada de encaje, con un pequeño moño justo en medio de ambas copas. Era una prenda tan infantil, tenía figuras en colores pastel de las letras vocales. Sin embargo, nada había encendido tanto a Elsa como aquella imagen en toda su vida.
— Siéntelo… — Anna tomó la mano derecha de su hermana, la elevó con suavidad y la apoyó sobre su aún en desarrollo pecho izquierdo.
— A-Anna… — Los ojos de Elsa se abrieron en gran sorpresa y el rojo de su rostro, sólo se intensificó aún más.
— ¿Te das cuenta? Esta… Está ardiendo… — Dijo Anna, refiriéndose a la temperatura de su cuerpo, aludiendo a que el responsable de aquellos grados de más era su propio corazón, aquel que latía como una locomotora descontrolada. — Eso significa que… Estamos haciéndolo bien…
— ¿Lo estamos haciendo bien? — Preguntó Elsa con un hilo de voz.
— Lo estamos sintiendo… Juntas. — Respondió asintiendo Anna, para luego volver a inclinarse sin apartar la mano de Elsa de su propio pecho, presionarse contra el cuerpo de su hermana y devolver los labios hacía la boca ajena.
No para besarle propiamente, lo que hacía Anna no podía llamarse beso, era más bien… Un juego entre sus labios y los de su hermana. Haciendo rosar sus bocas entreabiertas sin concretar ninguna caricia precisa. Jugando con la paciencia de Elsa quien no soportó demasiado y no tardó en apresar una vez más los labios de su hermana y justo en el momento preciso en que se volvía a besarla, usar la mano que se apoyaba contra su busto y ejercer sobre este una especial presión, hundiendo las yemas en aquel blando seno, como si se tratase de un fruto del cual se quisiera comprobar la madurez.
TIEMPO ACTUAL

Elsa ya se había vestido, y aprovechando el pesado sueño de Anna la vistió también, muriendo de vergüenza cada vez que veía el cuerpo de su hermana, imaginando todo lo que pudo haberle hecho anoche. Se deshizo de las botellas y de cualquier cosa que pudiera hacerle imaginar a Anna lo que había ocurrido anoche, si ella no lo recordaba seguramente su hermana tampoco, así que si tenía mucha suerte podría hacer como que “nada había pasado”.
Ahora el asunto era darse prisa y volver al hotel antes de que iniciara la ceremonia de despedida. En la que por cierto, Elsa estaba programada como oradora principal.
Notas finales: Les agradezco a mares los reviews, me funcionan como las espinacas a popeye!

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