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I Almost Do [Frozen] por Sailor Sky

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Notas del capitulo: Hola, quiero disculparme por actualizar tan tarde es que me resfríe, de hecho aún no estoy del todo bien, les agradezco mucho los reviews, las ideas y los animos que me dan, son muy importantes para mí.
— ¿Qué? — Anna preguntó desvanecidamente mirando hacía su hermana mayor.
— . . . — Elsa no respondió, sólo se mantuvo mirando al horizonte.
— Ah… Ya, ya entiendo, es… Es… ¿Una broma, no? — Preguntó sonriente su hermana, acercándose un poco más a su hermana, apoyar las manos sobre sus palmas y así acariciarlas por encima. — Sabes, no he dejado de sonreír en todo el día… — Confesó Anna con cierto nervio en la voz, bajando la vista con ligera vergüenza. — Ayer fue un día increíble… Todo… Todo… No cambiaría nada. — Aseguró Anna, enfatizando que absolutamente todo había sido genial.
— Anna, tenemos que hablar sobre eso… — Elsa exhaló sin muchos ánimos, casi con un tinte de angustia. Volteando a ver a su hermana. — Si papá se entera que bebiste, que fuimos a pasar a un sitio así y… — Elsa hizo una pausa, aun no estaba segura de lo que había pasado después, le costaba mucho recordarlo.
— Lo sé, lo sé, pero no tenemos que decirle de inmediato… — Continuó Anna apretando las manos de su hermana mayor. — Podríamos tratar de decirle primero a mamá, y luego… — Elsa miró a su hermana sin entender y le interrumpió.
— ¿Por qué querría decirles algo como eso? Ellos… Sería como… Deshonrarlos… — Negó Elsa. — Debes prometerme que no debes hablarles de que fuimos a ese lugar, ni de… Cualquier cosa que haya pasado después… — Elsa se mordió el labio mirando al suelo.
— P-Pero Elsa, ir fue mi idea, beber también lo fue y… Lo otro… — Anna sonrió conteniendo emoción, pero Elsa no le dejó seguir.
— ¿No lo ves Anna? No sólo es por mis padres… Te expuse a grandes peligros, yo debí haberme mantenido en mis cinco sentidos, protegerte, pero… Ni si quiera puedo recordar lo que paso después del taxi… — Confesó la rubia con amargura en la vos.
— ¿Eh…? — Anna sintió algo quebrarse en su interior ¿Elsa no recordaba? — No recuerdas… ¿Q-Qué es lo que recuerdas? — Preguntó Anna acercándose un poco más a su hermana, apretando los labios y casi cruzando los dedos de sus manos rogando suerte o fortuna del cielo porque la cabeza de Elsa estuviese en las mismas condiciones que la propia.
— Nada… Es decir… — Elsa cerró los ojos sintiendo vergüenza y mucha frustración, casi asco por si misma. — Te peleaste con un barman… Y nos fuimos de ahí… Sólo recuerdo la música del taxi… Tú en mi regazo… Y después… — Una repentina apareció en sus pensamientos, Anna desabotonándose la blusa mientras reposaba encima de su cuerpo, sin embargo, sacudió la cabeza en seguida como queriendo espantar esa imagen. — Y nada más… Lo próximo que recuerdo es la llamada de Eugene… — Mintió, no quería ni si quiera pensar que había abusado de la inocencia de su hermana.
— Sólo… Sólo eso… — Anna fue aparando las manos de su hermana, mirando al suelo con toneladas de desilusión cayéndole encima.
— Papá y mamá esperan que te acompañe un buen muchacho al baile, y supongo que esperan lo mismo de mí… — Confesó con amargura, desviando la mirada hacia el lado contrario de Anna.

FLASHBACK
— Padre ¿Querías verme? — Dijo Elsa tras cerrar la puerta del despacho de su padre.
— Ah, Elsa… Si… — El castaño se quitó los lentes de lectura, cerró la carpeta con documentos que leía y sonrió a su hija mayor, ofreciéndole asiento con un delicado ademan.
— ¿Tienes mucho trabajo? Puedo venir en otro momento… — Preguntó la entonces adolescente de tan sólo 16 años.
— No te preocupes, está bien así… Dime, ¿Cómo va la escuela? ¿Son amables con los de primer año? — Preguntó el hombre apoyando la barbilla sobre sus manos.
— Si… Bueno… — Elsa ladeó una pequeña sonrisa. — Lo son…
— Me da gusto oír eso… — Su padre devolvió la sonrisa, pero luego miró hacia abajo enseriando el semblante. — Elsa… Esto es un poco difícil para mí, pero… No voy a darle rodeos… — El hombre sacó del cajón derecho del escritorio un cuaderno que Elsa daba por perdido, lo colocó frente a su hija, a quien se le heló la sangre sólo de verlo.
— P-Padre… — Elsa no supo cómo reaccionar.
— Esto… ¿Te pertenece, no es así? — Obvió el hombre quien ahora miraba directo a los ojos a su hija mayor.
— Padre yo… — Elsa no se atrevía a responder con un sí o un no, pero no era necesario.
— Elsa… — El hombre tomó el cuaderno entre sus manos, se puso de pie, lo abrió al azar en una de las páginas del medio, le dedicó una mirada más a lo que ya había leído, cerró los ojos y volvió a tomar la palabra. — Esto es poesía… Poesía escrita por ti… — Su padre tragó largo y volvió a abrir los ojos mirando a su pequeña puberta. — Poesía romántica… Pensada… Escrita… Dirigida hacía…
— … — Para ese momento Elsa sólo permanecía callada, sintiendo su corazón latir con tanta fuerza que podría salirse de su pecho, su rostro ardía en vergüenza, no podía creer lo que estaba pasando.
— A… Hacía una mujer Elsa… — Terminó por decir el hombre, quien devolvió el cuaderno hacía el escritorio, dándole la espalda a su hija, suspirando mientras miraba el ventanal. — Elsa… Cariño… — Miró de reojo hacía su hija tras él. Luchando por ser claro y no muy duro. — ¿A ti… Te gustan las chicas? — Aunque podría parecer obvio, necesitaba saberlo.
— Padre… Padre yo… Yo… Y-yo… — Elsa era incapaz de hablar, había sido atrapada de la forma más vergonzosa posible.
— La chica… La chica a la que le escribes… ¿Asiste a tu escuela? — Preguntó volviendo a girarse hacía su hija mayor, caminando alrededor de ella hasta quedar ahora a sus espaldas.
— … — Elsa sólo negó con la cabeza, sin capaz de hablar.
— Oh, Elsa… — Su padre sintió la tensión en el cuerpo de la rubia por lo que dejó caer una palma sobre su hombro, llena de apoyo y cariño. — Cielo, por favor no hagas esto… — El hombre cerró los ojos. — No me hagas sentir como si te estuviera reprendiendo…
— ¿Ah? — Elsa abrió los ojos y levantó la mirada hasta su padre. — ¿No lo estás haciendo? ¿M-Me has llamado para castigarme, n-no es así? ¿E-estas decepcionado, verdad?
— Elsa… — El hombre no podía ocultar que una parte suya se sentía ligeramente desilusionada, Elsa siempre había sido una hija ejemplar y el descubrir que tenía alteraciones en su sexualidad le hacía sentir ligera pena. — ¿Cuántas personas saben de esto?
— Nadie… — Elsa respondió secamente, bajando la mirada de nuevo. — Es mí… Era mi secreto. ¿Vas a decirle a mamá?
— Fue tu madre quien encontró la libreta… — Respondió el hombre. — Ella no se atrevió a hablar contigo… Se… Sorprendió mucho.
— La decepcioné también ¿Cierto? — Preguntó la rubia cabizbaja.
— Cariño, no, no… No has desilusionado a nadie… — Su padre se hincó a un lado y le tomó las manos a su hija. — Sólo estamos preocupados… Estas en una edad… En la que te puedes confundir fácilmente… Crees cosas que no son realmente ciertas… Es sólo una etapa… Ahora que eres estudiante de instituto es normal que quieras formar parte de un grupo, quieres sentirte aceptada y por eso…
— No padre, no es así. — Elsa se puso de pie, tragó largo, tomó su cuaderno y miró a su progenitor con una determinación falsa, le temblaban las piernas. — Esto no me acaba de pasar… — Bajó la mirada y recordó años atrás, apenas cuando tenía 11 u 12 y se dio cuenta de que había un sentimiento extraño en ella. Quien en lugar de fijarse en los chicos como las niñas de su edad, tenía una peculiar variación. — Yo… Siempre lo he sabido… — Afirmó Elsa. — Siento desilusionarte tanto…
— Elsa, amor… Esto… Permite que tu madre y yo al menos intentemos llevarte con un buen terapeuta. Ella ha hablado ya con uno, por favor. — El hombre insistió, tratando de no hacer sentir mal a su hija mayor. — Tal vez él tenga la cura para esto…
— ¿Cura? — Elsa se sintió un poco indignada. — Padre, hablas como si tuviera alguna clase de virus… Como si pudiera hacerle daño a alguien con esto. — Continuó la adolescente, tratando de defender su naturaleza ahora.
— Elsa… No es como lo piensas… No nos preocupamos por que puedas dañar a alguien… — El hombre negó, se acercó a su rubia tomándola por las mejillas, acariciando con los pulgares el rostro de su hija. — Lo que nos preocupa es que otros te puedan herir por ser como eres… — Y es que el hombre tenía un punto, la sociedad aún no aceptaba de la mejor de las formas a aquellos cuya sexualidad no estaba basada en la heterosexual. No quería ni imaginarse a Elsa siendo marginada en la escuela por algo como eso.
— Padre… — Elsa subió las manos hasta sujetar las muñecas del hombre.
— Nadie debe saberlo Elsa, al menos no hasta que estés cien por ciento segura… Podrías salir herida, cariño. — El hombre no lo soportó más y abrazó a su hija con inmenso amor.
— ¿Cómo sabré que estoy segura? — Preguntó Elsa alzando la mirada hacía su padre.
— Bueno… Debes dejar que algunos años pasen… Vivir un poco más… Tal vez… Hasta graduarte, cariño. Mientras tanto… — El hombre deshizo el abrazo con su hija, la tomó por los hombros y le miró directo a los ojos. — No abras tu corazón, no dejes que lo vean… Por favor Elsa… Sé la chica buena que siempre has sido.
— Padre… — Elsa lo miró densamente, se sentía triste a pesar de tener el apoyo de su padre.
— Si pasan los años, y si esto persiste en ti… Si encuentras alguna chica especial, tráela a casa, tu madre y yo lo entenderemos… Pero si los años pasan y no existe tal chica, podremos estar seguros de que sólo estabas confundida…
En medio de esa peculiar escena entre padre e hija, había algo que hacía que ese momento perdiera intimidad. Un par de ojos azules miraban atento hacía los adentros del despacho, por la rendija que había quedado de la puerta mal cerrada. Era Anna, quien sostenía una bandeja en ambas manos con un par de tazas de té. Pensando que su padre estaría ayudando a Elsa con cosas de la escuela y no les vendría mal una bebida caliente. Sin embargo, jamás se había imaginado mientras preparaba las hojas del té, que al llegar donde su padre y hermana sería testigo de una escena tan reveladora como esa.
FIN DEL FLASHBACK
“El plan de papá parecía tan perfecto, pero no pensé en que esa chica especial jamás podría ser presentada a ellos como mi chica especial. Estoy por graduarme, ir a la universidad, dejarlos… Deben estar seguros de que mi etapa de confusión se fue.” Pensaba Elsa, perdiéndose en sus memorias, sintiendo un dolor terrible en el pecho, el mismo que sentía cuando escribía aquella poesía, cuya protagonista siempre fue Anna, pero que nadie nunca pudo descifrar.
— ¿Elsa? Entonces… ¿Era sólo una etapa? — Preguntó Anna recordando justo aquel instante en el que fisgoneando involuntariamente descubrió el secreto de su hermana.
— ¿De qué estás hablando Anna? — Elsa abrió los ojos con sorpresa, se negaba a creer que la menor hablaba de lo mismo que ella había pensado.
— Papá dijo que cuando te graduaras… Sabrías si era una etapa o no… Y ahora… Quieres que ambas vayamos acompañadas de un chico al baile. — Anna miró con los ojos entrecerrados a Elsa como si la acusara de no ser ella misma.
— ¿Papá te contó? — Elsa se sobresaltó, volteando el cuerpo entero hacía Anna. — Fantástico… ¿También leíste la libreta? ¿Anna? — Dijo molesta la rubia, aunque quizá más que molesta avergonzada, se sintió acorralada, señalada. Por lo que dirigió una fuerte mirada de coraje a su hermana menor. — Ahora hablas como el terapeuta… ¿Quieres saber si mi etapa se fue, Anna? ¿Es lo que quieres saber? — Elsa frunció los labios muy tensa.

— Elsa, no… Yo no quise… — Anna se sintió sorprendida por la reacción de su hermana, no tenía idea de que tan delicado podría ser el tema para ella. Quien había estado ocultando su secreto durante todos estos años.
— Pues si es lo que quieres oír Anna, si, bien. — Mintió con tanta firmeza, que cualquiera el que la escuchará creería que es cierto. — Ya pasó mi etapa, ¿Es lo que quieres escuchar? Seré Elsa, la Elsa perfecta de siempre… Ahora lo entiendo… — Negó resoplando. — No te molestes en llevarme a lugares como esos de nuevo. — Terminó por decir la rubia molesta.
Elsa no solía tomar una actitud parecida con su hermana, nunca, pero justo en ese momento el pesar de la culpa, las palabras de su padre resonando en la mente, y el hecho de descubrir que Anna había conocido su secreto todo este tiempo… La había alterado demasiado, tenía la cabeza caliente y no procesaba si quiera sus palabras.
— Elsa, escucha… Yo no quería… No quería que… — Anna se apresuró a tomar las manos de su hermana, pero la mayor soltó el agarre de forma brusca. — Elsa por favor, yo… Quiero ir contigo…
— ¿Tratabas de hacerme un favor? No lo necesito Anna. Puedo ir acompañada de un chico también… No eres la única a quien se lo han pedido ¿Sabes?— Elsa le dio la espalda a su hermana y caminó hacía la puerta molesta, cruzando la misma y haciéndola cerrar de un fuerte portazo.
El sonido de la puerta chocando contra el marco se escuchó incluso del otro lado de donde la discusión de hermanas había muerto. Algunas miradas curiosas siguieron aquel sonido, encontrándose con Elsa furiosa, de camino a la salida. Aunque hubo quienes no prestaron la mínima atención, Eugene no pudo ignorarlo. Se levantó dejando a Rapunzel y a Olaf solos, corriendo tras Elsa, siguiéndola por el corredor hasta el ascensor el cual casi no alcanzaba, pero cuyas puertas audazmente pudo detener, interponiendo ambas manos en el medio de estas y entrar a la cabina junto con su rubia amiga, quien lo miró de reojo y luego simplemente se cruzó de brazos desviando la mirada a la derecha.
— ¿Qué rayos te pasa? — Preguntó sin entender Eugene. — ¿No estabas con Anna?
— No tenías que seguirme… — Respondió Elsa con la voz seca.
— ¿Esperabas que te viera azotar la puerta y luego salir para quedarme con los brazos cruzados? — Preguntó con ironía mientras le buscaba la mirada a su amiga.
— Discutí con Anna. — Soltó simplemente.
— ¿Qué? Eso nunca pasa ¿Por qué? — Sonrió relajado acomodándose a su lado. — Ella fue a verte muy feliz, aunque estaba muy preocupado por ustedes, Anna luce tan radiante que creo que les hizo muy bien haberse fugado ayer. — Asintió seguro, aunque aún no conocía los detalles de aquella salida, no había podido hablar con Elsa sobre ello.
— Flynn… Creo que… Tuve sexo con Anna… — Dijo Elsa con la voz quebrada, sintiendo como los ojos se le hacían agua, bajando el rostro todavía más.
— ¿Qué? — La forma en la que Elsa disparaba información aturdía al castaño, sobre todo con la última declaración. — Vamos, vamos, Els… Tranquila… — Por instinto el muchacho se acercó a abrazar a su amiga, acariciar sus hombros tratando de tranquilizarla.
Eugene llevó a Elsa a caminar por la playa, todos los demás estarían rondando por el hotel, así que creyó que yendo a caminar a la orilla del mar haría sentir a Elsa más serena, y funcionó en cierto modo, aunque la voz se le perdía a momentos, no dejaba caer lágrimas de frustración, pudiendo contar todo lo que en sus memorias se encontraba hacía su amigo.
— Ah… Eso es lo que pasó… — Eugene estaba serio, cruzado de brazos, mirando hacia el frente mientras caminaba en compañía de su amiga por las orillas del mar. — Sin embargo… No estás muy segura de que haya pasado ¿No? Digo, no lo recuerdas…
— Flynn… Anna y yo amanecimos en ropa interior, tenía mi labial encima… Tengo esas imágenes difusas en mi mente, lo más obvio es que seguramente yo… — Parecía que Elsa recaería en su estado profundo de culpa. Así que Flynn se le adelantó.
— Escucha… El clima aquí es bastante caluroso… Pudieron haber deseado dormir sólo… Más frescas… Y bueno… lo del labial… — Se mordió el labio. — Ok, mira… Estaban ebrias y venían de un club gay… Quizá hubo algo, pero no tiene que ser sexo explícitamente. — Trató de componer Eugene, acariciándose la nuca.
— Jamás había llegado tan lejos… No es lo mismo escribir pensando en ella, grabarme en vídeo confesando mis sentimientos… Tocar a Anna, b-besarla si quiera… No es correcto… — Se cubrió el rostro con las manos, siendo víctima una vez más de su buena moral.
— Els… Sé que no es lo más normal del mundo… Sé que si se lo cuentas a alguien más te vera como un bicho feo, como una demente, como una persona repugnante… — Se sinceró su amigo. — Y si me dejas serte franco… Cuando empezaba a sospechar sobre esto… Me pareció tan extraño… Tan irreal… Pero conocí a Anna, las conocí juntas, la Elsa que existe cuando Anna está cerca… Las conocí a ustedes… Jamás vi un amor tan puro…
— Lo sé Eugene… Los sentimientos que Anna tiene por mí son muy puros… — Le dio la razón a su amigo, deteniéndose y mirando hacía la infinidad del mar, sintiendo como sus pies cubiertos apenas por sandalias conseguían ser alcanzados por la espuma del mar. — Pero en cambio, mis sentimientos… Son sucios… Malos… Una aberración para el amor que deberían tener las hermanas.
— Elsa… — Eugene se colocó frente a ella, aunque él no era un experto en el amor, no confiaba en el juicio de Elsa. — Si amas a Anna, si realmente la amas… No niegues lo que sientes… ¿Tienes idea de cómo se siente ahora? ¿Has pensado en lo que provocarías en ella al ser tan dura? A pesar de lo que sea que haya pasado anoche… Ella de verdad estaba entusiasmada por ir acompañada por ti… Rechazo al estúpido de Hans por ti… Ella estaba tan feliz… ¿Por qué complicas las cosas? Soy tu amigo desde hace mucho… Y nunca creí verte siendo cobarde… Pero ahora mismo tu falta de valor esta hiriendo a Anna…
— Eugene… Mi amor, mi amor no es como su amor… Yo… — El castaño la interrumpió de nuevo, casi molesto.
— Pero te ama… Y no importa la clase de amor que ella te tenga, jamás te rechazaría por quererla diferente… Jamás te dejaría a un lado… El amor de Anna es incondicional… No se separaría de ti sin importar que… — Eugene había empezado a hablar más serio que nunca, apenas había pasado unos minutos con Anna para darse cuenta de cuan feliz estaba, no necesitaba preguntar que había ocurrido ayer para saber, la causa era Elsa. El castaño miró fijamente a su amiga. — Y esa Elsa… Es la única diferencia entre tu amor y el de Anna. — Flynn mantuvo los ojos sobre los de su amiga sólo unos segundos más para luego voltearse y caminar en dirección opuesta. — Volvamos al hotel… — Dejó salir al aire, avanzando sin si quiera esperar a que su amiga le siguiera.
Por su puesto la rudeza de su amigo, había dejado a Elsa congelada, eso no la había hecho sentir mejor para nada; lo que no sabía Elsa es que ese no era el propósito de su amigo, lo único que él quería era empujarla, empujarla hasta el borde de la cornisa y de una vez por todas forzarla a saltar por Anna.
Lo que restaba de aquel día los estudiantes lo tenían completamente libre, después de todo mañana era la noche del baile y todos tendrían asuntos que resolver, algunas chicas y chicos habían empacado sus trajes y vestidos, sin embargo otros más tenían la idea de comprar su atuendo en las tiendas del centro del lugar. Entre ellos estaba Olaf y Eugene, por lo que las chicas decidieron acompañarlos a elegir algo apropiado y aunque estaban los cinco juntos, Anna prefería mantenerse pegada a cualquiera menos Elsa, haciendo sentir aún más mal a la rubia por el comportamiento que había tomado con su hermana.
Incluso por la noche Anna se fue a la habitación de Rapunzel bajo la excusa de que tendrían una noche de “chicas” entre ella y su mejor amiga. Así que Elsa había quedado completamente sola en aquella habitación doble.
El día siguiente no fue como ninguna de las dos lo imagino, no parecía haber magia, ni ligero rastro de ella. Eugene había sido presentado como pareja de Rapunzel, Elsa con Kristoff y Anna con Hans. Por su puesto las tres parejas lucían radiantes y perfectas ante los ojos de la multitud, pero sólo una de ellas estaba compuesta por personas que tenían sentimientos recíprocos y ninguna de las hermanas formaba parte de ella.
Hans no podía estar más contento, paseaba a Anna como un objeto de lujo, el más reciente de su colección, sin que ella se diera cuenta, dejando que el disfraz de caballerosidad que tenía Hans la cegara por completo. Mientras que Kristoff y Elsa parecían una pareja incomoda, tratando de sonreír y lucir bien juntos, siendo el primer blanco de los flashes que destellaban por todo el salón, en compañía de Eugene y Rapunzel.
Todas las parejas ya habían bailado, bebido algo de ponche, reído y pasado un buen rato juntas. La música había sido más bien movida, entre la gente, el baile, y las luces Elsa buscaba la mirada de Anna, pero al encontrarla… La pelirroja hacía lo posible por desviarla.
— Ok, ok… Sonrían un poco más. — Les pidió un fotógrafo a la pareja de rubios, quienes posaban incomodos para la enésima foto. — Ah, muy bien chicos, ha salido excelente. ¡Sigan divirtiéndose! — Dijo el hombre con la cámara quien se marchó rumbo a Eugene y Rapunzel.
— Ah… — Elsa suspiró cansada.
— Siento que tengas que estar haciendo esto por mí… — Dijo Kristoff en modo de disculpa.
— Ah, no te preocupes… — Dijo Elsa restándole importancia.
— Dime, ¿Tenías pareja ya, verdad? Todo el tiempo desde que llegamos me di cuenta de que no dejas de buscar a alguien, y no te ves muy feliz… Yo realmente lo siento mucho… — Se disculpó sinceramente el rubio.
— Eso… No importa ya Kristoff. — Volvió a decir Elsa, tratando de no hacer preocupar al chico.
— Bueno… Ya nos han tomado suficientes fotos ¿Quieres un descanso? Es decir… — El chico volvió a tocarse la nuca. — Quizá quieras ir a ver si ese chico está bien sin ti. — Propuso Kristoff, haciendo que los ojos de Elsa parpadearan sorprendidos.
— ¿En serio? — Preguntó incrédula.
— Claro… Yo podría ir con algunos amigos, creo que ellos también están algo cansados de fingir ¿Te parece entonces? — Kristoff ladeó una sonrisa tratando de darle confianza a su compañera.
— Me parece. — Asintió Elsa correspondiendo la sonrisa.
— Bien, entonces ¿Nos vemos en un rato más? Diviertete — Dijo Kristoff alzando la mano para hacer un high five con Elsa, quien lo correspondió algo desubicada pero más animada al final.
Volvió a buscar con la mirada a Anna, la encontró a algunos metros sentándose con Hans en una de las mesas del fondo, aunque el castaño parecía levantarse casi en seguida, señalando la zona de bebidas, al parecer le ofrecía un poco a Anna, quien sólo asintió viendo partir a su pareja. Elsa apretó los labios determinada, era su oportunidad.
Caminó entre la gente, pidiendo permiso, escabulléndose entre algunos grandulones, aceptando halagos y rechazando invitaciones para bailar. Tenía un único objetivo.
— Hola — La pelirroja dio un respingo, saliendo de sus pensamientos cuando volteó a ver a Elsa frente a ella, hablándole, casi pensó que se equivocaba de persona. Volteó a ver hacía atrás por si había alguien más.
— ¿Ah? ¿H-Hola a mí? — Preguntó la menor de ambas tocándose el pecho incrédula.
— Te ves hermosa… — Anna dejo la sorpresa atrás, intercambiándola por vergüenza y una ola de ansiedad que la obligo a hablar con torpeza y tropiezos en la voz.
— T-Tú también te ves hermosa… B-bueno no es que no seas hermosa siempre, p-pero ahora… A-ahora luces más… Todavía más hermosa…
— … — Elsa guardó silencio reprimiendo una pequeña sonrisa. Misma que contagio a su hermana, riendo un poco por su propia torpeza.
— Así que… Así es como luce un baile… — Dijo Elsa algo incomoda sin saber cómo conversar con su hermana, desviando la mirada hacia los lados.
— Son… Más cálidos de lo que pensaba… — Asintió Anna poniéndose de pie.
— Bueno… No he podido sentirme muy cómoda desde que la noche empezó… — Confesó Elsa acariciándose el codo derecho sin mirar a su hermana.
— ¿Ni si quiera… Ahora? — Preguntó Anna jugando con sus dedos, algo encorvada, como temerosa por la respuesta de su hermana. — Estando aquí… Hablando conmigo…
— Anna… — Elsa volvió la mirada a su hermana, quiso sonreír pero en realidad se sentía algo tensa aún, por lo que lo único que pudo hacer fue negar ligeramente con el rostro.
— Entonces… — Anna se mordió los labios. Bajó las manos hacía las de su hermana y las sujeto con cierta firmeza. — Tal vez… Deberías dejarme intentar hacerte sentir diferente…
Eugene tenía toda la boca llena de razón… ¿Cómo era posible que después de haberla tratado mal, de haber rechazado asistir con ella al baile, de haber pasado el tiempo evitándose… Ahora Anna siguiera mostrando esa hermosa sonrisa hacía ella? ¿Era verdad? El amor de Anna por Elsa era incondicional.
Las luces se fueron atenuando, algunas se apagaron, otras simplemente cambiaron de color, manteniendo un estilo mono cromático donde el azul era lo único que llegaba a iluminar, tan tenue y delicado, como si las luces del salón trataran de imitar el brillo plateado que la luna ofrecía. Y en congruencia con la iluminación, la música había dado un ligero cambio, las piezas rápidas y animadas habían quedado atrás, justo ahora una melodía sumamente lenta se hacía sonar. El DJ estaba invitando a las parejas a acercarse un poco más, y en ese preciso momento las manos de Anna y Elsa estaban unidas, la rubia supo entonces, que no podía dejar perder esa oportunidad.
— Anna… ¿Me conced…? — La pelirroja sonrió ilusionada, asintió antes de que su hermana terminara la pregunta, sabía lo que diría.
Las dos se adentraron al centro de la pista, ocultándose entre la gente, esperando pasar desapercibidas. Elsa puso tímidamente la mano sobre la cintura de Anna y Anna sobre el hombro de Elsa, usando su otra mano para entrelazar los dedos entre ellas.
Sonrieron avergonzadas por la posición, pero no tardaron en iniciar un lento y tambaleante ritmo, paseando despacio de izquierda a derecha, sin decir nada, sólo mirándose una a la otra. De pronto era como si el mundo hubiese desaparecido, lo único que percibían sus sentidos era la música y la imagen de cada una de ellas.
Las palabras de Eugene aparecían ocasionalmente por la mente de Elsa, Anna estaba ahí para ella a pesar de todo, a pesar de lo dura que pudo haber sido, seguía sonriéndole con la misma claridad de siempre, sin ocultarle nada, sin miedo a demostrar sus sentimientos. Algo que Elsa no podía hacer con tanta libertad.
Sin darse cuenta, la posición inicial del baile había cambiado un poco… Anna había encerrado el cuerpo de su hermana con sus brazos, mientras que Elsa sostenía ahora con ambas manos la estrecha cintura de su hermana, que relucía mucho más con aquel acentuado vestido verde esmeralda. Pronto, el rostro de Anna buscó refugio, apoyando la mejilla derecha sobre el hombro de su hermana.
Ninguna decía nada, de nuevo se sentía como en aquel club, donde sólo eran ellas dos, viviendo lo que quisieran que fuera en realidad. La música parecía haberlas hecho entrar en un estado de trance. Elsa dejó un pequeño beso sobre el oído de su hermana, quien sintió cada nervio de su cuerpo despertar, volteando a ver a su hermana mayor. Y es que lucía tan radiante, tan hermosa, tan ella… El cuerpo de Anna se detuvo, y con él el de su hermana. La pelirroja estaba simplemente pérdida en ese cielo que formaban los ojos ajenos, alzó un poco más su rostro, ladeó el mismo, obteniendo esa peligrosa cercanía que avisaría a cualquiera de un beso. ¿Era eso? ¿Iba a besar a Elsa? Claro… No tenía más ganas de nada en ese preciso instante… Pero entonces…
Una ola de voces se escuchó en coro alrededor de ellas, todas coreaban una misma silaba “Wohooo” Elsa pestañeó, salió del trance, miró hacia los lados y se percató de que más de una mirada estaba puesta sobre ellas. Pudo ver la cara sorprendida de algunos maestros, la cara desencajada de algunas chicas, expresiones emocionadas de algunos chicos, no habían pasado desapercibidas en lo absoluto.
Anna miró también, no le molestaba escuchar esos murmullos en los que ella y su hermana eran protagonistas, pero sabía que con Elsa era diferente, volteó a ver a su hermana preocupada, pero no pudo hacerlo por mucho, escuchó la voz de Hans pronunciar su nombre, buscó al castaño con la mirada pero antes de poder encontrarlo la mayor de ambas la tomó por la muñeca y haló de ella, lo suficiente como para hacerla caminar y salir a prisa de toda esa muchedumbre, apenas salieron del salón, Elsa inició una carrera larga, trotando y luego corriendo hasta llegar a lo que parecía el jardín del hotel.
La rubia soltó la mano de su hermana, le dio la espalda y recuperó el aire que le había faltado al correr, Anna también estaba algo cansada pero no podía dejar de mirar a Elsa, le preocupaba, su hermana no solía tener ese tipo de reacciones tan bruscas, había algo en ella que no estaba bien y creía saber que…
La pelirroja se acercó lentamente hasta su hermana, sin temor a equivocarse o a pretender ocultar algo, se abrazó con fuerza a la delicada espalda de su hermana, se abrazó a ella con delicadeza, apoyando su mejilla sobre el omoplato izquierdo de Elsa.
— ¿Tan malo es? — Preguntó en un murmulló sin cambiar su posición.
— ¿Anna? — Elsa miró de reojo hacía atrás sin entender.
— Realmente… ¿Es malo quererte tanto? ¿Este tan mal? — Completó Anna, con un tono de voz denso, apagado, casi triste, pero muy sincero. — No debería ser malo… El amor… El amor nunca ha sido malo… Eso… Me enseñaron todos los cuentos que mamá leía para nosotras…
— Anna… ¿De qué estás hablando? — Negó Elsa, fingiendo no entender el punto que quería tocar su pequeña hermana. Alzando las manos hasta sostener las de Anna con la intención de apartarla.
— No, Elsa, no de nuevo… Por favor… — Anna aumento la fuerza con la que sujetaba a su hermana para no ser apartada. — Por favor… No finjas, no finjas frente a mí… Deja de hacerlo por favor… Ya no quiero seguir fingiendo… Ya no tengo razones para fingir desde lo ocurrido la otra noche.
— … — Elsa sintió una punzada en su corazón al oír a su hermana hablar de eso. — Anna… Siento lo que te hice… Siento si hice algo que te hiriera… Siento mucho haber sido tan irresponsable aquella noche, siento mucho no haberme comportado como tu hermana mayor… — La rubia volvió a cerrar los ojos, sintiendo el peso de la culpa aterrizarle encima. — Todo lo que te hice… Lo que pude haberte hecho… Es algo que…
— Que siempre soñé con que pasara… — Completó la frase Anna, sintiendo un calor abrazador en las mejillas, no había alcohol en sus venas, pero no lo necesitaba para sincerarse con su hermana. — Que me abrazaras… Que me miraras a los ojos… Que me vieras diferente… Que me dijeras que me sientes como yo te siento… — Los ojos de Anna empezaban a empañarse, sabía que lo que decía no podía ser bien visto ante los ojos de la gente, pero es que nunca se había preocupado por eso realmente, el dolor en su corazón radicaba en que Elsa, si que pensaba en los demás.
— A-Anna… — La voz de Elsa se quebró, tuvo que voltearse para ver a su hermana, sostenerle el rostro con una mano y abrazarla con la otra. — Anna… No digas esas cosas por favor… No lo hagas… Por favor… — Trató de detener a su hermana, no quería oírlo, no quería saberse correspondida, no ahora que pensaba en lo tormentoso que sería vivir entre el dolor que los otros podrían causarles.
— Elsa… Ya no quiero… No quiero ocultarlo más… — Anna rompió en llanto, apegando su frente a la de su hermana, apoyando las manos en los hombros de Elsa, buscando refugió en ella. — Dime ¿Por qué está mal? ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué no puedo decirlo si te quiero tanto? — La rubia dejaba que su llanto saliera, haciendo sonar esas preguntas como los cuestionamientos más crueles que alguna vez Elsa pudiera haber oído.
— Puedes salir herida… — Respondió con simpleza la rubia, conteniendo sus ganas de romper en llanto junto a su hermana, tratando de mantener esa apariencia correcta, sabía y buena. — Eres joven Anna… Estas… — Cerró recordando con amargura las palabras de su padre y las repitió de memoria. — Estas en una edad… En la que te puedes confundir fácilmente… Crees cosas que no son realmente ciertas…— Dijo la mayor, consolando a su hermana con caricias sobre la mejilla, susurrando tan cerca de su boca, tan, pero tan cerca…
— Elsa… No, no… Yo… Yo estoy segura… Yo lo estoy… — repitió entre gimoteos la menor de las dos. Haciendo que sus hombros subieran y bajaran a razón de su llanto.
— Aún no Anna… — Negó Elsa acercando sus labios a la comisura de los de su hermana. — Necesitas vivir más… Dejar pasar algunos años… Hasta graduarte tal vez… Entonces sabrás si estabas segura o sólo… Eras víctima de una confusión. — Decía Elsa, usando las palabras de su padre para librar a su hermana mayor de esa amor prohibido. — Hasta entonces Anna… Este amor… No puede ser…
La mayor de las dos cerró los ojos, tragó largo en espera de que pudiera así deshacerse de ese nudo que abrigaba su garganta, sentía las lágrimas de Anna correr entre sus dedos, oía esa respiración apresurada, esos jadeos lastimeros, necesitados de consuelo… Olía esa fragancia dulce que la menor siempre cargaba consigo, ahí estaba Anna y ahí estaba ella, bajo la luz de las estrellas y la misma luna, ocultas, intimas, sólo ellas dos…
Fue imposible contenerse… En contra de sus palabras, rompiendo la lógica de lo que acababa de decir, Elsa sujeto firmemente el rostro de su hermana con ambas manos y sin avisarle o prevenirla atrapó sus labios con los de ella, ansiosa, necesitada, protectora, acarició con sus rosados labios los de Anna, quien sorpendida con los ojos abiertos de par en par no supo como reaccionar, aún había lagrimas queriendo huir de sus ojos, pero le tomó más de un par de segundos en reaccionar, cerrar lentamente los ojos y aceptar el beso de su hermana, moviendo su boca con despaciosa torpeza, con tanta inocencia, con tanto desdén… Dejando en ese beso todas sus esperanzas y deseos por un futuro con Elsa.
Notas finales: ¡Gracias por leer!

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