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Los pecados de Kim JongDae por RinneRaccoon

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Notas del capitulo:

Buah....cuánto tiempo, ¿no? ME DISCULPO MILLONES DE VECES, pero entre que no tengo wifi...me he mudado de casa, tuve muuuchos problemas, intenté sacar el curso adelante...y tantas cosas más...Mi inspiración murió (pero ayer lo medio recobré y ya casi tengo terminado el pecado...siete, creo que era). ASÍ QUE KAT HA VUELTO A LA CARGA *0*

Espero que os guste <3

Pecados #3 y #4: Pereza y gula

 

Había días en los que a JongDae no le apetecía moverse para nada, ni si quiera para abrir la puerta de su apartamento a MinSeok. Por eso, con los meses, este había hecho una copia de las llaves. Y ese día era uno de esos en los que Chen se pasaba tumbado sin hacer absolutamente nada, prefería el placer y el descanso momentáneo antes que el futuro y duradero. El mayor entró con un par de bolsas en el apartamento y, efectivamente, ahí estaba el estúpido de su novio sin hacer nada, tumbado en el sillón con los pies sobre uno de los regazos del mueble. MinSeok suspiró profundamente, no le gustaba cuando su novio estaba en ese plan y este era uno de los pecados que tanto odiaba de Kim JongDae: la pereza. Era tan extremo que ni si quiera se levantaba para comer, no le importaba pasar hambre con tal de no levantarse y seguir con su sufrimiento interno. Odiaba cuando el menor entraba en esa fase de depresión y era incapaz de hacer cualquier cosa por temor a fracasar más: se sentía inútil y que su vida no tenía sentido, pero ahí estaba MinSeok para salvarlo. Para protegerlo de sí mismo antes de que se destruyese aún más, más de lo que había hecho y hacía cada día con cada pequeño detalle.

El recién llegado pasó por delante del chico en dirección a la cocina, este ni se inmutó pues tenía los ojos fijos en la televisión, pero no veía nada. En realidad, en ese momento se encontraba muy lejos de allí. El mayor lo miró con resignación y suspiró mientras se pasaba la mano por el rostro, desesperado. Pensó en acercarse y saludar a su novio para que volviese a la realidad, pero sabía, desgraciadamente por experiencia, que no se daría cuenta de su existencia hasta que su estómago rugiese con un hambre feroz. Cerró los ojos con fuerza, sacó los ingredientes para el almuerzo de ese día y colocó la compra de la semana en la alacena y armarios correspondientes. Había pasado tanto tiempo en ese apartamento que lo conocía como la palma de la mano. Muchísimas veces se había sorprendido a sí mismo pensando en sí debería mudarse a ese apartamento con el menor para poderlo cuidar mejor, pero luego se sonrojaba y se sentía estúpido porque seguramente el menor lo vería como un intruso y una sanguijuela que trataba de aferrarse a él desesperadamente.

MinSeok se entretuvo en la cocina preparando un rico kimchi junto con unas cuantas tortillas coreanas hechas con verdura y calamares cortados en trozos muy pequeños. Cuando terminó sonrió viendo su obra de arte y luego miró la hora, habían pasado tres horas desde que había entrado en la casa y el menor ni se había dado cuenta. Caminó hasta el salón y cuando vio a JongDae mirando al techo, totalmente tumbado, y con pequeñas lágrimas recorriendo su perfecto y delineado rostro, notó que su propio corazón se rompía en dos. Odiaba ese pecado de JongDae, odiaba que entrase en esa fase de pereza que lo conducía a pensar y cuestionarse todo, entraba en una depresión totalmente delirante y desesperante para el mayor, quien no sabía cómo reaccionar.

—JongDae…—susurró el mayor con la voz estrangulada por la preocupación. Caminó despacio hasta situarse al lado del sillón y se dejó caer de rodillas, con una expresión maternal, y rodeó con los brazos el cuerpo de su novio, apoyando la cabeza en el pecho—. No llores, por favor… Nótame, sabes que no estás solo…—Empezó a murmurar en un hilillo de voz, esta era amortiguada contra el cuerpo de Chen, quien seguía mirando al techo perdido en la oscuridad de sus pensamientos, totalmente cegado y desprotegido—. JongDae…escúchame, sé que estás ahí, por favor… Vuelve junto a mí. —Alzó la cabeza mirando las finas facciones del menor y alzó una mano comenzando a atrapar con sus dedos las lágrimas que de vez en cuando seguían cayendo—. Te necesito a mi lado.

—¿MinSeok…? —susurró Chen pestañeando varias veces, despertando de su trance. Miró a su alrededor y entonces fijó su vista en el reloj, a la vez que notaba su rostro húmedo y resopló alzando las manos para devolver el fuerte abrazo del mayor—. Perdóname, lo he vuelto a hacer…Siento ser una carga para ti, simplemente deberías dejarme. —Comenzó a divagar el chico en suaves susurros como ligeras brisas que te hacían sentir frío. MinSeok lo miró enfurecido y negó con la cabeza, apretándolo más contra su pecho.

—JongDae, no digas bobadas. Eres único y un buen chico. Todos nos cuestionamos, pero no puedes cortar tus propias alas. No te lo permitiré, no mereces ser tan duro contigo. ¿Dónde está ese chico risueño e inteligente que hace de cualquier cosa una aventura? —El mayor se apartó un poco y lo miró a los ojos mientras le acariciaba la mejilla, una maternal sonrisa cubrió sus labios—. No pienses en el futuro, piensa en el presente y en lo que debemos hacer para ser felices, ¿no es eso lo que siempre me dices?

—Pero no soy suficiente…siempre hay fallos en todo lo que hago, siempre hay algo que criticar…Siempre voy a ser esclavo de mi padre.

—JongDae, escúchame. Nadie es perfecto y lo sabes, los dos lo sabemos mejor que nadie. Y entre ellos está tu padre, no me has hablado mucho de él, pero... Tú cumples tus promesas, él no es mejor que tú.

JongDae miró a MinSeok y asintió suavemente, se acercó lentamente al mayor y acurrucó su cabeza en su pecho, ocultándose y adsorbiendo el calor que el cuerpo emanaba. Cerró los ojos y suspiró profundamente, se sentía realmente agotado. No había dormido nada desde que llegó de pasar el fin de semana con su padre después de tantos meses. MinSeok besó su cabeza, acunó su pequeño y tembloroso cuerpo mientras comenzaba a entonar una pequeña nana para dormir, Chen sonrió por primera vez desde hacía días y lo mejor era que lo hacía con sinceridad.

MinSeok tenía ese efecto en él, no importaba qué, siempre le arrancaba su mejor sonrisa. Poco a poco el menor fue cayendo en un profundo sueño en una incómoda posición. No le importaba despertar más tarde con un dolor horrible si eso significaba estar con el mayor, podía soportar eso y más.

MinSeok lo sabía, sabía que no le gustaría conocer todos los pecados de Chen, pero amar significaba hacerlo con lo bueno y lo malo. Y si lo malo era perjudicial, debía ayudarlo a avanzar, no a cambiar, pero sí a mejorar, a crecer como persona porque amar significaba apoyarte en tu compañero y este en ti, consistía en la confianza. Y que JongDae haya confiado en él tanto que hasta le mostraba esta faceta tan oscura de él mismo solo podía significar una cosa: él era el indicado. MinSeok sonrió ampliamente y se acomodó mejor en el sillón junto al cuerpo de su novio, se olvidó de la comida y de todo lo de su alrededor. Hoy era un día perfecto para no hacer nada: hoy la pereza inundaría sus cuerpos para no moverse y permanecer juntos sin que nada ni nadie pudiese impedirlo, ni si quiera las paranoias mentales de JongDae.

Después de dormir durante horas en una posición demasiado incómoda, JongDae se despertó por la noche al lado de MinSeok en ese tortuoso sillón verde que había conseguido en una tienda de segunda mano hacia unos años atrás, cuando no había tenido dinero ni para comer decentemente. Miró al mayor y sonrió abrazándose a él, recordando el hambre que había pasado cuando había escapado de su casa cuando sus progenitores, sus padres biológicos, descubrieron que sus gustos no eran del todo normales. JongDae cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear esos pensamientos y recuerdos negativos, comenzó a repetirse una y otra vez que tenía que centrarse en el presente, que tenía que pensar en la persona que estaba en sus brazos. No quería recordar todo lo que tuvo que pasar para poder conseguir un piso decente, el cual al menos no estuviese infectado de ratas y cucarachas, sin goteras y con las cuatro paredes necesarias. Sin darse cuenta abrazó tan fuerte el cuerpo de MinSeok, tratando de aferrarse a él, a la realidad, que, sin quererlo, despertó al mayor de los dos. Este se movió entre los fuertes y torneados brazos del menor, deslizó las manos hasta la cara del otro, cogiéndolo con cuidado.

—JongDae, estoy aquí. ¿Estás bien…? —preguntó en un leve susurro. Acercó sus labios a los de él, rozándolos en leves caricias y haciéndole ver que aún seguía ahí con él, que no lo iba a dejar.

JongDae parpadeó varias veces y enfocó la vista en el mayor, asintió lentamente para luego cerrar los ojos y depositar cortos picos en los finos, pero apetitosos labios de su novio. Se abrazó más a él, pegándolo contra su pecho sin separarse de sus labios, saboreándolos como siempre, anhelando tener cada parte de MinSeok. Deseaba hundirse en él cada vez más, fundirse con él e instalarse en su cabeza y en su corazón. Quería enterrarse en él y permanecer a su lado para siempre, sin importar qué.

MinSeok sonrió tiernamente y lo meció entre sus brazos, intentando animarlo y devolverlo a su estado original, a ese JongDae que no paraba de hablar y de molestar a su alrededor; a ese chico gracioso y juguetón que lo había atrapado con una sola mirada y sonrisa. JongDae se abrazó más al mayor y apoyó la barbilla en su hombro, cerró los ojos y respiró profundamente, captando el olor de unos maravillosos manjares. Sonrió ampliamente y depositó un leve beso en la nuca del castaño.

—Tienes hambre, ¿no? —preguntó con una amplia sonrisa, frotando la espalda del menor, aun reconfortándolo. Chen sonrió ampliamente y le mordió en la nuca, justo en el sitio donde lo había besado.

—Mucha, hyung. Aliméntame —susurró en el oído del otro, dejando que su respiración y labios rozasen la piel de MinSeok. Este se erizó y pellizcó un costado del travieso JongDae.

—¡Yah! Deja de torturarme…Ve y come, maldito hobbit.

JongDae simplemente asintió entusiasmado y corrió hacia la mesa donde había un montón de platos para comer, no solo sopa o kimchi, sino también pasta y carne asada. Realmente MinSeok tenía alma de cocinero. El menor aspiró fuertemente por la nariz y soltó un suspiro emocionado, se sentó y comenzó a comer totalmente hambriento, como si llevase años sin comer. MinSeok rió divertido y se sentó enfrente de él, observándole comer entretenido, picando de vez en cuando de un plato u otro, pero sin pasarse demasido.

Ese sentimiento de pereza, de tristeza que muchas veces se instalaba en el pecho de JongDae le hacía despertar esa hambre voraz que su pequeño y compacto cuerpo tenía. No importaba qué o cuánto comiese, podía alimentarse durante un mes entero a todas horas, solamente de hamburguesas y pesarse a final de mes para comprobar que no había subido ni un gramo. MinSeok siempre se quejaba de ese metabolismo extraño porque, en contraposición a su novio, él subía de peso rápidamente y necesitaba hacer ejercicio siempre para mantenerse en línea. Sin embargo, Chen no se movía, comía grandes cantidades y no engordaba nunca. La vida era muy injusta con MinSeok, por eso, siempre odiaría ese maldito pecado. Siempre odiaría la gula de su novio.

Notas finales:

Nos vemos dentro de dos semanas, aunque espero que antes. *-*/


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