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Tortilla inglesa para el Dr. Watson, por favor. por de Lioncourt

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Notas del fanfic:

Los personajes aqui utilizados no me pertenecen, son propiedad de Sir Arthur Conan Doyle y su respectiva cadena televisora, British Broadcasting Corporation (BBC). Escribo sin ningun fin de lucro, solo por el mero placer de hacerlo. 

Notas del capitulo:

Soy mala en esto de los saludos, así que hola, después de años, finalmente me aparezco por aquí. 

Este es mi primer Johnlock y espero que no haya quedado tan mal, estoy fuera de práctica, pero en algún momento tenía que volver a retomar el escribir, lo cual me hace bastante feliz. En fin, esto es lo que pasa cuando cocinas - o lo intentas -, mientras miras Sherlock Holmes. ;)

- me disculpo por el lamentable resumen u_u –

El olor a especias quemadas se filtró en su nariz como si las estuvieran quemando al pie de su cama, se preguntó somnoliento si aún estaba soñando, con algún tipo de desayuno que incluía a un mal cocinero, o algo por el estilo; pero en realidad había despertado hacia unos minutos, solo estaba recostado esperando a que su cuerpo se dignara a despertar tal como su cerebro. John no era precisamente la persona más activa que existía en Inglaterra.


Pero aquel olor no era producto de su imaginación o su adormilada mente, entraba directamente por su puerta. Perejil… y el fuerte olor de la nuez moscada quemándose. La señora Hudson no había quemado nada, ni un solo platillo que había cocinado para ellos desde que habían llegado. Sin embargo el olor de que alguna clase de platillo especiado ardía en la sartén, persistía en sus fosas nasales.


Finalmente se levantó entre quedas quejas, estirando su cuerpo y luchando contra el impulso de volver a la cama y omitir los tenues rayos del sol de Londres. Se colocó la bata y las pantuflas, mientras tallaba sus ojos y abría la puerta de su habitación. Parpadeo ante su vista nublada, y si no hubiera sido por que aquel anterior olor intensificado se coló directo hasta su cerebro por sus fosas nasales, sus ojos comenzaron a picar y la alarma contra incendios se activó despertándolo de golpe con su estridente pitido; hubiera jurado que  tomar la siesta hasta tarde comenzaba a afectarle la vista.


-          ¿Sherlock? – pregunto, tratando de ubicar al moreno entre el humo y de paso buscar la fuente del repentino incendio, la voz del más alto le contesto, tranquilo, desde la ventana.


-          Buen día, John ¿Cómo has dormido?


-          ¡Sherlock! – finalmente grito, acercándose hasta él y girándolo por el hombro. Sherlock frunció el ceño ante la abrupta interrupción a sus pensamientos, e inmediatamente abrió sus ojos en una completa expresión de sorpresa, observando la habitación llena de humo y el fuerte olor a tortilla francesa quemada.


-          ¡Santo infierno! – soltó, antes de empujar a un desconcertado Watson en el medio de su camino a la cocina, corriendo precipitadamente hacia ella. John se giró, alcanzando solo a ver el vuelo de la bata de Sherlock entre todo el humo, mientras libraba de un salto la mesita de la sala y  gritaba una serie entera de maldiciones en jergas locales, que probablemente hubiera clasificado y ordenado por barrio o bar en las que fueron dichas.


Aun así, John estaba completamente perdido de porque Sherlock ahora maldecía al sartén en llamas en lugar de apagarlo. Y en primer lugar ¿Por qué, de cualquier manera remota, Sherlock estaba cocinando?


 


Antes de poder preguntar algo, la señora Hudson se asomó por la puerta con una escoba, un impermeable y un pañuelo en el rostro.


 


-          ¿Están todos bien? ¡John! ¡¿Qué ha pasado?! – le grito la anciana justo en la cara, a través del pañuelo mojado.


-          No lo sé, creo… creo que Sherlock quemo el desayuno – susurro, espaciando las palabras. La señora Hudson se descubrió la boca de golpe.


-          ¿Esta Sherlock cocinando? - pregunto, estupefacta.


-          Algún otro experimento… supongo.


-          ¡Ningún otro experimento! ven a sentarte John – grito Sherlock desde la cocina, quitando finalmente la sartén del fuego y poniendo el quemado omelette en un plato – ¡el desayuno está listo! – Las dos figuras en la sala no se movieron ni un centímetro - ¡JOHN! – demando, haciéndolo dar un bote en su sitio, aun con una expresión de estupefacción tallada en su rostro. La señora Hudson soltó una risita y miro divertida al doctor Watson, luego salió del apartamento no sin antes amenazar al detective.


-          Tendrás que limpiar tú mismo todo el desastre, y voy a ponerlo en tu renta.


 


Finalmente John se movió hacia la cocina, con el pitido de la alarma de fondo y Sherlock sentado, impaciente, en la mesa.


 


-          ¿Qué es todo esto? 


-          Desayuno – John arqueo sus cejas mirando a la tortilla quemada en el plato – siéntate.


-          ¿Por qué hiciste el desayuno?


-          Come – le evadió, el detective.


-          ¿No esperaras que me coma eso, verdad? – señalo a la tortilla francesa, con un solo borde intacto, lo demás variaba entre el negro-apenas-quemado y el negro carbón. Sherlock frunció el ceño.


-          De hecho, sí. Espero que te lo comas y te tomes el café, también.


-          Sher… ¡¿Podrías apagar esa cosa?! – grito, tapándose un oído, Sherlock junto aún más sus cejas y John tuvo que rodar los ojos y moverse hasta la otra pared para desactivar la alarma – Bien, ¿quieres decirme ahora que es todo esto? – pregunto con los brazos cruzados sobre su pecho, Sherlock apretó los labios y miro rápidamente a cualquier lugar menos hacia él, entonces todo encajo para John – Sherlock, te dije que no tienes que seguir disculpándote.


-          No estoy disculpándome por mi falta de tacto al llamarte un “no amigo”. Ya me has perdonado por ello.


-          Y, entonces ¿de qué va todo esto?


-          Estabas molesto por lo del experimento H.O.U.N.D.


-          Te dije que no…


-          Estuviste callado exactamente 27 minutos y 34 segundos durante el viaje, tenías los labios apretados y te tensaste cada vez que te rozaba, además te fuiste a dormir ayer a tu propia habitación – John, como siempre, se quedó un momento sin palabras.


-          Eso fue porque estaba cansado, y quería estirarme en mi propia cama, sin que me empujaras fuera de la tuya.


-          Nunca te he empujado fuera de la cama, John.


-          Si, exactamente 5 veces, cada vez que te mueves.


-          Yo no me mue...


-          Si – replico, mirándolo con una expresión que no dejaba lugar a dudas, Sherlock solo frunció el ceño.


-          De cualquier forma, el desayuno va a enfriarse, así que deberías comértelo antes de.


John soltó una carcajada, que atrajo la mirada de Sherlock hacia él, una no muy amigable.


-          Yo… no voy a comerme eso. - afirmo, tomando el plato y llevándoselo hacia el fregadero, Sherlock se tensó en su silla. Tiro el contenido al fregadero y encendió el triturador. Una sonrisa colgaba de sus labios viendo las especias agregadas a la simple tortilla francesa: perejil, ajo, nuez… La presencia del moreno parado tras de él lo saco de sus pensamientos.


 


-          ¿Estas molesto? – pregunto, con su aliento directo en su cuello. John tuvo que sacar a relucir su mejor tono de burla, sin que le temblara la voz.


-          Acabas de, prácticamente, incendiar el apartamento, me has despertado más temprano de lo habitual y querías provocarme una indigestión, con tu comida quemada…


-          Yo no quemo la comida, John – le aseguro Sherlock, muy seguro de si mismo, arrimando su cuerpo más hacia el del doctor. John tuvo que poner las manos en el fregadero.


-          Si, si lo haces. Y sí, estoy molesto – aseguro, sin convicción.


-          ¿Mucho? – Sherlock aprisiono su cuerpo contra el mueble, apretándolo contra el aluminio blanco y su cuerpo, susurrando en su nuca. John paso saliva y afirmo calladamente con la cabeza, sintiendo los firmes músculos de Sherlock, a través de su fina camiseta, contra su espalda.


-          ¿Y vas a perdonarme? – pregunto, arrastrando la voz contra su oído, colocando sus manos sobre las del rubio, aun aferradas al fregadero. John lucho contra el impulso de decir que si, y simplemente negó con la cabeza. Sherlock profirió una risa seca, mientras aspiraba el aroma de su cabello y deslizaba la punta de su nariz contra su cuello, solo entonces  se salió del apretado abrazo, respirando agitadamente, y dejando al más alto parado donde estaba aun con los ojos cerrados.


-          Eso no es jugar limpio, Sherlock.


-          ¿Quién dijo que estábamos jugando? – hablo finalmente, girándose hacia el rubio y arqueando una ceja de manera sugerente – aunque podríamos, si eso quieres – Un fuerte rubor se apodero de las mejillas de John. Sherlock sonrió, satisfecho. Por fin. – Ahora siéntate, vamos a desayunar – John tuvo que parpadear para entender el cambio tan rápido en la conversación.


-          ¿Qué? – pregunto, mientras caminaba hacia la mesa. Sherlock saco un par de platos del horno, con una perfecta tortilla francesa. John lo miro con la boca abierta.


-          El café debe estar frio para este entonces, tendrás que calentarlo por ti mismo.


-          ¿Qué? – repitió mecánicamente, mirando al plato impecablemente servido – Sherlock… ¿te acabas de montar todo este teatro?


-          Creí que la sangre no corría ya por tu cuerpo


-          ¿Qué? – repitió esta vez mas desconcertado.


-          Tu sonrojo, John – contesto, Sherlock.


-          ¿Mi…? ¿De qué estás hablando ahora?


-          Tu sonrojo. Has estado molesto dos días y no te has sonrojado desde hace tres, debía comprobar si la sangre aun corría en forma correcta por tu cuerpo – John lo miro como si dos cabezas más le hubieran crecido repentinamente, desde los lados de su cuello.


-          ¿Has hecho todo esto para que me sonrojara?


-          Si – admitió el moreno con una sonrisa de lado. John tuvo que sentarse y procesar el hecho, mientras un sonrojo invadía su cara nuevamente. Sherlock se sentó frente a él, ampliando su sonrisa – Ahora come.


El rubio finalmente soltó una risa ahogada. Un sonrojo. Sherlock quería que se sonrojara. Las malditas mejillas le estaban ardiendo justo en ese momento. Todo gracias a Sherlock Holmes.


Por fin tomo sus cubiertos e intercalo una mirada entre el plato y la sonrisa autosuficiente de Sherlock, quien hablo en ese momento. Arrogante, como siempre.


-          Te lo dije, John, yo no quemo la comida. 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, y que tengan algo que decir al respecto lo cual no les permita irse sin dejar un review (estoy cruzando los dedos). Y si alguien quiere insultarme personalmente, o lo que sea que salga de su corazon, mi twiitter: @deancaneatmypie (awkward) y mi firma en facebook: https://www.facebook.com/pages/Demolition-Dead/427884223953078?ref=aymt_homepage_panel

Au revoir


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