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El Corazón Mentiroso por Jesica Black

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Capítulo 2: Historias

 

Camus nació en una familia sin amor, los Moulian eran por así decirlos frío como el mismo hielo. Habían inmigrado a Grecia cuando Camus apenas tenía cuatro años.
En su solitaria existencia sólo había tenido dos amigos: Shura Valdez, un muchacho español que igual que él era un inmígrate y también Shaka Florizzone, que a pesar de haber nacido en la India, el origen de su familia era desconocido aun para el mismo rubio.
Camus no tenía hermanos, era hijo único y su familia comenzó un proceso de separación cuando él entró a secundaria. No tenía interés por absolutamente nada, a pesar de ser genuinamente inteligente. 
Odiaba los libros, le recordaba a su padre escritor y odiaba la enseñanza, le recordaba a su madre maestra, por lo tanto Milo Onasis había sido un némesis en su vida.

Onasis, su profesor de literatura, era quien había puesto mucho empeño en que el muchacho pudiera aprender. Casado y con un hijo recién nacido, su vocación era parte de su vida. Había intentado ‘adentrarlo’ a la literatura por todos los medios posibles, empezando más que nada con pequeños cuentos que obviamente el pelirrojo no leía; luego le recomendó otro tipo de lectura, más clásica, pero Camus seguía ignorándolo.
Fue entonces cuando lo invitó a unirse al club de libros del colegio, ¡Ja! Club de libros, como si él fuera a un estúpido club. Tal vez fue porque Shaka y Shura también habían entrado, que se unió.

El primero que leyó: Asesinato en el Orient Express, de Aghata Christie. Estupendo, sencillamente estupendo. Le sumergió en un mundo literario realmente inesperado, no creyó jamás que ello podía desconectarlo completamente del mundo.
Tal vez puso demasiado empeño en eso, ya que un viernes como todos, se quedó horas extras en la biblioteca leyendo. Si, ese día que jamás olvidaría.
Milo le comunicó que cerraría la biblioteca y que podría quedarse el libro hasta que lo terminara, pero la emoción pudo más que él y le pidió una hora más. Milo le quitó el libro de las manos y negó con la cabeza, ya era muy tarde y sus padres se preocuparían, alegó, a lo que el joven negó y tomó nuevamente el libro.

En el forcejeo cayeron al suelo, sus ojos se encontraron y la chispa se había encendido. Camus le besó. Siempre Camus el que iniciaba, el que mostraba, el que quería, el que permitía. Por primera vez en su vida pudo sentir el cosquilleo en su cuerpo. Los roles cambiaron, el beso pasó a ser hambriento y la ropa fue desapareciendo. Calor, calor, calor. Las mejillas de Camus comenzaron a arder. Catorce, sólo catorce años y quemaba, ardía. 
Milo le penetró, luego de prepararlo con su boca, lengua, con sus dedos.. Lo penetró sin nada, absolutamente nada, pues no había pensado siquiera en tener sexo con un alumno, seguramente. 
Y lo embestía, fuerte, pausado, fuerte, desgarrando los gemidos en sus gargantas, besándole, tocándole, adentrándose.
Los músculos del interior presionaban y hacían vibrar, el miembro del pelirrojo comenzó a levantar y fue tocado, manoseado, acariciado.
Abrió más las piernas, las embestidas no se calmaban, seguían: duras, precisas, arrancándole gemidos dolorosos y placenteros. Continuaba, el sexo no acababa. Se movía, no llegaba, no quería llegar, se sentía tan delicioso allí dentro apretado, se sentía tremendamente caliente. El movimiento de su pene temblando le avisó que el líquido pre-seminal se descargó lentamente, bañándole.

Gimió tirando la cabeza hacia atrás, encastrando las manos del profesor en el acto y a la vez, sintiendo ese caliente líquido dentro.
Se besaron, una y otra vez, y se sintió amado….

No le importó la sortija en ese momento, ni la edad, ni los libros desparramados, ni Agatha Chirstie, ni el libro, no le importó nada. Se abrazó a él, se abrazó y recibió los besos calientes, fuertes, para volver a hacerlo, nuevamente. No recordaba cuantas veces, no recordaba a qué hora se habían ido, y cuanto tardaron en limpiar el rastro de semen que había quedado de su momento de pasión, no recordaban, pero se repetía todos los viernes.  Se volvía tan adictivo.

Y ahora, él quería pretender que nada había sucedido.

—¡Camus! —gritó Shura acercándose a él—. Aioros dará una fiesta el sábado ¿vas a ir? —preguntó, al no recibir respuesta continuó—. ¿Camus?

—Hm, no, creo que me quedaré en casa leyendo —suspiró y continuó caminando.

—Ah, por cierto ¿cómo te fue en el examen? Ese profesor Onasis es realmente un maldito, se tomó una licencia de no sé cuantos meses, viene a la semana y nos da un examen, podría haber esperado un poco.

—Hmmm…. —murmuró, continuó mirando hacia abajo.

—Amigo, hey, amigo ¿estás bien? —preguntó sorprendido, Camus jamás había estado así, era silencioso pero no tanto.

—Estaré bien, Shura, diviértete en la fiesta —y caminó hacia el pequeño departamento que compartía con su madre.

 Así fue, su vida se desmoronó poco antes de conocer a Milo, y éste, había tenido un extraño acercamiento hacia él, probablemente el que cualquier profesor tendría en un alumno que no estaba interesado en su clase, pero que le permitió descubrir el mundo de la literatura, maravilloso, exquisito. Que le permitió descubrir que se estaba enamorando, de alguien mayor, mucho mayor, de alguien que podría doblarle la edad, es más, le doblaba la edad.
De alguien que estaba destrozado internamente.

 

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—¿Puedes contarme un cuento? —Preguntó Kardia, Dégel le miró con sorpresa—. Si quieres puedes leerme algún libro de los quichicientos que me trae Milo.

—Quichicientos no es un número —bufó, Kardia sonrió de oreja a oreja—. ¿Qué quieres que te lea?

—Romeo y Julieta estará bien —le extendió unos de los libros que leía, Dégel pone cara de pocos amigos.

—Es demasiado largo en sus diálogos, mejor dame otro —el muchacho buscó entre los libros pero solo encuentra Shakespeare por todos lados.

—Mi hermano está obsesionado por ese tipo —bufó molesto, Dégel negó con la cabeza y sonrió—. Mejor invéntate un cuento.

—¿Hm? ¿Un cuento? —preguntó retóricamente y pensó—. Tengo uno…..es bastante extraño.

—Me gusta lo extraño ¿tiene muertes?

—No sé, creo que si…. —suspiró y se sentó—. De acuerdo. Había una vez un niño…

—¿Cómo se llamaba? —Dégel arqueó la ceja.

—¿Qué?

—El niño, ¿cómo se llama? ¿No me digas que no has pensado en un nombre? Eres pésimo creando cuentos —se burló.

—Ya cállate, claro que tiene nombre….se llama….se llama —miró por todos lados—. ¡Otelo!

—Lo sacaste de este libro, que fracaso….—se siguió burlando.

—Deja de burlarte o no te cuento nada —el chico asistió—. Bien, Otelo era un niño huérfano que vivía en un orfanato en la ciudad. Sus padres habían fallecido por suicidio y lo habían dejado completamente solo —cerró los ojos tratando de recordar—. Un día, la lluvia azotó la ciudad, y Otelo se refugió en la azotea. Odiaba la lluvia y a los demás niños, porque se burlaban de su cabello.

—¿Cómo lo tenía?

—Eso no importa ¿no? —Kardia sonríe—. Temblando, entre las cajas de libros, le habló a Zeus. Él dijo ‘oh, mi querido señor de los cielos, me gustaría poder ser feliz en este infierno’, apretó fuertemente sus manos y continuó: ‘si tú pudieras mostrarme el camino a la felicidad, yo juro solemnemente que lo seguiré sin chistar’.

—¿Hm? ¿Y qué pasó?

—Probablemente el susto de un relámpago hizo que el joven se golpeara con una de las cajas y cayera de ella un libro de medicina. Zeus le dio su ansiada respuesta y durmió abrazado al libro diciendo estas palabras: ‘Mi dios, si me ayudas a lograr el objetivo, juro que te daré mi sonrisa para ti, te la doy toda, toda y cada una de ellas

—¿Le dio las sonrisas? ¿No volvió a sonreír?

—Si no te callas no lo sabrás —sonrió—. Zeus, justo y sabio, le dijo en sueños al pequeño Otelo: ‘Mi querido hijo, tomaré tu sonrisa como lo deseas y te ayudaré con tu objetivo, pero una vez que hayas logrado lo que tanto ansías, te la devolveré, en forma de lo que menos crees, y podrás volver a sonreír, sólo cuando esto ocurra lo entenderás’. —Kardia sonrió—. ¿Sabes qué pasó?

—¿Qué?

—De- digo Otelo comenzó a estudiar, estudió muy duro y se ganó una beca para medicina, una vez que terminó y se graduó entró a trabajar al hospital, conoció a un muchacho quien le volvió su sonrisa —miró el techo—. Entonces lo entendí, quiero decir, lo entendió….

—¿Qué cosa? —preguntó, Kardia se había dado cuenta que la historia no era tan inventada.

—Entendió que las sonrisas es un regalo de dios, a todos aquellos que buscan la felicidad, a todos aquellos que quieran vivir, comprender y sentir…..y Otelo jamás volvió a dar su sonrisa a dios, sino, a la gente….

—Es una hermosa historia, aunque me hubiera gustado que el niño se llamara….—extendió su mano y tomando un mechón de cabello lo dejó detrás de la oreja del doctor—. Dégel.

—Para ser estúpido eres bueno….

—¡Oye! No soy estúpido….

—Duerme, vendré más tarde —se levantó de la silla y lo miró, Kardia le sonrió y Dégel le devuelve la sonrisa.

—Gracias por regalarme tu sonrisa cada día —musitó el muchacho, el doctor giró en sus pies y se retiró.

 

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Deshielo(*), su nombre significaba eso, el dolor y la desesperación en su sangre. El día que quería olvidar, él volvía de su escuela, si, aun estaba vivo en su memoria. Tenía tres años. Su madre le había comentado que quería lavarle la ropa de invierno, entre ellas una bufanda que tan dulcemente había tejido para su pequeño hijo. 
Tomó, ese día, la mano de su padre, que había ido a buscarlo luego del trabajo, abrió la puerta y la encontró. Colgada, con su bufanda enroscada al cuello (**), los ojos en blanco, los pies a unos centímetros del suelo, completamente pálida. 
Su padre gritó, lloró…..le culpó…..

Deshielo…..el no amado, el no querido, el no esperado.

Su padre también lo abandonó, se quitó la vida a los dos meses con un arma en su oficina.

Deshielo, cayéndose, quemándose. Sus ojos jamás volvieron a mirar.


Ingresó, solo, como lo que era, a un orfanato donde pasó su vida entera. Nadie le adoptó, nadie quería a un trastornado hijo de suicidas. Lloró y su cabello jamás cortó. Deshielo, él era eso.

 

No volveré a sonreír…..

Pero entonces llegó ese joven de cabello azulado a su vida y sintió algo. ¿Tenía sentimientos? Probablemente sí, estos le embargaron, le ahogaron. En su pequeño departamento de una pieza, apenas había espacio para él, en esas noches donde dormía, con los ojos cerrados, pensando.

Volveré a sonreír….por él.

 

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Pobre infeliz, ahí, leyendo un libro entre la ropa sucia, los platos sin lavar, el alcohol. Su madre yacía a pocos metros, completamente borracha y drogada, él la observó y quiso llorar. Tal vez era así, no merecía ser amado, nunca mereció ser amado. 
Solo sirvió para el sexo, como cualquiera de su familia le habría dicho hace tiempo. Quería contarle a alguien lo que le pasaba, pero no podía. ¿Un estudiante y un profesor? Tenía razón Milo, era hasta ilógico e irracional, entonces, ¿por qué no podía sacarlo de su mente?

Sólo sexo, sólo sexo, sólo sexo.

Quería tener sexo con él nuevamente, le había dejado el rastro de su piel, hasta se había colocado un arete en la lengua para usar con su profesor si quisiera, pero éste desapareció de la faz de la tierra cuando su mujer falleció en un accidente y era de esperar. ¡Tenía toda la puta razón! Un adolescente con deseos hormonales y un adulto con una vida de mierda ¿cómo? ¿Cómo podrían?

Tomó su libro y se fue de la casa, pasando por encima de ella (su madre). Caminó varias cuadras bajo la lluvia, hasta hallarse parado frente al departamento del profesor, donde estuvo más de una vez cuando “Melody” no estaba por ir al hospital con su hijo a la revisión mensual, o cuando tenía el club de póker, o tantas actividades que Camus en algún momento le sugirió a Milo que su esposa le engañaba. Esa casa donde habían tenido el mejor sexo nunca antes, en la cama, en la mesa, en el sillón, en la regadera. Hasta se había inventado el hecho de ser malísimo en literatura y necesitar clases particulares. ¡Estupidez! Creyó que todo el mundo se había dado cuenta de su amorío, todo el mundo, inclusive ella.

 

Continuará.

 

Notas finales:

Dégel = deshielo.

Espero que les siga gustando. Gracias por los comentarios, todos tienen vidas de mierda acáL, pero supongo que hay que ver lo bueno del fic, alguien se sintió amado al menos una vez.

Me olvide de comentarles que este fic contiene mpreg, aunque aún no estoy muy segura si usaré esta etiqueta o no, yo supongo que será a medida que pase el fic y cómo se va desarrollando, pero ante cualquier cosa, están advertidos.


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