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El Corazón Mentiroso por Jesica Black

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Notas del capitulo:

 

 

 

Capítulo 3: La delgada línea entre el amor y el sexo.

 

La delgada línea entre el amor y el sexo, es tan delgada que se tocan constantemente.  ¿Es normal confundirlos? Probablemente, que una persona pueda llegar a amar a otra por la piel que tienen en la cama es posible, pero a la vez, también puede reducirse el amor a eso, al sexo. 
Milo corrigió la mayoría de los exámenes hasta llegar al de Camus, perfecto, simplemente un examen perfecto. Le colocó la mejor nota y con sus dedos pasó por encima de las detalladas letras. Su piel, su hermosura, su belleza.
¡No! Debía ser su profesor, ¡No! Estaba completamente demente. Las cosas pasaban por algo, la muerte de su esposa debía ser una enseñanza para no volver a cometer el mismo error.

El golpe del trueno lo asustó y se mezcló con el sonido del timbre. Sólo llevaba una camiseta manga larga azul y unos pantalones de algodón grises, sus pantuflas de peludo y su cabello rubio suelto. 
Arrastró sus pies hasta la puerta y la abrió, encontrándose al muchacho allí. Su cabello adherido a su rostro y cuerpo, su camiseta mojada, sus pantalones, sus zapatos, el ruido de la lluvia caer, la melodía del corazón, el dolor de su cuerpo.

—¿Qué demonios….?

—¿Puedo pasar? —preguntó, no podía dejarlo ahí mojándose, por lo que le permitió hacerlo.

 Aún tenía en él la sangre de padre —que no pudo profesar a su niño—, por lo que fue corriendo por una toalla y algo de ropa seca, encontró una camiseta gris de él, bastante grande para el chico pero que le serviría y unos pantalones. Le indicó el baño y le pidió que se sacara los zapatos y las medias mojadas antes de entrar. El chico lo hizo y se retiró, dejando al hombre con las palabras en boca. Se sentó y pensó, tenía al joven en su casa nuevamente, los dioses del Olimpo le ponían pruebas insuperables aun para él.
Lo vio volver solamente con su camiseta, los pantalones le quedaban demasiado grandes y dicha vestimenta le llegaba hasta la mitad de los muslos. Utilizó una toalla para secarle el cabello rojo, largo hasta sus caderas, los que muchas veces tuvo que quitar del camino para besar la espalda.

—¿Qué haces aquí? Con este tiempo y a esta hora —preguntó, el joven le miró con esos ojos que le derretían—. No me mires así….

—No tengo otra forma de hacerlo —masculló, casi con ácido en sus palabras.

 Sus pantalones apretaban muy duro, bajó la mirada a las largas y blancas piernas, puso una mano encima, suave, demasiado suave. Comenzaba a calentar, a arder, nuevamente.
No, tenía que ser fuerte ¡soy un adulto! Se decía, pero al sentir los labios del muchacho en su boca perdió el control.

Una, otra y otra vez, la cama golpeó con frenesí la pared, su miembro endurecido entraba y salía del cuerpo, acariciaba sus cabellos, gemía, besaba, lamía, tocaba. Se sentía tan bien, hace tantos meses que no había podido hacerlo, descargar.


La noche resultó larga y corta al mismo tiempo, el orgasmo había hecho temblar en mayor medida al menor de ellos, aun su cuerpo no estaba completamente preparado para la pasión de un hombre de treinta, el tamaño y la virilidad del mismo.
Le pasó su lengua, durante la madrugada del día siguiente, al miembro. Le hizo penetrarlo, le hizo tomarlo, agitando sus caderas, como si montara un caballo, él encima, él sentado. Milo acarició las caderas, apretando las nalgas y estirándolas para que su miembro entrara entero, no le gustaba sólo la punta, no le satisfacía solamente ello, lo quería todo.
Giró, invirtió la posición y le abrió las piernas: era extremadamente flexible y podía moverlo, podía abrirlo y meterlo dentro, duro, firme, gimiéndole al oído, diciéndole cosas de lo más asquerosas, mientras se sonrojaba.
La edad, Milo, la edad. Se dijo a sí mismo, pero cuando estaba con él se descontrolaba. No recordaba cuando había tenido sexo de esa forma, tan seguido, tan fuerte, tan apasionado que quedaron marcas en el suelo de madera.
Se vino por tercera vez desde que inició, su corazón latía tan fuerte, sentía que podría morir allí mientras descargaba su esencia.

Lamió y mordió su cuello, el más joven hizo exactamente lo mismo. Eres mío, Camus, mío, mío, mío….
Golpeó nuevamente, con su miembro flácido, pero fue suficiente para abrirle los ojos, había encontrado todos esos puntos que le harían vibrar del placer y al ser mayor, sabía perfectamente cómo hacerlos funcionar a cada uno.

—Te amo…..Milo —susurró cerrando los ojos. El mayor sonrió tristemente y le acarició el rostro.

¿Qué podía hacer? No podía decirle que le amaba, porque no era cierto ¿o sí lo era? No, no lo era. Levantó completamente todo el cuerpo del chico de la cama, aun dentro de él y se dio la vuelta para ponerlo encima, así dormir. Su pene salió afuera con facilidad.

 

La lluvia se había disipado y eran las nueve de la mañana. Camus se había bañado y su ropa estaba seca, colgada en unos barandales contra la estufa. Se la puso, pero Milo le entregó un pulóver con capucha para luego cerrarlo y ocultarle la cabeza con él.

—¿Por qué-…?

—Los vecinos pueden verte —susurró dándole un beso en los labios—. Sería demasiado curioso que vean a un joven de quince años salir de mi casa a las nueve de la mañana de un sábado.

—No veo lo malo….—Camus jamás vería lo malo con la edad que tiene.

—Soy casi veinte años mayor que tú…

—¿Y?

—¿Y…? ¿Te parece poco? Vete a tu casa, nos vemos el lunes….—intentó cerrar la puerta pero Camus lo detuvo.

—Vendré hoy a la noche.

—No.

—Vendré, no puedes detenerme…..—se separo y se retiró, Milo sonrió de costado.

—Entonces ven, te estaré esperando.

 

Probablemente iría, tendrían otro encuentro sexual, pues, solamente podían hacer eso, encuentros sexuales. Esa delgada línea entre el sexo y el amor, no debería ser cruzada, pero a la vez, era hasta más noble pensar que estaba enamorado del joven de cabello rojo antes de creer que sólo quería sexo con él, porque era joven, porque era atractivo, porque era flexible….

¿Sólo quería sexo?

 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

—Dime, Dégel….—murmuró mientras el joven se quitaba los lentes para observarlo desde un costado, ya no estaba en su habitación, sino en un salón donde le intentaban (sin mucho éxito) realizar algunos estudios de rutina—. ¿Te has enamorado?

—Creo que no es momento de hablar de eso, te haré un electrocardiograma para fijarme cómo estás —siempre tan serio, siempre tan decidido.

—Me gustaría saber eso, no sueles hablar mucho —murmuró.

—No sé, tal vez —masculló, algo abochornado, comenzó a colocarle uno a uno los broches del aparato, sólo unos segundos hasta que terminó el proceso y pudo quitárselos—. Listo.

—Sabes…—se sentó en la camilla mientras se frotaba los lugares entumecidos por aquellos broches, era como grilletes de plástico—….siempre estás vestido de traje, con ese guardapolvo y la corbata, nunca te he visto con playera o de jeans.

—Sólo uso eso cuando salgo a pasear —apagó la máquina y sacó de ella el resultado—. Estás bastante mejor.

—Será que mi corazón se está curando lentamente —sonrió de costado, Dégel le miró sarcástico pero suaviza sus facciones.

—Esas cosas no suceden —continuó el peliverde.

—Puede suceder, hay personas que mueren de amor —se apoyó en el suelo y notó que sólo es unos tres o cuatro centímetros más alto que el doctor.

—Eso no es verdad, puede ser muerte súbita, ataque cardiorespiratorio—dejó sus apuntes en la mesa a un lado del aparato y notó que alguien le abraza por detrás—. Kardia, por favor…

—Estoy por morir ¿no? Si no llega el corazón, por más que diga que estoy mejor, lo más probable es que me debilite muy pronto —masculló y apretó aún más contra él—. Déjame sentir a la gente.

—No puedo entenderte —miró hacia otro lado, ligeramente sonrojado—. ¿Qué es lo que pretendes con esto?

—Hace dos años que no recibo un abrazo, estoy en mi derecho a hacerlo ¿no? —susurró, apretaba su nariz contra el cuello, hundiendo su rostro allí—. Tu cabello huele a vainilla.

—¿Qué?

—No sé, hasta recién puedo olerlo, nunca estuve tan cerca de ti como ahora —murmuró y apretó más fuerte—. Me gustaría saber más de ti.

—¿Es un deseo pre-mortem? —dijo con sarcasmo, con tristeza, con angustia. Sintió que afirmaban detrás de él—. ¿Por qué?

—Me caes bien.

—¿Por qué?

—¿Necesito un por qué para eso? —se separó lentamente, deslizando sus manos para alejarse, pero Dégel las tomó y le volvió a envolverse con ellas—. ¿Dégel?

—¿Por qué…..? —Susurró bajando la cabeza—. ¿Por qué yo….?

—¿Seguimos hablando de caerme bien? —Intentó continuar el tema, pero escuchó un suave sollozo—. ¿Dégel?

—¿Por qué ella me dejo? —El susurro era tan bajo, tenue, que apenas podía oírse, pero Kardia estaba a su lado, justo detrás y podía escucharlo perfectamente—. ¿Por qué con mi ropa?

—Dé-Dégel…. —intentó hablar, el joven doctor se separó definitivamente, dejando que las manos del peliazul cayeran a los costados de su cuerpo.

—Que tonto, hablando de mis temas con un paciente que está por morirse —se enjuagó las lágrimas con su mano, aun dándole la espalda—. Olvídalo, olvídalo por favor…..vendré en un rato —intentó huir de su mirada y retirarse, pero Kardia le tomó de la mano para que se diera vuelta.

—No le hagas esa petición a un moribundo, Doctor —levantó el rostro y observó esas obres celestes que le miraban con intensidad—. Sus secretos se enterrarán conmigo si así lo prefieren.

—¿Y si no quiero que mueras? —Sentenció, el mayor abrió sus ojos—. ¿Y si no quiero eso? ¿Qué harás entonces con mi secreto?

—Lo que tú quieras que haga…..—Apretó sus ojos y se abrazó a su pecho, Kardia le acarició el cabello—. No llores, la vida no está hecha para llorar…..no descargues las lágrimas en insignificancias, hazlo por amor, por alegría….

—No puedo creer que un tipo que va a morirse me diga eso —sintió la calidez de su pecho, ardía, ardía muchísimo.

—Dicen que la muerte es sabia —habló, cerró sus ojos, el chico helaba pero también le calentaba, ese abrazo tan suave, tan puro, le pareció imposible de creer.

—No creo que vayas a morir —susurró, aun con la cabeza en el pecho, su oído escuchaba los rápidos latidos del corazón—. No te mueras….

—Lo siento, no puedo prometer eso….—sonrió.

—No lo hagas…..—se separó—. Te llevaré al jardín trasero del hospital.

—¿El hospital tiene jardín trasero? —el peliverde afirmó—. Wooo, realmente esta mierda me sorprende.

—Prométeme que no morirás y te llevaré —Kardia iba a chistar pero los ojos violáceos del muchacho lo hicieron asentir—. Gracias.

—¿Me contarás tu historia?

—Todo a su debido tiempo, mi querido Kardia…..

 

Todo a su debido tiempo……….

 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

Nunca ha estado con nadie, su bendita enfermedad lo separó de todos esos momentos felices que un niño pudiera tener: “Kardia, no puedes jugar con eso”, “Kardia, deberías alejarte de eso”, “Kardia, no corras, no rías, no vivas”. Sus ojos se entristecieron con dolor, caminando siempre despacio, tomando sus medicinas, internado no morir.
Estuvo al borde de la muerte muchas veces, él creía que su nombre, su afección y su vida estaban cruzados por problemas de corazón. Kardia, corazón, irónico. 

¿Su vida? Una decepción tras otra. No podía ser muy intensa, ni tampoco muy rica. Había amado a una mujer (o creído amar), hasta se había comprometido con ella y dispuesto a casarse, pero no funcionó, seguramente porque nadie está preparado para cargar con tanta responsabilidad.

Sólo su hermano, y por el hecho de ser SU hermano, había aceptado hacerse cargo de él cuando su madre enfermó. Siempre había sentido que en realidad él había matado (o al menos acelerado la muerte) a Casandra de Onasis, su dulce madre.
La vida no era fácil, su padre intentaba comprar su cariño con viajes al exterior. Recordó aquel que realizaron a Paris, su buen París.  Qué forma tan estúpida de comprar el amor de dos chicos.
¿Cuántos años tenía? ¿Catorce? Sí, era en plena pubertad. Rucio Onasis, su padre, les había llevado allí. El hermoso paisaje, la torre Eiffel, la vista desde lo alto, las fotos, el café con croissant.

¿Estaba nevando? Si, nevaba, lo recordaba, nevaba. Él había salido a caminar ese día, siempre abrigado, con capucha y una enorme bufanda que cubría la mitad de su cara. 
Pasó por un enorme edificio que tenía una enrejadura, allí, en el patio, se veían otros tantos niños jugando y sonrió. Quería jugar con los demás niños, quería divertirse y sabía que caería simpático, pero su problema, su maldito problema, no lo dejaba.
Entonces le vio, con los ojos tristes sentado en un extremo, tomando uno a uno los copos que caían en su mano. Estaba cerca, del otro lado del enrejado, a un costado. Levantó un palo y comenzó a golpear las rejas mientras le arrastraba, alertando al muchacho de piel nívea.

—¿No deberías estar jugando? —Preguntó Kardia en ese momento, el chico miró para otro lado.

—¿También te burlarás de mí? —cuestionó, Kardia se sorprendió ante esto.

—¿Burlarme, por qué? —se acercó, colocando su rostro entre los barrotes.

—Por mi cabello —masculló, algo triste. Ese niño era muy pequeño, debía tener seis años, su cabello era largo, le llegaba hasta por la mitad de su espalda y su color era un verde aguamarina.

—Me gusta —sonrió, extendió sus manos entre los barrotes, estaban desnudas y pudo tocar solamente un mechón—. Es suave.

—¡No lo toques! —se sonrojó, seguramente por el frío o tal vez no—. ¿Eres de aquí?

—No….—murmuró, el niño se acercó y con su mano delgada y blanca bajó un poco la bufanda para ver mejor el rostro del otro—. ¿Por qué estás aquí?

—Es un orfanato —la tristeza volvió a sus ojos.

—¿No tienes papás? —Preguntó, se sintió luego un idiota al hacerlo, pero el muchacho afirmó con su cabeza, aún más angustiado—. ¿Sabes que es lo que me anima?

—¿Qué?

—Un abrazo….—extendió ambas manos por los barrotes y lo envolvió, tirándolo hacia su cuerpo.

Esa calidez y frialdad que sentía al abrazarlo era única. Sus ojos se cerraron y su cuerpo tiritó. El niño era realmente una mezcla entre ambas cosas, muy diferentes. Por mientras, el pequeño se dio cuenta que existía algo más que las palabras de aliento, existía todo ese sentimiento que le embargó de golpe e hizo enrojecer. Cálido….demasiado ardiente. El corazón comenzó a acelerarse involuntariamente y los labios del peliazul se posaron por los cabellos.

—Hueles a vainilla, me gusta —susurró sonriendo—. Hazme un favor…..no te cortes el cabello hasta que nos volvamos a ver —se distanció un poco—. Sé que nos volveremos a ver….

—¿Cómo lo sabes? —Kardia le tomó la mano y se la puso en su pecho—. ¿Qu-?

Me lo dice mi corazón……—murmuró.

 

                Mi corazón……que ironía….la razón de sus problemas. Se alejó cuando su padre comenzó a gritar su nombre y se fue, moviendo las manos enérgicamente. Nunca supo su nombre, pero sabía que su corazón le daría la respuesta cuando se encontrasen de nuevo, por lo que tuvo miedo años después con la idea de remplazarlo.
Ese fue su primer amor, tal vez el único que tuvo en su vida, pues a partir de esa mirada verdosa, escogía a sus parejas, a sus novias. Lo que en ese momento había sido un amor fraternal, pasó a ser algo duradero, que llevaría no sólo en su corazón, sino en su piel.

Su cabello…..olía a vainilla…..

 

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¿Te has enamorado?

Tal vez……Tal vez, tal vez si, tal vez no…..es tan amplia. ¿Te has enamorado? Sí, sí, sí, me he enamorado como nadie se ha enamorado en la vida, hubiera dicho, pero no podía responder eso, no ahora, no con él.

¿Te has enamorado alguna vez?

Sí. No recordaba con exactitud, pues era muy pequeño para hacerlo, sólo podía ver esos ojos, esos ojos que le recordaban a él cuando miraba a Kardia. Esos ojos celestes, muy claros, con la piel como la nieve y el corazón ardiente. 
Era caliente, muy caliente el pecho, lo podía sentir.  Lo recordaba tan bien ahora, tan claro. Fue uno de esos invernales días cerca de navidad, cuando las nodrizas los dejaban salir al patio a jugar. Él había llegado, le había abrazado, lo había contenido. En dos minutos hizo más que esa gente en años y sólo podía recordar una cosa….solo una cosa….el calor entre sus brazos.

—¿Será él? —miró por su hombro la puerta de la habitación de la cual acababa de salir—. No, no…. —sacudió la cabeza—. Fue hace tanto tiempo que no recuerdo ni como era yo….pero…—se detuvo—. A él le gustaba, a él le gustaba mi cabello olor vainilla…..y yo…..yo lo conservé así para encontrarme con él…..

Él había vuelto….pero…. estaba enfermo ahora. Las ganas de verlo vivir pleno y feliz se desvanecieron y supo la verdad; ese pequeño de corazón ardiente y mirada penetrante….Kardia.

 

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—Florizzone, Shaka —llamó Milo, el joven rubio se levantó de su asiento y va directo al profesor—. Muy bien, Shaka, felicidades por tu progreso.

—Gracias, profesor —volvió a su asiento mientras hace una señal de victoria con su dedo. Sus compañeros le sonrieron.

—Valdez, Shura —continuó, el joven de junto fue directamente por su examen—. Muy bien también para ti, Shura. Parece que el club de libros les ha servido para ponerse al día.

—Jajajaja, eso es gracias a usted profesor —se rascó la cabeza y tomó su examen mientras volvía a su asiento.

—Mo-Moulian, Ca-Camus…..—las palabras se le resbalaron y sus alumnos lo notaron pero no dijeron nada. El pelirrojo se levantó confiado y tomó su examen—. Muy….muy bien.

—Gracias, profesor —le lanzó una mirada y luego volvió a su asiento, Milo comenzaba a sudar frío.

—Jokut, Saga….y Jokut Kanon —observó a los gemelos quien empezaron a pelearse por quien había tenido mejor nota en el examen. Milo suspiró, esos dos eran incorregibles.

—¡Mira, he sacado cincuenta centésimos más! —aclaró Saga mientras festejaba.

—Pero tienes más faltas de ortografía que yo, mira, ni una sola —pasó en limpio su examen mientras volvía a su asiento.

—¡Déjame ver, déjame ver! Sé que habrá alguna por aquí —dijo Saga.

—No subestimes al profesor, Saga.

—Lastrenge Aioros —el joven palideció y en pasos robóticos se acercó a Milo.

—No estés asustado, Aioros, tienes una excelente nota…..felicidades —el muchacho suspiró, no se le iba bien la literatura, pero era muy bueno en deportes e historia.

—Muy bien, pueden retirarse, los que tengan alguna duda, pueden venir a preguntarme —sonrió y comenzó a guardar todo.

La mayoría de los chicos estaba escapando de allí apenas recibieron su nota. Shaka se había quedado hablando en su asiento con Mu, quien también le había ido excelente y consultaba con Aioria, hermano mellizo de Aioros, que parecía el menos conforme con su calificación. Al rato, la mayoría había salido, entre ellos Aldebarán, que ayudaba a Mu con sus libros (él también estaba en el club de libros del colegio), Shaka detrás junto a Aioria e Ikki, otro de sus compañeros. Luego los gemelos Saga y Kanon, batallando a ver quién salía primero, detrás y con un tranquilo semblante estaba Aioros, conversando alegremente con su novio Shura. “Afrodita” como le llamaban a Zachary por su afamada belleza y DeathMask como le decían a Valentino, debido a su excéntrico y poco saludable hobbie de coleccionar cabezas de insectos, salieron justo detrás de ellos. Solo habían quedado en el aula, Camus y Milo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Milo mientras terminaba de meter todos sus libros en el bolso.

—Bien, podría ser peor —bajó la cabeza, el mayor contestó con una sonrisa.

—Bueno, que tengas un buen día Camus —se dispuso a irse pero Camus, que se encontraba sentado en la mesa del pupitre frente al escritorio, le tomó de la mano—. ¿Pasa algo?

—¿No me besarás? —Preguntó, Milo miró para ambos lados, se soltó y le dio un suave beso en los labios—. ¿Es todo?

—Estamos en el colegio, Camus….—dijo entre dientes—. No podemos….

—Sólo es un beso, ¿cuánto puede durar? Además, ya se fueron todos —Milo suspiró.

No se contuvo y unieron sus labios, mientras las manos del mayor viajaron a las nalgas del más joven y la apretaba contra sí, la lengua se adentraba a la cavidad, disfrutando de aquello como si fuera la única forma de recuperar el aliento. Se aferró a la cintura, llevando las manos hasta allí y le acarició, para luego bajar mientras el beso se prolongaba.

No muy lejos de allí, DeathMask y Afrodita se encontraban en los casilleros con otros de sus amigos. El muchacho de cabello más oscuro miró una y otra vez su gabinete sin éxito de encontrar su libro.

—¡Te dije que no cenaremos eso, Kanon! —Usó sus dedos para abrirle la boca a su hermano de los costados, éste se intentaba defender pero Saga era más fuerte—. Dilo, di “Saga es el mejor” y te soltaré.

—¿Pueden dejar de hacer esas cosas tan gays frente a todos? ¡¿Dónde quedó la mierda de libro de ciencias que tenía en mi mochila?! —DM golpeó la puerta de su gaveta, Afrodita se apoyó contra los casilleros.

—Debiste haberlo dejado en el salón de clases, idiota —murmuró—. Ahora tendremos que regresar.

—Pues regresen ustedes, nosotros ya nos vamos —Saga tomó el brazo de su hermano—. Vamos Kanon, no quiero perderme el especial de mamá.

—Sí, me encanta las croquetas de riñón —dijo alegre el menor de los gemelos y ambos salieron corriendo.

—Esos dos son tan incestuosos que me dan nauseas —rio DM mientras dejaba su mochila en su casillero—. Vamos al aula, tal vez encuentre el libro.

—Tenemos que correr, el profesor Onasis pudo haber cerrado el aula —tanto Afrodita como DeathMask comenzaron a caminar—. Aun me pregunto si me ha puesto bien la nota del examen.

—Claro que sí, señor “Tengo nombre de una diosa griega por mi belleza, habiendo al menos tres salames griegos en la mitología que son igual de bellos”.

—¡Cierra la boca, psicópata!

—Asesino de insectos preferiría, su excelencia —rio por lo bajo y se acercó a la puerta.

No la habían abierto demasiado, sólo un poco, pero lo suficiente para ver lo que pasaba adentro sin que sus ocupantes se dieran cuenta. Los ojos casi salían de sus cuencas cuando ambos se fijaron en las figuras dentro. Inmediatamente la cerraron, y se quedaron mirándose para luego caminar lentamente hasta donde habían estado antes, sin decir una sola palabra. ¿Acaso habían visto bien?

—¿Tú también viste eso? —preguntó Dita, DM giró la cabeza y asistió.

—Camus le estaba haciendo una mamada al profesor —se tapó la boca, aun sorprendido.

—Prefiero el termino, felación.

—Prefiero el término, cierra la puta boca —contestó DeathMask aun con el Jesús en la boca—. ¿Qué haremos?

—N-nada, supongo que nada…

—Dita, Camus tiene quince años y el profesor, no sé…..¿unos cincuenta…?

—No porque sea mayor tiene que tener cincuenta años, Valentino

—¡No me llames así! —Se enojó, Dita sonrió de costado—. ¿Qué tramas?

—Supongo que podemos utilizar esta información para nuestros…..bien personal ¿no crees? —DeathMask le miró con asombro, a veces él tenía unas ideas realmente buenas—. No le diremos a nadie, pero seguro el profesor podría levantar nuestras notas.

—Igual, necesitamos pruebas ¿no? Nuestra palabra no vale demasiado —cruzó los brazos.

—Claro que valen, recuerda que somos dos inocentes estudiantes….que entraron al salón y vieron como Camus se la chupaba al profesor Onasis.

—Ahora tiene sentido porque de repente pasó de ser el peor estudiante a ser el más brillante —el mayor rio con ganas y luego miró a su compañero—. Seguramente hay puntos extras, una mamada: un punto; sexo anal: dos puntos….combinación de ambas: tres puntos.

—Hay que tener ganas para follar con el profesor de literatura. Digo, es lindo, pero ¿no tenía esposa? —preguntó el rubio, DM asistió.

—Murió hace unos meses ¿verdad? Aunque no me sorprendería que se lo follara de antes.

—Esto es tan perverso que hasta puedo imaginarme su reacción cuando descubramos su secreto delante de él, operativo….usar la intimidad del profe para nuestra conveniencia

—A veces agradezco ser tu amigo, Dita…—sonrió.

 

Continuará.

 

(En el recuerdo de Kardia donde él está con un pequeño Dégel de 6 años en Francia, ellos estaban hablando en francés, Kardia sabe Francés)

No sé por qué pero me caen bien DM y Dita en este fic jajaja porque a decir verdad no quieren ‘delatar’ a Milo, sino aprovecharse de él jajajajajaja creo que yo también lo haría.

Valentino es el nombre de DeathMask (obvio, no podía ser DeathMask), me gustó como suena, Valentino jajaja, iba a ponerle Constantino pero ya qué, me gusta más Valen. Y Zachary para Afrodita, es el nombre más suizo que me pude imaginar, bah, ni idea si es suizo o no el nombre, pero lo había leído como posible nombre de Dita en un fic y quedó.

Dégel y Kardia tuvieron su momento romántico, vivirán en una burbuja.

En la clase de Milo están todos los dorados e Ikki. Seiya, Hyoga, Shun y Shiryu son un año menor. Los expectros como Minos, Aiacos y Rada, son un año mayor. Aparecerán pero no mucho.

¡Dejen coment!

 

 

Notas finales:

 

(En el recuerdo de Kardia donde él está con un pequeño Dégel de 6 años en Francia, ellos estaban hablando en francés, Kardia sabe Frances)

No sé por qué pero me caen bien DM y Dita en este fic jajaja porque a decir verdad no quieren ‘delatar’ a Milo, sino aprovecharse de él jajajajajaja creo que yo también lo haría.

Valentino es el nombre de DeathMask (obvio, no podía ser DeathMask), me gustó como suena, Valentino jajaja, iba a ponerle Constantino pero ya qué, me gusta más Valen. Y Zachary para Afrodita, es el nombre más suizo que me pude imaginar, bah, ni idea si es suizo o no el nombre, pero lo había leído como posible nombre de Dita en un fic y quedó.

Dégel y Kardia tuvieron su momento romántico, vivirán en una burbuja.

En la clase de Milo están todos los dorados e Ikki. Seiya, Hyoga, Shun y Shiryu son un año menor. Los expectros como Minos, Aiacos y Rada, son un año mayor. Aparecerán pero no mucho.

¡Dejen coment!


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