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El Corazón Mentiroso por Jesica Black

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Capitulo 4: Corazón.

 

El viento mecía su cabellera azulada, allí, entre los matorrales. Nunca había visto semejante jardín repleto de flores, cuidado por uno de los jardineros más prestigiosos de toda Atenas. Obviando el resplandor, se detuvo en la mirada a Dégel, aquel doctor que estaba cautivando su corazón.


Vestía un pulóver de algodón gris, con dos cordones que salían de la capucha en su cuello, unos jeans gastados —y algo rotos por así decirlo— y unos zapatos negros con taco levemente alto —seguramente para estar a la par de Kardia—. Él, por mientras, se encontraba con la ropa con la que había ingresado al hospital hacía más de dos años, una camisa celeste con puños, unos pantalones de vestir negros y unos zapatos de cuero. Se había peinado, a diferencia de como llevaba el cabello los demás días, creía que el descuido de su salud también había emergido en el cuerpo.

Se sentó en el banco de madera y miró el horizonte repleto de rosas. El silencio era su amigo, el silencio, el viento, el ondear del cabello lacio, la mirada de igual color, el aroma a vainilla, ese aroma que tanto le gustaba, que tanto le atraía. Su corazón latía muy rápido, con la simple sensación. Se sentía vivo, como hacía mucho no se sentía.

—Si me hubieras dicho que era formal, hubiera traído algo más fino para la ocasión —habló Dégel, Kardia comenzó a reír.

—Justamente eso es lo que no quería, me hubiera decepcionado mucho si te veía de traje y corbata —cruzó los brazos y giró la cabeza para verle—. Me gusta verte así vestido.

—Hmmm….gracias —murmuró bajito colocándose una mano encima de la boca, debía evitar sonrojarse.

—Dégel…. —llamó, el muchacho giró la cabeza para verle a los ojos—. ¿Por qué llevas el cabello tan largo? —preguntó, el joven sonrió de costado.

—No puedo decirte.

—¿Al menos me dirás que tipo de shampoo usas?—cerró los ojos y respiro profundamente con la nariz—. Es demasiado delicioso.

Extrait de vainille…—Kardia abrió los ojos—. Extracto de Vainilla…..todo suena mejor en Francés.

—¿Así se llama el shampoo? —Dégel afirmó—. Wooo.

—Nos lo daban en el orfanato…

—¿Estabas en un orfanato? —el menor se había dado cuenta que metió la pata y comenzó a hablar de su vida privada, ese muchacho tenía algo que le hacía soltar absolutamente todo en pocos minutos. Sonrió de costado y asistió—. Eso es interesante….

—Pero no me gustaría que nuestra salida se centre a mi falta de padres —extendió sus manos hacia adelante para mirarlas, Kardia le tomó una de ellas y pasó sus dedos por encima de cada centímetro de piel.

—Tienes bonitas manos —murmuró—. Demasiado bonitas.

—Gracias.

—Lo digo en serio…. —le observó  los ojos—. ¿Me dirás por qué usas esa fragancia en tu cabello?

—Hmmm….le gustaba a alguien —giró su cabeza hacia el otro lado, Kardia le miró incrédulo—. Pero fue hace mucho tiempo.

—Ayer te pregunté, si te habías enamorado….me dijiste ‘tal vez’.

—Tal vez…

—¿No me dirás nada?

—Tal vez…

—¿De verdad no me contarás?

—Tal vez…

—Tal vez, tal vez, tal vez —bufó molesto soltándole la mano—. ¿Por qué tanto misterio? Odio tu ambigüedad.

—Y yo tu insistencia —se cruzan las miradas, Kardia comenzó a reír bajito y Dégel le imito.

Touché….—Dégel apartó la mirada unos segundos y volvió a verle cuando el muchacho habló:—El chico del relato, el tal ‘Otelo’ ¿eras tú?….—murmuró—. ¿Puedo saber una cosa al menos…?

—¿Sobre el relato o sobre mí?

—Ambas están relacionadas ¿no? —Dégel se tapó el rostro para evitar reírse demasiado, pero le era imposible con ese chico—. Me preguntaba, si aquel hombre que te hizo reír era yo.

—¿Por qué tan curioso?

—No me gustaría que alguien más hiciera mi labor…—le vuelve a tomar la mano—. No me gustaría que tu sonrisa tuviera más dueños.

—Debo sonreír ¿no? —Kardia le besó suavemente la mano para dale vuelta y besar la palma también—. Ka-Kardia…

—¿Si?

—No podemos…. —murmuró y observó por ambos lados—. Soy tu médico…..

—No podemos, pero no haces nada para quitar tu mano de entre las mías —murmuró y le besó la muñeca con suavidad, aquella que estaba parcialmente cubierta por el pulóver gris.

—Hmmm….me gusta el contacto —afirmó, Kardia levantó la mirada y sonrió.

Me gusta tu olor a vainilla, Dégel —se fue acercando lentamente—. Me gusta tu cabello también….me gustaría saber por qué te lo has dejado tan largo…. —se acercó muchísimo, casi, que podía sentir la respiración del otro en su rostro.

—Es por la misma persona…..—musitó y acortó la distancia dándole un suave beso en la boca, muy suave, apenas apoyando sus labios y cerrando sus ojos.

 

No era uno apasionado, no, definitivamente eso no era excitante, pero un torbellino de emociones recorrió todo su cuerpo hasta hacerle caer en sentimientos que nunca antes había experimentado. ¿Sólo un roce? Sólo eso. ¿Quién era ese Kardia Onasis? ¿Quién demonios era el muchacho de perversa mirada y ojos celestes como el cielo? ¿Quién era ese muchachón de treinta y cinco años que comenzaba a hacerle sentir cosas inexplicables con un simple beso en la boca?

¿Quién eres, Kardia?

—Eso fue lindo —murmuró al separarse el mayor, y acarició suavemente el rostro con la yema de sus dedos, suave.

—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Dégel, el muchacho se separó completamente, ¿qué?

—¿Eh?

—Perdón, quería saber….cómo….—bajó la mirada para ver que sus manos estaban entrelazadas con las de su paciente y luego la levantó para continuar—. Nunca lo he preguntado….

—¡Tsk! —Chasqueó la lengua y comenzó a reír a viva voz, Dégel se sentía algo aturdido y sonrojado, pero evitó la mirada—. Disculpa, es que me parece muy gracioso.

—¿Qué te parece tan gracioso? —le reprochó.

—Que quieras saber de mi —pasó su lengua por dentro de la mejilla, tratando de pensar, y continuó—. Bueno, es la misma historia por la que llevo esta ropa y no lo que suelo vestir cuando estoy en mi casa o en el pueblo.

—¿Sueles….? —la vestimenta era bastante formal y realmente no imaginó, al joven de treinta y cinco años, vestido así mientras iba a comprar el pan.

—Trabajaba para una inmobiliaria de la zona, a decir verdad nunca fui bueno en el colegio, era bueno en deportes pero no podía esforzarme mucho debido a mi afección y tampoco podía irme muy lejos de casa. Tuvimos, con mamá y Milo, que mudarnos a un departamento cerca del hospital de la zona….

—Ya veo —susurró.

—Debido a que la universidad era lejana, hice cursos a distancia durante años y tomé un empleo como ‘el chico de los recados’ prácticamente, no era muy feliz pero tampoco infeliz.  Mi hermano pudo estudiar y seguir la profesión que tanto amaba, él era un fanático de los libros y toda esa mierda….

—¿No te gusta leer? —preguntó Dégel, dudoso, le sorprendía dado que siempre estaba rodeado de cuentos y novelas.

—Me gusta, me gusta en verdad. Me distrae un poco de la sorpresiva muerte —pasó su mano por el cabello sedoso del joven, desde la raíz hasta las puntas—. Pero nunca me hubiera dedicado a ello, es más que nada un hobbie.

—¿Y cómo llegaste a la inmobiliaria?

—Necesitaban una persona que se ocupe del papeleo y esas cosas, atender los teléfonos. Dado a mi condición, por más que estudiara, no podía trabajar mucho, el stress me mataría algún día. Hm, creo que fue un viernes, si, un viernes porque era el momento de más actividad….cuando cierran todas las carpetas y eso —bufó molesto y comenzó a jugar con el cabello verdoso enroscándolo en sus dedos—. Comencé a sentirme mal y le dije al jefe que me iría temprano, pero lastimosamente jamás llegue a salir consciente de allí.

—¿Te desmayaste?

—Supusieron que fue un pre-infarto. Me hizo entender que ya no estaba para estupideces y debía internarme —deslizó sus dedos y el cabello cae en el pecho del joven, luego volteó y miró el cielo—. Pensé que sólo estaría días, pero los días se trasformaron en semanas, y las semanas en meses, los meses en años y cuando me quise acordar, ya estaba encerrado aquí.

—¿Cuándo te dieron el diagnóstico? —preguntó, Kardia volteó a verlo arqueando la ceja—. De tu afección cardíaca.

—A los ocho años.

—¿Ocho?

—Bueno, como sabes, es congénita —sonrió de costado—. Es una afección de nacimiento, por lo que la he tenido desde que nací, pero no la habían detectado hasta que con ocho años comencé a sentir dolores en el pecho. Me llevaron de urgencia al hospital y los resultados me daban todos mal, una y otra vez…..—comenzó a jugar con sus dedos en el regazo—. Supe entonces, que nada volvería a ser normal…

—………Ka-Kardia….

—Jajaja, ahora que lo pienso, es toda una ironía del destino, como si mi madre supiera que mi afección estaba relacionada con el corazón aun antes de haberme concebido —comenzó a reír sonoramente mientras Dégel le miraba con tristeza—. Es realmente gracioso, muy gracioso…. —ceso la risa hasta quedar un suspiro—. Muy gracioso…ella dijo que me llamaba así porque era su primer hijo, era su corazón….

—Su….corazón —miró hacia otro lado, tratando de pensar.

—Siempre, quienes han apoyado su oído en mi pecho, dicen que sienten un calor, algo más allá de mí, un calor puro, único…..un calor que arde, mi pecho arde, mi corazón está en llamas —cerró los ojos y siente el frío de la briza—. Esa es mi historia, Dégel —hace una pausa y vuelve a verlo con los ojos abiertos—. Creo que después de esto merezco mínimamente que me cuentes de ti ¿verdad?

—Hm, creo que si…—susurró.

—Bien….

—Aaaah….—suspiró pesadamente—. Pues, yo…..nací en Paris….Francia.

—¿Cerca de la torre Eiffel?

—¿Me vas a dejar continuar? —preguntó frunciendo el ceño.

—De acuerdo, de acuerdo, qué carácter —bufó, Dégel sonrió de costado.

—Mi padre era abogado y mi madre maestra de kínder garden —comenzó a lugar con sus dedos en el regazo mientras siente la mano de Kardia acariciando su cabello—. Era un niño feliz, bueno, todo lo que un niño de tres años puede ser remotamente feliz. Mis padres me amaban mucho y yo a mis padres.

—Eso suena lindo —murmuró:

—Un día, mamá me……—se quebró—. Mamá me dijo que lavaría la ropa de invierno, entre ellas, mi bufanda favorita —llevó su mano cerca de su boca, su labio inferior tiembla y Kardia le puede ver—.  Hacía frío ese día pero ella me la pidió y me dijo que estaría limpia para…..para mañana…

—Dégel….si no me quieres conta-…—es interrumpido tenazmente.

—Yo…..yo la amaba a mi madre, obviamente cedí y me fui con mi padre, estuve jugando en el kínder donde mamá tenía licencia, ella estaba algo enferma….—se colocó su mano en la frente, apoyando todo el peso en ella—. Volví co-con mi padre ese día….esta-estaba tan feliz….—unas lágrimas se deslizaron por su mejilla, Kardia tomó involuntariamente la mano izquierda que aun yacía en el regazo—. Ella estaba ahí, en la entrada…..e-estaba en la entrada, Kardia….

—Dé-…

—¡Ella estaba muerta! ¡Estaba muerta en la entrada! —giró su rostro para ver directamente los ojos celestes, el mayor pudo notar aquellas lágrimas que amenazaban por salir—. Ella se suicidó con mi….con mi bufanda….—rompió en llanto, el muchacho lo contuvo con sus brazos—. Maldita sea, maldita, maldita sea Kardia ¿por qué….por qué? —susurró en el pecho.

—Tranquilo, yo….no sabía, perdóname….perdóname….no debí hacerte…

—No, no…—se aferró aún más—. Lo siento, lo siento por llorar.

—¡Tienes toda la razón del mundo de llorar, Dégel! Es un trauma para un niño ver eso….—le acarició el cabello—. Mi pobre niño, debiste sufrir mucho.

—Pensé que le había superado…. —usó sus manos para acariciar la espalda del mayor y cerrar sus ojos, las lágrimas siguieron brotando—. Pensé que todo estaba superado….

—Estás cosas no se superan, Dégel….o al menos no así como así —murmuró. Acarició lentamente, muy lentamente la cabeza, mientras el joven se hundía más a su pecho.

—Mi padre…..m-mi padre comenzó a tratarme como basura…..se volvió loco, depresivo….y a los pocos meses se quitó la vida con un arma —la voz entrecortada y queda del joven comenzó a desvanecerse mientras se profundizaba más al pecho ajeno—. Caí en un orfanato, solo, adolorido… Hubo gente que quiso adoptarme….era sano, pequeño, era ‘lindo’. Pero al saber mi historia y las posibilidades de ser un suicida depresivo yo también, se rendían antes de intentarlo.

—Dégel…. —susurró muy cerca de él, abrazándolo aún más.

—Fue entonces cuando lo conocí, era un muchacho alegre del otro lado de los barrotes —los ojos de Kardia se abrieron drásticamente, y escuchó atento—. No recuerdo bien, pero sus ojos eran del celeste más puro que pude conocer. Él me abrazo, se sintió tan cálido, probablemente lo sabía, sabía que su corazón no estaba bien —se distanció—. Su corazón estaba herido.

—…..tú….

—Te conocí, Kardia…. —su mano pasó por el rostro del joven tirando hacia atrás su flequillo para ver el cabello—. Al principio no lo había notado, pero tus ojos son incomparables, nunca vi unos iguales.

—¿Lo sabías? —preguntó incrédulo, Dégel sonrió y asistió—. Yo también me di cuenta, por tu aroma y tú cabello….es demasiado suave y dulce…

—Lo sé…ha permanecido así por ti—rio—. ¿Y sabes qué pasó luego que conocí a ese chico? Fue el día de la tormenta, donde estaba en la azotea y cayó un libro de medicina, supe en ese instante que mi deber era salvar a los niños como ese adolescente….salvarlo de la realidad que les puso en su camino un corazón enfermo.

—Algunos….no pueden ser salvados…—murmuró, pero otra vez sintió la mano cálida en su rostros y cabello.

—Pero tú si…—dijo, casi en un hilo de voz—. Voy a salvarte, Kardia, te lo juro….

—Gracias……por eso….

 

Se volvieron a encerrar en un abrazo profundo, uno donde sus lágrimas no volvieron a caer, uno donde solamente el calor y la energía los envolvía, donde sentían el amor, el cariño, la pasión y a la vez la amistad, la hermandad. Un abrazo que solo ellos podrían darse.

 

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Valentino ‘DeathMask’ Benini era un muchacho bastante particular, su cabellera oscura y desarreglada no contrastaba con el resto de él. Aretes en sus orejas, mirada desafiante, el cigarro en su boca. Típico ‘chico malo’ del colegio. Su mejor amigo era el más lindo de los estudiantes, Zachary ‘Afrodita’ Louret, ambos se conocían desde jardín de infantes. Ingresaron al aula donde ya había varios alumnos, pero sus miradas se cruzaron con Camus, quien se encontraba mirando la ventana con insistencia. Sonrieron. Ellos se sentaban justo en  la mesa de al lado de la de Camus, por lo que era más fácil iniciar una conversación con él.

—Buen día, Camus —dijo con falsa amabilidad DM, a pesar que no se llevaba mal con nadie, sabía que lo tendría pendiendo de un hilo y eso le agradaba—. ¿Cómo pasaste tu lunes?

—Hm, ¿bien? —el pelirrojo se sorprendió de la amabilidad pero no la rechazó.

—Que bien, ¿leíste la iliada para hoy? —preguntó Afrodita, el muchacho asistió—. Que aplicado eres en esta materia…

—Hm….me gusta…—se ruborizó un poco y miró hacia otro lado.

—Sí, ya creo que si —sonrió DM y se sentó en su silla.

Cuando entró el docente Milo Onasis, el silencio apareció, sólo se escucharon los pasos firmes del docente hacia su escritorio, sacando los libros y saludando a la clase. Les pidió gentilmente que tomen sus libros de La Iliada de Homero y lo coloquen en el escritorio, pues ese mismo día harían un debate con respecto a dicha obra.

—Muy bien chicos, hoy hablaremos un poco de este libro que tenían que tener leído desde hace tiempo, antes que tomara licencia —sonrió, miró a Camus rápidamente y luego volvió al curso—. ¿Algún comentario? —DM levantó la mano—. ¿Benini?

—Estuve investigando, profesor —susurró con toda la amabilidad del mundo—. Supe que muchos de los pensadores griegos de la época, debaten sobre la sexualidad de Aquiles y su relación con Patroclo de una forma muy acalorada.

—A ver —da la palabra Milo.

—Pues verá, Platón, manifiesta en uno de sus libros ¿cuál era Dita? —preguntó a su amigo, este sonrió.

—El banquete…

—¡Oh, sí, sí, el banquete! —Sonrió de costado—. Él dice que la relación entre ellos era mera pederastia —su mirada fue directamente hacia Camus, demasiado notoria para Milo y éste, pero desapercibida para el resto—. Pues se dice que Aquiles era algo más joven que Patroclo, según su opinión....

—Ehm……cre-creo que si —murmuró Milo, ahora la mirada intensa de DeathMask fue dirigida hacia él.

—¿No es curioso, profe? ¿Qué un adolescente y un adulto tengan una relación tan fuerte como la de Patroclo y Aquiles? Es digno de ver —arqueó una ceja, podía sentir el terror en el rostro del docente.

—Bueno, son cosas…..en esa época estaba permitido ese tipo de prácticas sexuales —cruzó los brazos, intentó que aquello no le llegue y se reprochaba mentalmente de haber dado a leer el libro a los alumnos.

—Aun así, la sodomía hoy día es algo ‘legal’ por así decirlo, algunos piensan que es antinatural, yo no creo eso….pero…—sonrió perversamente—. ¿Práctica sexual entre un adolescente y un adulto estará bien visto?

—Y-yo….

—¿Profesor, puedo dar mi comentario sobre el libro? —Aioros levantó la mano, salvado al profesor de un golpe certero a su autoridad.

—Ehm, claro….—le cedió el comentario, DM miró con odio al muchacho que se había parado, ¿acaso Aioros lo había sacado del apuro al docente? ¿Se estaría comiendo a más de uno el profesor?

—Creo que lo que nos habla la Iliada no es solamente la guerra en si por la posesión y la supremacía de ciertas culturas sobre otras, sino también que el amor puede ser tan irracional como puro. El amor de Patroclo y Aquiles puede ser considerado una sodomía desde muchos puntos de vista, por más que no se narren prácticas sexuales, pero también es una alianza de profundo amor y compañerismo muy destacables en la época en la que se escribió.

—Muy bien, Aioros —aplaudió el profesor—. Ahora, quiero que cada uno escriba en una hoja sus propios pensamientos sobre la lectura y que me lo deje en el escritorio.

—¿Qué haremos? —susurró Afrodita a su compañero, este frunció el ceño.

—Se lo daremos por nota —comienza a escribir en el papel—. ¿Te parece así? “El libro me pareció que cierto profesor está cometiendo actos impuros con un adolescente de larga cabellera bordó, lo sabemos, pero no lo diremos a nadie a cambio de ciertos privilegios. No lo tome como un chantaje, sino como una tapadera

—Suena algo amenazante.

—Eso es lo que queremos….—sonrió—. Queremos que el sujeto este nos de privilegios por nuestro silencio. Firma aquí, Dita.

—De acuerdo —susurró y firmó, luego lo hizo DM, ambos miraron como Milo se acercó a ayudar a algunos de sus alumnos con su escrito.

—Bueno chicos, dejen sus escritos en la mesa por favor, los pasaré a buscar y luego pueden retirarse —habló el hombre y comenzó a recoger todos y cada uno de ellos.

—¡Al fin, libertad! —dijo Saga mientras corría hacia la puerta.

—Recuerda que aún tenemos matemáticas, Saga —explicó Mu, quien sostenía su libro.

—Pero tenemos recreo, eso es suficiente para mí —la mayoría de los alumnos se retiraron, con excepción de Camus.

 

Milo cerró la puerta y se acercó a su alumno para besarlo y éste simplemente se deja hacer, tocar, sentir, frotar. Las manos en el trasero, la lengua en su cuello, el calor en su bajo vientre, todo le parecía excitante en ese lugar tan pequeño como era el aula. Tenían solamente veinte minutos de recreo hasta que empiece la próxima clase de matemáticas. 
Bajó sus manos hasta la cintura y sacó la playera del pantalón para tocar la piel mientras continuaban besándose. 
No tardaron mucho, bajó los pantalones, le preparó y entró en él, sabían que luego tendrían que limpiar, pero en ese momento no les importó demasiado. Gimió, entró, gimió, se sentía realmente bien. Camus se estaba volviendo un experto en ese tipo de prácticas sexuales y Milo, Milo no podía parar, el lugar apretado donde ponía su enorme miembro le encantaba, le hacía cosquillas, le excitaba y lo ponía más duro. Él comenzó a masajearse su miembro excitado
Eyaculó y tomó unos trapos que siempre llevaba consigo para limpiarse y limpiar al chico, el piso y la eyaculación de ambos.

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—¿Has pensado en lo que quieres estudiar? —caminó con Camus por la vereda mientras se dirigían a su casa, el pelirrojo ocultaba su rostro con una bufanda y una capucha, la diferencia de altura era mucha pero no lo suficiente para pensar que era menor de edad, dado que Milo era extremadamente alto.

—No, aun no —musitó—. Creo que me gusta mucho los libros, tal vez me dedique a eso.

—¿Escribir libros?

—No, odio a los escritores —giró para ver las casas, hacía demasiado frío ese martes—. Estaba pensando en ser bibliotecario o algo así.

—¡Pff! ¿Bibliotecario? Tu cerebro da para más que eso —afirmó Milo y colocó ambas manos en sus bolsillos—. Un simple bibliotecario…

—No creo poder aspirar a más —murmuró bajito.

—No digas eso, puedes aspirar a más, muchísimo más —giró la cabeza y los ojos rubí se incendiaron, mirándolo intensamente.

—Actualmente estoy trabajando como acomodador de libros en la biblioteca de Atenas —susurró y continuó caminando sin mirarlo, girando la cabeza hacia el frente—. Me gusta lo que hago, puedo estar junto a los libros.

—¿Sólo por eso?

—Sólo por…..—cerró los ojos, la briza era refrescante—. Puedo estar contigo, cuando tengo los libros cerca siento eso —Milo sonríe de costado.

—¿No deberías dejar a este pobre viejo de lado? Aun eres muy joven, Camus….me gustaría que te enamoraras de alguien de tu edad —giró la cabeza y le miró de costado con enojo, podía ver esos faroles brillantes entre las ropas que le cubrían el rostro.

—No quiero enamorarme de nadie, ya me enamoré de usted —aunque compartían cama de vez en cuando, aunque se amaban intensamente entre las sabanas, aún continuaba tratándole de usted, por mera formalidad.

—Escucha, sé que acepté esto aún bajo mi propio riesgo —bufó algo molesto—. Pero hijo, deberías pensar mejor de quien te enamoras.

—No soy tu hijo y estoy enamorado de usted ¿cuál es el puto problema? —Milo giró para ver aquellos ojos fríos fijos en él, suspiró y le colocó una mano en la cabeza.

—Eres realmente dulce —se sonrojó ante el tacto.

—No soy dulce….—musitó.

—Ven, vamos a casa —pasó su brazo por los hombros y lo aferró a su cuerpo mientras continuaba caminando. Camus aprovechó para envolverse en él—. ¿Por qué me amas?

—¿Hm? ¿Por qué? —preguntó, pensó unos segundos y sonrió—. No lo sé, tal vez porque eres el único que ha visto algo bueno en mí….

—¿Hm? —volteó a verle y su corazón se desgarró, su mirada hacia abajo, sus dedos entrelazados entre sí, su lastimera voz.

—Mis padres jamás me quisieron, nunca sentí el cariño por parte de ellos, nadie me iba a buscar al colegio, caminaba solo hacia mi casa —murmuró, Milo se acercó a la puerta de su casa y le abrió—. Usted es la primera persona que se interesó en mí, aunque sea en lo académicamente hablando.

—Adelante —murmuró al abrir la puerta, Camus entró y se sacó la bufanda, también se quitó el pulóver con capucha que llevaba—. ¿Quieres café o té?

—Té —dijo caminando por el living.

—Ya vengo —le indicó que le espere en el sofá y se fue directamente a la cocina. Tomó un cerillo y lo prendió para acercarlo a la hornalla y poner el agua a calentar, no dijo nada, sólo silencio hasta que sintió un par de brazos alrededor de él—. ¿Ca-mus?

—Quiero saberlo todo de ti —susurró muy bajo, con la mejilla contra la espalda.

—¿Por qué? —Preguntó, el chico sonrió contra su cuerpo—. No debería compartir mi intimidad con un alumno.

—Creo que es demasiado tarde para decir eso —se separó un poco y Milo se dio la vuelta—. Quiero saberlo todo de la persona a la que amo….

—¿Cómo puedes amarme sin conocer nada de mí?

—De algo estoy seguro —levantó su mano y con sus dedos tocó el rostro del hombre—. No has tenido una vida fácil, lo veo en tus ojos.

—¿Lo ves? ¿Acaso tienes poderes? —sus palabras fueron realmente dulces mientras le miraba y acariciaba su rostro.

—Tal vez tu no lo sabes, pero te conozco desde hace más años de los que tú crees —bajo sus manos hasta la cintura del hombre y le abrazó por allí mientras cargaba su cabeza en el pecho. Milo devolvió su abrazo.

—No lo entiendo ¿hace cuánto?

—Hmm…..desde…..—murmuró—. Desde hace diez años.

—¿Diez…..años?

 

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La biblioteca de Atenas era increíblemente gigantesca, tal que podría igualar a la de Alexandria.  Milo pasaba largas jornadas allí con Melody, su novia desde la secundaria. Ambos amaban la literatura como nadie, y se encontraban usualmente detrás de un centenar de libros para niños, comedias y adultos. 
Era uno de aquellos días, cuando su novia comentaba sobre un reciente libro que acababa de leer y él fingía que la escuchaba mientras sonreía encantadoramente. Giró hacia la derecha y encontró a Kardia haciendo equilibrio en su cabeza con un libro tapadura, seguramente se le caería en el rostro y luego saldría corriendo porque le prohibirían la entrada al menos un mes por mala manipulación de la mercancía.

Suspiró y su novia se calló, giró su cabeza hacia el lado que había empezado observar Milo desde hacía unos segundos con absoluta intensidad. Un niño, pequeño, con cabello rojo hasta los hombros y ojos de igual color, intentaba sin mucho éxito abrir uno de los cuentos infantiles que se encontraban allí.

—¿No es una hermosura? —preguntó Melody observando al pequeño, Milo asistió.

—Creo que tiene problemas con ese libro, es difícil de abrir —se levantó, tirando la silla hacia atrás y caminó hacia él, seguido por su novia—. Hola pequeño, ¿te ayudo? —el pelirrojo le miró desde arriba y asistió, dándole el libro.

—¿Cómo te llamas, corazón? —Preguntó Melody poniéndose de cuclillas—. Yo me llamo Melody.

—Cam…. —susurró—. Así me dice mamá.

—Bien, Cam…. —sonrió—. Eres muy lindo, ¿quieres que te ayudemos a leer el cuento?

—¡Sí! —asistió. Milo se sentó en el suelo y Melody lo secundó.

—Ven Cam, siéntate en mi regazo —Milo golpeó suavemente con su palma sus piernas y el niño se sentó allí—. Bien, este es un lindo cuento, se llama ‘La princesa y el saltamontes’

—Que divertido —Melody sonrió y aplaudió como si fuera una pequeña, Cam le miró sorprendido de que un adulto actuara como un bebé.

 

El libro había sido leído y en el trascurso de la lectura Camus se fue quedando dormido en los brazos de Milo. Melody observó, su novio sería un excelente padre algún día y no podía dejar de pensar en ello cuando el cuento se acabó y el rubio lo cerró para  levantarse junto al pequeño, acomodó los bracito alrededor de su cuello.

—¿Dónde estará su mamá? —Preguntó Melody, Milo negó con la cabeza—. Iré a buscarla, quédate con él —la chica desapareció entre las estanterías.

—Eres un buen niño, Cam….—murmuró muy cerca de él mientras le mecía, utilizó una de sus manos para acariciar el suave cabello rojo—. Creo que me acabas de dar, sin querer, un incentivo para obtener mi matricula de profesor….tal vez pueda enseñarte algún día.

 

Tal vez pueda enseñarte algún día…..

 

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Los ojos de Milo se sorprendieron al escuchar la historia e imaginársela en primera persona, recordando cada detalle que el pelirrojo narraba. Le miró a los ojos, lo tenía en brazos, lo tuvo en brazos hace diez años atrás, pero ahora, de diferente manera. 
El agua hervía y tuvo que apagarla, pero no la usó, pues Camus le besó llevándolo al dormitorio. Mientras tenían el mejor sexo del mundo, se le vino nuevamente esa escena a la cabeza, ese niño de cinco años al cual le leyó ese cuento, era Camus Moulian, su alumno, el pequeño que hace unos cuantos años cargaba y ahora le devoraba.

Se preguntó entonces que hubiera pensado Melody si lo viera ahora mismo, teniendo sexo con ese niño que le leyó el cuento hacía poco menos de diez años. El sudor quemaba, las caricias ardían, no dejaría de hacerlo, no lo dejaría. Se vendría en él nuevamente y nuevamente y nuevamente. Pero aun en su corazón, siente que no está haciendo bien las cosas.

 

Continuará.

 

Notas finales:

Hola a todos, antes que nada quiero comentarles por qué decidí subir el capítulo hoy, este cap lo hice hace unos días con el fin de subirlo sino me sentía muy inspirada.  Me siento un poco mal, creo que es desgano, falta de inspiración y concentración, yo soy depresiva y no los quiero deprimir a ustedes, no sé, me incentiva saber que a la gente le gusta levemente lo que hago por eso subo este capítulo en agradecimiento. Gracias, me hace feliz recibir una devolución, creo que es un lindo fic y aunque no todos lo que leen comentan, los que comentan me dejan una sensación agradable y ganas de seguir haciéndolo, esto va para todos ustedes, gracias, ahora no tengo muchas fuerzas ni siquiera para imaginar, pero les agradezco que estén ahí dándome su apoyo. (disculpen si hay mala ortografía, no tengo ganas ni de corregir).

Jesse L Black.


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