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El Corazón Mentiroso por Jesica Black

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Capítulo 7: Verdades que duelen

 

                Dos días antes

 

Dégel caminó hasta su consultorio, que quedaba a pocos metros de la habitaciones de cuidados intensivos donde estaba Kardia, sólo debía recorrer un extenso pasillo para llegar allí, a la habitación 115. Ese día era de por si extraño, había ido con Kardia a pasar la tarde pero de un momento al otro le había llegado una extraña visita al hospital, ese chico pelirrojo que acompañaba al hermano de Kardia estaba allí, con la cabeza gacha, las piernas juntas y la mirada perdida en el suelo. Había requerido hablar con él o al menos eso le dijo al bioquímico que lo había atendido y fue directamente hacia su lugar. 
Al verlo, le hizo paso para que entrara a la habitación, no era muy grande, tenía una camilla, un gran ventanal que daba directo a los jardines, un escritorio y dos sillas, a pocos metros una balanza y algunos artículos primordiales para cualquier médico. 
Se sentó y le pidió al muchacho que se sentara.

—Bien, Elcid me ha comentado que quieres hablar conmigo —murmuró, Camus asistió con la cabeza—. ¿Tienes algún problema? ¿Quieres consultarme algo?

—Yo…..quería que se fijara en estos exámenes —habló Camus y le extendió una carpeta. Dégel simplemente la hojeo para poder estar seguro de lo que le pasaba—. Podría, ¿podría usted ayudarme?

—Hijo, soy médico especializado en cardiopatías, no obstetra….—sonrió—. Pero, por lo que veo esto está muy bien, estás por buen camino y la ecografía del primer mes es excelente, ¿cuál es el problema?

—No creo que lo vaya a tomar bien —Dégel arqueó la ceja—. El padre del bebé.

—¿Y eso por qué? —preguntó—. Tener un niño es un feliz acontecimiento.

—Él debe llevarme al menos diecisiete años —la sorpresa del peliverde se notó en sus ojos.

—Es demasiado….

—Milo me querrá matar por esto..

—¿Milo? ¡Es cierto! Tú sales con el hermano de Kardia —Camus asintió con la cabeza—. Vaya, esto sí que es una sorpresa…..

—Ehm…bueno, sé que Milo viene aquí, por favor, no le diga esto….

—Pero ¿por qué viniste a mí en primer lugar? —preguntó.

—No lo sé, usted me dijo que si requería de usted, viniera aquí, además, sentí por sus ojos, su mirada, que me entendería…..—masculló, la puerta fue golpeada dos veces.

—Disculpa….ehm adelante —entró un muchacho fornido y de cabello oscuro, ojos fuertes y mirada penetrante, llevaba un guardapolvo y venía con otro joven detrás, de cabellera castaña, el pediatra Sysifo—. Elcid, ¿qué pasa?

—Hay algo que debemos informarte, Dégel, pero…..asolas…

—De acuerdo. Ehm, Camus, ¿te molestaría dejarnos un momento por favor? —Preguntó, a lo que el más joven asistió y se retiró, haciendo entrar a los otros dos mayores—. ¿Qué pasa?

—Es sobre Kardia, sus exámenes están dando cada vez peor —el joven palideció—. Le hicimos algunas cuantas pruebas pero…

—¿Pero qué, Elcid? Sé más claro.

—Lo que él te quiere decir es que —intentó apaciguar Sysifo—. Escucha Dégel, ya es imposible que pueda ser salvado con medicación, necesita si o si un corazón, su pulso, sus latidos, está fallando….

—Lo siento…—Dégel rompió en llanto, tanto Elcid como Sysifo intentaron calmarlo—. Escucha, amigo, ahora mismo Asmita, Aspros y Deuteros están con él intentando suministrarle alguna droga más para que su corazón pase la noche…..pero no sabemos cuánto más durara.

—No…él no puede morir no….—sollozó, Sysifo lo consoló, abrazándolo.

—Lo siento, Dégel. Sé que estimabas mucho a ese paciente.

 

                Actualidad

 

Temblaba ligeramente, había intentado evitarlo pero le fue imposible, cada vez que iba a ver un paciente pasaba por la habitación 115 y no podía evitar la alegre mirada de su compañero saludándolo. Tampoco podía evitar ser besado, abrazado, acariciado.  ¡No! Haría hasta lo imposible, lloraría, gritaría, pero eso no traería un corazón, era capaz de matar por él y no pensaba en otra cosa, no podía pensar en nada que no sea ese maldito corazón.

Entonces lo aceptó: Kardia iba a morir. Respiró profundo y caminó decidido hasta la habitación dueña de sus sueños y pesadillas, aquella que pensaba algún día estaría vacía al igual que su interior, que sería testigo de las lágrimas más frías que salieran de su cuerpo. 
Era muy tarde, demasiado tarde, y él había tomado la guardia principalmente para estar a solas con él. ¿Sería lo correcto? ¡Qué importa lo que era correcto e incorrecto en ese momento! Sólo sabía que hasta ahora los cuidados intensivos que recibía su paciente no estaba funcionando de nada y que esos cinco/seis meses de “amor”, porque, aunque lo negara, él se había enamorado profundamente del muchacho; y esos veinte años de recuerdo, porque siendo sincero jamás lo olvidó, tendrían que materializarse, tenían que pasarse a la piel, a los sentimientos.

Abrió la puerta y le vio leyendo, sus ojos estaban lagrimeando aun, había llorado todos los días después del trabajo, desde que se enteró.

—¿Estás mal? —preguntó Kardia, preocupado, cerró el libro dejándolo de lado y le miró.

—Me estoy muriendo —murmuró y cerró la puerta tras de él, apoyándose en ella.

—¿Muriendo?

—Se me desgarra el corazón, el pecho a cada minuto —Kardia se relajó, supo que hablaba metafóricamente y alzó sus manos para indicarle al joven que viniera a por él.

—No llores, por favor Dégel, tu hermoso rostro no está hecho para llorar —sonrió, Dégel hizo todo el camino hasta la cama arrastrando los pies y se aferró fuertemente—. Eres tan cálido, que creo podría morir en tus brazos.

—Mo-morir….—sollozó, Kardia dio en el clavo y se había dado cuenta:

—¿Cuánto me queda?

—Menos de lo que tarda el ocaso….menos de lo que una flor cae al no ser regada, menos de lo que mis lágrimas descienden y caen en tu pecho —sollozó nuevamente, abierto, completamente vulnerable.

—Eres tan poético para decir las cosas…—besó los cabellos y le acarició gentilmente.

—Hagámoslo —murmuró y se separó, ante el rostro sorprendido de Kardia—. Hazme el amor.

—¿Tan mal estoy? —se intentó burlar, Dégel le golpeó el brazo con la mano abierta.

—Tonto….estúpido, infeliz…—bajó la cabeza, no lo decía enserio, y el peliazul podía sentirlo.

—Yo también te quiero.

 

Y se besaron, suave, muy suave, como la caricia de una rosa, como el pétalo de una flor. La lengua, la humedad, la sensación, el cosquilleo en su estómago. Dégel se puso completamente encima de él, sentándose en sus caderas, mientras Kardia le acariciaba por encima del guardapolvo.  El cabello verde enredado en los dedos pálidos, los ojos aun lagrimeando, cerrados, simplemente sintiendo.  La escena de amor más pura, más tranquila y bohemia. 
Se quitó suavemente la ropa, de a poco, tal vez disfrutando el momento y por el hecho que Dégel tenía más cosas puestas que Kardia; comenzó a desesperarse con uno de los botones de la camisa de seda negra y una vez que logró abrirla, pudo tocar al tacto la suave piel, besarla, chuparla, succionarla. 
Tiró la cabeza hacia atrás, solamente el sentir era más que suficiente. Desaparecieron las botas, los pantalones y sólo se había quedado en bóxer, con la camisa abierta, mientras que el menor sacaba lentamente la parte de arriba del pijama, sin darse cuenta que la mayoría del cableado que estaba constantemente adherido a la piel, se iba desprendiendo, dejando a las máquinas completamente inutilizadas. 
Acarició la piel morena, que en ese momento estaba pálida —aunque no tanto como la piel de Dégel—, la acarició, chupó los pezones, los succionó, haciendo que el joven se recostara y gimiera profundamente. No había nadie, absolutamente nadie en los pasillos que pudiera escucharlos, además que las salas de cuidados intensivos estaba siempre aislada.

—Tra-tranquilo —susurró Kardia apartando un poco a Dégel de él—. Dégel.

—¿Hm? —preguntó, estaba entretenido besando el pecho.

—Si me recupero de esto….y tengo un corazón —los ojos del menor se volvieron a llenar de lágrimas—. Permíteme tener las riendas, eres demasiado suave jajaja.

—Idiota.

Se deslizó lo suficiente para llegar a los boxers, que bajó un poco, sólo un poco, inmediatamente el miembro salió erguido de él como si estuviera hecho de goma, era bastante grande y duro. Dégel comenzó a lamer muy lentamente, desde abajo hasta arriba, luego metiéndose todo en la boca y arrancando suaves gemidos. Kardia se preguntó dónde había aprendido o si era instinto natural, optó por la segunda al sentir algunos dolores producidos por los dientes, pero nada fuera de lo común para un novato en aquel arte.  Kardia tampoco tenía tanta experiencia, en sus treinta y cinco años, las veces que tuvo sexo con alguien eran contadas con los dedos de las manos, pero las veces que hizo el amor: nulas. Y hoy, ahora, con él, estaba haciendo el amor.

—E-está bien —susurró entrecortadamente, apartándole la cabeza—. Dé-déjame lubricarte….—le hizo acercarse y dándole un beso, muy cerca de los labios, le susurró que se diera vuelta.

 

Dégel lo hizo y Kardia pudo colocarse encima de él para quitarle el cabello de la espalda y comenzar a besar desde el cuello hasta  la cintura, las nalgas, metiendo la lengua entre ellas para lubricarlo. Según Dégel, aquello era asqueroso, pero al mismo tiempo demasiado placentero sentirse húmedo, la lengua fue remplazada por la saliva y los dedos, lentamente se metieron uno, dos y tres. Apretó la cabeza contra la almohada  y las sábanas con sus dedos, hasta que el mayor terminara su labor. Una vez realizado se pusieron en una posición que hiciera que Kardia tuviera el menor esfuerzo posible.
El mayor se acostó nuevamente boca arriba en la cama y Dégel se penetró con el miembro de éste, al principio bastante doloroso, pero luego comenzó a sentir mejor esa vibración del miembro en su interior y se movió. Embestida, un alarido, embestida y un gemido.  Los movimientos lentos del joven peliverde alteraban bastante a Kardia que quería ir más aprisa, pero su corazón comenzó a golpearle fuertemente el pecho y tuvo que relajarse.

Pronto, fue aumentando el ritmo, fue sintiendo la flexibilidad de Dégel, una nunca vista y muy profunda, no podían besarse pero Kardia podía tocarlo, tocar las piernas que aun traían las medias puestas, tocar los brazos que se apoyaban en su mayoría de las veces en el colchón, ver aquel rostro ruborizado de la vergüenza, el cabello verde y  largo moviéndose encima del propio rostro del peliazul. Era lo más tierno del mundo, continuaba siendo un chiquillo a pesar de su mayor edad. 
Gimió ronco y el cuerpo fue moviéndose más rápido, más y más, Kardia pudo notar como el pene de Dégel había aumentado su tamaño y reclamaba con ser masturbado, por lo que usó su mano para esa labor.
Los gemidos se hicieron más fuerte pero eso no hizo que Dégel aminorara el movimiento, al contrario, lo hacía cada vez más rápido y Kardia movía las caderas contra él mientras jalaba de su miembro. Golpe, golpe, y la cama rebotaba, el sudor frío resbalaba por ambos cuerpos, se sentía tan agotador para ambos, pero más para el menor. Golpe, golpe y otra vez sentía que la electricidad llegaba, su miembro se volvió flácido y eyaculó en el vientre de Kardia y éste, a su vez, abrió los ojos y sintió un potente latido que lo hizo descargarse completamente en Dégel.

La respiración se volvió todo un problema y el más joven cayó encima del otro, Kardia le acarició el cabello y le besó la mejilla gentilmente: “Gracias”, se escuchó…..”Gracias”

 

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Mi hermano morirá, mi vida se está cayendo nuevamente a pedazos. Pensó Milo mientras se apoyaba en la pared del colegio.  Aunque había pasado al menos dos semanas desde que se había enterado de la inminente muerte de Kardia sino llegaba un corazón en ese mes, por más que hubiera mejorado hacía una semana y media, no quería decir absolutamente nada. 
Giró la cabeza y vio a Camus buscando un libro en su gaveta. Y aún quedaba ese ‘pequeño problema’, por lo que no podía darse el lujo de perder su empleo y su hermano, todo en el mismo mes. Había decidido que lo mejor sería tomarse unos días de licencia y había esperado el mejor momento para decírselo a sus alumnos. Caminó hasta el correspondiente salón de segundo, ahora recordaba que Camus se graduaría el año que viene, estaba en segundo y solo le faltaba un año para graduarse.

—Profesor —una voz lo sacó de sus pensamientos y giró para ver al mayor de los Lestrange—. Profesor, ¿está bien?

—Claro Aioros, claro….disculpa —sonrió como pudo y le dio dos palmadas en el hombro—. Ve al aula, enseguida iré.

—Profesor, yo sé lo de…..lo de usted y Camus —Milo palideció, sus manos temblaban.

—¿El joven Moulian y yo? —sudor frío le recorría, lo último que le faltaba.

—No se preocupe, no lo saben muchos en el aula pero si varios —murmuró bajito—. Por ejemplo, Shura, Shaka, DeathMask, Afrodita y probablemente Mu.

—Dios —bufó—. Yo no sé de qué ha-….

—Usted sabe de qué hablo profesor, no tema —sonrió gentilmente, cosa que relajó bastante a su maestro—. Escuche, no estoy aquí para incriminarlo o algo así, decirle pederasta o lo que sea.

—Deberías….aun así hace tiempo que yo no tengo nada con Camus…. —miró para otro lado.

—Profesor, si usted ama a alguien, nada debería interferir en su elección de amor.

—Pero, si hay algo, ¡se llama Ley! Eso me separa…

—Escuche, tal vez tenga dieciséis años y no sepa mucho de la vida, pero si se del amor —sonrió y cerró los ojos, intentando volver hacia atrás—. Mi madre se enamoró de alguien veinte años mayor, mi padre y quedó embarazada….—los ojos de Milo se abrieron—. Fue muy difícil para mi papá todo esto, sobre todo cuando Aioria y yo llegamos al mundo, pero…..

—No digas más Aioros, por favor no sigas…—intentaba evitar el tema.

—Mi padre se suicidó —Milo giró violentamente para ver al muchacho con lágrimas en los ojos—. Mamá lo llora el día de hoy, la sociedad lo juzgaba a él y a mi madre, pero el amor era mucho más fuerte para ella, tenía dos pequeños con el amor de su vida, pero él no pudo soportar la carga emocional y se mató….hiriendo el corazón de mamá profundamente.

—¿Qu-qué quieres decirme….?

—No cometa el mismo error que mi papá cometió, por favor, no lo haga —le tomó las manos—. Su hijo será como yo, o como Aioria en dieciséis años, y no querrá que recuerde a su padre como un hombre que la sociedad lo condenó; no hablo sobre suicidios, pero si sobre abandono, no abandone a su hijo…..no a éste….

—Y-Yo no tendré un hijo —intentó zafarse de él.

—Si lo tendrá, Camus está…

—¡No lo digas! Por favor, Aioros….ve a tu clase…

—Pe-Pero señor.

—¡VE A TU CLASE, AIOROS! —el castaño afirmó tristemente y arrastrando sus pies se dirige al segundo segunda, donde le impartían clase.

 

Ya no quiero más esto, me voy, no quiero esto, no puedo seguir con esto. ¡Soy un estúpido! Le arruiné la vida a un adolescente. Pensó Milo mientras caminaba por los pasillos, cabizbajo. ¿Y si tenía al bebé? ¿Y si Camus no le mintió?

 

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—¿Existe la posibilidad que Kardia y yo seamos compatibles? —preguntó Dégel a Elcid en el salón de descanso. Sysifo miró con incredulidad a los muchachos, Aspros (que se encontraba allí de casualidad tomando té) se alerta.

—Bueno, tendría que hacerte un análisis de sangre, ¿para qué quieres eso? ¿Es por lo que te dijimos hace dos semanas? —preguntó el hombre, Dégel no dijo nada.

—Escucha, hay que esperar, hay que ser optimistas —sonrió Sysifo, pero Dégel negó.

—No podemos seguir pensando que nos caerá un corazón del cielo, hay que hacer algo con eso, por favor, Elcid, por favor, analízame.

—Escucha Dégel, por más que sus sangres sean compatibles, el corazón es un órgano esencial para ti, no podrías hacer nada, no es como dar un riñón o un pedazo del hígado —continuó bebiendo café.

—Necesito saber si al menos soy compatible ¿me harías ese favor? —Preguntó, Elcid asistió con la cabeza.

—Espera Dégel —Aspros se levantó de golpe de su silla, anteriormente no había hablado pero se tomó el atrevimiento de hacerlo y agarrarle la mano—. No deberías hacerlo.

—Quiero hacerlo, por favor, suéltame —bajó la mirada, el muchacho lentamente desprende su mano de la del chico más joven, rozándola.

—Ven, vamos a la enfermería, te sacaré un poco de sangre —Elcid cerró los ojos y abrió la puerta para dejarlo pasar. Dégel comenzó con pasos firmes y se retiró de allí.

—Elcid —intentó frenar Sysifo, le miró a los ojos.

—Tranquilo —susurró el joven una vez que Dégel abandonó el lugar—. Existen pocas posibilidades que sean compatibles.

—Hm, de acuerdo….pero, ten cuidado ¿sí? —asistió con la cabeza y se van.

—Esto es una idiotez —bufó molesto Aspros y se sentó, Sysifo sonrió.

—¿Por qué lo dices así? Pareces enojado —el mayor giró su rostro hacia un lado y no dijo nada, mientras sus mejillas se enrojecían. Sysifo simplemente sonreía cada vez más y sabía el por qué.

 

Elcid Capri, joven de gran temperamento, treinta años y bioquímico, felizmente soltero o al menos eso era lo que él creía, mejor amigo de Sisyfo Sagitta, quien había estudiado pediatría y se especializó en obstetricia llevaba a Dégel consigo detrás. Llegaron a la enfermería y el muchacho preparó todo, sacándole sangre rápidamente, lo más seguro es que en un par de horas estuviera el resultado, dado que era rutina para él. Dégel decidió aguardar en la sala de descanso y hablar con Sysifo y sus demás compañeros mientras éste hacía su trabajo, lamentablemente Aspros se había ido con Deuteros minutos antes que Dégel volviera.
En la sala de descanso estaba Albafica, quien era el jardinero; Manigoldo, un forense, y Asmita, también un pediatra. Pasaron al menos dos horas hasta que Elcid regresó con un papel en las manos, Dégel se levantó dispuesto a escuchar.

—Bien, tengo una noticia para ti, Dégel…—dijo, podía verse una ligera sonrisa.

—¿Soy compatible?

—Bueno, verás…

—¿Soy compatible, o no? ¡Contéstame! —Dégel parecía muy nervioso, Elcid miró a Sysifo y luego a Dégel.

—Pero necesito decirte algo antes…

—¡Quiero saber si soy compatible, maldita sea….!—golpeó la mesa. Elcid suspiró.

—Si…..eres compatible…—los ojos de Dégel se abrieron de par en par—. Pero….

 

El chico salió disparado de allí, dejando a Elcid con las palabras en la boca. Sysifo se acercó a su compañero y le tomó del hombro, tratando de buscar alguna respuesta, aunque ninguno de los dos sabía que lo que haría Dégel pondría en juego su vida, ambos se encontraban bastante tranquilos.

—¿Qué sucede? —preguntó Sysifo. Elcid miró a su compañero.

—No me dejó decirle lo más importante….—suspiró.

—¿Qué es?

—Está esperando un bebé…..—Sysifo abrió sus ojos, inmediatamente le llovieron algunas imágenes de lo que se había enterado de Dégel hacía un tiempo atrás, cuando entró en una pequeña depresión que tuvo que visitar al terapeuta del hospital, Shion.

—¿Qué? ¡Elcid, vamos tras Dégel! —le tomó del brazo.

—¿Por qué?

—Cometerá una locura porque no le llegaste a decir eso, ¿sabes por qué Dégel quiso saber si era compatible?

—¿Por qué? —preguntó sorprendido.

—¡Está enamorado de Kardia! Y….dios….no sé qué hará sino lo detenemos ahora mismo, tuvo dos padres suicidas.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó consternado, Sysifo negó con la cabeza.

—Recién ahora caí en cuenta….vamos…

—Espera, crees que ¿él nos haga caso? —cuestionó, Sysifo afirmó.

—Tal vez a nosotros no, pero a Kardia si….vamos por él.

 

Corrieron por todo el pasillo hasta encontrar la habitación 115, chocándose con Aspros y Deuteros en el paso. Su ocupante estaba leyendo, sentado en una silla, estaba harto de la cama y quería movilizarse por toda la habitación, al ver a los doctores entrar tan apresurados se levantó de un sopetón y escuchó el relato. La sonrisa que se le formó al saber que sería un futuro padre se borró al oír con horror que Dégel pretendía matarse para darle su corazón. No esperó un segundo, pues aun con el pijama, descalzo y el corazón en la boca, salió de allí, como pudo, medio corriendo medio caminando, intentando no llorar.

 

¿Dónde estás Dégel? ¿Dónde?

 

Continuará

 

Notas finales:

¡DEGEEEEEEEEEL! Ah, esperen, me entusiasme demasiado ¿no creen?

Gente, fíjense bien en Aspros, mantengan su vista en él porque será importante en los próximos capítulos, a decir verdad, él es el cirujano especializado aquí, así que tendrá mucha relevancia.


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