Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Unión por Athair

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Odio que no haya más historias con ésta pareja, para mí, es una de mis favoritas.

Reconozco que cuando escribo, intento utilizar parejas poco comunes. Ojo, que respeto mucho a las parejas de siempre y a las personas que escriben sobre ellas.

Pero a veces, me gustaría leer más historias con parejas poco utilizadas.

Notas del capitulo:

Los personajes de Saint Seiya no son mios, no gano nada con esto.

Dedicado como siempre a MrVanDeKamp2, mi marido desaparecido, que me debe un par de reviews que ya le cobraré más tarde.

 

*Aclaración:

"entre comillas y en cursiva", pensamientos

"entre comillas, en negrita y en cursiva", frases de Aioros durante el flash back.

-Perdóname-

Aioros de Sagitario había pronunciado esa única palabra antes de salir de la habitación en la que se encontraba su hermano pequeño.

Aioria, incapaz de sujetar el peso de su cuerpo calló de rodillas al suelo, derramando las lágrimas que había estado conteniendo hasta el momento.

¿Por qué?, esa pregunta martilleaba constantemente en la cabeza del leonino. En la resurrección les habían prometido, casi jurado, una nueva vida llena de paz y tranquilidad.

Sin embargo, hacia escasos segundos que el de Leo había escuchado, de boca de su propio hermano, que este, estaba luchando en soledad contra la peor de todas las batallas.

---Flash Back---

Cuando aquella tarde había llegado al noveno templo, se podría definir su estado de ánimo como sumamente enfadado.

Y es que por más que lo intentaba, no conseguía comprender por qué Aioros apenas si le hablaba, porque apartaba la mirada cuando ambos se encontraban en el mismo sitio.

El de Leo tenía miedo de que los catorce años de separación hubieran supuesto un abismo demasiado grande de superar, sabía que su hermano se había quedado en shock al comprobar que él, y el resto de caballeros de oro ya no eran ni niños ni adolescentes, sino hombres hechos y derechos que habían arriesgado sus vidas en más de una ocasión.

Pero ese mismo shock, había durado apenas unos efímeros segundos. Luego, Aioros había saludado uno a uno al resto de caballeros, incluso había entablado largas conversaciones con el mayor de los gemelos y con el español.

Sin embargo, con él……son su propio hermano pequeño, solo había tenido el detalle de “regalarle” una triste sonrisa y darle una palmadita en el hombro.

Y ahora, casi dos semanas después, dos semanas de intensos silencios y de esquivarlo con casi cualquier escusa por parte del mayor, el de Leo había decidido plantarle cara al asunto y obtener respuestas del mayor aunque fuese a la fuerza.

Pero no esperaba lo que sus oídos escucharon, ni lo que sus ojos vieron.

“Si que soy un traidor”

Esa frase, esa frase era el saludo que le había dedicado Aioros, cinco palabras que parecían haber roto un dique de por si dañado. Y con esa ruptura, dado paso a que el mayor, le hiciese una confesión que el más joven no esperaba.

“Soy un traidor porque ya lo era antes de morir, soy un traidor porque……lo que me ocurría antes de morir me sigue ocurriendo. Y no sé como afrontarlo salvo haciendo esto, apartarme, alejarme, huir como un cobarde.”

El dueño del quinto templo había guardado silencio, en primer lugar porque no sabía de qué estaba hablando el arquero, y en segundo, porque el dolor del mayor era tan sumamente palpable que le había dejado completamente paralizado, con la mente en blanco y con la incapacidad de decir palabra alguna.

“Cuando eras pequeño, cuando yo era más joven, me di cuenta de que no te miraba ni te trataba como se debe hacer con un niño, y  menos si ese niño era mi hermano pequeño. Yo……desconocía muchas cosas en aquel entonces más sin embargo……supe, casi al instante lo que me sucedía contigo”

La comprensión hizo mella en Aioria cuando Aioros levantó la cabeza y le miró a los ojos.

Y lo vio.

Lo había visto todo reflejado en los ojos del arquero.

Y quiso que este se detuviese y no siguiese hablando.

Porque sabía lo que le diría y era demasiado para todo.

Para asimilar.

Para entender.

Para aceptarlo.

“Yo te deseaba Aioria. ¡Maldita sea, eras un niño y yo te deseaba!. Me di cuenta de que mi amor por ti hacía tiempo que ya no era fraternal, que a pesar de tú edad y de la mía, yo te amaba como en ocasiones se aman unos hombres a otros. Dormir contigo cuando tenias pesadillas se volvió un tormento, porque yo quería más, no solo sonrisas y entrenamientos, no la devoción de un hermano pequeño hacia su hermano mayor, ¡yo quería tú amor, quería tú cuerpo!, tenerte por completo para mí.”

Los ojos del mayor se habían cerrado ante la más que obvia reacción del menor, el sollozo roto que salió de su garganta fue la demostración obvia de que Aioros, simplemente, ya no podía luchar contra aquello.

Morirme, a pesar de las consecuencias que eso tuvo para ti, fue lo mejor que pude hacer. Pero……luego……!oh, dioses, luego¡, vuelvo aquí y me encuentro……con el hombre en el que se ha convertido mi pequeño niño, y el deseo que creí que no renacería conmigo lo hace. El amor se vuelve más poderoso, el instinto de poseerte se vuelve abrumador, y yo……yo ya……no puedo. Simplemente no puedo con nada, no puedo con esto”.

Aioros vuelve a levantar la cabeza, y le mira a pesar de que sus ojos están anegados en lágrimas.

El corazón de Aioria comienza a latir con la fuerza del pánico que le inunda en ese momento. Por una vez, es como si supiera de antemano todo lo que va a ocurrir al siguiente momento.

Sabe lo que el de Sagitario le va a decir y no quiere escucharlo, no quiere oírlo. No está preparado, se niega a estar preparado.

“Te amo Aioria. Pero por tú bien, por el mío, por el de todos si es necesario, debo apartarme nuevamente de tu lado. Le diré a Atenea que renuncio a mi armadura y puesto, se los cederé a Seiya y me marcharé del Santuario. Quizás, así, pueda protegerte de esto que siento hacía ti, quizás, así, ambos podamos vivir con la tranquilidad que nos han prometido.”

“No, no, no, no, no” Aioria lo piensa pero no lo dice, no puede decirlo, porque ahora mismo el dolor le imposibilita hacer algo, lo que sea que necesita ser echo.

“Lo siento Aioria, lo siento muchísimo amor mío. Perdóname”

---Fin Flash Back---

Un segundo, dos.

Transcurre un tercero y él es incapaz de hacer algo salvo mirar como su hermano se aleja del lugar donde estaban ambos.

“Reacciona” piensa una vez.

“Maldita sea reacciona” es su segundo pensamiento.

Ya lo perdió una vez, no quiere perderlo de nuevo. No lo soportaría.

Es Aioros, es su hermano mayor.

Un hermano que lo sacrificó todo sin pedir nada a cambio.

“No va a irse, no vas a permitirlo” es el tercer pensamiento del leonino.

-¡Aioros!-grita, forzando a su garganta a hablar, a recuperarse del impacto en que la declaración anterior lo dejó-¡No vas a irte a ningún lado!

Las piernas por fin reaccionan y con pasos furiosos comienza a recorrer la distancia que el otro había avanzado, su cosmos, errático, se eleva, pero no le importa llamar la atención del resto, ha tomado una decisión y está dispuesto a jugarse el todo por el todo para hacer de ella algo inquebrantable.

-No pienso permitírtelo-dice furioso cuando solo les separan unos centímetros.

Antes de que Aioros pueda reaccionar, su hermano agarra con fuerza su camiseta, arrastrándole más cerca de un fuerte tirón.

El cosmos del leonino se eleva aun más, enviándole al arquero miles de sensaciones: furia, descontrol, protección, una férrea determinación que el mayor no comprende en esos momentos.

-¿Crees que voy a permitirte que te vayas por algo como esto?-pregunta un furioso leonino-¿Crees que voy a dejar que me abandones a mi suerte de nuevo?. No, Aioros, tú……te vas a quedar conmigo hasta que yo lo decida, tú, vas a estar a mi lado porque ese es tú lugar, tú sitio.

-Pero……

La frase que iba a decir es callada con un beso furioso que el otro le arrebata, reclamando sus labios con dureza, hasta el punto del dolor.

Aioros no sabe como reaccionar ante ese beso ni ante esa cólera.

Estaba dispuesto a recibir el odio de Aioria cuando le confesase sus sentimientos, estaba preparado para su rechazo.

Pero no para esto.

El menor rompe el beso, y con la misma furia que le embargaba empuja brutalmente a Aioros al suelo, se abalanza contra el mayor antes de que este tenga la oportunidad de reaccionar.

-Seiya no va a vestir otra vez la armadura de Sagitario, tú no vas a renunciar a nada porque YO, no pienso permitirlo-le suelta el menor mientras con fuerza, coge la camiseta que viste el mayor y se la arranca de un tirón, haciéndola pedazos en el proceso-La diosa, la orden, nuestros compañeros y el maldito mundo entero se pueden ir al mismísimo infierno pero tú, tú te vas a quedar aquí, a mi lado, CONMIGO hasta que yo decida que ya tengo suficiente de ti. Y créeme Aioros, eso……no va a suceder.

Un nuevo beso, más furioso que el anterior, es depositado en los labios del mayor, que siente como los dientes de su hermano se clavan en ellos y le provocan una herida.

El menor, prácticamente enloquecido, lame esa sangre como si fuese el manjar más exquisito.

La paciencia se le ha agotado al leonino desde el mismo momento en que vio a su hermano resucitar para darle la espalda segundos después.

No tiene derecho a hacerlo, no se lo ha ganado.

Aioros es suyo, ni de la diosa, ni de la orden, ni del mundo. Suyo.

Su hermano le debe catorce años de ausencia y él piensa cobrárselos uno a uno.

Le pese a quien le pese.

El de Leo rompe el beso y se asegura de que el mayor no escape sujetándole los brazos con una sola de sus manos. Con la otra, arranca los pantalones del arquero con fuerza, dejándolo desnudo bajo su propio cuerpo.

-Tú eres el caballero de oro de Sagitario, tú eres mi hermano mayor-suelta Aioria con la voz ronca-TU ERES MIO.

Es entonces cuando Aioros comprueba que pese a la furia, las lágrimas recorren las mejillas del leonino, y su cuerpo, antes tenso, se relaja al mismo tiempo que una sonrisa tierna comienza a adornar sus labios.

Una de sus manos consigue liberarse del agarre del más joven, y con delicadeza la posa en la mejilla del dueño del quinto templo. La acaricia con movimientos suaves y pausados al mismo tiempo que consigue que sus ojos hagan contacto con los de Aioria.

-Te amo-le susurra el arquero.

Una vez, dos, una tercera el arquero le va susurrando esas dos palabras a su hermano. A ese Aioria que va perdiendo furia y ganando tranquilidad.

-No voy a irme, nunca más-vuelve a susurrar el castaño mayor-Voy a quedarme contigo, siempre contigo.

El cosmos del leonino va desapareciendo y el arquero agradece que de alguna manera el resto de caballeros no hayan acudido para ver lo que ocurre, ese momento es solo de ellos dos.

Se lo merecen.

Se lo han ganado.

-Te amo-vuelve a susurrar el arquero, para luego levantar la cabeza y con suavidad, lograr que sus labios hagan contacto con los de Aioria.

Las lágrimas de ambos se mezclan mientras comparten ese beso que nada tiene que ver con los anteriores, los corazones van recuperando su ritmo pausado y casi parece que se sincronizan. Las manos del más joven sueltan el brazo que todavía sujetaban, y ambos, se abrazan.

Acercando sus cuerpos más de lo que ya estaban, sintiéndose el uno al otro como nunca se habían sentido.

Aioria finalmente se entrega al beso, lo reclama y se hace dueño del mismo. Lo vuelve un poco más demandante y cuando con caricias expertas obtiene que Aioros abra la boca hunde su lengua a fondo en ésta.

Apoderándose de ella y de su sabor, de cada recoveco.

Cuando por falta de oxigeno el beso se rompe, ambos se separan mirándose, con la respiración entrecortada y sin dejar de abrazarse.

Lo que ven el uno en los ojos del otro es algo que solo ellos saben, pero que da paso a la siguiente acción.

Con lentitud, Aioria se incorpora un poco y Aioros mete las manos en el bajo de su camiseta, levantándola poco a poco, revelando la piel del estomago de su hermano, luego el pecho.

Hasta que finalmente Aioria queda desnudo de cintura para arriba.

Pero eso, a los dos les parece poco.

Sin palabras, el menor lleva la mano derecha hacia el botón de sus pantalones, desabrochándolos con un solo movimiento.

Aioros no deja de mirarle, ni puede ni quiere hacerlo.

Si de niño Aioria era hermoso ahora es incomparable.

Cuando finalmente ambos sienten piel con piel, un nuevo beso les une, uno en el que se lo dicen todo.

El mayor agarra un puñado de cabello del más joven cuando este se cansa de sus labios y comienza a explorar su cuello con gula, pequeños besos de mariposa son alternados con suaves mordiscos y lengüetazos que consiguen que su piel se erice por el contacto.

Sagitario sabe que va a ser el pasivo de esto y la necesidad de que esto ocurra le está ganando por momentos. Sabe que Aioria necesita reclamarle por completo, pero él, daría lo que fuera por que le penetrara justo en este momento.

Pero le debe esto a leonino y piensa dárselo.

Así que aguanta la larga exploración de su cuello con una paciencia que va mermando pese a su hucha interna.

Aguanta cuando su hermano empieza un largo y tortuoso camino de exploración en su pecho, en cada musculo que es agraciado con un beso, en cada poro de su piel que es acariciado.

Cree que no podrá aguantar mucho más esa paciencia cuando Aioria se apodera con lengua y labios de uno de sus pezones mientras castiga al otro con sus dedos.

Murió virgen y sin saber nada de pasiones carnales, así que para su cuerpo todas estas sensaciones son tan nuevas como abrumadoras. Quiere más, necesita más.

Quiere protestar, incitar al otro a que vaya más rápido, pero como siempre, Aioria se adelanta un paso, y antes de que pronuncie una sola palabra de queja, el menor vuelve a apoderarse de sus labios, acallando así las posibles quejas.

-Sshh-susurra Aioria cuando rompe el beso-Aún no, todavía no.

Aunque el leonino vuelve a atacar su pecho, por un momento Aioros se desconcentra.

Se desconcentra pensando en como y con quien ha aprendido el más joven a hacer lo que le está haciendo.

Los celos se apoderan del arquero.

Catorce años de ausencia.

¿En qué camas habrá yacido su hermano?

¿A quién le entregó una primera vez que debió ser suya?

Una fuerza hasta ahora ausente se apodera de él, y con un rápido movimiento, consigue dar la vuelta a las posiciones. Tumba al leonino en el suelo y se sienta a horcajadas sobre su estomago.

Sabe que no es el momento pero la duda le carcome.

Necesita saberlo aunque le duela.

-Solo dime……-murmura el arquero con la voz entrecortada, con el pecho doliéndole como nunca le ha dolido-Solo dime que no fue con Milo.

El de Escorpio es una posibilidad aterradora, de pequeños siempre estaban juntos, inseparables el uno del otro. Sabe que el griego del octavo templo es pareja en la actualidad del menor de los gemelos, pero la idea de que fuese el primer hombre de su hermano le aterra.

Ni siquiera él es capaz de competir contra el escorpiano, de hecho, en asuntos de cama y sexo, nadie puede hacerlo.

Su alma llora durante los interminables segundos que dura el silencio del otro.

-No-contesta el menor apartando la mirada-Pero la respuesta no va a gustarte.

El shock llega tan rápido hacia Aioros como lo hace la silenciosa respuesta.

Milo al fin y al cabo no era la peor de las opciones.

Hay una, que duele más.

La primera vez de Aioria fue con Shura.

Con el hombre que no le escuchó cuando más necesitaba ser escuchado.

Con el que le mató.

El dueño de la Excalibur le robó algo más que la vida.

Le robó a su hermano.

A su Aioria.

El grito del leonino, mitad de advertencia mitad de sorpresa, llega al mismo tiempo que la mueca de dolor en el rostro de Aioros, que preso de los celos, ha introducido sin preparación alguna, el miembro de su hermano en su interior.

Un hilo de sangre sale de su interior y llega hasta las piernas del más joven, pero al arquero no le importa, ha sufrido heridas más graves y dolores más fuertes, este dolor, con tal de borrar cualquier huella del capricorniano que pueda quedar en su hermano, lo puede aguantar.

Pero un comprensivo Aioria no está dispuesto a lo mismo, así que con algo de fuerza sale del interior del arquero y vuelve a darle la vuelta a las posiciones.

-¿No me has oído?-pregunta el más joven con cautela mientras acaricia con cuidado la zona que el otro se ha dañado-Tú eres mío, fuiste mío desde el principio, serás mío hasta el final, lo demás no cuenta, lo demás no importa, fue un error, algo de lo que me arrepentí entonces y me arrepentiré toda la vida.

-¿Entonces por qué?-la interrogación sale en un susurro ahogado, Aioria siempre ha sido un gran sanador, y el calor agradable que siente en la zona dañada le hace sabedor de que el más joven está utilizando su técnica para sanarle.

No solo las heridas físicas.

También las del corazón y el alma.

-Porque estaba solo y perdido, sin nadie a quien preguntarle, sin nadie a quien reclamar-confiesa el menor-Y pensé……pensé que Shura me daría las respuestas que necesitaba, en el fondo, ambos nos aprovechamos el uno del otro. Yo obtuve respuestas y él……te tuvo a ti a través de mí.

El cosmos curativo del menor se apaga, pero los dedos largos de su mano derecha no dejan el lugar, acarician la zona con parsimonia, relajándola, preparándola,  aun no se adentran en el interior del cuerpo más mayor pero no hay prisa.

La cabeza del más joven desciende lentamente, sin dejar de mirar los ojos del otro castaño.

-Te quiero, Aioros. Más de lo que puedas imaginar-dice en tono suave-Nunca, por más que te esfuerces, alcanzaras a imaginar la falta que me hacías, lo mucho que te extrañaba. Ahora que te tengo de nuevo a mi lado, no te pienso soltar.

Los labios, se vuelven a encontrar y el alma de ambos se tranquiliza.

Las inseguridades son borradas con besos y caricias, con palabras dichas entre susurros y voces roncas.

La pasión vuelve a inundarles cuando el pequeño inicia un nuevo camino de besos, esta vez más apresurado, por el pecho. Ese camino va bajando cada vez más, hasta que Aioros siente el aliento de su hermano en su miembro erguido.

El escozor que siente cuando el leonino introduce el primer dedo en su interior es rápidamente olvidado cuando la boca de Aioria se apodera de su miembro.

-¡Ah!-

La exclamación sale del mayor, cuyo cuerpo, que jamás había sentido tales cosas, se estremece ante ambas caricias, una que le provoca un placer que no puede dominar, que le hace arquear la espalda y moverse con desesperación, buscando más de esa boca que tanta atención le prodiga.

La otra caricia es un poco extraña, no sabe definirla, tener algo acariciando su interior se siente entre raro y agradable.

Pero no piensa parar al otro hombre, ya nada, ni los hombres del pasado del leonino le importa, solo quiere a su Aioria, con él, en él.

Si es posible, para toda la eternidad.

Con el segundo dedo, a pesar de la felación, le es imposible no tensarse.

Aunque su hermano haya utilizado su cosmos sanador, el cuerpo de Aioros está resentido y una parte de él, quiere sacar al intruso de su interior. Pero el de Leo, en ese momento, hace algo en su glande con la lengua.

Y Aioros, ya solo siente una llamarada de fuego que no puede, ni quiere, parar.

-Ai……Aioria-

El pequeño no para, lame y traga el semen derramado por el otro con gula, baja, sube, rodea el miembro con la lengua degustando cada gota, es como un manjar al que no quiere renunciar.

Y se aprovecha de ese nuevo vicio descubierto para introducir un tercer dedo.

Aioros grita, murmura, jadea, se retuerce entre sus brazos y lucha por respirar.

Es demasiado y demasiado poco.

Es todo y es nada.

-Aioria por favor-ruega, suplica el mayor.

Pero el otro está demasiado entretenido para hacerle caso, y él necesita más.

Quiere más.

-Aioria-vuelve a llamar, con desesperación, con la paciencia agotada.

Cuando comprueba que el menor no piensa parar, Aioros, curiosamente y a pesar del placer, recuerda.

Recuerda que había una manera de hacer que el entonces infante Aioria hiciese cualquier cosa, desde entrenar, hasta bañarse y comerse sus muy odiadas verduras.

Su mote.

El apelativo cariñoso que él mismo le dio cuando era más joven y le desesperaba el comportamiento del más pequeño.

-Ori-susurra.

Funciona, funciona porque el castaño más joven deja lo que estaba haciendo y le mira como hace años que no lo hacía.

Con un amor tan intenso que desborda todos los sentidos del arquero.

Lo sabe suyo incluso antes de que el leonino, con un suave movimiento, se introduzca en su interior y lo penetre hasta el fondo.

-Otra vez-dice el del quinto templo-Dilo otra vez.

-Ori-llama el de Sagitario, en un tono suave y lleno de todas esas cosas que ahora mismo, no pueden salir de su garganta.

Aioria sale un poco, y vuelve a entrar, comienza un rítmico y lento vaivén, los susurros se convierten en jadeos mientras ambos se acoplan al compás, los besos se intercalan con las caricias, con las miradas que dicen muchas cosas.

El cuerpo de Aioros arde en fuego, en pasión.

Se siente lleno, completo por primera vez en muchos años.

Ahora sí que puede decir que ha vuelto a la vida.

-Otra vez-pide Aioria con la voz entrecortada.

-Ori, mi Ori-le concede el mayor a la vez que siente que las embestidas se aceleran y las manos de su hermano le acarician.

Los corazones de ambos pierden el ritmo, las respiraciones se aceleran. La mano libre de Aioria rodea el miembro erguido de su hermano y lo masturba al mismo ritmo de sus embestidas.

Se llaman el uno a otro, se entregan, se besan cada poco y se susurran.

Los cuerpos se tensan, se arquean, pidiendo más, solo un poco más.

Pero la pasión es cruel a veces, y les llega a los dos de una manera que no pueden controlar.

El primero en correrse es el más joven, llenando el interior del arquero con fuerza, con un grito ronco que anuncia que ha llegado al clímax más perfecto de su vida.

Le sigue por poco el mayor, dejando su semilla entre los cuerpos de ambos. Una semilla que es más esparcida cuando ambos se abrazan, se besan a pesar de que les falta el aliento.

Ni pueden, ni quieren parar.

Lo que empezó en el suelo sigue después en la cama, una, dos, miles de veces juntan sus cuerpos a lo largo de la noche.

Sin embargo, no es ni el cuerpo ni la voz de Aioros lo que despierta al leonino por la mañana.

La puerta se ha abierto de golpe, haciéndole despertar, un despeinado y sudoroso Milo le observa.

-Milo…… ¿qué?

-Levántate, ya, tienes que venir al coliseo-le apura el escorpiano, que no parece haber reparado en el estado, bastante claro, en el que se encuentra el otro hombre.

-Pero, ¿qué pasa?-pregunta el leonino saliendo de la cama y comenzando a vestirse prácticamente a la velocidad de la luz.

-Aioros ha desafiado a Shura-le anuncia Milo, que parece inmune a su desnudez-Le está dando la paliza del siglo a pesar de que somos varios los que hemos intentado detenerle.

Cuando se empieza a escuchar una carcajada sonora, el de Escorpio no sabe como reaccionar, le acaba de decir al del quinto templo que su hermano, sin razón aparente, está machacando al decimo guardián y él, se está riendo como no lo había visto reírse en la vida.

-¿Aioria?-pregunta con una mezcla entre el temor y el asombro.

-Déjame darte un consejo amigo mío-dice el de Leo cuando llega a su altura y le rodea los hombros con uno de sus brazos-Nunca le digas a Kanon con quien perdiste la virginidad.

De lo único que es consciente el de Escorpio, aparte de que Aioria se ha vuelto loco de remate, es que esa mañana termina con un Shura apaleado y con un Patriarca cabreado y anonadado.

Solo había hecho falta una frase de Aioria para que Aioros dejase de machacar al español.

-Si sigues, te echaran, y creo que ya te he dejado claro, que tú, no te vas a ir a ningún sitio. No sin mi permiso-

Notas finales:

Los reviews son gratis y se agradecen más de lo que se imagina, dejad alguno, por favor.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).