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Ojos Bonitos -En Edición- por Ari_123_love

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Notas del capitulo:

Primer capítulo de la siguiente parte :D

Sé que les dije que no iba a haber actualización en dos semanas, pero el miércoles no tuve simulacro así que terminé de escribir el capítulo. 

Aquí se hace mención de unos cuantos personajes nuevos, y en los siguientes vendrán algunos otros más. La historia ha cambiado. 

-Minho, gracias por venir…Sé que a pesar de todo este tiempo, sigue siendo extraño.- Chaerin suspiró, mientras dejaba su bolso en la mesa del recibidor.

 

-No se siente raro en cuanto a ti, Chae. Donghae en cambio…- Jadeó. –Pero, ¿qué es lo que me quieres decir?

 

Ambos vestían las ropas más sobrias que tenían, y que jamás parecerían abandonar su guarda ropas. Menos en una fecha tan específica como lo era este día. Con el paso del tiempo habían aprendido a hacerse compañía en el dolor. Si bien, no era exactamente una amistad, fácilmente podrían hacerlo pasar por eso. Pero una amistad jamás puede ser cultivada en dolor.  

 

-Minho…Han pasado diez años desde que Taemin se fue de nuestro lado…- Trató de hablar sin crearse un nudo en la garganta. –Hace diez años yo realmente quería que pagaras por haberte acercado a mi bebé.

 

-Chaerin, no comprendo, ¿a qué quieres llegar?- Minho frunció el ceño. Llevaban diez años recordando la memoria de Taemin, pero ella jamás había vuelto a tocar ese tema.

 

-Te fui conociendo, y pude conocer a mi hijo a través de ti…- Hablaba en susurros, como un largo y perpetuo lamento. -Al verte, veo que Taemin no sólo era mi niño. Tú también le amabas.- A pesar del dejo de amargura con el que lo mencionó, trató de proseguir. –Minho, no has vuelto a salir con nadie en estos diez años.

 

-No podría, no lo haría si no es Taemin…- Contestó a la defensiva, sospechando hacía dónde se dirigía esa plática, que más parecía un discurso.

 

-Por favor, Minho, yo soy su madre y nunca podré olvidar este dolor. Pero tú…Tú puedes hacerlo. Deja atrás a Taemin, sigue con tu vida, y no lamentes enamorarte de nuevo.- Entonces lo dijo. Chaerin le estaba pidiendo que siguiera adelante, que se enamorara de alguien más. Que olvidara al niño de sus ojos.

 

-No.- Fue firme en su respuesta. –No hay nadie en este mundo que sea como Taemin. Jamás querré a alguien más.

 

-¡Minho! Por favor, ¡no esperes a alguien que no va a volver!- Gritó, al punto de lágrimas.

 

-Chae…¿Qué te hace creer que Taemin no va a volver?- Minho se acercó, mirándola de manera acusativa.

 

Se escuchó una exhalación acompañar el silencio. Chaerin pasó sus manos por su cara, buscando sentarse en el brazo del sofá. Una decisión hacía ya veinticuatro años probablemente era la responsable de toda esa tragedia por la que había tenido que pasar. Su decisión. Era su responsabilidad.

 

-Minho…Tú eras el primer sospechoso de la desaparición de mi bebé, hasta que confirmaste tu coartada.- Jadeó. –Luego mencionaste a un acosador, ¿recuerdas?- Él asintió. –Hace veinticuatro años llegué a esta ciudad, con mi bebé, buscando asilo en la casa de mi sobrino…

 

-Llegaste sola…Chaerin, ¿se trata del padre de Taemin?- Minho se acercó bruscamente, siendo demandante al momento de preguntar.

 

-El padre de Taemin jamás se interesó en él. Éramos absurdamente jóvenes, y cuando se enteró que yo estaba embarazada, se fue.- Empezó a explicar. –Tiempo después, cuando ya había suspendido mis estudios, para trabajar en lo que esperaba a que Taemin naciera, conocí a alguien en el trabajo. No muy mayor que yo.- Rio ácidamente. –No aprendo de mis errores…- Escupió. –Se casó conmigo, y adoptó a Taemin. Se había encariñado tanto con Tae, lo amaba y cuidaba.- Subió la mirada, provocando que Minho se diera cuenta una vez más de que a Chaerin jamás le brillaban los ojos.

 

-¿Él es el padre legal de Taemin?- Preguntó. –Pero Taemin no lo conocía, ¿cómo es que…?

 

-Él era demasiado posesivo.- Suspiró, encogiéndose de hombros. –No le gustó que yo regresara a estudiar…

 

-¿Te hizo algo malo?

 

-Jamás.- Hizo una mueca de lado. –Él fue todo un caballero…Pero el divorcio fue inminente.- Jadeó. –Entonces llegó, la demanda legal. Él quería la patria potestad de Taemin.

 

-Imposible, tú eres su madre.- A pesar de todo, Minho siempre hablaba de Taemin, en presente, aferrándose a él.

 

-Lo intentó. Cuando gané el caso, me fui de la ciudad, sin permitirle verle de nuevo.

 

-…Entonces llegaste aquí, con Taemin…

 

-Sí. Donghae me dejó vivir con él, y me ayudó a criar a Taemin…- Se cortó su voz. –Pero todo fue en vano. Me confié, pensé que estábamos a salvo…- Sus ojos se abnegaron en lágrimas. –Debí cuidarlo mejor, estar a su lado…

 

-Chaerin…

 

-¿Ahora lo entiendes, Minho?- Cuestionó. –Taemin no va a volver.

 

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-¿Llevas todo?

 

Una bella sonrisa se curveó en un par de labios rosas.

 

-Sí, papá, tengo la maleta hecha, y ya está en el auto. Sólo falta que mueva mi cuerpo dentro de él y encienda el motor.

 

-¿Llevas el mapa? ¿El localizador?- Un ligero tono de alarma embargó al hombre mayor.

 

-¡Papá!- En cambio, el de menor edad parecía divertirse con la tensión que su padre sentía.

 

-Lo siento, me preocupa un poco que tomes una ruta nueva, Sunggie…

 

-Papá, no soy un bebé.

 

-Para mí siempre lo serás, Sunggie.- Sonrió a medias. -¿Llevas tu medicina?

 

-Una en la guantera del auto, y otra en la maleta.- Golpeó suavemente su sien, indicando que se había acordado de hacer algo sumamente importante. –Y, antes de que pregunte, llevo mis gafas, para no quedarme ciego.

 

 

-Supongo que~ ya es hora…¿Cuánto tiempo será esta vez?- Frunció los labios, haciendo ese típico gesto que le daba un aire de ser alguien bastante gruñón. Se cruzó de brazos, tratando de recuperar su posición de padre, y por lo tanto jefe, para que su hijo respondiera de una vez por todas. Recibió una risilla como respuesta.

 

-Será un mes, papá.- Fue sincero, pero no era la primera vez que se iba sólo por un mes. ¡Si todos sabían que un mes era una fecha corta en sus términos! Sus viajes solían ser de tres meses, exceptuando aquella vez a sus veinticuatro, en la que tuvo que estar el año entero en los Estados Unidos.

 

-¿Tienes que irte ahora?- Insistió. Podría ser el hombre más rudo del mundo en el trabajo, pero todos sabían que se desvivía por su hijo que simplemente se negaba a seguir el negocio familiar.

 

-Sólo se encuentra ahí…Además…- Mordió sus labios, pensando. –Nunca he ido a ese lugar, supongo que habrá tanto que no he conocido.

 

-¿Siempre has sido tan soñador?- Exhaló, rendido. Jamás podría ganarle a su hijo. –Cuando llegues al hotel llámame, ¿escuchó, joven?

 

-Usted, señor, me halaga al hablarme así.- Se burló. –Por supuesto que lo haré. Ahora, me voy. Te amo, papá.- Se terminó de despedir, para entonces salir apresuradamente a su auto e iniciar el corto viaje que tenía planeado.

 

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Minho caminaba por las calles. Admitía que se sentía algo ¿vacío? Desde que Chaerin le rogó por que dejara el recuerdo de Taemin. No quería hacerlo. Había rogado cada día de los últimos diez años el poder volver a ver esa sonrisa traviesa, acompañada por su mirada estrambótica. No se había rendido, jamás lo haría. Incluso el detective le había confesado que ya iba siendo momento para rendirse. Un secuestro no siempre es por una recompensa, había veces en que simplemente se buscaba asesinar a la persona en cuestión. ¡Pero no! Su Taemin no había muerto, lo sabía, lo presentía.

 

Jadeó. Debía de tratar de salir de ese estupor en el que vivía. Hacía rato debió haber llegado a casa de Suho, pero ahora simplemente no se sentía con ganas de ir. Cambió de dirección. Tal vez, esta vez sí lograría distraerse. Visitó el museo que había sido adoración de Taemin. Ese lugar estaba tan cambiado, pero ¿cómo no lo estaría? En diez años, y con diferentes directores a cargo, le había pasado de todo, desde cambios en la fachada principal, hasta exposiciones que nunca antes se pudo haber imaginado estarían ahí. Tomó un folleto. La exposición de ahora se trataba de un cinematógrafo que había estado ya varias décadas en el medio. Siempre le gustó la historia, no importara de qué fuera. Si se relataban hechos ya sucedidos, él era feliz…O al menos eso había sido, hasta que Taemin se convirtió en parte de su historia.

 

Ni siquiera estar en el museo le causaba algo de sanación. Todo giraba en torno a Taemin, así había sido por diez años, sufriendo en silencio ese amor que jamás pudo terminar de ser. Abandonó penosamente la exposición. Tal vez otro día, que se sintiera menos azul, le apetecería terminar de ver la que seguramente era una maravillosa exposición, puesto que se contaba desde el inicio de la vida de aquel cinematógrafo, hasta su último trabajo. Pero no ahora, no tenía ganas.

 

Tal vez volver a casa era lo mejor. Intentar dormir, lo que tanto le había faltado en los últimos días. Además, debía terminar de corregir esos trabajos que había aplazado. A pesar de todo, siguió instruyendo, tratando de hacer que aunque fuera uno de sus alumnos tomara ese gusto por la historia. Se decidió, no podía dormir, debía terminar el trabajo primero. Dio media vuelta, caminando entre la gente que ahora se encontraba en dirección contraria a la suya. Pasó entre ellos, buscando no importunar a nadie. Suspiró, mientras recalcaba que todo era color gris. No importaba cuanto miraba a su alrededor, todo era verdaderamente gris…

 

Espera…

 

¡Espera!

 

¿Quién era ese chico? Corrió por el lado de la acera donde se encontraba, a pesar de a quien perseguía se encontraba al otro de la calle. En cuanto vio una oportunidad, logró cruzarse, para poder perseguir al chico que parecía ir realmente concentrado leyendo el cuadernillo que se hallaba entre sus manos. Era su forma de caminar, el ligero movimiento que hacía con su cabeza para quitarse el cabello de la cara, terminando por pasarse un mechón de cabello detrás de su oreja con la ayuda de sus dedos. Le habían llamado la atención como una luciérnaga en medio de la oscuridad. Entonces el chico se detuvo, para poder pasar página. Minho lo vio como una oportunidad. Lo sabía, era él. Él.

 

-¡Taemin!- Le gritó, esperando una respuesta. -…Taemin…- Se acercó algo brusco, tomándole por los brazos, sin saber qué hacer después de eso.

 

Un chico de adorable cabello castaño oscuro le miraba ligeramente hacia arriba, solo para apenas poder igualar las miradas. Su mirada…Eran ojos castaños. Entonces lo notó, el brillo con el que le miraba. ¡Santo cielo! Le había asustado. Qué idiota era, había asustado a un chico en la calle, sólo por estar pensando estúpidamente una vez más en Taemin. Quizá se sonrojó un poco por lo avergonzado que estaba de haber provocado ese incidente, pero era un hombre maduro, no debía de sonrojarse así de fácil.

 

-No…Jung Tae Sung…Lo siento…- Se excusó por no ser a quien buscaba. Minho encontró algo adorable eso, el disculparse por algo que no era su culpa.

 

-Perdóname, no fue mi intención…- Quiso arreglar la situación, pero, ese rostros, la ligera forma acorazonada de los labios, la nariz, era tan parecido que le dolía. Tragó saliva, buscando palabras con las que podría expresar su disculpa. –Pensé que eras alguien…Pero fue una tontería, no debí…- Si seguía hablando a medias, sólo terminaría de ponerse en ridículo. Se relajó un poco al verle esbozar una ligera sonrisa de comprensión.

 

-No hay problema, entonces…- Susurró. Tal vez le comprendía, pero el chico se notaba aún asustado, o quizás algo menos, como sorprendido por haber sido atajado de ese modo en la calle.

 

Minho le soltó, hasta ahora se había dado cuenta que no había soltado al chico que volvió a recoger su cabello detrás de su oreja cuando sintió sus brazos libres. Esta situación era totalmente incómoda. Mordió su mejilla interna, ¿cómo salir de esto ahora? El chico revisó una vez más su cuadernillo, moviendo las páginas rápidamente. Se perdió en ese movimiento maniaco que el chico hacía. No debía de juzgar ya que él era un maestro de historia, pero podía decir que ese chico bonito era todo un ratón de biblioteca. Le volvió a observa. Su cabello era rizado, quizás por eso no se notaba tanto que lo usaba ligeramente largo, su piel era blanca, pero aun así tenía algo que todavía no terminaba de identificar, y por supuesto notó el par de piernas largas que le mantenían en pie. Ese chico realmente era bonito. Tan bonito como…

 

-Disculpe…- Escuchó a esa voz suave llamarle con algo de curiosidad. -¿Podría decirme dónde está la librería Hom Silhaeng? Sé que está en esta calle, pero no la encuentro.- Perfecto, le dio una excusa para poder salir de todo ese momento incómodo y no quedar como un raro.

 

-Ah…Sí…- Sonrió al chico. –Está algo escondida, mira,- Señaló hacia adelante. -después de los siguientes dos locales, hay un pasillo que conduce a unas escaleras que te guían hacia arriba.- Le indicó la travesía con su mano. –Ahí se encuentra.

 

-Gracias.- Hizo una gentil reverencia. Entonces siguió con su camino.

 

Minho miró como el chico en efecto seguía sus instrucciones, para desaparecer entre la gente y los edificios. ¿Qué le había pasado? Acaba de confundir a un desconocido con Taemin. Tal vez Chaerin tenía razón, seguir recordando a Taemin le hacía tanto daño… Suspiró, cubriéndose el rostro con sus manos. Todo era tan frustrante.

 

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Nunca se consideró travieso, prefería pensar que le gustaba demasiado jugar. Era juguetón. Su padre siempre fue un hombre seco y gruñón, y eso sólo había contribuido a que su propia personalidad fuera contraria. Además, el resto de la gente que le rodeaba era sumamente dulce y cándida como para permitirle tener esa visión divertida del mundo.

 

Pero ahora estaba rayando en lo absurdo. Dejó escapar una risilla mientras observaba una conveniente salida. Giró a la derecha, dándose un segundo para girar discretamente el rostro y asegurarse si ese hombre le seguía persiguiendo. En efecto.

 

Regresó la mirada al camino. Pudo ver el señalamiento hacia un bazar. ¡Perfecto! Había querido ir a un bazar, para ver si encontraba algo interesante. Pero estar en una ciudad nueva, sólo lo había hecho perderse un par de veces. Hasta ahora. ¡Sabía que era peligroso! Aun así lo encontraba sumamente divertido.

 

Taesung se acercó a un puesto donde vendían collares y pulseras. Debía de comprarle algo a Dasom, o ella se volvería loca al no recibir nada en su cumpleaños. Pero eso no era prioridad en este momento, estaba seguro que volvería otro día. Dio media vuelta, girándose al puesto de enfrente. ¡Libros! Sonrió, eran libros viejos, usados y gastados. Acarició la portada de uno; definitivamente tenía que volver ahí. Sin embargo, ahora tenía otra prioridad. Echó la mirada por encima de su hombro, dándose cuenta que él seguía detrás suyo. Su sonrisa creció aún más, decidido a caminar entre un tumulto de gente y perderse entre los puestos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Minho se acercó al lugar donde ese chico se había detenido antes de perderse entre las personas. ¿Qué estaba haciendo? No le bastó con asustarlo hacía días. Ahora, que le vio por accidente se había puesto a seguirlo por las calles. ¿Qué carajos estaba haciendo? Sabía que se debía a ese ligero parecido con su Taemin, que por eso había tenido el impulso de seguirlo por las calles. Pero, era algo más. Estaba consiente, ¿por qué no simplemente se detenía? Sentía que no podía.

 

Miró lo que el chico tocó. Era un libro de pasta dura, gastada y algo rota. ¿Le gustarían los libros? Recordó la vez anterior, cuando pidió una dirección. Aquella vez había hojeado tan rápido su cuaderno, como si supiera de memoria la posición de la página que buscaba. Esa vez le creyó un loco de los libros. Hoy en día era extraño ver a alguien manifestar su amor por la lectura en la calle.

 

Sintió la premura de alzar la vista y buscarle. Infiernos, si no le hallaba, se volvería loco toda la tarde preguntándose a dónde se había ido ese chico bonito. Agh…Lo volvió a decir, lo llamó bonito una vez más dentro de su mente. El chico era bonito, sin lugar a dudas, pero sentía que no podía decir que alguien más era bonito, si no se trataba de…Taemin. ¿Qué iba a hacer consigo mismo? Era un total caso perdido. Sin embargo, la curiosidad le mataba. Nunca había ha visto a alguien que le llamara tanto la atención como para poder llegar a decir que…

 

Físicamente, le gustaba.

 

Suspiró, perdiéndose en sus recuerdos y pensamientos. Se iba a volver loco, pero después de las palabras de Chaerin, con este nuevo descubrimiento, una parte de su cabeza le decía que sí, y la otra le seguía gritando un rotundo no. ¿Qué podría hacer? Mientras tanto, le buscaría, para saciar esa curiosidad de querer mirarle hasta encontrarle todas las diferencias, y que esas diferencias le hicieran repudiarle como a los demás. Siguió con su búsqueda, siguiendo los pasos del chico.

 

Exhaló, ¿dónde se había metido? No quería imaginarse que realmente le había perdido la pista. Necesitaba verle, cada detalle, sentirse satisfecho…

 

-¿Me estás siguiendo?- Mentiría si dijera que no brincó ante esa pregunta que vino desde un costado de él. El chico salió de ningún lado, con una enorme sonrisa en la boca.

 

-Yo…Em…No, es que…- Balbuceaba, él lo sabía, le había visto seguirle por las calles. ¿Qué iba a hacer ahora? Se sintió avergonzado de sí mismo, por perseguir a un chico, sólo por su apariencia física. No quería ni imaginarse las cosas que aquel hombre estaría pensando de él.

 

-…Si te gusto, no debería seguirme por todos lados. Mejor pídeme una cita.- Rio. Parecía alegre, como si no estuviera meditando que le había seguido por cinco calles. –Ten…- Le extendió una tarjeta. –Por si te decides a pedirme esa cita.

 

Entonces el chico se dio media vuelta, y se fue. Nunca en su vida se sintió tan sin palabras; el chico le había visto seguirle, había descifrado que le gustaba, e incluso tomó todo con buen humor y se acercó para confrontarle. ¿Qué clase de persona hace eso? Se fijó en la tarjeta que había aceptado sin poder decir nada a cambio. Jung Tae Sung. Ese era el nombre, y debajo un número telefónico que debía ser su número de celular. ¿Sería acaso que el chico estaba loco? O ¿sólo muy ingenuo como para darle su número a un desconocido?

 

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Taesung estiró sus brazos, estaba todo contractado. Se puso de pie, escuchando como su cuerpo tronaba en ciertas partes. ¿Cuántas horas estuvo en la misma posición? Caminó a la ventana de la habitación, corriendo las cortinas. ¡Estaba oscurecido! No supo si reír o estrellar su palma contra su rostro. Una vez más había trabajado hasta perder la noción del tiempo.

 

Su estómago rugió. Vaya, tenía hambre. Tal vez pedir servicio a la habitación era la mejor opción. Se dejó caer en la cama, observando por la ventana. La ciudad estaba tan viva a esas horas de una temprana noche, que quedarse en su habitación no sonaba como la mejor opción. No obstante, si se perdía a estas horas de la noche, no sería divertido.

 

Frunció los labios, le costaba decidirse. Daría lo que fuera por una de esas cenas que sus padrinos y su padre armaban el día de su cumpleaños. Pero eso era pedir demasiado. Se recostó, mientras mordía el interior de sus mejillas. Se iba a tener que conformar con el menú del hotel. Lo tomó, revisando rápidamente lo que le ofrecían.

 

Su celular sonó. Se irguió, cogiéndolo de la mesita de noche. Un número no identificado. Debía ser alguno de sus clientes, siempre olvidaba guardar sus números, así que no tenía problema alguno en contestar a cualquier llamada que tuviese.

 

-¿Quién habla?- Preguntó quizás algo irrespetuoso, pero con ese tono de voz alegre que le caracterizaba tanto.

 

-...Hola...- Escuchó a una voz dudosa al otro lado de la línea. -Soy el del bazar, el otro día...Me llamo Choi Minho...-

 

-Oh, señor Choi, usted es realmente osado al llamarme a esta hora...- Dejó escapar una corta risa. -¿Puedo saber qué se le ofrece?

 

-Amm...Yo...Quisiera...La verdad me gustaría saber sí...¿le gustaría ir a cenar...conmigo? Digo, si está ocupado, o no quiere puede...

 

¡Perfecto! Conocería la ciudad.

 

-Me encantaría conocer la ciudad de noche.- Le interrumpió. -¿Dónde le encuentro?

 

-...Erm...Sí, hay un restaurante en el centro de la ciudad....

 

Taesung anotó la dirección, rogando por que su gps no le perdiera una vez más. Después de acordar cierta hora, se despidió formalmente.

 

 

 

 

 

 

Minho colgó su celular. ¿Acababa de pasar? Le había pedido una cita al chico bonito, y él accedió desinteresadamente. Ese muchacho debía estar realmente loco como para no dudar en ir a cenar con un desconocido. Y él debía estar aún más loco, por querer ir de cualquier modo a esa cena que había concertado.

 

Sonrió como estúpido, hacía rato que no consideraba al mundo loco de atar. Tal vez se estaba arriesgando mucho, pero poco a poco esa voz dentro de su cabeza gritando no, se iba apagando.

 

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Minho le miró, el chico mantenía una interesante sonrisa en los labios, mientras jugaba con su comida. ¿En serio estaba jugando con su comida? Se veía gracioso, creando pequeños montículos de guisantes. Pero llevaba toda la noche viéndose así de agraciado. Desde que llegó y preguntó por el señor Choi en la recepción, había empezado una velada un cuanto extraña.

 

-Me alegro de que haya decidido llamarme.- El chico fue el que habló primero.

 

Minho contuvo la respiración, estaba feliz de que el chico rompiera la tensión de ese modo, pero temía a sus pensamientos: ¿le creería un demente por perseguirle y después pedirle que cenaran juntos?

 

-¿No te ha molestado?- Se atrevió a preguntar.

 

-Para nada.- Sonrió hasta achicar sus ojos. –Es la primera vez que tomo esta ruta, así que poder conocer a alguien me emociona. Siempre es bueno cuando hago nuevos amigos.

 

Suspiró aliviado, al menos el chico no le creía un acosador, patético de por sí, puesto que no había sido capaz de durar mucho tiempo fuera de su vista. Le sonrió de regreso, queriendo saber más de eso que había dicho el de cabellos rizados.

 

-¿A qué te refieres con ruta? Digo, si puedo saber.- Se aclaró la garganta, sin darse cuenta él también había terminado por jugar con la comida en su propio plato. Era, simplemente, que entre esas vagas sonrisas, y el ligero sonrojo que él mismo sabía que tenía, uno terminaba buscando distraerse con lo primero que tuviese al alcance, en este caso la comida.

 

-Oh…- Lo pensó. –Neh…No puedo decir que voy de puerta en puerta, aunque técnicamente si lo hago.- Murmuró con una risilla. –Son las puertas de las bibliotecas y librerías.- Aclaró. –Reparo libros, pero también los compro y vendo, si alguien quiere un libro, yo me encargo de buscarlo y tratar de conseguirlo. Usualmente son para colecciones de bibliotecas, o de gente extravagante y rica.

 

-Entonces, ¿podría decir que eres como un detective, pero de libros?- Minho quiso bromear.

 

-Si gusta…- Rio. –Yo también los colecciono. Me apasionan tanto los libros, que simplemente decidí meter mi vida de lleno a ellos. Tengo varias librerías que usualmente me piden contactar ciertos tomos de algunos libros, y entonces todo se vuelve un círculo…

 

-Un negocio.- Agregó. El chico simplemente asintió, mostrando una pequeña sonrisa.

 

-Y usted, ¿en qué trabaja?- Parecía, incluso, darle una mirada algo coqueta.

 

-¿Yo? Soy maestro.- No supo por qué se sintió tan apenado de decirlo, ¿qué edad tenía? ¡Se sentía como si fuera joven de nuevo, avergonzado de que le gustara el hombre joven que estaba delante de él!

 

-¿En serio?- Su mirada se iluminó. -¿De niños pequeño, o mayores?

 

-De bachillerato.- Confesó, logrando ver ese pequeño puchero en el rostro ajeno. –Lo siento.

 

-No tiene por qué. Se ha de divertir mucho, digo, la interacción con sus estudiantes.

 

Rio, al parecer se había avergonzado por algo. Minho tildó un poco la cabeza, estaba realmente encantando con lo que veía. Ese chico era magnífico. Y ¿para qué mentir? Si Taemin siguiera…con vida…probablemente sería como él. Tal vez tendría algunos detalles diferentes, como el color de sus ojos, o el rizado de su cabello, pero de igual modo, ese chico sería más o menos de la edad de Taemin, ¿no?

 

-Hace unos años, sí…Ahora, me temo que me han de ver como el abuelo que aún trata de seguir la moda…- Tosió, con algo de gracia.

 

-¡Por favor! ¿Un abuelo? Usted no se ve tan mayor, ¿qué edad tiene?- Preguntó sincero, mirándole con ojos ávidos de querer saber.

 

-Tengo 42, joven Jung.- Declaró.

 

-¡42!- Sus ojos se abrieron aún más. -¡Usted no es mayor! Tiene una muy buena edad.

 

-¿En serio lo crees?- Hizo una mueca alegre. -¿Qué edad tienes tú?

 

-Tengo 27…bueno, dentro de unos meses cumplo 28.- Murmuró, escondiendo su rostro, y un quizás leve sonrojo.

 

Veintisiete años…El chico aparentaba mucha menos edad. Pero, por la manera en que se vestía y hablaba, era fácil adivinar qué promedio de edad debía tener, incluso llegar a pensar que tenía más. No había errado, si Taemin siguiera ahí, debería tener más o menos la misma edad que el joven Jung. Suspiró, no estaba bien lo que estaba haciendo, pero no había podido detenerse. Se repitió las palabras que Chaerin le había dicho, que dejara ir a Taemin. No, si tenía a alguien tan parecido, sentando en frente, lo único que podía hacer era compararle con lo que debió haber sido su amado Taemin. Sin embargo, también resaltaba las diferencias, y aunque no fueran muy notorias, estaba ahí, recordándole que el chico a quien había seguido por las calles se llamaba Jung Tae Sung. Le miró, ojos café oscuro, cabello de un castaño diferente, muy rizado, tenía una piel blanca, pero con ese ligero tono de haberse quemado alguna vez en alguna ida de vacaciones a la playa. Se descubrió queriendo conocer cada detalle que volvía diferente a Taesung, del fantasma de Taemin que idolatraba a pesar de los años.

 

-Casi treinta…- Murmuró, haciendo un redondeo de la edad del más joven.

 

-¿Lo ve? No son tantos los años de diferencia.- Fue alegre su punto de vista. Minho entendió que este chico veía las cosas siempre de manera optimista. Deseó poder seguir descubriendo cuán optimista podría llegar a ser baja cualquier circunstancia. Lo admitía, estaba más que encandilado. No lo entendía, en diez años no había sentido nada, y ahora era como si descubriera estos sentimientos por primera vez, sabiendo que más bien los estaba desempolvando. Definitivamente, el paso de los años había causado más estragos en él, de manera emocional, que de manera física.

 

-Disculpe…- Se veía apanicado, probablemente por el silencio que hubo por largos segundos. Minho se dio cuenta que había quedado atrapado de nueva cuenta en sus pensamientos. -¿Puedo preguntarle por qué le gusté?

 

No era un secreto que le gustaba, por algo le había seguido por todo el bazar. Sonrió, alegre de saber que en vez de causarle miedo, lograba despertar la curiosidad en el chico. Se aclaró la garganta, tratando de aminorar las cosas, nada podía hacer que sonara más suave el hecho de que le había visto dos veces en la calle, y a la segunda decidió seguirle con tal de saber quién era. Y lo había conseguido, no sólo saber quién era, sino también hablar con él, y ahora mientras cenaban, se daba cuenta que si había valido la pena.

 

-Fue tu cabello.- Señaló, con cuidado de no ser irrespetuoso. –Eres como un diente de león, pero a la inversa.- La cara de desconcierto de su acompañante le obligó a explicarse. –Tu cabello es muy rizado, y a pesar de eso se pueden ver definidos cada mechón, son como las cipselas de esa flor. Además, es castaño, entre oscuro y rojizo. Por otro lado, tú serías el tallo. Eres de color claro, eres un diente de león invertido.- Explicó todo de un tirón, tratando de no ridiculizarse más de lo que ya había hecho a lo largo de sus breves encuentros y esta velada.

 

-Un diente de león…- Murmuró. –Usualmente las personas me describen como delgado, flacucho…

 

-Yo, no quise…

 

-Me gusta más la idea de ser un diente de león.- Sonrió cálidamente, encariñándose con la idea de ser tan extraña planta. –Hay muchas hadas que se disfrazan de dientes de león.

 

-¿Hadas?- Alzó una ceja. Recapituló brevemente, ese chico tenía 27, y acaba de mencionar a las hadas. Adorable.

 

-Oh sí, las hadas fieles sirvientes de la naturaleza.- Suspiró. –Amo las historias de hadas, sobretodo…- Minho le escuchó hablar, esa historia que tan delicadamente pronunciaba con su boca. Acababa de darse cuenta que los labios del chico eran de un delicado color rojo, haciendo que resaltaran en su rostro de tez blancuzca. Tenía que conocerle, entender si esto nuevo era una segunda oportunidad de la vida, enterarse si podría llegar a amar de nuevo. -…Entonces las hadas se reunieron, escondiendo el tesoro para siempre.

 

-Ha sido una encantadora historia.- Concedió.

 

-Lo sé. El autor debió haber sido un ferviente amante de las hadas, como yo.

 

Minho hizo una nota mental, al chico le encantaban las hadas. Debía de recordarlo. No pudo evitar reír a cada cosa que le dijera, después de eso. El chico era sumamente inteligente e interesante, tenía esa visión del mundo tan alegre que podía llegar a considerarse más que ingenua.

 

Conversaron por un rato más, a pesar de ya haber acabado la cena. No se dieron cuenta del paso del tiempo, hasta que era realmente tarde. Entonces Taesung se disculpó, para poder dar fin a esa cena.

 

Minho le acompañó a la entrada, donde el chico le dio el boleto de su auto al que los acomodada. Minho le hizo reír, diciendo algo absurdo. Pero el mismo se quedó sin aliento cuando observó el caro auto rojo que el joven manejaba. Taesung agradeció a quien se lo trajo y después se giró para observar a Minho.

 

-Gracias por invitarme a cenar...- Sonrió. -Fue muy divertido hablar con usted.

 

-Gracias por aceptar la invitación.- Murmuró.

 

-Espero que no sea la última vez que le vea.- Arrugó la nariz tiernamente.

 

Minho se quedó sin palabras, no sabía cómo responder a eso. Abrió la boca, sin tener algo que decir, así que terminó escupiendo lo primero que le vino a la mente.

 

-Lindo auto.

 

El chico rio, mientras se acercaba a la puerta del conductor. Entonces tomó una gran bocanada de aire para tranquilizarse y después agradecer por el cumplido con un simple movimiento de cabeza.

 

-Adiós, señor Choi Minho.

 

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Minho miró su celular. Nadie solía llamarle a estas horas, las clases recién acababan, era extraño. Dejó de lado las tareas que estaba calificando y tomó la llamada, más por curiosidad que por querer atender algo que podría ser urgente.

 

-¿Yuh-ba-sae-yo?- Se entretuvo con su lapicero.

 

-Señor Choi...- Escuchó aquella voz agraciada que le llamaba tan formalmente. -Soy Taesung, espero no estarle importunando.

 

-No realmente...- Sonrió. -¿Qué es lo que se te ofrece, joven Jung?

 

-Em...Bueno, hoy en la mañana me perdí un poco...- Se escuchó una risita. -Y hoy en la tarde tengo una cita importante, no puedo llegar tarde y no quiero perderme.- Explicó. -¿Le molestaría ayudarme a llegar?

 

Minho rio, nunca había conocido a alguien que pidiera a alguien más, ayuda, en vez de sólo pedir las instrucciones. Obviamente ese chico no tenía ningún problema con su orgullo. Se enterneció ante aquella llamada, era demasiado hilarante.

 

-Por supuesto, joven Jung.

 

-Espero no interrumpirlo. ¡Gracias!- Se escuchó aún más alegre.

 

 

 

 

 

 

Ahí se encontraba, frente al hotel donde aquel chico Jung estaba hospedado. Le vio salir, parecía que ese chico jamás se despedía de la sonrisa que le acompañaba en todo momento. Le saludó con un ligero movimiento de mano. Taesung regresó el saludo, acercándose rápidamente. Tenía una libreta bajo su brazo, lo cual causaba risa, ya que en su espalda colgaba una mochila. Entre más lo veía, Minho cada vez le creía más loco, pero le agradaba esa locura, era refrescante.

 

-Gracias por venir…- El chico hizo una mueca. –Sé que está demás que le pida esto, y no quiero interrumpir alguna actividad que usted haya tenido.

 

-Está bien, no te preocupes.- Minho le calló. –Ahora dime, ¿a dónde quieres llegar, exactamente?

 

Taesung sacó su celular y buscó la dirección, para después mostrarle el texto que resaltaba en la pantalla. Minho frunció los labios, pensando. Sabía dónde estaba, pero debía de pensar en una ruta no tan enredada, para que el chico no se confundiera.

 

-Ya sé cómo llegar.- Sonrió. Admitía que le agradaba la idea de que el chico le considera lo suficientemente de confianza como para pedirle este favor. Pero él lo había dicho el día de la cena, era la primera persona que conocía de ahí. Es normal apoyarte en quienes conoces. Después conocería a más personas, tendría más contactos, y entonces dejaría de pedirle esas pequeñas ayudas.

 

-¡Gracias! ¡Gracias!- Su rostro se iluminó aún más. –Ahora…No quiero que piense que lo estoy tratando como chofer o algo por el estilo.- Agitó sus manos en negación. –Sólo necesito instrucciones claras y no las del maldito aparato ese que viene en el auto.- Se quejó. -¿No le importa si vamos en mi auto? Puede estacionar el suyo en el lugar que estoy ocupando…

 

Minho abrió los ojos por completo. ¡Ese bello auto rojo! ¡Era deportivo! Necesitaba subirse a ese auto, era el sueño de cualquier hombre en la tierra. Se negó, aceptando ir de copiloto para poderle dictar las instrucciones al chico que, a lo que había entendido, se perdía muy fácilmente, y más en esa ciudad que desconocía tanto.

 

-¡Muchas gracias!- Hizo varias reverencias, agradecido. –No sé cómo pagárselo, señor Choi…

 

-Minho.- Cortó a secas. –Empecemos con que me digas sólo Minho, no señor Choi.

 

-Mm hmm…- El chico asintió, de nuevo con esa gran sonrisa en el rostro.

 

El camino fue rápida, gracias a Minho les fue fácil llegar. Por supuesto que aquel joven no le iba a hacer esperar en el auto, así que le invitó en acompañarle. Ahí fue cuando Minho vio cómo y de qué se trataba el trabajo de aquel chico. Habían llegado a una librería, de esas viejas, que venden libros demasiado específicos, o demasiado ambiguos. El hombre que les atendió ya era mayor, pero eso no evitaba que le brillaran los ojos como a Taesung cuando hablaba de libros. Mencionó el título de una colección, Taesung la anotó. Y tras varias preguntas acerca del autor, edición, editorial, e incluso lugar de publicación, el chico se comprometió a traer la colección dentro de tres meses.

 

Minho le miró sorprendido, ese chico realmente parecía un detective. Les observó terminar de ponerse de acuerdo, y después se despidió junto a Taesung, para regresar al auto. Toda la vida creyó que le gustaba leer, puesto que era amante de la historia, pero a comparación de este hombre joven, se sentía un total inepto.

 

-Así que por esto viniste…- Inició una conversación mientras volvían al hotel.

 

-¿Ah? No realmente…- Masculló. –Ese hombre es hermano de un cliente mío, me pidió que le visitara cuando supo que vine aquí.- Aclaró. –Vine por un libro, para mi colección personal.

 

Vaya, tiene una colección personal, pensó Minho. Ese chico era totalmente fascinante.

 

-No pensabas volver…

 

-Eso depende de cómo me irá este mes.- Rio. –Sólo vine por un libro, pero también vine dispuesto a conseguir más clientes.- Comentó con gracia.

 

-Ahora tienes que volver…Dentro de tres meses.

 

-Neh…No sé cómo lo lograré.- Admitió. –Pero nunca defraudo a mis clientes.

 

-Tu sentido de la responsabilidad es muy alto.- Le molestó.

 

-Que grosero es, tengo 27 años, no 8.- Se quejó, con algo de burla hacia su persona.

 

Minho no pudo evitar reírse, realmente aquel chico era divertido e interesante. Para ser una persona joven no actuaba conforme a su edad, pero también tenía esos detalles que si le correspondía, y le hacían verse como un collage de lo que sería el hombre perfecto dentro de una sociedad. Al llegar, Minho hizo una reverencia, despidiéndose del chico. Sabía que no iba a dejar que esta fuera la última vez que se vieran. Cuando le miraba, simplemente se dejaba incluir en el rato, riendo más de lo que haría en un día común y corriente.

 

-Buenas noches, Minho. ¡Gracias por la ayuda!- Batió su mano, despidiéndose antes de entrar al hotel. Ese chico era una luciérnaga en la oscuridad.

 

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-¡Minho! ¿Qué haces aquí?- Dara había atendido la puerta después de haber escuchado el timbre sonar, y se llevó una sorpresa al ver a Minho a esa hora del día.

 

-Necesito hablar con Chaerin…- Hizo una mueca. No era raro que esos dos hablaran, compartían un extraño dolor que les había hecho comprenderse, a pesar de que no terminaban de entender la naturaleza de cada uno.

 

-Lo siento, ella no está aquí.- Hizo una mueca de consolación. –Tuvo que ir a las oficinas…Pero, pasa.- Insistió en hacerle entrar. –Te ves terrible.

 

-Me siento terrible.- Admitió.

 

Dara le obligó a entrar hasta la cocina, donde preparó té y le sirvió un poco. Minho realmente se veía afligido, fuera de lo normal, así que era algo de llamar la atención. Tildó la cabeza hacia un lado, como si le examinara. Ese hombre era bueno, sólo había cometido un error en su vida, y por más que quisiera seguir recriminándoselo, ya no se podía hacer mucho al respecto.

 

-¿Qué es lo que pasa, Minho ah?- Preguntó amablemente, él realmente se necesitaba hablar, se le notaba.

 

-Hace días, cuando lo de…Taemin, Chaerin habló conmigo.- Jugó con el asa de su té. –Me dijo que debería dejar ir el recuerdo de Tae, y que tal vez debería enamorarme de nuevo.

 

Dara le miró sorprendida, había sido amable de parte de Chaerin desearle lo mejor, pero también lograba vislumbrar la decepción en las palabras de Minho. Aun así, había algo más.

 

-Eso no es todo, ¿verdad?- Cuestionó.

 

-Después…- Tomó un largo suspiro. –Conocí a un chico.- Curveó su boca. –Es extraño, muy extraño…Supongo que porque viene de otra ciudad…- Murmuró. –Y hay algo dentro de mí que simplemente le quiere apartar, pero también me llama demasiado la atención y no puedo quitarle la mirada de encima.

 

-¿Te gusta?- Frunció el ceño, pensativa.

 

-No lo sé…- Admitió. –Hay algo en él que me hace sentir bien, como si dejara atrás mis problemas, pero eso mismo es lo que me hace sentir mal después, porque sé que él no es Taemin.

 

-Tal vez Chaerin tiene razón, déjale ir…- Susurró. –Así podrás saber qué está pasando con este chico, ¿no lo crees?

 

-Neh…Pero, no lo sé, es algo más…- Se quejó. –Sé que es algo más, que no he podido descifrar aún.

 

-Si no te atreves a conocerle, jamás lo llegarás a comprender.- Declaró. –Ahora me has causado mucha curiosidad, quisiera algún día conocer al chico del cual hablas.

 

-Yo también quisiera hacerlo, Sandara…

 
Notas finales:

Ya saben que siempre espero su opinión, y espero que les guste, y que les cause curiosidad hacia dónde van las cosas ^w^ ¡Besos!

 


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