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Ojos Bonitos -En Edición- por Ari_123_love

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Notas del capitulo:

Me tardé mucho en actualizar :C Por suerte logré acabar el capítulo tal y como lo quería, así que he tratado de subirlo cuanto antos ^-^  A partir de ahora, las cosas darán muchos giros de nuevo♥

Taesung se encontraba en su despacho, pasando las hojas de un libro, revisando su estado. Empujó sus gafas, reacomodándolas ya que se habían bajado un poco por el puente de la nariz. Estaba algo cansado, así que tras estirarse y bostezar, decidió ponerse de pie e ir a la cocina, buscando algo que comer. Miró dentro de su refrigerador, encontrando apetecible una rebanada de jamón.

 

Entró a su sala principal, recostándose en el sofá. ¿Debería de ver una película? Tal vez debería de ordenar algo de comida. Resopló, se encontraba tan aburrido. No tenía mucho que hacer, tenía algunas semanas sin salir a alguna ciudad, y también tenía más que unas semanas pensando en Minho. Frunció los labios, quería verlo. Se cubrió la cabeza con un cojín, dios quería gritar al darse cuenta que una vez más estaba pensando en Minho.

 

Escuchó su celular sonar. Se levantó perezosamente del sofá, acercándose a su mochila, donde había dejado ese aparato. Miró el número en la pantalla. Era Minho. Sonrió, idiota, tal vez debería pensar más en él, así Minho le llamaría más seguido. No se demoró más en responder, alegre de escuchar a Minho.

 

-¿Yuh-ba-sae-yo?- Se recostó en el sofá, dejando sus lentes en la mesa de centro.

 

-Eh…Tae…Soy Minho…

 

-Lo sé…- Murmuró con una pequeña risilla. -¿Qué se le ofrece?

 

-Eh…yo…q-quería…- Tartamudeó. –No te pregunté cuando ibas a volver…Quería saberlo…

 

Taesung cubrió su boca, evitando reír. Minho había dudado al preguntar. Lo creyó tierno, así que se decidió a responder rápidamente, en vez de molestarle.

 

-No lo sé…-Meditó. –No tengo alguna vuelta por allá en un rato…

 

-Oh…Entiendo…

 

Taesung sonrió, definitivamente esa no era la respuesta que quería darle. Quería ver a Minho, y estar con él, así que pensó en algo rápido. Una fecha que no tuviera ocupada, o al menos tan ocupada. ¿Cuándo podría ir a esa ciudad? Tal vez debería revisar si sus clientes no ocupaban otra visita.

 

-¿Sabe? Puedo ir…después de mi cumpleaños…- Pronunció lentamente.

 

-Falta mucho para eso, aún.- Le escuchó quejarse.

 

La sonrisa en su rostro se ensanchó. ¡Minho recordaba la fecha de su cumpleaños! Ahogó un suspiro, cubriendo su rostro con su brazo. Tras tranquilizarse, se descubrió el rostro, volviendo a estar atento a la llamada.

 

-Realmente lo siento, pero no puedo ir antes…- Se lamentó.

 

-No te preocupes, lo entiendo…- Probablemente Minho estaba haciendo una mueca. –Supongo que…

 

-¡Minho!- No, no quería dejar de hablar con él. -¿Qué está haciendo?- ¡Oh dios! ¿Qué edad tenía? Sonaba como un adolescente haciendo esa pregunta.

 

-…Trabajo, joven Jung. Estoy revisando tareas.- Tras una suave risa, Minho le respondió.

 

-¿Tan tarde? Son las nueve.- Se encontró sorprendido, a pesar de que no debiera. Él mismo trabajaba hasta tarde.

 

-Los maestros nos llevamos muchos más trabajos a casa, de los que en realidad nos pagan.- Comentó. –Y tú, Tae, ¿qué haces?

 

-Ah…Observo el techo.- Rio. La verdad, ya se encontraba incómodo, así que se giró, quedando recostado sobre su vientre, sacudiendo sus pies al aire. –Bueno, ya no…Estaba tomando un descanso, cuando llamó…Pensaba ordenar algo para cenar…

 

-Te interrumpí, ¿verdad?- Sonaba preocupado.

 

-No…- Sonrió. –Estaba pensando en usted, también.

 

-¿A sí?- Le escuchó preguntar sensual. -¿Qué pensabas?

 

-Que quiero verle…- Se sonrojó. –Y usted ha llamado en el momento indicado.

 

-Me alegro…Aunque admito que estuve considerando llamarte desde hace rato.

 

Taesung escondió su rostro en el sofá, no sabía quién de los dos estaba ganando en eso de avergonzarse a sí mismo. Minho no era muy elocuente al momento de hablar por teléfono, y Taesung se encontraba como puberto, rogando que la llamada no terminara así de rápido.

 

-Gracias…

 

-¿Por qué agradeces, Taesung ah?

 

-Por haberme llamado.- Mordió su labio inferior.

 

-No me agradezcas, yo…Te extraño…- Admitió el motivo de su llamada.

 

-Omo…- Sintió su rostro arder, Minho le extrañaba. También le extrañaba, tanto, no supo si gritar o no sólo. Quería decírselo, pero nada salía de su garganta.

 

-Supongo que es tarde…Ordena algo para cenar, y descansa.- Le mandó. –Estaré esperando ansioso el día que vengas…Buenas noches, te quiero.

 

Entonces la llamada terminó. Taesung se quedó anonadado, su boca abierta, sus ojos grandes. Minho le había dicho que le quería. ¡Minho le quería! Súbitamente el aire le faltó, su corazón corría absurdamente rápido, y su rostro debía de ser del color de un tomate maduro, puesto que lo sentía arder por completo. Minho le quería…¿Por qué no le respondió? Oh cielos, quería devolver la llamada, decirle que también le quería, pero no quería verse tan desesperado. ¡Idiota! Se golpeó la frente, debió habérselo dicho de inmediato, no dejar que colgara.

 

Volvió a enterrar su rostro en un cojín, ahogando un enorme grito en él. ¡Minho le quería! ¡Minho le quería! Canturreó dentro de su cabeza, absurdamente feliz. Sí, definitivamente, quería a Minho, quería verlo, hablar con él, abrazarlo. ¡Agh! Lo quería desesperadamente.

 

Se jaló el cabello, ansioso, si Minho le quería, entonces las cosas iban mucho más rápido de lo pensado. Todo era como un sueño, apenas real. Y se acababa de percatar de eso, gracias a esa llamada telefónica. Se puso de pie, saltando absurdamente por todos lados, tratando de tranquilizarse.

 

Exhaló, abriendo y cerrando sus puños al aire, aún faltaba algo para su cumpleaños, así que tenía tiempo para pensar las cosas. Gustaba, y mucho, de Minho, le encantaría tener una relación formal con él, y no tenía ni la más mínima idea de cómo hacer que eso pasara. Frunció los labios en un puchero, esta situación por mucho era la más complicada que alguna vez vivió. Hasta donde podía recordar.

 

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Minho llegó a la sala de maestros, dejando sus cosas en la mesa de su cubículo. Había sido un día largo, quizás no tan difícil, pero la noticia que le habían dado le quitaba mucho el ánimo. Dejó escapar una exhalada, mientras tomaba asiento.

 

Las cosas sólo pudieron mejorar con la mirada acusativa de Kibum. Minho rodó los ojos, ¿ahora qué? Se apartó de su escritorio, cruzando sus brazos a la defensiva, puesto que Kibum le miraba con esa típica mirada de regaño, que venía seguido por un gran sermón.

 

-¿Ahora qué hice?- Se quejó. –Me miras como mi madre.

 

-Minho, siempre te he mirado así.- Kibum torció los labios. –Sé lo que pasó, lo siento.- Trató de consolarle. –Todo tiene un fin, ¿no?

 

-Aunque no quiera…- Jadeó.

 

-Minho, ¿aún sales con ese chico?- Ahí estaba, la razón por la que Key estaba a punto de regañarle.

 

-Sí.- Pero no iba a mentir, salía con Taesung, y de hecho, quería algo más serio con él.

 

-¿Por qué lo haces?- Le miro serio, esperando una respuesta.

 

-Él me gusta.- Tamborileó su pluma contra la mesa. –Me hace reír, y me provoca la sensación de que no quiero perderle…Independientemente de su parecido…- Hizo una mueca. –Sé que estás preocupado por eso. Pero…Yo sé que él no es Taemin, y no puedo ilusionarme con eso. Se parece tanto en algunos aspectos, y en otros es totalmente diferente.- Se encogió de hombros. –Y créeme que lo pensé. Sin embargo, aun cuando esas diferencias sean solo latentes, me gustan.

 

-¿Realmente buscas una oportunidad con él?- Le preguntó.

 

-Neh…

 

-Más te vale que no le lastimes, porque tú también saldrás lastimado.- Le advirtió, dejando por la paz el tema.

 

Ambos maestros se pusieron a hacer su trabajo, ignorando ya la plática. La tarde entonces empezó a correr rápidamente, hasta que la hora de salir llegó. Minho tomó sus cosas desinteresadamente, diciendo una vaga despedida a sus compañeros presentes en la sala, y salió de ahí.

 

Seguía molesto por su día, y lo peor es que tenía que dar la noticia. Sabía que no sería prudente decírselo de buenas a primeras a Chaerin, tendría que pensar una manera amable de decírselo. Entonces mejor se lo diría primero a alguien que no se lo tomara a pecho.

 

Llegó a su auto, dejando descuidadamente sus cosas en el asiento del copiloto, pensando en la ruta que tomaría. Ya sabía a quién acudir primero, y si tenía suerte, lo encontraba solo. Era extraño como no se encontraba molesto, sino decepcionado, de sí mismo y su poder de convencimiento, de no tener más poder autoritario en la escuela. De no poder dar sus verdaderos motivos…

 

 

 

 

 

 

Exhaló, aparcando el auto enfrente de aquella heladería que ya no solía frecuentar muy a menudo. Hizo una mueca, en lo que se decidía a entrar. Para su suerte, el lugar no estaba lleno, sólo un par de personas que estaban comprando y que se irían de inmediato, en vez de quedarse a comer el helado ahí.

 

Minho sonrió, nostálgico, ese lugar había significado tanto, y ahora nada…

 

-¡Wonshik!- Llamó a la persona que atendía, una vez que los clientes se fuero.

 

-¿Choi seonsaengnim?- Ravi le miró desconcertado. -¿Qué se le ofrece?

 

Minho se encogió de hombros, no sabía cómo abordar el tema.

 

-La heladería sigue igual que antes…- Trató de darle vueltas al asunto.

 

-Tiene qué, es el único lugar al que puedo venir cuando el estrés del trabajo me sobrepasa.- Ravi se había empezado a hacer cargo de la heladería desde hacía un par de años, más como hobby, sólo por mantener el recuerdo de su abuelo y su padre.

 

-Entiendo…- Jadeó. – Vine para informarte que…

 

-¡Me cansé!- Un estruendoso grito se escuchó en la bodega, siendo seguido por un molesto Kai haciendo desbarajustes. –No sé por qué me mandas a ordenar algo que jamás tendrá orden…

 

-¿JongIn?- Minho alzó una ceja, sorprendido de verle. –Creí que ya te habías ido a China.

 

-Qué más quisiera…- Rodó los ojos, fastidiado.

 

-¿Y dejar a este loco subirse a un avión que lo llevará a otro país?- Ravi se vio horrorizado. -¡No! Iré con él, pero hasta la semana que entra.

 

Minho rio, esos dos se había vuelto aún más unidos (si es que podía ser posible) después de lo de Taemin. A nadie le había sorprendido. Era algo que, incluso, se había visto predicho.

 

-¿A qué vino, seonsaengnim?- A pesar de todo, el tono ácido y mordaz en la voz de Kai, hacia Minho, jamás desapareció, aunque hoy en día no significara nada.

 

-Pues…yo…- No, tal vez no sería buena idea que Kai lo supiera, después de todo su estabilidad mental no había sido la mejor en los últimos años.

 

Y ese gesto fue algo que Ravi notó. Minho no quería mencionar nada frente a Kai, y debía tener algún motivo. No evidenció, en cambio, tomó a Kai por los hombros, acercándole y regalándole un beso en la mejilla, provocando que el contrario se coloreara de rojo intenso, para después fruncir el ceño y golpearle en el brazo que le había sostenido.

 

-¡Te he dicho que no hagas eso frente a las personas!- Se alebrestó, haciendo una rabieta enorme, para después regresar a la bodega y ordenar, lo que según él, era inordenable.

 

Minho rio, Ravi a fin de cuentas había sido el único que se quedó a lado de JongIn, entendía cada aspecto de él, y no se le complicaba el saber manejarlo, aunque el otro no lo supiera. Pero, lo más importante, es que le quería, y compartían algo que les obligaba a jamás separarse.

 

-¿Ahora sí puedo saber a qué vino?- Comentó serio.

 

-Esta mañana hablé con el directo y el consejo.- Minho exhaló. –Ya no piensan hacer el tributo de cada año hacia Taemin…- Torció los labios en una mueca triste. –Este año será el último.

 

-¿Qué? ¡No pueden!- Se sorprendió, pasando al enfado rápidamente. –Taemin era estudiante del instituto cuando desapareció, es lo menos que pueden hacer en su memoria…

 

-Lo sé, lo sé, y traté de apelar a ello…- Jadeó. –Pero, ellos ya no le encuentran el sentido. Después de que Donghae se fue de la escuela, ya no queda alguien directo a quien le afecte la desaparición de Taemin…

 

Ravi, entonces, suavizó su expresión, entendía perfectamente que aquel maestro sufría por nunca haber podido admitir libremente el amor que sintió por, y tuvo con Taemin. Asintió, tratando de comprender a la escuela, pero de igual modo dolido por la frialdad en que fue tomada la decisión.

 

-La razón por la que se hará este año, es porque me comprometí a organizarla yo mismo…- Exhaló. –Aún no sé cómo decírselo a Chaerin.

 

-Ella creerá que ya nada le queda de Taemin…- Ravi asintió. -¿Qué piensa hacer?

 

-Por ahora, organizar el tributo…Trataré una vez más de hablar con el consejo…Aunque no tenga mucho poder como para lograr cambiar las cosas…Si no, tendré que hablar con Chaerin…- Hizo una mueca, aceptando las cosas. No iba a poder hacer mucho, a pesar de que lo intentara, estaba consciente de ello.

 

-Entiendo…Si ocupa algo, puede venir aquí…- Ravi se ofreció.

 

-Gracias…

 

Entonces Minho se despidió, aún aturdido por tan exhaustivo día.

 

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Taesung se encontraba de brazos cruzados, con el ceño fruncido. Había esperado semanas para su cumpleaños y… ¡A quién engañaba! Lo único que esperaba de su cumpleaños, con tantas ansias, eran los regalos, una actitud infantil que había conservado, en vez de dejar de esperar que todo el mundo se detuviera el día de su nacimiento para postrarse a sus pies y darle un obsequio.

 

Y ese no era el problema, ya tenía regalos de todos sus cercanos. Dasom, Zinni, Hongbin, Jaehwan, Kwonho, ¡incluso Moonkyu que nunca estaba en el país le había dado un regalo! Excepto por su padre. Aun esperaba, con la poca paciencia que le restaba. Resopló, frunciendo los labios aún más, pensando ilógicamente en no divertirse en su propia fiesta de cumpleaños.

 

-¿Qué ocurre, cariño?- Taekwoon le llamó, usando el único apodo dulce que su propia personalidad seria se permitió darle. Taesung se arrellanó más en el sofá, observando como el jugo en su vaso había desaparecido por completo, en vez de corresponder al llamado de su padre.

 

-Oh, miren, el gatito está enojado.- Zinni rio, acariciando la mejilla de su ahijado. –No seas malo, Taekwoonnie, ya dale su regalo.

 

¡Ja! Sabía que su padre le había comprado un regalo. Sí, sabía que estaba siendo infantil, pero demandaba un regalo de parte de su padre. Era la persona que más le había consentido en la tierra, por ende era quien le había creado así, no podía ir en contra de su naturaleza caprichosa, cuando lo único que deseaba para terminar de tener un buen cumpleaños era el regalo de su padre.

 

Siguió maquinando excusas hacia su comportamiento, hasta que escuchó a su padre reír. Eso era, o muy buena señal, o una clara señal que aquel regalo iba a ser una trampa para un futuro chantaje sobre la empresa. Realmente deseaba que fuera lo primero, y así poder regodearse en la buena suerte que tenía de haber nacido en el seno de aquella familia tan amorosa que tenía.

 

-No debería darle nada, es divertido verlo hacer pucheros…- Taekwoon se cruzó de brazos, imitando a su hijo. –Pero, no me dejarás en paz hasta que te lo dé, ¿cierto?- Taesung asintió rápidamente ante la pregunta de su padre, haciendo una mueca tierna para terminar de convencerle. Tenía más que entendido que era la debilidad de su padre, y por eso en los momentos críticos las personas recurrían a él para poder saber qué hacer o decir cuando se trataba de su padre.

 

-Es mi cumpleaños…- Insistió, mirándole. Una competencia sobre quién podía tener la mirada más inquisitiva se llevó acabo entre Taekwoon y Taesung. Obviamente el padre iba a ganar, tenía más años siendo así.

 

-Está bien…- Exhaló. Pero su hijo siempre conseguiría lo que quisiera. –Está en la cocina, ve por él.

 

Taesung se levantó en un brinco, alegre de poder obtener lo que quería. Corrió a la cocina, para poder encontrar tan ansiado regalo. Una caja pequeña y algo alargada de un sutil naranja cobrizo, con un listón dorado, le esperaba en la mesa de la cocina. No dudó en abrirla, encontrando una pluma estilográfica antiquísima, de al menos 1880. La tomó, descubriendo un pequeño grabado en oro, que debía de estar en francés –tendría mucho sentido, datando la fecha de la invención de la pluma- y que para él no fue difícil leer. ¿Cuántas historias no se escribieron con ella? ¿Cuántas cartas? Sonrió, terriblemente emocionado, su padre siempre era el mejor dando regalos. Dio pequeños saltitos de emoción, dispuesto a regresar donde los demás y agradecer por el regalo.

 

No dudo en saltar sobre su padre, abrazándole por los hombros, a pesar de casi no alcanzar el suelo debido a que su padre era un hombre gigante. Él realmente era el mejor padre del mundo, nadie podría jamás igualarle. 

 

-¡Abeoji!- Sonrió de oreja a oreja. –Gracias, gracias, gracias.

 

-Oh, miren, Sunggie me quiere…- Comentó con su usual seriedad, que en este caso sonaba sardónica.

 

-Yo sí le quiero.- Frunció los labios. –Pero intento ser como usted, y no expresarlo jamás.- Se burló.

 

Taekwoon rodó los ojos, soltando los brazos de su hijo para dejarlo caer de regreso al suelo. Le apretó la nariz, como si aún fuera un niño pequeño, a quien le encantaba hacer travesuras y burlarse de la gente.

 

-Ve a mi despacho, si encuentras la tinta de oro que compré, es tuya.- Le retó a buscar la siguiente parte de su regalo.

 

Taesung perdió el aliento. ¿Tinta de oro? ¿Aún la hacen? Se quedó alelado por unos segundo, no había nada mejor que tinta de oro para una pluma estilográfica, ¿dónde rayos la había conseguido su padre? Y, mejor aún, ¿por cuánto tiempo la hubo buscado? Eso hombre se iba a ir al cielo, definitivamente.

 

No se disculpó para retirarse, ni siquiera lo pensó dos veces, dio media vuelta, y de manera robótica por la impresión, caminó hacia el despacho de su padre, buscando la tinta. No le fue difícil hallarla, al entrar, el bote con tinta se encontraba en el escritorio, a plena vista. Taesung sonrió lo más que pudo, tomándolo con sumo cuidado, como si su vida dependiera de ello.

 

Regresó a la sala, con los demás. Alegre, mientras terminaba de agradecer por todos sus regalos, y por la presencia de su familia y amigos. Se acomodó de nuevo en el salón, escuchando la nueva historia de su madrina, riendo con los comentarios de Jaehwan, e incluso con los sutiles reclamos de Kwonho. 

 

No había podido pedir una mejor familia, y un mejor momento. Después de varias horas más, en las que estuvo platicando con los invitados, y tras haberse despedido de casi todos, ayudaba a recoger los restos de basura que quedaron desperdigados y a lavar los platos que fueron usados. Al menos aún era temprano, tenía tiempo de sobra para volver a casa y terminar de arreglar sus cosas: dentro de poco iba a ver a Minho, y eso sólo era la cereza del pastel, que le había dado un más que excelente cumpleaños.

 

Se terminó de despedir de su padre y de Jaehwan, guardando por último sus regalos dentro de su auto y tomando su correspondiente lugar. Ahora ansiaba por llegar a casa y poner todo en orden, para tener ya listo en la mañana y no demorar más de lo calculado.

 

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Minho miraba el ascensor, mientras escuchaba a Taesung al teléfono. El chico le había llamado hacía dos horas, diciéndole que ya se encontraba en camino, y también había mencionado el hotel en el que se iba a quedar. Ahora, sabía, que ya había llegado y no había dudado en correr a aquel hotel, mientras le escuchaba hablar alegremente de la maravillosa fiesta de cumpleaños que había tenido.

 

-Tae…¿En qué habitación te hospedaste?- Le interrumpió brevemente, escuchando como el chico guardaba silencio un segundo, probablemente desconcertado por el cambio de tema.

 

-203…¿Por qué?- La manera en que preguntó aseguraba que había curiosidad en su voz.

 

-Consideré prudente saber…- Rio. –Siempre me arrastras a tu habitación y nunca tengo idea de cuál es.

 

-¿Yo arrastrarle dentro de mi habitación?- El chico se escuchaba algo ofendido. –Es usted quien me empuja adentro, siempre que estamos debajo del marco de la puerta, y no me deja levantarme de la cama en toda la noche.- Le reclamó.

 

-Eso…tal vez sea cierto…- Admitió, burlándose un poco. Se bajó del ascensor, mirando el pasillo, para ubicar el número de la puerta más cercana.

 

-¿Tal vez? Es totalmente cierto.- Minho juró que escuchó a Taesung fruncir su ceño.

 

-No opones mucha resistencia a ello…- Minho miraba de puerta en puerta, hasta dar con la indicada. No temió en golpear repetidamente, dejando cierto tiempo en golpeteo para que el chico escuchara que claramente se trataba de su puerta.

 

-¿Eh? Espere…- Taesung le rogó, probablemente poniéndose en pie para ir a atender a la puerta.

 

Minho sonrió, colgando la llamada, en lo que la puerta era abierta por un chico confundido. La mirada de Taesung se iluminó al verle ahí, afuera de su habitación, esperando por él.

 

-Minho…- Le escuchó susurrar. Ya era algo tarde, se suponía que no iban a verse hasta el día siguiente, así que Taesung realmente se encontraba sorprendido de que Minho hubiese ido a buscarlo de inmediato.

 

-Ansiaba por verte…- Le tomó por el mentón, obligándole a subir el rostro para así poder besarle. Tras escuchar un ligero gemido provocado por el menor, dio un paso hacia dentro, obligando a que el joven también caminara hacia atrás, trastabillando un poco, más por estar aturdido debido al beso y a la presencia de Minho, que por no quererle dejar pasar. -…Ves…No te empujé…- Le molestó, susurrando sobre su boca.

 

-…Aigo…- Exhaló, buscando de nuevo acercarse a la boca del más alto. Quería otro beso, sentir de nuevo esa calidez que se trataba de Minho.

 

Minho ahogó una risa, mientras le sostenía por la cadera, cerniendo su cuerpo sobre el menor. Una de sus manos logró llegar a la nuca de Taesung, acariciándole a la vez en que se perdían de nuevo en un beso que contaba cuánto se habían extrañado mientras no pudieron verse (porque si se trataba de mantenerse en contacto, lo habían hecho). Se lograron alejar tras haber agotado el oxígeno que les quedaba. Taesung se separó sonriente, abrazándole por el torso, sin ganas de querer soltarle. Aprovechado de eso, Minho le haló girándose para así poderle empujar sobre la cama.

 

-Realmente te extrañé.- Le susurró sobre los labios, ahogando al menor en un nuevo beso. Les bastó simples segundos, para dejar en claro que esos besos no iban a tener fin pronto. Minho sonrió de medio lado, acariciando la cadera del chico, bajando hasta su muslo. Se entretuvo un rato, mientras su boca abusaba de la contraria.

 

Taesung gimió, sentido tan abrumado por los besos de Minho, por su toque. Minho siempre lograba hacerlo sentir así, deshacerse ante la calidez que sus manos le proporcionaban. ¿Minho se sentiría igual? No pudo evitar preguntárselo. El mayor siempre era quien llevaba el mando, mordiéndole y besándole. Por un momento deseó poder agradecérselo de la misma manera, besarle igual, acariciarle con tanto desenfreno. Minho siempre estaba tan ansioso por hacerlo, que Taesung se cuestionó si podría hacerlo de la misma manera.

 

-M-minho…- Jadeó, un momento en el que se encontraban separados para recuperar el aliento. –Quisiera yo…

 

Minho rio, besándole en la mejilla, le tomó suave, pero firme, por la cadera, y dejó que el chico se moviera para quedar encima de él. Taesung sonreía enormemente, como si le hubiesen cumplido un capricho. Sonriendo así se veía tan infantil, alegre de poder hacer lo que sea que tuviera en mente, aunque su propia experiencia sólo le llevaba a querer ahogar en besos a Minho. Mientras desfogaba un gran beso en la boca del mayor, sus manos le recorrieron el torso, hasta llegar a la orilla de su camisa. Metió las manos por debajo, acariciando el abdomen de Minho con sus ansiosas manos, hasta quitarle la camisa.

 

Entonces decidió dejar de besar sus labios, continuó yéndose hacia la mandíbula de aquel hombre que tan loco le ponía, dejando suaves mordidas hasta bajar al cuello. Depositó largos besos, poniendo especial atención en la doble manzana de adán de Minho, escuchándole gemir grabe por ello. Dio un ligero brinco de alegría, escuchando a Minho gruñir una vez más ante el movimiento de sus caderas. Todo le indicaba que siguiera con su tarea. Dejó de acariciar el pecho de Minho sólo cuando su boca llegó a ese lugar. Beso tras beso, entreteniéndose un poco con los pezones de Minho, repartiendo alguna que otra mordida especialmente cuando llegó a su abdomen. Se encontraba deleitado con el cuerpo del mayor.

 

-Tae…necesito decirte algo…- Le escuchó jadear, ronco, masculino. Taesung subió la mirada, travieso, envolviendo sus labios sobre los de aquel hombre que estaba haciendo su mayor esfuerzo en poder hablar. Agitó sus caderas, lento, retador, mientras volvía a sonreír de alegría bajo otro gruñido de Minho. El mayor entonces se incorporó, sosteniéndole para que Taesung quedara sentado sobre él. –Me gustaría saber sí…- Jadeó. No podía seguir hablando, no cuando el chico había tenido la maravillosa idea de interrumpirle con besos. –Tae…Taesung…- Insistió, rogándole por que dejara de jugar. –Quisiera saber sí…- Pero el menor no se daría por vencido. Una de sus manos recorría la espalda de Minho, la otra se encontraba en su nuca, mientras que su boca daba cortos y ligeros besos, intercalados con unos más largos y complejos. ¡Santo cielo! Ese chico ya no era un niño, ¿por qué se comportaba así? No obstante, Minho lo encontró encantador y gracioso. Le sostuvo por la cintura, a pesar de saber que no iba a irse a ningún lado, fijándolo sobre su cuerpo. –Jung…Taesung…quisiera saber…sí…te…gustaría…ser mi novio…- Entonces volvió a ser callado con un beso, teniendo segundos de sobra el menor para procesar lo que había oído. Se separaron, pudiendo así Minho ver la gran sonrisa que Taesung tenía.

 

-Sí.- Y selló su respuesta con el mejor beso que pudo haberle dado. Uno sincero, alegre, emocionado, a la vez tranquilo y dulce. Minho supo que de todos los besos que se habían dado, hasta ahorita, este era su preferido.

 

Oficialmente tenían una relación, ya no había duda de lo que eran. Taesung pasó sus brazos al rededor del cuello de Minho, estúpidamente alegre por eso. Cayó sobre Minho, cuando este decidió volver a recostarse, haciéndole reír por ello, y callando cuando ahora Minho era quien tenía unas manos ansiosas recorriendo su cuerpo. Minho alzó la camisa del muchacho con una mano, mientras la otra se dirigía hacia el pantalón, acariciándole las nalgas. Minho rio al ver como el rostro de Taesung se coloraba ante eso. Le dio un beso en la nariz, y decidió volver a estar sobre él, girándole rápidamente.

 

Taesung jadeó, cubriéndose rápidamente el rostro, sucumbiendo ante las obvias caricias de Minho que sólo buscaban el deshacerse de su ropa. Cuerpo a cuerpo, explorándose con caricias, descubrieron que realmente no necesitaban más allá que besos y caricias para demostrar cuánto se habían extrañado. Taesung gimió, mordiendo sus labios, al momento en que sus piernas eran abiertas con animosidad por el mayor. Suspiró, Minho siempre le trataba bien, le volvía loco, hasta tener que morderse la lengua para no lloriquear.

 

Minho le besó, distrayéndole al momento en que llevó a cabo la penetración, quedándose quieto por más de un instante, sólo disfrutando de aquel beso. Lentamente se inició aquel vaivén entre ambos cuerpos, uniéndose y separándose en búsqueda del placer. Aunque ahora se buscaba algo más, Minho encontraba más dulce que nunca aquella boca que se negaba a soltar, era un sabor conocido, familiar, que se le hacía adictivo y no pensaba dejar de probar.

 

Gemidos, jadeos, gruñidos, la habitación quedaba envuelta en esa tensión que les obligaba a seguir. Taesung se sorprendió al volver a quedar encima, siendo guiado por Minho en los movimientos. Escondió su rostro en hueco del cuello del mayor, soltando ligeros bufidos, dedicado a mover sus caderas al ritmo solicitado. Las manos de Minho pronto le soltaron, una yendo hacia el sur, jugando a tocar las piernas del chico, mientras que la otra había regresado a su nuca, sosteniéndole cerca de su boca, volviéndole a besar.

 

Volvieron a dar una vuelta, Minho apresando al chico bajo su cuerpo. Taesung se abrazó al cuello del hombre, jadeando significantemente, arqueándose continuamente debido a los espasmos que le causaba tal placer. Cerró los ojos, sintiendo el aliento de Minho sobre su cuello, azorado, caliente. Ambos lo sabían, pronto acabarían, disfrutando de ese preciso momento que congelaba todo a su alrededor. Juntaron sus frentes, resistiendo ese último momento, en donde el clímax les hizo jadear grabe, vibrando el uno contra el otro.

 

Se separaron, alebrestados, cansados por el esfuerzo. Minho abrazó al chico por la cintura, obligándole a recostarse encima de él, para poder estar juntos. Ninguno tuvo el deseo de hablar, simplemente se quedaron juntos, escuchando el sonido de sus corazones, de la sangre corriendo rápidamente debido a la adrenalina. Se quedaron dormidos, sin que nada les interrumpiera, y bajo el manto de eso especial que tenían.

 

 

 

 

 

 

Taesung bufó, no necesitaba de ver un reloj para saber que eran las seis de la mañana, simplemente lo podía predecir. Lo peor es que tampoco podía girarse para comprobarlo con la luz de la ventana. Minho le tenía muy bien agarrado de la cintura, pegado a él, apresándolo entre sus brazos y contra su pecho. Frunció los labios, no era que no le agradara, lo encontraba quizás un poco romántico, sólo que no podía disfrutarlo plenamente si hacía tanto calor como lo hacía ahora. Ni siquiera el aire acondicionado de la habitación podía contra el calor corporal de Minho. ¡Ese hombre era un gigante generador de calor! Además, necesitaba ir al baño, y no podía zafarse de aquel agarre. Pero, lo que definitivamente le había hecho despertar a tal hora, después de la noche que pasaron, era la terrible incomodidad que sus lentes de contacto le estaban causando. Sabía que debía de cambiarlos, y se agradecía internamente por haber traído el paquete nuevo.

 

Volvió a suspirar, mordiéndose el labio inferior, preguntándose qué podría hacer para liberarse. Cerró los ojos, tratando de convencerse de que sus incomodidades eran imaginarias, y que aguantaría estar otro rato recostado a un lado de Minho. Maldijo, ¿por qué de entre los dos, Minho era el último en despertarse casi siempre? Gimió, estaba desesperándose.  

 

-Min…Minho…- Le llamó suavemente, esperando a que se despertara, o al menos se moviera, soltándole. –Por favor…Despierta…- Rogó. –Necesito ir al baño…- Evitó lloriquear. ¿Cómo le despertaría? –Minho…- Tras llamarle, se le ocurrió algo que tal vez podría hacer que aquel hombre reaccionara aunque fuera tantito. -¡Min!- Gimoteó suavemente. -…Amor…por favor…- Rogó, exhalando un poco. Ahora que eran novios, tenía el derecho de llamarlo así, ¿no? Siempre le agradaron los apodos dulces entre parejas, aunque sonara meloso de más, era una sensación demasiado cálida lo que lo invadía cada vez que en la calle escuchaba a una pareja llamarse de alguna manera tierna. -…Amor…suéltame…Necesito pararme…Prometo regresar…- Jadeó.

 

Y casi como si Minho realmente le hubiera escuchado, aflojó el agarre, permitiendo que Taesung se librara del par de manos en su cintura. Se paró en un brinco y corrió a su maleta, buscando el paquete de sus lentes. Tras encerrarse en el baño, puso orden de prioridad en sus incomodidades y trató de deshacerse de ellas.

 

Luego de un largo baño con agua fría, salió de aquel cuarto donde se había encerrado minutos atrás. Miró el reloj, seis y media, no había fallado en su predicción acerca de la hora. Hizo una mueca, mientras colocaba sus manos en su cadera, considerando volver a la cama con Minho...Tan sólo que, después del baño, se había dado cuenta de que ya no iba a poderse volver a dormir. Echó el rostro de lado, mirando su laptop, tal vez debería adelantar trabajo.

 

Se sentó en el escritorio, que se encontraba frente a la cama, abriendo la sarta de archivos de la empresa, y también las páginas donde buscaba los libros que le habían pedido. Se estuvo varios minutos concentrado en ello, trazando un mapa del siguiente lugar al que iría, anotando direcciones, leyendo reseñas. No notó que la luz del sol ya entraba estrepitosamente por la venta, ni que cierta figura había notado el espacio vacío en la cama.

 

-...Eres un mentiroso...- Una voz grabe susurró al oído del chico, a la vez que unas manos se enredaban en el cuello de Taesung, abrazándole. El muchacho dio un leve respingo, aunado al escalofrío que corrió por su espalda, pero eso no evitó que acariciara una de las manos que le abrazaban, y que sonriera sin siquiera intentar voltear a quien le acusaba.

 

-Lo siento…Ya no pude dormir…- Se excusó, suspirando suavemente.

 

-Pero lo prometiste...- Le reclamó, algo divertido. Tras estamparle un beso en la mejilla, le obligó a voltear.

 

-...Oh, dios, Minho...Ponte algo de ropa.- Taesung se sonrojó al notar que Minho seguía desnudo.

 

-¿Quieres que me vista?- Minho le provocó, burlándose.

 

-A-aunque sea la interior...- Mordió su mejilla por dentro, girándose de nuevo a su trabajo.

 

Pudo escuchar a Minho buscar su ropa, y ponerse los boxers y sus pantalones, dejándose caer en la cama. Con lo que no contaba era que Minho le daría una corta patada a la silla, haciendo que se girase, y así se encontraran frente a frente. Taesung se sonrojó de nuevo, cuando Minho le tomó de la mano, jalándole y haciéndole sentarse sobre su regazo.

 

-Listo, ¿contento?- Le picó los labios con un corto beso.

 

-Sí...- Sonrió. -Buenos días, Minho.

 

-Mmm...No recuerdo que me hayas llamado así hace rato.- Le molestó. -Buenos días, Tae...

 

-Yo...ah...- Se puso nervioso. -Usted no me soltaba, hacía mucho calor.

 

-¿Tenías calor?- Minho se vio sorprendido por eso. -Te provoqué calor.

 

-¡Yah!- Taesung le golpeó el hombro con la mano extendida. -No piense mal...Usted estaba prácticamente arriba de mí, por un momento pensé que un oso me aplastaba.

 

-Hey.- Minho se quejó. -Entonces ya no te abrazaré.

 

-No.- Negó con su cabeza. -Me gusta. Sólo que esta vez no fue el mejor día.- Rio.

 

-¿Así que te gusta que te abrace?- Alzó una ceja.

 

-Neh.

 

Minho sonrió ante tal respuesta sincera. Le acarició, en aquella mejilla que tenía ligeramente marcada por lo que debía ser una cicatriz. Tenían tantas ganas por preguntar, pero no quería ser entrometido, aún recordaba el día en que el chico le dijo que tal vez le contaría esa historia.

 

-Tae...- Le llamó. -¿Qué día te vas?- Preguntó a media voz.

 

Taesung rodó los ojos, ese era cuento de nunca acabar. Abrió la boca, pensando responderle, pero también tenía curiosidad.

 

-¿Por qué le temes tanto a que me vaya?- Sonó algo fastidiado con esa cuestión, ya le había dicho que siempre volvería por él.

 

-Yo...- Minho le miró. No, no podría soportarlo ahora que estaba de nuevo enamorado. No resistiría si volvía a perder a quien quería, quedándose vacío. -Una vez mencionaste que no te gustaba venir. Dices que te gusta el lugar, que yo te gusto, pero...temo que lo que sea que te desagrada sea más fuerte que lo que yo te gusto.

 

-No.- Fue tajante. -Tú me gustas mucho, no renunciaré a venir por una tontería como una mala sensación, cuando aquí te encontré a ti.- Estaba enojado, con el gesto fruncido.

 

Minho rio, probablemente cabreando un poco al chico que súbitamente se había cruzado de brazos para exigirle una explicación a su risa fuera de lugar.

 

-¿Eso era lo que tenía que hacer?- Le acarició, obligándole a quitar esa mala cara. -¿Debía hacerte enojar para que me dejarás de llamar de manera formal?

 

Entonces Taesung abrió los ojos, no se había percatado de su desliz. ¡Todo era culpa de Minho! Bufó, aún molesto, alzando el rostro de manera indignada. Ese hombre le sacaba de quicio de varias formas. Suspiró frustrado, rodando los ojos de nuevo.

 

-Realmente hay días en los que me haces rabiar tanto que no puedo seguir considerándote como alguien formal.- Explicó, jadeando.

 

-Tomaré eso como un cumplido.- Le robó un beso. -Ahora, te prohíbo que vuelvas a llamarme de manera formal.

 

-No tienes derecho alguno a prohibirme algo, Minho.- Alzó el rostro, molesto.

 

-Yo digo que sí, Taesung ah~.- Le besó el cuello, cerca de la oreja del chico. -Te recuerdo que ahora eres mi novio.

 

El chico rio bajito, probablemente por las cosquillas que el aliento del mayor le causaba. Ya se le había pasado lo molesto, no podía evitar derretirse ante cualquier cosa que Minho le dijera en tono seductor.

 

-Cierto...- Sonrió, regalándole un beso cerca de la boca.

 

-Aish...hada malvada.- Rio. -No te enojes, por favor...Yo, cuando te pregunté qué día te ibas, era para saber cuánto tiempo tengo.

 

-¿De qué hablas?- Echó la cabeza de lado.

 

-Me habías dicho que vendrías después de tu cumpleaños. No me preocupé tanto por tu regalo...Lo que no esperaba es que fueras a venir un día después de tu cumpleaños.

 

Taesung rio, mordiéndose el labio inferior.

 

-Yo quería verte...Fue mi regalo para mí mismo...- Volvió a besarle.

 

-¿Cómo puedes hablar así?- Rio. -Hace un año estabas tan mal por tu cumpleaños y ahora...- Le observó, hacía un año él ni siquiera se imaginaba que ese desastroso chico estaría tal y como estaba ahora, a su lado.

 

-Hace un año estaba perdido...- Explicó. -Ahora sé en qué parte de mi vida estoy parado.

 

Minho alzó una ceja, el chico había dicho algo que se podía tomar de tantas formas.

 

-Y ¿qué hay de mi regalo para ti?- Le exigió. -Me tardaré años en encontrar algo...A menos de que accedas venir conmigo un día entero, buscando tu regalo.

 

-¿Quieres que pase el día entero contigo?- Parpadeó lentamente, sonriendo.

 

-Por supuesto que sí, bobo.- Le picó la mejilla. -No desperdiciaré ni un segundo en el que pueda estar contigo.

 

Taesung dejó escapar un pequeño chillido, abalanzándose sobre él, cayendo ambos por completo en la cama. Le llenó de besos, labios, mejillas, ojos, nariz, mandíbula. Muy alegre.

 

-Me gustas mucho. Mucho, mucho, mucho.- Exhaló, terriblemente feliz. Entonces calló, escondiendo su rostro en el cuello de Minho, cambiando el ambiente.

 

-¿Qué ocurre, Tae?- Le acarició la espalda.

 

-Es que...hace tiempo me dijiste algo por celular y yo...no he podido corresponder...- Jadeó.

 

-¿De qué hablas...

 

-Minho, yo también te quiero...- Susurró bajo, escondiéndose y a su rubor. Se quedó ahí, quieto, esperando a alguna reacción. Una que llegó pronto, cuando Minho le obligó a alzar el rostro y le regaló un tierno beso.

 

-Te quiero.- Minho rio, abrazándole con fuerza. -Te quiero y... ¡dios! ¿Qué me hiciste? Te quiero tanto.

 

-Yo te quiero más.- Taesung podía asegurarlo, no explicaba sus sentimientos por Minho, pero sabía que eran exageradamente grandes.

 

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Minho tomaba de la mano al menor, quien obviamente estaba siendo arrastrado por todos los lugares habidos, y por haber, en los que Minho podía encontrarle un regalo. O al menos eso pensaba Minho, puesto que el chico sería feliz si simplemente el mayor le compraba un café.

 

Obviamente eso no iba a pasar, Taesung sabía que Minho estaba esforzándose, y por eso le estaba pidiendo su opinión. Así que no había dicho nada en toda la tarde, aceptando cualquier cosa bonita, a lo cual recibía como respuesta un bufido de Minho, sabiendo que en realidad no era algo fuera de este mundo.

 

Decidió colgarse del brazo de aquel hombre que le obligaba a salir de aquella tienda, en busca de la siguiente que probablemente tampoco sería buena lo suficiente como para tener algo que Minho le comprara como regalo de cumpleaños. Rio bajito, su nuevo novio sí que estaba loco. Ah~, le encantaba repetirlo una y otra, y otra vez. Minho ahora era su novio, y le estaba comprando un regalo de cumpleaños. Definitivamente, ¿qué más podía pedir? Tenía una vida perfecta, en todos los sentidos. Una familia amorosa, un novio algo loco, un trabajo estable y otro que era la fuente de su mayor pasión. Estaba tan agradecido de ser quien era.

 

-¿Otra joyería?- Gimoteó, no solía usara joya alguna, excepto por su anillo y ahora el brazalete que Minho le había regalado a principios de años. ¿Por qué Minho insistía tanto en llevarlo a joyerías?

 

-Sé que no usas muchas de estas cosas.- Pasó su mano por el cabello alborotado del chico. –Pero, por eso mismo quiero regalarte algo que sé que nadie más te regalará.

 

Taesung resopló, tenía algo de sentido lo que Minho decía; pero por otro lado, había un montón de cosas que la gente jamás le regalaría. Otro tipo de cosas, claro estaba, como una maceta. Nadie en su sano juicio le regalaría una maceta, apenas tendría tiempo de regarla. Frunció los labios, entendía por qué Minho estaba haciendo esto.

 

-Minho, si es por el dinero, sé que a veces alardeo mucho, pero en realidad no necesito que me compres algo caro. Seré feliz si me regalas cualquier…cosa…- Su mirada se quedó pegada a un bonito collar que se encontraba del otro lado de la habitación.

 

Minho rio, siguiendo la vista del chico sin encontrar exactamente lo que Taesung miraba.

 

-Eso era lo que esperaba, que algo te robara el aliento.- Le susurró al oído. –Yo sé que no te gustan las cosas ostentosas, no soy ciego. Sólo quiero consentirte más de lo que ya estás.

 

-Quiero ese.- Taesung señaló de manera infantil, era un pequeño collar que se encontraba en el aparador mirando hacia la tienda, en vez de hacia afuera. Minho entonces pudo identificar el objeto, una cadena dorada en la cual había un dije verde. Era una rana.

 

-¿En serio?- Sonó a burla. –Está bien, lo que desees, Taesung ah.- Le besó en la mejilla.

 

Después de pagar aquel regalo, salieron de la tienda y empezaron a caminar sin rumbo alguno. Taesung recostó su cabeza en el hombro del mayor, sonriendo como idiota. Definitivamente, de entre todos, este había sido su mejor cumpleaños.

 

-Tae...- Minho le llamó, sacándole de sus pensamientos. -Quisiera proponerte algo...Bueno, en realidad quisiera pedirte que tengamos una cita.

 

-¿Una cita? Por supuesto.- No dudó en aceptar, mientras alzaba la vista, encontrándose con la mirada de Minho.

 

-Quiero que mañana vayas a comer a mi casa.

 

-Mmm, comida casera...Eso me agrada.- Sonrió. -Estaría encantado de ir mañana a tu casa, Minho.- Se veía tan sereno, cuando en realidad por dentro estaba gritando y corriendo en círculos como loco.

 

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Taesung estacionó su auto, observando la casa de Minho. Definitivamente no era lo que esperaría, pero tenía que admitir que esa casa daba la sensación de un hogar. Se acercó a la puerta, tocando el timbre, mientras terminaba de observar los detalles de aquella casa.

 

Minho abrió la puerta rápidamente, sonriéndole brillante. No se demoró en invitarle a pasar, mientras le explicaba que la comida todavía no estaba lista. Taesung asintió, mientras recorría con cuidado el pasillo principal, observando a su alrededor.

 

-Tu casa es muy bonita.- Fue lo primero que dijo al ver la casa de Minho por dentro. Estaba observando un cuadro que colgaba sobre la pequeña mesa en el recibidor. Esa pintura parecía costosa, y a la vez, se le hacía tan familiar, como si la hubiese visto en algún otro lugar antes. Quiso tocarla, acercando su mano hasta donde llegó su propio autocontrol.

 

Pero se detuvo, Minho le llamaba, así que decidió seguirlo hasta donde aquel hombre se encontraba. Era la cocina. Sonrió, encontrándose con una bonita escena donde Minho se movía de un lado a otro buscando los ingredientes. Taesung rio bajito, cubriéndose la boca. Minho se veía muy bien como hombre de casa.

 

-¿Te ayudo?- Se ofreció amablemente, acercándose a él hasta darle un beso en la mejilla.

 

-¿Sabes cocinar?- Minho sonrió, mirándole brevemente.

 

-Minho…- Frunció el ceño. –Viví por mucho tiempo con un padre viudo, ¿crees que no me fue indispensable aprender a cocinar?

 

-¿Tu padre no cocina?- Accedió a la ayuda, pasándole la tabla donde se encontraban las verduras por ser picadas.

 

-No, sí cocina…Pero había días en los que su trabajo en la oficina era tanto, que llegaba a casa hasta en la noche.- Hizo una mueca. –Y la comida hecha por alguien cansado puede incluir más de un accidente.- Rio.

 

-Está bien, te creo. Cocinas.- Le besó. –Gracias.

 

Taesung asintió, ayudándole en lo que fuera necesario. Después de hacer la comida, se sentaron en la mesa, platicando por horas, tardándose más de lo necesario en la comida. El ambiente era tan cómodo, que ninguno de los dos quiso que se acabara ese momento. Más allá de la atracción sexual que sentían, pasar una tarde, juntos, platicando, conociéndose un poco más sólo les afirmaba que esa relación estaba más que destinada a seguir a la velocidad en la que iba. Taesung jugaba con el anillo de su mano derecha, mientras escuchaba atento la historia que Minho le contaba. Sonrió, tenía de nuevo esa extraña sensación de amor absurdo que se desbordaba por todos lados. Sólo podía pensar en Minho, y en que estaba hablando, y que si no le besaba en ese momento se volvería loco.

 

No lo siguió pensando, se acercó al mayor, interrumpiéndole con un largo y necesitado beso, hasta saciar esas inexplicables ganas que tenía de hacerlo. Minho no se iba a ir de ahí, lo sabía, pero simplemente no podía explicarse por qué le urgía hacerle saber que lo quería más que a nadie.

 

-Te amo…¿Está bien que lo haga?- Susurró al separarse, mirando atento al rostro algo sorprendido de Minho.

 

-…Yo también te amo…- Le sonrió, acariciándole el rostro. –Y créeme, si está bien, o está mal, no me importa. No te voy a soltar.

 

Taesung se sonrojó, más alegre que antes. Minho le correspondía, siempre lo hacía. Sonrió, escondiendo su rostro, Minho era un sueño hecho realidad, para cualquiera. Tampoco lo iba a soltar, no iba a dejar a que nadie más descubriera lo maravillo que Minho podía llegar a ser.

 

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-¿Tienes que seguirme incluso dentro de mi habitación?- Taesung rio, siendo callado por un beso de Minho. Habían pasado todo el día juntos. ¡Qué va! Llevaban los últimos días estando más juntos que muéganos.

 

-Te advertí…que no pensaba dejarte ni un solo segundo.- Murmuró sobre su boca. –Te quiero sólo para mí.- Sus manos buscaron la cintura del chico, asiéndole fuertemente para acercarlo más a su cuerpo. Entonces los besos volvieron a ser el principal protagonistas en la habitación. Minho buscó la orilla de la camisa del chico, colando sus manos por dentro para hacerle cosquillas.

 

-…Pero qué…- Taesung jadeó sorprendido. –No, Minho, ah~…- Empezó a reír. -¡No! ¡Suelta! ¡Ah, Minho! ¡Por…Por…Por favor…- Rogó, siendo callado por otro beso, retorciéndose ante las manos de Minho que no dejaban su cuerpo en paz.

 

-Mmm, ¿qué dices? No te entiendo.- Se burló, dejándole de hacer cosquillas. -Creo que necesitas respirar.

 

-...¡Yah!- Taesung se quejó después de recuperar el aliento.

 

-Adorable.- Minho volvió a reír, acariciando la mejilla del chico. -Eres muy adorable.

 

-¡Yah!- Se cruzó de brazos. -No me gusta que me llames así.

 

-Pero lo eres.- Le picó la mejilla. -Y me encanta hacerte enfadar.

 

-Yah...- Se dejó vencer, sabía que no iba a ganarle. Se recostó en la cama, indignado.

 

-Hey...- Minho no dudo en ponerse a horcajadas sobre el chico. -Adoro que hagas berrinches.

 

-Todo lo que adora de mí es a expensas mías.- Se quejó, buscando tocar el rostro de Minho. -Y nunca se detiene.

 

-No, es divertido.- Rio. -Me fascinas, ¿lo sabes?

 

-Neh, lo sé.- Sonrió.

 

Minho le besó, saboreando una vez más aquella boca. No se cansaría, no al menos mientras siguiera encontrando ese sabor tan dulce y conocido en aquellos besos. Le tomó por el rostro, perdiendo tiempo en delinear su labio inferior hasta lograr meter su lengua dentro. Se evitaron jadeos, para no desperdiciar segundos valiosos, en los que las salivas se mezclaron.

 

Separarse fue necesario, así que no tuvieron otra opción. Necesitaban recuperar el aliento. Minho observó al chico debajo de sí, Taesung cerraba los ojos, complacido con aquel beso. Sin embargo, ese rostro templado desapareció rápidamente, fruncía el ceño, primero indescriptible, pero después demostrando un dolor absoluto.

 

-¿Tae?- Minho se sorprendió por eso. -¿Tae? Taesung, ¿qué sucede? Amor, ¡dime! - Se asustó, nunca le había visto así, por mucho aquel chico era la persona más sonriente que conocía.

 

-Me...me duele...- Jadeó.

 

Minho se apartó, dejando que el chico se incorporara un poco. ¿Le dolía? ¡Su migraña! Debía hacer algo, parecía que realmente le dolía.

 

-¿Dónde están tus pastillas?- Le urgió. Taesung simplemente alcanzó a señalar aquel bolso que cargaba consigo a todos lados.

 

Minho corrió, abriendo el bolso. Al menos ahora entendía por qué lo llevaba a todos lados. El chico no sólo cargaba su libro preferido; aquel bolso estaba llenos de cajas vacías de pastillas, y otras no lo estaban. Y también encontraba varias recetas médicas. Taesung realmente era dependiente de su medicación. ¿Cuál de todas sería? Logró atisbar el pastillero verde que le vio una vez. Cogió ese y una botella de agua que siempre dejan como cortesía en la habitación y corrió de regreso con el menor.

 

-Aquí, toma.- Le dio el pastillero abierto, para que el chico sólo tuviera que tomar dos pastillas y echárselas a la boca. Después Minho le ofreció la botella de agua ya abierta.

 

El chico las tomó, haciendo una mueca desagradable, debía de saberle terrible, y sumado al dolor de cabeza, no debía de ser la mejor experiencia. Minho jadeó suave, procurando no hacer mucho ruido, quería tocarle, acariciarle mientras le consolaba, pero a juzgar por el rostro de dolor del muchacho, sabía que incluso ese gesto de amor sería incómodo con la migraña. En cambio, se sentó a un lado, obligándole a que se recueste, mirándole atento a cualquier cambio.

 

No pasaron muchos minutos después antes de que las pastillas hicieran efecto. Entonces Minho se atrevió a acariciarle la mejilla. Recibiendo a cambio una desgañitada sonrisilla de parte del chico. Oh, cielos, Taesung siempre sonreía, sin importar qué. Minho se sintió mal por ello, Taesung no debía de tratar de minimizar el episodio de dolor que había tenido.

 

-No…No lo hagas.- Le jaló la mueca, obligándole a que bajara la sonrisa. –No me engañarás.

 

Taesung cerró los ojos, dejando escapar una suave exhalación. Asintió levemente, buscando a tientas la mano que Minho no dudó en darle. Enredaron dedos, mientras el silencio era lo que mejor consolaba al chico.

 

-…Ya estoy mejor.- Jadeó.

 

-No imagino que tan dolorosa puede ser la migraña.

 

-Es más fuerte que un dolor de cabeza normal, hace que todo te de vueltas.- Afirmó.

 

-¿Por qué pasó? Tomas tus medicinas y…Si las tomas, ¿verdad?- Frunció el ceño, esperando una respuesta de aquel muchacho que hacía un puchero.

 

-Puede que las haya olvidado un par de veces…- Esbozó esa sonrisa que tenía, pidiendo perdón por haberle asustado.

 

-¿Qué? ¿Cómo que las olvidaste?- Minho se alteró.

 

-Bueno…Es que los últimos días me la he pasado con usted, y he olvidado tomarlas. Pero no han sido todas las dosis, sólo las de la tarde…Y quizás alguna que otra de la noche…- Esas eran las que se suponía no debía olvidar, pero estar con Minho le borraba la memoria, se le hacía imposible concentrarse en algo que no fuera Minho.

 

-Por…mi culpa no las has…tomado…- Minho soltó la mano del chico. No se había puesto a pensar que cada vez que pasaba la noche con el chico no lo veía tomarse sus pastillas. ¡Pero qué idiota era!

 

-¡No! ¡No! ¡No!- Taesung trató de corregir lo que Minho había dicho. –Yo soy muy distraído, por eso lo olvido. No ha sido su culpa.

 

-Tae…- Minho jadeó. –No tienes idea de cuánto me asustaste.

 

-Lo siento.- Bajó la mirada.

 

-Ah~.- Exhaló. –Está bien. Escucha, de ahora en adelante, estando conmigo, no dejaré que se te olvide tomarte esas pastillas.

 

Taesung subió la mirada, sonriendo. Minho realmente era un sueño hecho realidad. Se movió acomodándose sobre el hombro del mayor. Asintió, esperando que Minho le abrazara, y así pasó.

 

-Tae. Hay otra cosa.- Minho le obligó a separarse un poco. –Tu bolso.- Le señaló. –Está hecho un asco.

 

-Oh.- Taesung se notó sorprendido, aunque era cierto, había olvidado sacar todo de ahí desde hace tiempo. –Lo sé.- Suspiró. -¿Me harás limpiarlo?

 

-Exactamente.- Le guiñó, poniéndose en pie para coger el cesto de basura a lado del escritorio y el bolso mágico que el chico transportaba a todos lados. –Tienes mucho por revisar aquí adentro, bebé.

 

-¡Yah! No me diga así.- Hizo un mohín.

 

Minho rio, sentándose a un lado del chico y dejando sobre la cama el cesto vacío, que pronto iba a estar a rebosar de papeles arrugados y cajas vacías. Taesung abrió su bolso, era realmente un desastre. Sacó todas las recetas médicas ya surtidas, tirándolas sin miramientos. Después continuó con las cajas vacías. Seguiría con las que si estaban llenas, esas eran las más bromosas. Algunas ya no las tomaba porque su medicación había cambiado. Desechadas. Otras ya estaban caducas. Desechadas. Incluso tenía algunas para la vista, ¡y ya se había rendido con ello! Suspiró tras ver su bolso vacío, sólo con el contenido final: su pastillero, tres cajas de pastillas que después irían al pastillero, y su susodicho libro en turno.

 

-Ya…- Aflojó el labio inferior.

 

-¿Qué pasa? Tener orden es mejor que nada.- Minho explicó por qué le obligaba a limpiar su bolso.

 

-No es eso. Mira, el cesto. Cuando vengan a limpiar van a pensar que soy un adicto.- Exhaló.

 

-No te aflijas, Tae.- Minho rio. -¿Qué importa lo que piensen? ¿No lo crees?- Le abrazó contra su pecho.

 

Esa noche Minho se quedó a hacerle compañía sólo para asegurarse que Taesung no tuviese más migrañas. Le abrazó durante la noche, mientras platicaban a voz baja, hasta que el sueño los venció. Enredados, juntos, abrazados, hasta que la mañana les llegó obligándoles a despertar.

 

-Minho…-Taesung escondió una sonrisa tras su mano. –Dormimos como pareja…- Evitó sonrojarse con su descubrimiento.

 

-¿De qué hablas, tontito? Somos una pareja.- Le besó la mejilla.

 

-Sí, pero algunas parejas se tardan años en acostumbrarse. Tú y yo hasta enredamos las piernas cuando dormimos juntos.- Explicó, enredando sus dedos. Además, sólo tenían una semana siendo novios oficiales.

 

-Bueno, no todos los casos son así. Alégrate de ser la excepción.- Le picó la mejilla, haciéndole reír.

 

-Minho, no sabes lo mucho que me gustas.- Le abrazó, negándose a soltarle por mucho tiempo.

 

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El tiempo les obligó a separarse, como era costumbre, bajo la promesa jurada de que el menor iba a volver en cuanto pudiera. Minho, mientras tanto, esperaba fervientemente a que ese día llegara.

 

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Taesung reía junto con Jaehwan acerca de la historia que su amigo vecino estaba contando.  Llegaron a la puerta de la casa de su padre y no dudó en invitarlo a pasar, después de todo hacer rabiar un poco a su padre no estaba de más.

 

Tras descalzarse llegaron a la sala, donde continuaron su amena plática acerca de lo muy escandaloso que podía llegar a ser el mayor en su área de trabajo. No tardaron en hacer mucho ruido, alertando al dueño de la casa que tenía visitas, no tan inesperadas.  Escucharon como Taekwoon salía de su despacho, que se encontraba en la planta baja, cruzando el pasillo que le llevaría a la sala principal donde se encontraban los parlantes.

 

-No es que no me agrade verte, hijo; a ti no Jaehwan. Pero, ¿qué hacen aquí?- Les interrogó con su intensa mirada puesta sobre ambos.

 

-Qué malo eres, Leo querido.- Jaehwan chilló, provocando que el mayor de la habitación rodara los ojos con fastidio.

 

-Yo tenía hambre.- Taesung explicó, encogiéndose de hombros. -Pensé en comer con usted, appa.

 

-Nuestro Sunggie ah me invitó a comer con ustedes.- Jaehwan comentó alegre.

 

-Yo no pienso cocinar.- Taekwoon dijo a secas, mirando de nuevo a su hijo.

 

Taesung quitó la mirada, sabía que su padre le interrogaba por su decisión de usar sus gafas en vez de sus lentes de contacto. Tan sólo que, en la mañana había tenido un ligero dolor de cabeza, provocándole un pequeño temor a padecer migraña que le animó a quitarse sus lentillas y usar las gafas de pasta que tenía.

 

-No me mire así, si vine a comer con usted es porque tampoco quiero cocinar.- Fue igual de seco que su padre.

 

-A mí no me dejas tocar nada en tu casa.- Jaehwan se arrellanó en el sofá, cruzándose de brazos.

 

-Aigo...Eso me obliga a comprar comida, ¿no es así?- Exhaló.

 

-Puede ordenarla para que la traigan.- Taesung sonrió. -¿Podemos comer carne?

 

-Sí, podemos comer carne, cariño.- Volvió a rodar los ojos. -Pero llevo toda la mañana encerrado, iré a comprarla.- Busco sus llaves.

 

Taesung y Jaehwan se pusieron de pie, siguiendo al alto hombre hasta la puerta. Donde le despidieron, apurándole para que fuera a comprar la comida. Aunque no les duró mucho el gusto al ver que Taekwoon regresaba, con su usual rostro violento.

 

-Traten de no quemar mi casa.- Les advirtió.

 

-Técnicamente yo la heredaré.- Taesung se encogió de hombros, alzando sus manos.

 

-Reitero, no me dejas tocar nada.- Jaehwan se excusó, dejando en claro que esa advertencia estaba de más.

 

-Sólo...sólo no quemen la casa.- Masculló, sobando su sien izquierda. Su hijo, y Jaehwan iban a terminar de volverle loco.

 

-¡Sí, señor!- Taesung se burló, despidiéndose de nuevo de su padre.

 

En cuanto aquel hombre se fue, Jaehwan y Taesung regresaron a la sala principal, continuando con su, dejada de lado, plática. No obstante, ahora la atención se enfocó en Taesung y su radiante actitud que estaba iluminando todo lugar posible.

 

-¿Qué es lo que ha pasado? ¡Anda! Dime.- Jaehwan se encontraba ansioso por saber.

 

-Minho y yo somos novio.- Dio ligeros brincos sobre su lugar, sonriendo como idiota. -Me preguntó si quería serlo, y no dudé en decirle que sí.

 

-¡Omo!- Jaehwan se sorprendió. -¿Ya tan pronto? Vaya, si que están enamorados.

 

-Neh...Me compró un regalo para mi cumpleaños y pasó todo el tiempo conmigo. No me dejó por ningún motivo...- Mordió su labio inferior, incluso le había cuidado cuando tuvo esa migraña. -Me cuida mucho.

 

-Entonces te ha de querer mucho.- Le afirmó. -Pero, ¿quién no te querría? Cuando eres así, después de todo lo que has pasado.

 

-¡No!- Cortó de tajo.

 

-¿Eh?

 

-Él no lo sabe...- Mordió su labio inferior, sabiendo que iba a recibir un regaño de aquel hombre que ya empezaba a mirarle desaprobatoriamente.

 

-Jung Tae Sung, ¿no le has contando del accidente?- Le cuestionó con un tono típico de una madre. -Dime una cosa, ¿sabe lo de tus ojos?

 

-No...- Susurró.

 

-¡Santo cielo! ¿Por qué no le has dicho nada?- Exigió una respuesta. -Acabas de iniciar una relación con él, y no le has contado la mitad de tu vida.

 

-Lo siento, no pude.- Se hundió en su sitio. -Nunca encontré el momento oportuno para decírselo.

 

-Sunggie, sabes bien que eso es mentira. ¿Por qué no le quieres decir?- Fue un poco más suave, tratando de entender los motivos del chico joven.

 

-Tengo miedo...- Jadeó.

 

-¿Miedo de qué, cariño?

 

-De que descubra que soy un error...Que mi vida ha sido una secuencia de errores, y que probablemente siga así. ¡Dios! Lo conocí por error, él estaba buscando a alguien más. ¿Qué pasaría si al saber todo decide que no puede querer a un error? Qué no valgo la pena, y que simplemente todo fue un...error.- Se aterró, sin querer jalando de sus cabellos.

 

-En primer lugar...- Jaehwan advirtió en tono retador. -...tú no eres un error. ¿Quién te dijo eso? Porque te aseguro que lo golpearé.

 

-Por favor, no es necesario que alguien me lo diga para saberlo.- Jadeó.

 

-No lo eres, cariño.

 

-Los errores matan a su madre al nacer...- Exhaló. -Los errores tienen mal su código genético.

 

-Préstame atención, porque te lo diré una vez y quiere que te quepa en la cabeza.- Le apretó las mejillas para que no le interrumpiera. -Tú eres un milagro. Nunca pienses lo contrario, porque no hay otra verdad más que esa. Eres un milagro.

 

-Pero…

 

-Nada de peros. Ahora, bien, tuviste un accidente. ¿Qué con eso? Yo no veo que tenga algo que sea causa como para una separación. Es parte de tu historia, pero eso no afecta el presente. ¡Por dios! Si te deja por algo así, en realidad debes de dejarlo, porque es un patán. Mira, que eres el ser más dulce y tierno que conozco, y vaya que es decir mucho con el tremendo padre que te cargas.- Rio.

 

-A usted le gusta mi padre…- Murmuró.

 

-Que me guste no significa que no le vea los defectos.- Le guiñó. –Ven.- Le obligó a ponerse de pie y acercarse al espejo que adornaba la pared. –Mírate, y no pretendas que no sabes cuántas personas se han derretido por ti. Te hubiese quitado las gafas para darle un efecto de drama, pero sé que no ves más allá de tu nariz sin ellas.- Rio, recibiendo un codazo como respuesta. –Auch, gracias. Sigamos, ¿crees que alguien dejaría todo esto por cosas tan simples?- Le señaló por completo. –Porque yo creo que no.

 

-Es que…tengo miedo…- Repitió.

 

-Es normal, pero te aseguro que no cambiará las cosas cuando le digas todo eso que has callado.

 

Taesung suspiró, sabía que tenía que hacerlo, por más que tratara de aplazarlo. Algún día Minho iba a saberlo.

 

-Está bien.

 

-¿Me prometes que lo harás?- Jaehwan le dedicó una mirada severa.

 

-Sí, se lo diré.

 

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-Minho, me alegra que hayas venido de visita.- Dara servía café antes de dejarlo frente a Minho. –Chaerin no ha estado muy bien desde que le dijiste lo del tributo de Taemin, pero ya está mejor.- Hizo una mueca, sentándose a lado.

 

-Hice lo que pude.- Exhaló.

 

-Lo sabemos, gracias.- Dara tan dulce como siempre. –Y dime, ¿por qué no has venido tan seguido como antes? ¿Qué escondes, Minho ah?- Sonrió, dispuesta a esperar lo que fuera con tan de escuchar por qué Minho ya no iba como maniaco hundirse en miseria junto a Chaerin.

 

-He estado…algo ocupado.- Se distrajo en su café. –La verdad es que, mi relación con Taesung me mantiene tan distraído, y no sé por qué no puedo dejar de pensar en él todo el tiempo.

 

-¿Entonces ya tienen una relación?- Se emocionó. –Oh, vaya, eso explica por qué ya no te vemos tan seguido. Ese chico debe de ser fantástico como para que tú salgas de tu rutina.

 

-Sí…Cuando él está en la ciudad me importa poco lo demás. Sólo quiero estar a su lado, todo el tiempo…- No quería dejarle ni un segundo. Se aterraba ante la idea de que el chico decidiera irse sin avisarle. Entonces sí se volvería loco. Estar de nuevo sólo, perdiendo a quien quería, no lo resistiría.

 

-¿Minho?- Dara notó el cambio en la expresión de Minho, preocupándola.

 

-Estoy perdidamente enamorado.- Suspiró. –Me preocupa estar volviéndome loco, pero ese chico me causa conmoción, estando, o no estando, presente.

 

-Así es el amor.- Dara rio.

 

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Minho conducía con algo de ansiedad. Hacía poco que había recibido una llamada de Taesung, diciéndole que estaba en la ciudad. Para empezar, era raro porque no hacía tanto tiempo que se habían visto, a lo mucho dos meses. Pero, lo que causaba ansias era aquel suave y templado tenemos que hablar que el muchacho había murmurado.

 

¿De qué tenían que hablar? Le dio mil vueltas a esa frase, y en cualquier escenario que pudo imaginar, siempre salía todo mal. ¿Pensaba terminar la relación tan pronto? No, eso era imposible, no podía permitir eso. Apenas le tenía consigo. Jadeó, encontrando el nuevo hotel al que el chico había ido esta vez. Era totalmente diferente, en vez de ser una construcción hacia arriba. Era una pequeña construcción que constituía nada más de la recepción y un gran salón donde se llevaban a cabo las comidas. Fuera de ahí, las habitaciones eran más parecidas a pequeños departamentos, o cabañas, que se extendían a lo largo del terreno.

 

Encontró aquella que Taesung le había dicho era la que él había rentado, además del número que el menor le había proporcionado, era fácil identificar aquella suite por el auto rojo del chico. Se estacionó, tratando de despejar sus nervios. Tal vez de lo que quería hablar era de los viajes que iba a hacer próximamente. Tal vez le iba a decir que estaría mucho más tiempo de lo que alguna vez se quedó en la ciudad. Sí, necesitaba pensar en positivo.

 

Llamó a la puerta, sintiendo como los segundos en los que Taesung tardaba en abrir la puerta, se sentían como eones. Trató de sonreír al verle, sin embargo fue sorprendido por un abrazo del chico. Se sentía como el abrazo más abrumador y asfixiante del mundo, como si el menor no quisiera soltarlo alguna vez en su vida. Le regresó el abrazo, él tampoco tenía deseos de soltarle ya nunca más. Entonces, si esa sensación era mutua, ¿a qué se debía este llamado al que había acudido?

 

-Minho.- Le escuchó jadear. –Te extrañé.- Se apartó un poco, besándole en la mejilla.

 

-Yo también te extrañé, Tae.- Suspiró, el chico se veía un poco más sonriente ahora. Le acarició la mejilla, no estaba usando maquilla alguno, ya que podía ver esa sombra que surcaba su mejilla derecha.

 

-Minho…- Mordió su labio inferior, mientras tomados de las manos iban hacia donde Taesung dirigía, llegando a la sala en un espacio de la suite. -¿Quiere jugar conmigo?- Preguntó alegre.

 

-¿Qué?- Mentiría si no se desconcertó con eso. Estaba tan preocupado, y que entonces el chico le preguntara por si quería jugar, sonaba absurdo. Se había asustado por nada.

 

-Es un juego que solía jugar con mi padre…- Masculló. –Se llama: intercambio de secretos.- Nunca pensó volver a jugarlo, y mucho menos con un adulto, en vez de un niño para sonsacar información. –Yo le diré un secreto mío, si usted me dice un secreto suyo.- Le miró atento, porque sabía que, si él guardaba secretos, Minho también tenía uno. Un secreto que le hacía poner la mirada triste de vez en cuando.

 

-No estoy seguro de eso, Taesung ah~.- No le agradaba lo que el chico pretendía, ¿qué le diría? Ciertamente no le mencionaría a Taemin, porque entonces tendría que decirle que le encontraba terriblemente parecido, y eso podría acarrear varios problemas.

 

-Por favor~.- Rogó. –Por favor, por favor, por favor. ¡Anda! Que no voy a decirle algo como que soy casado y tengo hijos.- Bromeó, recibiendo una mirada seria a cambio por su broma de mal gusto. -Si gusta, sólo lo jugamos una vez. No volveremos a jugarlo.- Sonrió.

 

-…Está bien.- Minho terminó por ceder, recibiendo a cambio una enorme sonrisa de parte del menor.

 

-Entonces…supongo que inicio yo.- Dejó escapar un suspiro. –Minho, hay algo que no te he dicho.- Jadeó. –Me cicatriz…Es la marca que me quedó después de un accidente que tuve.- Explicó.

 

-¿Accidente? ¿Qué clase de accidente?- Minho se acercó, preocupado, atento a lo que el chico le contaba.

 

-Cuando tenía diecisiete años, mi padre y yo nos estábamos mudando de casa. Ese día empezaba una tormenta terrible, así que en algunas partes de la carretera había una terrible lluvia…- Guardó silencio. –La camioneta en la que íbamos patino en el asfalto, y se volcó.- Explicó. –Fue uno de los peores accidentes ese día.

 

-Oh, cielos. ¿Qué ocurrió? ¿Estás bien? ¿Te pasó algo?- Minho se encontraba examinándole por todos lados, preguntándose si tenía alguna otra marca que no había sido capaz de ver.

 

-Me golpeé varias veces la cabeza.- Afirmó. –Muy fuerte. Con un vidrio de la ventana me causé esta cicatriz, y bueno, tuve otras consecuencias debido a las contusiones.

 

-¿Las migrañas?

 

-Sí…Son por el accidente.

 

-Debió haber sido terrible.- Exhaló, no imaginaba a ese alegre chico en un accidente así. Esa sonrisa, su alegría, era terrible.

 

-Sí…bueno, al menos lo que me han contado, y lo que he leído en el periódico de la fecha del día siguiente.- Dejó en claro.

 

-¿A qué te refieres?- Le cuestionó, preocupado.

 

-Entré en coma, Minho.

 

-¿Qué?- Se puso de pie, mirándole. Eso era algo que pasaba los límites de todo. Se arrodilló en el suelo, quedando muy cerca de Taesung, tomándole de la mano.

 

-Tres meses, antes de que pudiera despertar…- Su voz se cortó. –Ahí es donde radica el problema Minho. Yo fui incapaz de recordar algo…algo que estuviese antes al momento que abrí los ojos en el hospital.

 

-¿S-sin memoria?- Le faltó el aire. ¿Cómo podía ser tan alegre si tenía ese horrible suceso en su pasado? Dios, era totalmente una persona que todo el mundo desearía ser como él.

 

-No recuerdo los primeros diecisiete años de mi vida.- Aceptó. –No hay nada, excepto por las cosas que mi padre me ha contado. En blanco, como si no hubiese existido antes de ese día en el hospital.

 

-Oh, amor…No sabes cuánto lamento…- Minho le acarició la palma de la mano que sostenía. -¿No habrá un día en que recuerdes algo?

 

-No lo sé.- Se encogió de hombros. –Los doctores me dijeron que tal vez vuelva mi memoria, o tal vez no. Tomé medicinas, pero no surtían efecto alguno…Si he podido recordar voces, o escenas minúsculas, insignificantes. Ninguna ha sido tan sustancial como para poderte decir dónde y con quién estaba.

 

-En este momento te admiro mucho.- Le confesó. –Por cómo eres, y que me cuentes esto.

 

-¿En serio, Minho?- Le miró, esperando por una señal para seguir con su confesión.

 

-Absolutamente.

 

-Entonces debo decir algo más…Otra secuela del accidente fue…Aceleró mis problemas visuales.

 

-¿Problemas visuales?- Minho alzó una ceja, interrogándole.

 

-No puedo ver sin lentes.- Admitió. –Uso lentes de contacto todo el tiempo.- Entonces sacó de su bolso el par de gafas que ahora le había acompañado, y la cajita donde guardaba los lentes de contacto cuando se los quitaba.

 

-Bueno, usar lentes no es problema…

 

-No es eso Minho. Es que, si te muestro esto, es porque te quiero y quiero que termines de conocerme.- Se mordió los labios, bajando la mirada para poder abrir el contenedor. Sin uso de un espejó logró quitarse ambas lentillas, guardándolas de inmediato en su lugar, para a cambio tomar sus gafas y ponérselas. Entonces subió la mirada, debelando ese defecto congénito que poseía.

 

Taemin. Minho perdió el aliento, juraba que su corazón se había detenido. Oh, vaya que se había detenido, iba a morir sin poder mencionar palabra alguna. Pero, es que era imposible. Ya no tenía duda alguna. Sus ojos…Uno azul, otro gris. Sin memoria. Debía ser. No podía ser nadie más, era él. ¡Había vuelto! ¡Su pequeño Taemin estaba de regreso! Tomó ambas manos del menor, apretándole, tratando de controlar todas sus emociones, sus pensamientos. Cuando todos se dieron por vencidos, él había vuelto.

 

-…Heterocromía…- Exhaló, al borde de las lágrimas. –Tae, amor, ¿quieres oír mi secreto?

 

Taesung parpadeó, atento al mayor, terminando por asentir para indicarle que estaba más que dispuesto a escuchar su historia. Sólo que no terminaba de entender esa reacción que había tenido al ver sus ojos.

 

-Yo…Hace muchos años…- Minho relató. –Me enamoré de uno de mis estudiantes.- Lo dijo sin filtros, sabía que no debía de cambiar las cosas, tal vez ayudaría a que el menor entendiera. –Se llamaba Taemin, y él me correspondía.

 

-Cielos…- Taesung exclamó, no esperaba que el secreto de Minho fuera a ser algo parecido a eso.

 

-Mantuvimos una relación en secreto, por algunos meses.- Suspiró. –Él iba a terminar el instituto, y pensaba irse a estudiar al extranjero. Así que pensamos inocentemente, que podríamos mantener una relación durante ese breve lapso de tiempo.

 

-¿Y qué pasó con eso?- Se encontraba interesado. Por supuesto que quería saber qué atormentaba a Minho.

 

-Nos descubrieron. Su familia.- Gimió. –Nos separaron…

 

-Oh~.

 

-Entonces un día…Taemin desapareció.- Su voz se cortó, dolía tanto contar y rememorar ese momento. –Al principio se creyó que Taemin había huido, por no dejarnos estar juntos, pero…

 

-¿Pero?- Ahora era él quien sostenía fuertemente las manos de Minho.

 

-Yo sabía que Taemin tenía un acosador. Intenté convencerlo de que le dijera a su familia…Estamos seguros que fue él quien se llevó a Taemin…- Sin embargo, ahora que Minho le veía, podía llegar a entender que tal vez Taemin no sufrió.

 

-Oh, eso es terrible Minho.- Aflojó los labios, viéndose triste por Minho. -¿Es por eso que te pones triste a veces?

 

-…Sí…- No sabía que el chico lo notaba. Debió de haberle preocupado bastante. –Hoy en día aún extraño sus sonrisas, sus pláticas tontas,…- Antes de que Taesung le soltara, él volvió a apretar el agarre. -…su mirada.

 

-¿Eh?

 

-Mi Taemin tenía…heterocromía.- Admitió, mirándole fijamente.

 

Que horrible coincidencia. Taesung se espantó al escuchar eso. Entonces su mirada debía ser una tortura para Minho, sólo le recordaría la perdida de ese chico. Escapó la mirada, girándose un poco. Sabía que debía de temer, simplemente desde un inicio temió decirle todo esto a Minho. No volvería a quitarse los lentes de contacto estando frente a Minho; no quería recordarle el pasado. Porque, si eso era un motivo para volverle triste, eventualmente las cosas terminarían, y no quería que eso pasara. No quería alejarse de Minho por ningún motivo.

 

-Tae…Sung ah~.- El mayor le llamó, al verle tan contrariado. –Tu mirada es hermosa.

 

-La detesto.- Jadeó. Siempre lo había hecho, era un recuerdo presente que era un error, estaba mal. Cerró los ojos, con fuerza, tratando de olvidar todo esto.

 

-No deberías…- Le besó, provocándole que abriera los ojos. –Eres un milagro.

 

Minho no notó cuando empezó a llorar, pero ahora sentía que la felicidad que sentía estaba rebasándole por mucho. No se contendría, quería abrazarle, estrujarle, ahora más que nunca. Se había enamorado una vez más del amor de su vida, no tenía duda alguna ahora. Este chico estaba hecho para él. Y había vuelto, como lo prometió tantos años atrás.

 

Notas finales:

Por mucho, este es el capítulo más largo que he escrito en la historia. Supongo que me tomé mi tiempo en hacerlo. ¿Qué piensan que pasará ahora que se sabe lo que pasó? ^-^ 

Estaré esperando su opinión. ¡Besos!


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