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Ojos Bonitos -En Edición- por Ari_123_love

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Notas del capitulo:

Sé que me desaparecí por casi 3 meses, y realmente hacía tanto que no me desaparecía tanto tiempo. Para quienes no sepan, perdí todo el archivo de Ojos Bonitos, por un error de sistema. En ese entonces sólo perdí las notas de este capítulo (no me preocupé tanto por los capítulos pasados porque de igual modo ya están publicados). Sin embargo, ese error de sistema ocurrió varias veces más, y eso llevó a que me retrasara más.

He estado ocupada con otras cosas, además; así que para compensarlo un poco les dejo aquí este largo, y algo complicado, capítulo. 

 

Minho abrió la puerta con premura, encontrándose con la maravillosa vista que era su novio. Se había acostumbrado al cabello corto de Taesung, pero ahora lo usaba aún más corto, y de un despampanante color negro azabache. Abrió boca, sin saber exactamente qué decir.

-No hagas líos en tu cabeza, Minho.- Le sonrió, rodando los ojos tras dejar escapar una sonrisa.

-Tengo una amiga que tiene una galería de arte, y me pidió que modelara para ella.- Escuchó gruñir al mayor, provocando que sonriera complacido. -Sí, bueno, use ropa.- Se encogió de hombros quitándole importancia. -Pero fue lo único que pude controlar. Estaba totalmente a merced de ella.- Pasó su mano por su cabello, despeinándolo coquetamente. -¿No te gusta?- Posó con una mano en la cintura y la otra en la cabeza, en una imagen tan característica de él. -Estoy seguro que a los espectadores les encantó.- Oprimió una risilla en el fondo de su garganta. Minho apretaba sus labios en una mueca de molestia pura.

-¿...Modelaste frente desconocidos?- Preguntó serio, y bastante seco.

-Umm, no.- Entró por completo a la casa. Minho nunca le invitaba a pasar. Rio frescamente, sabiendo que así sacaría aún más de sus casillas al mayor, caminando hasta llegar a la sala y sentarse con una pierna cruzada sobre la otra, siendo escrudiñado por Minho. -Modelé frente a mi amiga. Me siento cómodo con ella, jamás podría hacerlo frente desconocidos.- Cubrió su boca con coquetería.- Narsha me tomó fotografías. Y las expuso. Obviamente no podía evitar ir al estreno de mis fotografías. Estuve ahí cuando la gente soltó exclamaciones de asombro.

-¿Por qué lo hiciste?- Minho se cruzó de brazos, alzando una ceja como gesto retador.

-Porque no quería perderme el momento de revelación de las imágenes.- Frunció los labios. -Minho, ella me pidió ayuda, así que accedí.

-¿Por qué? ¿Tienes que dejarte ver por todos siempre?- Se desesperó.

-¡Sí, Minho!- Gruñó. Se puso de pie, retando a Minho. –Me encanta que me vean, y sepan que estoy ahí.

-¡Por supuesto!- Minho rodó los ojos, jadeando con desespero. –¿Y qué hay de mí? No te importa que no me gusta que los demás te vean de esa manera…

-¿De qué manera Minho?- Frunció el gesto. -¿Me vas a prohibir algo? Porque, te recuerdo, tú sólo eres mi novio, y no tienes derecho a prohibirme nada.- Espetó.

-Tae…- Minho alzó la mano, buscando acariciar la mejilla del menor.

-Minho, a estas alturas deberías de tener muy en claro que sólo quiero que tú me veas.- Quitó la mano de Minho de su rostro, prefiriendo abrazarle por el cuello.

-¿Por qué me haces esto, bebé?- Jadeó. Le tenía tomado por la cintura, atreviéndose a juntar su frente con la del menor.

-Te lo mereces...- Susurró. -Simplemente así es.- Se separó, sonriendo suavemente. –Hoy me quedaré a dormir aquí, para así estar contigo desde el inicio de tu cumpleaños, hasta que se acabe.

-Malcriado…- Jadeó, ciñéndole contra su cuerpo. –Eres un malcriado, que ama sacarme de mis casillas y volverme loco.

-…Sí…Adoro hacer eso.- Susurró, sardónico. –Entre más loco estés, hay menos probabilidades de que alguien te robe de mi lado.

-Y yo ¿qué tengo que hacer para que nadie te robe de mi lado?- Susurró, colocando besos sobre la mandíbula del menor, que se dejaba hacer tan fácilmente por esas muestras de cariño.

-Por ahora…La cena.- Rio traviesamente, soltándose de Minho. –Mañana serás el consentido, pero el día de hoy las cosas siguen estando en su lugar: yo soy el centro de tu universo.- Demandó.

-Por supuesto…- Sonrió, tomándole de la mano. –Vamos a la cocina, bebé. Veremos qué podemos hacer para la cena.

Taesung se ciñó al brazo de Minho, siguiéndole obedientemente. Cuando Minho era así, Taesung podía sentirse tranquilo. Así que procuraba portarse medianamente bien, y adorar a Minho con tanto empeño, que era imposible que Minho no se diera cuenta de esos cambios de actitud tan repentinos.

La cena se llevó acabo entre alguna que otra tontería hecha, y dicha, por el menor. También pláticas que daban vueltas absurdas entre los temas. Hora tras hora, se les escapó entre los dedos, simplemente haciendo lo que más les gustaba hacer; estar juntos. Y cuando notaron que simplemente era demasiado tarde, incluso cuando no tenían nada que hacer al día siguiente, decidieron que ir a la cama era lo debido.

Subieron las escaleras abrazados, enredados, a pesar de que eso les retrasaba demasiado. Taesung se dejaba arrastrar por el mayor, deleitado de saber que su plan estaba funcionando. Minho le prestaba su total atención, como debía de ser. Entonces dejaba de lado su preocupación, y se sentía dichoso de tener a Minho a su lado. Sabía que jamás en su vida conocería a alguien que le hiciera sentir como lo hacía Minho. Ese hombre despertaba todo en él, cada sentimiento existente. Jadeó, hundiendo su rostro en el cuello de Minho. El mayor le abrazaba, arrastrándole hasta la cama. Rio tontamente, quedando atrapado bajo el cuerpo de Minho. Lo único que tenía deseos de, era abrazarle y mantenerle a su lado por siempre.

-Minho…- Jadeó, recargando su frente contra el pecho del hombre. –Te amo.

-También te amo, bebé.- Minho sonrió, acomodándose a su costado. Le acarició el cabello, enredando sus dedos en él. El color negro resaltaba tanto contra su piel, y estaba seguro que si Taesung no usara sus lentillas, el cabello negro resaltaría sus ojos bicolor. –No sabes cuánto me hace feliz saber que pasarás conmigo mi cumpleaños.

-Soy tu novio, pasaré tus cumpleaños a tu lado, y todas las fechas importantes en las que deba estar contigo.- Arrugó la nariz con una linda sonrisa. –Es mi deber como el buen novio que soy. Y quiero hacerlo.

Minho esbozó una ligera sonrisa, apresándole en un abrazo. El menor se veía tan cómodo, a pocos pasos de quedarse dormido. Dios, le había extrañado tanto mientras no estuvo. Sufrió de pensar que le había hecho enojar lo suficiente como para hacer que Taesung se fuera sin despedirse. Y se había sorprendido bastante al verle, haciendo de las suyas, el día de hoy. Era casi como si no hubiese pasado aquella discusión. Pero sabía que eso no era cierto; que el chico, que tenía entre sus brazos en este momento, era sumamente rencoroso. Taesung simplemente había preferido no pelear. Y se lo agradecía. ¡No podía pedir algo más en la vida! Le tenía de regreso, ¿por qué no simplemente se conformaba con eso? Ahora le podía tocar, le podía querer todo el tiempo, sin temor a nada. Sabía que debía de conformarse con eso…Tan sólo que, quería más.

Un poco más. ¿Era demasiado el pedir que la memoria del menor estuviera completa? Que le recordara por completo, aunque el amor que sintió en aquel entonces era el mismo al que sentía ahora. No; se atrevía a pensar que, ahora, su chico de ojos bonitos le quería mucho más que antes. Y por supuesto que, él mismo le quería más. Cada día que pasaba, Choi Minho le amaba un poco más. Enterró su rostro en el cabello del menor, aspirando su aroma. Podía embriagarse sólo con eso. Tenía tantas ganas de amarle, ¿cuándo había sido la última vez que habían hecho el amor? Sentia que habían pasado siglos de eso, que el menor se encontraba tan lejos. Le apretó aún más contra su pecho. Le tenía ahí, a su lado, no debía de extrañarle estando a su lado. ¡Le amaba tanto! Que no podía ya con todo sus sentimientos por el menor.

 

 

 

 

 

Taesung abrió los labios entre sueños, dejando escapar un jadeo. Sentía que su mente saldría de su cuerpo si los golpes contra su cadera se volvían más rápido. Jadeó, abriendo los ojos por completo ante tanta insistencia. Gimió, vaya la sorpresa de encontrarse siendo follado por Minho.

-Ah~ M-minho…- Le llamó, tratando de quitárselo de encima.

-Es mi cumpleaños, Tae…- Le jadeó, mordisqueando la oreja del chico por encima de las perforaciones. –Tengo derecho a hacer lo que quiero.

-Tsk…Pervertido.- Taesung enredó sus brazos alrededor del cuello de Minho. –Feliz cumpleaños, amorcito.

-Han pasado…siete horas…desde que inició mi cumpleaños.- Le besó en cuello repetidamente. –Pero no has despertado hasta ahora.

-¡Minho!- Jadeó, dando un suave golpe en la espalda del mayor. –E-espero…que…que no hayas estado haciendo…esto por…siete horas…- Arqueó la espalda. Detestaba el sexo por la mañana, tenía que usar energía que prefería no usar. Pero era el cumpleaños de Minho, le dejaría hacer lo que quisiera.

-No soy tan enfermo, como piensas bebé.- Le sostuvo por la cadera. –Te hubiese despertado, pero adoro tu rostro cuando duermes.

-¡Ja! Y ¿eso no es enfermo?- Le regaló un beso. –Ah~ Minho, feliz cumpleaños. Te amo.

-Te amo, Tae.- Unió su frente con la contraria. –Te amo como no tienes idea.

Se besaron, se tocaron, haciendo el amor sin desespero. Buscaban unir sus cuerpos en ese  intento absurdo de que sus almas se tocaran, a pesar de ya estar unidas. Minho recorrió cada trozo de piel del menor, reconociéndola, como si fuera la primera y última vez que lo haría. Los jadeos, acompañados de rasguños y lloriqueos sólo cesaron cuando el orgasmo les eclipsó. Entonces sus respiraciones agitadas se entreveraron, dejando que los segundos se escaparan lentamente.

-Realmente, usted señor  Choi, es  un pervertido.- Taesung  jadeó,     buscando abrazarse a  Minho. –Hacer ese tipo de cosas, aprovechando que yo duermo~ No has podido esperar, y ahora me obligas a empezar antes con tu regalo de cumpleaños.

-¿Mi regalo de cumpleaños?- Minho se irguió, esperando a que el chico le respondiera.

-Sí…- Taesung sonrió, también incorporándose, para así sentarse sobre el regazo de Minho. -Tengo planeado todo este día. Vamos a tener sexo…

-Haremos el amor, bebé.- Minho le corrigió.

-No no.- Rio. –Tendremos sexo, y después haremos el amor.- Pasó sus manos alrededor de los hombros de Minho. –Lo haremos como conejos. Minho se crispó un poco ante aquella referencia. Taesung simplemente había hecho un comentario, y parecía no entender lo mucho que significaba. No hizo ademán de hablar, simplemente le abrazó, hundiendo su rostro en el hueco del cuello del menor.

-Hey, Minho, también haremos otras cosas…- Le dijo, buscando subir el rostro de su novio. –Tengo planeado todo. Iremos al museo, porque sé que te gusta mucho ir. Y después iremos al cine, es una función especial, así que sólo irán unas pocas personas. También iremos a cenar, y habrá pastel.

Minho rio por lo bajo. Tomó la mano del menor, besando el dorso de esta. Tenía tanto que agradecer, por el simple hecho de tener al menor ahí consigo, que no le importaba tener nada más. Así que, el cariño que Taesung le profesaba, el que le hiciera compañía en su cumpleaños, y que hubiese planeado todo el día, le mataban. Sabía que no lo merecía, pero lo tenía, y no lo dejaría ir.

-No puedo creer que olvidé que eres mi novio, loco por los cumpleaños.- Comentó con voz grabe, acariciando la cadera del menor.

-Así es.- Taesung soltó alegre. –En el libro de tu vida, yo soy el loco chico de los cumpleaños.

-No, amor. En el libro de mi vida, tú aparecerás bajo el título del amor de mi vida.- Le picó la mejilla.

-M-minho…- Se coloró. –No digas esas cosas…

-Creí que podía hacer y decir lo que quisiera. Es mi cumpleaños.- Le retó. -¿No es así, bebé?

-Neh…- Frunció los labios. -¡Cierto! Te haré el desayuno.- Dio un ligero brinquito. –Debemos vestirnos.

-¿Cuál es la prisa por vestirnos, amor?- Minho rio, apretando su agarre para que el chico no se moviera.

-Hace frío…- Masculló.

Minho torció los labios en una mueca socarrona. Tomó la sábana, que había quedado por sin ningún lado después de la actividad sexual matutina, y cubrió a Taesung y a sí mismo con ella.

-Lo  ves,  no  necesitamos  vestirnos.-  Le  molestó.  –Vamos,  estamos  dentro  de  la  casa,  no   hay necesidad de vestirnos.

-No señor, no andaremos desnudos por la casa.- Taesung frunció el ceño.

-¿Por qué no?~- Minho jadeó, rogando como pocas veces.

-¿Quieres saber?- Taesung le susurró al oído, recibiendo un ligero asentimiento de cabeza como respuesta. Se agachó, quedando cubierto por la sábana.

-¡Tae!- Minho jadeó, el chico jugaba a darle besos cortos en el pecho. Gimió guturalmente cuando sintió al menor morderle. -¡Tae!

-…Eres demasiado comestible, Minho.- Taesung se descubrió, robándole un beso al mayor. –Si no te vistes, no podría controlarme. Ahora, vístete. Prepararé el desayuno.

-Eres un dictadorcito, ¿sabes?- Se burló. -¡Si no hay remedio!

Se vistieron entre mimos y caricias. Taesung se había propuesto consentir en todo al mayor, y como tal, estaba cediendo en muchas cosas que usualmente no cedería. Dejó que Minho se quedara en la cocina (obviamente le obligó a sentarse en la mesa y no mover ni un solo dedo), mientras él hacía el desayuno. Tarareó una canción que conocía desde siempre, mientras se movía de un lado a otro, buscando los ingredientes necesarios. Aunque daba de vez en cuando una mirada hacia su novio, que le observaba cual predador. Entonces reía y seguía haciendo lo suyo, paseándose descaradamente frente a la vista de Minho hasta que el desayuno estuvo listo.

-¡Ta-da!- Sonrió con autosuficiencia, dejando el enorme plato hondo frente a Minho. Entonces tomó el suyo, sirviéndose.

-Amor, sé que tratas de consentirme por mi cumpleaños, pero…Es un poco exagerado.- Le tomó por la cintura, obligándole a sentarse sobre su regazo.

-No oh~- Taesung rio. –Me propuse hacer que engordes, Choi Minho.- Declaró. –Así nadie te robará de mi lado.

-¿A sí?- Minho alzó una ceja, sonriendo. –Entonces, bebé, tienes que doblar tu ración, porque  engordarás conmigo.- Le pellizcó el muslo izquierdo.

Taesung rio, recostando su cabeza sobre el hombro del hombre.

-Minho, me has visto comer. En una comida normal, como lo que tu plato y mi plato juntos.- Dijo divertido. –No me harás engordar tan fácilmente.

-¿Cómo no eres capaz de ver que él único que puede perder en esta relación soy yo?- Minho le cuestionó, por fin empezando su desayuno.

-No te dejaré nunca Minho, y el día que nos casemos, seré mucho peor.- Le besó en la mejilla. –Sólo puedes mirarme a mí, te vigilaré de cerca.

-Dictador…- Murmuró, riendo. –Y quizás algo de forano.

-Exacto, así que sigue mis reglas Minho, o te irá mal.- Le amenazó.

-Adoro cuando eres posesivo conmigo.- Minho le hizo una mueca, haciendo reír al menor. Entonces ambos dejaron de discutir, para poder desayunar propiamente. No se separaron, no tenían la necesidad; les agradaba estar pegados como muéganos.

Y como lo prometió Taesung, estuvieron por toda la casa haciendo el amor. Simplemente iniciaban con unos cuantos besos y terminaban descontrolándose, tocándose por todos lados con los cuerpos enredados. Era casi como si les diera miedo el estar separados, aferrándose a lo carnal. Minho buscaba, con azorada respiración, obtener cada beso del menor. Le hacía jadear a propósito, con mordidas y rasguños. Se aseguró de ser el nombre que saliera de los labios de su chico. Porque era suyo, siempre lo sería. Le dejó marcas de sus besos en el cuello y las clavículas, sin darse cuenta que él también estaba siendo marcado por Taesung. Sus hombros, sus brazos, tenían marcas de rasguños y dedos enterrados, además de alguna que otra mordida. La necesidad les embargaba, sin dejarles espacio para poder saciarse de sus propios sentimientos. Soló lo querían amarse, y eso es lo que hacían.

En cada rincón de la casa fingieron satisfacerse, volviendo a desnudarse en cuanto no resistían estar separados. Cuando pensaban que ya era suficiente, y trataban de seguir adelante con su día, volvían a iniciar con el complejo ritual de coqueteos. Así habían terminado en la sala. Minho tenía la mejor vista del menor entre sus piernas, bajándole la ropa interior. Jadeó, sintiendo la boca del chico moverse a lo largo, mientras ambas miradas estaban prendadas una de la otra. Agarró con fuerza el cabello del chico, dándole cierto ritmo. Sólo podía contener el aliento, esperando con paciencia a que su adorable novio le provocara el orgasmo. Pero no pasó; antes de que Minho pudiera obligar a Taesung a ir más rápido, este ya se había detenido, con un dejo de malicia en la mirada. Le arregló la ropa, sentándose sobre su regazo, para así abrazarle por el cuello y darle un largo y sensual beso.

-…Ah, Minho…- Jadeó al separarse. –Debemos de tomar un baño.

-Desgraciado…- Minho gruñó, apretando al menor por la cintura. Obviamente él seguía excitado, y Taesung hablando sobre bañarse.

-Me gusta que gruñas.- Susurró entre risas. –Podemos seguir con esto en el baño, tonto.- Le besó rápido. –Pero no hay que demorarnos, no quiero que lleguemos tarde.

-Encantado, entonces.- Le robó otro beso.

Taesung rio, poniéndose de pie antes de que Minho siguiera con los besos que sólo les haría perder tiempo. Corrió escaleras arriba, obligando a Minho a seguirle, hasta la habitación. Entonces se desnudaron, entrando al baño, haciendo y diciendo tonterías mientras el agua llenaba de vapor todo el lugar. Minho apresó al menor contra las baldosas frías, tomándole por la cintura, aprovechando la situación. Taesung aupó sus piernas alrededor de la cintura del mayor, dejando que las gotas calientes de agua les bañaran por completo. Las temperaturas de sus cuerpos pronto dejaron atrás a la de la habitación, contrastando con el vapor del agua. Disfrutaban de estar así de juntos, casi olvidando que tenían que bañarse, que su día estaba planeado con otras actividades además de besarse y hacer el amor. Les llevó tiempo, sobretodo por los cariños que se hacían, susurrando palabras de amor.

Y cuando pudieron, al fin, terminar de bañarse, no demoraron en regresar a la habitación. Minho obligó al menor a recostarse en la cama, quedando a horcajadas sobre él.

-Minho...- Taesung hizo un puchero. Sabía que iban a perder mucho tiempo, pero no tenía corazón para decirle que no a Minho en el día de su cumpleaños. -Acabamos de bañarnos.

-Mejor aún. Estamos mojados.- Murmuró, dejando besos por todo el rostro del hombre joven.

-Pervertido.- Taesung rio. -No has pensado en otra cosa desde que despertaste.

-No he pensado en otra cosa desde anoche, bebé.- Le susurró al oído, besando el cuello del menor, bajando hasta las clavículas dónde mordió, entreteniéndose.

Taesung jadeó, aferrándose al mayor. Hacían el amor de nuevo, balanceando sus cuerpos para unirlos y separarlos en una danza que conocían tan bien. Jadeos, gemidos, intercambio de besos. Se tocaron, buscando brindar placer, mientras perdían la cordura por tenerse. Se necesitaban, se adoraban. Ambos se pertenecían más de lo que jamás se darían cuenta. Y ese desespero que sentían al no estar juntos sólo era el modo de demostrarlo.

No se detuvieron hasta el final. Cuando la razón les regresó al cuerpo. Taesung refunfuñó lo tarde que se les había hecho, siendo callado con un beso. Entonces se vistieron con ropa apropiada para salir, corriendo de un lado a otro por la casa. Minho volvió a abrazar por la cintura al chico, calmando la mucha energía que Taesung podía contener en su cuerpo. Le besó en la nuca, haciéndole reír, manteniéndole cerca y agarrado para disfrutar de eso.

-¡Minho! Se nos hace tarde.- Frunció los labios.

-Eres como el conejo de Alicia en el país de las maravillas, ¿sabes?- Le molestó.

-La única cabeza que corre peligro aquí es la tuya, amorcito.- Hizo una mueca.

-No puedes decir ese tipo de cosas hoy.- Rio, prohibiéndole ser tan amenazante como lo sería en un día común y corriente. –Hoy no.

-Dices que yo soy el malcriado, pero no eres muy diferente a mí Minho.- Giró el rostro, buscando ver a Minho. –Tienes suerte de ser el consentido el día de hoy.

Le apuró con amabilidad, urgiéndole a que se pusiera la gabardina y los zapatos. Salieron, con las manos entrelazadas ya que el frío no estaba siendo amable con nadie. Entraron al auto hechos carámbanos, Minho en el asiento de copiloto ya que Taesung había insistido en ser él quien le condujera a los lugares que había planeado.

Encendieron el auto, sin moverse de lugar, mientras entraban en calor. Taesung entonces aprovechó para buscar en el asiento trasero una bolsa de papel color verde, con un lindo moño rojo. La dejó sobre el regazo de Minho, con una enorme sonrisa expectante.

-Es un regalo de cumpleaños.- Explicó. -¡Ábrelo!

-¿Regalo? Bebé, no tenías qué. Estás aquí y eso es suficiente.- Minho trató de agradecer a su manera por el regalo.

-Me gusta dar regalos a mis seres queridos. Lo sabes. ¡Tienes que aceptarlo!- Insistió.

Minho rio, asintiendo. Abrió la bolsa, buscando bajo los triángulos de papel adorno que evitaban que a simple vista se viera el regalo. Desde el fondo tomó a bufanda que Taesung había buscado con esmero.

-Combina con mi ropa.- Minho se quitó la bufanda que llevaba puesta y se colocó la nueva. –Me gustó, gracias por el regalo amor.

-¡Promete usarla todos los inviernos!- Taesung demandó, con un puchero en boca. Tomó la bufanda que Minho se había quitado y la enredó en su propio cuello, hundiendo su nariz en ella para oler el perfume de Minho.

-Lo haré, amor.- Se acercó para besarle. –Además, si no lo hago, temo que me hagas algo malo.

-Que inteligente.- Rio. -¡Bien! Vamos al museo.- Comentó con emoción, arrancando la marcha del auto.

El museo estaba repleto de gente, yendo y viniendo a todos lados mientras seguían a un guía que explicaba cada obra. Taesung y Minho se unieron a un grupo, perfilados a la exposición más reciente. Escucharon atentos, hasta que la concentración de Taesung llegó a su límite, entonces empezó a divagar por las obras, rezagándose. Minho rio ante eso, tomando la mano de su novio, para mantener al menor en línea recta mientras seguían al guía. Era, esa escena, un recuerdo alegre y familiar que lograban colocar una sonrisa en el rostro del mayor, permitiendo separarse del grupo de vez en cuando, cuando Taesung se quedaba embobado viendo algo más.

-Que rara escultura.- Minho abrazó la cintura del menor, por detrás, recargándose sobre su hombro.

-Es un tulipán.- Taesung explicó, mirándola atento. –No me gustan las flores, pero…Los tulipanes son curiosos. Necesitan del frío, para poder dar un poco de primavera. Son bellos, ¿no lo crees?

Minho alzó una ceja, observando atentamente a su novio. Había veces en que podía jurar, todo era un sueño, y que despertaría en la realidad. Eran este tipo de momento los que le hacían pensar así, y se preguntaba cómo las cosas daban giros perfectos. Todo había sido trazado de tal manera, que parecía una mala broma de los cielos.

-Minho.

Entonces esa voz le hacía despertar de sus pensamientos, soltando al chico. Le miraba, y veía a la persona que más amaba. No importaba nada de lo pasado, lo tenía ahí. Suspiró cuando el menor le tomó del rostro, acercándose. Juntaron sus bocas en un beso, que no fue largo; tan sólo ese momento se sintió eterno, perfecto. Estaban juntos, Minho no necesitaba de nada más, tenía lo que había anhelado por tantos años. Le abrazó, con gran agobio en su pecho, no quería dejarle ir. No quería separarse de él de ningún modo. Le quería a su lado, para siempre.

-No me dejes nunca…

-No lo haré, Minho.- Sonrió, siendo confortador. –Será mejor que volvamos con el grupo.

-Sí…- Le tomó de la mano, enredando dedos. Dejó que el menor le llevara de regreso, sabiendo que al menor le gustaría mandar un rato. Taesung tenía metida la idea en la cabeza de ser el guía, en ese día que había trazado tan meticulosamente.

–Tae, te amo.

-Yo también, tontuelo.- Sonrió. –Eres a quien más amo.

Minho entonces se sintió satisfecho, tratando de alejar todo aquel sentimiento que no fuera la enorme felicidad que sentía por estar ahí y ahora con el gran amor de su vida.

Al terminar de ver la exposición, salieron al frío aire exterior. Taesung tiritó de frío, era obvio que la nieve caería en algún punto del día, así que lo más sensato que se podía hacer era salir ataviado de ropa hasta los dientes. Por supuesto que eso era algo que a Taesung le importaba poco, así que sólo había salido con una gabardina sobre su suéter, y la bufanda que Minho se había quitado. Se cruzó de brazos, tratando de esconder el frío que sintió.

-¿Tienes frío, amor?- Pero no podía escapar de la mirada atenta de Minho. –Debiste de ponerte algo más.- Le tomó de las manos, frotándolas y después calentándolas con su aliento.

-¿Para qué haría eso? Si te tengo a ti.- Taesung sonrió, mimado. –Vamos, hay que llegar a tiempo al cine.- Comandó, zafando sus manos de las de Minho, para después entrelazar su brazo con el de su novio.

-Tú tienes un obvio problema con el tiempo, ¿sabes?- Se juntó más al menor.

-No es así, sólo siento que si no llego a tiempo, me pierdo de algo importante.- Se encogió de hombros. -Y en este caso, así será. Nos perderemos la película.

-Sólo por esta vez, amor.- Le picó la nariz. -Entonces, platícame de esta película que veremos...

Taesung empezó a hablar de la película, parloteando todo el camino al cine de eso. Minho le escuchaba atento, sin despegar la vista de lo muy atractivo que podía ser el menor al hablar. ¡Dios! Sus sentimientos eran exagerados, pero sabía que para el chico no lo parecían, así que confiaba en el amor del menor.

Durante la película, estuvieron abrazados. Disfrutando de estar juntos. No tenían que hacer más, ni querían hacerlo. Ambos entendían que había mil maneras de demostrarse lo mucho que se amaban, y que estar en silencio, viendo algo que ambos disfrutaban, era una de esas maneras. No era una película romántica, pero si era la atmósfera adecuada. Se besaron al salir de la película, sin que les importara la gente que les observaba darse tal muestra de afecto. Estaban en su propio mundo.

Caminaron por las calles, observando las tiendas, paseando entre los callejones. Comieron, incluso, en alguno de los puestos que hay en la calle. Y cuando la luz de sol empezó a pardear, alrededor de las cinco, Taesung llevó a Minho a una tienda de mascotas. Observaron todo el lugar, señalando los peces con ojos enormes, escuchando atentos el cantar de los pájaros. Minho se quedó un largo rato viendo a los gatos jugar con una pelota, mientras que Taesung llenaba de preguntas al joven que estaba en la caja registradora.

Salieron del local con las manos vacías, pero satisfechos tras haber vistos los animalitos. Entonces dejaron que la noche entrara amenamente. A lo largo del día Minho había estado recibiendo llamadas de personas que le felicitaban por su cumpleaños. Minho respondía, pero no se demoraba en ello. Su atención estaba en Taesung todo el tiempo. Le tomó de la mano, sabiendo que ahora se dirigían a aquel restaurante familiar en el cual se habían citado un año atrás, para la misma celebración.

Esperaron a que una mesera les llevara a una mesa; Minho fingió no ver el gesto que Taesung le hizo a la mesera, sabiendo que eso significaba que al final de la cena tendría un enorme pastel repleto de velas. Ambos tomaron asiento, mientras discutían de distintos temas, y revisaban el menú.

La cena fue divertida; se daban miradas coquetas, placando de cualquier tontería. Entrelazaron los dedos de sus manos por encima de la mesa, terminando de cenar. Y cuando los platos desaparecieron de la mesa, Minho supo lo que se avecinaba. Sólo que esta vez el gran bizcocho de chocolate llegó acompañado con la amenaza de Taesung del año pasado. Los meseros cantaban  el feliz cumpleaños, siendo guiados alegremente por el mismo Taesung. Minho se cubrió la cara, sonrojado. Era demasiado, pero no había nada que le hiciera hacer sentir más querido que Taesung planeando un día entero para poder darle un buen cumpleaños, que termine de tal modo. Aplaudió al final de la canción, soplando las velas bajo la atenta mirada de su novio. Sabía lo que la costumbre dictaba, así que pidió un deseo. Su único deseo existente, desde que supo quién era el chico con quien compartía la cama en las noches. Deseó, rogó, por recuperar la memoria del menor, y así tenerle por completo.

-¡Feliz cumpleaños, yeobo!- Taesung sonrió de tal manera que parecía que se trataba de su propio cumpleaños.

-Gracias bebé.- Rio. -Tendrás que ayudarme a comer todo.

Taesung rio, asintiendo. Dividieron el pastel, disfrutando del momento. Era su momento especial, lo habían hecho el año pasado, y lo hacían de nuevo. Y ambos estaban seguros que lo harían el año próximo. Terminaron la velada, con sonrisas en los labios, sabiendo que simplemente aún no había terminado. No se trataba de demostrar tal grado de afecto en un día, sino hacerlo a diario, mutuamente.

Salieron del restaurante, yendo directo al auto. Minho sonreía, mirando para nada disimulado al menor. Era obvio que quería decir algo, y que no lo callaría por mucho.

-¿Qué pasa?- Taesung se apoyó sobre el auto, alentando a que Minho hablara.

-Hoy es mi día preferido.- Comentó.

-Por supuesto, es tu cumpleaños y te estoy consintiendo. ¿Cómo no habría de serlo?- Preguntó, creyendo que la observación de Minho era algo boba.

-No es sólo eso, bebé.- Rio, Taesung se había sorprendido por su respuesta. Así que decidió explicar.

-Hace un año, me regalaste un beso.

Taesung se coloró por completo. Era cierto, había besado a Minho, sin que fueran nada, porque no tenía idea que regalarle, y sus propios sentimientos ganaron, siendo impulsivo. Le había robado un beso a Minho, y aun así él lo consideraba un regalo.

-Me costó mucho trabajo atreverme,...y cuando al fin reuní valor suficiente, no pensé en lo que hacía...- Murmulló.

-Debo de gustarte mucho.- Se burló. -Por eso es mi día favorito, Tae. Nunca olvidaré que me hiciste atravesar la calle corriendo, sólo para ver un absurdo parque nevado, en donde me besaste por primera vez.

-¿Te gustó tanto el beso?- Sonrió, alegre de escuchar las palabras del mayor. -Yo estaba totalmente aterrado de haber hecho el ridículo, o de empujarte a algo que tal vez no iba en esa dirección.

-¿Temías que no te correspondiera?- Alzó una ceja, asombrado de saber que causó tal inseguridad en su adorado novio.

-Sí...- Taesung jadeó. -¿Por qué habrías de fijarte en mí de tal modo? Si yo sólo era una molestia.

-Nunca has sido una molestia, amor.- Le aclaró. -Y créeme, por más que me resistí, no pude evitar fijarme en ti.

-¿Querías evitarlo, Choi Min Ho?- Torció los labios.

-Entiende, amor.- Minho exhaló. -Tenía años sin sentirme así.

-Claro.- Rodó los ojos, jadeando. -...¿Qué te hizo aceptar tus sentimientos por mí, Minho?- Masculló algo seco.

-El pensar que después de un rato, tú conocerías esta ciudad lo suficiente, y ya no necesitarías de mi ayuda.- Habló. -Me di cuenta que ya no habría razones para verte, y no quería eso. Yo había dicho firmemente que no me enamoraría de ti, pero no cumplí con mi palabra. Tú ibas y venías, ajeno a mí, y no podía con eso. Me gustaba verte, hablar contigo y que saliéramos a diferentes lugares. No podía seguir negándolo. Entonces me besaste.

-¿Tu día preferido?- Taesung sonrió, entrando al auto.

Minho también entró al auto, besando la mejilla del conductor.

-Mi día preferido. Con mi persona preferida.- Jadeó. -Hoy me has regalado otro día espectacular, por el simple hecho de que me estás acompañando.

-¿Realmente te ha gustado el día de hoy?- Taesung suspiró, esperando a que Minho le contestara con la verdad.

-¿Que si me ha gustado? Bebé, hice mi actividad favorita, que es estar a tu lado. Y sumado a eso, hemos estado haciendo cosas que me gustan. Incluso, hiciste que me cantaran el feliz cumpleaños.- Rio. –Definitivamente me ha gustado este día.

-Es lo único que deseaba.- Taesung susurró, apoyándose en el volante.

-Amor, vamos a casa.- Minho le obligó a alzarse. Ni siquiera dudó al mencionar su casa, como si fuera lugar de ambos. Era lugar de ambos.

Taesung asintió, poniendo en marcha el auto. Minho encendió la radio, dejando que la música llenara el ambiente. No se demoraron en volver, llegando a la casa de Minho antes de que el reloj pudiera marcar las diez en punto. Aun así, Minho arrastró al menor hasta su habitación, dejándole caer en la cama. Se acomodó sobre el menor, sonriendo algo ladino. Taesung tenía los labios fruncidos, pero cedió cuando Minho empezó a besarle por todos lados.

Taesung sonrió, entonces, tomando a Minho por los hombros y obligándole a cambiar de posición. Se sentó sobre la cadera de Minho, apoyando las manos sobre su pecho.

-Te quiero.- Infló las mejillas. -Eres mío.

-Yo también te quiero, amor.- Minho sonrió, acariciando el rostro de su novio. -Te quiero mucho.

-¡Se serio! Tonto.- Rio, acercándose para darle un beso.

-Lo estoy siendo, bebé.- Le sujetó por la nuca. -¿Cómo quieres que te lo demuestre? ¿Qué necesitas que haga para que veas que no puedo ser más serio en este momento?

-No quiero que hagas nada.- Se acomodó, recostándose sobre él. -Sólo quiero verte, y que me veas.- Sonrió.

-¿Observarnos?- Torció los labios en una mueca. -Y ¿si mejor te hago el amor?

-¿Hacer el amor?- Taesung se movió, frotando su cuerpo con el de Minho lentamente. -Eso suena bien, de hecho.

-¿Sí?- Minho enredó una de sus piernas con las del menor.

-Sí...Pero, mejor sólo hay que observar.- Arrugó la nariz, arremolinándose más en él. -Me gusta verte.

-¿Te gusta verme?- Coló su mano bajo la ropa del chico. -Creí que me llamabas enfermo por observarte dormir, ¿cuál es la diferencia?

-Eres muy guapo, tengo excusa para verte.- Se defendió. -Y lo hago mientras estás despierto.

-¡Patrañas!- Subió por el torso de Taesung, acariciándole.

-Ahh~...-  Jadeó,  escondiendo  su  rostro  en  el  cuello  del  mayor.  -Minho...-  Susurró  en  su  oído. -Hagamos el amor.

Minho rio por lo bajo, pegando sus labios con los contrarios. Con su mano libre le sacó la camisa al menor, mientras la otra bajaba por el torso hasta llegar a la orilla del pantalón. Logró zafarle esa prenda, encontrando el momento perfecto para volver a darle la vuelta a Taesung, dejándole bajo a su cuerpo. Hizo una mueca, deslizando su boca por el cuello del chico, mientras sus manos se colaban bajo la ropa interior, acariciando con malicia. Le quitó los calzoncillos sin demorarse, bajando los besos por el pecho. Se entretuvo en los pezones del menor, escuchando los suaves gemidos que sus besos provocaban. Le abrió de piernas, acariciando los muslos, sólo por molestar. Se irguió lo suficiente para tener la imagen completa de su novio, adorando lo que veía. Cada vez que estaban así de desnudos, en alma y cuerpo, Minho podía ver que el hombre que tenía enfrente era frágil. Y aun así había pasado por tanto, sin romperse. Le susurró un te amo, que llegó a oídos del correspondiente provocando un resuello entrecortado. Era frágil, y aunque no entendía por qué, también quería empujarle hasta saber cuánto más podía soportar antes de romperse.

-M-minho...

Ese ruego hizo que Minho sonriera, mordiendo su labio inferior. Recorrió con besos el vientre de Taesung, provocándole de manera descarada, hasta llegar a su meta. Lamió a lo largo del miembro de Taesung, sin haber dado alguna clase se advertencia, deleitándose con el grillo de sorpresa que Taesung soltó. Rio, con maldad, repitiendo su acción, hasta decidir ir más allá. Introdujo en su boca por completo el pene, haciendo movimientos lentos y circulares. Su deleite se centraba en los quejidos que escuchaba. Siguió con ese ritmo, lento, sosteniendo las piernas del chico, así evitando que se retorciera. Jugó con él, llevándole a punto. Sólo para dejarle caer abruptamente.

Se separó de ese cuerpo, lamiéndose los labios ante la vista del menor. Se veía tan apetecible.

-Minho...- Taesung jadeó. Tenía la boca cubierta con su mano, pero sus ojos acuosos delataban lo cerca que había estado del orgasmo. -N-no me hagas esperar.

Con una sonrisa socarrona, Minho decidió terminar de hacer sufrir a su lindo novio. Se sacó la ropa con desenfado, escuchando perfectamente como la respiración de Taesung era cada vez más errática ante el desespero. Eso sólo le causó mayor diversión. Frotó su cuerpo con el contrario, tomándole por la cadera. Lo hacía lento, demostrando una paciencia inverosímil. Estaba controlando  todos  sus  impulsos,  decidido  a  sólo  dejar  suaves  besos  en  la  boca  del    menor.

Escucharle lloriquear de tal modo, por un poco más de atención le hizo ser condescendiente. Deslizó su mano izquierda, desde la cadera del menor hasta su muslo derecho, entonces le hizo subir la pierna hasta engancharla sobre su hombro.

-¡Agh! Minho, maldición...- Gruñó.

-Eres adorable...- Minho rio. –Prometo no demorarme más.- Se agachó lo suficiente como para juntar los labios, entretanto coló sus dedos dentro del chico. Sonrió sobre los labios ajenos, tras haber bebido un jadeo.

Movió sus dedos, molestándole lo suficiente como para que Taesung se retorciera, aferrándose a la sábana. Decidió liberarle de su tortura, sacando sus dedos del cuerpo ajeno para así poder penetrarle. Jadeó al compás de los movimientos; Taesung se aferró a los hombros de Minho, rogando por más. Se agarraron a ese momento, haciendo el amor, entre cuerpos sudados y gemidos. No les preocupó ser ruidosos, sin con eso expresaban el placer que sentían al estar juntos. Así terminaron su día, haciendo lo que más les gustaba hacer.

 

 

 

 

 

El despertador programado en el celular de Taesung sonó exacto a las ocho en punto. Ambos cuerpos se removieron bajo las sábanas, renuentes a despertar. Habían hecho el amor hasta muy tarde, encontrándose ahora demasiado cansados como para querer levantarse. Aun así Taesung se descubrió, alargando la mano hasta encontrar su celular y poder apagar la alarma.

-Tae...- Minho murmuró boca abajo, negándose a sacar la cabeza de la sábana.

-No no...- Bostezó. -Vuelve a dormir. Tengo que salir.- Se frotó el rostro, desperezándose.

-¿Salir?- Minho alzó el rostro, girándose para así ver a su novio. Se sentó en la cama, quedando descubierto.

-Amor...- Taesung acarició la mejilla de Minho, sonriendo. -Eres un exhibicionista.

Minho rio, buscando a un lado de la cama su ropa. Era obvio que el menor nunca cambiaría su manera de pensar acerca de estar desnudos en casa.

-Explica que es eso de que tienes que salir.- Demandó, colocándose los boxers.

-Tengo un asunto pendiente.- Sonrió, también buscando su ropa.

-Tu único asunto pendiente soy yo.- Minho frunció el ceño, provocando la risa en su novio.

-Vuelve a dormir, lirón.- Taesung le obligó a recostarse de nuevo. -Procuraré no tardarme. Estaré aquí antes de que despiertes.

-Prefiero dormir contigo.-Le agarró por la cintura, trayéndole contra su pecho. -¿Es necesario que vayas?- Observó asentir a su chico bonito. -Está bien...Al menos hay que desayunar juntos.

-Yo preparo el desayuno.- Taesung arrugó la nariz, sonriendo. -Buenos días, Minho.- Le besó para así ponerse de pie.

-Buenos días, bebé.- Minho sonrió como idiota. Lo único que amaba más que dormir con su novio, era despertar con él.

Ambos hombres bajaron a la cocina; uno más vestido que él otro. Tras revisar qué tanto había en la cocina, se decidió el desayuno. Y tal como el menor dijo, fue Taesung quien lo preparó. Minho simplemente se encontraba sentado en la mesa, de brazos cruzados, y gesto de mal humor porque no tenía deseos de haber salido de cama a tales horas. ¡Era domingo! ¿Por qué no respetaban su domingo? Sin embargo sonrió cuando el menor le sirvió la comida y se sentó a su lado. No podía pasar mucho rato de mal humor si tenía a su novio haciéndole compañía. Aunque esa compañía no durara mucho rato. Taesung terminó de comer lo más rápido posible, para así subir corriendo las escaleras para cepillarse los dientes, y terminar de buscar su gabardina. Para cuando bajó, Minho tenía de nuevo ese gesto de enfado que le caracterizaba cuando las cosas no iban tal y como lo quería.

-¿En realidad tienes que irte?- Minho gimoteó, abrazando al menor.

-Minho, por favor recuérdame qué edad tienes.- Taesung se burló, zafándose de los brazos de su empalagosa pareja.

-No quiero que te vayas.- Volvió a quejarse, persiguiendo a Taesung por todo el pasillo hasta que el menor se detuvo en la puerta a colocarse los zapatos.

-Minho, volveré en dos horas, no en dos meses.- Exhaló.

-¿Por qué te vas?

-Porque soy un excelente novio, y decidí que, como tu cumpleaños cayó en fin de semana, te consentiré ambos días. Así que ahora vuelve a dormir, o termina de vestirse.- Le ordenó. –Vuelvo en un rato, ¿de acuerdo?

-No estoy de acuerdo.- Se cruzó de brazos. –Pero no te haré desistir.- Exhaló.

-Te amo.- Taesung le reconfortó, dándole un beso rápido de despedida. –Volveré en un rato, ¡no cierres la puerta!

Y así dejó a Minho, para poder llevar a cabo la última sorpresa que le tenía preparada. Minho suspiró, cerrando la puerta sin ponerle seguro. Realmente quería seguir durmiendo. Arrastró sus pasos escaleras arriba, volviendo a meterse en la cama y dormitar por dos horas más.

-¡Minho! ¡Minho!

Minho abrió los ojos, sintiendo que casi ni había dormido. ¿Ya habían pasado dos horas? Escuchar que la puerta se cerraba le hizo darse cuenta que en efecto, ya habían pasado dos horas, y Taesung estaba de vuelta.

-¡Amor! Baja.

Sonrió. Taesung pocas veces le llamaba amor, así que las veces en que lo hacía le hacían sentir más que dichoso. Se levantó, entonces, sin replicar. Seguía teniendo sueño, pero seguir durmiendo probablemente se consideraría pecado en cualquier religión, así que no tentó a su suerte; menos cuando el menor le estaba esperando en la sala. Bajó las escaleras, frotándose los ojos y bostezando, así que prácticamente no se dio cuenta de la caja que Taesung tenía a su lado, hasta que estuvo frente a él.

-¿Qué tienes ahí?- No solía ser curioso, pero Taesung se había ido sin nada, ¿por qué había vuelto con algo?

-Ten.- Le ofreció una carpeta con papeles. –Yo hice la compra oficialmente, pero si los firmas…Tú la habrás adoptado.

-Bebé, ¿de qué estás hablando?- Minho apenas alcanzó a dar una rápida mirada a los papeles, para cuando vio que Taesung sacaba de ahí a una pequeña gata.

-Tiene cuatro meses…- Explicó. –Así que le tomará un poco de tiempo acostumbrarse a ti, pero después será como si fueras su padre.

-Oh dios…Es una bebé.- Minho se acercó, tocando el pelaje de la minina. -¿Me compraste una gata?

-Dijiste que eras un hombre de gatos.- Se excusó. –Y ya que no te gusta estar solo, cuando me tengo que ir…Ella será una buena compañía, Choi Minho. Te vigilará por mí, ya lo discutimos.

Minho rio, tomando al fin su nueva mascota. Realmente era una gata bonita, de color gris y rallas negro. Además, en el extremo de su cola había una mancha color blanco. Tenía menos de un minuto de verla, y ya la adoraba. Se sentía tan conmovido por aquel gesto, que sus ojos se empañaron. Cielos, ¿estaba llorando? Se sentía algo agobiado por sus emociones.

-No tienes idea de cuánto te amo…- Jadeó, limpiándose el rostro. –Es tan…No sé qué decir.

-¿Qué nombre le pondrás?- Taesung sonrió, acariciando el lomo de la pobre minina que miraba con confusión a los dos hombres.

-Soo An.- Sonrió. –Así se llamará.

-Es bonito.- Exhaló.

-Bebé…- Minho le tomó por la cintura. –Gracias.- Le colocó un beso en los labios, aun perdido en la emoción de tener una nueva mascota. –Nadie jamás había pensado así en mí.

-Te amo como nadie, Minho.- Se encogió de hombros. –No hay nada que no haría pensando en ti.

Minho rio, sentándose en sofá. No sabía qué hacer, o qué más sentir. Necesitaba procesar todo. Taesung se sentó a su lado, jugando con la pequeña gata. Era domingo, no pensaban hacer nada más que estar en cada. Menos ahora que su atención estaba totalmente puesta en la pequeña, que llenaba de maullidos agudos la casa.

-Bebé, ahora somos una familia.- Minho soltó a la gata, dejando que ella explorara su nueva casa.

-Por supuesto que sí.- Taesung chasqueó la lengua. -Soo An después tendrá un hermano menor de otra especie. Tendremos un perro.

Minho dejó escapar la risa al escuchar eso. El chico no iba a renunciar a la idea de tener un perro. A él le gustaban los perros. No le daría la contraria, sabía que ese plan era lo mejor. Ahora eran una pequeña familia, le gustaba pensar así. Estaban juntos, como pareja, y algo más comprometidos que antes. Abrazó al menor, manteniéndole a su lado toda la tarde. Vieron televisión, conversaron, estuvieron atentos a lo que Soo An hacía y dónde se metía. Al parecer ella había encontrado confortante su nueva casa.

No fue hasta el anochecer, que Minho notó que su novio iba a dormir ahí por tercera noche consecutiva en su casa. Y no es que le desagradara, sino que le parecía extraño. Normalmente dormían un día en su casa, y un día en el hotel donde Taesung se hospedaba. Era una forma de involucrarse en todo lo que cada uno hacía. Así que espero hasta que el chico estuviera dentro de cama, para colarse él también y poder preguntar a qué se debía su continua presencia en casa.

-Bebé.- Le abrazó por debajo de la sábana. -Normalmente te registras en el hotel antes de venir conmigo, ¿no estás malgastando tu dinero si duermes en mi casa?- Preguntó, recostando su cabeza en el hombro de Taesung.

-No me he registrado aún, Minho.- Taesung revisaba algunos correos en su celular, para después bloquear la pantalla y dejarlo de lado. -Hice la reservación para hoy en la noche, y tengo máximo dos días para registrarme.

-¿Bebé por qué hiciste tu reservación para hoy en la noche?- Preguntó, alzándose. -Puedes perder la reservación.

-Bueno, quise pasar una noche más contigo.- Taesung se separó de Minho. -¿Hay algún problema con eso?

-No, amor. No es eso. Pero puedes quedarte sin una habitación.- Trató de explicar.

-¿Qué habría de malo con ello?- Frunció el ceño. -¿Acaso me quedaré sin un lugar dónde dormir?- Cuestionó retadoramente.

-Yo no dije eso.- Minho se defendió.

-Por supuesto que no.- Rodó los ojos. Era obvio que iba a decir otra cosa, quería hacerlo. Pero unos maullidos asustados interrumpieron por toda la casa. -Si tanto te preocupa, mañana en la mañana me registro en el hotel.- Comentó con desagrado, levantándose de la cama y saliendo del cuarto.

-¡Vamos! Taesung, yo no dije eso.- Minho exhaló frustrado. También se levantó de cama, siguiendo a su novio. Taesung bajaba las escaleras casi corriendo, hasta llegar al lugar donde la gata descansaba.

-Ven aquí, pequeña.- La cargó. -Te entiendo, yo también estaría aterrado de pasar la noche en un lugar que no conozco.- Comentó con amargura. -Pero no puedes dormir con el feo y malo de Minho.- La arrullaba. -Él no estará de acuerdo con ello.

-Bebé...- Minho rodó los ojos. -Que yo no dije eso.

-No quieres que duerma contigo.- Le recriminó.

-¡No es así!- Jadeó.

-Poco te faltó para que lo dijeras.- Taesung se giró, bajando al fin a la minina.

-Escucha, suelo pensar en algo, y decirlo de la peor manera. Tae, no quise ser rudo.- Trató de disculparse.

Taesung le miró, de brazos cruzados, como si pensara mil cosas a la vez. No hizo nada más que exhalar, bajando la mirada lo suficiente, y después volver a dirigirse a la habitación.

-Tae...- Le llamó.

-Es tarde, Minho.- No se detuvo, ni le miró. -Debemos dormir, mañana vas a trabajar.

Minho se sintió tan confundido, ¿estaba perdonado o no? Subió lo más rápido que pudo, encontrando a su novio ya en cama, y con la luz apagada. Se recostó a su lado, tratando de abrazarle, pero no hubo nada a cambio.

 

 

 

 

 

Minho escuchó su despertador. Con pesadez logró apagarlo antes de darse cuenta que estaba sólo en la cama. ¿Taesung se había ido? Su corazón latió rápido, asustado, hasta que se dio cuenta que detrás de la puerta se veía algo de luz. Suspiró aliviado, levantándose de la cama. Buscó el uniforme del instituto, dejándole sobre la cama, para después irse a bañar.

Tras vestirse, bajó a la cocina, donde encontró al menor preparando el desayuno. Taesung ignoraba su presencia, vigilando con atención la estufa. Minho se acercó, tomándole por la cintura y girándole para verle de frente. Taesung le miró con ojos muy abiertos, sonriendo.

-Buenos días, Minho.- Le ajustó la corbata, terminando de arreglar el uniforme de su hombre. –Me gusta cómo te ves con el uniforme de esa escuela.

-¿Qué haces despierto a esta hora, bebé?- Minho le cepilló el fleco, dándose cuenta que el chico ni siquiera llevaba la pijama puesta. –Son las seis y media.

-Perdí el sueño a las cinco.- Se encogió de hombros. –Así que decidí empezar a planear el desayuno. Soo An me hizo compañía por un rato, pero se ha vuelto a dormir.- Señaló con la cabeza donde la gata se encontraba acurrucada.

-Bueno, es natural dormir a esta hora.- Minho torció los labios.

-Mi reloj biológico siempre ha estado descompuesto.- Le quitó importancia. –Recuerdo que desde joven no dormía en las noches, incluso tenía más energía que en las mañanas.- Explicó. –Muchas veces salí de casa a hurtadillas, porque las noches siempre han sido mi punto más alto.

-¿Acostumbrabas a escaparte de tu casa por las noches?- Le sorprendió saber eso. -¿De casualidad…solías escalar árboles?

-¿Cómo lo supiste?-  Sonrió. –Neh,  solía  subirme a  los  árboles, y  después  lanzarle cosas  a     mis amigos.- Admitió, cubriéndose la boca para no dejar escapar una mueca de burla. –Decían que no era apropiado para un universitario, pero…Me gustaba jugar de tal modo.

-¿Siempre has sido así de travieso?- Lo comprendía, sabía que esa era la naturaleza del chico. Casi, como si su pequeño conejito aún viviera, reservado a sólo pequeños momentos en los que le era seguro salir, y no tener que esconderse bajo la identidad de Taesung. –Eres adorable.

-¡Yah!- Se quejó. –No soy adorable.- Frunció los labios.

-Pero lo eres.- Le picó la punta de la nariz. -Une fée verte. Taesung arrugó la nariz, haciendo un puchero.

-Mejor desayunemos.- Se soltó, buscando servir el desayuno. –Es importante que comas bien antes de irte a la escuela.

-Gracias, bebé.- Le hizo una mueca, ganándose la risa del menor.

El desayuno fue más tranquilo que lo esperado. No hubo alguna interrupción, de hecho, no hubo conversación alguna. Minho observaba entre hitos a su novio, Taesung se veía ligeramente distraído, como si hubiese demasiado en su cabeza y no pudiera dejarlo de lado. Quiso saber qué había en los pensamientos del chico, pero antes de que pudiera hacer mención de algo, el reloj ya marcaba que era lo suficientemente tarde como para llegar con un ligero retraso. Suspiró por lo bajo, topando su mirada con la del menor. No quería dejarle. Quería estar a su lado, aún si no hacían nada. Sólo le quedaba suplicar que las vacaciones de invierno llegaran antes, con tal de poder pasar más tiempo con el chico.

Caminó, acompañado por Taesung, hasta la puerta, donde se quedaron observando el uno al otro por un largo rato.

-Tae…- Acababa de caer en cuenta, que mientras él estuviera dando clases, Taesung estaría sin hacer nada. -¿Qué piensas hacer?

-Pensaba quedarme aquí…- Se encogió de hombros, cruzando los brazos. –Tengo varias lecturas que avanzar.

-¿Vas a quedarte aquí por ocho horas seguidas?- Minho esbozó una ligera mueca cómica. –Eso simplemente no va contigo.

-Minho…- Taesung exhaló, frunciendo el ceño.

-Oye, ¿estoy llegando a tu límite?- Cuestionó, arreglando el cabello del menor.

-Siempre manejas las cosas para hacerlo…- Jadeó, abultando el labio inferior.

-También siempre manejo las cosas para salvarme de la situación.- Le obligó a sonreír. –Realmente no creo que seas capaz de quedarte quieto ocho horas seguidas. No en mi casa, ni en ningún lugar.- Exhaló. –Toma…-buscó dentro de su bolsillo, sacando sus llaves – si se te ofrece salir, podrás irte sin temor a dejar la puerta abierta. Sólo…Procura estar aquí antes de las tres, no quisiera tener que esperar afuera.

-No te haría esperar afuera con este frío.- Se paró de puntillas, abrazándole por los hombros. –Te amo.

-Yo también te amo, bebé.- Sonrió, abrazándole por la cintura. –Pero justo ahora se me hace tarde.

-¡Cierto!- Le besó como despedida. –Ten un lindo día en el trabajo, y vuelve pronto.- Recitó, como si fueran una vieja pareja de casados.

-Tontuelo.- Le terminó de dar las llaves, para así poder irse. Por supuesto que le costó bastante poder dejar la puerta, sin querer volver y llevarlo consigo.

Simplemente estaba tan absurdamente enamorado, que fue incapaz de dejar de pensar en el menor en todo el día. Mientras se dirigía a su salón de clases, entre cambio de hora, incluso dando clases, lo único que rondaba constantemente en su cabeza era que al volver a casa, encontraría al amor de su vida esperándole. Eso…era todo lo que jamás habría querido.

Ciertamente se apuró en terminar todo lo que debía de hacer, para poder dejar la escuela cuanto antes, y así volver a casa sin demoras. No le importaba nada más en lo absoluto, el hombre a quien más amaba estaba en su casa esperando por él. Si no fuera bastante apegado a las reglas, incluso hubiese manejado por encima del límite de velocidad, pero sabía que si Taesung se enteraba de eso, lo reprobaría de inmediato. Trató de tranquilizarse, después de todo, Taesung tenía que estar ahí. Se obligó a ir despacio, y no volverse loco con el tráfico, porque las cosas simplemente no podían ir mal. Y, cuando por fin llegó a casa, ver estacionado el auto del menor le hizo notar que se estaba preocupando por cosas que ya no podían pasar. Exhaló con tranquilidad, bajándose del auto y comprobando que la puerta estaba abierta.

Entró a casa, siendo invadido por un aroma demasiado dulce y delicioso como para pensar que eran especias que se encontraban en su casa. Definitivamente, Taesung tuvo que haber salido. Un maullido y pequeños pasos le hicieron voltear al suelo. Frente a él se había parado la pequeña gatita. Se observaron por un rato, hasta que la minina decidió que Minho simplemente no sería una amenaza para ella, y se giró. El humano rio, cargándola. Sabía algo del comportamiento de los gatos, así que no se preocupó por tal recibimiento. En cambio, siguió el camino que el aroma dulce marcaba, llegando a la cocina. Ahí era donde el menor se encontraba cocinando algo que obviamente no era comida apropiada para tal hora del día.

-Amor...- Minho llamó desde la puerta, avisando de su presencia.

-Oh, Minho, ya has vuelto.- Taesung se giró, sonriente. Saludó al hombre mayor con un beso y regresó a prestarle atención a lo que cocinaba.

-¿Qué haces?- Se acercó, observando que en la estufa se cocinaban tres líquidos.

-Mermeladas.- Se escuchó como respuesta.

-¿Mermeladas?- Soltó a la gata, para así acercarse más al calor de la estufa. -¿Por qué haces mermeladas, bebé?

-Ah sí...- Taesung exhaló, como si hubiese recordado que la conversación la había tenido consigo mismo y que Minho simplemente no podía estar enterado de ello. -Supongo que vamos a pasar Navidad con tu mamá, ¿cierto?- Esperó a que Minho asintiera, confirmando el supuesto. -Bueno, pensé que sería lindo regalarle algo hecho en casa, en vez de algo comprado. Así que haré mermeladas y golosinas.

Minho no reprimió la  sonrisa  que le provocó escuchar  eso. Tenía,  definitivamente,  al  novio  más lindo y cariñoso posible. Le abrazó por la cintura, chasqueando la lengua con algo de burla.

-Es...una lástima que...la mermelada favorita de mi madre sea la de manzana con canela.- Comentó lentamente, haciendo expectativa.

-Oh...- Taesung jadeó, mordiendo rápidamente su labio mientras pensaba. -Supongo que podría hacerla...

-No tienes qué, no se supone que sepas cuál es su favorita hasta que le preguntes directamente a ella.

-No, podría hacerla.- Le calló, aún pensativo. -Yo sé hacer mermeladas, y tú obviamente no tienes algún problema psicosensorial con el sabor de las manzanas...Serás mi catador.- Exhortó.

-¿Podré serlo también de éstas que estás preparando?- Miró las otras mermeladas. Una era morada, una naranja, y otra de color rojizo.

-¿De estas?- Preguntó con sensualidad. -No lo sé, ¿qué tan bueno eres como catador?

-El mejor.- Le besó. -¿Entonces?

-Bueno...Podrías, cuando estén listas.- Usó un tono de voz, como si no estuviera muy  convencido.

-Pero no creo que seas lo suficientemente bueno como para probar estas mermeladas.

-¡Oye!- Minho se quejó, riendo junto al menor.

-Ve a cambiarte de ropa, Minho. Ya casi están, podrás probarlas cuando bajes.

Minho asintió, besando de nuevo a su chico. No quiso oponerse más, simplemente siguió instrucciones, y cuando bajó pudo atisbar que Taesung había colocado las mermeladas en frascos transparentes, que estaban envueltos en papeles del respectivo color de la mermelada. Sonrió, yendo hacia la sala, seguido por el menor.

-Estas son de fresa, zarzamoras y la última de naranja.- Señaló cada una, dejando pan y galletas. Después se sentó a lado del mayor, suspirando.

-A ti realmente te gusta cocinar.- Minho le pellizcó la nariz, provocándole la risa.

-Es divertido, sobretodo cuando te desagrada alguien.

-Eso suena peligroso.- Torció los labios. Había pasado su brazo por los hombros del menor, abrazándole. -Una más de las cosas que van a la lista de por qué no debo de hacerte enojar.

-Ya deja de quejarte.- Rezongó. -¡Deberías probarlas!- Sonrió, esperando como un niño pequeño haría.

-Antes de que lo hagas, deberías de saber que no apareces en mi testamento.- Fingió tratar de salvar su vida, ganándose una mueca de parte del menor y que rodara los ojos.

-¡Sólo come!- Le ordenó. -Necesito saber que tal están.- Frunció los labios es un mohín.

-¡De acuerdo! Si insistes tanto.- Le hizo un rabiar un poco más antes de probar las mermeladas.

Ciertamente, la explosión de sabor en su boca le hizo confirmar una vez más que su pareja, de hecho, sabía cocinar.  Era demasiado perfecto el  sabor,  un equilibrio entre dulce y   ácido. Miró al menor, Taesung esperaba impaciente, con las manos entrelazadas para no morderse las uñas. Sonrió, asintiendo, sin decir nada, volviendo a comer de las golosinas que su novio había preparado.

¿Cómo su atolondrado adolescente se había convertido en alguien tan capaz de hacer esto? Le dolió no estar a su lado durante todo ese tiempo, pero se alegraba de volver a tenerle consigo.

-Estoy seguro que nada en mi casa podría saber así de bien, tienes que haber salido a comprar los ingredientes…- Jadeó.

-Por supuesto que sí, tonto.- Taesung exhaló frustrado por la respuesta. –Además, compré el alimento de Soo An.

-Eso explica por qué está tan tranquila.- Minho recostó su cabeza en el hombro del menor. –Oye, me gustaron.

-¿Sí?- Sus ojos se iluminaron. –Normalmente tengo que cocinar algo diez veces para poder tener un resultado aceptable.

Ahí estaba, ese era el detalle que no podía faltar. Minho rio por lo bajo, abrazándole más fuerte. Su chico era un desastre, pero le caracterizaba la perseverancia. Zampó una galleta con mermelada dentro de la boca de su novio, para que no dijera nada más, y también se sirvió un poco más. Después de todo, es totalmente cierto que la mejor manera de llegar al corazón, es con comida. No fue capaz de darse cuenta que ya había avanzado la mitad de uno de los frascos. Esos frascos eran enormes, ¿por qué seguía comiendo?

-Suficiente, no puedo seguir comiendo mermeladas.- Se detuvo, muy a su pesar.

-¿Por qué no?- Taesung se consternó, él estaba feliz observando al mayor comer.

-Porque comer sólo dulces es malo.- Minho tuvo que explicar. –Además, si sigo comiendo esto, probablemente engorde.

-Sigue comiendo, mi dulce Hansel.- Taesung ronroneó, chocando las puntas de sus dedos en un gesto malvado.

-De acuerdo…En este momento no sé si me quieres engordar para mantenerme a tu lado, o para cenarme en navidad.- Minho trató de alejarse del menor, observando atentamente la referencia a Hansel y Gretel que Taesung había hecho.

-Un…poco de ambas…- Taesung jadeó, acercándose más, siendo sensual. –Conozco la manera perfecta de hacer ambas al mismo tiempo.

-…Yo…Prepararé fideos, ¿quieres?- Minho le detuvo, besando rápidamente sus labios.

-Esta es la primera vez que huyes de mí, Choi Minho.- Frunció los labios, reacomodándose en el sillón.

-No es que no quiera, bebé. Pero tengo hambre, y no puedo seguir comiendo mermelada.- Se excusó. –Tal vez después, amor.

-No, ya no quiero.- Se cruzó de brazos. –Pero si quiero fideos.

-¡Claro!- Minho rodó los ojos, poniéndose en pie. –Cocinaré fideos, y comeremos. Después te convenceré de hacer el amor.

-No lo harás, Minho.- Taesung se negó infantilmente. –Tengo cosas más importantes que hacer.

-¿Qué más importante que yo?- Se quejó, yendo a la cocina. –Cocinaré para ti, debes de quererme por eso.- Un par de brazos se cruzaron sobre su pecho, haciéndole sonreír.

-Te quiero, y mucho.- Jadeó el menor. –Eres la persona a quien más amo. Pero tengo cosas que hacer.

-Creí que estabas de vacaciones.- Debatió, buscando los ingredientes que usaría.

-Que esté de vacaciones no significa que no tenga nada que hacer.- Exhaló. –Lamentablemente, aunque no sea el presidente de la empresa familiar, sigo teniendo personas a mi cargo. Y como jefe, las vacaciones no existen realmente.

-Eso sonó tan adulto, amor.- Minho se burló.

-Tengo que ser un adulto, tarde que temprano.- Se encogió de hombros, sentándose en la mesa que había ahí en la cocina.

-Prefiero que seas mi hada malcriada.

Taesung rio, apoyándose sobre las palmas de sus manos. Le gustaba observar a Minho, y pensar en lo mucho que lo amaba. Suspiró, sin poder contener el anhelo.

-Minho...- Le llamó, mordiendo su labio inferior.

-¿Qué ocurre bebé?- Minho siguió en lo suyo, deteniéndose al escuchar un largo silencio. -¿Tae?

-Está bien...No es nada...- Le aseguró.

Minho se giró un poco para observar a su novio. Taesung le sonreía, con una apariencia tranquila. Se sacudió cualquier duda, siguiendo con su trabajo. La comida estuvo lista pronto, siendo amena al momento. No dejaron que nada les interrumpiera, era su momento. Así, después de comer, Minho se sentó en el sofá de la sala junto a su pila de exámenes por revisar, esperando que el menor se sentara a su lado a hacerle algo de compañía. Y, aunque así fue en un inicio, tras una hora Taesung cerró el libro que leía, se puso en pie y se alejó del sofá. Minho no lo tomó mucho en cuenta, pensaba que el menor volvería, que sólo se había levantado para hacer cualquier cosa insignificante. Pero Taesung no volvía. Empezó a golpear su bolígrafo contra los exámenes, esperando a que el chico volviera. Le necesitaba a su lado. Observó las escaleras, Taesung bajaba con su bolso, y prácticamente sólo le faltaba calzar zapatos para irse. Se puso de pie, extrañado.

-¿Amor? ¿A dónde vas?- Jadeó, preocupándose.

-Estuve pensando y...Tienes razón.- Torció los labios, como si le doliera aceptar que alguien más podía tener razón. -No tiene sentido que me quede aquí, si tengo la habitación de hotel. Y no quiero importunarte, así que lo mejor será que me vaya.

Minho sintió que el aire era muy pesado para respirar. No podía creer que su novio le estuviera dando la razón en algo que había terminado en un malentendido. Esas palabras le habían lastimado, y las estaba aceptando ahora. No estaba bien, simplemente no.

-No puedes irte, no importunas.- Gimió.

-Eres muy dulce al decir eso, Minho. Pero ambos sabemos que no es cómodo para ti dejarme aquí mientras estás en la escuela.- Terminó de bajar la escalera. -Estaré en el hotel, como siempre.

Minho casi se ahoga con esa respuesta. ¡Él no era dulce! Era un egoísta que quería mantenerle a su lado. Había dicho algo de una manera un poco errónea, pero no se había dado cuenta de lo mal que lo había interpretado el contrario. Y es que no, ciertamente no entendía todo lo que pasaba en la mente de Taesung. En que su mayor temor en este momento era no ser amado por quién era, en estar en segundo lugar. Taesung no quería la derrota, pero poco a poco estaba empezando a ceder ante el cansancio de sus propios pensamientos.

-No te muevas.- Minho ordenó, tomándole por los hombros.

-Minho, ¿qué es lo que…

-Quédate aquí.- Jadeó. –Ya vuelvo, deja tomo mis cosas.- Subió las escaleras, haciendo un desorden tras su paso.

Taesung exhaló, incapaz de fruncir el ceño o hacer cualquier gesto. Echó la mirada de lado, observando como Soo An se encontraba plácidamente sentada en el sofá frente al que habían estado ocupando hacía minutos. Lo siguiente que vio fue a Minho bajando con una pequeña maleta.

-Minho, ¿qué estás haciendo?- Habló, arrastrando la respiración.

-Viniste para pasar tiempo conmigo, ¿no?- Le miró, severo. –Vamos a pasar tiempo juntos. No te dejaré ir así de fácil, amor.

-Por favor, no digas sinsentidos…Tienes trabajo que hacer y lo mejor será que te concentres en ello.

-¡No me importa mi trabajo! No me importa, como me importas tú.- Minho se acercó, tomándole del rostro. -¿Es esto una clase de venganza? ¿Un castigo? Porque si es así, bebé, me haces sufrir lo suficiente. No necesito de más.

-Minho...No podría hacerte eso jamás.- Le obligó a soltarle. Por supuesto que no era venganza. Pero estaba cansado, quería monopolizar a Minho y su intento no iba mejorando. Había llegado a ese punto de hacer lo que le dijeran, con tal de no pensar más o le dolería. -Sólo quiero hacer las cosas bien.

-Y ¿por qué dejarme habría de hacer las cosas bien?- Gimió. -Me gusta tenerte a mi lado, y que nos podamos ver.

Taesung abrió la boca, sin saber que decir. No quería dejar a Minho, pero eso era lo que estaba haciendo. Jadeó, sintiendo como un corto circuito le apagaba todo raciocinio. Simplemente asintió, dejando que Minho le acompañara a la puerta. Iban a irse juntos, y realmente no podía entender cómo había pasado.

-Espera...- Minho volvió a detenerle. -¿Qué hay de Soo An?

Taesung frunció los labios, pensando. Abrió su bolso, reacomodando las cosas dentro de él. Se acercó a la gata y la metió en su bolso, dejando que ella asomara la cabeza por encima.

-No tienen porque saber que va con nosotros.- Le acarició la cabeza, recibiendo un ronroneo  como respuesta.

-Pueden penalizarte por llevarla, Tae...- Minho le tomó por la cintura.

-No, estará bien. Permiten mascotas, sólo que las ponen en una especie de guardería...- Hizo una mueca. -Quiero que esté con nosotros.

Minho suspiró, asintiendo. Terminó de recoger sus cosas y se dispuso a irse con el menor. El viaje fue silencioso. Taesung manejaba, mientras Minho iba de copiloto con el bolso del chico sobre su regazo. Jugaba con la gata, escuchando sus ronroneos y maullidos. Las cosas se sentia mucho mejor que antes, pero incluso ahora, Minho notaba que había algo más que no soltaba la mente del menor. Se preguntó si podría arreglarlo, sin saber que era algo mucho más profundo que un simple malentendido.

Llegaron al hotel; Minho cargaba su maleta y el bolso de Taesung, pensando que no había sido buena idea llevar a Soo An con ellos, mientras que Taesung se registraba en la recepción. No le tomó mucho tiempo, volviendo a lado de Minho, con una vaga sonrisilla traviesa al coger su bolso con cuidado. Caminaron hasta el elevador, entrando en é justo cuando nadie más lo haría. Los pocos segundos que duró el viaje hasta arriba fueron tiempo suficiente para que la complicidad terminara de suavizar el ambiente. La habitación no quedaba muy lejos, así que no se preocuparon en los pequeños ruidos que se podían escuchar provenir del bolso. Una vez dentro de la habitación, ambos respiraron con alivio. Taesung sacó a Soo An de su bolso, dejándola andar libremente por la habitación.

Minho buscó enredar sus manos en la cintura del chico, atrayéndolo para besarle. Las cosas a veces se podían poner algo tensas, y no entendía muy bien por qué pasaba, pero mientras el menor se quedara a su lado sabía que todo estaría bien. Le sostuvo por largos minutos, besando su boca una y otra vez, profesando el amor que tanto sentía por aquel hombre joven.

-…Minho…- Jadeó, soltándose. –Tienes trabajo que hacer, no debiste haber venido conmigo…

-Puedo hacer mi trabajo aquí, mientras estoy contigo.- Le acarició la mejilla.

-No estoy seguro de eso.- Arrugó la nariz, sonriendo. –Sueles distraerte un poco cuando estoy cerca.

-Es inevitable.- Jadeó. –Me gusta pensar en ti, e imaginarte…

-¿Qué edad tienes, Minho ah?- Se burló, sentándose en la cama. –Haz tu trabajo, yo estaré por aquí haciendo mis cosas…Esperando a que…termines…- Jadeó con maldad.

-…Terminaré rápido.- Aseguró, buscando todo lo que tenía que revisar dentro de su maleta.

Taesung rio por lo bajo. Buscó su libro dentro de su bolso, dándose cuenta que ya estaba por terminarlo. Al menos en su maleta, que seguía en la cajuela del auto, tenía otro por leer. Después iría por él, ahora mientras intentaba concentrarse en su libro, seguía con la vista periférica a la gatita que buscaba por todos lados ubicarse. Sonrió, algo dentro de sí le decía que no desistiera aún, que tuviera algo de esperanza.

En cuanto su libro fue lo suficientemente aburrido, lo dejó de lado para tomar a Soo An y empezar a jugar con ella. Era tan adorable, que le fui imposible no prestarle atención. No entendía como Minho podía estar tan concentrado en esos trabajos que revisaba. Él estaba sentado frente a la cómoda, usándola como escritorio, dejando marcas y anotaciones en todos los papeles. Taesung torció los labios, preguntándose cuánto más le llevaría al mayor eso. Llevaba ya una hora. Y no quería interrumpirle, pero quería de su atención. Suspiró, volviendo a enfocarse en la gatita. Soo An perseguía los movimientos de las manos de Taesung, esperando a descubrir algo en ellas. Esbozó una sonrisa, pensando en que parecían una familia, y que algún día de verdad lo serían. Podía imaginarlo, vivir con Minho en una casa, sin tener que separarse cada tanto. Entonces no lo resistió.

-Minho.- Le llamó.

Un agudo maullido se escuchó también.

-Minho.

Un segundo maullido.

-Minho.- Sonrió.

Otro maullido.

-¿Estás enseñándole a decir mi nombre?- Minho sonrió, siguiendo con su trabajo.

-Tal vez...- Taesung contuvo una risilla. Tocó la nariz de la gata, provocando que esta le quisiera atrapar el dedo. -¿También quieres la atención de Minho, Soo?

Minho rio, dejando sus papeles de lado. Se puso en pie y se giró, dándose cuenta de la bonita escena que tenía en la habitación. Taesung se encontraba en la cama, con Soo An entre las piernas, haciendo muecas. Sintió su corazón acelerarse, realmente adoraba a su novio. Se acercó, cargando a la minina, también haciéndole muecas.

-¿Y por qué habría de saber cómo decir mi nombre, bebé?- Preguntó.

-Los gatos sólo maúllan para nosotros, es necesario que reconozcas el maullido que significa tu nombre.- Explicó.

-Entiendo…Veamos, Soo An ¿puedes decir Taesung?- Le preguntó, tratando de hacer que la gata volviera a hacer tal ruido. Pero no hubo respuesta. Minho frunció el ceño, pensando en qué más decir. –Intenta decir Tae, Soo An. Se una buena gatita, di Tae.- Trató, escuchando a cambio la risa de Taesung. Pero no respuesta alguna de la gata. -¿Sólo piensas hacer caso a lo que él dice?- Se frustró. –Por favor, Soo An, intenta decir Sung…Al menos Sunggie.

Entonces se escuchó el maullido, declarando la obvia posición de la pequeña gata. Taesung rio, dejándose caer de espaldas en la cama. Era de suponer.

-¡Soo An es igual que todos!- Exhaló. -¿Por qué Sunggie? No soy un bebé.- Se quejó, pataleando.

-Actúas como uno, bebé.- Minho se burló, sentándose junto a su novio, en la cama. –Es increíble que en realidad la hallamos traído con nosotros.

-¿Pensabas dejarla sola?- Taesung se incorporó, estirando su mano para acariciar la cabeza de la minina. –No eres ese tipo de persona.

-¿Qué tipo de persona soy, según tú amor?- Minho soltó a Soo An, dejándola correr libre por la habitación hasta encontrar un rincón bajo el sofá donde se recostó.

-El sobreprotector.- Sonrió. –Aunque no está tan mal, me gusta romper reglas.- Hizo una mueca graciosa al decir eso.

-Así que te gusta romper las reglas, ¿eh?- Se posicionó sobre el menor, obligándole a recostarse de nuevo. –Eres un malcriado.

-Lo soy…- Jadeó, enredando sus manos en el cuello del mayor. –Me pone mal no obtener lo que quiero.

-¿Qué es lo que quieres, amor?- Juntó su frente con la del chico, suspirando besos sobre aquel par de labios abultados.

-Te quiero, Minho…

-Yo también te quiero…

No se trataba simplemente de un te quiero afectuoso, era necesidad, desesperación. Se besaron, tratando de robar algo más que cariño. Ambos sabían que había algo más ahí, algo latente que poco a poco empezaba a extender sus raíces entre ambos. Pero decidieron ignorarlo. Sólo por esta vez lo ignorarían.

 

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Taesung señaló el listón de color rojo que quería. La señora que atendía aquella tienda de regalos no tardó en cortar el largo que el hombre le había solicitado y hacerlo un alegre moño que después pegó en una caja color café. Taesung pagó por el regaló y se despidió de aquella señora con una reverencia.

Salió de aquella tienda, revisando su reloj de mano. Se le había hecho terriblemente tarde, y no podía hacer más que sentirse culpable. Todo era culpa del tráfico que suele haber en la víspera de navidad. Sin demorarse más subió a su auto, dejando aquel regalo en la parte de atrás, junto a la enorme canasta llena de dulces que había armado para la madre de Minho. Condujo lo más rápido y directo que pudo hacia la casa de Minho, esperando no haberle hecho rabiar con su demora. Después de todo, tenía excusa, el tráfico estaba terrible.

Al llegar a la casa de Minho, estacionó el auto y bajó con los regalos, haciendo malabares hasta llegar a la puerta. Apenas logró tocar el timbre, manteniendo el equilibro antes de que Minho abriera la puerta y rápidamente le ayudara con la canasta de mermeladas.

-Te regañaría por llegar tarde, pero veo que estás excusado.- Dejó la innecesariamente grande canasta en la mesita que tenía junto a la puerta, para permitirle el paso a su novio.

-Lo siento, no había tenido oportunidad para envolver tu regalo, sin que lo vieras.- Taesung sonrió, justificándose. -Toma, es para ti.- Le entregó la caja café con aquel moño rojo que le había valido ese retraso. -No se pueden celebrar estas fechas sin regalos.

-¿Por qué no lo pensé antes?- Puso los ojos en blanco riendo. -Ven aquí.- Le abrazó. -No hay necesidad de que me des regalos, lo sabes...- Exhaló, sabiendo que el joven le replicaría, por eso prefirió adelantarse. -Pero sé que no cambiarás eso, y no quiero que lo hagas. Imaginaba que me darías un regalo. También te tengo uno.- Le soltó, besándole brevemente. -Lo bajo en un segundo.- Puso su regalo a un lado, para abrirlo al mismo tiempo que Taesung abriría el suyo.

Mientras Minho subió por su regalo, Taesung buscó con la vista a Soo An. No era difícil de hallarla, después de que las vacaciones de invierno iniciaran, habían ido ambos a buscarle muchas cosas absurdas que comprarle a la gata, incluyendo un collar de color rosa, que a Minho simplemente le había fascinado. Claro que ponerle el collar había sido una historia a parte.

-Soo, ¿dónde estás?- La llamó con calma, escuchando esos suaves pasos responder a su llamado.

-Aquí estás, pequeña Soo Annie.- Sonrió, buscando dentro de su gabardina. Se acuclilló, quedando más cerca de ella. -A ti también te he traído un regalo de navidad.- Sacó un juguete de tela, un ratón, que en la parte de ventral se podía abrir para poder colocar menta de gato dentro de él. -¿Lo quieres?- Lo agitó, llamando la atención de la gata. -Esto será divertido.- Rio, cuando Soo An saltó, tratando de arrebatarle el juguete. Así que lo dejó en el suelo, rápidamente observando el placer que la menta de gato causa en los felinos.

Se puso en pie, exhalando. La gatita se veía tan adorable volviéndose loca con aquel juguete. Sonrió, también escuchando que Minho bajaba las escaleras, con dificultad, bajando una caja que, aunque no era muy grande, se veía pesada.

-Minho, ¿qué es lo que...- Rio, viendo el gracioso malabar que hizo al final para evitar caerse. -¿Qué fue lo que me compraste?

-Míralo por ti mismo.- Le ofreció el regalo, estando algo expectante.

-De acuerdo...Pero primero debes abrir el mío.- Taesung se adelantó, colocando aquella condición.

Minho torció los labios en una mueca, sin embargo terminó por sonreír, asintiendo. Tomó su regalo, abriendo la caja, y encontrándose con una curiosa, quizás graciosa, taza para tomar café. Lo que la volvía tan llamativa era su color lila y los pequeños dibujitos de libros y manzanas. Además de la leyenda el profesor más guapo de la historia. Minho exhaló, evitando reír.

-Interesante...Un poco cursi, no es tu estilo.- Le miró.

-Por ti puedo serlo...- Jadeó travieso. -A ti te gustan las cosas así, Minho.

-¿Te estás burlando de mí, Jung?- Rio. -No cantes victoria, la llevaré a la escuela y la usaré todos los días. Así cuando me pregunten, diré que mi amado y amoroso novio me la regaló. Porque sé que esto es exactamente lo que piensas de mí.

-Pero es cierto...- Hizo un tierno mohín, excusándose.

-Aigo, me volverás loco.- Minho rio. -Anda, abre el mío.

-Neh.- Taesung fue menos prolijo, rompió el papel regalo, abriendo la caja y buscando en ella con desespero. Abrió la boca, sorprendido por el bonito par de sujetalibros que Minho le había regalado. Era obvio que eran antiguos, estaban tallados en madera y barnizados de color oscuro. Tenían, incluso, algunas marcas de astillamientos que obviamente venían con los años. –Son bellos.

-Eres un ratón de biblioteca, amor. ¿Lo sabes?- Sonrió, feliz de saber que le había gustado su regalo.

-¿Dónde los conseguiste, Minho? ¿De qué año son?- Los revisó, adorando cada detalle en ellos.

-De antaño.- Se encogió de hombros. –No pregunté, lo siento. Si te sirve de consuelo, sí estaban en una tienda de antigüedades.

-Me encantan.- Los dejó de lado, para así poder abrazar al mayor. –Te amo, te amo, te amo.- Repitió entre besos. –Los pondré en mi escritorio en casa y ya sé que libros pondré en medio…- Comentó con emoción.

-Siento que di en el blanco con este obsequio.- Le devolvió el abrazo. –Me alegro que te hayan gustado.

-Eres un bueno novio, después de todo Choi Minho.- Rio.

-¡Yah!- Se quejó. –Soy buen novio.

-Uno excelente.- Le robó un beso. –Gracias por ser mío.

Minho rio, hundiendo su rostro en el cuello del menor. Adoraba tenerle así, y llenarle de besos. No quería hacer nada más que quedarse así, con el chico entre sus brazos.

-Hay que quedarnos así, no quiero que nos movamos.- Susurró, sin soltarle.

-Minho~, hay que irnos. Ya le dijimos a tu madre que pasaremos navidad con ella.- Taesung le obligó a soltarse. –Vamos, se nos ha hecho muy tarde.

-…Cierto…- Se dignó a soltarle. -¿Dónde está Soo An?- La buscó, siguiendo el gesto que el menor hizo con la cabeza.

-A ella le gustó su regalo.- Taesung rio, cubriéndose la boca en un gesto demasiado fino como para provenir de él.

-No entiendo como no te gustan los gatos; la controlas tan fácilmente. A mí no me hace mucho caso.- Se acercó a la gatita. –Soo Annie, Taesung y yo tenemos que irnos, ¿cuidarás la casa por nosotros?

-Nunca dije que no me gustaban los gatos.- Se defendió, cruzándose de brazos. –Dije que prefiero los perros.- Jadeó, acercándose. –Gatita, cuida de la casa de Minho, ¿sí?

Soo An realmente no les prestaba atención, simplemente movió la cabeza, siguiendo el ruido molesto que aquel par de voces humanas hacían. Les miró, atenta, después volviendo a prestar atención a su juguete nuevo. Eso causó risa al par de hombres que no hicieron más que terminar de despedirse de ella y seguir con su camino.

Minho condujo, escuchando todo el camino como su novio cantaba las canciones tontas que sintonizaba en la radio. Taesung se veía alegre, probablemente por la fecha que podía poner de buen humor a muchas personas. A pesar de la nieve, la carretera no estaba tan ocupada como para demorarse mucho. Llegaron antes de las dos de la tarde. Apiñándose como muéganos, para no sufrir frío los cuarenta pasos que tenían que dar desde el auto hasta la puerta de aquella casa color verde. Para su suerte, la madre de Minho ya había notado su llegada y abrió la puerta rápidamente.

-Hola mamá.- Minho saludó a su madre, sosteniendo la canasta que Taesung había llevado como regalo.

-Buenas tardes, umma.- Taesung, con un poco de sonrojo, se atrevió a saludar.

-¡Me alegro tanto de verlos!- Ella casi ni saludó a su hijo, pasó directamente a su yerno. –Taesung, en serio me hace feliz que aún sigues con mi hijo.

-¡Yah!- Minho bufó, molesto. ¿Por qué Taesung no habría de seguir con él? Su madre realmente desconfiaba.

Por su parte, Taesung simplemente se limitó a reír, asintiendo ante aquel comentario gracioso. Adoraba a la madre de Minho, ella era demasiado dulce y graciosa, una suegra ideal.

-Por supuesto que sigo con él; planeo casarme con él.- Confesó. -Debo de quedarme a su lado.

-Omo, ¿planean casarse?- Sayoung  sonó sorprendida, observando a su hijo con algo de reclamo. -¿Por qué no me lo dijiste antes Minho?

-Por dios, Sayoung, planeaba hacerlo...- Minho rodó los ojos.

-¡Grosero! ¿Cómo te atreves a hablarle así a tu madre?-  Golpeó suavemente la cabeza de su hijo. –No tienes derecho alguno.

Taesung rio, cubriéndose la boca para no verse descarado. Simplemente se encogió de hombros, dispuesto a darle la razón a su suegra.

-Minho puede ser muy grosero.- Asintió. –Él aún no me dice que si acepta casarse conmigo.- Exhalo, haciendo un puchero triste.

-¿Qué dices? Amor, ya te pedí que te casaras conmigo, y tu respuesta fue un frío no.- Rezongó.

-¿Por qué tengo que darte el sí, si tú aún no me respondes?- Se cruzó de brazos. –No me casaré contigo, hasta que tú digas que sí a mi propuesta.

-¡Pero si quiero casarme contigo!- Jadeó, cayendo en desesperación.

La madre de Minho rio, encontrando fascinante esa boba discusión. Simplemente negó con la cabeza, sabiendo de antemano que esa era una manera en que su hijo y Taesung se demostraban su amor.

-Hijo, ¿qué es lo que cargas?- Preguntó, fijándose en la canasta adornada con frutas y dulces.

-Es para ti, mamá.- Pasó hasta la cocina, para poder dejar la pesada canasta en la mesa. -Taesung se esforzó mucho.

-Oh, querido. Gracias.- Sonrió a su yerno. -No debiste...

-Quería regalarle algo con sabor a casero.- Taesung explicó. -Es más personal. Minho me dijo que su mermelada favorita es la de manzana con canela, espero que sepa bien...Normalmente no cocino, o como, manzanas...

-Eres un amor, Taesung ah.- Le jaló las mejillas a su yerno. –Por favor, no dejes a mi hijo.

Taesung  volvió a reír, asintiendo.

-Como usted ordene, umma.- Sonrió. –No dejaré a Minho.

Minho rodó los ojos, sintiéndose invisible. Al menos le alegraba saber que su madre y Taesung se llevaban de manera fantástica. Tanto, como para llegar a ponerse en su contra. Si ahorita lo trataban de invisible, estaba seguro que ambos le harían pasar vergüenzas dentro de un par de minutos. Sonrió, realmente deseaba eso, ver a su novio interactuando con su madre, siendo parte de su vida por completo.

Las pláticas no faltaron. Saltaban de un tema a otro tan fácilmente. El clima afuera no daba la sensación de querer abandonar el lugar, así que las cálidas pláticas y el aroma a comida casera hacían que el tiempo pasara mucho más rápido. Cuando menos pudieron notarlo, afuera la noche caía tranquilamente, cubriendo con un suave manto oscuro el brillante reflejo de la nieve que caía con tan parsimonioso compás.

-Ah, Minhonnie, hacía mucho que no te veía así.- La madre de Minho rio, ante la tontería que había escuchado decir a su hijo.

-¿Ah? ¿De qué hablas madre?- Rodó los ojos, esperando escuchar lo que su madre tenía en mente.

-Tenías mucho sin verte así de pleno y feliz.- Comentó, sabiendo que su hijo no entendería. –Traes regalos; dejas que alguien te ayude a escoger los regalos, más que nada. Y ya no te enojas tanto…Ah, me recuerda a esa navidad hacía unos cuantos años. ¿Qué serán ya? ¿Nueve? ¿Diez años?- Trató de hacer un estimado.

-Mamá, ¿cómo puedes recordar algo así?- Rio. –No tengo idea de qué hablas.

Mientras una graciosa discusión iniciaba, Taesung se había retraído por completo contra el respaldo de su asiento. Minho podía a llegar a ser muy desentendido, pero él había entendido por completo lo que su suegra había dicho. ¡Vamos! No había que ser un genio para sacar cuentas y entender que, en aquella época, Minho estaba terriblemente enamorado de ese adolescente…Quiso gemir, pero la voz no escapó de su garganta. Sentía un terrible nudo formarse dentro de su estómago, causándole malestar. Detestaba a ese muchacho, ¡realmente lo hacía! Estaba empezando a caer en el desespero, no veía forma de que Minho le olvidara, si todo a su alrededor aún tenía esa esencia.

-Disculpen…- Se excusó, poniéndose en pie. Necesitaba respirar, tratar de pensar.

Caminó a zancadas hasta el baño, donde se encerró. El nudo en su estómago había subido hasta su pecho y no le permitía respirar. Se apoyó en el lavabo, inhalando y exhalando lo más rápido que podía, para evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. ¿Cuál era el punto de esforzarse? Sabía que era una batalla perdida. Minho nunca sería realmente suyo. Nunca había deseado algo tanto, como deseaba el amor absoluto de ese hombre, ¿por qué le era tan difícil obtenerle? Se sintió desahuciado. Buscó su celular, tratando de encontrar consuelo en su familia.

-…Hola…- Jadeó, esperando a que su padre le regañara por no haberse puesto en contacto apropiadamente.

-Cariño, ¿dónde te has metido? ¿En un lugar donde no llega la señal?- Ahí estaba, el regaño que hizo que Taesung esbozara una ligera sonrisa.

-Lo siento…No había tenido tiempo…- Soltó una mentira a medias. –Papá…¿Cómo están allá?- Su voz trastabilló, imaginándose que como siempre, su familia estaría ahí reunida.

-Como siempre, en mi casa.- Taekwoon rezongó, permitiendo que se escucharan las demás voces quejándose atrás de él. -¿Escuchaste? Y todavía se dignan a ofenderse.- Se quejó.

-Siempre ha sido así…- Soltó. –Papá, podrías…¿Podrías, por favor, poner el altavoz?

-¿Qué ocurre cariño? Está bien, lo haré.- Taekwoon acató lo que su hijo pidió. –Ahora todos pueden oírte.

-¿Qué sucede Sunggie?

-Jaehwan, también estás ahí…- Esbozó una ligera sonrisa.

-Zinni lo invitó, ya no podré sacarlo de la casa.- Taesung estuvo seguro que su padre rodó los ojos mientras decía eso. –Entonces, ¿qué quieres decirnos?

-Que los extraño…- Exhaló. –No estoy seguro de poder llamarles mañana, así que quiero que sepan que los amo. Desearía estar allá…

-¿"Homesickness"?- Taekwoon murmulló una risita.

-Algo así~.- Jadeó. -Realmente los extraño.

-Nosotros también te amamos…- Dijeron todos al mismo tiempo, cada uno mencionando un apodo diferente, desde <<gatito>>, <<hijo>>, <<cariño>>, hasta el dulce <<Sunggie>> genérico. –Y te extrañamos.

-Creo…creo que les veré pronto.- Declaró, sabiendo que Jaehwan rápido entendería lo que estaba sucediendo. –Tengo que irme, les llamaré en cuanto pueda.

-Adiós cariño.

-Adiós, papá.

Colgó la llamada, dejando su celular de lado. Su familia siempre le hacía sentir mejor; sin embargo esta vez apenas habían logrado mitigar el sentimiento tan abrumador dentro de su cuerpo. Se enjuagó el rostro, tratando de serenarse y poder poner su mejor sonrisa. Quería darse por vencido, pero esa estúpida voz optimista dentro de su cabeza le alentaba a seguir intentándolo, seguir esforzándose para lograr el amor absoluto de Minho. Respiró hondo, alistándose para salir de ese pequeño refugio. Debía volver, estar presente, como se había jurado haría, para así lograr su cometido.

Al volver, Minho le abrazó por la cintura, manteniéndole cerca. No obstante, no logró ser suficiente para sentir tranquilidad. Se mantuvo bastante callado durante las siguientes conversaciones, e incluso en la cena mantuvo sus comentarios al mínimo. Su mente rumiaba entre pensamientos. Algo que no pasó desapercibido ante los otros dos presentes.

-Taesung, ¿quieres una taza de café?- Sayoung preguntó, buscando hacer conversación.

-…Oh, sí, por favor…- Taesung sonrió con amabilidad.

-Ya es tarde, considero pertinente que se queden a dormir esta noche aquí.- Le ofreció el café a su yerno. –No me gustaría que les pasara algo por la nevada.

Taesung sintió un escalofrío recorrer su espalda. Ciertamente, tampoco deseaba algún tipo de accidente automovilístico. Rápidamente se giró, mirando a Minho. El también parecía sopesar la idea.

-Tienes razón, mamá.- Asintió. –Bebé, ¿te molesta si nos quedamos a pasar la noche aquí?

Taesung negó con la cabeza, empinándose la taza de café sobre sus labios.

-Querido, ¿no pones azúcar en el café?- Sayoung notó la extraña costumbre del hombre joven.

-¿Ah? Oh, no.- Sonrió. -Me mal acostumbré a tomar café junto con mis medicamentos, así que el azúcar no servía de mucho.

-Hablando de medicamentos, amor es tarde.- Minho intervino. -Deberías tomar tu medicamento de una vez.

-No quiero.- Taesung frunció el ceño, haciendo berrinche.

-No se trata de querer, sino de deber.- Le sermoneó. -Además, tampoco quieres una migraña ¿o sí?- Esperó a que el menor negara con la cabeza. -Por eso debes de tomar tus pastillas.

Taesung torció los labios, cruzándose de brazos. Quería negarse, pero no deseaba una migraña. Se levantó de mala gana de la mesa, yendo a la sala, donde había dejado su bolso. Sacó las pastillas necesarias, volviendo a la cocina donde Minho y su madre conversaban de algo que parecía absorberlos demasiado. Taesung se sentó, pasando las pastillas con un largo trago de café. Al menos las especias del café volvían amable al sabor tan exagerado de los medicamentos

-Odio las pastillas...- Exclamó por lo bajo, mientras volvía a beber de su café.

-Bien hecho.- Minho le besó en la mejilla, ganándose un puchero molesto de parte de Taesung.

-Minhonnie me estaba contando que puedes conseguirme un libro que leí hace años.- La señora buscó el punto débil del joven.

-Sí.- Olvidó todo, sonriendo. -¿Cuál es el nombre del libro?

-Oh, ese es el problema, querido. No recuerdo su nombre. Es una historia que leí de niña.

-¿Recuerda la historia?- Taesung tomó su celular y abrió la aplicación de notas. -Podría ser de mucha ayuda una descripción, o resumen con el que pueda investigar su nombre.

-Sí...Era una historia de amor, situada en Japón. Trataba de un americano, que llega al país por negocios y en una junta conoce a una dama de compañía. Él se enamora de ella, y ella eventualmente también se enamora de él. Así que este hombre la sigue procurando, hasta que se meten en problemas. Él responde por ella y creo que se comprometen.

-Perfecto. Buscaré el libro.- Terminó de hacer sus anotaciones. -Y cuando lo consiga, vendré a dejárselo.

-Gracias querido, ¿cuánto debo de pagarte?- Preguntó.

-Oh, no.- Taesung negó. –No se le cobra a la familia…- Esbozó una corta sonrisa. Necesitaba ganar confianza, asegurarse que todo saldría bien.

-Eres muy dulce, Taesung ah.- Sonrió. -Estaría encantada de que consiguieras ese libro.

-Lo haré.- Afirmó.

-Bueno, me temo que es demasiado tarde para una mujer anciana como yo.- Sayoung informó, recogiendo su taza de la mesa. -Iré a dormir. Taesung ah, por favor, siéntete como en tu casa. Minho, hijo, ¿podrías asegurarte de que la puerta esté cerrada antes de que se vayan a dormir? Oh, sí. Dormirán en el cuarto de invitados.

Minho rio por lo bajo, chasqueando la lengua mientras sacudía la cabeza un poco. Se limitó a encogerse de hombros, antes de hablar.

-Sí mamá, yo me encargo de eso.- Accedió.

-Buenas noches.- Se despidió, saliendo de la cocina para irse a su habitación.

Entonces Minho se dio la libertad de reír de verdad.

-¿Cuarto de invitados?- Soltó. -Esa solía ser mi habitación.- Exhaló. -¿Amor? Tae, bebé, ¿qué ocurre?- Se sentó a su lado, preguntando por el obvio decaimiento en la actitud de Taesung.

-Estoy algo cansado...- Musitó. -Además, extraño a mi familia, y tu mamá me hizo pensar en ellos...Tu mamá es muy agradable, ¿sabes?

-Sí, ella siempre ha sido así.- Confirmó. -Pero, bebé, ¿estás bien? No me gusta que estés triste, siento que debo de hacer algo...

-Estoy bien, Minho.- Aseguró.

-¿Estás seguro?- Buscó entrelazar su mano con la del menor.

-Sí...- Profirió una sonrisa. -¿Podemos irnos a dormir ya?

-Por supuesto.- Sonrió, poniéndose de pie. -Revisaré la puerta. Ya vuelvo.

-Neh...

Subieron las escaleras en silencio, yendo hacia la puerta que Minho había señalado. Minho permitió que el menor pasara primero, dejando que viera por uno cuantos segundos de adelanto el lugar.

-Así que esta era tu habitación…- Susurró por lo bajo.

-Por supuesto que ha cambiado…Para empezar, yo prefiero el azul más que el café.- Recalcó el color de las paredes. –Y estaba llena de otras cosas.

-Puedo imaginarlo…- Exhaló.

-Tae…- Le abrazó por la cadera, preguntándose si podía hacer algo para subir el ánimo del joven.

-Tengo sueño.- Taesung se soltó de las manos de Minho, acercándose a la cama.

-¿No piensas quitarte los pantalones, ni el suéter, para dormir?- Minho alzó una ceja, acercándose para ayudarle a mover el cubrecama.

-Tengo frío.- Masculló por lo bajo.

-Entonces me aseguraré de abrazarte toda la noche.- Le tomó por el rostro, sonriéndole. No iba a soltarle, menos cuando no entendía qué estaba sucediendo con el chico. Pero sea lo que fuera, no iba a dejarle ganar.

-Me encantaría eso…- Sonrió ligeramente. Dejó que Minho le sacará el suéter y los pantalones, entrando a la cama cuándo él se lo pidió. Estaba exhausto, rogante por el cariño de Minho.

Bajo las sábanas, abrazados, dejaron que la oscuridad de la habitación invitara al sueño. Taesung se aferró con fuerza a la cintura del mayor, sin importarle si estaría incomodó toda la noche. Quería quedarse así, si era posible, toda la noche. Encontrar un lugar seguro bajo la piel de Minho, y no salir de ahí jamás.

La noche en dentro de sus sueños fue cada vez más difícil. Su respiración agitada sólo demostraba lo que veía, figuras borrosas hablándole, una discusión incapaz de comprender...

 

 

 

 

 

 

-¡Minho!- Trató de besar a Minho, pero a cambio sintió su rechazo.

-Cariño, no...

Sintió algo duro y frío asentarse dentro de su cuerpo al escuchar esa réplica a su beso. ¿Por qué Minho le miraba de ese modo? Sus ojos no mentían, iba a terminar con él.

-...No quiero que nos separen...- Le abrazó en un impulso, necesitaba convencerle de que no le dejara, que todo estaría bien. Hundió su rostro en el pecho del hombre, sintiendo alivio al ser correspondido en ese abrazo.

-Tae, lo más seguro es que nos separemos.

Esa frase se arremolinó dentro de su cabeza. No quería, ¡no podía estar escuchando esas palabras! Sintió su rostro calentarse, mientras las lágrimas salían sin pedir permiso. No podía creerlo, Minho le había jurado amor eterno, si era así ¿cuál era la necesidad de separarse? Podían afrontar cualquier cosa juntos, lo sabía.

-¡Yo no me quiero separar de ti!- Chilló. Se sentía tan traicionado. Minho no tenía derecho alguno a dejarle, no cuando le necesitaba tanto...Él se había convertido en su debilidad.

-No llores…Por favor…- Acercó su mano, tratando de tocarle. No pudo, se arrebató; ¿cómo Minho podía ser así de atento si acababa de decirle que quería separarse?

 

Taesung abrió los ojos instintivamente. Las lágrimas bajaban por su rostro, mientras la oscuridad a su alrededor le traían de regreso a la realidad. Todo había sido sólo un sueño. Miró a su costado, Minho dormía desenfadadamente. Quiso contener las lágrimas que seguían saliendo, pero necesitaba consuelo. Abrazó al hombre a su lado, sin poder dejar de llorar. Se sintió tan real, Minho diciéndole que ya no debían de estar juntos, todo lo que se arremolinaba dentro de su pecho.

-¿Amor…?- Minho se despertó ante los sollozos sobre su pecho. -¿Qué ocurre Tae?- Se acomodó, alargando la mano contra la pared en busca del interruptor para encender las luces.

-N-no…no me dejes, por favor.- Gimoteó entre lágrimas, apretando sus dedos contra la camisa del mayor.

-¿De qué hablas bebé? No te voy a dejar.- Explicó, acariciando la espalda del menor con cariño.

-Soñé…soñé que me decías que lo mejor era dejarme,…y no pensabas c-cambiar de opinión…- Resolló entre palabras, sin poder contenerse. Estaba seguro que había mojado ya la camisa de Minho de tanto llorar; simplemente no podía detenerse. No quería separarse de Minho.

-Shhh, tranquilo, fue sólo un sueño.- Le consoló, obligándole a subir la mirada. –No te voy a dejar.

-Fue tan…real, Minho…- Su rostro reflejaba dolor. –Era tu mirada, no pude haber soñado algo tan real.- Jadeó. –Llevabas ese uniforme que usas en tu escuela. Estabas seguro de dejarme, y yo no podía hacer nada, no me escuchabas…Sentí que no podía amarte y odiarte más de lo que ya lo hacía…

Minho siguió acariciando la espalda de Taesung, ahora un poco menos dormido. Claro que había escuchado las palabras que venían del chico. Cerró los ojos, entendiendo por qué aquel sueño le tenía tan mal. Si le había parecido real, entonces debió haber sido real. Sólo una vez le pidió que se separaran, y estaba usando su uniforme de maestro. Fue la vez en que les descubrieron, y no encontró mejor salida que alejarse de él por su bien. Si tan sólo hubiese sabido que sería la última vez que de hecho interactuaría con él, con Taemin. Suspiró, Taesung ahora lloraba desconsoladamente, y una vez más no tenía fuerzas para interrumpir su llanto. Muchas veces se arrepintió de haber tomado esa decisión, imaginando que si hubiese estado más presente, si hubiese luchado por mantenerlo a su lado, Taemin hubiese permanecido bajo la mirada de todos, evitando desaparecer. Taesung se aferró a su torso, buscando unirse todo lo posible. Minho sólo le rodeó con su otra mano, abrazándole con cariño.

-No me separare de ti por ningún motivo, ¿de acuerdo?- Comentó en voz alta. Sabía lo que esto implicaba, pero sólo por esta vez lo dejaría pasar. No ahondaría en aquel recuerdo. Lo dejaría para después, cuando al menor no le afectara tanto. -Ni aunque el mundo lo desee tanto. Estoy enamorado de ti, eres mío, como yo tuyo.

Taesung subió el rostro, chocando sus labios con los ajenos. Sólo un poco de consuelo impartido en aquel beso, eso bastó para que el silencio volviera a reinar en la habitación. Minho apagó la luz y sostuvo al menor contra su pecho el resto de la noche. Dormir ahora no fue tan fácil, Taesung respiraba entrecortado, buscando no volver a sollozar. Pero a veces su preocupación le ganaba, y algunas lágrimas se escapaban desconsoladas. Lo sabía, Minho no era suyo como tanto profesaba, un día en el futuro se separarían y no podría hacer nada para evitarlo. Minho le escuchaba llorar, cada vez más bajo y lento, preguntándose si realmente podría deshacerse de ese recuerdo. Deseaba que el menor recuperara su memoria, pero no se sentía bien al saber que lloraría recordando todo lo malo que sucedió. Cerró los ojos con fuerza, ¿cómo podía seguir deseando que Taesung recuperara sus memorias? Si lo que veía en este momento era que le hacía mal. Pero no, debía de hacer de tripas corazón, y entender que aunque ahora se viera mal, a la larga, sería un bien mayor si el chico seguía recuperando sus memorias. Jadeó, ciñendo por completo a Taesung contra su cuerpo.

 

 

 

 

 

 

Taesung se enjuagó la cara, dejando escapar un largo suspiro tras quitarse con una toalla el agua fría que escurría por su cuello. Se miró en el espejo una vez más. Se notaba que no había dormido mucho en la noche, pero al menos sus ojos no estaban tan hinchados como para pensar que lloró por horas. De cualquier modo, sabía que lo que necesitaba su rostro era una capa entera de maquillaje. Buscó dentro de su bolso, había dejado en el hotel la base que normalmente usaba para cubrir la cicatriz que atravesaba su mejilla. Resopló con fastidio, observando esa marca. Ni siquiera tenía ánimos de intentar algo para esconderla. Sólo cepilló su cabello con las puntas de sus dedos mojadas y reacomodó su ropa. Exhaló, sabiendo que no había nada mejor que hacer con su aspecto. Quitó el seguro de la puerta, saliendo del baño con resignación. Minho le esperaba afuera, a pesar de haberle dicho que no le esperara. Sonrió desgañitado, lo único que cruzaba por su cabeza en este momento era que Minho realmente era demasiado necio como para su propio bien. Le abrazó, deseando no perderle nunca. Era lo que más quería, ¿cómo volver a vivir sin él?

Bajaron las escaleras tomados de la mano. Afuera la nieve había dejado de caer, y ahora una capa blanca cubría todas las áreas que no habían sido limpiadas con la barredora de nieve. Taesung, al mirar por la ventana, pensó en un día nevado en el que de igual modo debía de ir a la escuela. Desdibujó su sonrisa, haciendo un mohín, el camino de regreso sería definitivamente sería frío.

-¿Ya deben de irse?- La madre de Minho preguntó. No se le hacía correcto que ambos se fueran sin haber desayunado siquiera.

-Sí, madre.- Minho asintió. –Es un camino algo largo, más si hay nieve.

-Pero no han comido nada.- Insistió.

-Está bien, umma.- Taesung intervino. –Hay una parada con algunos restaurantes. Prometo que pararemos ahí.- Aseguró.

-De acuerdo…- Cedió. –Entonces, tengan cuidado en el camino.

-Lo tendremos.- Minho asintió. –Es hora de que nos vayamos.

Terminaron de despedirse, encaminándose de regreso a esa ciudad donde solían encontrarse continuamente como pareja. El camino era demasiado silencioso, la nieve no lograba captar la atención del menor, y eso era algo que Minho simplemente no podía pasar desapercibido. Disminuyó la velocidad en la que iban, para así poder conversar con él, y saber de su abstraimiento. Buscó tocar su muslo afectivamente, pensando en cómo iniciar la conversación.

 -Amor...¿Qué estás pensando?- Evitó hacer rodeos, quería arreglar todo lo que estuviera fuera de su lugar.

-Me pregunto...¿Por que habrías de alejarte de mí?- Mordió su labio inferior, bajando el rostro sin saber si mirar a Minho o alejar la vista de él. -Intento ya no pensar en eso, pero me sigue dando vueltas en la cabeza...Si te querrías separar de mí, ¿por qué habría de ser? Para detenerme, evitarlo...No quiero que eso ocurra jamás.

Minho detuvo el auto, orillándose para así no estorbar a mitad de carretera. Taesung estaba más afectado por esa pesadilla, de lo que esperaba. Le acarició la mejilla, tratando de confortarle, sabía que en cualquier instante el menor volvería a llorar. Cómo detestaba verle llorar, pero entendía que si Taesung necesitaba hacerlo, lo mejor era no detenerle.

-No hay motivo alguno por el que quiera terminar contigo.- Exhaló despacio. -Aunque discutamos, o peleemos, incluso cuando haces cosas para sacarme de quicio, o yo a ti. Nada de eso es motivo alguno para que tú y yo nos separemos.- Y recordó, no volvería a dejar ir al chico por nadie. -Puede que haya personas que intenten separarnos, pero no me importan. No dejaré que nadie se interponga entre nosotros. Lo nuestro durará lo necesario, ¡siempre! Eres el amor de mi vida, Tae. No te dejaré irte de mi lado.

-También eres el amor de mi vida, Minho.- Murmulló. -No quiero alejarme de ti, jamás.- Entonces le abrazó desesperadamente, buscando hundirse en ese cuerpo ajeno. -Déjame quedarme así por un momento.

Minho asintió, a pesar de que el menor no veía ese gesto. Le abrazó de regreso, disfrutando del tiempo invertido en ese abrazo. Quería consolar cada inseguridad que el menor pudiese tener, mientras su mano subía y se enredaba en el cabello corto, ahora, de color negro. Soltó besos en su coronilla, aprovechando después que Taesung subió su rostro para llenarle de besos hasta alcanzar sus labios.

Minho no quiso separarse mucho de Taesung; aunque sus cosas estuviesen en el hotel, Minho le obligó a quedarse a su lado todo el tiempo. De ese modo se aseguraba de tener toda su atención, y de no dejar que recordara algo más que pudiese dañarle en este momento. Le hizo el amor varias veces, asegurándole lo mucho que le ama. 

 

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-¿Vendrás conmigo?

-...No lo sé...¿Está bien que vaya?

-¿Por qué no habría de estarlo? Eres mi pareja.

-Sí, pero una vez me dijiste que has estado en muchas escuelas porque no aceptan tus preferencias...

-Cierto. Aquí son un poco más tolerantes, amor. Además, estoy seguro que estarán aliviados de descubrir que en realidad tengo pareja, y no estoy perdiendo la razón al inventar uno.

-Entonces, ¿una fiesta de año nuevo?

-Sí. ¿Irás como mi novio?

-Iré.

 

Taesung buscó entre sus cosas, podía escuchar claramente su celular sonar insistentemente desde hacía rato. Levantó la almohada, rebuscando entre las sábanas hasta sentir la vibración contra su mano. No alcanzó a contestar la llamada. Tampoco reconocía el número telefónico. Lo mejor sería llamar de regreso para saber de qué se trataba. No alcanzó. Antes de presionar el botón de regresar la llamada, escuchó que alguien golpeaba la puerta. Decidió primero atender eso, que saber quién le había llamado con insistencia.

-¡Minho!- Sonrió, adorando realmente tener la atención de Minho 24/7.

-Hola bebé. Dime ¿por qué no te has cambiado?- Frunció los labios, haciendo una mueca que Taesung notó graciosa.

-Me distraje, buscando mi celular.- Señaló. –No es tan tarde aún, tengo tiempo para cambiarme.- Sonrió con coquetería.

-Yo diría que tenemos mucho tiempo aún.- Minho le agarró por la cintura, trayéndole contra su cuerpo. –Podemos hacer otra cosa.

-No…- Rio. –El tiempo es justo.- Le robó un corto beso. –Será mejor que me cambie de una vez. Por cierto, me gusta que tu corbata sea roja.- Ajustó el nudo de la corbata del mayor. –Me sorprende verte con algo que no sea azul, o negro.

-Puedo usar otros colores.- Se encogió de hombros, quitándole importancia. –A mí me fascina tu cabello largo, pero al parecer ya te gustó usarlo corto…Y de otro color.- Le siguió por toda la habitación del hotel, observándole sacar su ropa. Le gustaba mucho verle moverse, invadiendo todo el espacio con su presencia. Así que volvía a jalarle y besarle.

No permitió que el menor se vistiera apropiadamente, Taesung realmente tuvo que cambiar sus ropas entre besos y mimos que Minho no dejaba de darle. Dejó que aquéllas manos ansiosas le abotonaran la camisa, y que le sostuvieran más de lo esperado. Si cerraba los ojos, Minho sólo estaba ahí para él, y nada intervenía. Por un momento, todo era perfecto, y las cosas llevaban a un buen camino. Decidió no preocuparse esa noche, dejar que el año nuevo llegara sin problema alguno. Regresó los besos con gusto, deslizando sus manos sobre los muslos del mayor, acercándose lo suficiente. Separó sus bocas, haciendo ese pequeño sonido de succión parecido a un pop. Sonrió ante eso, recostando su cabeza en el hombro del mayor. Deseaba que ese instante jamás se esfumara.

Pero tenían que moverse. Minho le había invitado a la fiesta de año nuevo que la escuela hace para los maestros cada año. Esta vez no quería faltar, tenía al chico a su lado, y podía demostrarle al mundo que estaban juntos. Así que cuando el menor estuvo listo, ambos se dirigieron al elevador que les llevaría al lobby del lugar. Ya en el auto, Taesung volvió a hacer suya la radio, sintonizando todas las estaciones, con tal de encontrar música que conociera al derecho y al revés. Minho le miraba de vez en cuando, adorando lo bien que se veía el menor estando distraído en la música, o contestando correos desde su celular. Podía crear mil y un fantasías, pero no tenía necesidad, porque entonces el chico hablaba, le hablaba, y se daba cuenta que nada era mejor que tenerle ahí haciéndole compañía.

Llegaron al salón donde la fiesta se llevaba a cabo. Minho entregó la invitación en la entrada, llevando a Taesung del brazo. Por dentro el salón estaba decorado con globos dorados y flores blancas representantes de la nochevieja y el nuevo inicio. Taesung sonrió, cómo adoraba las fiestas. Siguió a Minho por el lugar, observando algo idiotizado los adornos en el techo, las mesas, los meseros. Tenía todo lo que una fiesta perfecta debía tener. Sólo detuvo su admiración cuando Minho le llamó para que conociera a uno de sus compañeros maestros. Taesung fue propiamente introducido por Minho, ante cada persona a quien saludaba, diciendo que el chico era su pareja. Definitivamente se encontraba feliz de escuchar eso; y le sorprendía darse cuenta que en efecto los compañeros de Minho no hacían otra cosa más que alegrarse de saber que la pareja de Minho sí era real. Ellos no le juzgaban. Entonces sonreía, y se volvía algo participativo en las conversaciones que Minho tenía con aquellas personas.  Le agradaba saber qué era tan importante en la vida de Minho, como para hacerle compañía en esta fiesta con sus compañeros de trabajo.

-Oh, amor, ven…- Minho susurró cerca del oído del menor, después despidiéndose de las personas con las que había estado platicando. Soltó el brazo de Taesung, para después tomarle de la mano y entrelazar sus dedos con los contrarios. -¿Recuerdas a mi amigo Kibum?

Taesung mordió el interior de su mejilla, haciendo memoria.

-¿Es el que se casó?- Preguntó; realmente era la única situación con la que podía relacionar ese nombre.

-Sí es él.- Rio. –Vamos con él.

-Ah, de acuerdo.- Asintió, siguiendo sin dudar a Minho.

Le gustaba ver lo feliz que Minho se notaba, era confortable saber que le hacía feliz. Eso le hacía sentirse liviano y caminar erguido, mostrando que nadie más podía ser la pareja de Minho. Se sentía como pavorreal, mostrando con orgullo sus plumas de colores. Minho era lo más preciado que tenía.

-¡Hey, Minho!- Kibum saludo a lo lejos a la pareja. –Veo que has venido acompañado de tu novio.- Saludo con una reverencia de cabeza al novio de su amigo.

-No pensaba venir sólo, y para mi suerte Taesung aceptó acompañarme.- Soltó. -Por cierto; Tae, amor, todo lo que ves aquí lo organizó Kibum.

-¿En serio?- El rostro de Taesung se iluminó con emoción, no había podido dejar de admirar lo bien organizado que estaba todo.

-Omo...- Y eso tomó bastante desprevenido a Key. -¿Hay algo mal con la fiesta?

-Taesung es un poco entusiasta con las celebraciones...Más si son cumpleaños.- Minho explicó.

-Me gusta organizar fiestas.- Taesung murmulló por lo bajo. -Si no supiera que a Minho no le gusta celebrar su cumpleaños, ya le habría organizado una gran fiesta con muchos invitados.- Exhaló.

-Aun así he celebrado mis últimos dos cumpleaños por ti, bebé.- Minho recalcó.

-Eso es imposible.- Key rio ante la disputa. -Minho, tú no celebras tu cumpleaños por nada del mundo.

-Paso a paso.- Taesung se escogió de hombros. -Ha sido difícil, pero un día haré una gran fiesta y él lo agradecerá, mientras tanto lo haré celebrar sus cumpleaños hasta que se acostumbre.

-Esto sí que es interesante.- Key exhaló con malicia.

-Sea como sea,- Minho cambio el tema. -Taesung no ha dejado de admirar todo desde que llegó.

-Es que es perfecto.- Exhaló. -¡Todo! Cada detalle, la música, la disposición de las mesas, los meseros y sus uniformes...Esto debió haber llevado mucho tiempo de planeación.

-Gracias, me halaga saber que alguien valora mi esfuerzo.- Key aceptó todos los méritos.

-Si no te hubieses quejado tanto por tantas semanas, tal vez tendrías más halagos.- Minho masculló entre dientes, representando la opinión de todos los maestros que constantemente escucharon esas quejas por mucho tiempo.

-Nadie me ayudo.- Kibum rezongó.

-¡Todos los que intentaron ayudarte fueron corridos por ti!- Minho enfatizó en que Kibum había sido el que decidió que nadie más le ayudaría en preparar la fiesta de año nuevo.

-Yo entiendo ese sentimiento.- Taesung intercedió. –Si las cosas no salen perfectas, entonces mejor que no se hagan…La gente se vuelve estúpida por estas fechas, es mejor hacer las cosas por ti mismo.- Explicó.

-Eres fantástico, Taesung.- Key rio, encantado con la respuesta que del joven, recibiendo un gruñido por parte de Minho. -¡De acuerdo! ¿Quieren algo de beber?- Preguntó, notando que su propia copa ya estaba vacía, y       que ni Minho, ni Taesung, bebían algo.

-Oh, no, gracias.- Taesung negó con la cabeza despacio. –No puedo beber alcohol.

-¿En serio? Qué pena.- Kibum torció los labios. -¿Incluso la sidra de manzana? Es lo que los niños están tomando.- Señaló.

-Ugh, no…

-A Taesung le causan algo de problemas las manzanas.- Minho rio, explicando su reacción.

-Entiendo…En ese caso, creo que también hay algo de jugo de uva en la cocina. ¿Está bien eso?

-Sí, me encantaría.- Taesung sonrió, haciendo que Minho rodara los ojos y riera.

-Ese es su jugo preferido.

-Vaya, que sorpresa.- Kibum sonrió. –Le diré a un mesero que revise. Minho, ¿tú quieres champagne o algo?

-No, gracias. Con jugo de uva estaré bien.- También pidió del jugo.

-De acuerdo…Iré a hablar con un mesero.- Kibum se excusó. No le tomó más de tres minutos acercarse a un mesero y pedirle que revisara en la cocina, para que trajera jugo de uva en vez de alcohol al par de adultos que al parecer iban a pasar la noche absteniéndose de la bebida. Cuando volvió para platicar con Minho, notó que el chico a su lado había desaparecido. –Erm, Minho ¿a dónde se fue tu novio?

-Le llamaron, probablemente del trabajo.- Se encogió de hombros, casi pareciendo que realmente no sentía curiosidad por esa llamada que Taesung había recibido. –Salió a buscar un lugar sin ruido donde contestar adecuadamente.

-Ya veo…Así que dime, ¿desde cuándo no bebés, Minho ah?- Sonrió, algo burlesco, esperando la respuesta del loco enamorado.

-Desde que me di cuenta que la vida puede ser entretenida sin ello.- Afirmó sin dudar.

-Por supuesto.- Key rodó los ojos. –Sabes, me sorprende ver que hace los mismos gestos que cuando era adolescente.

-Lo sé…- Minho jadeó. –Su sonrisa, la manera en que se enoja, es totalmente él. Ajeno al tiempo, y a todo.

-Iugh, sigues igual de enamorado de él que antes.- Key fingió un escalofrío. –Dime, Minho, ¿no te preocupa haberle traído? Puede ser reconocido.

-No lo creo…- Habló sereno. –De los pocos maestros que daban clase en ese entonces, algunos no les dieron clases directamente a Taemin, y los otros…Somos nosotros.- Exhaló. –No hay forma de que se den cuenta.

-¿Qué tal si Donghae hubiese venido?- Le miró, dejando cualquier atisbo de broma de lado. Key estaba totalmente en contra de que Minho no quisiera decirle a Donghae que Taemin seguía con vida, sano y salvo.

-Él no va a venir.- Dijo firme, mirando a su amigo. –Después de lo que pasó, se recluyó en sí mismo. No sale a este tipo de cosas.

-Habla la voz de la experiencia.- Kibum se quejó. –Nunca sabes cuando algo vaya a hacer las cosas diferentes. Tú eres la prueba de ello.

-Aunque venga, no le dejaré tenerle de vuelta. Es mío, no dejaré que nadie más le tenga.

-No es tuyo, Minho.- Le miró mal. –Ese chico tiene una familia, incluso los que no te agradan. Sabes bien que él, tarde que temprano, va tener que volver a ellos, y no puedes hacer nada para evitarlo.

Minho gruñó por lo bajo, negándose a escuchar la clara advertencia que su amigo le estaba dando. No iba a discutir, así que simplemente ignoraría las palabras del otro. Un mesero pronto llegó, trayendo consigo el jugo de uva servido en lo que serían copas de vino tinto. Minho tomó ambas, mirando algo extrañado la presentación. Sabía que eran meras formalidades de la cocina, por ser una fiesta, pero le causaba gracia ver el jugo de uva en una copa. Eso definitivamente le hizo pensar en Taesung, pareciendo adulto, pero a veces actuando como niño. Jadeó, mirando el camino por donde Taesung se había ido a contestar la llamada. Sonrió, dándose cuenta que el menor venía de regreso. Le fascinaba ver como todo al rededor del joven se quedaba estático cuando pasaba. Le besó en la mejilla saludándole gratamente.

-Aquí tiene su jugo, majestad.- Le ofreció la copa.

-Gracia.- Taesung rio, tomando la copa.

-¿Tu llamada era de trabajo?- Minho torció los labios, esperando una respuesta.

-Sí.- Pero la tranquila respuesta del menor hizo que todo sonara como un simple relato. -La gente es muy estúpida en esta época.

-De verdad, mi marido tiene que escucharte oír eso.- Key rio. Le encantaba esa pequeña frase que el chico decía con convicción.

-¿Dónde está su esposo?- Taesung preguntó, dibujando una pequeña sonrisa. Al otro esposo sí lo recordaba a la perfección, era un hombre agradable.

-Al igual que tú, respondió una llamada del trabajo.- Key exhaló. –Tuvo que irse a arreglar el desperfecto, volverá en media hora.

-Vaya…

-Y esa es otra de las razones por las que me agrada ser maestro.- Minho contó. –Es raro que haya llamadas a cualquier hora, en algún día festivo sobre temas de la escuela.

-Nunca lo había pensado…- Taesung masculló. –Ustedes realmente no tienen ese tipo de problemas. Eso hace que su vida suene fácil.

-Oh cariño, no tiene idea.- Key rio con algo de sarcasmo. –Trabajamos con adolescentes, eso no es fácil.

-De hecho, tenemos que hacer muchas cosas hoy en día para mantener la atención de los adolescentes en la escuela.- Minho concordó.

-Eso sólo suena a excusas.- Taesung rio. –Nada de lo que digan me hará pensar lo contrario.

-De acuerdo, no intentaremos más.- Key se rindió. –Discúlpenme, tengo que ir a coordinar a los meseros.- Se excusó, haciendo una reverencia con la cabeza.

Tras hacer una venia de regreso, Minho enredó su brazo en la cintura de Taesung, acercándole lo suficiente como para susurrarle al oído si quería bailar. Taesung le miró, soltando una vaga risilla mientras asentía. Se deshicieron de sus bebidas, y se dirigieron a la pista central. Pocas parejas estaban bailando, realmente eso no les importó. Simplemente dejaron que la música les guiara, olvidándose de todos los que estaban a su alrededor.

-Minho…- Taesung se recargó sobre el hombro del mayor, hablándole al oído. –Cuando esta fiesta termine, y tú y yo estemos de regreso, haremos el amor.- Dijo firme, cerrando los ojos tranquilamente, dejándose guiar por los pasos de Minho.

-¿Qué tal si nos vamos antes, eh?- Minho murmulló, girando su cuerpo y el del chico sobre el punto donde estaban parados. La música era lenta, les daba realmente oportunidad de hablar por lo bajo sin tener que prestar mucha atención a los danzantes a su rededor.

-No comas ansias, amor.- Rio. -Me gusta bailar, podemos estar aquí un poco más.

-Como desees, bebé. Pero tendrás que cumplir a tu palabra.- Bajó su rostro, besándole el cuello. Escuchó al menor hacer un suave ruido de placer ante eso, provocándole seguir colocando cortos besos en el cuello de su pareja.

-Basta...- Exhaló de buen humor. -No pienso faltar a mi palabra, señor Choi. No voy a perder esta oportunidad.- Alzó el rostro, conectando su mirada con la contraria. Un momento que se sintió copioso, como si el universo estuviera a parte de ellos, con su propio ritmo de tiempo. Besó la boca ajena, disfrutando de ese cálido espacio. No podían ser muy exhibicionistas, pero lograron manejar la situación para decirse lo mucho que se querían en ese beso.

La velada, entonces, fue un poco más lenta. Como una película de antaño, vista una vez más con ternura. No podían decir que no se estaban divirtiendo, porque en efecto lo hacían. Por un momento, ninguno de los dos dejó que sus preocupaciones les invadieran. Disfrutaron de estar juntos en la nochevieja, esperando a que un año nuevo les recibiera. Taesung se aferró a los brazos de Minho toda la noche, y cuando llegó el momento de la cuenta regresiva, y pedir deseos, el primero de su lista fue tener absolutamente, y por siempre, el amor de Minho. Incluso, si sólo pudiera pedir un deseo, seguiría siendo ese, sin dudar en lo absoluto.

La fiesta continúo, sin embargo Minho y Taesung decidieron despedirse antes de las dos de la mañana. La radio a tales horas de la noche no era algo atractiva, exceptuando por un programa narrado por un hombre que hablaba sobre las pequeñas cosas de la vida. Taesung se acomodó sobre el hombro de Minho, observando el camino ser iluminado por las luces delanteras del auto. El lugar más cercano fue el hotel, así que Minho no reparó en tomar el camino hacia su casa. Aparcó el auto y subió junto con el chico a aquella habitación donde pasarían la noche.

Se miraron, compartiendo una larga mirada cómplice. Sentados al filo de la cama, iniciaron con simples besos. No tenían que ir tan rápido, sólo lo justo. Se disfrutaban, acariciándose mientras las ropas desaparecían. Taesung escabulló sus manos sobre el pecho de Minho, bajando su boca poco a poco, rozando, mordiendo. Se acomodó entre las piernas del mayor, mirando con confianza al hombre que tanto adoraba. Tenía que hacerle suyo de cualquier forma posible. Sostuvo el miembro desde la base, deslizando su boca a lo largo, obteniendo a cambio un grabe resuello. Eso lo tomó como una invitación a seguir adelante. Rodeo con sus labios el glande, bajando poco a poco, usando la lengua para delinear su camino. Lo hizo lento, sabiendo la situación en la que colocaba a Minho.

Minho colocó su mano sobre la nuca del menor, tratando de controlarse y no exigirle que fuera más rápido. Su deleite iba en sentir la boca del menor sobre su miembro.  Suspiró entrecortadamente, enredando sus dedos en el cabello del muchacho, sufriendo el placer. Taesung no pensaba aumentar su ritmo, era obvio. Entre más cerca le tenía, más lento su compás. Minho gruño al sentir que Taesung jugaba descaradamente con sus bolas, desatendido su pene. No fue hasta que el menor le dio una lamida a lo largo, que Minho pudo darse cuenta que la felación había terminado. Taesung subió con acompasados besos  por el torso se Minho, sentándose en su regazo en el proceso hasta alcanzar aquella boca. Taesung quería devorar esos labios, incluso con algo de violencia. Besos, caricias, todo era tan íntimo, inherente a ellos y sus sentimientos. No sólo era el amor romántico, también el cariño, y sus miedos se hacían presentes en aquel acto de amor simple.

Taesung jadeó, sorprendido por aquella mano que acariciaba su cuerpo cuesta abajo, hasta llegar a su entrada. Minho introdujo un dígito en el joven, besando y mordiendo el hombre de Taesung, dejando pequeñas marcas ahí. De igual modo, el menor no se quedó atrás, mordía el cuello de Minho, moviendo sus caderas en un suave vaivén, por el cual Minho se atrevió a introducir un segundo dedo.

Un gemido que perdió fuerza, Taesung arqueó su espalda, dejando caer su cabeza hacia atrás. Se sentía tan bien en ese momento. Sus dedos se clavaban a los brazos del hombre que le sostenía, rogando con palabras entrecortadas que no se detuviera. Pero del mismo modo en que Taesung había terminado abruptamente con la felación, Minho detuvo sus movimientos, escapando sus dedos del cuerpo del menor. Escuchar un gruñido de los labios de Taesung hizo que Minho sonriera con algo de maldad.

Le recostó en la cama, colocando besos mariposa a lo largo del pecho de Taesung, sosteniéndole por la cadera. La mirada embelesada que el joven le daba le hacía sentir esa extraña sensación sobre su piel, como si fuera miel escurriendo cuesta abajo.  Sintió un alegre escalofrío recorrerle el cuerpo ante la melosa sonrisa que Taesung tenía en su rostro, podía sentir su corazón latir con un ritmo marcado. Estaba tan locamente enamorado, que le bastaría sólo recorrerle con besos, para ser feliz. Le hizo girar, para poder continuar con los besos, recorriendo desde los hombros, a lo largo, la nuca, bajando por la espalda. Beso a beso, declarando sus sentimientos.

Entró sin premura en el cuerpo ajeno, escuchando aquella voz gemir su nombre. Con cada golpe acompasado, cada suspiro, unieron sus cuerpos en el éxtasis de su amor. Jadeos, gemidos, los dedos marcándose sobre la piel ajena por la fuerza con la que se aferraban. Disfrutarían mientras pudiesen, estaban enamorados, pero no siempre se basta con eso.

 

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La segunda semana de enero daba su inicio. Ambos hombres estaban desayunando en una cafetería cerca del hotel, aprovechando que era el último día que estarían juntos, antes de que Minho volviera a dar clases. El silencio que reinaba, sin embargo, era algo que no terminaba de hacer disfrutable el momento.

-Amor, ¿qué ocurre?- Hacía unos días que Minho había notado la mirada melancólica del menor.

-No es nada...- Torció los labios en un ligero gesto.

-No me creo eso, bebé. Anda, dime, ¿qué tienes?- Insistió.

Taesung suspiró, dejando de lado su plato. Se apoyó sobre la palma de su mano, resoplando falto de ganas.

-Mi padre lo llama homesickness; sólo extraño mi casa, y a mi familia.- Comentó. -Normalmente esta época del año la paso con ellos, veces en casa de papá, otras en casa de mis padrinos. Es algo que hemos hecho por tanto tiempo, que me siento extraño. Quisiera estar con ellos.

-¿Quieres irte?- Minho se atrevió a preguntar, entendiendo que por más que quisiera tenerlo a su lado todo el tiempo, Taesung tenía una vida aparte de él.

-Me gustaría volver...Pero quiero estar todo el tiempo posible contigo.- Exhaló, esbozando una pequeña sonrisa para Minho. -Me gusta mucho estar contigo.

-A mí también, Tae. Adoro que estés haciéndome compañía todo el tiempo.- Tomó la mano del joven, sobre la mesa, acariciando el dorso suavemente.

-Sí...- Jadeó. -Es un pequeño sacrificio...Papá dice que ese tipo de sacrificios se hacen todo el tiempo en los negocios, y siempre hay que pensar en qué es lo mejor.- Sonrió a medias. -Me gusta cómo piensa, pero a veces es difícil llevar a cabo esa filosofía.

Minho soportó una mueca, no le agradaba que Taesung hablara de su padre, por el simple hecho de que Taesung realmente no sabía si era su padre o no. ¡Por favor! Ese hombre definitivamente no podía ser su padre. No, estaba seguro que era el acosador de Taemin, o alguien más implicado en eso. No podía ser nadie bueno, y no se merecía la admiración que el menor le tenía.

-...Entonces estás haciendo un sacrificio al estar conmigo.- Comentó algo incómodo.

-No todos los sacrificios son malos, Minho.- Fue amable. -Eres lo primordial en mi vida, así que haré lo necesario para estar contigo.

-También eres lo primordial en mi vida.- Exhaló.

-Lo sé.- Taesung soltó una ligera risilla. -Así que trato de poner todas mis cosas en orden, para poder tener más tiempo libre y estar contigo.

-Eso es bastante lindo, de tu parte.- Trató de reír.

-No es lindo, es inteligente.- Frunció el ceño, pareciendo niño pequeño ante tal gesto. –Es muy inteligente. Si estoy contigo, estarás todo el tiempo encandilado conmigo. De ese modo nadie podrá robarte de mí.

-Oh vaya, eso sí que es inteligente.- Concordó.

-Lo sé, soy muy inteligente.- Taesung se vanaglorió, fingiendo tener un abanico de mano y echarse aire. -Aunque no siempre fui así. Papá dice que todos esos golpes en el accidente arreglaron mi cabeza.- Rio. -Y luego usa de ejemplo que jamás aprendí ajedrez hasta después del accidente.

Minho sintió que se tensaba. Definitivamente, odiaba escucharle hablar de su padre. Ese hombre no lo era. Y que Taesung realmente no pudiera dejar de hablar sobre él, le estaba molestando.

-Tal vez sí sabías, pero no eras bueno…- Respiró hondo, lo mejor sería apartar el tema. Cambiaría de plática, no sería difícil.

-Oh no, estoy seguro que no sabía.- Sin embargo, Taesung siguió con el hilo del tema actual. Parecía no notar que al mayor simplemente no le agradaba escuchar de su padre. –Aún me cuesta mucho esfuerzo poder ganar una partida. Pero está bien, papá cree que soy mejor en relaciones públicas, que en estrategias.- Arrugó la nariz en una mueca graciosa.

-Por supuesto.- Minho rodó los ojos. –No hay algo que tu padre no sepa.- Dijo a secas.

-¿Qué? Claro que no, aunque él es un hombre sabio y…

-¡Basta!- No pudo más, ese hombre no era quien Taesung creía, de eso estaba seguro. No necesitaba de pruebas para creerlo. -¿Cómo puedes hablar así de él, si ni siquiera sabes si es tu padre?

-¡Por supuesto que es mi padre!- Se defendió.

-¡No!

-¿No?- Taesung abrió la boca en gesto de consternación.

-¡No! ¡No puedes saberlo! No lo recuerdas, y crees ciegamente todo lo que él te dice.- Minho alzó la voz, olvidando que se encontraban en un restaurante.

-Sí, lo hago. ¡Él es mi padre! Minho, ¿a qué viene todo esto?- Entonces cayó en cuenta. Minho una vez más estaba tratando de convencerle que él era ese adolescente que se perdió. Respiró hondo, tratando de controlarse, y no dejar que esa fuera la gota que derramara el vaso. Buscó dentro de su bolso, sacando esa pequeña foto que, desde que había encontrado, no dejaba de cargarla a todos lados. –Mira.- La puso sobre la mesa, mostrándosela. –Él es mi padre, y ese soy yo. Tengo dos años en esa foto.

Minho miró la foto. No podía ser real, hoy en día es tan fácil inventar ese tipo de imágenes, modificarlas para que pareciera que cualquier niño era su chico, incluso que se viera algo vieja. No creería en esa prueba tan fácilmente. La alejó, cruzándose de brazos.

-No, no eres tú.- Negó. Taesung era Taemin, no podía ser nadie más. Lo sabía, no era algo que se sacará de ideas y conjeturas absurdas. Además, todos los conocidos de Taemin que ya le había visto estaban igual de seguro que él. Taesung era Taemin.

-Suficiente, Minho.- Taesung frunció el ceño, apretando la mandíbula. –Tienes que aceptarlo, ese chico no va a volver.

-¡Pero volvió! Eres tú.- Insistió.

-Minho…- Se levantó de golpe, apoyando las manos en la mesa. Por la fuerza con la que apretaba la mandíbula se notaba la rabia que sentía. Pero ese gesto no duró demasiado, su mirada se volvió blanca antes de que todo a su alrededor se pusiera borroso.

-¡Tae! ¡Tae!- Minho se levantó de brinco, alcanzando a sostenerle antes de que el cuerpo del menor golpeara el suelo. -¡Taesung!- Le llamó. El chico se había desmayado a mitad de su discusión.

 

 

 

 

 

 

Había corrido al primer hospital con sala de urgencias que estuvo en su camino. Ni siquiera había dejado que el personal del restaurante llamara a una ambulancia, o que le asistieran de algún modo. Llevó a Taesung a su auto, y manejó al hospital que sabía estaba más cerca. Al llegar unos enfermeros llevaron a Taesung a una camilla, para poder revisar sus signos, mientras una enfermera le hacía demasiadas preguntas que él ni siquiera estaba entendiendo. Su mente había quedado atrapada en el momento en que el chico perdía la conciencia. Estaba tan enojado, ni siquiera había podido pronunciar palabra, porque después había desfallecido. Ahora se encontraba dando vueltas como loco en la sala de espera, desesperado por cualquier noticia. No fue capaz de respirar tranquilamente hasta que alguien de urgencias salió de aquella sala donde habían entrado los enfermeros con Taesung.

-¿Usted es familiar del joven?- El doctor se acercó a Minho, por el simple hecho de haber llegado con Taesung.

-Sí, es mi pareja.- Contestó, sin realmente importarle si el doctor podía darle información, según su respuesta. -¿Está bien? ¿Qué le pasó?

-Tranquilo señor, su pareja está bien.- El doctor no se inmutó. -Ya está consciente, necesita descansar así que tendrá que esperar antes de poder verle. Ha tenido un colapso.

-¿C-colapso?- A pesar de haberlo visto, Minho seguía procesando el suceso. -¿P-por qué?

-Sus signos vitales están bien, de igual modo mandamos a hacerle unas pruebas de sangre para cerciorarnos. Dígame señor, ¿su pareja toma alguna clase de medicación?

-...Sí...- Minho entonces lo recordó. -Pastillas prescriptas, para la migraña.- Exhaló.

-¿Cuándo fue la última vez que su pareja las tomó?

-No-no lo sé...No lo he visto hacerlo en un tiempo.- Enredó sus manos en su cabello. ¿Cómo no había cuidado del chico? -Doctor, ¿él...pudo haberse desmayado por dolor de cabeza?

-Bueno, si se trata de una migraña, tal vez...Pero para eso debió de haberla soportado por un largo rato.- Explic.

-Entiendo...Gracias, doctor.- Minho hizo una reverencia. Quería ir con Taesung, pedirle perdón, pero entendía que debía dejarle descansar.

De ese modo, pudo pensar claramente en lo que había pasado. Taesung había preferido discutir y defender a su padre, que atender su propio dolor. Y lo peor era que él mismo había sido quien le orilló a eso. Ni siquiera había podido hacer entrar en razón a Taesung. Se sentía molesto, y de cierto modo, derrotado. No lograba hacer que su adolescente volviera. Sabía que tenía que dejar que las cosas se enfriaran, y reestructurar su plan. Porque, ciertamente, no estaba dando resultados.

Entró a sala cuando una enfermera le avisó que ya podía ver al joven. Taesung era el único ocupando esa sala por el momento. El chico se veía cansado, y no era exagerar, Minho sólo le había visto un par de veces sufrir de las migrañas y entendía lo muy desgastantes que eran para el menor. Se acercó, encontrándose con aquella mirada pesada. ¿Quién lo diría? A estas alturas, Minho sufría más de esa mirada rencorosa, que de verle llorar.

-¿Tenías una migraña?- Preguntó, recibiendo sincero silencio a cambio. -Por favor, Tae, dime. Si te molestaba el dolor, ¿por qué no me lo dijiste?

-Sólo fue un ligero dolor de cabeza, Minho. No llegó a migraña.- Comentó entre dientes, cruzándose de brazos.

-Pero te desmayaste.- Insistió. -Fue mi culpa, ¿no es así?- Torció los labios. -Tu dolor, empezó mientras discutíamos.- Le miró severo,  pesar de que Taesung había quitado la mirada. -Lo he pensado, y por lo que veo, lo mejor es que vuelvas a casa por ahora. – Sólo por esta vez le pediría que se fuera.

-¿Qué?- Taesung miró a Minho, sorprendido. -¿Quieres que me vaya? No puedes estar hablando en serio.

-Lo estoy. En estos momentos, te estoy haciendo daño, claramente. Y yo...

-¿Quieres que me vaya?- Taesung repitió, como si aún no pudiera salir de esa parte del discurso. -¿Por qué querrías eso? Soy tu novio.

-No me estás escuchando, cariño. Tienes que irte, necesito que te vayas.

-¡No! No quiero irme, no voy a irme.- Se exaltó. -No podemos separarnos por algo así. No ahora.

-¡Entiéndelo Taemin!

Entonces se calló. No había pensado lo que había dicho, y obviamente las cosas no salieron bien. Los ojos del chico definitivamente se tornaron tristes, conteniendo las lágrimas. Pero esa tristeza se volvió rabia. Tenía el gesto fruncido y la mandíbula apretada.

-Entiendo...Quieres que me vaya...No soy él.- Se levantó de golpe, sin decir más.

-No, Tae. Perdón, por favor escucha...

Taesung no se detuvo a escuchar. Se colocó su chaqueta, saliendo de la habitación. Ahora, definitivamente las cosas no estaban bien. Minho corrió tras el menor, observando sus pasos firmes y duros. No pensaba detenerse.

-Señor, no se puede ir aún.- Una enfermera trató de detener a Taesung de irse. -Necesita que su acompañante firme el alta.

-Yo puedo firmar mi propia alta.- Soltó molesto. -Estoy bien, me ha pasado más veces de lo que parece, y sé cómo manejar la situación.

La enfermera asintió levemente. No podía mantenerle ahí contra su voluntad. Buscó los papeles del alta y dejó que Taesung los firmara. Taesung ni siquiera volteó hacia atrás cuando los firmó. Después de eso se dirigió con paso firme y serio hacia las puertas de la entrada. No iba a girarse, aunque su corazón lo pidiera. Estaba tan molesto…

-Dame mi bolso, Minho.- Extendió su mano hacia un costado, esperando a que Minho se lo devolviera. –Dame mi mochila.- Insistió. Cuando sintió la correa sobre su mano, abrió la puerta del hospital, deteniéndose un momento. –Adiós, Minho.- Entonces se fue.

 

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Minho llegó a su casa, tirando las llaves sobre la mesa que había junto a la puerta. Jadeó, sintiendo como todo se abrumaba dentro de sí. Soo An apareció al final del pasillo, esperando los usuales mimos que normalmente Taesung y Minho le daban al llegar. Se acercó a Minho, maullando quedamente, hasta que Minho la tomó en brazos.

-Soo lo he arruinado todo…- Sintió un nudo en su garganta. –Le dije que se fuera, sé que no piensa volver.

Notas finales:

Antes de que se preocupen, explicaré un poco el rumbo de la historia. Es normal que las parejas peleen, y más en este caso que hay "algo" entre ellos, ese pasado olvidado. Eso no significa que se hayan dejado de querer, ni mucho menos. Seguirán luchando por su amor, y bueno, la vida sigue. 

Gracias por esperar tanto tiempo; espero que el siguiente capítulo sea igual de largo, pero escrito en menos tiempo. 

¡Besos!


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