I. Beso
Estaba tan cansado que tan pronto tomó asiento en el auto, sus parpados empezaron a caer, pesados. En los últimos días se había hecho casi imposible conciliar el sueño, por mínimo que fuera, iba a aprovechar el viaje para dormitar al menos.
Entre sueños, buscó una posición más cómoda, aunque más bien fue que le acomodaron, Ruki inspiró profundamente y no volvió a moverse.
Abrió los ojos con la sensación de que había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuviera despierto.
—Aun falta para llegar.
La suavidad con la que le habían hablado instaba a volver a dormir, pero era el dueño de la voz el que le hizo levantarse de un salto. Ruki sorprendido, se dio cuenta que había estado durmiendo en las piernas del baterista. Se enderezó con cuidado, y la mano que había estado sobre su hombro todo el tiempo, cayó al costado de Kai. Él estaba recargado sobre la ventana, con los ojos cerrados y respirando acompasadamente. Ruki se estiró un poco para confirmar si estaba dormido o no. Tal vez se había acercado demasiado o era que no estaba dormido —casi se atrevía a jurar esto último—, Kai abrió los ojos y le miró serio. Ruki forzó a sus labios para sonreír e intentó recuperar su espacio; sin embargo, antes de que pudiera moverse, Kai le detuvo colocando sus manos en sus mejillas y sin avisar siquiera, le besó, apenas un roce pero que le dejó una sensación de hormigueo en los labios y el corazón bombeando casi en la garganta.
—Mira —señaló por la ventana—, creo que ya llegamos.
Todo el tiempo que había estado reprimiendo sus sentimientos, noches diciendo a sí mismo que era solo un enamoramiento pasajero, que estaba confundido, que pronto pasaría y eventualmente hasta se reiría de su —supuesta— atracción por el baterista, habían quedado destrozados, y Kai allí, quitando su semblante serio por su sonrisa de siempre, como si nada.
>>¿No tienes nada que decir? —Kai preguntó. Entonces, pensó Ruki, no había sido algo por inducción del sueño; entonces no debía seguir reprimiendo nada; entonces…
Tal vez era la hora…
—Si le robas un beso a alguien, ¿cómo haces para devolverlo? —Kai se alzó de hombros como si no le importara, aunque ciertamente parecía muy interesado en la respuesta.
Sí, era la hora:
Ruki se estiró y devolvió lo que debía.
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II. Devoción
Doce años y contando. Había días en los que escuchaba más la voz del vocalista que su propia voz, tampoco es que se quejara, la voz de Ruki le gustaba más que la propia. Cerraba los ojos y se transportaba a un lugar agradable, donde la voz de Ruki era su guía.
Solían decir que los ojos son las ventanas del alma. Kai creía que en Ruki no se aplicaba. La ventana del alma de Ruki era su voz. Solo así se podía entender hasta los más pequeños matices de la personalidad y temperamento de ese hombre. Si Ruki estaba feliz, si estaba enojado, triste o preocupado, Kai podía saberlo con solo escucharlo hablar.
—Kai, bienvenido. —Era suave, modulada, era dulce, cuando Ruki le hablaba a él, solo a él, había una pisca de devoción casi palpable.
—Estoy en casa.
Y entonces, Ruki podía decir lo mismo acerca de la voz de Kai.