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That Day (Homin) por Bastianxt99

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Notas del fanfic:

Beteado por Aelilim.

Dedicado a Shimli gracias por enseñarme tanto de la pareja y tenerme tanta paciencia cuando me pierdo en algo.  Te quiero mucho y que hayas tenido un feliz cumpleaños.


Aquella noche algo se rompió dentro de él. Pudo reconocerlo, pudo por fin dejar todo su teatro y que la careta dura que había trabajado durante años en construir se desquebrajara poco a poco y cayera delante de sí mismo. Ese era el momento de la verdad. En realidad, ese era el momento que todos los seres humanos tememos: aquel en el que estás completamente desnudo ante ti mismo. Esa desnudez del alma que es un tanto más terrible que cualquier otra.

Observó su reflejo en el espejo. Su pecho estaba desnudo, la frente perlada de sudor frío arrugada le hacía lucir mayor, y su rostro completamente pálido era una invitación a la verdad, a ser honesto por primera vez. A dejar que el verdadero Changmin tomara control y pudiese emerger desde el control extremo, desde los miedos, desde los sentimientos que había aprendido a anestesiar. Despertaría y esta vez se juró que haría algo al respecto.

La realidad lo estaba golpeando, no en carne propia para su fortuna, y era por ello que debía tomar una decisión. Era eso lo que le obligaba a tomar conciencia y a agradecer que la vida le diese una oportunidad para abrir los ojos, y así que su situación no se convirtiera en un sin retorno.

Esta lección de vida había venido de la mano de Kyu, su mejor amigo, quien aquella tarde había llegado completamente borracho y desaliñado. Eso no era lo que le sorprendió, sino sus ojos, hinchados y sobre todo vacíos. Vacíos de aquel característico brillo en las orbes de este. Lo supo desde que se asomó por la ventana y vio el mediocre aparcamiento de Kyu fuera de su casa, la manera torpe en la que había bajado y  cómo su puño estaba completamente apretado… Y supo lo que llevaba en aquel puño.

Bajó corriendo y abrió la puerta.

—Soy un idiota —fue todo lo dijo Kyu antes de caer de rodillas dentro de su casa. Changmin le había levantado y llevado hasta el sofá.

—No eres un idiota —corrigió y fue por un paño mojado para limpiarle la cara.

—¿Lo viste, Max?

Este asintió. —Está en todos lados, te estaba esperando.

—Se va a casar… —Kyu bajó el rostro y lo ocultó dentro de sus propias manos temblorosas—. Nunca luche por él, me rendí, me rendí antes de empezar y ahora estoy seguro que seré desgraciado por el resto de mi vida.

Changmin tomó la mano de su mejor amigo e hizo que la desempuñara, ahí estaba el anillo que Sungmin le había regalado. Recordó cómo había declarado su amor de forma entusiasta a Kyu y un frío rechazo había acabado con sus ilusiones. Ahora Kyu simplemente no podía vivir con ese recuerdo de tres años atrás, y de cómo había renunciado al amor de su vida por el que dirán.

Se giró hacia la ventana, encendió un cigarrillo y se apoyó en el balcón viendo hacía la calle. Todo el mundo corría a algún lugar, a encontrarse con amigos, familia, amantes o, quién sabe, a encontrarse con su propia soledad.

Si lo que había transcurrido aquella tarde con Kyu no surtía un cambio en su vida y le hacía tomar acción, sabía que un día podía estar en su mismo lugar, lamentándose el haber dejado ir el amor de su vida. Tiró la colilla y fue hacia el pequeño bar. Buscó una botella de tinto y se sirvió una copa sin catar el cuerpo ni volumen, ni ninguna de las otras estupideces que a veces le preocupaban. Esta vez solo quería adormecer un poco su raciocinio, abandonarse a su piel y dejarse guiar por ella.

Simplemente, ya no podía razonar.

—La razón es el enemigo de todo —se murmuró mientras se servía una segunda copa. Negó cogiendo la botella completa y fue a sentarse en el sillón que permanecía bajo la penumbra de la noche que caía.

Suspiró y pensó cuán irónico era. Ahora  veía todo como un oscuro túnel sin fin, sentía un frío sepulcral… Se sentía tan solo. Siempre había abrigado la esperanza de que Yunho no se rindiera y ahora no podía saberlo. Changmin había actuado de las formas más hirientes, se aseguró de ser cruel ante cada comentario amable que su hyung le decía. Todas y cada una de las escenas de desprecio que había hecho, sutiles y no tanto, comenzaron a recorrer su mente. Había pensado que recapacitaría, pero ahí lo tenía frente a él diciéndole las cosas más hirientes…  obligándolo a soltarle.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y amó su privacidad, amó poder quebrarse en aquel ambiente solitario. Recordó la tristeza de Yunho el día que le comunicó que se mudaba. Sin embargo, no le dijo nada, no se opuso siquiera, solo le ayudó a empacar, conservando su mirada lejos de la suya.

Sus ojos se abrieron y se irguió en el sillón, ¿acaso aquella era una de las primeras señales que Yunho se había rendido?, se cuestionó. La desesperación ante la posibilidad se manifestó en un hormigueo en sus manos y dejó caer la copa. Se mordió el labio de forma fuerte, clavando su diente de tal forma que lo hizo sangrar. Negó suave y masculló un “mierda” en tono bajo. Se levantó, desabrochó su pantalón y caminó de forma decidida a la ducha mientras iba despojándose del resto de sus ropas en el trayecto. Temperó el agua a tibia y metió su cuerpo desnudo, giró la manecilla a fría y se estremeció.

—A ver si así despiertas, Changmin —se dijo, moviendo su nuca e un medio círculo para destensar los músculos de su cuello.

Minutos después salió de la ducha y se paseó por la habitación tratando de poner su mente fría. Era hora de tomar acción y no sabía cómo. Su cabeza estaba agitada, ya no en discusión de hacer algo; ahora el problema era qué hacer, y cómo hacerlo. Sus ojos se posaron en el reloj, faltaban diez minutos para las diez de la noche. Llamó a su manager y averiguó las actividades de Yunho. Le fue indicado que justo acababan de terminar la agenda y recién había sido dejado en su departamento, Changmin sintió cómo su estómago dio vueltas. Colgó tras una escueta despedida.

La siguiente vez que sus ojos volvieron a ver un reloj, estaba en el auto, sus manos temblaron. Respiró profundo. Necesitaba darse ánimos y engañarse a sí mismo, darse valor para enfrentar incluso un posible rechazo.

El semáforo le hizo una parada, giró su vista y observó la mochila en el asiento del copiloto, exhaló fuerte y trató de respirar. Tenía un mar de sentimientos, y consecuencia de esto, sensaciones corriendo por su cuerpo: pasaba del frío, al calor; pasaba de la emoción y expectativa hasta el miedo, el miedo más puro y básico.

Al llegar al estacionamiento del sótano le dejaron entrar sin más. Odió esto. En todo el camino había querido encontrar algún contratiempo, algo que calmara sus estados y le hicieran lograr el control sobre sí mismo, pero no, el destino le llevaba hacia aquel momento. Decidió que debía ser valiente, y esta vez, completamente honesto.

Se dio un respiro por unos segundos dentro del auto, bajó de este y enfiló hacia el lobby del edificio. Repasó por algunos minutos su imagen, a su parecer lucía patético, el miedo se le notaba en cada poro de la piel. Infló las mejillas, dejando salir el aire que estaba en sus pulmones, y entró al elevador. El ascenso se le hizo largo, sentía que en cualquier minuto retrocedería  y el miedo le ganaría. Vio de nuevo el reloj, eran casi las once y treinta, qué diría Yunho cuando lo viera aparecer solo así, ¿acaso debía haberse anunciado primero?, todos estos pensamientos golpearon sus sentidos y pasó la lengua por sus labios, tratando de aliviar la sequedad. Un dejo de sangre llegó a su paladar y  recordó que habían hincado su diente en su labio.

Tres, dos, uno, contó en su mente antes de llamar a la puerta. No lo hizo de forma fuerte, al contrario, llamó casi queriendo que su hyung no le escuchara, pero cuando observó casi con terror cómo el pestillo giraba, subió sus ojos y se encontró con Yunho. Sus propias orbes se dilataron y le observó rápidamente, estaba descalzo, con una musculosa y nada más que el pantalón de su pijama. Sus gafas de leer estaban un poco abajo en el tabique de su nariz y una dulce sonrisa le hizo sentir más que bienvenido.

—Changmin… hola —fue el saludo antes de franquearle por completo la puerta.

—H-Hyung —salió de sus labios antes que su garganta se cerrara. Volteó a ver a todos lados, como si en un momento se encontrara completamente desubicado—. Yo, yo no tuve que haber venido, perdón —fue todo lo que dijo con voz quebrada. Sus manos comenzaron a temblar y de nuevo clavó su colmillo en su labio, haciéndolo sangrar.

—Changmin, por Dios —alcanzó a decir Yunho, tomándolo por la muñeca y haciéndolo entrar de un jalón—. ¿Qué pasa? —preguntó asustado. Nunca había visto a Changmin así, nunca.  Buscó su mirada y este lo evitó a toda costa. Empezó a pestañear y las aletas de su nariz se contraían y expandían de forma extraña, no estaba enojado, Yunho lo sabía, lo conocía de tal forma en que podía predecir cada uno de sus estados, y eso era lo que lo asustaba. Esta vez, simplemente no lo sabía, no podía leerlo.

Chagmin avanzó por el interior de su antiguo departamento, hubiera querido sentirse extraño, pero eso no pasó. El lugar estaba impregnado a aquel olor a hogar que tanto extrañaba. Caminó como autómata hacia el sillón, hacia su sillón, su lugar favorito en el mundo, ese lugar donde se había perdido noches enteras en la lectura de algún libro, donde habían visto tantas películas y reído como tontos, donde malas noticias se habían dado, donde tiernos momentos se habían querido sepultar al llegar el amanecer.

—Mírame, mírame por favor —fue lo siguiente que llegó a su conciencia. No quería verlo, pero no podía evitarlo, el peso de sí mismo lo había arrastrado hasta aquel momento. Volteó y posó su mirada en el pequeño y hermoso rostro de su hyung, al encontrarse con sus ojos parpadeó varias veces.

—Lo siento… —salió de su garganta. Yunho se levantó de su lado y fue directo hacia la cocina, minutos después regresó con un té de jazmín.

—Ten y bébelo despacio, está caliente —indicó para luego retirarse.

Chagmin bebió el té, primero de forma lenta a pequeños sorbos, luego a grandes tragos cuando ya estaba frío, mirando de cuando en cuando a la puerta de la habitación de Yunho, en espera de que volviese a la sala. Dejó la taza a un lado y vio el reloj, habían pasado ya veinte minutos, largos para él. Juraba que hubiese podido reescribir su vida en un segundo en comparación de lo largo de aquellos minutos en espera. Sonrió de forma amarga y vio cómo por la ventana un rayo iluminaba el cielo y segundos después el trueno. Qué ironía, pensó, ahora llovía, ¿sería aquello un mal presagio?

Su nula paciencia hizo mella y se levantó de golpe, fue directo a la habitación y se topó con Yunho sentado en su sillón individual, gafas puestas y libro abierto en mano. Sus destilaban desprecio y los ojos de Yunho se estrecharon debido a su sorpresa.

—¿Estás bien?

—Si lo estuviera, ¿acaso estaría acá? —masculló el menor en un tono bastante elevado para dirigirse a un hyung.

—Lo siento, te vi mal y…

—Y como me viste mal, te largaste. Qué ironía.

—Te conozco y como te vi mal, te di el espacio que siempre me has pedido —replicó Yunho, dejando las gafas a un lado y se levantó—. Changmin, no me reproches como si no me importaras de la forma que lo haces —dijo tratando de llegar a lo más profundo de otro y fue ahí donde este se quebró.

Changmin sintió cómo su corazón comenzó a latir a un ritmo tan acelerado que prometía salirse de su pecho si no se calmaba pronto. Yunho avanzó unos pasos hasta quedar frente a él, y cerró los ojos, el mankae hizo lo mismo y apoyo su frente contra la de Yunho. Aquella pose íntima les era cómoda a ambos, de varias maneras la habían posado para las cámaras, la habían usado para reconectarse en camerinos cuando sentían que se perdían, la usaban cuando vivían juntos y alguno de los dos sentía soledad… Y ahí estaban esta vez, con su mundo paralizado, con Changmin sintiendo como si el mundo estuviera a punto de desvanecerse justo en sus manos.

—Desearía que me dijeras que te pasa —expresó Yunho en un tono suave, controlado y calmo, como era siempre, agregándole ese toque de dulzura que solo utilizaba para Changmin—. Pero no dirás nada, lo sé, sé que siempre me dejarás en claro que no soy tu amigo.

Max sintió como si una estaca atravesara su pecho; no era su dolor, era el dolor en la voz de Yunho la que le hería. Jamás había querido herirle y fue ahí donde negó sin separarse.

—No, no eres mi amigo y no puedes serlo, y no quiero que lo seas. —Los ojos de Yunho se abrieron y retrocedió un poco, sintiendo como su cuerpo se tornaba rígido. Puso su mirada en la del otro, pero no encontró frialdad ni nada que respaldara las odiosas palabras. Fue su rostro el que se llenó de dureza, sin embargo, la mano de Changmin se extendió, pidiéndole que no hablara,  y luego tomó su la mano—. Yunho, no puedes ser mi amigo, porque no podría serlo —confesó—. He visto la tortura de ser amigo de la persona que amas.

Yunho tragó en seco, pensando que se refería a él que le había confesado tantas veces su amor, aquello no le sorprendía.

—Yo he huido de ti lo mejor que he podido, no porque no te ame, no…

Esta vez el corazón de Yunho comenzó a latir de una forma distinta, sintió cómo sus sentidos se tornaban más alerta a la voz de Changmin.

—Soy impetuoso, soy un cara dura, soy frío, soy… soy… —dijo cada vez más enfadado, impregnado rabia en cada monosílabo de aquellos—, soy un robot que se decidió programar para no sentir, para no tener miedo, para no lidiar con nada que pudiese descolocarle. Decidí no amar a nadie, ni a mi propia madre, o al menos no demostrarlo.

Changmin no pudo más con el peso de sus palabras, las cuales hacían que su propio cuerpo no resistiera más, y se sentó a la orilla de la cama.

—Huí, lo admito —prosiguió—, no podía darme el lujo de admitir que te amo y que tengo miedo de hacerlo. En estos años he sido capaz de correr lejos de ti, impulsado por el miedo al que dirán, a los medios, a mi madre, a la compañía. Pero hoy un miedo más grande me golpeó, ¿qué pasaría si tú te rindieras? Creo que nunca dimensioné esa posibilidad, la posibilidad de que siguieras tu camino. Siempre creí que estarías para mí, para siempre esperando que cediera, pero hoy me di cuenta que puedes rendirte y darte cuenta que eres el hombre maravilloso que eres y que hay tanta gente esperando por ti.

Yunho llevaba más de cinco años soportando el peso de su amor por Changmin, lo había hecho solo, sin ayuda, sin amigos con quien desahogarse y ahora estaba ahí en ese momento donde el peso le era quitado y donde le era confirmado que su amor era correspondido, que aquellos rechazos y acciones hirientes habían sido parte del miedo. Un nuevo trueno hizo que la luz se cortara, y Yunho agradeció secretamente por ello, no quería que Changmin viera su rostro, estaba igualmente asustado.

El silencio comenzó a ganar espacio entre los dos. Yunho por primera vez no sabía qué decir, en realidad, ya se había rendido hacía mucho tiempo atrás. No estaba con nadie porque no creía en las relaciones hipócritas, no creía en dar amor a medias. De pronto, sintió la mano de Changmin buscando la suya en la obscuridad y sus dedos se entrelazaron. Esta vez no había un público numeroso enfrente, esta vez sus dedos no se hacían el uno al otro como un todo, esta vez esperaban serlo y no solo representarlo.

—¿Estás seguro? —preguntó con voz débil. Ahí estaba rindiéndose de nuevo, se detestaría por eso, su dignidad estaba de nuevo a disposición de Changmin, esa que ponía de rodillas frente a él, quien tantas veces había recibido un tiro de gracia.

Yunho sintió cómo una cálida mano se posó en su mejilla y le acaricio con tal suavidad que no sabía que existía en él menor. Changmin acercó sus labios a su mentón y dejó un suave beso ahí.

—Claro que lo estoy.

 

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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