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Tentación por Ana Jaegerjaquez

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Notas del fanfic:

Pues espero que lo disfruten y que será un Two-Shot. Terminará la siguiente semana con la frase de la misma.

Notas del capitulo:

Pues que los personajes son Propiedad de Tadatoshi Fujimaki, que no gano nada con esto... más que el amor a esta pareja crezca y... que esperen con ansia la continuación.

TENTACIÓN

Cuando nací, todo lo que conocía era de un blanco puro. Pues el lugar al que había llegado era el Reino Celestial. Mi padre era uno de los que servían al Rey de los cielos y su esposa también esperaba un hijo. Después de un tiempo, cuando finalmente tuve conciencia de las cosas, mi madre me explico que no somos los únicos aquí. Que nosotros somos los guardianes –por decirlo de alguna manera- de los seres que viven en la Tierra: los humanos.

                 La primera vez que visitaba la Tierra fue alucinante para mí. Todo estaba lleno de vida, jamás la había visto igual. Mi padre y los otros guerreros me explicaron que es una de las tantas cosas que los humanos tenían de bueno y que, para desgracia de algunos, a la mayoría no le importaban la naturaleza ni los animales. Para los pocos que sí  los tiraban o de a locos o que solo querían llamar la atención. Y cuando vi como un humano lastimaba a un perro lloré y me enfurecí. Estuve a punto de golpear a ese estúpido pero la presencia de alguien más me detuvo.

                 Era un chico moreno, de cabello azul y ojos del mismo color. Pero había una diferencia… las alas en su espalda eran como las suyas, solo que de un color oscuro. Y también vio como había alguien más, tantos los guerreros que estaban junto a su padre y a él se acercaron a su persona, los otros que acompañaban al moreno hicieron lo mismo. Observo las miradas dirigidas unos con los otros. Las dudas se cernían sobre su cabeza.

—     ¿Qué están haciendo ustedes aquí?- El tono de voz de su padre lo alertó. Estaba enojado

—     Si ya sabes para qué preguntas.- El que respondió estaba junto al moreno.

—     Solo la escoria como ustedes hacen algo tan bajo.

—     Y tú me dirás que ustedes no hacen lo mismo. ¡Por favor! Solo somos el otro lado de la misma moneda.- Uno de los que estaban con ellos atacó al otro grupo, que no tardó en responder. La pelea fue detenida por su padre.

—     Si crees que somos iguales, estás muy equivocado.- Miró a los demás. —Vámonos.

Empezaron a volar en dirección a casa. No podía apartar la vista del chico moreno, pues me estaba sonriendo. Pero el grito de mi padre, diciendo mi nombre me hizo apartar la mirada  y seguirle. Cuando llegamos al Reino, el montón de preguntas no me había abandonado, pero mi padre se dirigió hacia el castillo. El Hijo del Rey estaba afuera, practicando con su espada.

—     Príncipe. — Llamó, el mencionado volteo en su dirección.

—     Sé que está ocupado pero…— Estaba un poco nervioso, el molestar al Hijo del Rey no era algo que se osara hacer. Pero en verdad necesitaba saber lo que había pasado antes, y era seguro que Akashi-sama sabía.

—     ¿Puedo preguntarle algo? Es con respecto a la misión de hace rato. — El peli-rojo supo a qué se refería, pues había visto a su padre entrar al castillo. Él estuvo presente cuando se llevó a cabo la reunión.

—     Claro, permíteme cambiarme y enseguida hablamos. — Entregó la espada a quien estaba a su lado y fue a cambiarse. Ryouta espero sentado en la banca bajo el árbol, junto al lugar de entrenamiento. No fue mucho el tiempo, el Príncipe llego aseado y se sentó a su lado.

—     Dime ¿qué es?

—     Cuando mi padre me llevo a ver a los humanos por primera vez, vi como uno de ellos maltrataba a otro ser vivo. — El Príncipe lo miró con un poco de duda, pidiendo que le dijera quien era. —Era un perro. Me enojé tanto que empecé a llorar y me dispuse a atacarlo, pero antes de llegar al humano, alguien apareció frente a mí. — El peli-rojo se daba una idea de quien era… no porque conociera el nombre, si no de su naturaleza.

—     ¿Cómo era? Descríbeme su aspecto. — Se lo pensó un poco, más casi al instante habló.

—     Es un poco más alto que yo, de piel morena y cabello y ojos azules, más que el cielo… Pero lo que más me llamo la atención fueron sus alas. Son como las nuestras, pero en lugar de ser blancas…— Volteó el rostro a su interlocutor. — Sus alas son negras.

El peli-rojo, con esa descripción,  sus sospechas fueron confirmadas. Eran ellos. Los que hace algún tiempo su padre le había hablado. Pero lo que dijo Ryouta sobre el cabello era muy extraño. Por lo general, tanto en el Cielo como en lugar donde vivían aquellos, los que pertenecían a la Realeza tenían un característico color de cabello. Aunque fueran parientes no significaba que el color sería igual, pero era demasiado extraño que fuera negro, rubio o castaño. Si había rubios dentro de la familia pero había variaciones. Su cabello siempre sería dorado, como el Sol y un girasol nacía en junto a ellos. Cuando un niño nacía y era rubio, a pesar de no ser parte de la Familia Real, significaba que las células de cuando fue humano se han activado y que dentro de poco morirá para renacer como lo que era, pues se supone que para la Tierra han pasado demasiados años. Pero a los humanos no se les concedía la flor.

Sin embargo, el caso de Ryouta y el suyo eran especiales. Mientras que las rosas habían nacido junto a él dentro del fuego, para el chico a su lado los girasoles habían nacido en el agua. Y eso solo significaba una cosa. Que su destino estaba sellado con uno de los otros, lo quisiera o no. Aunque no existían muchas dentro del Reino, las profecías de antaño se habían cumplido, la penúltima había sido con él. Las rosas y el fuego significaban que su amor sería correspondido, que su lucha sería demasiado pesada y el derramamiento de sangre, inminente;  pero aun así saldría victorioso. Junto a esa persona. Aunque faltara mucho para eso.

Pero con Ryouta daba un giro totalmente diferente. El agua es también un espejo… Si tú eres bueno, la parta maligna dentro de ti se refleja en ella. Y eso es el significado para él. Sería tentado por alguien de los otros. Pues son Demonios. No hay muchos ángeles que hayan compartido sus destinos con ellos. De hecho, solo hubo uno y fue el primero de ellos. Ahora la historia se repetía con aquel chico.

—     Ryouta. — Llamó al rubio. —Dentro de poco empezarás a bajar con regularidad. Te pido que por favor, si te llegas a encontrar a ese tipo otra vez, te alejes. — Vio las intenciones del otro por preguntarle, pero lo interrumpió. —Por favor, solo hazme caso. ¿Me prometes que te alejarás de él cuando lo veas?

Se le hizo extraño lo que Akashi-sama le había pedido. ¿Qué se alejara en cuanto lo viera? ¿Por qué? ¿Acaso eran malos? ¿Por qué no le decía nada? Más su parloteo interior fue detenido gracias a la mirada severa de Akashi-sama. Esperando su respuesta. —Si. Te prometo que en cuanto lo vea, me alejaré de él. — Pero jamás la cumplió.

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La edad lo había alcanzado… y la estatura también. Ahora era uno de los ángeles al servicio del actual Rey, Akashi Seijuurou. Y también le fue asignada la tarea de bajar al mundo humano y vigilarlo junto a su escuadrón.  Las veces que lo hizo mientras era un chico tirándole a la adolescencia y ya de adolescente junto a su padre y el escuadrón de este, le habían servido de experiencia. Y aunque al capitán se le había dicho que vigilara a su hijo, el emocionado siempre encontraba un modo de escabullirse para saciar su curiosidad. Pero en todas aquellas veces, siempre se encontraba con aquél chico de cabellos y ojos azules. Demasiado azules.

Si el trabajo de los ángeles era que los humanos hicieran el bien, el de los demonios los intuía al mal. Por decirlo de alguna forma. No es que los ángeles o los demonios fueran completamente buenos o malos, si no que la decisión estaba en los humanos.  Ellos solo movían su influencia. Y cuando se dio cuenta de las verdaderas intenciones de aquel, se dedicó a luchar. El otro lo sabía… que más allá del odio que le profesaba al enterarse de lo que hacía, había algo más fuerte que ello. Pues él también lo sentía y estaba dispuesto a hacer que el rubio cayera en la oscuridad con él… y para él.

≥∞≤ ≥∞≤

—     ¿Qué haces aquí?

—     Pero que pregunta rubio. — Rio por la expresión de Kise. — Sabes que vengo a lo mismo que tú.

—     Si claro… a lo “mismo”. — Su disposición de irse fue detenida por la mano del otro.

—     Suéltame, Daiki.

—     Oh! ¿Ahora ya no me llamas Aomine-cchi? Que malo de tu parte. — Llevo la mano derecha a su corazón. —  ¿Sabes? Eso me hiere profundamente.

—     No me vengas con tus estupideces. — Saco su espada y al mismo tiempo que lanzaba el ataque gritó. — ¡Suéltame!

—     Tranquilo rubio. — al esquivar el ataque se alejó un poco, pero no tardó en acercarse a Kise, sorprendiéndolo. Tomándolo por la cintura y el cuello. — Vamos Ryouta… deja de hacerte el difícil. Sabes que es lo que quieres… Y yo soy el único capaz de dártelo. — Susurro en su oído.

¿Por qué? ¿Por qué siempre soy tan débil ante él? Desde que nos conocimos y nos hicimos “amigos” siempre terminé haciendo lo que quería. Incluso ahora… cuando sé lo que de verdad quiere, no puedo negarme. Su voz me hipnotiza y sus ojos hacen que caiga cada vez más en esa oscuridad que me tiende la mano. No puedo hacer nada… Me tiene completamente a su merced. Pero todo esto es mi culpa. Aun cuando sabía su naturaleza, fui un incauto al pensar que podría hacerlo cambiar. Pero no fue así… es más, el que cambió fui yo. Akashi-cchi me lo dijo muchas veces y me hizo prometerlo… Que cada vez que lo viera me alejara de él. Pero jamás cumplí. Por mi culpa es que la guerra se ha desatado… ¡Si yo hubiera hecho caso!...

—     No te distraigas… Mientras estés conmigo, tu atención debe estar enfocada. — Su agarre se hizo aún más fuerte. No lo dejaría escapar… No hasta que le haya dicho todo, pues él sabe lo que es.

—     Ao-Aomine-cchi. — Sus labios buscaron desesperadamente los contrarios. Dentro del agarre del otro, se deshizo del que capturaba su cuello y giró para poder besarlo aún más fuerte. Lo sabía… En el tiempo que estuvo junto a él siempre lo supo… Que poco a poco estaba enamorándose y que a estas alturas… Eso era inminente.

El moreno empezó a tocar su cuerpo. Sus manos viajaban desde sus brazos hasta la parte baja de su cintura y apretaba sus glúteos. Se sentía demasiado bien. Para quien piense que los ángeles y demonios no pueden disfrutar del placer sexual… estan equivocados. Por supuesto que lo hacen… aunque no siempre lo practican, pues para ellos esta más enfocado en la reproducción. Cuando un humano moría, la única manera de que su alma se “guardara” y después re-encarnara en el mundo “mortal” era naciendo de la unión de dos ángeles. ¿Qué pasaba con los que iban al Infierno? Era lo mismo, pues los humanos tienen libre albedrío…

Al parecer el rubio había cedido. Era hermoso. Desde la primera vez que lo vio cayó ante él, aunque este no lo supiese. Le conto al Rey –su padre- lo que le pasaba. — Hijo… tú y ese ángel…— Lo señaló en el espejo que podía verlo todo. — Están destinados… Aunque es más que eso. Tú lo corromperás y él te purificará… aunque no totalmente… pues el bien y el mal habían estado juntos. No podemos vivir sin ellos. Y ellos no pueden hacerlo si nosotros no existiéramos. Vi cuando nació. Su flor representante destelló en el agua… Tu elemento. ¿Sabes lo que eso significa?— Asintió, más casi al instante negó. Su padre sonrió. —Simboliza su unión… En el sentido espiritual, carnal y mental. “Tú eres yo… Y yo soy tú. Por la eternidad. Lo malo se vuelve bueno. Lo bueno se vuelve malo*. Lo sucio se limpia. Lo limpio se ensucia. Si tú eres la maldad… Yo soy la bondad. Mi parte mala… Tu parte buena. Con este sello me uno a ti.” Eso es lo que tendrás que decirle una vez se unan. Y jamás podrán separarse.

Ahora entendía todo; en ese entonces no había captado el peso de las palabras. Pero le fue difícil, pues Kise, al enterarse de su verdadera identidad, lo rechazó. E incluso lo evitaba. Y cuando se volvió Capitán de Escuadrón hacía lo posible por esquivarlo y si no lo lograba, lo atacaba. Pero ya no más. Ahora estaba a su completa merced, no lo dejaría escapar.

—     Aomine-cchi, va-vamos a un lugar más privado. — El deseo le gano a la razón. Tenía que sentir ese cuerpo sobre el suyo… Y comprobar aquello que le dijo el Rey, el padre de Akashi-cchi. — estás destinado a él y cuando se unan recordarás estas palabras. Yo las sé porque vi el escrito del pasado. Cuando naciste, la pieza donde está escrito brilló. “Tú eres yo… Y yo soy tú. Por la eternidad. Lo malo se vuelve bueno. Lo bueno se vuelve malo. Lo sucio se limpia. Lo limpio se ensucia. Si tú eres la maldad… Yo soy la bondad. Mi parte mala… Tu parte buena. Con este sello me uno a ti.” Y aunque ahora se te olviden, cuando llegue el momento lo harás.

Su padre le había dicho que cualquier inquietud que tuviera le contara, más jamás lo hizo. No porque no confiara, sino porque sabía las consecuencias. Y cuando todos en el Reino se enteraron, estuvieron dispuestos a protegerlo. Pues aunque sabían el pasado, no les parecía unirse con aquellos. Por eso la guerra se había desatado. Por eso no lo dejaban solo. Por eso lo habían encerrado. Por eso había escapado y por eso… estaba ahora con él.

—     Kise, tus deseos son órdenes para mí. — Lo llevo a donde el Cielo y el Infierno se conectan… el lugar donde esperaba no los encontraran.

—     Aomine-Aomine-cchi tú…

—     Si es lo que estás pensando, si… te amo… desde hace mucho tiempo. Desde que te vi esa vez, la primera.

—     Pero yo te he hecho mucho daño y…— Fue interrumpido.

—     Y al final has venido a mí.

—     Aun así yo…

—     Shh, está bien. No es para tanto.

Lo besó. Tan profundo que se empezaba a ahogar y se separó un poco para que pudiera respirar y él otro también. No hicieron falta más palabras por decir. Se amaban. Aunque eso significara oponerse a todos lo que no los reconocerían. La túnica que traía el rubio era blanca con un cinturón azul y sandalias doradas. Su espada (de empuñadura plateada y hoja negra) quedó rezagada. El moreno, que vestía una túnica negra con un cinturón amarillo y sandalias del mismo color de la túnica y la espada completamente negra sufrió el mismo destino que la ajena.

Los besos pasaron de ser solo en la boca a partes del cuerpo. Su cuello fue succionado y marcado, sus hombros también. Sus piernas fueron adoradas como pensó que nadie lo haría. Y  correspondió de la misma manera. No quería saber nada más. Se enderezó -pues estaba acostado- y lo abrazó.

—     Aomine-cchi… por favor.

—     Lo sé Ryouta… Yo también ya no puedo.

Entonces el rubio se lanzó a sus brazos. Besó sus ojos, sus mejillas y sus labios. Las manos contrarias no se quedaban quietas, al igual que las suyas. Aomine se sentó y Kise entendió la indirecta. Tanto él como el rubio empezaron a desabrochar sus cinturones al mismo tiempo que sus bocas se devoraban. En cuanto las túnicas fueron hechas a un lado, empezaron a explorar el terreno prohibido del otro. Sus manos viajaron a los pezones del rubio mientras Kise acariciaba su espalda. Después acercó su boca a esos botones rozados y los empezó a besar y chupar. El ángel, debido a la excitación, gemía sin control, pues esa era una de sus zonas sensibles. No tomó mucho para que Aomine se posicionara entre sus piernas, pero antes de ello, el otro le pidió algo.

—     Aomine-cchi, yo…— se puso un poco nervioso, sería su primera vez. — Yo… quiero tenerlo en mi boca. ¿Puedo?— Eso no estaba en sus cálculos. ¡Diablos! La voz de su chico y su expresión habían elevado su libido. No le importaba llevarlo a la oscuridad. Le demostraría que el pecado también es amor y perdón.

—     Si… si puedes. ¡Oh Kise! Eres demasiado sensual.

—     Aominecchi…

En cuanto lo tuvo en sus manos lo “llevó” a su boca. Lo metió todo, pero se ahogó un poco y mejor lo sacó. Volvió a meterlo, esta vez solo con la parte que se sentía cómodo. Empezó a succionarlo de a poco. Lo sacó otra vez y di unas cuantas lamidas alternadas con besos. Dirigió su vista a su amante. Su cara demostraba que realmente lo estaba disfrutando. Se veía realmente sexy, a su vista. El otro lo miro y sin apartar su mirada le sopló. Sintió su temblor. Volvió a lamerlo, chuparlo y succionarlo. Hasta que Aomine lo detuvo.

—     Dete…dente Ki-Kise. Si lo si-sigues hacien-do… me correré. — Dejo el pene de su pareja.

—     Pero Aomine-cchi, eso es lo quier…— Lo interrumpió.

—     Es mi turno de darte placer. — Y lo volvió a recostar.

Era su turno de verlo retorcerse de placer. Lamió y chupo sus pezones, como si quisiera extraerles algo. Mientras lo hacía, una de sus manos bajo al pene del rubio y lo empezó a masturbar. Sentía como se movía debajo suyo, pues la otra mano estaba ocupada, haciendo presa a las manos ajenas. Lo soltó para levantarle las piernas y en cuanto el rubio vio sus intenciones hizo  movimientos para que lo dejara.

—     No Aomine-cchi, no lo hagas.

—     ¿Por qué no?

—     Por… ¡porque no!— le sonrío y lo ignoró.

Se acercó a su entrada. Dio un beso a cada uno de sus glúteos y uno en ella. El rubio respingó. Quería ver más de esas reacciones. Sin vacilación, acercó su boca y dio otro beso… mucho más prolongado y húmedo. Escuchaba los gemidos del menor y eso lo excitó aún más. Siguió con el beso hasta que creyó que fue suficiente. Soltó una de las hermosas piernas y esa mano tomó su miembro, dirigiéndolo a la entrada de su amor. Fue despacio, pues apenas si entró, un gemido de dolor salió de los labios rosados. Empujó un poco más y un pequeño grito fue esta vez. — Falta poco mi amor. — Dijo. Su mano abandonó su pene y tomó la otra pierna mientras que la mano que sostenía la otra fue a los cabellos rubios, tratando de consolar a su dueño. — Está bien, no… no me duele mucho. — Le contestó.

Para no hacerlo más doloroso, empujó su miembro de una sola estocada, causando que su amante dejara salir un grito de dolor, que le dijo que en verdad había sido rudo. Lo abrazó y besó para calmarlo. En cuanto se calmó, el baile de caderas no tardó mucho en hacer su aparición. Kise se aferró a sus brazos y él a sus caderas. Era exquisito. El interior de su ángel era demasiado estrecho, le hacía alucinar. El rubio se sentó con la ayuda de sus brazos y pasó ambos por su cuello. Algo pasó. Como si fueran uno solo.

—     Tú eres yo… Y yo soy tú. Por la eternidad. Lo malo se vuelve bueno. Lo bueno se vuelve malo. Lo sucio se limpia. Lo limpio se ensucia. Si tú eres la maldad… Yo soy la bondad. Mi parte mala… Tu parte buena. Con este sello me uno a ti.

Fue dicho al unísono. Al tiempo que alcanzaban el clímax. Y ambos sintieron la conexión más allá del aspecto físico. Se habían unido en alma y corazón. Pero Aomine dijo algo que más que sellar sus destinos, los uniría más allá de la eternidad, el tiempo y el espacio.

—     Siempre me vas a querer. Yo represento todos los pecados que nunca has tenido el coraje de cometer.

Notas finales:

* Kikyo - InuYasha


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